Jean Chrétien
Primer ministro (1993-2003)
Hijo de un obrero industrial francófono perteneciente al Partido Liberal de Canadá (LP) y el octavo de nueve hermanos (en realidad, los vástagos fueron nada menos que 19, pero 10, todos mayores que él, perecieron muy jóvenes), estudió en escuelas-seminario católicas de Shawinigan, Joliette y Trois-Rivières antes de licenciarse en Derecho por la Universidad Laval de Quebec. Cuando era niño, un día de gélido invierno, contrajo una congelación con tan mala fortuna que le dañó irreversiblemente los nervios faciales, dejándole la mitad izquierda del rostro paralizada. Este defecto físico era la causa de una gestualidad característica que en el futuro algunos de sus adversarios y detractores políticos no iban a desaprovechar para hacer comentarios mordaces. Se crió y se educó en un ambiente totalmente francófono, de suerte que cuando hizo fortuna en la alta política federal le costo un poco desenvolverse con fluidez en los discursos y alocuciones en inglés. Durante muchos años, según él mismo reconoció, se sintió más suelto hablando en francés, y hasta el día de hoy conserva un acento afrancesado.
En 1958 se registró en el colegio de abogados y pasó a ejercer en un bufete de cinco socios en su localidad natal. Militante activo del LP desde temprana edad, aquel año fue delegado de su distrito en la Convención del partido que proclamó líder nacional a Lester Pearson y de paso fue elegido vicepresidente de la Federación Nacional de Juventudes Liberales. En 1962 dirigió la Cámara de Comercio de Shawinigan y el colegio de abogados de Trois-Rivières. En las elecciones del 1963, que supusieron el retorno del LP al Gobierno nacional de la mano de Pearson tras seis años de Gobierno del Partido Conservador Progresista (PC) con John Diefenbaker, Chrétien, con sólo 29 años, ganó el escaño de diputado en la Cámara de los Comunes del Parlamento federal de Ottawa por la circunscripción quebequesa de Saint-Maurice-Laflèche gracias a una campaña entre sus paisanos en la que hizo gala de un estilo colorista y popular. Su precoz debut en la política representativa a nivel nacional supuso el retiro temporal de la práctica legal privada.
Tras una experiencia gubernamental como secretario parlamentario del primer ministro Pearson, desde julio de 1965, y del ministro de Finanzas Mitchell Sharp, desde enero de 1966, Chrétien desarrolló una sólida carrera ministerial en los gabinetes liberales presididos por Pearson y luego por Pierre Elliott Trudeau, un paisano quebequés de quien se convirtió en estrecho colaborador. A partir del 4 de abril de 1967 sirvió como ministro de Estado en el Ministerio de Finanzas, oficina, como las anteriores, de corte burocrático y poco político. El 18 de enero de 1968 fue nombrado ministro de Ingresos Nacionales y el 6 de julio del mismo año recibió su primer nombramiento de peso político, el de ministro de Asuntos Indios y Desarrollo del Norte, labor que desempeñó hasta el 8 de agosto de 1974, cuando se hizo cargo de la presidencia del Comité del Tesoro. Todo esto, antes de cumplir los 41 años.
El 14 de septiembre de 1976 Trudeau le nombró ministro de Industria y Comercio y justo un año después el primer ministro le confió el importante Ministerio de Finanzas en un momento complicado por el auge de la inflación, el paro y los déficits. En las elecciones parlamentarias del 22 de mayo de 1979 el LP perdió por primera vez desde 1962 ante el PC que entonces lideraba Joe Clark, y entonces Chrétien estrenó la condición de diputado de la oposición. El 4 de junio siguiente cesó en el Ejecutivo con la toma de posesión del Gobierno Clark.
En las elecciones anticipadas del 18 de febrero de 1980, convocadas en diciembre tras perder Clark una moción de censura parlamentaria, los liberales, con Trudeau a la cabeza de nuevo, ganaron la mayoría absoluta y retornaron al Gobierno federal. El 3 de marzo Chrétien tomó posesión como ministro de Justicia, oficina que llevaba implícita la Fiscalía General del Estado. El 10 de septiembre de 1982 se cambió al Ministerio de Energía, Minas y Recursos Naturales. El 30 de junio de 1984 comenzó a servir como viceprimer ministro, secretario de Estado (ministro) para Asuntos Exteriores y ministro responsable de la Francofonía en el breve gabinete de John Napier Turner, abogado anglófono a quien 14 días atrás había retado sin éxito en la elección del nuevo líder del partido a raíz de la renuncia del veterano Trudeau.
Chrétien permaneció en el Ejecutivo hasta que la aplastante victoria del PC en las elecciones del 4 de septiembre (el LP cosechó sólo el 28% de los votos y 40 diputados, un descenso de nada menos que 16 puntos porcentuales y 107 escaños con respecto a 1980) llevó a la jefatura del Gobierno a su líder, Brian Mulroney, el día 17. Tras los comicios, siguió ocupando el escaño por Saint-Maurice, pero las continuas discrepancias con Turner, quien pugnaba por consolidar una línea política propia libre de algunas alforjas trudeauistas, motivaron que renunciara al mismo el 27 de febrero de 1986.
En los cuatro años siguientes Chrétien permaneció activo en la política como miembro de la Ejecutiva Nacional del LP, pero a medio gas, ya que retomó su antigua profesión jurídica como asesor legal de una prestigiosa firma de abogados con operaciones en Ottawa, Toronto y Vancouver, y de la corporación Gordon Capital, radicada en Montreal. La nueva derrota del LP en las elecciones del 21 de noviembre de 1988, que registraron una recuperación del todo insuficiente (83 escaños y el 32% del voto), y las dificultades para aunar apoyos entre sus conmilitones precipitaron el anuncio por Turner en mayo de 1989 de su renuncia como líder del partido, si bien aquella sería un hecho al cabo de un proceso ordenado de transición, para no perjudicar las labores parlamentarias. El liberalismo canadiense entró en una etapa de interinidad hasta la elección del sucesor de Turner, y Chrétien retornó al primer plano con su aspiración oficial al puesto.
En aquel entonces, la clase política y la opinión pública canadienses estaban entregadas a un encendido debate en torno al tipo de ordenación jurídico-política que se quería para la federación. Chrétien bebía directamente en la tradición trudeauista, según la cual Canadá debía verse como un país fuerte e integrado, cuya diversidad cultural y lingüística, así se entendía, estaba ya suficientemente reconocida y salvaguardada por el vigente marco federal constitucional. De acuerdo con este enfoque, los derechos individuales de los ciudadanos prevalecían sobre cualquier demanda de privilegios por grupos que esgrimían sus peculiaridades étnicas, lingüísticas o culturales.
Desde abril de 1982 regía una nueva Acta Constitucional que había reemplazado al viejo instrumento legal de 1867, llamado en origen la British North America Act, el cual alumbró la plena autonomía y la independencia de hecho de Canadá con el rango de dominio del Imperio Británico. La Carta Magna de 1982, en cuya elaboración Chrétien participó en tanto que ministro de Justicia, puso fin al control que el Parlamento británico aún ejercía sobre la fórmula de enmienda de la propia Constitución, y además la mejoró con la incorporación de una Carta de Derechos y Libertades. Ahora bien, otra característica del pensamiento de Trudeau, la fe en el sometimiento provincial a un Gobierno centralizador como única garantía de la identidad multicultural, era compartida por Chrétien con matices, y poco tiempo después se iba a distanciar de ella.
Por su parte, Mulroney y los conservadores estaban resueltos a conseguir que Quebec acatara el Acta Constitucional y desistiera de una vez para siempre de sus pretensiones soberanistas o independentistas, pero, a diferencia de los liberales trudeauistas, aceptaban ceder en un amplio elenco de reivindicaciones clásicas de la provincia, esgrimidas por el nacionalista Partido Quebequés (PQ) de René Levesque, Pierre-Marc Johnson y Jacques Parizeau, pero también, en buena parte, asumidas por el Partido Liberal de Quebec (PLQ), cuyo líder, Robert Bourassa, presidía el Gobierno desde 1985, cuando el PQ perdió las elecciones provinciales y fue desalojado del poder que había adquirido por primera vez en 1976. Partidos que comparten electorado aunque son del todo independientes (incluso, a menudo, han estado enfrentados), el LP es la oferta del liberalismo quebequés en las elecciones federales mientras que el PLQ lo es en las provinciales, no concurriendo nunca a la vez.
Aquellas exigencias se sintetizaban en la obtención por Quebec del "estatus especial", esto es, unas prerrogativas asimétricas con respecto a los demás entes federados en los terrenos competencial, normativo e institucional, y el reconocimiento de su hecho cultural diferencial, la llamada "sociedad distinta". Todo ello se recogió en el llamado Acuerdo de Lago Meech, firmado por Mulroney y los diez jefes de los ejecutivos provinciales y territoriales el 3 de junio de 1987, que debía ser ratificado por todos los parlamentos de Canadá antes de adquirir vigencia. Turner salió a apoyar el Acuerdo de Lago Meech, en tanto que los trudeauistas se pusieron absolutamente en contra de un nuevo marco de relaciones entre Quebec y el resto de Canadá que les parecía el primer escalón hacia el estallido de la federación. La postura de Chrétien adversa a Lago Meech era de sobra conocida, aunque ahora, en plena campaña electoral interna del LP, el ex ministro no la expresaba con vehemencia, seguramente para no enajenarse el voto de los compromisarios liberales que sí respaldaban la actuación de Bourassa.
En la Convención Liberal celebrada en Calgary, Alberta, el 23 de junio de 1990 Chrétien venció por una confortable mayoría (2.652 votos sobre 4.668) a sus cinco contrincantes, el más adelantado de los cuales fue Paul Martin, diputado bilingüe de Ontario aunque quebequés por adopción, que tenía a sus espaldas dos décadas como exitoso empresario naval. En buenas relaciones con Turner, Martin representaba al ala del partido que no era hostil a Lago Meech. La interna del LP se vio galvanizada por la noticia del fracaso final del Acuerdo de 1987, ya que precisamente aquel día venció el plazo de tres años para que todos los parlamentos provinciales lo ratificaran: los legislativos de Terranova-Labrador y Manitoba rehusaron hacerlo. Nada más proclamarse líder del LP, Chrétien arremetió sin sordina contra un pacto federal que ya era papel mojado.
El 10 de diciembre siguiente Chrétien ganó en una elección parcial el escaño en los Comunes por la circunscripción de Beauséjour, en Nueva Brunswick, y 11 días después empezó a ejercer de líder de la oposición en la Cámara baja del Parlamento. En las elecciones del 25 de octubre de 1993 los liberales se apuntaron la victoria con 177 de los 295 escaños y el 41,6 % de los votos, de manera que el 4 de noviembre Chrétien, que había vuelto a representar a Saint-Maurice en los Comunes, se convirtió en primer ministro, el primero liberal desde 1984. La sólida victoria de Chrétien y el LP, que marcó el final de muchos años de bipartidismo imperfecto y la aparición de un sistema de partido predominante, se nutrió del doble fracaso obtenido por los gobiernos conservadores de Mulroney y Kim Campbell, tanto en el terreno económico (crecimiento anémico, aumento vertiginoso del desempleo, fuerte déficit fiscal) como en el consenso nacional sobre la reforma constitucional que redefiniera las competencias de la federación y las provincias, y que tomara en consideración la especificidad de Quebec.
Así, después del fiasco de Lago Meech, se había hundido un acuerdo similar, el de Charlottetown, suscrito el 28 de agosto de 1992 por todos los entes federales, que, entre otros aspectos, otorgaba a Quebec una sobrerrepresentación en la Cámara de los Comunes (el 25% fijo de los escaños, independientemente de la evolución de su peso demográfico). A diferencia de lo sucedido con Lago Meech, Chrétien y buena parte de los liberales –a excepción de Trudeau y sus incondicionales- apoyaron el Acuerdo de Charlottetown, pero el referéndum nacional del 26 de octubre de 1992 devolvió el cuentakilómetros al punto de partida.
El no, solicitado tanto por el PQ, que exigía más concesiones, como por el Partido Reformista (RP) de Preston Manning, formación derechista fuerte en las provincias extremo occidentales anglófonas, muy liberal en lo económico e igualmente hostil a las pretensiones quebequesas, se impuso con el 54,3% sobre el conjunto del Estado; por provincias y territorios, el sí sólo ganó en Terranova, Isla del Príncipe Eduardo, Nueva Brunswick, Territorios del Noroeste y en la populosa Ontario, aunque allí lo hizo por los pelos. La consecuencia directa del referéndum había sido la dimisión de Mulroney y su sustitución por Campbell, de efímera gestión hasta la catástrofe electoral de octubre, cuando el voto conservador se repartió entre el LP en Ontario (donde arrasó al hacerse con 98 de los 99 escaños), el RP en las provincias extremo occidentales y el nuevo Bloque Quebequés (BQ) de Lucien Bouchard -ex ministro de Mulroney que no procedía del PQ- en Quebec.
Chrétien llegó al poder con un programa de aspecto social-liberal. Por un lado, defendía el welfare state canadiense, equiparable a los tutelados por los partidos socialdemócratas en Europa, y fuertes inversiones públicas para crear empleo (11% de parados a final de año) y reactivar la actividad económica. Por otra parte, se comprometía con la reducción del déficit y la deuda públicos, que estaban ya por las tasas del 7% y el 88% del PIB, respectivamente, labor que encomendó a Paul Martin, nombrado ministro de Finanzas.
Desde los sucesivos fracasos de Lago Meech y Charlottetown, el Acta Constitucional permanecía sin ratificar por el Parlamento de Quebec, y esta anomalía iba a prolongarse indefinidamente. En sus diez años de Gobierno, Chrétien no reabrió la cuestión constitucional y se ciñó a la tesis de que las necesidades de autodeterminación de la provincia ya estaban cubiertas a la par que su bienestar económico, gracias a la cobertura del presupuesto y los programas federales. Los argumentos de Chrétien aseguraron en ulteriores convocatorias electorales para el LP un buen caudal de votos en las provincias atlánticas anglófonas y en Ontario, que aportaba un tercio de los escaños de los Comunes, muy en particular, así como en Quebec, donde era respaldado en masa por el importante colectivo de los no francocanadienses (los anglosajones autóctonos y las minorías alófonas de italianos, griegos, hispanos o asiáticos, amén de los indios aborígenes). Cuando tocaba votar en las elecciones provinciales, los quebequeses federalistas se decantaron casi sin excepciones por el PLQ, el cual, dicho sea de paso, se había entendido mejor con el PC a la hora de encarar los problemas constitucionales que con el propio LP.
Los nacionalistas quebequeses reprodujeron su extraordinario éxito de 1993, cuando su proyección federal, el BQ, acaparó 54 de los 75 escaños correspondientes a Quebec en los Comunes (la formación de Bouchard sólo presentó candidatos allí, lo que, por otra parte, no tenía precedentes) y, paradójicamente, se convirtió en la leal oposición en Ottawa, en las elecciones provinciales del 12 de septiembre de 1994, en las que el PQ reconquistó la mayoría perdida en 1985 y su líder, Parizeau, se convirtió en primer ministro. Parizeau y su gente no perdieron el tiempo y convocaron un referéndum para el 30 de octubre de 1995 en el que los quebequeses debían pronunciarse sobre la apertura de negociaciones con el Gobierno federal con vistas a un tratado de asociación política y económica, que podría inspirarse en el que disfrutaban los países de la Unión Europea o asemejarse al Estado Libre Asociado de Puerto Rico con Estados Unidos, con unión aduanera y monetaria, mercado común canadiense-quebequés y doble nacionalidad; si las conversaciones fracasaban, el Parlamento de la provincia se reservaba el derecho de declarar unilateralmente la soberanía.
Chrétien sostenía por activa y por pasiva que sus prioridades estaban en los terrenos económico y social, y dejó hacer al Gobierno quebequés, no contribuyendo a calentar el debate con declaraciones catastrofistas o acusaciones personales. Sólo en la recta final de la campaña, cuando los sondeos indicaron que las opciones del sí y el no iban codo con codo, Chrétien se involucró a toda prisa, advirtiendo que la unidad política y económica de la nación corría peligro y buscando disuadir a los nacionalistas no independentistas de que votaran afirmativamente con la aseveración de que su gobierno no tenía inconveniente en reconocer la "sociedad distinta" de Quebec.
La suerte le sonrió (y medio mundo, sobre todo el económico, respiró aliviado), ya que, por muy escasa diferencia, el 50,6% contra el 49,4%, la consulta fue ganada por los partidarios del no. Tras este triunfo del federalismo, Chrétien potenció una línea dialogante y constructiva, y ofreció a Parizeau algunas enmiendas del Acta Constitucional para permitir la asunción de competencias adicionales. Los nacionalistas rechazaron la propuesta y comenzaron a hablar de un nuevo referéndum, tomando nota de que el primero sobre la cuestión, el de 1980, había arrojado un resultado mucho menos ajustado (el 59,6% del federalismo contra el 40,4% del soberanismo), y que a la tercera sería la vencida.
En lo económico, la primera legislatura del Gobierno Chrétien se caracterizó por el intento de contener el elevado déficit de las cuentas públicas sin erosionar en demasía los programas de protección social, en los que se sustentaba la "diferencia canadiense" (por comparación con la situación imperante en Estados Unidos). La aprensión por las tensiones a que se exponía la unidad nacional se suscitó también con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y México (TLCAN, o NAFTA, en su sigla inglesa), firmado (17 de diciembre de 1992) cuando los liberales estaban en la oposición. Chrétien aparcó sus anteriores dudas y no objetó una vasta iniciativa de desarme arancelario que entró en vigor el 1 de enero de 1994 y que, efectivamente, iba a suponer el desplazamiento de empresas manufactureras canadienses hacia las maquiladoras mexicanas, que ofrecían unos costes de producción (mano de obra barata) considerablemente más bajos.
La lentitud en la recuperación económica, los recortes en los programas sociales y, sobre todo, el estancamiento del desempleo en unos niveles inaceptablemente altos (el 9,5% de la población activa en 1994, el 9,4% en 1995 y el 9,7% en 1996), generaron un malestar que tuvo su precio en las urnas. En las elecciones legislativas, adelantadas, del 2 de junio de 1997 el LP bajó al 38% de los sufragios y recibió 155 escaños de la nueva Cámara de los Comunes aumentada a los 301 miembros. El RP de Preston Manning, que defendía recortes en los impuestos y en el gasto de la seguridad social, así como frenos adicionales a la inmigración, desplazó como cabeza de la oposición federal al BQ, en el liderazgo del cual Bouchard, hombre capaz de entenderse con Chrétien, había cesado el año anterior para sustituir a Parizeau, independentista vehemente cuyo radicalismo estaba perjudicando más que beneficiando a la causa soberanista, al frente del PQ y del Gobierno provincial.
En los comicios federales de 1997 se confirmó que el RP, varios de cuyos líderes eran pastores de la iglesia evangélica, basaba su predicamento en el electorado conservador de las provincias anglófonas occidentales (Alberta y Columbia Británica), pero su marginalidad en las provincias al este de Manitoba le impedía consolidarse como una fuerza de ámbito estatal. El partido de Chrétien poseía una representación más homogénea, aunque débil en el oeste, que cualquier otro partido. La clave de su mayoría absoluta era Ontario, donde ganó 101 de los 103 escaños. A ellos se añadían 26 de los 75 correspondientes a Quebec. Confirmado en las urnas, el 11 de junio Chrétien reeditó su gobierno.
La segunda legislatura comenzó con buenos augurios económicos para el primer ministro. A la consolidación del superávit comercial y el crecimiento del PIB, se les sumaron una sensible caída del paro y, sobre todo, la rápida recuperación de la tesorería federal. Así, en 1997 el saldo de las administraciones públicas cerró sin déficit por primera vez desde 1973, permitiendo al Gobierno elaborar unos presupuestos de 1998 equilibrados. El logro se atribuyó personalmente al ministro de Finanzas, Martin.
En el debate sobre qué destino dar al 1,6% de saldo positivo en balance de las administraciones públicas, unos 11.000 millones de dólares (de Estados Unidos), el RP exigió al Gobierno que se aprovechara para bajar los impuestos y liquidar la deuda pública, mientras que el socialdemócrata Nuevo Partido Democrático (NDP) de Alexa McDonough propuso volcarlo en la creación de empleo. Chrétien se decantó por la solución salomónica de financiar tanto el reembolso de la deuda y la rebaja fiscal como los programas de desarrollo económico y social, bastante afectados por la austeridad presupuestaria. La verdad fue que el Canadá social pagó un precio considerable por el tapado de los agujeros contables: el servicio público perdió decenas de miles de puestos laborales, el seguro del paro fue abaratado, se eliminaron subsidios federales y las transferencias a las administraciones provinciales y territoriales en los capítulos sanitario y educativo sufrieron grandes recortes.
En 1999 el panorama macroeconómico tomó un cariz más bonancible todavía con un crecimiento del 4,2%, una inflación domeñada por debajo del 2%, un superávit financiero rozando el 3% del PIB y un desempleo disminuido al 6,8%, el índice más bajo en el último cuarto de siglo. El relanzamiento de la actividad económica y las nuevas facilidades fiscales se tradujeron en un aumento de las rentas familiares, en un país que en 1998 ostentaba el primer puesto mundial en el ránking de desarrollo humano confeccionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
De vuelta al tema no zanjado de Quebec, Chrétien hizo una interpretación interesada del pronunciamiento del Tribunal Supremo Federal en agosto de 1998 sobre las aspiraciones de soberanía de la provincia. El auto reconocía la legitimidad democrática del movimiento secesionista, ya que la federación no era sino una unión voluntaria de sus entes, pero al entender que una proclamación unilateral de independencia no se ajustaba a derecho, instaba al Gobierno de Ottawa y a los de las demás provincias a negociar con Quebec un acuerdo constitucional.
El 15 de marzo de 2000 la Cámara de los Comunes aprobó una Ley de Clarificación que dificultaba extraordinariamente el derecho a la secesión, al reservar a las instituciones federales la formulación de la pregunta en un nuevo referéndum y, en caso de un resultado afirmativo, la cualificación a posteriori de la mayoría de votos que validaría el mandato para negociar la soberanía. Además, un gobierno de Quebec victorioso en la consulta debería negociar la separación con todos los demás gobiernos de la federación. Se escucharon allí y allá voces, anglófonas y francófonas federalistas, que objetaron el déficit democrático de esta legislación (por supuesto, el PQ y el BQ, que insistían en la validez del 50% más uno de los votos, pusieron el grito en el cielo), pero el caso fue que Chrétien recibió el apoyo del resto de los partidos representados en el Parlamento de Ottawa y de toda la opinión pública de fuera de Quebec. Para los observadores, Chrétien había vuelto a dar un bandazo en su visión constitucional, después de varios años siendo permeable a la tradicional teoría de los tories sobre Canadá como "comunidad de naciones" respetuosa con las diversidades locales.
Por otra parte, el 1 de abril de 1999 los nativos inuit (esquimales) vieron hacerse realidad una vieja aspiración con la constitución formal del territorio de Nunavut, segregado de los Territorios del Noroeste. El más joven territorio federal canadiense se extiende a lo largo de 1.900.000 km² correspondientes a la parte continental al noroeste de la bahía de Hudson, la isla de Baffin, la mitad oriental de la isla Victoria y la mayoría del dédalo de islas que comprende el archipiélago de la Reina Elizabeth, en el extremo norte ártico. Esta entidad subestatal posee la densidad de población más baja del mundo: sólo 28.000 personas, casi todas indígenas, para una extensión similar a tres quintas partes de Europa occidental.
Chrétien, o el "pequeño tipo de Shawinigan", como gustaba referirse a sí mismo, llevaba la iniciativa en todos los terrenos, y las elecciones legislativas del 27 de noviembre de 2000 fueron esclarecedoras. El LP incrementó su mayoría a los 172 diputados con el 40,9% de los votos y dejó muy atrás a todos sus contrincantes. Desde los tiempos del también liberal William Mackenzie King (1935-1948) ningún primer ministro había ganado tres elecciones consecutivas. A la hora de valorar semejante éxito del Gobierno, los analistas destacaron la capacidad de Chrétien para, con su estilo de comunicación simple, nada sofisticado, incluso indigente o embarullado en el manejo del lenguaje (hizo éxito la ironía de que el primer ministro usaba "tanto el inglés como el francés como segundos idiomas"), conectar con el hombre de la calle.
La Alianza Canadiense (CA), refundación del RP bajo la dirección de Stockwell Day, pese a su subida en votos no consiguió proyectarse como el partido de la alternancia por su difícil arraigo en el este (sólo arrancó dos escaños en Ontario, siendo los 100 restantes para el LP). El BQ, por su parte, se encontró con que el partido de Chrétien prácticamente le empató en número de escaños en Quebec, 36 para aquel contra los 38 de él, una pérdida de cuota electoral que generó desconcierto y auguró recomposiciones en el campo soberanista. En cuanto al PC, nuevamente liderado por Joe Clark, siguió en el limbo político y hubo de conformarse con una docena de diputados recolectados en las pequeñas provincias de la costa este.
La victoria de Chrétien en 2000 sorprendió más por cuanto que el primer ministro admitió haber presionado en 1997 a un banco público federal, el Business Development Bank, para que concediera un crédito -denunciado como irregular- a un empresario amigo suyo en su distrito electoral, que había sido acusado por reformistas y conservadores de tosquedad intelectual y de incurrir en los tics populistas y autoritarios, y que desde sus propias filas se habían escuchado demandas de renuncia al frente del partido en favor de Paul Martin, acreditado como el verdadero artífice de los éxitos económicos del Gobierno.
La política exterior de Chrétien en las dos primeras legislaturas se distinguió por su acento en las cuestiones de los Derechos Humanos, el desarme y la seguridad, planteando propuestas originales en diversos foros multilaterales. Así, La opinión pública internacional valoró como un éxito personal del premier canadiense la firma el 4 de diciembre de 1997 por 125 estados asistentes a la Conferencia de Ottawa del Tratado de Prohibición de Minas Anti-Persona (terrestres), del que no obstante se desentendieron Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel y otros países significativos. En asunción de sus responsabilidades internacionales como potencia de rango medio, Canadá envió gran número de tropas a misiones de interposición y pacificación de conflictos, bien con el casco azul de la ONU, bien como contingente militar de emergencia para integrarse en fuerzas multinacionales autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, bien bajo mando y pabellón de la OTAN, en los conflictos de Croacia, Bosnia-Herzegovina, Somalia, Haití, Kosovo y Timor Oriental.
Chrétien fue el anfitrión de varias cumbres multilaterales: las XXI y XXVIII del G-8, respectivamente en Halifax, Nueva Escocia, del 15 al 17 de junio de 1995, y en Kananaskis, Alberta, el 26 y el 27 de junio de 2002; V de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en Vancouver, Columbia Británica, el 24 y el 25 de noviembre de 1997; VIII de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF), en Moncton, Nueva Brunswick, del 3 al 5 de septiembre de 1999; y, III de Las Américas, en Quebec, del 20 al 22 de abril de 2001. Por otro lado, en junio de 2000 la ciudad de Windsor, en Ontario, albergó el arranque del XXX período ordinario de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Por otro lado, aparte la cooperación prioritaria con los vecinos norteamericanos en el seno del TLCAN, Canadá desarrolló su actividad comercial en el Caribe y Sudamérica, destacando la especial relación con Cuba. Entre el 26 y el 28 de abril de 1998 Chrétien estuvo en la isla invitado por Fidel Castro, en la primera visita de un primer ministro de su país desde la de Trudeau en enero de 1976. Este viaje subrayó además la independencia económica de Canadá frente a Estados Unidos, cuyo inveterado bloqueo del país caribeño Ottawa hace años que viene censurando. La menor ideologización de Canadá en la política comercial se observó en los considerables intercambios con China, cuya liberalización política Chrétien vinculó a la expansión de las inversiones occidentales en el gigante asiático.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington tuvieron un impacto muy importante en Canadá. Hasta entonces, temas como el control de las fronteras y la seguridad interna habían figurado en un segundo plano y no suscitaban gran preocupación en la ciudadanía, enfrascada en los debates sobre cómo conciliar política social y política económica, y sobre el marco ideal de relaciones entre las instituciones federales y las provinciales y territoriales. El Gobierno federal, de hecho, había recortado el presupuesto de Defensa a lo largo de la década anterior. Todo esto cambió de súbito a raíz de los catastróficos atentados de Al Qaeda contra Estados Unidos. De entrada, la economía nacional acusó de lleno el descenso de los intercambios con el vecino del sur, que flirteaba con la recesión, y el año cerró con una tasa positiva de sólo el 1,5%, 3,3 puntos menos que en el ejercicio de 2000. La merma de la actividad trajo un ligero repunte del paro y una caída de los ingresos fiscales del Estado.
Por otra parte, Chrétien y su gobierno elaboraron un presupuesto que incluyó importantes partidas en los aspectos de defensa, protección civil, seguridad aérea, control de la inmigración y servicios de información del Estado. Más aún, en noviembre del año en cuestión el Ejecutivo sometió al Parlamento un polémico proyecto de ley antiterrorista que salió adelante con el voto en contra del BQ -que a la hora de catalogarlo con el espectro ideológico en la mano suele ubicársele en el centro-izquierda-, liderado por Gilles Duceppe, y el NDP de McDonough.Fuera del Parlamento, numerosos grupos y organizaciones de defensa de las libertades civiles expresaron su frontal rechazo a la nueva legislación por, en su opinión, el ambiguo planteamiento que hacía de la expresión "terrorista" y por el alcance de las restricciones jurídicas (prisión preventiva sin cargos de sospechosos durante 72 horas, interceptación policial de emisiones radiofónicas y llamadas telefónicas) impuestas a las personas y organizaciones susceptibles de serles aplicadas las ley. El código penal era también reformado y endurecido, con penas carcelarias que podrían ser hasta de cadena perpetua para los reos de terrorismo.
Acto seguido, el Gobierno lanzó otro proyecto de ley, tanto o más controvertido que el anterior, que facultaba al ministro federal de Defensa para declarar una región del país como "zona de seguridad militar" con vigencia de la ley marcial. Ante el rechazo general que suscitó, el texto fue retirado en abril de 2002 para regresar bajo la forma de un proyecto de ley distinto, en realidad el mismo en una versión ligeramente modificada. Los proyectos legales del Gobierno sobre seguridad con resabios de imitación de lo que acontecía en Estados Unidos se complementaron con fórmulas de cooperación interestatal. Al cabo de los atentados del 11 de septiembre, Washington planteó a Ottawa la creación de un "perímetro de seguridad" norteamericano, lo que, entre otros aspectos, implicaría la armonización de las políticas nacionales de inmigración.
Chrétien declinó la propuesta, alegando implícitamente la salvaguardia de la soberanía nacional en un atributo fundamental como es la política de interior, pero adoptó una serie de medidas que en la práctica apuntaron a aquella lógica, como fueron la mejora de la coordinación en el control de la frontera común, la admisión de inspectores estadounidenses en los puertos canadienses y, sobre todo, el anuncio, en abril de 2002, de la creación del Mando Norte de Estados Unidos (US Northern Command, USNORTHCOM), nueva unidad geográfica de combate de las Fuerzas Armadas de la superpotencia que incluye, además del propio territorio continental de Estados Unidos, a Canadá, Alaska, México y parte del mar Caribe, y que engloba a un sistema anterior de vigilancia militar canadiense-estadounidense, el Mando de la Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD). El USNORTHCOM se hizo operativo el 1 de octubre de 2002.
Después del 11-S Chrétien anunció que su país iba a contribuir con fuerzas de tierra, aire y mar a la campaña global contra el terrorismo liderada por Estados Unidos, la Operación Libertad Duradera. Así, el 8 de octubre Canadá despachó varios buques de guerra al océano Índico y en febrero de 2002 la supeditación de sus capacidades militares a los requerimientos de Estados Unidos quedó bien de manifiesto con el envío a Afganistán de un contingente de 850 soldados sujetos al mando táctico de Estados Unidos en el área de Kandahar y para participar en las misiones de combate contra efectivos rebeldes de Al Qaeda y del derrocado régimen talibán. Este dispositivo en el sur de Afganistán, conocido como Operación Apollo, rompió una tradición nacional de compromiso con el multilateralismo y las misiones de mantenimiento de la paz orquestadas por la ONU, ya que no respondió a un mandato específico del Consejo de Seguridad de la organización. En cambio, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (ISAF), ceñida a Kabul y sus alrededores, sí era un operativo bajo la égida de la ONU, y el Gobierno de Chrétien decidió involucrarse en él con un alcance incluso mayor.
En julio de 2002 se puso en marcha la Operación Athena, el despliegue de 1.900 soldados, con una primera rotación en agosto de 2003, que convirtió a Canadá en el mayor contribuyente de tropas a la ISAF. Los planes estipulaban que en febrero de 2004 se produjera el segundo relevo de tropas a la vez que la asunción de un general canadiense, Rick Hillier, como comandante en jefe de la ISAF, tomando el relevo al mando multinacional de la OTAN. Ahora bien, Chrétien no confundió la cooperación práctica con Estados Unidos en lugares como Afganistán, donde a fin de cuentas la ONU y la comunidad internacional ostentan un papel señero en la reconstrucción posbélica y el mantenimiento de la seguridad, con una alineación política irrestricta en el turbulento escenario mundial, no siendo pocos los encontronazos en una serie de temas que evidenciaron el distanciamiento del Gobierno canadiense de las dinámicas unilateralistas, belicistas e incluso ilegales de la administración republicana de George W. Bush. Dicho sea de paso que las relaciones de Chrétien y el anterior presidente, el demócrata Bill Clinton, se caracterizaron por un buen tono rayano en la excelencia.
En la Cumbre de la ONU en Johannesburgo sobre Desarrollo Sostenible, entre finales de agosto y comienzos de septiembre de 2002, el primer ministro defendió posiciones divergentes de las de Bush y anunció la decisión de su gobierno de ratificar el Protocolo de Kyoto de diciembre de 1997 sobre el cambio climático (Canadá es el mayor consumidor de energía y el segundo generador de gases de efecto invernadero por habitante del mundo), a lo que siguió un plan de acción para reducir las emisiones contaminantes.
En el primer aniversario de los ataques a Nueva York y Washington, en los que murieron 23 canadienses (dentro de las abatidas Torres Gemelas del World Trade Center) sobre el total aproximado de 3.000 víctimas, Chrétien se descolgó con unas declaraciones inopinadas para un mandatario del norte occidental, que no gustaron nada en Estados Unidos y que en casa suscitaron más reacciones de apoyo que de reproche (la CA, proestadounidense, las tildó de "vergonzosas"). En una entrevista a la cadena CBC, el primer ministro se atrevió a trazar un vínculo entre aquellos atentados y la acumulación de "resentimiento" en el mundo árabe-musulmán y los países pobres por las "políticas erróneas del rico y poderoso Oeste", visto en muchos puntos del planeta como "arrogante, autocomplaciente y avaricioso sin límites", advirtiendo de paso que las naciones occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, debían tomar nota de las "consecuencias a largo plazo" que entrañaba el "ejercicio de poderes hasta el punto de humillar a otros".
En noviembre, la administración Bush se irritó de veras cuando trascendió que la directora de comunicaciones y principal portavoz de Chrétien, Françoise Ducros, se había referido al presidente estadounidense como un "imbécil" en los prolegómenos de la cumbre de la OTAN en Praga. El primer ministro se apresuró a puntualizar que el comentario de su colaboradora había sido hecho a título particular y no representaba en absoluto la postura oficial de su gobierno, pero enfatizó que, para él, Bush era "un amigo, en absoluto un imbécil". Para aplacar el malestar del principal aliado y socio comercial de Canadá (nada menos que el 88% de sus exportaciones y el 63% de las importaciones tienen por destino y origen a Estados Unidos), y también para cerrar la polémica doméstica, Chrétien aceptó de buena gana la "dimisión voluntaria" de Ducros. Anécdotas al margen, a finales de 2002 las discrepancias se reforzaron a propósito de Irak, que Estados Unidos deseaba invadir para derrocar al régimen dictatorial de Saddam Hussein y establecer un poder local afín a sus intereses estratégicos en Oriente Próximo, con los pretextos de la ocultación por Bagdad de armas de destrucción masiva prohibidas por el Consejo de Seguridad de la ONU después de la guerra de Kuwait, y su posible nexo con los terroristas de Osama bin Laden y Al Qaeda.
País no miembro del Consejo de Seguridad en ese momento, Canadá se mantuvo en la periferia del tormentoso debate que tuvo su vórtice en la máxima institución de la ONU, y durante unos meses, mientras ganaba ímpetu la porfía entre la minoría de países encabezada por Estados Unidos que consideraba agotada la hora de la diplomacia y la mayoría partidaria de conceder más tiempo a los inspectores internacionales para hallar las armas químicas y biológicas que el régimen irakí supuestamente escondía, el Gobierno de Chrétien mantuvo una actitud ambivalente escorada al escepticismo frente a un desenlace bélico de la crisis que parecía inexorable.
El 18 de febrero de 2003, a un mes de la invasión angloestadounidense de Irak, Chrétien zanjó las dudas con el anuncio ante el Parlamento de que su país no iba a participar en esa campaña a menos que obtuviera la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, luego implícitamente se alineó con las tesis de Francia y Alemania, los dos principales aliados de la OTAN enfrentados al grupo de Estados Unidos. El día en que estalló el conflicto, el 20 de marzo, Chrétien salió al paso de una oleada de declaraciones antibelicistas (o meramente antiestadounidenses, en opinión de sectores de la derecha en la oposición) de miembros del Gobierno y de su partido, con la exhortación a la opinión pública a que no dijera "nada que pueda confortar a Saddam Hussein".
Los problemas de sintonía con Estados Unidos afloraron con fuerza cuando Chrétien ya era un primer ministro con fecha de caducidad anticipada, una decisión voluntaria adoptada al cabo de una serie de episodios que menoscabaron su autoridad y le endosaron fuertes presiones desde su propio partido. A finales de mayo de 2002 el gabinete liberal fue sacudido por una proliferación de escándalos, principalmente tres, demostrativos de la práctica consolidada del tráfico de influencias y el soborno en las trastiendas del Ejecutivo federal, unos feos asuntos de corrupción que cuestionaron las promesas electorales de gestión limpia y honesta hechas por Chrétien en 1993.
Los escándalos en cuestión afectaron al ministro de Obras Públicas y Servicios del Gobierno, Don Boudria, acusado de haber disfrutado de unas vacaciones en un complejo turístico propiedad del dueño de una agencia publicitaria que había obtenido contratas de su departamento; al fiscal general del Estado (con rango de ministro), Lawrence MacAulay, quien habría discutido con su inmediato subalterno, el comisionado de la Real Policía Montada, Giuliano Zaccardelli, la concesión de 2.300 millones de dólares (estadounidenses) en préstamos a una escuela dirigida por su hermano; y al ministro de Defensa, Art Eggleton, acusado de favorecer con una contrata a una ex novia. La oposición pidió las cabezas de los tres ministros, cosa que obtuvo (Boudria y Eggleton fueron cesados el 26 de mayo y MacAulay dimitió el 22 de octubre), pero no se conformaron con eso y reclamaron la dimisión del propio Chrétien.
Se daba la circunstancia de que para entonces, las relaciones personales entre Chrétien y el cada vez más impaciente aspirante a sucesor, Martin, se encontraban en su punto más bajo. Existían diferencias sobre la política económica (siempre, más conservador el ministro de Finanzas) y determinadas propuestas de ordenación municipal, y, en general, chocaban dos estilos de gestión pública: el táctico y maniobrero Chrétien, quien se sentía cómodo despachando asuntos en el día a día, afrontando las tareas por separado y postergando las más arduas, intentando por lo general no meterse en embrollos; y el, según indicaba la prensa canadiense, más estratega e intelectual Martin, partidario de formular grandes líneas de acción a largo plazo.
El 2 de junio de 2002, Chrétien, después de advertir que se desharía de cualquier miembro del gabinete que suscitara un debate público sobre su sucesión, cesó a Martin y le sustituyó por otro dirigente del ala moderada del LP bien conocido por su defensa de la mayor cooperación posible con Estados Unidos en el frente antiterrorista, John Manley, quien conservó los puestos de viceprimer ministro y responsable de Infraestructuras. Los operadores financieros y el empresariado acogieron con disgusto la salida de Martin, enormemente respetado por haber liquidado el déficit federal y podado la deuda aun recortando los impuestos, iniciado la época de los presupuestos equilibrados y mantenido el superávit, si bien en el último trienio éste había menguado tanto que corría peligro de evaporarse por completo, además de que el desequilibrio fiscal era únicamente favorable al Gobierno federal, mientras que a las provincias y los territorios les acuciaba en mayor o menor medida el fantasma del déficit (para corregir esa situación, el 6 de febrero de 2003 el Gobierno de Ottawa anunció el incremento de las transferencias federales a los gobiernos provinciales para la financiación de la sanidad, aunque las partidas liberadas fueron consideradas insuficientes por sus destinatarios).
Dicho sea de paso que en el momento de la destitución de Martin la coyuntura económica era bonancible, con el mantenimiento de una tasa de crecimiento anual que fluctuaba en torno al 3% (2002 registró el 3,4%, con diferencia el mejor resultado del G-7 ese año, y para 2003 se esperaba un índice inferior en algunas décimas). El tirón del consumo interno, favorecido por los altos salarios y los beneficios empresariales, estaba compensando el descenso en las ventas a Estados Unidos por la reducción de la demanda y la constante apreciación del dólar canadiense con respecto a su homónimo del sur, a fuer de una política monetaria del Banco de Canadá consistente en la progresiva subida de los tipos de interés para contener los repuntes inflacionistas.
El súbito despido del popular Martin, oficialmente una baja voluntaria, concitó contra Chrétien una avalancha de protestas desde las bases militantes y el grupo parlamentario del LP, donde el ex ministro de Finanzas hacía tiempo que tenía asentada su fuerza. Diputados y cuadros liberales reclamaron al primer ministro explicaciones por la destitución que un servidor público que había mostrado sobradamente su valía, y el interpelado explicó que la decisión había sido adoptada después de haber tomado nota de la preocupación transmitida por el gobernador del Banco de Canadá, en el sentido de que el Gobierno debería resolver el "problema" (la situación de Martin) antes de la apertura de los mercados financieros asiáticos y del previsto anuncio por la entidad de una nueva subida de los tipos.
Martin afirmó que continuaba como miembro de los Comunes y poco después confirmó que seguía activo en la carrera soterrada por la sucesión de Chrétien, en la que ahora contaba con Manley como preclaro rival. El 21 de agosto de 2002, Chrétien, abrumado por las presiones de los abundantes partidarios del antiguo empresario y por los sondeos de opinión que reflejaban el deseo mayoritario del electorado, inclusive el liberal, de que traspasara el testigo a alguien de su partido antes de terminar la legislatura, anunció que renunciaba a un nuevo mandato y que dimitiría en febrero de 2004. Complacido, Martin no tuvo inconveniente en cubrir de elogios ("es un hombre valiente") al estadista con el que había mantenido una singular relación de rivalidad intrapartidista y lealtad institucional.
Chrétien, recién cumplido el cuadragésimo aniversario de su entrada en la política profesional, se despidió de la Cámara de los Comunes el 6 de noviembre de 2003 en una sesión caracterizada por el tributo y el elogio. Allí provocó algunas carcajadas con algunos comentarios jocosos a propósito de un hipotético comeback político (los presentes prefirieron creer que el orador sólo estaba bromeando) que volvieron a mostrar una personalidad poco convencional. Unas semanas atrás había hecho enarcar muchas cejas con su afirmación de que tenía la intención de fumar marihuana en cuanto se retirara del Gobierno y "dejara de ser un criminal", si era menester "con el dinero para la multa en una mano y el porro en la otra". Con este comentario, Chrétien se refería a su expectativa de que el nuevo Gobierno sacase adelante una reforma del código penal para suprimir la tipificación como delito criminal de la tenencia de pequeñas cantidades de marihuana para el autoconsumo y sustituyera las penas por sanciones económicas leves.
El 13 de noviembre Chrétien realizó un emocional discurso de despedida en la Convención Liberal que proclamó a Martin nuevo líder del partido y, por ende, primer ministro in péctore. Los dos hombres escenificaron su reconciliación ante el auditorio del partido. Adelantándose a la fecha anunciada, el traspaso en la jefatura del Gobierno tuvo lugar el 12 de diciembre de 2003. Ese día, Chrétien entregó la carta de dimisión a la gobernadora general, Adrienne Clarkson (el gobernador general representa al monarca británico, circunstancialmente la reina Isabel II de Inglaterra, el cual es el jefe nominal del Estado canadiense), e inmediatamente después Martin juró como primer ministro.
Jean Chrétien es licenciado o doctor honorífico por las universidades Wilfrid Laurier (1981), Laurentiana de Sudbury (1982), Western Ontario (1982), York en Toronto (1986), Alberta en Edmonton (1987), Lakehead de Thunder Bay (1988), Ottawa (1994), Meiji de Tokyo (1996), Michigan (1999), Varsovia (1999), Hebrea de Jerusalén (2000) y Saint John (2000). Tiene publicado un libro de memorias, Straight from the Heart (1985).
(Cobertura informativa hasta 1/1/2004)