Jaap de Hoop Scheffer

Perteneciente a una familia de diplomáticos y licenciado en Derecho por la Universidad de Leiden en 1974, realizó el servicio militar de dos años en las Reales Fuerzas Aéreas antes de entrar a trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores como secretario en la embajada holandesa en Ghana. Su incipiente carrera diplomática cobró vuelo en 1978 al ser transferido a la secretaría de la delegación permanente de su país ante la sede de la OTAN en Bruselas, donde estuvo involucrado en el Comité de Planes de Defensa, y en 1980 estuvo de vuelta en La Haya para fungir de secretario privado del titular del Ministerio de Exteriores, Chris van der Klaauw. Desempeñó esta función durante seis años, teniendo como jefes a cuatro titulares de la cartera y sirviendo en dos gobiernos, los presididos por Andries van Agt y, desde noviembre de 1982, Ruud Lubbers, dirigentes del partido Llamada Demócrata Cristiana (CDA).

Cesó en el Ministerio cuando salió elegido diputado de la CDA en la Cámara baja del Parlamento en los comicios generales del 21 de mayo de 1986, que revalidaron con mayoría absoluta el Gobierno de coalición de Lubbers. En la década siguiente, Scheffer desarrolló su labor pública desde el escaño de legislador, realizando las labores de portavoz de su grupo en política exterior, políticas de asilo y de refugiados, y asuntos de justicia e interior de la Unión Europea (UE), amén de presidente (1989-1994) del Comité Permanente de Cooperación al Desarrollo.

Aparte, estuvo activo en una serie de organizaciones estatales, asociativas y académicas, entre las que se citan la Fundación de Relaciones Interétnicas de La Haya (un centro de estudios puesto al servicio del alto comisionado de la OSCE para las Minorías Nacionales, el antiguo ministro de Exteriores Max van der Stoel), la Escuela de Educación Profesional Superior de la Universidad de Leiden, la Federación Holandesa de Asalariados Cristianos (NCW), el Consejo Holandés para la Promoción Comercial (NCH) y la Escuela de Derecho Nyeronde de Ámsterdam. Con un pie siempre puesto en los proscenios internacionales, fue miembro de las asambleas parlamentarias del Consejo de Europa, la Unión Europea Internacional (UEO) y la OTAN, en las dos primeras hasta 1994 y en la tercera con posterioridad a esa fecha.

Su salto a posiciones políticas señeras acaeció en diciembre de 1995 con su nombramiento como número dos del grupo de diputado democristianos en la Cámara baja del Parlamento. En marzo de 1997 reemplazó a Enneüs Heerma al frente de la bancada de la CDA, un puesto que, como es tradición en el sistema de partidos holandés, convive con el de presidente del partido, si bien aquel es el depositario del verdadero liderazgo político mientras que éste suele dedicarse a la labor burocrática interna.

La promoción de Scheffer se produjo en el cuarto año en que, tras su derrota en las elecciones generales del 3 de mayo de 1994, la CDA encabezaba la oposición al Gobierno de coalición de Wim Kok, del Partido Laborista (PvdA). Scheffer no consiguió movilizar al desencantado electorado conservador y a la formación democristiana las cosas le fueron aún peores en las elecciones del 6 de mayo de 1998, cuando descendió al 18,4% de los sufragios y los 28 escaños, algo más de la mitad de la cuota parlamentaria que había ostentado hasta 1994, marcando su peor registro en una elección general desde su fundación en 1975 a partir de la federación (luego, fusión plena) de tres partidos conservadores históricos.

El declive electoral de la CDA espoleó las discrepancias en su seno, pero luego éstas se agudizaron precisamente por lo contrario, por las buenas perspectivas que le adjudicaban los sondeos de opinión en las próximas elecciones generales, en 2002, a las que los laboristas se presentaban desgastados tras ocho años en el poder. Scheffer ambicionaba repetir la candidatura al puesto de primer ministro, pero el presidente de la formación, Marnix van Rij, salió a retarle. Como solución salomónica, en octubre de 2001 el partido escogió a un responsable muy poco conocido, Jan Peter Balkenende, diputado y una de sus mentes pensantes, que reemplazó a Scheffer en el liderazgo político. En lo que restaba hasta las elecciones, Scheffer presidió el Comité Permanente de Asuntos Exteriores de la Cámara.

La fórmula de Balkenende se reveló feliz, ya que el 15 de mayo de 2002 la CDA recuperó la primacía perdida hacía ocho años y obtuvo el 28% de los sufragios y 43 escaños en la Cámara baja, duplicando casi los resultados del PvdA, que sufrió un revés histórico y pagó por la deceleración económica, el escándalo del informe oficial que certificó la responsabilidad por omisión de los cascos azules holandeses en la matanza de miles de varones musulmanes en Srebrenica en julio de 1995 durante la guerra civil de Bosnia-Herzegovina por las fuerzas serbobosnias, y por las preocupaciones sociales en torno a los derechos y deberes de los inmigrantes, tema explotado sin rebozo por el carismático político de la derecha populista Pim Fortuyn hasta que fue asesinado, en plena campaña electoral, el 6 de mayo.

Balkenende retribuyó a Scheffer con un puesto de privilegio para el que reunía méritos y experiencia, el Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Gobierno de mayoría tripartito que encabezó a partir del 22 de julio teniendo como socios de coalición a la Lista de Pim Fortuyn (LPF) y a los liberales conservadores del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD). Por prescripción constitucional, la asunción de funciones en el Ejecutivo supuso su baja como miembro del Parlamento.

Con una imagen de político serio y mesurado, luego convencional en el sistema político holandés, donde imperan el fair play y el respeto al adversario, Scheffer se estrenó al frente de la diplomacia holandesa en vísperas del agravamiento de las tensiones y divisiones en la OTAN, hasta alcanzar un pico sin precedentes, en torno al rol que la organización debía jugar en la defensa de Turquía y, en un sentido general, en la invasión en ciernes de Irak por Estados Unidos y el Reino Unido. El 1 de enero de 2003 Scheffer se convirtió en presidente en oficio de la OSCE, primera vez que el cometido recaía en un representante holandés desde la institucionalización de la organización de seguridad paneuropea en 1991, y el 27 de mayo siguiente renovó su puesto en el Ejecutivo con la toma de posesión del segundo gabinete Balkenende de resultas de las elecciones anticipadas del 22 de enero, convocadas por el primer ministro después de presentar la dimisión el 16 de octubre como resultado de las perturbaciones a que sometían al Gobierno las luchas intestinas de la LPF.

Para entonces, ya habían comenzado (20 de marzo) y acabado (9 de abril) la invasión de Irak y el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein. En los prolegómenos de la guerra, Scheffer, aunque sin vehemencias sospechosas de belicismo, fue copartavoz de la postura del Gobierno bastante próxima a las tesis angloestadounidenses sobre la imperiosa necesidad de una acción militar contra el régimen de Bagdad, dando por agotados el tiempo de la diplomacia y las inspecciones de la ONU, con el objeto de arrebatarle las armas de destrucción masiva que la ONU le había prohibido después de la invasión de Kuwait y la guerra de 1991 -armas, que, supuestamente, poseía y escondía-, entre otros pretextos y argumentos más o menos dudosos. Esta alineación holandesa, que quizá era más entusiasta en el caso de Scheffer que en Balkenende, con la postura de los países anglosajones y de otros aliados como España, quedó, como se anticipó, más perfilada en el seno de la OTAN en torno a la cuestión de la asistencia defensiva solicitada por Turquía, a la que pusieron trabas Francia, Alemania y Bélgica.

Con posterioridad a la guerra y la instauración de un régimen de ocupación por Estados Unidos y sus socios de coalición, La Haya resolvió enviar a Irak un contingente de 1.100 soldados que quedó integrado en la División Multinacional del Sur-Este (MND-SE), bajo mando británico. En particular, los holandeses asumieron el control de la seguridad de la provincia de Al Muthanna, fronteriza con Arabia Saudí, y su despliegue se hizo sin la cobertura legal del Consejo de Seguridad de la ONU al menos hasta la resolución 1.511 aprobada por el Consejo el 16 de octubre, la cual legitimó el control temporal de Irak por la Autoridad Provisional de la Coalición y autorizó la creación de una fuerza multinacional de seguridad que debía cubrir el vacío jurídico del régimen de ocupación.

Compartiendo o no sus puntos de vista sobre la crisis de Irak, parece que Scheffer, pragmático y contrario a dar la nota aún en los debates más candentes, ganó calibre y respetabilidad entre todos los aliados cuando las porfías que estremecieron al Consejo Atlántico en el mes de febrero, a la par que se alzaban expresiones de malestar y críticas contra el secretario general, el británico George Robertson, por la forma apremiante, como urgida por la agenda bélica de Washington, con que sometió para su aprobación la petición del Gobierno turco de un paquete de medidas de carácter defensivo en previsión de una hipotética agresión irakí.

Robertson había anunciado en enero que en diciembre, a la terminación de su mandato cuatrienal, no iba a acogerse a la prórroga del quinto año que permite el reglamento de la organización, dando pie a las obvias especulaciones sobre su sucesor, que, según una tradición no escrita de la organización, debe ser europeo (en tanto que el comandante supremo aliado en Europa, al frente del aparato militar, es siempre un general estadounidense). Inicialmente, los nombres que sonaban con más fuerza fueron los del ministro de Defensa de Italia, Antonio Martino, del partido conservador de Silvio Berlusconi, y el comisario de Justicia e Interior de la UE, el socialista portugués António Vitorino. Fuera quien fuera el elegido, algunos países aliados esperaban que se tratase de una personalidad con un matiz menos sesgado que el de Robertson, tildado por lo bajo en París y Berlín de filoestadounidense, así como más receptivo a las iniciativas de una defensa europea autónoma.

A lo largo del verano fue imponiéndose la opción del ministro de Exteriores holandés, por características personales, tanto de talante como de familiaridad con los procedimientos y problemáticas de la OTAN, y por ser de un país de firme vocación atlantista y con la capacidad de servir de puente entre Estados Unidos y los 17 estados miembros europeos de la OTAN (11 de ellos de la UE), en una etapa de debilidad de las relaciones transatlánticas, duramente zarandeadas por los regateos a propósito de Irak y, en opinión de los aliados más comprometidos con el desarrollo de una defensa europea autónoma, por el estilo prepotente e instrumentalizador de la administración de George W. Bush en Estados Unidos. En este sentido, Scheffer, según los medios periodísticos, podía ser calificado tanto de "atlantista" como de "europeísta", si bien no escapaba el hecho de que la administración Bush tenía depositados en él toda su confianza y apoyo.

A comienzos de septiembre el holandés ganó el consenso de los 19 estados miembros por delante de las postulaciones oficiosas del ministro canadiense de Finanzas, John Manley, que partía con el apoyo de Francia después de perder fuelle la opción de Vitorino (que no gustaba en Washington por su perfil europeísta), y la ministra noruega de Defensa, Kristin Krohn Devold, de manera que el 22 de septiembre el Consejo, reunido al nivel de embajadores, emitió el nombramiento oficial. La toma de posesión de Scheffer no coincidió con la partida de Robertson, el 17 de diciembre, si bien el 1 de ese mes ya entregó el Ministerio de Exteriores a su colega Ben Bot, hasta entonces representante del Gobierno holandés ante la UE en Bruselas. Scheffer asumió el puesto el 5 de enero de 2004 al cabo de un breve interinato desempeñado por el vicesecretario general, el italiano Alessandro Minuto Rizzo.

El nuevo secretario general de la OTAN, el undécimo en medio siglo de existencia de la organización y el tercero de su país (Uipko Stikker sirvió en 1961-1964 y Joseph Luns en 1971-1984), asume una oficina pródiga en labores por hacer, algunas perentorias. Además de la recomposición de las relaciones entre el grupo de franceses y alemanes por un lado, y Estados Unidos por el otro, y, en un sentido general, de la "credibilidad" de la Alianza, como amargamente ha señalado el titular saliente, a Scheffer le aguarda la acometida de reformas que afectan a lo más íntimo de su estructura organizativa y su Nuevo Concepto Estratégico (NCE).

Aprobado por el Consejo, tras ocho años de debates, en abril de 1999, en virtud del NCE la Alianza ha expandido su radio de acción allende sus fronteras y se ha arrogado nuevos roles además de su función central de garantizar la defensa y la seguridad de sus miembros, como son la intervención militar con carácter humanitario, la interposición en conflictos (en ambas situaciones incluso sin contar con el permiso expreso de la ONU) como fase eventual dentro de un esfuerzo de prevención y gestión de crisis, o la lucha contra el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva.

En, según indica Robertson, un "tiempo de desafíos" que exige a la OTAN embarcarse en una "transformación radical para adaptarse al nuevo clima de seguridad" en el contexto posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001, Scheffer deberá proseguir la compleja modernización de una alianza que nació en 1949 para defender a Europa occidental de un posible ataque soviético y que, tras varias crisis de identidad, ha optado por el combate contra las nuevas amenazas globales. La decisión específica la tomó el Consejo reunido en Praga el 21 de noviembre de 2002 al nivel de jefes de Estado y de Gobierno.

La Alianza, al día siguiente de los catastróficos atentados terroristas contra Nueva York y Washington, y de nuevo el 2 de octubre, tras recibir de Estados Unidos pruebas de la responsabilidad en los mismos del islamista Osama bin Laden, invocó por primera vez en su historia el artículo 5 del Tratado de Washington que estipula la defensa colectiva de sus signatarios. La decisión fue de carácter político, de solidaridad con el aliado agredido (ataque que, por cierto, se realizó desde dentro, sin el concurso de ningún tipo de armas convencionales o de destrucción masiva y con ningún Estado involucrado), y no se tradujo en hechos concretos de entidad hasta mucho más tarde y en un escenario diferente, el de la estabilización del Afganistán postalibán.

Precisamente, unas semanas antes de la designación de Scheffer, el 11 de agosto, la OTAN emprendió en el país asiático su primera misión de paz fuera de su escenario tradicional de acción (Europa y el Atlántico norte), tomando el relevo a Alemania y los propios Países Bajos en el mando de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), que de momento se circunscribe Kabul y sus alrededores. La denominada ISAF IV es la tercera operación de pacificación que la OTAN conduce simultáneamente, siendo las otras dos la Fuerza de Estabilización de Bosnia Herzegovina (SFOR, desde 1996) y la Fuerza de Kosovo (KFOR, desde 1999).

Más allá del enfrentamiento por Irak, que ha dejado un reguero de desconfianzas y resentimientos mutuos en ambas orillas del Atlántico cuya superación será responsabilidad fundamental de los países más concernidos, y de la posible implicación de la OTAN, como organización y no como la suma de algunos de los países miembros, en una misión internacional de estabilización con mandato de la ONU, Scheffer abordará la completa definición de relaciones entre la OTAN y la UE en el ámbito de la defensa, esto es, la armonización de la Identidad Europea de Seguridad y de Defensa (IESD), que es un concepto propiamente atlantista y que se refiere al fortalecimiento de un pilar europeo en la Alianza para reaccionar independientemente a problemas y necesidades europeos, asumiendo al mismo tiempo estos países una mayor responsabilidad en su propia seguridad, con la Política Europea de Seguridad y de Defensa (PESD), a su vez parte integral de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). La PESD es un objetivo de la UE incorporado al Tratado de la Unión Europea y desarrollado en sucesivos Consejos Europeos desde 1999 que plantea introducir en el ámbito de responsabilidades de la UE un rango de capacidades que en el pasado fueron exclusivas de la OTAN y la UEO.

El caso es que a lo largo de 2003 se ha asistido a una agudización de las pugnas en torno a la cuestión de la defensa europea. El 29 de abril el presidente de Francia, Jacques Chirac, el canciller de Alemania, Gerhard Schröder, el primer ministro de Bélgica, Guy Verhofstadt, y el primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, lanzaron formalmente en Bruselas una iniciativa del mandatario belga, paladín de lo que él llamó un "poder de defensa europeo", sobre el proyecto de "Unión Europea de Seguridad y de Defensa (UESD)", la cual, yendo más allá de lo contemplado por la PESD, entendían como un "núcleo con capacidad colectiva de planificación y de dirección de operaciones militares de la UE", abierto a los estados miembros que lo deseasen y autónomo de los medios de planificación y las capacidades militares de la OTAN, luego independiente del paraguas defensivo de Estados Unidos.

La ambiciosas pretensiones de prescindir de los sistemas de planificación militar de la OTAN -hoy por hoy, los únicos existentes-, de levantar un cuartel general europeo en Tervuren, Bélgica, paralelo al Cuartel General Supremo de los Poderes Aliados (SHAPE) en Mons, y de establecer una cláusula de defensa mutua para los países que quisieran avanzar más rápidamente en la defensa autónoma europea, fueron acogidas negativamente en el Reino Unido, cuyo primer ministro, Tony Blair, rechazó que la UESD fuera "complementaria" a la OTAN y, antes bien, le pareció una "competidora", recordando de paso que esta última seguía siendo la base de la defensa colectiva de sus miembros y que el Tratado de Niza, firmado en febrero de 2001 y entrado en vigor en febrero de 2003, establecía el desarrollo operativo de la PESD en coordinación con la Alianza Atlántica; todo lo más que ofrecía el dirigente británico era crear una "célula europea" en la OTAN.

Y, sobre todo, el proyecto de Berlín disgustó en Estados Unidos, cuyo Gobierno venía tildando de "demagógicas" las "veleidades" de los aliados más europeístas y había demandado a los gobiernos europeos un incremento de los gastos de defensa para hacer frente a las nuevas amenazas globales. Luego, el 20 de septiembre, en una cumbre tripartita en Berlín, Chirac, Schröder y Blair llegaron a un acuerdo de compromiso por el que el eje franco-alemán renunciaba de momento al cuartel general europeo y Blair reconocía el principio de la autonomía en la planificación y la ejecución por la UE de aquellas operaciones militares que deseara lanzar si depender de la OTAN en ningún aspecto.

Por si no estuviera suficientemente cargada la agenda del principal responsable político de la Alianza, entre marzo y mayo de 2004, unos meses después de asumir sus funciones Scheffer, tendrá lugar el ingreso en la organización de Rumanía, Bulgaria, Eslovenia, Eslovaquia, Lituania, Letonia y Estonia, tal como se decidió en el Consejo Atlántico de Praga. En la capital checa también se decidió crear la Fuerza de Respuesta de la OTAN (NRF), consistente en 20.000 soldados con la capacidad de desplegarse con rapidez en cualquier teatro de operaciones del mundo en misión de combate. La NRF -que no debe confundirse con el Cuerpo de Reacción Rápida del Mando Aliado Europeo (ARRC), aprobado por el Consejo Atlántico en Roma en 1991 e inaugurado un año después- fue lanzada oficialmente el 15 de octubre de 2003 con un núcleo de 9.000 efectivos españoles, franceses y alemanes, y deberá estar plenamente operativa en octubre de 2006.

(Cobertura informativa hasta 7/1/2004. Nota del editor: El 1/8/2009 Jaap de Hoop Scheffer terminó su mandato como secretario general de la OTAN, siendo sustituido por el danés Anders Fogh Rasmussen)