Ingrida Simonytė

El 25 de noviembre de 2020 la economista y diputada Ingrida Simonytė, de 46 años, fue nombrada primera ministra de Lituania por el presidente Gitanas Nausėda, quien la derrotara en las elecciones de 2019 a la jefatura del Estado. En la víspera, su candidatura al puesto recibió la aprobación del Seimas o Parlamento. Aunque sobre el papel una política independiente, esta ex ministra de Finanzas y alta funcionaria de la banca nacional ha venido formando parte del grupo parlamentario de la Unión de la Patria-Cristiano Demócratas Lituanos (TS-LKD), partido de centro-derecha que gobernó por última vez en 2012 y que se alzó con la victoria en las recientes elecciones legislativas del 11 y el 25 de octubre. Los comicios penalizaron a las formaciones del Gobierno saliente del primer ministro Saulius Skvernelis, principalmente la Unión de Campesinos y Verdes Lituanos (LVZS), y alumbraron una mayoría alternativa conformada por los cristianodemócratas y dos agrupaciones liberales, el Movimiento Liberal (LRLS) y el Partido de la Libertad (LP). Este tripartito, acordado el 9 de noviembre y con unas credenciales firmemente europeístas, suma 74 diputados en el Seimas de 141 miembros.

El nuevo Gobierno de coalición de Simonytė, que todavía debe recibir el visto bueno del Legislativo, ha causado sensación al presentar una paridad de género que contrasta con la amplia mayoría masculina del Gabinete anterior, donde solo había una mujer. Ahora, sin contar a la propia Simonytė, siete de los 14 ministros son mujeres, incluida la líder del LP, Ausrinė Armonaitė, designada titular de Economía e Innovación (en tanto que su homóloga en el LRLS, Viktorija Cmilytė-Nielsen, ha sido investida presidenta del Seimas). El Ministerio de Exteriores ha ido al líder de la TS-LKD, Gabrielius Landsbergis, el cual, al igual que la LVZS en 2016 con Skvernelis, ha preferido no encabezar el Ejecutivo y dejar que una figura respetada y sin militancia partidaria lleve las riendas. El caso es que Lituania ya fue pionera en la presencia de mujeres en altos puestos ejecutivos en la región de Europa central y oriental con el registro de Kazimira Prunskienė, quien mandara el Gobierno durante el crítico bienio de 1990-1991, cuando la nación báltica se afanaba en conseguir la independencia de la URSS. Posteriormente, Irena Degutienė fue primera ministra en funciones dos veces en 1999, mientras que Dalia Grybauskaitė presidió la República entre 2009 y 2019. Actualmente, además de Lituania, solo otros tres de los 27 estados de la UE tienen una primera ministra: Alemania con Angela Merkel, Dinamarca con Mette Frederiksen y Finlandia con Sanna Marin.

Simonytė, conservadora fiscal (en su etapa de ministra de Finanzas fue abanderada de la austeridad antidéficit de cara al ingreso en la Eurozona) y favorable a la introducción en Lituania de las uniones civiles de personas del mismo sexo, ha explicado que sus máximas prioridades serán contener la expansión de la COVID-19 y, tarea harto complicada en tanto la segunda y mucho más agresiva ola del coronavirus no se frene y decaiga, apuntalar la recuperación de la economía, que en el tercer trimestre del año creció un 3,7% luego de la caída del 5,9% registrada entre abril y julio debido a las medidas de cierre de la primavera, equivalentes a un semiconfinamiento nacional.

Lituania sobrellevó sin excesivos apuros el brote inicial de la pandemia, que afrontó sin titubeos y con grandes dosis de prevención; de hecho, el Gobierno declaró el 26 de febrero el estado de emergencia cuando la cuenta de contagios todavía estaba a cero. Pero en el otoño la incidencia se ha disparado y la sobrecarga hospitalaria es en estos momentos muy preocupante. Si en la primera ola los contagios diarios eran unas pocas decenas y los fallecimientos esporádicos, ahora, a finales de noviembre, el sistema sanitario reporta más de 2.000 nuevos positivos y en torno a la veintena de decesos cada 24 horas. Lituania, con 2,8 millones de habitantes, no acumuló sus primeros 3.000 casos del virus hasta el 4 de septiembre, fecha en que los fallecidos totalizaban 86. El 25 de noviembre, cuando el nombramiento de Simonytė, el país contaba más de 51.653 contagios, de los que 38.939 permanecían activos, y tenía que lamentar 432 muertos. El 4 de noviembre Skvernelis anunció un paquete de restricciones para las próximas tres semanas y el mismo 25 de noviembre prolongó las medidas de contención hasta el 17 de diciembre, trasladando a su sucesora la decisión de extender o no esta cuarentena parcial hasta las fiestas navideñas y el año nuevo.

Asimismo, Simonytė, dirigente de un país que ha jugado un papel destacado en la crisis política de Bielarús, dando refugio a los líderes opositores perseguidos y retirando el reconocimiento al presidente- dictador Alyaksandr Lukashenko, apuesta por estrechar los lazos con la vecina Polonia y mantener la vigilancia de Rusia, a la que las autoridades de Vilnius perciben como una amenaza para la seguridad regional.

(Texto actualizado hasta noviembre 2020)

Nacida en la capital del país en 1974 e hija de un ingeniero y una economista, Ingrida Simonytė vivió como adolescente los acontecimientos que desembocaron en el restablecimiento de la independencia estatal de Lituania tras medio siglo de dominación soviética. Un lustro después de este hito nacional, en 1996, la joven terminó en la Universidad de Vilnius una diplomatura en Administración de Empresas a la que en 1998 añadió la licenciatura en Finanzas.

Economista en la función pública del Estado
De inmediato, Simonytė entró directamente en los altos escalafones funcionariales del Ministerio de Finanzas, primero como economista jefe de la División de Impuestos del Departamento de Política Fiscal y al poco tiempo como responsable de Tributos Indirectos del Departamento de Impuestos. En 2000 fue ascendida a directora de dicho departamento y en 2004, durante el Gobierno del socialdemócrata Algirdas Brazauskas, recibió el nombramiento de secretaria del Ministerio de Finanzas, en ese momento encabezado por Algirdas Butkevicius, futuro primer ministro.

Simonytė desempeñó este cargo tecnocrático durante cinco años, la mayor parte del tiempo con los gobiernos de los primeros ministros Brazauskas y Gediminas Kirkilas, ambos del LSDP, y últimamente, desde diciembre de 2008, de resultas de las elecciones legislativas de octubre, con el Gobierno, también de coalición pero orientado al centro-derecha, del primer ministro Andrius Kubilius, líder de la Unión de la Patria-Cristiano Demócratas Lituanos (TS-LKD). Meses después, en julio de 2009, el salto de Simonytė al frente del Ministerio de Finanzas le llegó como una inesperada carambola política: ella fue la escogida por Kubilius para reemplazar al titular de la cartera desde el cambio de Gobierno en diciembre, Algirdas Semeta, quien a su vez había sido designado sucesor en el puesto de comisario europeo de Programación Financiera y Presupuestos de Dalia Grybauskaitė, a la sazón presidenta electa de la República. El nombramiento ministerial correspondió al presidente de la República saliente, Valdas Adamkus.

Simonytė traía una reputación de conservadora fiscal y ahora tuvo más ocasión de poner en práctica sus nociones sobre cómo debían manejarse las finanzas públicas. Tras superar la república báltica con más rapidez de la prevista la descomunal contracción productiva sufrida en 2009 (en el año de la Gran Recesión, la economía lituana se achicó nada menos que un 14,8%), Kubilius y Simonytė fijaron como máxima prioridad la reducción del déficit en las cuentas del Estado, desmandado hasta el 9% del PIB por la caída de los ingresos. Para ello, pusieron en marcha un severo programa de austeridad presupuestaria, con el consiguiente impacto social. Los objetivos de consolidación fiscal perseguían sanear el erario por principios ideológicos, pero también tenían en mente el futuro ingreso en la Eurozona. La nueva ministra de Finanzas no tenía reparos en abogar por una "devaluación interna a través de los salarios y la deflación de los precios".

La excelente coyuntura económica, con unas tasas de crecimiento récord en una UE que, en conjunto, volvió a caer en la recesión, permitió al Gobierno lituano llegar al final de la legislatura con su meta fundamental, la reducción del déficit por debajo del 3%, prácticamente alcanzada, aunque el precio a pagar fue la desafección de electorado, enfadado por la catarata de recortes. Así, las elecciones de octubre de 2012 al Seimas o Parlamento depararon una contundente derrota a la TS-LKD y sus aliados, y a cambio trajeron de vuelta al poder de los socialdemócratas, con Algirdas Butkevicius de primer ministro y en heteróclita coalición con los laboristas prorrusos de Viktor Uspaskich y los populistas de derechas del ex presidente Rolandas Paksas.

El 13 de diciembre de 2012, al constituirse el Gabinete Butkevicius, Simonytė dejó la administración del Gobierno tras 14 años de servicios. Sin embargo, el nuevo Ejecutivo, no obstante su deseo de pasar página a la austeridad con la elevación del salario mínimo, la revalorización de las pensiones y el aumento de los impuestos a las rentas más altas, seguía comprometido con los criterios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE a fin de poder adoptar el euro en una fecha postergada, el año 2015. La ex ministra de Finanzas era una oficial bien identificada con la estabilidad monetaria y el control de la inflación (empero, crecida mientras llevó el Ministerio), así que en julio de 2013 fue promovida al puesto de vicepresidenta del Lietuvos Bankas, el banco del Estado, cuyo presidente era Vitas Vasiliauskas. Además, se puso a dar clases en dos centros académicos, la Universidad ISM de Gestión y Economía y el Instituto de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de su alma máter, la Universidad de Vilnius.

Salto a la política electoral con el partido TS-LKD
En octubre de 2016, con 41 años, Simonytė dejó el Lietuvos Bankas al salir elegida en las votaciones legislativas celebradas a doble vuelta. Su entrada en la política representativa fue de la mano de la TS-LKD, ahora conducida por Gabrielius Landsbergis, nieto de Vytautas Landsbergis, el principal dirigente nacionalista de la lucha por la independencia de la URSS, si bien la economista no se hizo militante de la formación conservadora y técnicamente siguió siendo una independiente.

Diputada por el distrito capitalino de Antakalnis, hasta ahora representado por Kubilius, Simonytė ocupaba uno de los 31 escaños sacados por el partido, que, paradojas del sistema electoral de tipo mixto, vio disminuida su cuota a pesar de experimentar una enérgica recuperación en las urnas, pues saltó del 15,1% al 22,6% de los votos en la parte de las elecciones sujeta al sistema proporcional en circunscripción nacional, donde se decidían 70 de los 141 escaños del Seimas. En la segunda vuelta del 23 de octubre se dirimieron 68 de los 71 escaños regidos por el sistema mayoritario en las circunscripciones uninominales, y aquí la mayoría de los candidatos cristianodemócratas cayeron derrotados; precisamente, una de las pocas excepciones fue Simonytė, elegida en Vilnius ya el 9 de octubre sin necesidad del balotaje. Como resultado, reunió el mayor número de escaños (54) la Unión de Campesinos y Verdes Lituanos (LVZS), cuyo cabeza de lista, el ex jefe policial y ex ministro del Interior Saulius Skvernelis, alineó en diciembre siguiente un Gabinete de coalición con los socialdemócratas.

Simonytė debutó en la política parlamentaria como legisladora de la oposición al Gobierno Skvernelis. Su perfil de economista rigurosa y perita en la función estatal, su estatus político semiindependiente y su excelente imagen en las capitales europeas convencieron a la TS-LKD de que era la candidata idónea del partido para las elecciones presidenciales del 12 de mayo de 2019, a las que la popular Grybauskaitė no se presentaba al haber agotado los dos mandatos de cinco años que establecía la Constitución. La diputada anunció su apuesta presidencial antes de ser nominada oficialmente por el partido de cuyo grupo parlamentario era miembro.

En la campaña, la anterior ministra de Finanzas contendió frente a un adversario de perfil similar al suyo y con un insospechado tirón personal a pesar de surgir del anonimato para el gran público: se trataba de Gitanas Nauseda, otro economista y ex alto ejecutivo bancario (tanto del Lietuvos Bankas como de la banca privada comercial) sin filiación partidista, subrayada en su caso por una total ausencia de compromisos políticos en su currículum. También se presentaba a la Presidencia, entre otros aspirantes, el propio Skvernelis, pero el primer ministro de la liga de verdes y campesinos no salía bien parado en los sondeos. Estos concedían una ligera ventaja a la postulante de los democristianos. La competición entre los dos favoritos parecía muy apretada y la primera vuelta resultó en un virtual empate, quedando Simonytė primera con el 31,5% de los votos seguida de Nausėda con el 31,2%. Los electores simpatizantes de Skvernelis y de los otros candidatos eliminados tenían la llave del desenlace electoral. Así, en la segunda vuelta del 26 de mayo Simonytė sucumbió ante Nausėda, proclamado presidente de Lituania con el 66,5% de los sufragios.

Además de su lituano nativo, Ingrida Simonytė se expresa con fluidez en inglés, ruso y polaco. La política es soltera y no tiene hijos.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2020)