Ibrahim Rugova

La muerte en enero de 2006, a los 61 años de edad víctima de un cáncer de pulmón, del respetado líder de la mayoría albanesa y cabeza del autogobierno provisional de Kosovo se produjo en un momento crucial para la definición por la ONU del futuro estatus permanente de un territorio sobre el que regía un protectorado internacional y que jurídicamente continuaba siendo una provincia de Serbia, aunque con la soberanía sustraída. Intelectual que en las postrimerías del Estado yugoslavo fundó la Liga Democrática de Kosovo, abogado de la no violencia y presidente de una República kosovar no reconocida pero con legitimidad electoral, Rugova dirigió la resistencia pacífica contra la represión de su pueblo por el poder de Belgrado y luego exigió a las potencias internacionales la plena independencia. Su liderazgo carismático pero con altibajos se sobrepuso al eclipse sufrido durante la guerra de 1999 ante el auge del nacionalismo radical y la guerrilla del UCK.

1. Salto tardío al activismo político desde los círculos académicos
2, Líder del nacionalismo albanokosovar con discurso pacifista
3. Una autoridad cuestionada desde el campo radical
4. Kosovo se desliza hacia una guerra étnica
5. Rehén de Belgrado durante los bombardeos de la OTAN
6. Recuperación del liderazgo frente los epígonos del UCK
7. Demanda independentista supeditada a la administración internacional
8. Fallecimiento en vísperas del arranque de las conversaciones sobre el estatus definitivo


1. Salto tardío al activismo político desde los círculos académicos

Su padre, Ukë Rugova, pequeño propietario rural y tendero, y su abuelo, Rrustë Rugova, fueron ejecutados sumariamente el 10 de enero de 1945, cuando él sólo tenía un mes de edad, por los partisanos comunistas que avanzaban en la reconquista de Yugoslavia al ocupante alemán (a su vez sustituto en 1943 del ocupante italiano, que en 1941 había incorporado la mayoría del territorio kosovar a su administración sobre Albania) y que en Kosovo se encontraban con brotes de nacionalismo albanés, los cuales aplastaron sin contemplaciones.

Este hecho, que aparece recogido como cierto en todas las biografías de Rugova, contradice ciertas declaraciones hechas por él en el pasado en el sentido de que su progenitor era, precisamente, uno de los partisanos albaneses leales a Tito, que primero fue dado por desaparecido en combate y que tras la guerra de liberación dirigió la junta de vecinos de la aldea. Para algunos analistas, esa sorprendente negativa a utilizar su drama familiar como ariete del revanchismo anticomunista y, por extensión, antiserbio, fue una característica de quien, en realidad, nunca demostró albergar odio hacia la nación que tras la Segunda Guerra Mundial absorbió a Kosovo como un distrito y luego como una provincia dentro de la República Federativa Socialista de Yugoslavia.

En 1967, tras cursar la formación primaria en su Istok (Istog) natal y el bachillerato en Pec (Pejë), se matriculó en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Prístina, la capital provincial, y en 1971 obtuvo la licenciatura en el Departamento de Estudios Albaneses, adquiriendo una especialidad en teoría literaria. Según algunas fuentes, la inquietud política de Rugova comenzó a manifestarse en las agitaciones estudiantiles de 1968, que en el ámbito federal presentaron la demanda de una mayor libertad política y que en Kosovo tuvieron una reivindicación de alcance soberanista.

Involucrado o no en esta contestación, que arrancó del régimen titista concesiones como la dotación a Kosovo del estatuto de Provincia Socialista Autónoma dentro de la República Socialista de Serbia, su administración por los comunistas albaneses locales y el reconocimiento de la especificidad cultural albanesa (a través de la universidad bilingüe y la Academia de Ciencias kosovares), el caso fue que en los años siguientes Rugova se atuvo al perfil de intelectual sosegado y, en apariencia, sólo interesado en los libros y accesoriamente en su colección de rocas recogidas en toda la geografía de Kosovo con las que solía obsequiar a sus visitantes, ofreciendo un rasgo de introversión o excentricidad. Además, aunque perteneciente a una nacionalidad que era ampliamente musulmana, no hacía entonces -como no lo iba a hacer después- profesión de ninguna fe, ateniéndose a los principios de secularización y tolerancia religiosa.

De 1976 a 1977 estuvo en París siguiendo un curso de Teoría de la Literatura impartido por la Escuela Práctica de Altos Estudios (EPHE), sita en la Universidad de París-Sorbona y en aquellos años dirigida por el célebre semiólogo y filósofo Roland Barthes, introductor de criterios del marxismo, el psicoanálisis y la lingüística estructural en la crítica literaria. De vuelta a Prístina, Rugova se incorporó en la plantilla docente de la Universidad como profesor de Literatura e investigador en el Instituto de Estudios Albaneses, y empezó a publicar ensayos sobre estética, crítica y teoría literaria, y a participar en la edición de diversas revistas académicas, como Gjurmime albanologjike (Investigaciones Albanesas). Como colofón de su carrera universitaria, en 1984 obtuvo el doctorado en Literatura merced a una tesis titulada Direcciones y premisas de la crítica literaria albanesa, 1504-1983.

Lejos de desenvolverse en la oposición clandestina, en 1986 solicitó y obtuvo el alta en la Liga de los Comunistas de Kosovo (SKK), rama local de la Liga de los Comunistas Yugoslavos (SKJ), encabezada por Azem Vllasi; la filiación no denotaba convicciones comunistas, sino que respondía a una necesidad práctica: para aspirar a una posición profesional más elevada, la tenencia del carné del partido era ineludible. Por otro lado, las fuentes regatean las informaciones sobre su actuación cuando la gran protesta estudiantil de marzo y abril de 1981 instigada por las discriminaciones socioeconómicas de la mayoría albanesa frente a la minoría serbia, que derivó en una revuelta nacionalista en toda la provincia y que fue sofocada drásticamente por el Ejército federal yugoslavo, produciéndose numerosos muertos y detenidos entre el personal lectivo y docente de la Universidad.

La tensión remontó tras la muerte de Tito en 1980 y los intentos de la Liga de los Comunistas Serbios (SKS), cada vez más permeable a las tesis nacionalistas, de vaciar de contenido político al estatuto de Provincia Autónoma otorgado a Kosovo por la Constitución serbia de 1974, que incluía un gobierno, una asamblea, un sistema judicial y un cuerpo de policía propios, así como el acceso de los representantes kosovares a los órganos colectivos del poder federal en pie de igualdad con los de las seis repúblicas socialistas. Desde la perspectiva institucional, Kosovo empezó a gozar de competencias cuasi republicanas, pero en la vida diaria de la provincia, la crisis económica, la falta de democracia y los recelos intercomunitarios imposibilitaron la convivencia pacífica.

Muchos albanokosovares que mantenía viva la memoria de las sucesivas represiones serbias siguieron sintiéndose ciudadanos de segunda dentro de la Federación y marginados de las posibilidades de ascenso social y económico, pero los serbokosovares, que sólo constituían el 13% de la población, denunciaron a su vez ser objeto de abusos por las autoridades de etnia albanesa, brindando argumentación al presidente del Comité Central de la SKS, Slobodan Milosevic, para erigirse en paladín del nacionalismo serbio y antialbanés.

Entre los albanokosovares, era mayoritaria la convicción de que su destino estaba, no dentro de Yugoslavia, que como su nombre indicaba reunía a los "eslavos del sur" -cuando los albaneses no son eslavos-, sino en un Estado compartido con sus hermanos de etnia en la vecina República de Albania (por cierto que regida entonces por una encastillada dictadura estalinista), o bien en un Estado propio. Para Belgrado, Kosovo era irrenunciable por razones históricas y culturales, ya que fue allí donde nació el primer Estado nacional serbio, en el siglo XI, y donde se hallaban los principales monasterios ortodoxos, custodios multiseculares del saber y el arte serbios.


2. Líder del nacionalismo albanokosovar con discurso pacifista

El verdadero compromiso político de Rugova con la causa nacionalista parece iniciarse a caballo entre 1988, cuando fue elegido presidente de la Unión de Escritores de Kosovo en reconocimiento a sus méritos ensayísticos y literarios, y 1989, coincidiendo con el empeoramiento de la situación en la provincia. Ya se había convertido en un miembro muy destacado de la intelligentsia provincial y este activismo político surgía como una derivación lógica de su interés por la cultura nacional. Después de que Milosevic descabezara la SKK (destituciones sucesivas de Vllasi y de su efímera sucesora, Kaqusha Jashari) con la acusación de dar pábulo al separatismo, la Unión de Escritores de Kosovo tomó la iniciativa de articular el movimiento de oposición de los albaneses.

El 28 de marzo de 1989 la Asamblea de Serbia aprobó una drástica reducción de la autonomía provincial que supuso la devolución a la administración central de Belgrado de todas las competencias económicas, policiales y educativas. De inmediato, estallaron violentos disturbios que dejaron cerca de 30 muertos por la intervención de las fuerzas de seguridad federales al amparo del estado de emergencia, y poco después, Rugova y dos centenares de intelectuales y universitarios publicaron un manifiesto en el que exigían la revocación de aquella medida. Como resultado, las autoridades comunistas de la provincia nombradas por Milosevic (presidente de la República de Serbia desde mayo) expulsaron de la SKK a Rugova y a sus compañeros de desafío.

El 23 de diciembre de 1989, Rugova figuró entre los fundadores, todos escritores y profesores de universidad, de la Liga Democrática de Kosovo (LDK), primer partido en la provincia fuera de una SKK en trance de desaparición y que por el momento demandó la inmediata restitución de la autonomía política como paso previo a la concesión del estatus republicano a Kosovo, la conversión de la Federación yugoslava en una confederación de repúblicas soberanas y la defensa de los derechos civiles de la mayoría albanesa.

A lo largo de 1990, la actitud intolerante del poder de Belgrado, que el 1 de febrero decretó la ley marcial, el 5 de julio disolvió la Asamblea kosovar y proscribió los medios de comunicación en albanés, y el 28 de septiembre abolió formalmente la autonomía con la promulgación de la nueva Constitución serbia, radicalizó los planteamientos de Rugova y el partido que presidía, si bien el ya reconocido como principal líder del movimiento nacionalista no se apartó en ningún momento de su discurso pacifista de resistencia civil y boicot a las instituciones serbias, evitando la confrontación directa y las llamadas a la insurrección general (lo que habría tenido consecuencias desastrosas frente al bien pertrechado Ejército yugoslavo, en proceso de acaparamiento por la oficialidad serbia), una actitud que le endosó el sobrenombre de Gandhi de los Balcanes.

La arriesgada estrategia de Rugova de sacudirse del dominio serbio a través de los hechos consumados, haciendo proclamaciones unilaterales y avanzando en la construcción de un Estado en la sombra, arrancó el 2 de julio de 1990 con la declaración por los diputados albaneses de la "independencia de Kosovo dentro de la Federación yugoslava". Alternándose con las evicciones serbias, este pronunciamiento fue confirmado el 7 de septiembre de 1990 en una sesión clandestina de la disuelta Asamblea al tiempo que se aprobaba una Constitución republicana.

El 30 de septiembre de 1991 se celebró un referéndum también clandestino en el que, según sus organizadores, el 98% de los votantes correspondiente al 87% del censo se pronunció a favor de un Estado kosovar "soberano e independiente", y el 19 de octubre siguiente se declaró éste. Ahora, la secesión era directamente de Yugoslavia, al socaire del independentismo centrífugo de eslovenos y croatas, pero también del centrípeto de la propia Serbia, donde Milosevic, junto con su fiel aliado montenegrino, ostentaba todo el poder para llevar a cabo un proyecto nacional caro a los apologistas de la Gran Serbia.

El 24 de mayo de 1992 Rugova fue elegido "presidente de la República de Kosovo" (RK) con el 95% de los votos en virtud de su única candidatura, mientras que la LDK copó todos los escaños del Parlamento en la sombra con el 78% de los sufragios. La participación de los primeros comicios pluralistas en el territorio alcanzó el 88% y, de nuevo, la abstención coincidió con el porcentaje de población serbokosovar.

La cruenta espectacularidad de las guerras de Croacia y luego de Bosnia-Herzegovina eclipsó la situación en Kosovo, que iba a permanecer siete años en un estado de latencia engañoso. Las autoridades serbias invalidaron los comicios de mayo de 1992 e incrementaron las medidas represivas, con redadas de nacionalistas sospechosos de incitar a la subversión armada, nuevas prohibiciones contra los medios culturales y despidos laborales masivos, obligando a Rugova y a su gente a establecer un sistema educativo y asistencial paralelo.

Por el momento tolerado él y su ejecutivo en Prístina, vigilados de cerca por los servicios de seguridad y sometidos algunos de sus miembros a un hostigamiento intermitente (la mayoría de los ministros del Gobierno actuaban en el exilio centroeuropeo), Rugova se reunió el 15 de octubre de 1992 en la capital provincial con el primer ministro federal yugoslavo, Milan Panic, en un intento de establecer cooperación en algunos puntos sensibles como la educación en albanés, pero la cuestión del estatus de Kosovo quedó fuera de la agenda, además de que el margen de negociación de Panic era, como pudo verse poco después, muy escaso, poseyendo Milosevic el verdadero poder decisorio. En julio de 1993, con la expulsión de Yugoslavia de las misiones de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), terminó formalmente la observación internacional en Kosovo.

En aquel entonces, los servicios de inteligencia de Estados Unidos tenían indicios para suponer que el autócrata serbio, por de pronto ocupado en optimizar los beneficios que le ofrecían las guerras de Croacia y Bosnia, se reservaba la opción de desencadenar nuevas campañas de reordenación demográfica y territorial, esta vez en Kosovo, y quizá en Macedonia, en el momento oportuno, en función de las fortunas internas y externas de su régimen, tildado desde medios hostiles del extranjero de "nacionalcomunista". Washington advirtió a Belgrado de que los aliados occidentales no iban a tolerar la repetición en Kosovo de las salvajes tácticas de limpieza étnica perpetradas en las repúblicas vecinas, y le previno contra acciones que violentaran la integridad física del máximo líder albanokosovar.

Rugova, por tanto, recibió de las potencias occidentales una garantía de protección, pero ésta no era irrestricta: estaba descartado el reconocimiento de la independencia de Kosovo o su unión a Albania, y la OTAN tampoco intervendría en auxilio de la comunidad albanesa en el caso de una aventura secesionista por la fuerza. Con todo, el discurso de Rugova en este período se mantuvo inalterable: resistir, con paciencia y contención, los abusos serbios, pero sin dejar de denunciarlos con todo vigor; descalificar el uso de la violencia por ambas partes; emplazar a Belgrado a emprender negociaciones políticas; y, demandar un protectorado internacional para la provincia, en la convicción de que la supresión de hecho de la autoridad serbia derivaría, más tarde o más temprano, en la completa autodeterminación. Esto fue lo que el 3 de febrero de 1994 le comunicó en la Casa Blanca al presidente Bill Clinton, al que de paso pintó un cuadro sombrío de "violencia, discriminación e incluso apartheid" contra su comunidad.


3. Una autoridad cuestionada desde el campo radical

La intervención militar de la OTAN y las negociaciones políticas en Dayton entre agosto y noviembre de 1995 pusieron fin a la bárbara contienda de Bosnia-Herzegovina. Para Milosevic, se trató tanto de un fracaso estratégico (la liquidación del sueño de la Gran Serbia) como de una victoria táctica (el levantamiento de las sanciones y el pleno reconocimiento internacional de su régimen, desligados de su comportamiento en Kosovo), pero circunstancias internas (la creciente contestación de los partidos de la oposición democrática) le empujaron a atizar de nuevo los rescoldos de Kosovo y a suscitar otra ola de chovinismo nacionalista que legitimara sus repetidas argucias para perpetuarse en el poder.

Así, desde mediados de la década de los noventa, Rugova encontró crecientes dificultades para validar sus llamamientos a perseverar en la inacción frente a las provocaciones serbias y a confiar en la internacionalización del conflicto, y empezó a ser criticado abiertamente desde los círculos nacionalistas que habían sufrido represalias tras las manifestaciones de 1981 y por su mismo primer ministro, Bujar Bukoshi, instalado en Bonn. Rugova, muy cuidadoso de no incurrir en gestos extremistas que dieran argumentos a Belgrado, donde las fuerzas ultranacionalistas estaban exigiendo que se le cortara la libertad de movimientos (sus visitas a Tirana causaban particular irritación), se le pusiera bajo arresto o se le deportara al extranjero, propuso primero un Kosovo abierto a fórmulas confederales con Albania y Serbia, conformando una entidad tampón, neutral y desmilitarizada que hiciera de "puente" entre ambos estados.

Pero en 1996 y 1997, a medida que la represión serbia se acentuaba, Rugova planteó una doble demanda: a Milosevic, negociaciones directas para una separación sin traumas, argumentando que el derogado estatuto provincial tenía un rango republicano de hecho y que como república Kosovo tenía el derecho de secesión de la Federación yugoslava; y a la comunidad internacional, una conferencia de paz y un compromiso de protección firme y claro. Del primero no obtuvo ninguna respuesta diáfana y de la segunda una serie de avales verbales sin concreciones, más la reiteración de que en ningún caso se aceptaría un Kosovo independiente, menos si se pretendía por la vía insurreccional.

Los gobiernos de la Unión Europea y Estados Unidos, que pronto iban a dar muestra de las mismas vacilaciones y contradicciones que habían caracterizado su actuación cuando la guerra devastaba Croacia y Bosnia, temían que un Kosovo soberano galvanizase el nacionalismo albanés en toda la región y arrastrase al fatal ciclo de guerras balcánicas a Macedonia, con su explosiva división étnica de un 65% de eslavomacedonios y un 22% de albaneses, y eventualmente a Albania, que, pese a sus penurias económicas y a la indigencia de su Ejército, no permanecería impasible en caso de una ofensiva general de Serbia.

El 1 de septiembre de 1996, con la mediación de la comunidad católica italiana de San Egidio, Rugova acudió inesperadamente a un cara a cara con Milosevic en Belgrado y firmó con él un acuerdo educativo que permitía a los escolares albaneses de primaria y secundaria levantar el boicot a los centros de la red serbia. Pero el acuerdo nunca se aplicó y Rugova pagó un alto precio político. Nuevas censuras a su actuación "pasiva" y "condescendiente" levantó la decisión de posponer, aquel mismo año y de nuevo en 1997, las elecciones al Parlamento clandestino atendiendo la exhortación del Gobierno estadounidense, al que el autoproclamado presidente atribuía la llave para la independencia de Kosovo.

Al principio marginales, algunos líderes kosovares, tanto de partidos radicales como coaligados a la LDK, comenzaron a hablar de separación total por todos los medios posibles, e incluso, de una Gran Albania que incluiría a los albaneses de Macedonia y Montenegro. Novedad más perturbadora, también apareció un terrorismo kosovar, crecientemente audaz, que atentó contra cuarteles de la policía serbia y asesinó tanto a civiles de esa nacionalidad como a albaneses considerados "colaboracionistas con el ocupante", levantando temores entre la minoría eslava y alimentando una sangrienta espiral de represalias.

El 28 de noviembre de 1997 el hasta entonces nebuloso Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), que había empezado a operar con cierta intensidad a comienzos de 1996 como una creación del Movimiento Popular de Kosovo (LPK, una organización animada por exiliados en Europa central), se dio a conocer públicamente con una estética guerrillera, llamando a la población a que abandonara a Rugova, se olvidara de la ayuda exterior y se alzase en armas. El 4 de enero de 1998 este grupo anunció que la "lucha armada por la unificación con Albania" había comenzado, dando la justificación perfecta a los medios oficiales de Belgrado para verter una desaforada propaganda antialbanesa y caldear aún más el ambiente. Los extremistas se apuntaron un tanto propagandístico con el reclutamiento como portavoz político del prestigioso activista pro Derechos Humanos Adem Demaçi, hasta ahora presidente del Partido Parlamentario de Kosovo (PPK) y que se había alejado de Rugova con su apelación a la "resistencia activa".


4. Kosovo se desliza hacia una guerra étnica

A finales de febrero de 1998 la situación era explosiva en diversos puntos de la provincia. Mientras en Prístina eran dispersadas las manifestaciones pacíficas de estudiantes, en el área Srbica-Glogovac-Drenica, baluartes del UCK al oeste de la capital, la policía paramilitar serbia, dotada de vehículos blindados, artillería y helicópteros, atacó varias localidades "en busca de terroristas y separatistas", dejando una veintena de muertos hasta el 2 de marzo. Tres días después, las fuerzas serbo-yugoslavas lanzaron una ofensiva militar en toda regla, que fue presentada como una "operación de limpieza" destinada a "restaurar la seguridad". En esta situación de virtual guerra se celebraron el 22 de marzo las segundas elecciones generales de la RK; boicoteadas por los partidos radicales, Rugova, único candidato presidencial, y la LDK fueron revalidados con más del 80% de los votos.

El 15 de mayo, en otro de sus controvertidos movimientos, Rugova acudió a Belgrado a entrevistarse sin intermediarios con Milosevic, ahora presidente federal de Yugoslavia, pero lo único que escuchó de él fue el argumento oficial de que la provincia era "parte integral e inalienable de Serbia", y que el presente conflicto era un asunto de seguridad interna que no admitía injerencias del exterior. La enésima iniciativa de paz del académico fue calificada de "escándalo" y "capitulación" por el UCK y los partidos simpatizantes, porque coincidía con el endurecimiento de la campaña contrainsurgente y de tierra quemada aplicada por los federales, que estaban echando a los guerrilleros de los núcleos urbanos y de paso de sus hogares a población civil. Incluso en el círculo personal de asesores se elevaron voces de disgusto por lo que consideraban un inoportuno acto unilateral de su jefe.

Imperturbable en su estampa de hombre de suaves maneras, aspecto frágil y despistado, de vestir un tanto desgalichado, aparentando un bibliófilo francés de los años 60 -chaqueta oscura, jersey encarnado, corbata aflojada y el característico fular de seda envuelto alrededor el cuello, según se decía, para protegerse de una faringitis crónica-, en los meses siguientes Rugova prodigó los llamamientos a su gente a no responder con las armas, las imploraciones de intervención exterior hechas en Washington, Roma, Bruselas o Londres (sin resultado, pues en la OTAN, lista para atacar a la maquinaria bélica serbo-yugoslava, persistían fuertes reticencias a posicionarse de lado albanés por las implicaciones políticas) y las rogativas a Belgrado para negociar un arreglo integral.

El 13 de octubre de 1998 Milosevic realizó una de sus características maniobras dilatorias y aceptó en principio las exigencias internacionales de conversaciones, retirada del dispositivo militar, acceso de los observadores de la OSCE y las agencias humanitarias, y retorno de los refugiados, aunque para entonces el UCK estaba ya severamente disminuido. Rugova consideró insuficiente el borrador del acuerdo interino presentado por el enviado especial estadounidense, Richard Holbrooke, porque contemplaba la restauración del marco autonómico y no la concesión, como mínima exigencia, del estatuto de república yugoslava, así como el mantenimiento del grueso de las fuerzas serbias en el territorio, si bien lo aceptó en tanto que instrumento para limar tensión a la crisis e implicar a los poderes internacionales.

Sin embargo, la tregua era extremadamente volátil, faltaba voluntad política en Belgrado y el UCK tampoco estaba por la labor de desarmarse. Al comenzar 1999, las negociaciones se hallaban en un punto muerto con un trasfondo prebélico de escaramuzas y represalias por ambas partes y una alarmante violación de las convenciones tradicionales de guerra. El renovado esfuerzo del Grupo de Contacto de países involucrados desembocó en una tortuosa conferencia de alto nivel en Rambouillet, cerca de París, que comenzó el 6 de febrero con la participación de dos delegaciones albanesas, la de la LDK, encabezada por el propio Rugova, y la del UCK, en la que destacaba Hashim Thaçi, en lo sucesivo principal rostro político de la organización armada y quien llevó la voz cantante en estas negociaciones. Los albaneses, como la parte serbia, sometidos a fortísimas presiones, accedieron a firmar el 18 de marzo un documento no exento de ambigüedad que parecía descartar la independencia al invocar la intangibilidad de las fronteras y reconocer la soberanía de Serbia sobre Kosovo.

El plan de Rambouillet establecía la concesión a Kosovo de un "autogobierno interino" con instituciones democráticas y con competencias que no incluirían la defensa territorial, el comercio exterior, la política internacional, la emisión de moneda, la fijación de impuestos y el control de aduanas. El UCK tendría que desarmarse, Serbia tendría que reducir drásticamente su presencia armada y la seguridad del territorio correría a cargo de una fuerza militar de la OTAN, la KFOR, similar a la desplegada en Bosnia en 1995. Rugova aceptó de buen grado el texto de Rambouillet porque observaba un resquicio para la independencia en la previsión de que transcurrido el período de transición de tres años tendría que adoptarse un arreglo final que tomara en cuenta la voluntad popular, lo cual era para los nacionalistas una referencia implícita a un referéndum sobre el estatus definitivo del territorio.


5. Rehén de Belgrado durante los bombardeos de la OTAN

Las esperanzas de paz se extinguieron cuando la delegación de Belgrado rehusó sumar su firma al documento por considerar que el plan, en efecto, abría la puerta a la secesión, era descaradamente parcial y se le presentaba envuelto en lo más parecido a un ultimátum militar. Milosevic agotó la paciencia de los organizadores del evento cuando las fuerzas serbias lanzaron una ofensiva general en las regiones de Drenica, Mitrovica y Vushtrri, que tomó todo el aspecto de una violenta campaña de limpieza étnica como las conducidas en Bosnia.

El 24 de marzo de 1999 la aviación de la OTAN comenzó a bombardear (Operación Allied Force) objetivos serbios en Kosovo y Serbia, con la advertencia de que los ataques no se detendrían hasta que Belgrado no evacuara a sus tropas totalmente, con celeridad y sin subterfugios. Entonces, se temió por la vida de Rugova y corrieron rumores de que su vivienda en Prístina había sido incendiada, que había sido visto por última vez con heridas o que incluso había muerto. El 31 de marzo el presidente kosovar reapareció ante los medios para desmentir que hubiera sido objeto de ataques y que se encontraba bajo la "segura protección" de las autoridades serbias, pero la confusión sobre su paradero y situación, e incluso sobre su actitud en torno a la campaña bélica en curso, aumentaron cuando se apreció que el régimen serbio lo estaba utilizando con fines propagandísticos. Los medios de Belgrado informaron de nuevas reuniones con Milosevic y que el ilustre huésped estaba recibiendo protección "contra los extremistas que piensan que Rugova ha traicionado al pueblo albanés".

Los medios serbios se referían a Thaçi, que el 2 de abril formó un "gobierno provisional" del UCK alternativo al de Bukoshi y entre advertencias a Rugova de que no se le ocurriera caer en la claudicación o el colaboracionismo. Particular desconcierto entre sus aún mayoritarios seguidores e irritación entre sus críticos provocaron sus apariciones en la televisión serbia el 1 de abril, con Milosevic, y el 28 de abril, con el presidente serbio y adlátere del anterior, Milan Milutinovic, a propósito de la firma de sendos documentos subrayando la necesidad de negociaciones directas.

El 5 de mayo el presidente kosovar llegó a Roma a bordo de un avión de la Fuerza Aérea italiana y horas después convocó una rueda de prensa en la que se limitó a demandar la intervención internacional en Kosovo y la retirada de las fuerzas serbo-yugoslavas, y a recordar su confianza en la resistencia no violenta. No despejó las dudas sobre que opinión le merecía la campaña de bombardeos de la OTAN, si había estado bajo presiones de las autoridades serbias o si su liberación formaba parte de un pacto con Milosevic. La peripecia acrecentó el carácter enigmático de quien podía suavizar el tono de sus declaraciones cuando más quebrantos padecía su pueblo.

Exiliado de hecho, el 10 de mayo Rugova fue recibido en audiencia por el Papa Juan Pablo II y dos días después estableció su nueva residencia cerca de Bonn, acompañado de unos pocos familiares y colaboradores. En los días siguientes, confirmó que había estado bajo arresto domiciliario y que había firmado la declaración del 28 de abril sólo para proteger a su familia, y opinó que los ataques aéreos debían continuar hasta que la Alianza Atlántica lograra sus objetivos. En añadidura, restó cualquier legitimidad al gobierno alternativo de Thaçi, una toma de postura que fue considerada inconsecuente por algunos analistas, extrañados de que el académico prefiriera reunirse con dirigentes de los gobiernos occidentales, donde siempre se le había tenido en alta estima, que viajar de inmediato a Albania y Macedonia para estar con los refugiados y recuperar a aquellos electores decepcionados de la LDK captados por el UCK.

Pero cuando el 26 de mayo Rugova finalmente visitó, aunque de manera fugaz, un campo de refugiados sito en la frontera de Macedonia, lo que encontró fue un recibimiento enfervorizado. Este episodio sugirió que, a pesar de su extraño proceder, tildado de errático y lacónico frente a tanto desastre, Rugova seguía conservando en el imaginario colectivo de los albanokosovares una formidable autoridad moral como alma de la resistencia.

No fue hasta junio, al reparar en que la OTAN no iba a ceder y que estaba dispuesta a lanzar la intervención terrestre en caso extremo, cuando Milosevic sondeó la capitulación. El 9 de ese mes, el Ejército yugoslavo suscribió el documento de alto el fuego en Kumanovo, Macedonia, y al día siguiente comenzó a retirarse de Kosovo. Al instante, la OTAN cesó los ataques aéreos y puso en marcha la operación Joint Guardian, esto es, el despliegue terrestre de la KFOR en la provincia, que, a diferencia de la fase bélica precedente, sí fue autorizado por la ONU, el día 10 mediante la resolución 1.244 del Consejo de Seguridad. El Consejo aprobó en la misma resolución una misión civil bajo la bandera de la ONU, la UNMIK. El día 13 comenzaron a penetrar las avanzadas de la KFOR, en la que iban a tomar parte 50.000 soldados de una treintena de países.

Fue entonces cuando arrancó la Administración Interina de Kosovo (AIK), colocada bajo la jefatura del diplomático brasileño Sérgio Vieira de Mello y luego del médico y político francés Bernard Kouchner, ambos representantes especiales del secretario general de la ONU, Kofi Annan. El protectorado internacional de hecho que Rugova había demandado durante años descansaba en los llamados "cuatro pilares", a saber: el de policía y justicia, asumido por la UNMIK; el de administración civil, competencia también de la UNMIK; el de constitución de instituciones democráticas, liderado por la OSCE; y el de reconstrucción y desarrollo económicos, liderado por la Unión Europea. Había además un quinto pilar fundamental, el de la paz y la seguridad, de cuya salvaguardia se encargó la OTAN. El grueso de los 840.000 refugiados huidos a los países limítrofes (más de la mitad en Albania) emprendió un rápido y espontáneo retorno, y Kosovo pasó página a su período más aciago desde la Segunda Guerra Mundial.


6. Recuperación del liderazgo frente los epígonos del UCK

Terminada la represión serbia y salvado su pueblo del fantasma del genocidio, para el líder de la LDK comenzaba una fase de consolidación política que pasaba por la obtención de legitimidad internacional para las estructuras paraestatales de la RK y también por el sometimiento del UCK, que afrontó su desmovilización de muy mala gana y que, más aún, no quería renunciar a desempeñar un rol político de primer orden. Tan pronto como las fuerzas serbias se retiraron, la guerrilla independentista se desplegó por toda la provincia, protagonizando no pocos incidentes con unidades de la KFOR y cometiendo represalias criminales contra los pocos civiles serbios que no habían seguido los pasos de los soldados.

Vuelto a Prístina el 30 de julio, Rugova venció sus reluctancias y el 4 de agosto acordó con Thaçi la colaboración de sus respectivos partidos con la UNMIK, empezando con el nombramiento de representantes ante el Consejo de Transición de Kosovo (CTK), órgano de 36 miembros investido por la UNMIK con funciones asesoras y representativo de la sociedad civil. Puesto que la hora del UCK había terminado (la guerrilla fue oficialmente disuelta el 20 de septiembre y de entre sus filas se reclutó a la nueva fuerza de protección civil autorizada por la UNMIK y supervisada por la KFOR, el Cuerpo de Protección de Kosovo, TMK), Thaçi se afanó en perfilar su liderazgo político a través del Partido para el Progreso Democrático de Kosovo (PPDK), constituido el 8 de marzo de 1999 como el frente político del UCK.

El 13 de agosto Rugova recibió al primer ministro albanés, Pandeli Majko, que hasta entonces había estado próximo a Thaçi pero que ahora reconoció a su anfitrión como presidente de Kosovo, y el 31 de agosto presidió la reapertura del Parlamento kosovar, que tendría que ser renovado en las urnas con todas las garantías para ser reconocido por los administradores internacionales.

El siguiente paso en la normalización, más complicada de lo esperado por la proliferación de actos terroristas y asesinatos sectarios en los que los serbios llevaron con mucho la peor parte, fue el pacto político suscrito el 15 de diciembre por Rugova, Thaçi y Rexhep Qosja, del Movimiento Democrático Albanés (LDSh), para participar en el Consejo Administrativo Interino (CAI), el cuerpo ejecutivo de la Estructura Administrativa Interina Conjunta, en calidad de miembros, junto con un representante de la comunidad serbia y cuatro oficiales de la UNMIK. El 1 de febrero de 2000 el CAI celebró su primera reunión y desde ese momento se entendió que todas las instituciones paralelas de la parte albanesa quedaban suspendidas. El 19 de abril Rugova y los demás cabezas de facción albaneses realizaron un llamamiento conjunto con el obispo ortodoxo Artemije, cabeza del Consejo Nacional Serbio de Kosovo y Metohija, a enterrar los odios intercomunitarios y a construir un entorno de tolerancia como cimiento de la sociedad multirracial en Kosovo.

El 28 de octubre, días después de ser derrocado Milosevic en la insurrección popular democrática de Belgrado, se celebraron elecciones municipales y la LDK salió ampliamente airosa del primer examen veraz de su apoyo popular tras la guerra: con una participación del 80%, el partido de Rugova recibió el 58,1% de los votos y certificó su absoluta primacía, aunque quedó claro que los tiempos de hegemonía habían pasado. El siguiente hito fue la promulgación por la UNMIK el 15 de mayo de 2001 del denominado Marco Constitucional para el Autogobierno Provisional de Kosovo.

Las elecciones a la Kuvendi o Asamblea de Kosovo, también organizadas por la OSCE y primeras con el parabién internacional, tuvieron lugar el 17 de noviembre de 2001. La LDK cosechó el 45,6% de los votos, lo que se tradujo en 47 de los 120 escaños, de los cuales un mínimo de 20 estaban reservados a las minorías serbia, gitana, bosníaca, turca y otras. El Partido Democrático de Kosovo (PDK) formado por Thaçi el 21 de mayo de 2000 a partir del PPDK, obtuvo un destacado 25,7%; la Coalición Povratak (Retorno), representante de los sectores de la minoría serbia que decidieron no boicotear el proceso, el 11,3%; y la Alianza por el Futuro de Kosovo (AAK), coalición liderada por el ex comandante del UCK Ramush Haradinaj (y que incluía al PPK y a la Alianza Cívica de Kosovo, AQK, del propio Haradinaj), el 7,8%. Un miembro de la LDK, Nexhat Daci, obtuvo la presidencia de la Asamblea.

Desechada la elección presidencial directa por la AIK, encabezaba entonces por el danés Hans Hækkerup, Rugova hubo de someterse a la investidura parlamentaria con, al igual que los diputados, un mandato de tres años. Sólo al tercer intento, el 4 de marzo de 2002, tras las rondas fallidas del 13 de diciembre y el 10 de enero, consiguió la mayoría requerida con 88 votos a favor, tres en contra y 15 abstenciones. Este resultado, que excedía con mucho la cuota de la LDK en la Asamblea, fue posible gracias al acuerdo de reparto del poder suscrito el 28 de febrero bajo presión de la UNMIK por las tres formaciones rivales, que desatascó el atoramiento político.

Rugova, presidente titular reconocido de una república no reconocida, cedió el puesto de primer ministro al PDK, que nominó al físico Bajram Rexhepi, y el Gobierno de coalición fue inaugurado el mismo 4 de marzo, contando con cuatro ministros de la LDK, dos del PDK, dos de la AAK, uno de la Coalición Povratak y otro de la Coalición Vatan, representante de la minoría bosníaca o eslavomusulmana.


7. Demanda independentista supeditada a la administración internacional

Para Rugova, que a comienzos de mayo de ese año declaró en La Haya como testigo de la fiscalía en el juicio por crímenes de guerra abierto contra Milosevic (con quien mantuvo en La Haya un intenso careo en el que le acusó de mentir y de pretender destruir Kosovo) por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), el hito del 4 de marzo de 2002 marcó la verdadera cuenta atrás para la independencia, opción que calificaba de "inevitable" y de "única solución", y que remataría, junto con el hipotético acceso de Montenegro a la estatalidad (lo que iba a realizarse en junio de 2006), la desintegración de la antigua Yugoslavia iniciada en 1990.

No obstante, la comunidad internacional le recordaba que todo el proceso seguía sujeto a los términos de la resolución 1.244 de Naciones Unidas, la cual, basándose en el documento de Rambouillet, sólo hablaba de "autonomía sustancial" y de "autodeterminación significativa" para el territorio, y contemplaba "en una etapa final" la transferencia de la autoridad de las instituciones provisionales de Kosovo a las instituciones surgidas de un acuerdo político. Para regular legalmente el funcionamiento de aquellas, la UNMIK aprobó en 2001 el Marco Constitucional para el Autogobierno Provisional, que reservaba al representante especial del secretario general de la ONU, y por ende jefe de la UNMIK y presidente del CAI, la suprema autoridad con asunción de las competencias de seguridad interior y exterior, política exterior, control de fronteras y política económica y monetaria, esto es, todo lo que denotase soberanía nacional.

La transferencia de competencias al autogobierno, además, estaba condicionada al impulso por los líderes kosovares de instituciones democráticas, transparentes y eficientes, y a la construcción de una sociedad de libertades, sin discriminaciones y regida por el imperio de la ley. Estos puntos eran, ciertamente, contemplados por el programa nacional de la LDK, al igual que la integración en la UE y en la OTAN, y el establecimiento de "relaciones especiales" con Estados Unidos. Pero por el momento, Rugova era el presidente de un autogobierno a título meramente nominal y con atribuciones más bien simbólicas.

Las potencias internacionales no deseaban propiciar en Kosovo un proceso similar, por ejemplo, al de Timor Oriental con respecto a Indonesia, e instaban a los gobiernos de Prístina y Belgrado a negociar un nuevo acuerdo sobre el estatus de Kosovo; hasta entonces, la ONU seguiría administrando el territorio en nombre de la República Federal de Yugoslavia o, si ésta se convertía en una unión política de Serbia y Montenegro (como iba a suceder en febrero de 2003), en nombre de la primera. Así, el 6 de noviembre de 2001 Hækkerup y los representantes del Gobierno serbio acordaron que el Parlamento elegido el 17 de ese mes no pudiera aprobar una declaración de independencia, proscripción que satisfizo a las autoridades democráticas de Belgrado y que levantó las airadas protestas de Rugova y los demás líderes albanokosovares.

El 21 de junio de 2003 Rugova asistió desde las bambalinas a la II Cumbre UE-Balcanes en Salónica, en la que discutieron la cuestión de Kosovo el primer ministro de Serbia, Zoran Zivkovic, el presidente de Serbia y Montenegro, Svetozar Marovic, el alto representante de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE, Javier Solana, y el entonces jefe de la UNMIK, Michael Steiner. Tras la reunión se comunicó el inicio de un "primer diálogo político directo" serbo-kosovar sobre "temas prácticos de interés común".

La histórica cita tuvo lugar en Viena el 14 de octubre siguiente con la participación de Rugova y Daci por la parte kosovar, y Zivkovic y el viceprimer ministro Nebojsa Covic por la parte serbia. La presencia mediadora de Solana, el secretario general de la OTAN, George Robertson, el comisario europeo de Relaciones Exteriores, Chris Patten, el jefe de la UNMIK, Harri Holkeri, y el ministro de Exteriores neerlandés y presidente en oficio de la OSCE, Jaap de Hoop Scheffer, no empujó a las partes a tomarse en serio la discusión de asuntos tan sensibles como el retorno de las decenas de miles de desplazados serbios y la localización de los 3.500 albaneses desaparecidos en el conflicto de 1998-1999.

No se produjo el diálogo directo anunciado –en puridad, no hubo diálogo de ningún tipo-, y a la salida del encuentro Zivkovic se quejó de que Rugova hubiese hablado con Milosevic cuando éste estaba en el poder pero ahora rehusase hacerlo con ellos, mientras que el presidente kosovar señaló que no veía "cambio en la orientación" del actual Gobierno de Belgrado "en comparación con el anterior régimen". En diciembre siguiente, la UNMIK presentó una lista de condiciones que las instituciones provisionales de Kosovo debían cumplir antes de empezar a negociar a mediados de 2005 el estatus final del territorio. Los "estándares" deseados tocaban los ámbitos de la democracia, el imperio de la ley, la protección de las minorías, el retorno de los desplazados serbios, la descentralización y la economía, que continuaba virtualmente desarticulada por la inexistencia de industrias y de prácticamente cualquier actividad productiva, siendo las consecuencias directas un paro generalizado y la necesidad de importar los alimentos. Rugova apalabró el documento, pero Belgrado lo rechazó.

Peor aún, la confianza entre las partes, fundamental para alcanzar un arreglo negociado, sufrió un golpe devastador con el estallido de un brote de violencia intercomunitaria, el peor desde 1999, en la segunda quincena de marzo de 2004. Iniciado en la dividida ciudad de Mitrovica y extendido a otros puntos de la provincia, costó la vida a 19 personas, la gran mayoría paisanos serbios atacados por turbas de albaneses, dejó un millar de heridos y obligó a huir a Serbia a 4.000 serbokosovares, amén del incendio de decenas de viviendas serbias e iglesias ortodoxas.

La OTAN reforzó con un millar de soldados, elevándolo hasta los 18.500 hombres, el dispositivo de seguridad, pero la rápida propagación de los mortales disturbios arrojó serias dudas sobre la eficacia de la misión de la KFOR, que mostró pasividad a la hora de proteger a la minoría serbia. Además, el 12 de ese mes, Rugova fue objeto de un atentado con granada, lanzada por desconocidos contra su residencia en Prístina, resultando ileso. En agosto siguiente, el presidente reiteró ante el nuevo jefe de la UNMIK, el danés Søren Jessen-Petersen, la demanda independentista, en cuya persistente desatención por las potencias internacionales, aseguraba el Gobierno kosovar, estaba la raíz del descontento social.

En las segundas elecciones legislativas, las celebradas el 24 de octubre de 2004, la LDK repitió prácticamente sus resultados de 2001 con el 45,3% de los votos y 49 escaños, mientras que el PDK subió al 28,6% de los votos y los 31 escaños. Los comicios no constituyeron precisamente una fiesta democrática, ya que la cada vez más achicada minoría serbia –ya sólo quedaban en la provincia algo más de 100.000 ciudadanos de esta etnia-, siguiendo las instrucciones de sus líderes locales y del Gobierno de Belgrado, practicó el boicot, pero además casi la mitad de los albanokosovares se abstuvo también de votar. El desdén electoral de la mayoría albanesa reflejaba el descontento imperante por la incertidumbre sobre el futuro político del territorio y por el catastrófico estado de la economía, que ni el Gobierno autónomo ni el protectorado internacional parecían muy preocupados en solucionar.

El 2 de diciembre de 2004 Rugova nombró primer ministro a Ramush Haradinaj, líder de la AQK y la AAK, de nuevo la tercera fuerza más votada, y al día siguiente la Asamblea reeligió al primero en la Presidencia e invistió al segundo al frente de un Gobierno de coalición tripartito del que fue apeado el PDK de Rexhepi y Thaçi. Dicho sea de paso, los protectores internacionales habrían preferido ver de primer ministro al antiguo jefe del UCK, ya que, paradójicamente, venía mostrando más pragmatismo y ductilidad que Rugova en los tratos con la UNMIK. De los doce ministerios, siete fueron para la LDK, cuatro para la AAK y uno para la Coalición Vatan.


8. Fallecimiento en vísperas del arranque de las conversaciones sobre el estatus definitivo

Rugova afrontó el comienzo en 2005 de las negociaciones internacionales sobre el estatus definitivo de Kosovo con el optimismo que permitía el aumento de las voces pidiendo la independencia kosovar en la UE y, sobre todo, Estados Unidos. Aunque ninguno de los gobiernos se había pronunciado de manera oficial, en la UE había quienes creían que debía condicionarse el ingreso de Serbia en la organización a la aceptación de la plena soberanía de Kosovo, además de la colaboración con el TPIY, mientras que la Administración de George W. Bush ya había asumido el escenario de una independencia por la vía rápida.

El 21 de febrero, días después de asegurar el presidente serbio, Boris Tadic, en el pueblo serbokosovar de Velika Hoca que Belgrado nunca aceptaría la independencia de la provincia, los ministros de Asuntos Exteriores de la UE, en un posicionamiento muy poco equívoco, declararon que Kosovo ya no iba a volver a la situación previa a 1999, que era como reconocer que Kosovo no era una demarcación administrativa de Serbia y que sería soberano, aunque quizá sometido a una tutela exterior que bien podría ejercer la propia UE.

A medida que se acercaba el pronunciamiento de la ONU sobre si Kosovo había satisfecho los estándares previos al inicio de las discusiones sobre el estatus definitivo –y todo indicaba que el denominado Grupo de Contacto sobre Kosovo (integrado por Estados Unidos, Rusia, Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido) iba a hacer un diagnóstico condescendiente de los progresos realizados en la democratización y la protección de las minorías-, la política local experimentó algunas tensiones importantes. Así, el 8 de marzo hubo de dimitir el primer ministro Haradinaj porque el TPIY de La Haya le acusó de crímenes de guerra y le ordenó acudir a declarar. Irónicamente, Haradinaj, en su breve gestión, había sido el único dirigente albanokosovar que se había preocupado por la precaria y difícil situación de la minoría serbia. Para sustituirle Rugova nombró a Bajram Kosumi, vicepresidente de la AAK y presidente del PPK.

Rugova mismo se vio envuelto en situaciones poco gratas para él. El 23 de febrero tuvo que renunciar a la presidencia de la LDK, la cual quedó provisionalmente vacante, por presiones del Grupo de Contacto, que le instó a ajustarse a la naturaleza suprapartidista de su puesto institucional en el autogobierno, en virtud del Marco Constitucional. Semanas después, el 15 de marzo, salió indemne de un segundo atentado contra su vida en Prístina: esta vez, los terroristas hicieron detonar por control remoto una bomba de baja potencia al paso de su vehículo cuando se dirigía a una reunión con Solana.

Un mes más tarde, después de ofrecerle Tadic venir a Belgrado para sostener con él conversaciones directas, Rugova reiteró al Grupo de Contacto su rechazo a cualquier diálogo político con las autoridades serbias fuera del marco multilateral internacionalizado, ya que la cuestión de la independencia le parecía fuera de toda discusión y debía aceptarse como un escenario consumado, no hipotético. Belgrado sólo podía esperar de su gobierno negociaciones bilaterales sobre las "cuestiones técnicas". Por otra parte, Rugova expresó su satisfacción por la constatación a través del Grupo de Contacto de que no iba a haber división de la provincia, yéndose a Serbia las áreas limítrofes de mayoría serbokosovar (una opción barajada por sectores políticos moderados de Belgrado), ni anexión por Albania.

A finales de mayo, Kofi Annan, a pesar de que las diferencias entre albanokosovares y serbios seguían siendo irreconciliables y, objetivamente, no se habían producido intentos ni serios ni efectivos de salvarlas, transmitió al Consejo de Seguridad de la ONU la constatación de "progresos" por parte del Gobierno autónomo en el cumplimiento de los estándares o criterios, aunque seguían existiendo "deficiencias" en las ocho áreas prioritarias del examen de madurez política.

El 24 de octubre, el Consejo de Seguridad, en virtud de las conclusiones moderadamente positivas contenidas en el informe elaborado durante el verano por el enviado especial de Annan, el noruego Kai Eide, las cuales fueron ratificadas por el administrador internacional, el danés Søren Jessen-Petersen, y endosadas por el secretario general, declaró que, "a pesar de los retos" que todavía afrontaba el territorio, había "llegado el tiempo de pasar a la siguiente fase del proceso político" para "determinar el estatus final de Kosovo", con el "objetivo de crear una sociedad multiétnica y democrática".

Entre medio, el 27 de agosto, Rugova se trasladó al Hospital Militar de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Landstuhl, Alemania, para someterse a unas pruebas médicas con un cuadro de problemas respiratorios. Allí le confirmaron el diagnóstico avanzado poco antes por personal médico de Prístina y de la principal base de la KFOR, Camp Bondsteel: tenía un cáncer de pulmón, en fase muy avanzada, quizá contraído como consecuencia de su adicción al tabaco.

El 31 de agosto se filtró a los medios que el presidente kosovar estaba "gravemente enfermo". El 5 de septiembre, una vez retornado a Prístina, Rugova en persona anunció su enfermedad, pero no dijo nada de dimitir. En las semanas siguientes, el presidente se sometió a un tratamiento de quimioterapia que le ocasionó la caída del cabello, pero ya era demasiado tarde para impedir el fatal desenlace. El 21 de noviembre, en uno de sus últimos actos, recibió al enviado especial nombrado por Annan para la conducción en nombre de la ONU de las negociaciones sobre el nuevo estatuto de Kosovo, el finlandés Martti Ahtisaari, que comenzó en la capital kosovar su gira preliminar.

Rugova falleció el 21 de enero de 2006 a los 61 años de edad en su residencia de Prístina, en compañía de su esposa, Fana, pedagoga de profesión, y de sus tres hijos, Mendim, Ukë y Teuta. El Gobierno, reunido en sesión de urgencia, declaró 15 días de duelo oficial y el presidente de la Asamblea, Nexhat Daci, asumió las funciones de la Presidencia mientras durase el período interino hasta la investidura de un nuevo titular en el plazo de tres meses; para la sucesión se perfilaba Fatmir Sejdiu, secretario general de la LDK y uno de los más estrechos colaboradores políticos del finado desde la fundación del movimiento en 1989. Sin embargo, estaba por ver si Sejdiu o un candidato alternativo iba a ser capaz de llenar el enorme vacío de liderazgo dejado por Rugova, cuya desaparición fue calificada por el jefe de la UNMIK de "particularmente trágica", al producirse en un "momento decisivo para el futuro de Kosovo".

El sentido óbito seguramente iba a complicar la actuación albanokosovar en las negociaciones auspiciadas por la ONU, y quizá hasta a retrasar una independencia que se antojaba ineluctable. Por de pronto, Ahtisaari, que se sumó al coro de panegíricos destacando a Rugova como el "símbolo de las aspiraciones" de su pueblo, aplazó hasta febrero el arranque de los primeros encuentros directos en Viena, en principio programados para el 25 de enero. Solana, por su parte, manifestó: "Es una cruel ironía de la historia que nos abandone en el momento en que es más necesario, justamente el momento en que se esperaba de él que proyectara su liderazgo para ayudar a establecer el futuro estatus de Kosovo".

A partir del 23 de enero el cuerpo de Rugova fue expuesto al duelo popular durante tres días en el salón principal del edificio del Parlamento. El día 26 tuvo lugar el funeral de Estado, una ceremonia civil que subrayó la escasa importancia que el factor religioso había tenido en la vida de Rugova y en la génesis y el desarrollo del movimiento independentista, hasta conformar la sociedad ampliamente secular del presente. A las exequias asistieron Ahtisaari, Solana, Jessen-Petersen y los presidentes de Albania, Alfred Moisiu, Croacia, Stipe Mesic, Eslovenia, Janez Drnovsek, y Macedonia, Branko Crvenkovski, así como el primer ministro de Montenegro, Milo Djukanovic. Tadic, el presidente serbio, también quiso acudir, pero las autoridades albanesas vetaron su presencia luego de emitir un mensaje de condolencia en el que comentaba que era "una cuestión de cortesía básica para el presidente de Serbia ir a Kosovo, que es parte de la integridad territorial serbia, y presentar mis respetos a quien escogió los medios pacíficos para aplicar sus ideas".

Tras un cortejo fúnebre seguido por medio millón de personas, el féretro con los restos mortales de Rugova fue inhumado en el cementerio de los mártires de Prístina, lugar de sepultura de los miembros de la UCK muertos en combate durante la guerra de 1998-1999. La decisión, que provocó reacciones de rechazo en algunos ex guerrilleros, fue interpretada en clave política, como el último gesto conciliatorio hacia los sectores procedentes de la UCK por parte de un nacionalista pacífico que jamás aprobó el recurso a la lucha armada y menos aún las acciones terroristas como medios para sacudirse de la férula serbia.

Ibrahim Rugova recibió, entre otros galardones, el Premio de la Paz de la Fundación danesa Paul Litzer en 1995 y el prestigioso Premio Sajarov del Parlamento Europeo a la Libertad de Conciencia en 1998 (laurel que, por cierto, había recibido su gran rival en el campo nacionalista, Adem Demaçi, siete años antes). Con carácter póstumo obtuvo la Orden de la Bandera de la Presidencia de Albania y la Orden Héroe de Kosovo de la República de Kosovo. En 1996 la Universidad de París le otorgó una licenciatura honorífica y en 2004 la Universidad de Tirana un doctorado honoris causa.

(Cobertura informativa hasta 1/2/2006)