Helen Clark

En sus nueve años como primera ministra de Nueva Zelanda, la laborista Helen Clark, una veterana de las movilizaciones antinucleares en la región del Pacífico Sur, encabezó unos gobiernos caracterizados por el sostenimiento del estado del bienestar, la preocupación por el medio ambiente y una extraversión diplomática que fue inversamente proporcional al aislamiento geográfico de la democracia occidental más remota del planeta. Su llegada en 1999 al frente del Ejecutivo de Wellington marcó la primera sucesión, directa y por vía electoral, entre dos mujeres jefas de Gobierno -la otra protagonista de la histórica alternancia fue Jenny Shipley, del conservador Partido Nacional- en un sistema parlamentario del mundo. En 2008, al cabo de tres victorias electorales consecutivas y tras disfrutar el archipiélago austral de un próspero período de crecimiento económico sostenido, el natural desgaste en el ejercicio del poder y la llegada de la Gran Recesión depararon la derrota en las urnas del Partido Laborista de Clark.

El internacionalismo liberal que desplegó como gobernante capacitó a Clark para administrar, entre 2009 y 2017, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), alta función desde la que se proyectó como una de las principales personalidades involucradas en la implementación de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio y, a partir de 2015, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, también conocidos como la Agenda 2030. En 2016 se postuló sin éxito a la Secretaría General de la ONU, puesto para el que fue elegido el portugués António Guterres. En la actualidad, Clark sigue desarrollando un activismo en favor de la transparencia de los poderes públicos, la promoción de los Derechos Humanos y, de manera señalada, el empoderamiento de las mujeres y la lucha contra la violencia de género.


(Texto actualizado hasta enero 2019)

1. Líder laborista y primer ejercicio como primera ministra de Nueva Zelanda
2. El segundo y el tercer gobiernos Clark
3. Etapa posterior en la alta función de la ONU


1. Líder laborista y primer ejercicio como primera ministra de Nueva Zelanda

Helen Clark se crió en un ambiente granjero en las afueras de la ciudad de Hamilton y recibió su formación secundaria en la Epsom Girls' Grammar School de Auckland. En 1968 ingresó en la Universidad de Auckland para estudiar Ciencias Políticas y en 1974 obtuvo el titulo de licenciada con honores. Su trabajo de fin de carrera investigaba los modos de organización política en el medio rural de la Isla Norte. En 1976 realizó con la ayuda de una beca un curso de posgrado en el extranjero y a partir de 1977 impartió docencia politológica en su universidad al tiempo que preparaba el doctorado, estudios que no completó.

Miembro del Partido Laborista de Nueva Zelanda (NZLP) desde 1971, en sus filas sirvió sucesivamente como presidenta del Consejo de la Juventud Laborista, miembro del Consejo Regional de Auckland, secretaria del Consejo de Mujeres Laboristas y miembro del Consejo Político. En 1974 y de nuevo en 1977 intentó sin éxito procurarse un mandato de concejal en el Ayuntamiento de Auckland. Clark tomó asiento en la dirección ejecutiva del partido en 1978, época en la que su líder, Bill Rowling, anteriormente primer ministro, fungía de jefe de la oposición parlamentaria al Gobierno conservador de Robert Muldoon y el Partido Nacional (NP). En sus años de juventud, Clark, que procedía de una familia presbiteriana pudiente y de ideas conservadoras, participó en las campañas de protesta contra la guerra de Vietnam y el atraque de buques de la Armada estadounidense en los puertos neozelandeses. Sus labores en el NZLP adquirieron un fuerte tinte internacional como participante habitual en los congresos de la Internacional Socialista y de la Internacional Socialista de Mujeres.

En 1981, año en que contrajo matrimonio con el sociólogo Peter Davis, Clark, tras una primera tentativa fallida, entró por primera vez en el Parlamento en representación de Mt. Albert, una circunscripción de Auckland. En aquellos días, ella estaba considerada una laborista del ala izquierda, defensora a ultranza de las políticas de protección social y crítica con el programa económico promercado que auspiciaba Bill Rowling, sucedido en el liderazgo por David Lange en 1983. También creía que Nueva Zelanda debía dejar de tener a la reina de Inglaterra como jefa del Estado y convertirse en una república. Por otro lado, se la vinculaba a un grupo de intelectuales socialistas cuyos orígenes en las clases urbanas medias y media-altas chocaban un tanto con las tradiciones obreristas del partido.

En 1985, al año de ganar el NZLP las elecciones generales y convertirse Lange en primer ministro, Clark fue nombrada por el Gobierno delegada de la III Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada por la ONU en Nairobi, Kenya. Abanderada de las causas de la paz y el desarme mundiales, su activismo mereció en 1986 el premio anual de la Fundación Danesa de la Paz. En la política de casa, ella estaba estrechamente vinculada a estas cuestiones en su condición de miembro de la Cámara de Representantes; así, entre 1984 y 1987 presidió los comités parlamentarios de Asuntos Exteriores, Defensa, y Desarme y Control de Armas.

En agosto de 1987 Clark entró finalmente en el Gabinete Lange como ministra por partida doble, portando las carteras de Protección del Medio Ambiente y de Vivienda. Tras la dimisión de Lange en agosto de 1989, el nuevo primer ministro y líder laborista, Geoffrey Palmer, la mantuvo en el Ejecutivo en calidad de viceprimera ministra, ministra de Salud (un portafolio ya adquirido en enero anterior) y ministra de Empleo. Además, presidió el Comité de Equidad Social e integró los también comités gubernamentales de Política, Seguridad Interior y Exterior, Desarrollo Económico, Empleo, Control de Gastos y Agencias del Estado.

Cuando el NZLP perdió las elecciones de octubre de 1990 y el NP, de la mano de Jim Bolger, regresó al poder, Clark confirmó su condición de número dos del partido, ahora encabezado por Mike Moore, en tanto que vicelíder y portavoz parlamentaria para asuntos de Salud y Empleo. Erigida en una de las protagonistas en la reconstrucción de la unidad del NZLP, que en el agitado bienio de 1989-1990 conoció tres jefaturas, y personalmente evolucionada hacia postulados socialdemócratas más moderados, Clark aprovechó la segunda, aunque por la mínima, derrota electoral consecutiva de los laboristas en las legislativas del 5 de noviembre de 1993 para retar el liderazgo de Moore, al que consiguió descabalgar el 1 de diciembre.

Primera mujer al frente de uno de los dos partidos mayoritarios que venían turnándose en el Gobierno neozelandés desde 1935, Clark afianzó el compromiso del NZLP con el libre mercado y escoró ligeramente al centro del espacio político a una formación dispuesta a tirar de pragmatismo para poder salir de la oposición. Su primer examen electoral a nivel nacional, las generales del 12 de octubre de 1996, constituyó un inesperado fracaso al caer el NZLP al 28,2% de los votos, 6,5 puntos menos que en 1993, y perder cuatro diputados, quedándose con 37. Clark, reelegida en la Cámara por quinta vez consecutiva, esta vez por Owairaka, otra circunscripción de Auckland, no escuchó demandas de dimisión y recibió de sus colegas un voto de confianza para intentar ganar las siguientes elecciones. Su gran rival interno, Phil Goff, quien había intentado derrocarla en mayo, prefirió no desenterrar las hostilidades.

La segunda vez fue, en efecto, la vencida. El imparable desgaste del Gobierno de los nacionales, desde 1997 dirigidos por Jenny Shipley, por sus fracasos en la lucha contra el desempleo (superior al 6%) y en las previsiones del crecimiento económico, puso en bandeja la victoria a los laboristas de Clark, que en los comicios del 27 de noviembre de 1999 capturaron el 38,7% de los sufragios y 49 escaños, 12 por debajo de la mayoría absoluta. A fin de asegurarse una mayoría más sólida en la Cámara de Representantes de 120 miembros, Clark llegó a un acuerdo con la Alianza, un conglomerado orientado a la izquierda que reunía a cinco partidos menores (demócratas, liberales, verdes, laboristas socialdemócratas y representantes de los indígenas maoríes) y aportaba una decena de escaños.

El 10 de diciembre de 1999 Clark prestó juramento como primera ministra, jefatura del Gobierno a la que sumaba la función de ministra de Arte, Cultura y Patrimonio, y secundada por líder aliancista Jim Anderton, un antiguo escindido del NZLP, nuevo viceprimer ministro. Clark se convirtió en la segunda primera ministra en la historia del país, pero también protagonizó la primera alternancia en todo el mundo, de manera directa y por la vía electoral, entre mujeres jefas de Gobierno en un sistema parlamentario. Tras asumir, Clark anunció un giro moderadamente izquierdista en el manejo de la economía después de 15 años de políticas liberales, indistintamente practicadas por nacionales y laboristas, las cuales habían supuesto avances decisivos en la desregulación y en la competitividad de los productos neozelandeses en los mercados internacionales, pero también una merma en el estado del bienestar y desequilibrios en la distribución de la riqueza nacional.

Su plan de Gobierno se concretaba en una mayor presión fiscal sobre las rentas más altas y en el incremento del gasto en las partidas sociales, pero tratando al mismo tiempo de mantener la inflación controlada, por debajo del 1,5% anual, y unos presupuesto sin déficit; de hecho, 1999 cerró ya con un superávit del 0,8% en las cuentas públicas. Estos dos compromisos con el equilibrio fiscal y la estabilidad monetaria invitaron a opinar a los analistas que el Gobierno de Clark no iba a alterar las líneas maestras de su predecesor, si bien el compromiso social quedó patente con la pronta puesta en marcha de una legislación laboral protectora de los asalariados y la suspensión de la privatización del sistema de pensiones.

En el trienio que siguió, la gestión doméstica de Clark se caracterizó por un prudente manejo de los ingresos del Estado, tratando de alcanzar un equilibrio entre los compromisos de gasto en áreas sociales como la educación, la sanidad y la atención de la comunidad maorí por un lado, y la vigilancia de los déficits y la inflación por el otro. En política exterior, el país adoptó una postura activa, incluso de defensa lejana, para la salvaguardia de las seguridades nacional y regional. En concreto, Nueva Zelanda continuó su participación en las tareas de mantenimiento de la paz en Timor Oriental bajo pabellón de la ONU en vísperas de la independencia de la ex colonia portuguesa ocupada por Indonesia. También, se involucró, no sin acusaciones de injerencia, en la reconducción de las crisis políticas de Fiji, Islas Salomón y la isla separatista de Bougainville, en Papúa-Nueva Guinea.

Rememorando un poco la diplomacia de los años de Lange, el ministro de Exteriores, Phil Goff, interpeló a los gobiernos británico y francés por el tránsito naval de materiales nucleares en el Pacífico Sur, y al japonés por la violación encubierta de la moratoria internacional de la pesca de ballenas. Ahora bien, las relaciones con Estados Unidos, con quien Nueva Zelanda estaba ligado (al tiempo que con Australia, formando un pacto triangular) en virtud del Tratado de Seguridad del Pacífico de 1951, el ANZUS, y del que desde 1997 tenía el estatus de Aliado Importante No de la OTAN (MNNA), no fueron cuestionadas.

Aunque Clark no modificó un ápice la política antinuclear, implementada por Lange en la década de los ochenta, que declaraba a Nueva Zelanda país desnuclearizado y en consecuencia vetaba la presencia en sus costas de buques de la Armada de Estados Unidos susceptibles de llevar cabezas atómicas en misiles de crucero (postura que había inducido a Washington a cancelar su compromiso con la defensa militar del archipiélago en caso de amenaza para su seguridad, por lo que Nueva Zelanda, en la práctica, tenía suspendida su participación en el ANZUS), la primera ministra se las arregló para estrechar los lazos transoceánicos y hacer honor al MNNA neozelandés al socaire de la alerta mundial desatada por los atentados yihadistas del 11 de septiembre de 2001.

Al igual que hicieron otros muchos gobiernos del mundo, el de Wellington se apresuró a notificar su participación en la alianza global contra el terrorismo anunciada por el presidente George Bush, quien en marzo de 2002 recibió a Clark en Washington. El compromiso antiterrorista de Nueva Zelanda se sustanció en el despacho a Afganistán de 30 comandos de élite para sumarse a las operaciones multinacionales de rastreo de elementos del depuesto régimen talibán y de Al Qaeda.


2. El segundo y el tercer gobiernos Clark

Con la economía creciendo al 4% anual, el desempleo rebajado al 5% y el enjuague de la deuda pública, gracias a los sobrantes presupuestarios, bien encarrilada también, Clark, una política no propiamente carismática aunque sí con una imagen de eficiencia, llegó en estado de gracia a las elecciones generales del 27 de julio de 2002. Los comicios fueron adelantados por la gobernante tras romperse la coalición con la Alianza, que disentía del envío de soldados de Afganistán.

El NZLP volvió a ganar con el 41,3% de los votos y 52 escaños, un sensible ascenso con respecto a 1999 pero todavía insuficiente para poder gobernar sin apoyos. El NP de Bill English, quien había relevado a Shipley el año anterior, sufrió el peor descalabro de su historia y perdió la tercera parte de sus votos y sus diputados. El 8 de agosto Clark firmó un pacto de gobierno con el nuevo Partido Progresista, fundado por Jim Anderton tras dejar la Alianza y propietario de dos escaños. Aparte, la jefa laborista suscribió un pacto de soporte parlamentario con Futuro Unido, el partido centrista de Peter Dunne, que aportaba otros ocho diputados, asegurándose así el respaldo legislativo por mayoría absoluta. El nuevo Gobierno, con Michael Cullen de viceprimer ministro y ministro de Finanzas, y Phil Goff siguiendo en Exteriores, tomó posesión el 15 de agosto de 2002.

A cambio de su respaldo, las dos formaciones minoritarias obtuvieron de Clark concesiones como el establecimiento de una comisión gubernamental para asegurar los ingresos y el bienestar de las familias, y un programa educativo contra la drogadicción. El Partido Verde, proclive a votar a favor de las propuestas del Gobierno en la anterior legislatura, advirtió que no apoyaría a Clark en la Cámara ante su intención de levantar la moratoria del comercio de alimentos transgénicos; para los ecologistas, la promesa por la primera ministra de proceder en breve a la ratificación del Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático resultaba insuficiente.

El segundo Gobierno Clark acometió diversos cambios sociales (legalización de las uniones civiles sin excluir a la comunidad LGTBI, despenalización de la prostitución) y constitucionales (abolición de las apelaciones judiciales al Privy Council de Londres y creación del Tribunal Supremo de Nueva Zelanda, dos pasos encaminados a plasmar la "inevitable" identidad republicana del país), y no dejó de implicarse en cuestiones de índole internacional. En 2003 la primera ministra criticó la invasión angloestadounidense de Irak por no disponer esta acción bélica de un mandato explícito de la ONU, pero luego accedió a contribuir a las fuerzas internacionales de ocupación con unas pocas decenas de soldados en misión no de combate, fundamentalmente ingenieros más algún personal médico. Según Clark, Nueva Zelanda únicamente estaba interesada en apoyar la reconstrucción del país árabe y en prestar ayuda humanitaria a sus habitantes. El contingente de 61 ingenieros destacado en Basora bajo mando británico, la llamada Task Force Rake, retornó en septiembre de 2004, pero en Irak permaneció una unidad militar de enlace con la coalición que encabezaba Estados Unidos.

Meses después, en enero de 2005, Clark se unió a la conferencia internacional de líderes celebrada en Yakarta para coordinar la asistencia humanitaria a las víctimas del devastador maremoto del océano Índico. Por otra parte, experimentaron un gran empujón las relaciones bilaterales con China, muy importante socio comercial. En abril de 2008, tras cuatro años de negociaciones, Nueva Zelanda y China iban a suscribir un Tratado de Libre Comercio cuya completa implementación, muy gradual, no se esperaba antes de 2019.

Clark y el NZLP resistieron por los pelos el fortísimo rebote del NP, ahora conducido por Don Brash, en las elecciones generales del 17 de septiembre de 2005. Los laboristas preservaron la primacía parlamentaria con el 41,1% de los votos y 50 escaños, uno menos que en 2002, mientras que los nacionales les pisaron los talones con 48 diputados. El 17 de octubre Clark anunció un nuevo acuerdo de coalición, técnicamente de minoría como los anteriores, que tomaba como socio ministerial de nuevo al Partido Progresista (un escaño) y como aliados parlamentarios, con tres, seis y siete escaños respectivamente, a Futuro Unido, el Partido Verde y Nueva Zelanda Primero (NZ First), tratándose este último del partido populista de derecha nacionalista y antiinmigración liderado por Winston Peters.

El progresista Anderton accedió a la cartera de Agricultura, mientras que Peters recibió el puesto de Exteriores en sustitución de Goff, quien pasó a Defensa, y Peter Dunne el de Ingresos. Aunque ministros responsables de sus áreas en el Gobierno, los líderes de NZ First y Futuro Unido no eran oficialmente miembros del Gabinete. El 19 de octubre e 2005 Clark, primer líder del NZLP en ganar tres elecciones generales consecutivas, prestó juramento de su tercera jefatura del Gobierno ante la gobernadora general representante de la reina Isabel II de Inglaterra, Silvia Cartwright. Es decir, ahora mismo, en Nueva Zelanda, el jefe nominal del Estado, quien se trataba de un monarca extranjero, su representante en el país y el jefe del Gobierno eran mujeres. Al igual que el speaker de la Cámara de Representantes, Margaret Wilson, y el jefe de la Justicia, Sian Elias.

El tercer Gabinete Clark estableció un nuevo programa de ahorro individual y voluntario de los ciudadanos dirigido fundamentalmente a complementar las prestaciones públicas de la pensión de jubilación. El conocido como KiwiSaver se desarrolló en paralelo al Superannuation Fund, fondo soberano creado en 2001 con el que el Estado preveía cubrir los costes extra que el envejecimiento demográfico iba a acarrear al sistema de pensiones. También, siguieron su curso el programa de subvenciones Working for Families, destinado a las familias con hijos para ayudar a los padres trabajadores, acabar con la pobreza infantil y ampliar los derechos de la conciliación laboral-familiar, y el marco de discriminación positiva Closing the Gaps, para el desarrollo social y económico de los neozelandeses maoríes y de otras etnias isleñas del Pacífico.

En la esfera exterior, Nueva Zelanda mantuvo su compromiso militar con la Misión de Asistencia Regional a las Islas Salomón (RAMSI) y en 2006 no se marginó de la Operación Astute, una intervención multinacional liderada por el Ejército australiano para la pacificación de Timor-Leste, sacudido por una sublevación militar. En diciembre de 2015 Clark asistió en Kuala Lumpur a la I Cumbre de Asia del Este (CAE), nuevo foro de encuentro entre los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), el grupo de tres países formado por China, Japón y Corea del Sur (ASEAN+3) y, con carácter individual, India, Australia y Nueva Zelanda.

En el ecuador de 2008, un año electoral (en Nueva Zelanda las votaciones generales son cada tres años), la casi década de gobierno de Helen Clark mostraba claros signos de erosión y agotamiento. Ya desde 2006 los laboristas iban a la zaga de los nacionales en los sondeos de intención de voto y esa desventaja estaba aumentando. En el segundo trimestre del año la economía neozelandesa, cuyo pilar eran las exportaciones agropecuarias, entró oficialmente en recesión al encadenarse al retroceso de tres décimas registrado entre enero y marzo una contracción adicional del -0,2%. La larga racha de bonanza, que había permitido dejar el paro en cotas mínimas, tocaba a su fin en el contexto de la rápida desaceleración de las economías occidentales y en la víspera del catastrófico crash financiero de Lehman Brothers en Estados Unidos. Nueva Zelanda había estado en recesión por última vez en 1991, cuando su economía cayó un 1,6%, y ahora afrontaba un escenario por lo menos igual de negativo. Para paliar los daños, el Gobierno y el Banco de Reserva de Nueva Zelanda dispusieron una bajada de impuestos y el recorte también de los tipos de interés, que se encontraban entre los más elevados de la OCDE.

Al finalizar el verano, a las inclemencias económicas se les sumaron las presiones políticas a causa de la peripecia personal de Winston Peters, quien el 29 de agosto hubo de dimitir como ministro de Exteriores tras abrirle el Parlamento una investigación por la financiación irregular de su partido, beneficiado por una serie de donaciones no declaradas. Desde la oposición conservadora, liderada desde 2006 por John Key, Clark, convertida ya en el líder más duradero del NZLP en sus 92 años de historia y recién venida de una accidentada expedición de alta montaña que ella y su marido Peter, muy aficionados a esta práctica deportiva, habían realizado en los Alpes del Sur, la cordillera de picos nevados que recorre la Isla Sur del archipiélago, fue instada a fijar sin más demora la fecha de las elecciones del otoño. En un primer momento, la primera ministra, acusada por sus detractores de gobernar con un estilo personalista e intervencionista (dicho sea de paso, hizo fortuna el neologismo, entre sarcástico y peyorativo, de Helengrado), se resistió a dar ya por agotada la legislatura con el argumento de que en el electorado no había ansia por cambiar de ciclo parlamentario, pero el 12 de septiembre anunció que las elecciones tendrían lugar el 8 de noviembre.

Días después, la Cámara de Representantes aprobó la Climate Change Response (Emissions Trading) Amendment Act, ley que contenía el primer esquema nacional de comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero. Aparte, Clark, en un acto proselitista, afirmó que de haber estado el NP en el poder en 2003, los 60 soldados mandados a Irak habrían regresado a casa no sanos y salvos, sino "metidos en bolsas". El comentario fue censurado por el principal partido de la oposición, que lo tachó de "inmoral".

Los sondeos acertaron y el 8 de noviembre de 2008 el NZLP, con el 34% de los votos y 43 escaños, fue batido por el NP. Key, de acuerdo con las encuestas el político más popular del país, formó el 19 de noviembre el nuevo Gobierno de los nacionales; se trataba de un Gabinete monocolor y de minoría, aunque contaba con el apoyo parlamentario de los partidos Futuro Unido, ACT y Maorí. Ese mismo día, Clark se despidió también como líder de los laboristas, función que pasó a Phil Goff.


3. Etapa posterior en la alta función de la ONU

La ex primera ministra sirvió en la política nacional durante unos meses más como diputada, ejerciendo el que era su décimo mandato parlamentario desde la elección de 1981, y como portavoz de Política Exterior en el Shadow Cabinet de Goff. Se trató empero, de un epílogo político meramente temporal, ya que Clark, con el impulso decidido del Gobierno Key, presentó su candidatura a un puesto de alto relieve en la función pública internacional, la Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD o UNDP), oficina que tenía el rango de una subsecretaría general de la ONU y conllevaba la presidencia del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Desde 1966 el PNUD había tenido siete administradores, todos varones; el actual titular, elegido en 2005, era el turco Kemal Dervis, quien deseaba marcharse antes de concluir su mandato el 14 de agosto de 2009.

La postulación de Clark al PNUD fue un éxito. El 31 de marzo de 2009 la Asamblea General de la ONU, por voto unánime, confirmó el nombramiento de la neozelandesa y el 27 de abril siguiente, previa baja en la Cámara de Representantes de Wellington, el secretario general Ban Ki Moon tomó a Clark juramento del cargo en Nueva York. Con un mandato inicial de cuatro años, Clark pasaba a dirigir la mayor agencia de la ONU en el ámbito del desarrollo, presente en 166 países y con un presupuesto anual aproximado de 5.000 millones de dólares. En estos momentos, el PNUD estaba embarcado en la materialización de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), un ambicioso programa, fijado en 2000 y con horizonte operativo hasta 2015, de ocho metas globales en torno a la erradicación de la pobreza y el hambre, la reducción de la mortalidad infantil, la lucha contra el sida y otras enfermedades, la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, la sostenibilidad ambiental y la buena gobernanza.

Antes de llegar al PNUD, Clark ya era una entusiasta valedora de los ODM. Además, en enero de 2008 la entonces primera ministra había recibido del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA o UNEP) su galardón Champions of the Earth, que reconocía el valor de su esquema de comercio de emisiones carbónicas y su estrategia para el consumo energético eficiente en Nueva Zelanda. A los ocho ODM les tomaron el relevo los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), conocidos genéricamente también como Agenda 2030 y concretados en 169 metas de carácter integrado, los cuales fueron adoptados por la Asamblea General de la ONU en su resolución 70/1 del 25 de septiembre de 2015, de título Transformando nuestro mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible.

Para entonces, Clark, reconocida por sus esfuerzos para mejorar la transparencia operativa, difundir las actividades (empleando como plataforma las redes sociales) e incrementar la presencia femenina en el organigrama del PNUD, ejercía un segundo período cuatrienal como administradora, concedido por Ban Ki Moon y la Asamblea General en abril de 2013. Pocos dudaban entonces de que la servidora neozelandesa, por méritos y carácter, tenía madera de secretaria general de la ONU. Ella también lo creía y en abril de 2016 el Gobierno nacional de Nueva Zelanda, del que Key seguía siendo primer ministro, presentó la candidatura de la anterior líder laborista para suceder al surcoreano Ban. Clark entró así a una apretada competición de múltiples aspirantes.

Su candidatura fue en representación del grupo regional de estados miembros conocido como Europeo Occidental y Otros (WEOG, que incluía a los países europeos occidentales más Turquía, Australia, Canadá, Nueva Zelanda e Israel, con Estados Unidos de observador), el mismo al que se adscribía el postulante favorito, el ex primer ministro portugués (1995-2002) y ex Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR, 2005-2015) António Guterres. En octubre de 2016 el Consejo de Seguridad de la ONU se decantó por Guterres y recomendó su nombramiento a la Asamblea General.

Desde el 1 de enero de 2017, por tanto, Clark administró el PNUD con Guterres en la Secretaría General. El 19 de abril del mismo año la funcionaria neozelandesa concluyó su mandato en la ONU y se despidió de su despacho de Nueva York, al que accedió el brasileño Achim Steiner. Desde entonces, Helen Clark ha seguido activa en palestras internacionales como la Global Commission on Drug Policy, con sede en Ginebra, y la Open Government Partnership (OGP), de la que es embajadora. En 2018 Clark publicó el libro Women, Equality, Power: Selected speeches from a life of leadership.

(Cobertura informativa hasta 1/12/2018)