Hakainde Hichilema

Pese a la precariedad socioeconómica, las tensiones políticas y los incidentes violentos, Zambia, con tres alternancias electorales entre cuatro partidos distintos desde los primeros comicios pluralistas de 1991, no descarrila en las vías de la estabilidad y la democracia. El último hito, envuelto en una polémica y un tumulto que finalmente no pasaron a mayores, lo ha protagonizado Hakainde Hichilema, líder opositor del Partido Unido para el Desarrollo Nacional (UPND) y ganador de las presidenciales del 12 de agosto de 2021 con el 59% de los votos. Atrás quedan para él cinco intentos electorales frustrados desde 2006 y un duro período carcelario de 127 días en 2017, intento de amedrentamiento político en base a unas acusaciones judiciales fabricadas que dispararon su popularidad. El aspirante a una reelección que las urnas le han negado, Edgar Lungu, del Frente Patriótico (PF) y presidente con tics autoritarios, encajó mal su derrota; su primera reacción fue atribuirla a una campaña de intimidación y agresiones perpetrada por los partidarios de su rival en las circunscripciones donde eran fuertes, pero el 16 de agosto, con el escrutinio ya concluido y nada más declarar la Comisión Electoral a Hichilema presidente electo, se resignó a asumirla.

El 24 de agosto Hichilema, alias HH, tomó posesión como séptimo presidente de Zambia en una atmósfera de paz, con un mandato inicial de cinco años y una cuota parlamentaria que roza la mayoría absoluta. Su promesa obvia es mitigar las penurias de un país de desarrollo medio en extremo dependiente de las exportaciones de cobre –extraído de las ricas minas de la región de Copperbelt por compañías que en su mayoría son chinas- y sacar a millones de paisanos del desempleo y la pobreza. En 2012 la economía zambiana empezó a perder fuelle y en 2020 registró su primera recesión severa en un cuarto de siglo, una contracción del 3%. Ahora, hay esperanzas de que el encarecimiento de la cotización del cobre hasta precios récord, poniendo fin a una tendencia bajista y debido a la fuerte demanda mundial del metal, traiga unas ganancias coyunturales que permitan contener la galopante deuda externa pública y privada, equivalente al 130% del PIB y sumidero del 35% de todos los ingresos, y esquivar la bancarrota nacional. Por de pronto, la recuperación del sector cuprífero ya se está notando en las cifras del crecimiento.

En noviembre de 2020 Zambia incumplió un devengo de intereses de eurobonos por 42,5 millones de dólares y técnicamente entró en suspensión de pagos, convirtiéndose en el primer país africano que incurría en default en tiempos de pandemia. Poco después, en enero de 2021, Zambia se saltó el pago de otro cupón de deuda soberana por valor de 56,1 millones y con vencimiento en 2027. En estas circunstancias, la tarea más urgente del nuevo presidente, un empresario favorable al libre mercado que no olvida invocar la ya clásica consigna de la "tolerancia cero" con la corrupción, es conseguir que los tenedores de bonos y prestamistas internacionales –con China, de nuevo, a la cabeza- accedan a una reestructuración de deuda con quita para que el Estado, acogido a las asistencias del FMI y el G20, pueda hacer frente a sus próximos compromisos de pago y a la vez movilizar recursos contra la COVID-19, cuya incidencia alteró la campaña electoral. Ahora mismo, el servicio de la deuda y los salarios de los funcionarios se llevan el grueso del presupuesto del Gobierno. Al poco de tomar las riendas del país, Hichilema denunció que se había encontrado el tesoro público "vacío" y que la Administración anterior había escamoteado las verdaderas dimensiones del agujero fiscal.


(Texto actualizado hasta septiembre de 2021)

Hakainde Hichilema, titulado en Finanzas y Negocios por la Universidad de Birmingham, casado y con tres hijos, hizo el salto a la política a partir de una próspera carrera empresarial en el sector privado. Fue alto ejecutivo de las filiales en Lusaka de las multinacionales de servicios profesionales PricewaterhouseCoopers (PwC) y Grant Thornton International hasta julio de 2006, momento en que se convirtió en el líder del Partido Unido para el Desarrollo Nacional (UPND), la primera fuerza de la oposición zambiana. Hichilema, que derrotó en este envite interno al abogado de derechos humanos Sakwiba Sikota, cubrió el vacío dejado por la muerte en mayo anterior de Anderson Mazoka, fundador del UPND en 1998 como una escisión liberal del partido entonces gobernante, el Movimiento por la Democracia Multipartidista (MMD) del presidente Frederick Chiluba.

El administrador de empresas, quien era miembro bautizado de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, llegó a tiempo para candidatear en las elecciones presidenciales de septiembre de 2006, donde se enfrentaba con el sucesor de Chiluba, Levy Mwanawasa, postulante para un segundo mandato. Con el 25,3% de los votos, Hichilema quedó tercero y no consiguió revalidar la segunda posición sacada por Mazoka en 2001, ahora arrebatada por Michael Sata del Frente Patriótico (PF, otra escisión del MMD). En las legislativas, la Alianza Democrática Unida (UDA) formada por el UPND, el Partido Unido de la Independencia Nacional (UNIP, el antiguo partido único del primer presidente de Zambia, Kenneth Kaunda) y el Foro por la Democracia y el Desarrollo (FDD) tuvo un mal rendimiento y solo recibió 26 escaños, 48 menos que los sacados en 2001 por separado. Esta decepción electoral no enfrió el compromiso político del acaudalado hombre de negocios, quien tenía por delante otras cuatro tentativas fallidas.

El siguiente intento de Hichilema por llegar a la Presidencia de la República llegó pronto, en octubre de 2008, debido al fallecimiento del presidente Mwanawasa, y se saldó otra vez con el tercer puesto, no llegando ahora al 20% de los votos. En los tres años siguientes, Hichilema condujo al UPND en la oposición al tercer presidente del MMD, Rupiah Banda. El balance de fuerzas se mantuvo básicamente intacto para Hichilema y el UPND en las elecciones generales de septiembre de 2011, con la diferencia de que esta vez Sata consiguió imponerse en las urnas y la labor de oposición se redirigía por tanto contra el PF. Nuevamente una cesura repentina en la jefatura del Estado, la muerte de Sata por causas naturales en octubre de 2014, condujo a Zambia a unas elecciones intercaladas. Hichilema, que tenía el caladero de votos en su terruño, la Provincia del Sur, lindera con Zimbabwe, llegó a su cuarta apuesta presidencial en condiciones bastante mejores que las veces anteriores, impulsado por el declive de su competidor en la oposición, el MMD, un partido señalado por amparar las prácticas corruptas, y por el desgaste que sus luchas internas le estaban acarreando al PF.

Su adversario del oficialismo de turno era en esta ocasión Edgar Lungu, ministro de Defensa y de Justicia con el presidente Sata y ahora con su sucesor en funciones, Guy Scott. Lungu hizo una campaña rica en promesas populistas con la que consiguió frenar el ímpetu que traía Hichilema. Las elecciones tuvieron lugar el 20 de enero de 2015 y el escrutinio oficial confirió la victoria a Lungu con el 48,8% de los votos, seguido muy de cerca por Hichilema con el 47,16%. La nimiedad de su desventaja empujó al líder opositor a denunciar los datos publicados por la Comisión Electoral de Zambia (ECZ), pero sin aportar pruebas sólidas de un pucherazo. Muy enfadado, Hichilema habló de "elecciones robadas" y tachó a Lungu de "presidente ilegítimo". Sin embargo, llamó a sus seguidores a no provocar disturbios, recordando la cercanía de las elecciones generales de 2016, en las que volvería a competir. El equipo de observación de la Unión Africana, presidido por la sudafricana Nkosazana Dlamini-Zuma, en cambio, no detectó indicios de fraude y felicitó a los zambianos por haber organizado "una elección ejemplar, exitosa y pacífica". La participación apenas superó el 30% del censo, con diferencia la más baja de las seis elecciones presidenciales habidas desde 1991 y que los observadores atribuyeron a los problemas logísticos causados en muchas circunscripciones por las lluvias torrenciales caídas en las últimas semanas.

Hichilema se apresuró a pasar página para preparar su siguiente candidatura presidencial, la quinta en su aún no dilatada pero sí intensa carrera política. La campaña electoral de 2016 prolongó la polarización generada el año anterior, cuando los candidatos de los restantes partidos se limitaron a jugar un papel de comparsas. Celebradas en un ambiente enrarecido por las acusaciones mutuas del PF y el UPND de incitar los actos de violencia y generar tensión, y por el arresto de la mano derecha de Hichilema, Geoffrey Bwalya Mwamba, vicepresidente del partido, bajo la acusación de estar formando una milicia ilegal, las elecciones del 11 de agosto de 2016 tuvieron en Lungu un vencedor solo un poco menos ajustado que en 2015. Esta vez, la ECZ adjudicó al mandatario el 50,35% de los votos y a su contrincante opositor 2,72 puntos menos. En los comicios a la Asamblea Nacional, el UPND vio sustancialmente mejorada su posición secundaria, con una ganancia de 30 diputados, a costa del partido del Gobierno y, sobre todo, de un MMD evaporado. Hichilema volvió a protestar, alegando que la ECZ había trucado los resultados en el tiempo que había tardado en publicarlos. Ni la Unión Africana, ni la Unión Europea ni Estados Unidos apreciaron indicios de fraude y emitieron un sello de transparencia y limpieza, si bien hicieron notar la parcialidad de los medios de comunicación en favor del PF y la tardanza de las autoridades en comunicar los resultados electorales.

Hichilema intentó bloquear el arranque del segundo mandato presidencial de Lungu pleiteando ante la Justicia, pero el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Superior de Lusaka frustraron esta estrategia. Agotada la vía judicial, Hichilema persistió en su desafío político practicando el boicot parlamentario y negándose a reconocer a Lungu como presidente legal. La respuesta del oficialismo fue contundente y descaradamente abusiva.

El 11 de abril de 2017 el líder opositor fue arrestado por la Policía con modos brutales en su propio hogar, después de que su vehículo rehusara ceder el paso a la comitiva motorizada que trasladaba al presidente en una calle de Lusaka. De manera arbitraria, la fiscalía le formuló un cargo de "traición" por "intento de derrocar al Gobierno", acusación espuria que fue admitida por los tribunales y que suponía un delito castigado con la pena capital. Hichilema quedó recluido en un penal de máxima seguridad a la espera de juicio. Su estadía en prisión se prolongó durante cuatro meses, hasta que el 16 de agosto recibió la libertad sin cargos. En todo este tiempo, sobre el Ejecutivo zambiano llovieron las críticas y condenas, domésticas y del exterior. Gobiernos, organismos internacionales y ONG exigieron a Lungu, metido en apariencia en una deriva autoritaria, que dispusiera la inmediata puesta en libertad de Hichilema, sin ninguna duda objeto de una represalia puramente política. Semanas antes de salir Hichilema de prisión, el 5 de julio, el presidente impuso el estado de emergencia nacional con el pretexto de unos misteriosos ataques incendiarios contra edificios de Lusaka. Tras su liberación, Hichilema contó que la Policía, tras detenerle, le tuvo durante ocho días aislado en una celda sin comida ni luz, le maltrató físicamente y le sometió a la tortura de rociarle los genitales con spray de pimienta.