Guy Verhofstadt

El primer ministro de Bélgica entre 1999 y 2008 fue Guy Verhofstadt, líder en diversos períodos de uno de los principales partidos políticos de la Comunidad Flamenca, el liberaldemócrata Open-VLD, antes llamado VLD y PVV. En origen un joven neoliberal admirador del thatcherismo, Verhofstadt evolucionó a un liberalismo con acentos más sociales y progresistas, al tiempo que afianzó un doble compromiso con el federalismo: el que mantiene unido a su país, Bélgica, Estado que ensamblan con creciente dificultad los flamencos neerlandófonos al norte, los valones francófonos al sur y la isla bilingüe de Bruselas en medio; y el que podría pautar la construcción europea, hoy por hoy dominada por el poder intergubernamental. Como ganador por escaso margen de las elecciones generales de 1999 y 2003, Verhofstadt, primer jefe de Gobierno no cristianodemócrata o socialista desde antes de la Segunda Guerra Mundial, encabezó dos gabinetes nacionales de amplia coalición, con socialistas, liberales/reformistas y verdes de las dos comunidades, que agotaron sendas legislaturas.

Su primer Gabinete (1999-2003), rico en realizaciones, acometió una reforma de la administración federal que dotó de más competencias a las regiones y comunidades, promovió la justicia penal universal, sacó adelante un ramillete de leyes sociales (eutanasia, matrimonio gay) pioneras en Europa y, en política exterior, se opuso tenazmente a la invasión de Irak y alentó una Europa de la Defensa autónoma de la OTAN que no fraguó. Su proximidad a Francia y Alemania fue paralela a su mala sintonía con el Reino Unido y Estados Unidos. En su segundo Gobierno (2003-2007), Verhofstadt, un defensor declarado del concepto de belgitud, encajó el desafío del fuerte avance de las opciones electorales soberanistas e independentistas en su Flandes natal y libró con mediano éxito una lucha contra el déficit y la deuda públicos que dejó casi intacto el Estado del bienestar belga.

Pese a perder las elecciones de 2007, el primer ministro siguió gobernando hasta 2008 debido a la incapacidad durante meses del aspirante a sucederle, el democristiano flamenco Yves Leterme, para formar un ejecutivo viable. El efímero Gobierno Verhofstadt III fue un equipo interino de gestión, el cual aportó una dosis adicional de moderación a un país que justo después se sumió en una múltiple turbulencia bancaria, económica y política, antesala de una nueva y más aguda crisis de gobernabilidad azuzada por las exigencias del nacionalismo flamenco y las resistencias de los francófonos a asumirlas.

En 2009 Verhofstadt salió elegido miembro del Parlamento Europeo y se convirtió en el líder del Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ADLE). Consecuente con su europeísmo de signo federalista, durante la crisis de las deudas soberanas de la Eurozona defendió la emisión de eurobonos y criticó el conservadurismo financiero de la canciller alemana Angela Merkel. En 2014, con motivo de las elecciones Europeas y una década después de su primera candidatura, entonces frustrada por el veto anglo-italiano, es aspirante a presidir la Comisión Europea en nombre de la ADLE. Sus propuestas se centran en la creación de empleo, la reducción de la burocracia, y la eficiencia y la transparencia de las instituciones europeas, a la vez que pone en guardia contra el avance del euroescepticismo y se confiesa "obsesionado" con la pérdida de influencia de Europa en el mundo.

(Texto actualizado en abril 2014)

1. Joven líder de liberalismo flamenco
2. El primer Gobierno Verhofstadt (1999-2003)
3. El segundo Gobierno Verhofstadt (2003-2007)
4. El tercer Gobierno Verhofstadt (2007-2008)
5. Líder de los liberal-demócratas europeos y candidato a presidir la Comisión Europea en 2014


1. Joven líder de liberalismo flamenco

Aunque nacido en Dendermonde, desde la adolescencia vivió en la cercana Gante, la capital provincial de Flandes Oriental, donde su padre, antes de convertirse en magistrado de justicia, asesoraba en cuestiones jurídicas a Willy De Clercq, ministro de Finanzas en el Gobierno central y líder del Partido de la Libertad y el Progreso (PVV). La trayectoria liberal de la familia y su amistad con De Clercq vincularon a Verhofstadt desde temprana edad con el PVV, partido que recogía la tercera gran tradición política del país, además de la socialista y la social cristiana, y que desde su formación en 1961 era el heredero directo del histórico Partido Liberal (LP/LP), fundado en 1846 como el primer partido político de Bélgica.

En 1972, siguiendo la tendencia regionalista que afectaba al conjunto del sistema político belga, el partido se dividió en dos: el PVV, con implantación en el Flandes neerlandófono, y el PLP, basado en la Valonia francófona (en la región de Bruselas, bilingüe, operaron los dos partidos). De Clercq y Verhofstadt se adscribieron siempre al liberalismo flamenco. En 1970 el joven Verhofstadt se graduó en lenguas clásicas por el Koninklijk Atheneum de Gante y en 1975 obtuvo la licenciatura en Derecho en la Universidad Estatal de la misma ciudad, donde entre 1972 y 1974 presidió la Unión de Estudiantes Liberales Flamencos (LVSV). Desde 1975 ejerció la abogacía en su ciudad adoptiva y al mismo tiempo desarrolló una carrera política que resultó notoria por la precocidad de sus sucesivas promociones.

Elegido consejero comunal (concejal) en Gante en 1976, al año siguiente De Clercq le tomó como su secretario político cuando recuperó la presidencia del PVV. Paradigma del ascenso político meteórico gracias a un poderoso patrocinio personal, Verhofstadt fue elegido en 1979 vicepresidente del partido y presidente de su sección juvenil, y a comienzos de 1982, con 29 años, sucedió finalmente a De Clercq, quien en noviembre del año anterior había entrado como ministro de Finanzas en el Gobierno de coalición de Wilfried Martens, del Partido Popular Cristiano (CVP, flamenco).

El acceso de Verhofstadt a la cúpula del PVV marcó la imposición de las propuestas renovadoras de los militantes jóvenes, que incidían en la austeridad de las finanzas públicas y la remoción de barreras a la libre empresa. Los postulados del PVV, que en aquellos tiempos no gozaban aún de un predicamento general en Europa (y menos aún en Bélgica, cuyo extenso sector público daba empleo a un número muy elevado de funcionarios), encontraron no obstante un eco favorable en los votantes. Así se desprendió de las elecciones parlamentarias del 8 de noviembre de 1981, en las que el PVV, con el 12,9% de los votos, ascendió del cuarto al segundo puesto, por detrás del CVP, su adversario inveterado del centroderecha.

En aquella ocasión, el PVV disputó el campo liberal al Partido Reformista Liberal (PRL), una fuerza implantada en Bruselas y Valonia surgida en 1979 de la fusión del Partido Liberal (PL, formado por francófonos de Bruselas y a su vez nacido en 1974 de la unión de la sección local del PLP y de disidentes que no se les habían unido cuando la escisión de 1972) y el Partido de las Reformas y la Libertad de Valonia (PRLW, por su parte la suma en 1976 del PLP y una fracción del Reagrupamiento Valón -RW-, formado en 1968 por tres pequeños partidos valones). Existían algunas diferencias entre el PVV de Verhofstadt y el PRL de Jean Gol, ya que si el primero se mantenía más fiel al liberalismo democrático clásico, conservador por su énfasis en la defensa de las libertades del individuo, el segundo ofrecía una vertiente más social. De hecho, Verhofstadt se ganó el mote de Baby Thatcher por su encendida fe en la libertad de mercado y la iniciativa privada como motores de la prosperidad económica y el bienestar popular.

En las elecciones del 13 de octubre de 1985, que otorgaron al PVV un decepcionante 10,7% de los votos y le repusieron en la cuarta posición del Parlamento Federal, Verhofstadt salió elegido diputado en la Cámara de Representantes. A finales de noviembre fue nombrado viceprimer ministro y ministro del Presupuesto, de Investigación y del Plan en el sexto Gobierno Martens, con lo que cedió la presidencia del partido a Annemie Neyts-Uyttebroeck. Cuando en mayo de 1988 Martens formó un Gobierno de coalición sin el PVV, Verhofstadt estableció un gabinete en la sombra y se erigió en el líder de la oposición flamenca a la alianza de los dos partidos cristianodemócratas, el CVP de Herman Van Rompuy y su equivalente valón, el Partido Social Cristiano (PSC) de Gérard Deprez, más los dos socialistas, el SP flamenco de Frank Vandenbroucke y el PS valón de Guy Spitaels, todos los cuales coincidían en rechazar la querencia de Verhofstadt por unos presupuestos que fueran lo menos deficitarios posible.

En junio de 1989 Verhofstadt volvió a la presidencia del PVV, retomada de Neyts-Uyttebroeck. y en noviembre de 1992 dirigió su transformación, básicamente por motivos electoralistas, en el Partido Ciudadano-Liberales y Demócratas Flamencos (VLD). Verhofstadt, que en 1994 dejó la práctica legal como abogado para dedicarse exclusivamente a la política, depositó en las elecciones legislativas del 21 de mayo de 1995 sus esperanzas de poder quebrantar la primacía del CVP. En las votaciones del 24 de noviembre de 1991 el viejo PVV no había avanzado con respecto a la anterior edición, la del 13 de diciembre de 1987: con 26 escaños y el 12% de los sufragios, siguió siendo la cuarta agrupación en el Parlamento Federal. Las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 1994 situaron al VLD como la tercera fuerza más votada.

El panorama para los liberales flamencos mejoró ostensiblemente en las legislativas de 1995, cuando con el 13,1% recuperaron el segundo puesto en cuanto a porcentaje de votos a nivel federal, si bien quedaron empatados con el PS en el número de escaños, 21, en la nueva Cámara de Representantes de 150 miembros. Los resultados podían considerarse buenos, pero no tanto como para cerrar el paso a un nuevo Gobierno de coalición cuatripartito entre democristianos y socialistas. El nuevo Gabinete conservó la mayoría absoluta y su dirección recayó otra vez en Jean-Luc Dehaene (CVP), primer ministro desde marzo de 1992. Para Verhofstadt, los resultados de las elecciones de 1995 no colmaban las expectativas del VLD y dimitió inmediatamente como presidente de la formación, en la que fue sucedido por Herman De Croo. A pesar de que había ganado, y con holgura, el acta de senador, Verhofstadt opto por retirarse durante un tiempo a la región italiana de la Toscana, según sus palabras, "para leer y meditar".

En mayo de 1996 el político liberal regresó al proscenio político belga con una actitud más sosegada y un discurso rectificado, que ponía en un primer plano el capítulo de la protección social, tradicionalmente secundario en los programas del partido. En resumidas cuentas, Verhofstadt dio carpetazo al ultraliberalismo ardiente y abrazó nociones del social liberalismo, aproximándose al centro. Tras reincorporarse al Senado, para una de cuyas vicepresidencias fue elegido, Verhofstadt participó como informante en el Comité de Rwanda, establecido por la Cámara alta para investigar los acontecimientos que precedieron al genocidio de cientos de miles de tutsis y hutus moderados perpetrado en la antigua colonia africana entre abril y junio de 1994.


2. El primer Gobierno Verhofstadt (1999-2003)

El 7 de junio de 1997 Verhofstadt accedió por tercera vez a la presidencia del VLD y fue preparando al partido para la cita electoral de dentro de dos años, que los observadores auguraban crucial dado el retroceso general en las encuestas de los partidos de la coalición gobernante. El día de los comicios, el 13 de junio de 1999, el VLD alcanzó por fin la meta, acariciada desde la consagración del moderno parlamentarismo belga en 1919, de aventajar al CVP y de convertirse, aunque por la mínima, en la primera fuerza del país. En la Cámara de Representantes el partido de Verhofstadt obtuvo 23 escaños con el 14,3% de los votos, mientras que en el Senado capturó seis actas con el 15,3%. El cuatripartito gobernante perdió en conjunto 19 escaños, esfumándose su mayoría absoluta.

En los comicios al Parlamento de Flandes el VLD y el CVP empataron casi matemáticamente también en torno al 23% de los votos, si bien los popularcristianos obtuvieron aquí un escaño más. Y en las votaciones al Parlamento Europeo, celebradas asimismo en esta apretada jornada electoral, la situación se repitió virtualmente al enviar los rivales el mismo número de eurodiputados, tres, a Bruselas. Luego de tramitarse la dimisión de Dehaene, Verhofstadt recibió del rey Alberto II el mandato de formar el próximo Gobierno y el 7 de julio, invirtiendo para ello un plazo de tiempo inusualmente corto para los estándares belgas, llegó a un acuerdo con el PS de Elio Di Rupo, el SP de Fred Erdman, el PRL de Louis Michel y Daniel Ducarne, y, novedad absoluta en la política belga, los dos partidos ecologistas regionales, el Ecolo valón y el Agalev flamenco. Una séptima formación estrechamente vinculada al PRL, el Frente Democrático de Francófonos (FDF, implantado en Bruselas) de Olivier Maingain, no recibió puestos en el Ejecutivo, pero se sumó a la mayoría parlamentaria.

La coalición centroizquierdista arco iris de siete agrupaciones, una pluralidad no alcanzada antes en la abigarrada historia de la democracia parlamentaria belga, amalgamaba el 58,4% de votos populares y aseguraba al Ejecutivo entrante una cómoda mayoría absoluta de 94 escaños en la Cámara de Representantes y de 27 escaños en el Senado (sobre 40 elegidos directamente, ya que los 31 restantes eran cooptados por la Cámara dependiendo del tamaño de cada grupo).

El 12 de julio de 1999 Verhofstadt se convirtió en el primer jefe de Gobierno belga salido de un partido liberal desde Paul-Émile Janson (1937-1938), mientras que para el CVP fue su primera ausencia desde 1958 del Ejecutivo, que además había estado presidido por uno de los suyos ininterrumpidamente desde 1974. Al flamante titular del Gabinete le flanqueaban cinco viceprimeros ministros: Louis Michel (PRL), más la cartera de Exteriores; Laurette Onkelinx (PS), más Empleo; Johan Vande Lanotte (SP), más Presupuesto, Integración Social y Economía Social; Isabelle Durant (Ecolo), más Movilidad y Transporte; y Magda Aelvoet (Agalev), más Asuntos del Consumidor, Salud Pública y Medio Ambiente. Al día siguiente, el liberaldemócrata Patrick Dewael asumió el cargo también de ministro-presidente de Flandes y de la Comunidad Flamenca, reemplazando al democristiano Luc Van den Brande.

El programa económico que presentó Verhofstadt, valorado como social liberal, trataba de conciliar el conservadurismo fiscal de los liberales, las demandas de creación de empleo y de protección del Estado del bienestar de los socialistas y las reivindicaciones medioambientales de los verdes. Sus puntos más reseñables eran un plan de rebajas de impuestos y la privatización de empresas del Estado para compensar la consiguiente merma de los ingresos del erario público. Tras tomar posesión del cargo, Verhofstadt cedió a Karel de Gucht la jefatura del partido. A lo largo de su primera legislatura como gobernante, el líder liberaldemócrata, de carácter inquieto, dinámico y tendente a capturar protagonismo mediático, estuvo en el centro de un buen número de situaciones noticiosas de las políticas interior y exterior, que le otorgaron a él y a su Gabinete un predicamento inesperado.

Promoción de la justicia penal universal, reforma de la administración federal y ramillete de leyes sociales progresistas
A comienzos de 2000 el Gobierno Verhofstadt causaba sensación por su imagen de abanderado internacional en diversas causas de defensa de los Derechos Humanos; también, por su beligerancia en los casos de la persecución judicial extraterritorial del ex dictador chileno Augusto Pinochet y de la aplicación de sanciones europeas a Austria por la entrada en el Gobierno vienés del partido populista de derechas de Jörg Haider.

El ambiente era propicio para que el 8 de junio de 2001 el Tribunal de Justicia de Bruselas decidiera aplicar íntegramente una ley de 1993, única en el mundo, que facultaba a los tribunales de justicia nacionales para juzgar crímenes de lesa humanidad cometidos en cualquier lugar del mundo, y condenara por el delito de genocidio a cuatro ciudadanos rwandeses, dos de ellas monjas católicas. La histórica sentencia deparó una avalancha de demandas criminales contra líderes políticos de todo el planeta, desde el irakí Saddam Hussein hasta el israelí Ariel Sharon, pasando por varios sátrapas africanos.

Lo que empezó siendo una cuestión extrapolítica dejó de serlo desde el momento en que el Gobierno israelí hizo saber al de Bruselas que la admisión a trámite por la justicia de Bélgica de una denuncia por presuntos crímenes de guerra contra el primer ministro Sharon en relación con las matanzas de refugiados palestinos en Líbano en 1982 afectaría negativamente a las relaciones bilaterales. La advertencia israelí puso en una situación embarazosa al Gobierno Verhofstadt, el cual, además, avisó que el sistema judicial corría un riesgo de colapso si se daba luz verde al enorme número de demandas de particulares contra gobernantes mundiales, no pocos de ellos en ejercicio.

En la política de casa, el activismo del Gobierno Verhofstadt se hizo notar en dos terrenos principalmente, la reforma del Estado y la regulación de determinadas problemáticas sociales, medioambientales y científicas. La primera actuación supuso la segunda gran transformación del ordenamiento jurídico-institucional de Bélgica luego del rediseño constitucional de 1993, que había instituido una tipología de Estado federal a partir del refuerzo de las competencias y la autonomía de seis entidades supraprovinciales ya existentes: las regiones territoriales de Flandes, Valonia y Bruselas-Capital, y las comunidades lingüísticas Flamenca (neerlandófona), Francesa (francófona) y Germanófona.

Así, en enero de 2001 el Gobierno federal, los gobiernos de los entes federados y los partidos parlamentarios alcanzaron un consenso nacional básico en torno a tres puntos principales: la dotación de autonomía fiscal a las tres regiones (principalmente competentes en los ámbitos económico y social), la introducción de un plan de nueva financiación estructural de las tres comunidades (que gozaban de competencias en educación y cultura), y la previsión de regionalizar nuevas materias de gestión, como la administración de los municipios y las provincias, la agricultura, el comercio exterior y la cooperación al desarrollo. Las dos leyes especiales derivadas del acuerdo fueron aprobadas por las dos cámaras del Parlamento Federal en el mes de junio. En conjunto, este paquete legislativo recibió el nombre de Reforma Copérnico.

2002 fue el año de las grandes novedades legales en lo tocante a determinadas prácticas sociales reconocidas como derechos, pero que tenían profundas implicaciones religiosas y morales. El 16 de mayo, al cabo de largos y candentes debates, la Cámara de Representantes aprobó la ley de eutanasia, segunda de estas características en el mundo tras la sacada adelante en Holanda en 2000 y que fue acogida favorablemente por la mayoría de la población, según un sondeo. La ley, que entró en vigor el 23 de septiembre, despenalizaba la eutanasia activa de determinados enfermos incurables, no necesariamente en fase terminal o con desenlace de muerte segura, pero bajo unas estrictas condiciones: la petición de la interrupción de la vida debía ser solicitada por el paciente de manera "voluntaria, reflexionada y reiterada", y además por escrito; luego, dicha petición debía ser objeto de valoración pausada por el médico practicante y compartida con otros dos facultativos.

El 28 de noviembre el Senado aprobó otra ley que autorizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo, que como cónyuges civiles pasaban a adquirir los mismos derechos legales que las parejas heterosexuales, salvo el de la adopción de hijos. De nuevo, Bélgica fue el segundo país del mundo en dar este histórico paso después de Holanda. El 30 de enero de 2003 la Cámara de Representantes emitió su correspondiente luz verde al matrimonio gay. La norma fue promulgada por el rey el 13 de febrero y entró en vigor el 1 de junio. A continuación, el 5 de diciembre de 2002 la Cámara alta aprobó una propuesta de ley que permitía la investigación in vitro con embriones humanos de menos de 14 días y la clonación por motivos terapéuticos (es decir, para obtener células madre susceptibles de ser trasplantadas a un paciente sin rechazo inmunológico), si bien prohibía taxativamente esta técnica para la reproducción humana.

Por último, el 6 de diciembre la Cámara baja dio el visto bueno a otro proyecto para desmantelar las siete centrales nucleares que funcionaban en Bélgica entre 2015 y 2025, asunto que aguardaba en la agenda del Gobierno desde 1999 a instancias de los partidos verdes. Aquí, el envite de Verhofstadt y su equipo era de alto calado, ya que Bélgica era el tercer país del mundo que más electricidad con origen nuclear consumía. Sin embargo, el Gobierno se comprometió a garantizar el aprovisionamiento energético en paralelo al desarrollo de las renovables y el mantenimiento de las políticas de reducción de emisiones de efecto invernadero y de gestión integral de los desechos radiactivos. La coalición apostaba por un uso más racional de la energía, las fuentes no contaminantes, la cogeneración de calor y electricidad, y las centrales térmicas de ciclo combinado (con doble turbina, de gas y de vapor) como alternativa a las centrales nucleares.

En cuanto a la economía, 2001 trajo la evaporación del crecimiento fuerte, que el año anterior había alcanzado el 4% del PIB (una de las tasas más vigorosas de la UE en el cambio de siglo), dentro del raquitismo productivo que estaba enquistándose en toda la zona del euro. En el tercer año del Gobierno Verhofstadt la economía belga sólo creció un 0,7%. El saldo positivo de las finanzas públicas, logrado fatigosamente a rebufo de la convergencia financiera previa a la entrada en vigor de la moneda única europea en enero de 1999, volvió a dar paso al déficit, del 0,4% del PIB, aunque el valor se situó holgadamente por debajo del tope (el 3%) permitido por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea. Por el contrario, el alza de los precios se mitigó y la inflación descendió al 2,2% anual, mientras que el desempleo, no obstante la anemia económica, continuó por su lenta senda descendente, hasta situarse en el 6,6% al finalizar 2001.

Por lo demás, 2000 registró el arranque de una ambiciosa reforma fiscal destinada a reducir el impuesto sobre la renta de manera progresiva en un plazo de seis años y 2001 terminó con la noticia negativa de la quiebra de la aerolínea nacional, Sabena, en aprietos financieros desde hacía tiempo. El Gobierno renunció a sus intentos de reflotar a Sabena y decidió reestructurar la compañía, liquidándola de hecho. El resultado de esta operación de saneamiento y desmantelamiento fue una aerolínea mucho más pequeña y supuestamente competitiva, SN Brussels Airlines (SNBA).

Adalid de una construcción europea de signo federalista
En el ámbito de la UE, el primer ministro se sumó al grupo de líderes, la mayoría de orientación socialdemócrata, que sostenían que las políticas activas de empleo eran una condición imprescindible para dotar de mayor cohesión social al área comunitaria. En vísperas del Consejo Europeo de Lisboa, el 23 de marzo de 2000, Verhofstadt presentó un manifiesto conjunto con el primer ministro británico, el laborista Tony Blair. Sus autores propugnaban la modernización de los sistemas de protección social y del empleo con el objeto de equiparar los derechos y los deberes de los trabajadores, brindarles mayores incentivos laborales e insertar en el mercado laboral a población activa en paro, siendo la consecuencia deseada la reducción de los costes laborales para los empresarios.

Bélgica llevó la presidencia de turno del Consejo de la UE en el segundo semestre de 2001 y le puso brillante colofón con el Consejo Europeo de Laeken, el 14 y el 15 de diciembre, que abordó y acordó muchas e importantes cuestiones. La Declaración de Laeken sobre el futuro de la Unión Europea, calificada de histórica, contemplaba la elaboración de una Constitución para los ciudadanos europeos y convocaba una Convención sobre el Futuro de Europa con el mandato de preparar la Conferencia Intergubernamental consagrada a la reforma de las instituciones de la Unión, considerada imprescindible antes del ingreso de una decena de nuevos estados en 2004.

La cumbre de Laeken, además, fue presentada por la presidencia belga como decisiva para la concreción de la Política Europea de Seguridad y de Defensa (PESD), parte integral de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y cuyo potencial se pretendía ir desarrollando gradualmente. Así, los mandatarios declararon la operatividad de la PESD en paralelo a la participación europea en la nueva fuerza de seguridad multinacional para Afganistán, la ISAF. Por otro lado, Laeken supuso la implementación efectiva del Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia (ELSJ) de la UE con la entrada en vigor de la orden europea de detención y entrega, más conocida como la euroorden. El ELSJ se enmarcaba en el llamado tercer pilar de la UE, el de Asuntos de Justicia e Interior, que como la PESC tenía un carácter de cooperación intergubernamental.

En añadidura, Verhofstadt sintonizó plenamente con el europeísmo de corte federalista impulsado por el Gobierno alemán del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder y su ministro de Exteriores, el verde Joschka Fischer, e incluso empezó a ser identificado como el líder de la UE más devoto de esta visión de la construcción europea. En Laeken, el dirigente belga recibió con disgusto la designación, promovida por Jacques Chirac, del ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing como presidente de la Convención sobre el Futuro de Europa porque, por edad y por conservadurismo ideológico, no le parecía la persona más adecuada para hacer apuestas audaces capaces de engrosar el pilar comunitario de la Unión. Para Verhofstadt, el componente supranacional de la UE debía avanzar a costa del intergubernamental, reduciendo paulatinamente los procesos de toma de decisiones por unanimidad y con derecho de veto.

A cambio, Verhofstadt consiguió que Giscard fuera flanqueado por dos vicepresidentes, su predecesor al frente del Gobierno belga, Dehaene, y el ex primer ministro italiano Giuliano Amato, dos personalidades bien conocidas por su visión integracionista. Posteriormente, el 13 de junio de 2003, la Convención terminó sus trabajos entregando al Consejo para su aprobación un proyecto de Constitución de la UE que omitía los enunciados federalistas y que además instituía la figura del presidente permanente del Consejo en sustitución de la presidencia nacional rotatoria.

A lo largo de 2002 Verhofstadt hizo del rechazo a esta fórmula un caballo de batalla con el argumento de que los países pequeños no estarían "representados convenientemente" si se prescindía de las presidencias semestrales de turno. Sin embargo, en enero de 2003, luego de unirse Alemania a los otros cuatro países grandes (Francia, Reino Unido, Italia y España) que defendían con vehemencia la creación de una presidencia fija del Consejo, el primer ministro se resignó a aceptar este importante cambio institucional. Los observadores apreciaron en los tintes vanguardistas o singulares de la política exterior de Bélgica (que el público internacional ha tendido a confundir con las actividades de las dos grandes organizaciones radicadas en su territorio, la UE y la OTAN) un intento de reparar la imagen, proyectada en los últimos años del Gobierno Dehaene, como país desacreditado por turbiedades y escándalos con ramificaciones criminales, ya fueran los casos de pedofilia o las grandes tramas de corrupción política-empresarial.

Rechazo enérgico a la invasión de Irak
En los meses previos a las elecciones federales del 18 de mayo de 2003, el gobernante belga volvió a dar que hablar en el panorama internacional. Por de pronto, adoptó una postura cerradamente opuesta a la intervención militar de Estados Unidos y el Reino Unido contra Irak con los pretextos engañosos de la negativa de Saddam Hussein a renunciar a sus armas de destrucción masiva, prohibidas por la ONU después de la primera guerra del Golfo en 1991 y que presuntamente escondía, y sus vínculos con el terrorismo islamista de la nebulosa de Al Qaeda. Tanto en el seno de la UE como en el de la OTAN, Bélgica se aproximó a Francia y Alemania, que demandaban más tiempo para las inspecciones de armas de la ONU y una nueva oportunidad para la diplomacia. El parecer del Gobierno de Bruselas era que sólo el Consejo de Seguridad de la ONU podía tomar las decisiones, con mandatos nítidos, sobre el posible inicio de las hostilidades contra Irak.

La postura belga contraria a las pretensiones de Estados Unidos y sus aliados coyunturales para la invasión en ciernes de Irak se expresó de manera más cruda a principios de febrero de 2003 en el Consejo Atlántico de la OTAN. En aquella ocasión, Turquía solicitó a sus aliados la activación de un dispositivo defensivo por si se producía una agresión de represalia irakí. El operativo de la OTAN daría cobertura al despliegue de tropas terrestres de Estados Unidos siempre que lo autorizara el Parlamento turco. Washington estaba dispuesto a valerse de este contingente para abrir el frente norte de la invasión, que atacaría a Saddam desde la región del Kurdistán.

Los belgas no sólo coordinaron con franceses y alemanes su postura de rechazo a las intenciones de estadounidenses, británicos, españoles e italianos más el secretario general de la organización, George Robertson (quien, urgido desde Washington, intentó ventilar la cuestión mediante el denominado procedimiento de silencio), sino que, a través de su vehemente ministro de Exteriores, Louis Michel, ejercieron el derecho de veto, aderezado con declaraciones muy críticas a Estados Unidos. La justificación esgrimida por Verhofstadt y Michel para hacer valer su decisión, que provocó enorme irritación en los aliados anglosajones, fue que había que agotar todas las opciones políticas y diplomáticas para evitar la guerra y que, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU no diera luz verde a una acción militar contra Irak con una resolución expresa, cualquier señal de preparativos bélicos en Turquía sólo serviría para dañar tales intentos.

Sin embargo, Bélgica se quedó sola en su durísimo pulso con Estados Unidos después de que Alemania se aviniera a aceptar la ayuda preventiva a Turquía y Francia se inhibiera en la votación al trasladarse esta al Comité de Planes de Defensa, órgano del que Francia está ausente. Finalmente, el 16 de febrero Bélgica levantó su bloqueo al socorro defensivo de Turquía en virtud de un compromiso de mínimos que daba parcial satisfacción a su deseo de que se hallara una solución a la crisis irakí en el marco de la ONU y de que los planes de la Alianza con respecto a Turquía tuvieran en cuenta lo que decidiera el Consejo de Seguridad sobre Irak. Verhofstadt pudo así salvar la cara ante la opinión pública nacional, ampliamente contraria a la guerra, y salvar la papeleta ante los aliados, pero no se libró de los reproches procedentes del bando de Estados Unidos, sobre que había puesto en peligro la unidad de la OTAN con su obstruccionismo y que se había dejado llevar por las pulsiones del oportunismo electoralista.

Por su parte, el primer ministro no tuvo pelos en la lengua a la hora de valorar la "supremacía mundial" de la potencia americana, a la que comparó con un "gran jefe blanco" a cuyo "silbido en Washington" acudían "los pequeños indios" europeos. Como alternativa, Verhofstadt propuso crear un "poder europeo", a través de una "Fuerza de Defensa Europea", capaz de influenciar algunas de las políticas estadounidenses. El 29 de abril, con la invasión de Irak ya consumada y mientras cobraba forma un régimen de ocupación militar del país árabe sin mandato de la ONU y del que Bélgica no quiso tomar parte, Verhofstadt celebró una minicumbre en Bruselas con Chirac, Schröder y el primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker para lanzar formalmente aquella iniciativa suya bajo el nombre de "Unión Europea de Seguridad y Defensa" (UESD). Sus muñidores concebían a la UESD como un "núcleo con capacidad colectiva de planificación y de dirección de operaciones militares de la UE", abierto a los estados miembros que desearan participar y autónomo de los medios y capacidades de la OTAN, luego independiente de la defensa de Estados Unidos.

Sobre el papel, la diferencia cualitativa con la -inexactamente- llamada Fuerza de Reacción Rápida Europea, vislumbrada en 1999 por los Consejos Europeos de Colonia y Helsinki pero por el momento no concretada, era evidente, ya que esta última, a falta de medios propios, debía contar con los sistemas de planificación de la OTAN. Por otra parte, Bélgica ya participaba desde 1993 en el Eurocuerpo, cuerpo militar de élite europeo capaz de desempeñar misiones bajo banderas de la UE -y hasta 2000 de la Unión Europea Occidental (UEO), organización defensiva actualmente "durmiente"- o de la OTAN. La iniciativa franco-belga-germana suscitó naturales recelos e inquietud en Estados Unidos y el Reino Unido. Por de pronto, el Gobierno de Londres advirtió a Verhofstadt que el proyecto UESD ya podía contar su veto, ya que le parecía, más que "complementario", "competidor" con la OTAN. El Gobierno Blair recordó de paso que el nuevo Tratado de Niza, aprobado por el Consejo Europeo en diciembre de 2000 y en vigor desde hacía bien poco, el 1 de febrero de 2003, recogía el compromiso del desarrollo operativo de la PESD en estrecha coordinación con la OTAN.

Al margen de estas polémicas de alto calado estratégico, en febrero y marzo de 2003 las cámaras del Parlamento sacaron adelante la nueva ley sobre el estupefaciente blando del cannabis. En lo sucesivo, era legal para los mayores de edad poseer marihuana en una cantidad no superior a los cinco gramos y exclusivamente para el autoconsumo en lugares privados. Se toleraba también el cultivo casero, pero, a diferencia de la legislación holandesa que servía de paradigma, la venta de estas sustancias seguía estando rigurosamente prohibida.


3. El segundo Gobierno Verhofstadt (2003-2007)

A pesar de la intensidad de los debates suscitados por la variedad de reformas y posicionamientos políticos que venían animando la legislatura, Verhofstadt quiso imprimirle un tono fundamentalmente económico a la campaña para las elecciones federales del 18 de mayo de 2003. El primer ministro aspirante a la reelección insistió en la necesidad de mantener las políticas de austeridad para reducir la muy abultada deuda de las administraciones públicas, equivalente a todo el PIB. En un complicado malabarismo, se propuso no tocar el dinero del presupuesto destinado a la Sanidad, aliviar las cargas fiscales de los contribuyentes y cumplir la meta de crear 200.000 puestos de trabajo hasta 2007. Tras haber conseguido elaborar un presupuesto sin déficit en 2002, Verhofstadt estaba decidido a repetir este balance equilibrado de las cuentas en 2003 y a recuperar el superávit en 2005. En cuanto al posible recorte de las prestaciones sociales de pensionistas y jubilados, reforma en el candelero en otros países del entorno, no figuraba en la agenda del Gobierno.

Los comicios de 2003 sonrieron al VLD, que experimentó un sensible crecimiento con el 15,4% de los votos y 25 escaños. Subieron también los demás socios del Gobierno, en especial los socialistas flamencos, ahora llamados Alternativa Social Progresista (SP.A) bajo el liderazgo de Steve Stevaert, con excepción de los dos partidos ecologistas, uno de los cuales, el Agalev flamenco, se convirtió en extraparlamentario. El Ecolo valón, por su parte, se había retirado del Ejecutivo dos semanas antes de los comicios a causa de una disputa sobre la polución acústica generada por el tráfico aéreo nocturno. El nuevo partido sucesor del CVP, los Cristiano Demócratas y Flamencos (CD&V), encabezado por Stefaan De Clerck, se atascó y defraudó las expectativas. Los separatistas xenófobos flamencos del Vlaams Blok (VB) añadieron otra muesca a su ascenso paulatino pero constante desde 1981.

Como era preceptivo, el rey Alberto II otorgó el primer turno de intento de formar gobierno al cabeza de la lista más votada, que por sólo medio punto porcentual de diferencia era Verhofstadt y no Stevaert, cabeza de lista del SP.A. y su aliado electoral de pintoresco nombre, Spirit (de Social, Progresista, Internacional, Regionalista, Íntegro-Democrático, Vuelto al Futuro), una de las facciones en que se habían dispersado los nacionalistas flamencos moderados del partido Volksunie (Unión Popular). Las conversaciones con el SP.A de Stevaert, el PS de Elio Di Rupo, el Spirit de Els Van Weert y el Movimiento Reformista (MR) de Antoine Duquesne, que era la nueva federación del PRL, el FDF y el diminuto Movimiento de Ciudadanos por el Cambio (MCC, valón), desembocaron en un acuerdo de coalición pentapartita y de amplia mayoría, sustentado en 97 escaños. La coalición multicolor de 1999-2003 dejaba paso a una coalición violeta.

El 12 de julio de 2003 tomó posesión el segundo Gobierno de Verhofstadt. Michel, Lanotte y Onkelinx siguieron siendo viceprimeros ministros, a los que se sumó, con la cartera de Interior, Patrick Dewael, el hasta ahora ministro-presidente de Flandes por parte del VLD. También renovaron entre otros los responsables de Defensa, André Flahaut (PS), y de Finanzas, Didier Reynders (MR).

Entre las primeras disposiciones del nuevo Gobierno estuvo una drástica revisión de la ley de 1993 que otorgaba a la justicia nacional jurisdicción universal en la persecución de delitos de genocidio, crímenes de guerra y contra la humanidad. La decisión fue tomada ante las fortísimas presiones del Gobierno de Estados Unidos, que consideraba intolerable que algunos –por no decir todos- de sus máximos responsables fueran susceptibles de ser procesados por los tribunales de justicia de un país aliado en asunción de querellas presentadas por particulares de cualquier lugar del mundo por su actuación en las guerras de Irak y Afganistán. Así, a los juzgados belgas estaba llegando un verdadero aluvión de demandas criminales contra el presidente George Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Estado Colin Powell, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, la consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice, el fiscal general John Ashcroft y el general Tommy Franks, comandante militar supremo en la reciente campaña de Irak.

Protagonizando el enésimo episodio de la trifulca bilateral, días atrás Rumsfeld en persona había amenazado a las autoridades belgas en Bruselas con no aportar un dólar al proyecto de construcción de la nueva sede de la OTAN en la capital del país y con interrumpir las visitas de funcionarios y oficiales de Estados Unidos si no se enmendaba la ley motivo de discordia. En agosto de 2003 el Parlamento aprobó la reforma que devaluaba la polémica norma: en lo sucesivo, los tribunales belgas sólo podrían admitir denuncias de violaciones graves de los Derechos Humanos presuntamente cometidas fuera del territorio nacional si las víctimas tenían la nacionalidad belga o bien eran foráneos residentes por largo tiempo en Bélgica. Como consecuencia, en septiembre, el Tribunal Supremo desestimó todas las demandas criminales que pesaba contra el ex presidente George Bush padre, el secretario de Estado Powell, el vicepresidente Cheney y el primer ministro Sharon.

Frustrada primera aspiración a presidente de la Comisión Europea; auge del nacionalismo flamenco y tensiones comunitarias
Verhofstadt hubo de remodelar a fondo su Gobierno tras los resultados de las elecciones regionales del 13 de junio de 2004, que conmovieron la escena política nacional por el fortísimo avance en Flandes de las opciones nacionalistas conservadoras: la Nueva Alianza Flamenca (N-VA, heredera legal de la extinta Volksunie) de Geert Bourgeois y Bart De Wever, que propugnaba la soberanía de Flandes a caballo entre el confederalismo y una hipotética secesión pactada de la federación, y el Vlaams Blok de Frank Vanhecke, independentista radical. Con menos del 20% de los votos, el VLD fue relegado a la tercera posición en el Parlamento de Flandes.

Los liberaldemócratas flamencos llegaron a estos comicios sumidos en una crisis interna por las divergencias en torno a la reforma legal, propugnada por Verhofstadt y respaldada por los dos partidos socialistas y los liberales francófonos, de otorgar derechos de voto en las elecciones municipales a los residentes extranjeros no ciudadanos de la UE. De Gucht, presidente del partido hasta el 16 de febrero, cuando entregó temporalmente las riendas a Dirk Sterckx, era de los que se oponían a esta reforma por temor a que diera votos –un temor fundado, a la luz de los posteriores resultados electorales- a la oposición conservadora flamenca, radicalmente contraria a la misma. De igual parecer era el grueso del grupo parlamentario, que días después votó en contra del texto en la Cámara de Representantes. La reforma salió adelante gracias a los votos de los partidos ecologistas y del Centro Demócrata Humanista (CdH, democristianos francófonos), pero la rebelión masiva en el partido del primer ministro puso en tela de juicio la estabilidad del Gobierno Verhofstadt.

El triunfo electoral de la N-VA en junio de 2004 fue compartido con el CD&V de Yves Leterme. La inédita lista conjunta de nacionalistas genuinos y de cristianodemócratas seducidos por el discurso comunitario pero con el objetivo fundamental de derrotar a sus grandes rivales regionales, los liberaldemócratas, consiguió devolver la jefatura del Gobierno flamenco al CD&V en la persona de Leterme, pero en imprescindible coalición con el castigado VLD de Bart Somers, el ministro-presidente saliente y nuevo presidente del partido del primer ministro. Si en algo estaban de acuerdo el VLD, la N-VA y el CD&V era en que había que cerrarle el paso al VB, una formación anclada en el extremismo de derechas y proclive a las expresiones de racismo.

El 20 de julio de 2004, coincidiendo con la mudanza en el Ejecutivo flamenco, Verhofstadt realizó un ramillete de nombramientos que cubrían las bajas de ministros designados para desempeñar funciones en los gobiernos de sus regiones. Sin embargo, la más destacada de las vacancias, la de Michel, tuvo un motivo diferente, ya que el dirigente liberal francófono marchó a Bruselas para estrenar el puesto de comisario europeo. Verhofstadt le suplió en Exteriores por Karel de Gucht y trasladó la posición de viceprimer ministro a Didier Reynders. Hasta las trascendentales elecciones de junio, el propio Verhofstadt tuvo sus ambiciones enfiladas en la UE como aspirante a presidente de la Comisión Europea en sustitución del italiano Romano Prodi.

La postulación del gobernante belga contó de partida con el respaldo, teóricamente decisivo, del eje franco-alemán, pero suscitó los rechazos del británico Blair y el italiano Silvio Berlusconi. En el caso de Londres, la candidatura de Verhofstadt resultaba poco menos que imposible de digerir por sus marcadas tendencias federalistas, su oposición a la guerra de Irak y su apoyo militante a una Europa de la Defensa independiente de la OTAN. La aspiración de Verhofstadt quedó sepultada tras conocerse los resultados de la elección, coincidente con las regionales belgas, del 13 de junio al Parlamento Europeo: con el 13,5% de los sufragios, el VLD empató con el PS y, de nuevo, fue humillantemente superado por el VB y la alianza CD&V/N-VA, ahora a nivel nacional.

El 19 de junio, a la salida del Consejo Europeo de Bruselas que aprobó el Tratado Constitucional Europeo, el gobernante belga se resignó a retirar su candidatura. Diez días después, los 25 jefes de Estado y de Gobierno, reunidos de nuevo en Bruselas, anunciaron que su designado para presidir la Comisión era el primer ministro portugués, José Manuel Durão Barroso.

El auge del nacionalismo flamenco y las disputas comunitarias marcaron la pauta al segundo Gobierno Verhofstadt, quien en septiembre de 2004 sumó un percance personal al quebradero de cabeza que suponía gobernar un país cada vez más dividido, percance que pudo haber tenido fatales consecuencias para su vida: en un trayecto de regreso desde su despacho en Bruselas a su domicilio en Gante, el coche que conducía su chófer chocó contra un bloque de cemento en la salida de la autopista y como consecuencia del impacto dio una vuelta de campana. El primer ministro salió del aparatoso accidente con lesiones leves, ya que únicamente sufrió unas magulladuras y heridas superficiales que le fueron curadas en un centro hospitalario.

El asunto que empezó a traer de cabeza a la política belga fue un añejo embrollo jurisdiccional, en principio menor pero con una insospechada capacidad para tensionar y envenenar las relaciones entre comunidades y regiones. Se trataba de la circunscripción electoral bilingüe de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV), de la que los democristianos y los nacionalistas flamencos querían desgajar, para convertirla en circunscripción electoral flamenca, el distrito de Halle-Vilvoorde, oficialmente neerlandófono y administrativamente parte de la provincia del Brabante Flamenco, esto es, de Flandes.

La intención del ministro-presidente Leterme y su socio soberanista, Bart De Wever, era impedir que residentes francófonos pero jurisdiccionalmente flamencos pudieran votar en elecciones federales y europeas a candidatos y partidos francófonos activos en Bruselas y Valonia, como eran los casos del MR, el Ecolo y el ultraderechista Frente Nacional (FN). Las fuerzas francófonas valonas y bruselenses decían estar dispuestas a hacer esta concesión a los neerlandófonos, pero a condición de que la Región de Bruselas-Capital, oficialmente bilingüe, se ampliara con la inclusión de ciertas áreas adyacentes de Flandes. Esta contrapropuesta fue rechazada de plano por los cristianodemócratas y nacionalistas flamencos, quienes no dudaron en insinuar el colapso de la federación –y por ende la extinción del Estado belga- si no se llegaba a un arreglo satisfactorio sobre esta cuestión. Además, el Tribunal Constitucional ya se había pronunciando sobre el asunto de BHV, y en un sentido favorable a las tesis flamencas.

La pelotera sobre la circunscripción BHV no iba a resolverse bajo el Gobierno de Verhofstadt, quien consiguió terminar la legislatura a golpe de sobresalto. A finales de marzo de 2005 el primer ministro volvió a ser hospitalizado de urgencia a causa de un problema cardiovascular que se le presentó mientras disfrutaba de unas cortas vacaciones en Italia. Se trataba de una estenosis arterial coronaria, la cual le fue removida sin dificultad mediante una operación de cirugía bajo anestesia local. El dirigente fue dado de alta a las pocas horas. El 13 de mayo, Verhofstadt, presionado por el galimatías político de BHV, una disputa que resultaba incomprensible para la mayoría de los propios belgas, se sometió a una moción de confianza en la Cámara de Representantes, con resultado favorable. De los 147 parlamentarios que participaron en la votación, 97 aceptaron la moción y los otros 50 la rechazaron.

En octubre de 2005 el Gobierno encajó una huelga general de los sindicatos contra el llamado "pacto generacional", el proyecto de reforma de las pensiones para retrasar la edad de jubilación de los 58 a los 60 años. Luego, en mayo de 2006, el doble asesinato racista en pleno centro de Amberes de una mujer negra oriunda de Malí y de una niña bajo su cuidado a manos del skinhead Hans Van Themsche (autor en la misma jornada de disparos contra una tercera viandante escogida al azar, una mujer de origen turco, a la que no llegó a matar pero que dejó gravemente herida) desató un vendaval de reacciones de consternación, furia y alarma por el avance de la intolerancia xenófoba y el fanatismo violento en Bélgica, en particular en Flandes, donde las opciones políticas de extrema derecha gozaban de mayor predicamento.

La fuerza del Vlaams Belang (Interés Flamenco, sucesor automático del Vlaams Blok cuando este fue declarado racista por un tribunal de justicia y puesto fuera de la ley en noviembre de 2004) de Frank Vanhecke obtuvo una contundente confirmación en las elecciones provinciales, municipales y distritales del 8 de octubre de 2006. Sólo el cordón sanitario mantenido por los demás partidos impidió a los independentistas xenófobos conquistar un buen número de alcaldías en Flandes. Por lo demás, los liberaldemócratas de Verhofstadt volvieron a experimentar una fuerte caída en votos en estos comicios. El primer ministro salió elegido concejal por Gante, cargo local que comenzó a ejercer en enero de 2007.


4. El tercer Gobierno Verhofstadt (2007-2008)

Verhofstadt llegó a los comicios federales de junio de 2007 desgastado por el bloqueo de las discusiones intercomunitarias y por la sucesión de reveses electorales en Flandes. Además, a sus socios socialistas les perseguían sus recurrentes escándalos de corrupción. En el terreno económico, el balance que el primer ministro podía ofrecer al electorado era mixto. El PIB crecía a un ritmo cercano al 3% anual, lo que estaba empujando el desempleo a la baja, luego de haber superado el paro la barrera del 8% entre 2003 y 2006. En el capítulo financiero, la voluminosa deuda pública andaba en el 86% del PIB, luego en retroceso también, pero el saldo de las administraciones públicas, que había sido exactamente nulo entre 2002 y 2004, deficitario en un 2,7% en 2005 y ligeramente superavitario (el 0,3%) en 2006, encaraba un retorno a los valores negativos. Este último balance de los ingresos y los gastos del Estado federal generaba inquietud, aunque el primer ministro lo que más parecía lamentar era no haber podido materializar todas sus promesas de bajar los impuestos directos.

En marzo de 2007, en un intento de mostrar dinamismo, el VLD absorbió a dos micropartidos afines, el Llamamiento Liberal (LA), una escisión propia sufrida en 2002 y de orientación conservadora, y Vivant, de signo centroizquierdista y fundado en 1997 por el multimillonario Roland Duchâtelet. Este VLD recrecido pasó a denominarse Open-VLD. Bart Somers siguió siendo el presidente.

Crisis poselectoral: fracaso del formador Leterme y Gobierno puente de Verhofstadt
Las encuestas no erraron y las elecciones generales del 10 de junio de 2007 fueron ganadas por el dúo conservador flamenco formado por el CD&V y el N-VA, primero con el 18,5% de los votos y 30 escaños. El Open-VLD no experimentó exactamente un hundimiento (el fragmentado pero en el fondo estable sistema de partidos belga no favorecía los vuelcos electorales, al tiempo que hacía imperativas las coaliciones multipartitas de gobierno), aunque se dejó 3,5 puntos de voto y, con el 11,8% de los sufragios y 18 escaños, retrocedió de la primera a la cuarta posición. Los dos partidos socialistas lo hicieron mal también y perdieron 14 diputados entre los dos. Sólo el MR de Didier Reynders, segundo con 23 escaños, aguantó el tipo.

En conjunto, los partidos del Gobierno vieron esfumarse 9,2 puntos de voto y 22 escaños, quedándose con 75 diputados, exactamente la mitad de la Cámara, convirtiendo en poco menos que imposible la renovación del Ejecutivo de coalición entre liberales y socialistas. Verhofstadt reconoció su fracaso al punto con estas palabras: "Los resultados están claros. Los votantes han optado por una mayoría diferente de la que ha gobernado el país en los últimos ocho años". Al día siguiente, 11 de junio, el gobernante cumplió el formalismo de presentar la dimisión al rey Alberto II. Sin embargo, seguiría rigiendo con carácter provisional, hasta la asunción de su sucesor, cambio de guardia que, se veía desde ya, iba a requerir muchos esfuerzos negociadores y bastante tiempo.

El 15 de julio Yves Leterme, el hasta ahora ministro-presidente de Flandes, fue designado por el rey formateur del próximo Gobierno de coalición. Las negociaciones, de las que fue excluido el Vlaams Belang, boicoteado por todos los partidos, tropezaron desde el primer momento con la exigencia conjunta del CD&V y el N-VA de que se acometiera una reforma del Estado federal basada en la transferencia a las regiones de más competencias en las materias de sanidad, justicia, empleo y fiscalidad, ente otras. El despojamiento de competencias económicas a las autoridades federales era un escenario que sólo podía entusiasmar al próspero, tecnificado y tercerizado norte flamenco, a la vez que inquietar al sur valón, que seguía padeciendo los efectos de una dolorosa reconversión minera e industrial, y que no terminaba de deshacerse de una importante corrupción política y funcionarial. Puesto que se trataba de una reforma de alcance constitucional, para salir adelante en el Parlamento requería una mayoría de dos tercios.

Consciente de la imposibilidad de alcanzar esa mayoría ahora mismo, Leterme abrió una mesa de negociaciones limitada a De Wever por la N-VA, Somers por el Open-VLD, Reynders por el MR y Joëlle Milquet con el CdH, con vistas a constituir un Gabinete de centroderecha mínimamente operativo sobre la base de una mayoría absoluta de 81 escaños. Ni siquiera esto fue posible, al resistirse valones y bruselenses a la demanda de los flamencos de ampliar la autonomía de Flandes en puntos tan sensibles como la normatividad fiscal y la protección del desempleo. Así las cosas, el 23 de agosto Leterme comunicó al rey el fracaso de su misión "formadora". Verhofstadt seguía siendo primer ministro por el momento.

El 29 de septiembre el monarca, a la luz de los informes posibilistas remitidos por el explorateur Herman Van Rompuy y transcurridos ya casi cuatro meses desde las elecciones, volvió a designar formateur a Leterme. El 9 de octubre el líder democristiano anunció acuerdos pentapartitos con Verhofstadt, Reynders y Milquet en torno a las políticas de inmigración y ciudadanía, que en lo sucesivo serían más restrictivas. Pero el consenso más básico se agotó en torno a la incorporación al área electoral y judicial flamenca de los cantones de Halle-Vilvoorde, que el CD&V y la N-VA insistían en segregar. Las negociaciones se empantanaron de nuevo, tal que el 6 de noviembre el país entró en el 149º día sin Gobierno (una expresión política, pues el Gabinete Verhofstadt seguía funcionando, aunque sin capacidad legislativa, únicamente para despachar los asuntos corrientes), batiéndose el récord histórico de 1988, el requerido para constituir el octavo Gobierno Martens.

Ni los apremios del rey, comprensiblemente preocupado por el curso de los acontecimientos, ni la "marcha por la unidad", efectuada en Bruselas por 35.000 ciudadanos que expresaron sus razonables temores por el riesgo de desintegración de Bélgica y su rechazo a los interminables regateos de los políticos, consiguieron hacer encarrilar las negociaciones de los cinco partidos. El 1 de diciembre, por segunda vez en algo más de tres meses, Leterme presentó al jefe del Estado su dimisión como formateur, elevando de grado la crisis política nacional.

Para salir de la inquietante parálisis institucional, el monarca y los cabezas partidistas convinieron en formar un Gobierno de emergencia puramente temporal, a modo de ejecutivo puente facultado para gestionar ciertos "asuntos urgentes" (se pensaba sobre todo en la aprobación de los presupuestos) que estaban fuera del alcance del actual Gabinete provisional. Verhofstadt, identificado por las encuestas del momento como el político más valorado del país, aceptó seguir al frente de ese Gobierno de tránsito. Extraoficialmente, se trataba de ganar tiempo, una vez descartada la alternativa de acudir a nuevas elecciones, las cuales, según los sondeos, darían alas al Vlaams Belang y a la N-VA a costa del CD&V, con el fin de que Leterme pudiera retomar las negociaciones multipartitas, aunque muchos comentaristas de prensa hablaron de mera postergación de la confrontación política y del debate sobre los problemas de fondo.

Verhofstadt, dando cumplidas muestras de habilidad, constituyó este verdadero Gobierno interino con mandato superreducido el 21 de diciembre de 2007. En el mismo participaban el Open-VLD, el CD&V, el MR, el CdH y, novedad inesperada, el PS de Elio di Rupo. Esta combinación sumaba en la Cámara 101 escaños, es decir, la mayoría de dos tercios que Leterme, quien ingresó en el Gabinete como viceprimer ministro a la par que Reynders, deseaba para sí. El 23 de diciembre la Cámara de Representantes dio la confianza al Gobierno Verhofstadt III por 97 votos contra 46 más una abstención. El carácter "asimétrico" del equipo puente formado por Verhofstadt, con más partidos francófonos que flamencos, fue acogido con disparidad de opiniones entre los hacedores de opinión pública: para unos, tal composición aceleraba la partición de Bélgica; para otros, los menos, era la llave de la gobernabilidad a la que Leterme debía recurrir en su tercer intento formativo, que, si no corría la suerte de los anteriores, tendría que fructificar antes del 23 de marzo de 2008. Ese era el plazo de vida asumido por el ejecutivo interino.

Tras la oportuna solución provisional aportada por Verhofstadt, Leterme retomó con brío las negociaciones sobre la base de la composición del nuevo Gabinete, dejando marginada a la N-VA. El 18 de marzo de 2008, tras una última y maratoniana ronda de negociaciones, el líder democristiano flamenco anunció que las cinco formaciones presentes en el Gobierno Verhofstadt habían alcanzado un acuerdo final centrado en la reforma de la política sobre inmigración, un plan de estímulo económico para relanzar la producción y generar empleo, y medidas de acción contra el cambio climático. Para decepción de los nacionalistas flamencos y moderada satisfacción de sus detractores valones, el documento apenas tocaba la gran reforma del Estado federal para elevar el techo competencial de las regiones, la cual sería objeto de una negociación específica con vistas a producir resultados a corto plazo, a ser posible para julio. El 20 de marzo, por último, el rey cesó formalmente a Verhofstadt y nombró a Leterme. Casi ocho años de gobiernos del líder liberal flamenco, con tres meses de prórroga inesperada, tocaron a su fin.


5. Líder de los liberal-demócratas europeos y candidato a presidir la Comisión Europea en 2014

Durante un tiempo, Verhofstadt, ocupando el escaño de senador que tenía reservado desde las elecciones generales de 2007, siguió activo en la bulliciosa política belga, la cual tomó en el verano de 2008 un vericueto más convulso por el estallido de la gran crisis bancaria y financiera, la agudización de las tensiones intercomunitarias, el prematuro colapso del primer Gobierno Leterme y la llegada de la Gran Recesión.

A partir de 2009, cuando el panorama nacional se adentró en un etapa –más bien efímera- algo más sosegada, el ex primer ministro redirigió sus intereses a la política europea. Así, fue el cabeza de lista del Open-VLD en las elecciones al Parlamento Europeo del 7 de junio de 2009, celebradas cuando el Gobierno federal descansaba en una coalición de cinco partidos, el Open-VLD entre ellos, pilotada por el democristiano flamenco Herman Van Rompuy. Con el 12,7% de los votos, la lista europea de Verhofstadt obtuvo tres escaños, los mismos que el PS y el CD&V, cuyos cabezas de cartel fueron respectivamente Jean-Claude Marcourt y el ex primer ministro Dehaene.

Una vez el hemiciclo de Bruselas, donde el 14 de julio tomó posesión del escaño para la legislatura 2009-2014, Verhofstadt se integró en la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ADLE), el grupo parlamentario de la formación europea de la que el Open-VLD era miembro, el Partido Europeo, Liberal, Democrático y Reformista (ELDR en su sigla en inglés). La ADLE era la tercera fuerza de la Eurocámara tras la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D, expresión parlamentaria del Partido de los Socialistas Europeos, PSE) y el Grupo del Partido Popular Europeo (PPE). De hecho, Verhofstadt se estrenó en Bruselas como líder del Grupo de la ADLE, cometido para que el fue elegido el 1 de julio en sustitución del británico Graham Watson.

El 7 de junio de 2009 tuvieron lugar también las elecciones regionales en Flandes, que ahondaron el castigo sufrido por los liberaldemócratas un lustro atrás: esta vez, el Open-VLD, con Dirk Van Mechelen de candidato principal, se despeñó hasta el 15% de los votos, quedando muy lejos del CD&V y a la zaga también del Vlaams Belang y el SP.A. El desaguisado electoral en Flandes costó la jefatura del partido a Bart Somers. Entonces, Verhofstadt asumió la presidencia en funciones hasta la elección del nuevo titular; el escogido fue, el 12 de diciembre de 2009, Alexander De Croo, hijo de Herman De Croo y joven profesional sin ninguna experiencia en la política representativa.

En septiembre de 2010 el eurodiputado belga, quien era también presidente honorario de la sección belga de la Unión de Federalistas Europeos (UFE) y miembro del Club de Madrid, figuró entre los artífices del Grupo Spinelli, una iniciativa lanzada en el seno del Parlamento Europeo con el objetivo de promover en los ambientes sociales, políticos y académicos del continente la noción de una Europa unificada con criterios federales. Otros promotores del Grupo Spinelli, que tomaba su nombre del prestigioso teórico del federalismo europeo Altiero Spinelli, eran el líder verde franco-alemán Daniel Cohn-Bendit, la ecologista valona Isabelle Durant y la social liberal francesa Sylvie Goulard. A la iniciativa de Verhofstadt se adhirieron personalidades de la talla de Jacques Delors, Kostas Simitis, Joschka Fischer, Pat Cox y Mario Monti.

En julio de 2011, en el apogeo de la tormenta de las deudas soberanas de la Eurozona, Verhofstadt y el italiano Giuliano Amato publicaron un artículo-manifiesto crítico con las presiones especulativas de los mercados de deuda y con la aparente impotencia de los gobiernos y las instituciones de la UE para hacerles frente, colando de paso un rapapolvo a Alemania y los gobiernos afines del núcleo duro europeo por sus reluctancias a contribuir al rescate financiero de los países amenazados de quiebra.

Bajo el título de A plan to save the euro and curb speculators, los firmantes diagnosticaban que: "Europa está perdiendo la guerra entre sus gobiernos elegidos y las agencias de calificación de deuda no elegidas. Los gobiernos intentan gobernar, pero las agencias siguen mandando. Los electores lo saben, así que algunos Estados miembros de la Unión Europea se oponen a las trasferencias fiscales a otros". Y advertían: "Los defaults de los países de la Eurozona con mayor exposición de deuda golpearían a los bancos y los fondos de pensiones tanto en el corazón como en la periferia. Nadie es inmune". "La respuesta" a la crisis, continuaban razonando Verhofstadt y Amato, "no es menos Europa, sino más Europa".

En concreto, urgía "convertir una parte de las deudas nacionales en eurobonos", una fórmula que "estabilizaría" la crisis y que ya habían propuesto al eje franco-alemán de la canciller Merkel y el presidente Sarkozy el presidente del Eurogrupo y primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, y el ministro italiano de Economía y Finanzas, Giulio Tremonti. El artículo citaba como "coautores" del mismo al ex primer ministro francés Michel Rocard, a los ex presidentes portugueses Jorge Sampaio y Mário Soares, al español Enrique Barón, al británico Stuart Holland y al holandés Jan Pronk, miembros todos de la familia política socialista-laborista, más el liberal polaco Jacek Saryusz-Wolski.

De vuelta a la política nacional, en octubre de 2012 Verhofstadt asumió por segunda vez el liderazgo en funciones del Open-VLD, esta vez para cubrir la vacancia de Alexander De Croo, quien acusó factura por los malos resultados cosechados en las elecciones municipales y provinciales. Metido en barrena, el Open-VLD se había desmoronado en las federales de junio de 2010, cuando quedó sexto con el 8,6% de los votos y 13 diputados.

La jefatura partidista interina de Verhof