Giorgia Meloni

Coronando mas de tres años de crecimiento, gradual e imparable, en las encuestas, el partido de derecha nacionalista Hermanos de Italia (FdI) ha ganado las elecciones generales del 25 de septiembre de 2022 en Italia con el 26% de los votos. Su líder, Giorgia Meloni, se dispone a convertirse en la primera mujer presidenta del Consejo de Ministros en virtud de la amplia mayoría absoluta cosechada por la coalición del centro-derecha (además de los FdI, la Liga de Matteo Salvini, la Forza Italia de Silvio Berlusconi y los Noi Moderati de Maurizio Lupi, todos los cuales suman 237 diputados de 400), donde ella empezó siendo la socia más pequeña y terminó alcanzando la condición de jefa indiscutible. Su formación llegó a las elecciones que cierran la XVIII Legislatura republicana conformando tan solo el séptimo grupo de la Cámara de Diputados, por detrás de la Liga, el Grupo Mixto, el PD, el M5S, FI e IpF. A todos ellos ha rebasado ahora.

El éxito de Meloni, que va a hacer de Italia el primer Estado de Europa occidental encabezado por la extrema derecha —etiqueta ampliamente adjudicada pero que ella rechaza—, es el desenlace de una legislatura de lo más convulsa. Desde 2018, el país cisalpino ha tenido tres gobiernos de coalición distintos y dos primeros ministros, todos sucumbidos por las crónicas desavenencias partidistas. Mandar la única fuerza parlamentaria que se mantuvo en la oposición en todo este tiempo dio alas a Meloni, blindada contra el desgaste que suponía asumir responsabilidades de gobierno mientras el país era zarandeado por crisis en cadena y el descontento social se agudizaba. Y con este, el hastío electoral: el índice de participación, el 63,9%, es nueve puntos inferior al de 2018 y el más bajo desde 1946 con mucha diferencia.

Tras meter en la trastienda sus credenciales neofascistas (Movimiento Social Italiano) y posfascistas (Alianza Nacional), y dosificando sus pronunciamientos con retórica radical, Meloni insiste en anclar su plataforma en un "conservadurismo italiano" erigido en "baluarte de la libertad" y "defensor de los valores occidentales". Ha atenuado su euroescepticismo, que ya no incluye el repudio a la moneda común, y subraya su proatlantismo, al hilo de la condena de la "brutal agresión" rusa contra Ucrania. Para los fratelli, identificados con la tríada de "Dios, patria, familia", Italia debe "volver a ser una nación grande, dinámica e innovadora".


(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 23/9/2022. Giorgia Meloni tomó posesión como presidenta del Consejo de Ministros de Italia el 22/10/2022, al frente de un Gabinete de coalición mayoritario entre su partido, FdI, la Liga y Forza Italia).

LOS AÑOS DE APRENDIZAJE POLÍTICO A LAS SOMBRAS DE FINI Y BERLUSCONI La trayectoria laboral de Giorgia Meloni (Roma, 1977) ha estado copada por la política, más allá de unos trabajos primerizos en los que se ganó la vida como niñera y camarera, y de su posterior incursión en el periodismo. Desde la adolescencia fue una activa militante de las juventudes del Movimiento Social Italiano (MSI), partido de corte neofascista que bajo el liderazgo de Gianfranco Fini mutó hacia posiciones derechistas más moderadas, dando lugar en 1995 a la Alianza Nacional (AN).

A 1996, el año de su titulación profesional en el Instituto Amerigo Vespucci de Roma y su ascenso al liderazgo de Azione Studentesca, el sindicato estudiantil de AN, se remonta un video donde una Meloni de 19 años, entrevistada por la televisión francesa Soir 3, realiza unos comentarios elogiosos de Benito Mussolini. En 1998 la joven obtuvo su primer mandato de representación popular en las filas de AN, un puesto en el Consejo Provincial de Roma. En 2002 no renovó esta consejería, pero con el patrocinio de Fini siguió progresando en el aparato del partido, de cuya rama juvenil, Azione Giovani, fue elegida presidenta en 2004.

Aún veinteañera, Meloni debutó en la Cámara de Diputados de Italia con las elecciones generales de abril de 2006. Aquellas votaciones supusieron la derrota de la Casa de las Libertades, la coalición del centro-derecha capitaneada por el partido Forza Italia (FI) de Silvio Berlusconi, gobernante desde 2001, y que integraban también la AN de Fini y la Liga Norte de Umberto Bossi. Parlamentaria opositora por la región de Lacio, hasta el final de la breve XV Legislatura fue uno de los vicepresidentes de la Cámara y se destacó por la aspereza de sus intervenciones contra el primer ministro Romano Prodi y su heteróclito, a la postre inmanejable, Gobierno del centro-izquierda.

El retorno triunfal de Berlusconi al poder tras las elecciones anticipadas de abril de 2008, ganadas con mayoría absoluta por Il Cavaliere y sus lugartenientes, significó el nombramiento de Meloni para el Ministerio de la Juventud, un puesto al que hacían justicia sus 31 años, la edad más temprana para un ministro en toda la historia de la República Italiana. En cuanto a su jefe de filas, Fini, sin participación en el Ejecutivo esta vez (fue elegido presidente de la Cámara), intentaba gestionar el fiasco de su proyecto de hacer de AN un partido conservador tradicional comprometido con el libre mercado y los valores patrióticos y familiares. Las dificultades para perfilar su proyecto autónomo en el campo del centro-derecha, fragmentado desde la desaparición de la Democracia Cristiana y sus adláteres, obligaron a Fini a presentarse a las elecciones de 2008 formando con FI la lista conjunta El Pueblo de la Libertad (PdL); luego, en marzo de 2009, Fini se resignó a que su colectividad fuera fagocitada por el berlusconismo. El partido resultante de la fusión de las derechas, que incorporaba elementos democristianos, se llamó igualmente PdL, y Meloni fue escogida para comandar su sección juvenil, Giovane Italia.

Cuando en julio de 2010 Fini, descontento por su posición marginal en el oficialismo, rompió con el PdL y formó un grupo parlamentario independiente de nombre Futuro y Libertad para Italia (FLI), Meloni no le secundó. La ministra de Juventud se mantuvo leal a Berlusconi y continuó en el Gobierno hasta su colapso en las críticas circunstancias nacionales de noviembre de 2011. Fue bajo el huracán desatado sobre la deuda soberana italiana, que puso a Berlusconi contra las cuerdas y le forzó a dimitir en medio de un clamor nacional. A continuación, durante un tiempo más, Meloni continuó en el PdL, partido que, de mala gana, prestó soporte parlamentario al Gobierno técnico de emergencia presidido por el independiente Mario Monti.


NACIMIENTO, ARRAIGO Y AUGE DE LOS FdI Para Meloni, la hora de su emancipación de Berlusconi llegó en diciembre de 2012, en un momento de recriminaciones internas al veterano político y empresario por su estrategia de apoyar, desde el Parlamento, las reformas anticrisis y las recetas de austeridad del Gabinete Monti. El detonante fue la cancelación por Berlusconi de una primaria interna a la que ella pensaba presentarse.

Entonces, la diputada y sus compañeros de bancada Ignazio La Russa, ex ministro aliancista de Defensa, y Guido Crosetto, ex subsecretario de Estado, se escindieron del PdL y anunciaron la constitución del partido Hermanos de Italia (FdI), con la apostilla de Centroderecha Nacional. El triunvirato al mando de los fratelli, denominación patriótica que evocaba el primer verso del himno nacional de Italia (Il Canto degli Italiani o Inno di Mameli), iba a esgrimir un discurso propio de los repertorios del populismo de derechas, el soberanismo euroescéptico y el nacionalismo identitario. Tales etiquetas politológicas estuvieron rigurosamente ausentes de la presentación que Meloni hizo del movimiento, descrito por ella como una nueva opción "dentro del centro-derecha" que no estaba "contra Berlusconi" y que encarnaba valores como "la participación, la democracia y el mérito".

Inicialmente, los FdI, en la línea del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia o el PVV de Geert Wilders en Países Bajos, propugnaban el rechazo al Tratado de la UE y el abandono de la moneda única europea para recuperar la lira, pero a partir de 2018 ciñeron su repudio a las reglas fiscales de Bruselas y el modelo "federalista" de la construcción europea, cualquiera que supusiera transferir más poderes desde el ámbito intergubernamental al supranacional. Los fratelli decían estar en contra del multiculturalismo, exigían parar en seco la inmigración irregular, apostaban por el proteccionismo comercial y defendían el apoyo a la natalidad y las familias desde el Estado mediante ayudas directas y rebajas fiscales. En el terreno social y moral (aborto farmacológico, eutanasia, matrimonio o unión civil de personas del mismo sexo, gestación subrogada), asumían plenamente las tesis más conservadoras, consistentes con la doctrina de la Iglesia Católica.

La recuperación en 2014 del viejo símbolo del MSI y la AN, la llama tricolor (y sin ningún cambio estilístico), para el logo del partido puso en evidencia que los FdI representaban no tanto una opción innovadora como la reformulación de una alternativa posfascista que no había funcionado pero de la que ellos no renegaban. A partir de 2017, el símbolo flameante de remembranza mussoliniana se hizo más ostensible incluso. En su debut electoral, las generales de febrero de 2013, los FdI, miembros júnior de una coalición del centro-derecha en horas bajas, no alcanzaron ni el 2% de los votos, si bien metieron en la Cámara nueve diputados, entre ellos Meloni, erigida en jefa de una bancada ampliada a los 12 miembros por la adición de tres representantes elegidos bajo la fórmula FdI-AN. En el Senado, los FdI no se llevaron nada.

Por lo demás, la irrupción de los FdI en el ya abigarrado tablero político italiano precedió en unos meses a la crisis interna y el cambio de timonel en la populista Liga Norte, donde Matteo Salvini impuso un drástico viraje doctrinal y estratégico llamado a producirle excelentes réditos. Así, la nueva Liga de Salvini rompió amarras con su tradición de movimiento soberanista lombardo y norteño, promotor de la secesión de la llamada Padania, y abanderó un nacionalismo italiano con tintes eurófobos y xenófobos. De esta manera, a partir de 2014 la Liga y los FdI pasaron a entablar una competición por el mismo caladero electoral, el de la derecha dura o la extrema derecha . De momento, Salvini ganaba por goleada a Meloni y sus compañeros, a pesar de que él venía de realizar una chocante metamorfosis ideológica, mientras que ellos representaban una derecha nacionalista más genuina, con pedigrí.

La rivalidad de facto entre fratelli y leghisti, en añadidura, se vio azuzada por las dificultades que asaltaron a la derecha moderada o el centro-derecha, es decir, Berlusconi y Fini. El proyecto de Fini, directamente, naufragó: FLI, constituido en partido en febrero de 2011, no consiguió atraer electores y, sumido en la irrelevancia, dejó de existir en 2014. En cuanto al sector mayoritario de Berlusconi, a finales de 2013 quedó debilitado por una segunda escisión, la del Nuevo Centro-Derecha (NCD) de Angelino Alfano, producida en respuesta a la decisión del cuatro veces primer ministro de resucitar Forza Italia, dar carpetazo al PdL y abandonar el Gobierno de coalición de Enrico Letta.

El 8 de marzo de 2014 Meloni fue elegida por las bases presidenta de los FdI en lugar de Ignazio La Russa, quien pasó a hacerse cargo del puesto burocrático de presidente de la Asamblea Nacional del partido, y al tiempo que Guido Crosetto transfería la Coordinación Nacional a Giovanni Donzelli. El Congreso partidario celebrado en Fiuggi, de paso, aprobó sustituir la etiqueta de Centroderecha Nacional por la de Alianza Nacional para el apellido de la formación, que tres años después decidiría llamarse simplemente Hermanos de Italia.

En el bienio que continuó, Meloni, jefa de un partido novel y pequeño en fase de consolidación y crecimiento, encajó sendas derrotas personales: fue en las europeas de mayo de 2014, donde su cabecera de lista no superó el listón del 4% de los votos, facultativo para ganar el escaño en el Parlamento de Bruselas; y en las administrativas de junio de 2016, cuando su candidatura a alcaldesa de Roma, capitaneando la coalición del centro-derecha, recibió el 20,6% y quedó eliminada para una segunda vuelta que sí disputaron Roberto Giachetti por el centro-izquierda y Virginia Raggi por el Movimiento 5 Estrellas (M5S), con victoria para la segunda. Estos reveses no hicieron mella en la credibilidad de Meloni entre sus huestes, que en diciembre de 2017, en el II Congreso Nacional de Trieste y bajo la consigna de Italia primero, la reeligieron presidenta por unanimidad. En su discurso de aclamación, Meloni formuló este aserto: "si en el 94 el centro-derecha encontró su síntesis en torno a la palabra libertad, ahora debe encontrarla en torno a la palabra identidad".

Los siguientes exámenes electorales tuvieron para los FdI unos resultados positivos. Así, en las generales de marzo de 2018 subieron al 4,3% de los votos, lo que les dio derecho a 32 diputados y 18 senadores. En la Cámara pasaron a ser los quintos, por detrás de un M5S en el cenit de su éxito, una Liga en plena racha expansiva, un Partido Democrático (PD, primera fuerza del centro-izquierda) desfondado y una FI también en declive, ampliamente rebasada por los de Salvini. En las europeas de mayo de 2019 los FdI sacaron el 6,5% y enviaron seis representantes a Estrasburgo. Poco antes, en febrero, Marco Marsilio, el protegido de Meloni en los Abruzos, había dado la campanada en la región.

En septiembre de 2020 los FdI celebraron alborozados el triunfo de su candidato Francesco Acquaroli en las elecciones de las Marcas. Acquaroli, aspirante conjunto del centro-derecha, se convirtió así en el segundo presidente del partido en una región, luego de la elección de Marsilio en L'Aquila. El logro resultaba especialmente grato porque las Marcas habían sido hasta entonces un bastión del centro-izquierda. Su capital, Ancona, era un epicentro de la irradiación de los FdI desde el centro hacia el norte y el sur del país, aunque por el momento la alcaldía seguía en manos del PD.

Hecho fundamental para esta deriva ascendente y su posterior acelerón, el el partido de Meloni estuvo rocosamente en la oposición a todos los gobiernos de distinto signo, siete, sucedidos en Italia desde 2012.

Estos gabinetes fueron: el técnico de Mario Monti (2011-2013); el transversal de Enrico Letta (2013-2014), encabezado por el socialdemócrata PD y durante unos meses integrado también por el sector de Berlusconi; los de centro-izquierda mandados por Matteo Renzi (2014-2016) y Paolo Gentiloni (2016-2018), ambos del PD; el primero de Giuseppe Conte (2018-2019), de insólita coalición entre el M5S y la Liga de Salvini, quien lo mandó a pique con una operación oportunista que no le salió bien; el segundo de Conte (2019-2021), de coalición M5S-PD y arruinado por la defección esta vez del partido Italia Viva (IV) de Renzi; y, desde febrero de 2021, el de cuasi concentración nacional y encomendado por el presidente de la República, Sergio Mattarella, a una personalidad de prestigio, el independiente Mario Draghi.

En 2021 Meloni no tuvo empacho en quedarse sola al rechazar unirse o apoyar desde fuera al Gabinete Draghi, una solución de urgencia para salir del brete de la ingobernabilidad que unos partidos tornadizos y un Parlamento fragmentado habían provocado en el país cisalpino. En esta gran coalición sexpartita forzada por las circunstancias debían entenderse los populistas euroescépticos del M5S, la extrema derecha nacionalista de la Liga, los mitad socialdemócratas, mitad centristas progresistas del PD, los conservadores liberales de FI, los social liberales de IV y los ecosocialistas de Artículo Uno, amén de varios ministros no adscritos y que respondían solo ante el presidente del Consejo. Los FdI se convirtieron así en la única fuerza parlamentaria en la oposición, e intransigente, al Gobierno heterogéneo del anterior presidente del BCE, mientras este era pasto de las trifulcas.

En junio del año siguiente, la ruptura del M5S de Conte, principal grupo parlamentario hasta entonces, por la fuga del sector centrista de Luigi Di Maio, organizado como Juntos por el Futuro (IPF), incitó a la Liga, a FI y al propio M5S a regatearle a Draghi sus votos en el Senado. Fue un movimiento hostil que empujó al primer ministro a presentar su dimisión irrevocable el 21 de julio de 2022 a Mattarella, el cual ya no tuvo más salida que asumir el agotamiento de la legislatura y el adelanto electoral al 25 de septiembre. Se trataba del escenario que Meloni venía reclamando desde hacía tiempo porque convenía, más que a ningún otro partido, a sus intereses políticos.

A partir de las elecciones generales de 2018, la progresión de los FdI en los sondeos de intención de voto fue espectacular. En 2019 superaron a FI (el incombustible y octogenario Berlusconi, capo fundacional del bloque del centro-derecha y pionero del telepopulismo, quien no cejaba en los intentos de reverdecer glorias pasadas), en 2020 al M5S (los grillini de Conte y Di Maio, en caída imparable por sus contradicciones y sus desavenencias internas) y en 2021 al PD de Letta por vez primera. Finalmente, Meloni le hizo su particular sorpasso a Salvini en el verano de 2021. Desde entonces, los FdI permanecieron en el candelero como los máximos adalides de la derecha italiana, solo inquietados por el forcejeo con el PD por la primera posición.

La entrada en 2019 en el Parlamento Europeo permitió a Meloni tejer sólidas alianzas con partidos afines de la UE, en un contexto de fuerte crecimiento electoral, en casi todos los países, de las opciones de extrema derecha, ultranacionalistas, nacional-conservadoras y euroescépticas en mayor o menor grado. A la hora de ubicarse en el hemiciclo europeo, los FdI se decantaron por los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), grupo que reunía entre otros al partido gobernante en Polonia, el PiS, al Vox español y a los Demócratas Suecos (DS). También, a los Conservadores británicos, hasta la materialización del Brexit en 2020, y al checo ODS, gobernante en Praga desde 2021. En septiembre de 2020 Meloni sucedió a Jan Zahradil, del ODS, en la presidencia del Partido de los CRE.

Marcando distancias de Identidad y Democracia, el grupo parlamentario europeo de la Liga de Salvini, el RN francés de Le Pen, la AfD alemana y el FPÖ austríaco, Meloni estableció unos vínculos de cooperación con el español Santiago Abascal, líder de Vox, y el portugués André Ventura, del partido Chega. En octubre de 2021 los tres políticos anunciaron en Madrid la puesta en marcha de un "foro en defensa de la Europa del Sur para hacer frente a la amenaza globalista de los burócratas de Bruselas y para proteger la identidad de las naciones". Según Meloni, la UE era "una caricatura de la civilización europea con su necesidad de eliminar las diferencias y de imponer directivas absurdas".

Abascal, Meloni y Ventura eran signatarios de la llamada Carta de Madrid en defensa de la libertad y la democracia en la Iberosfera, un manifiesto de signo anticomunista y antiizquierdista presentado en octubre de 2020 a iniciativa de Vox, y ahora reiteraban su compromiso con la "soberanía nacional", matriz que era de la "verdadera democracia", la "popular". También se hizo notar la complicidad de Meloni con el autoritario primer ministro húngaro Víktor Orbán, en tormentosas relaciones con la Comisión Europea y cuya condición de "demócrata" la italiana iba a salir a invocar en la recta final de la campaña electoral italiana de 2022. Fuera de Europa, los FdI no ocultaban sus simpatías por el trumpismo.


CONTROVERSIA IDEOLÓGICALa postura de Meloni y los FdI con respecto al fascismo ha estado rodeada de polémica. En una entrevista televisiva de la Rai en 2006, recién elegida diputada y todavía presidenta de las juventudes de AN, Meloni explicó que tenía una "relación pacífica con el fascismo", al cual consideraba "un pasaje de nuestra historia nacional". Mussolini, según ella: "Cometió varios errores, las leyes raciales, la entrada en guerra, y en todo caso el suyo era un sistema autoritario. Históricamente también produjo mucho, pero eso no lo salva".

En 2018 la dirigente vertió la opinión de que el Día de la Liberación (cada 25 de abril, conmemorando la caída de la República Social Italiana de Mussolini, el final de la ocupación nazi del norte del país y la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en Italia en 1945) y la Fiesta de la República (el 2 de junio, conmemorando el referéndum de 1946 que abolió la Monarquía y proclamó la República actual) deberían perder la condición de festivos y ser sustituidos por el Día de la Unidad Nacional y de las Fuerzas Armadas (el 4 de noviembre, aniversario del armisticio de 1918 que supuso la victoria de Italia en la Primera Guerra Mundial).

En mayo de 2020 Meloni publicó en las redes sociales un mensaje de homenaje a Giorgio Almirante, el líder histórico del MSI, con ocasión del 32 aniversario de su fallecimiento; para ella, Almirante, teórico del racismo, alto funcionario de la RSI pronazi entre 1943 y 1945 y después de la guerra acusado de ordenar el fusilamiento de partisanos, había sido "un gran hombre" y un "patriota" destacado por su "amor a la patria", su "honestidad", su "coherencia" y su "coraje".

En octubre de 2021, los graves disturbios provocados en Roma por cientos de militantes del movimiento neofascista Forza Nuova, violentamente contrario a las medidas anti-COVID dispuestas por el Gobierno Draghi, desataron un debate público, alimentado por los sindicatos y los partidos de izquierda, sobre la oportunidad de ilegalizar sin miramientos a todas las organizaciones identificadas con el fascismo. Sabiéndose escrutada, más por las reiteradas acusaciones de permitir la presencia en su partido de personas con credenciales abiertamente filofascistas y la tendencia a realizar saludos brazo en alto, Meloni condenó los destrozos y las agresiones obra de "delincuentes", pero dejó clara su "solidaridad" con los miles de ciudadanos que salían a la calle en paz para "protestar legítimamente" contra las medidas del Gobierno.

El mismo día de los incidentes, el 9 de octubre, el Corriere della Sera publicó una entrevista a Meloni donde ella sostenía que "en el ADN de Hermanos de Italia no hay nostalgias fascistas, racistas o antisemitas". Y añadía: "No hay lugar para nada de eso. En nuestro ADN está el rechazo a todo régimen [totalitario], pasado, presente y futuro. Y no hay nada en mi vida, como en la historia de la derecha que represento, de lo que deba avergonzarme o disculparme. Tampoco a los que tienen su propio pasado, que, a diferencia de nosotros, nunca lo han hecho [el disculparse] y no tienen la dignidad para darme lecciones". Indagada sobre las imágenes de miembros de su partido empleando símbolos y lemas ultraderechistas, Meloni respondía: "El más enojado soy yo. Yo, que siempre he dicho que nadie se atreva a jugar con ciertas cosas, que he suprimido temas ambiguos, pedí a mis directivos la máxima severidad con toda escenificación folklórica e imbécil, incluso con circulares ad hoc. Porque no necesitamos nostálgicos del fascismo: solo son idiotas útiles a la izquierda, que los utilizan para movilizar a su electorado".

Jornadas después del violento alboroto en la capital, tuvo lugar la segunda vuelta de las elecciones comunales en el Lacio; en Roma, el postulante a alcalde escogido por los FdI y el centro-derecha, Enrico Michetti, fue contundentemente batido por el candidato del centro-izquierda, Roberto Gualtieri.

Del 29 de abril al 1 de mayo de 2022, con los FdI en trance de despegarse irreversiblemente del PD en las encuestas, el Gobierno Draghi próximo a encallar y Salvini viviendo un pésimo momento personal por sus reiterados pasos en falso y bandazos populistas, Meloni orquestó en Milán una triunfal Conferencia Programática.

En clave electoral, la líder reafirmó su condición de alternativa "conservadora", prometió "transformar esta era infame en un nuevo Risorgimento italiano" y se permitió hacer algunos leves guiños simbólicos a la tradición cultural antifascista. Elevó un llamamiento a "reconstruir esta nación sobre los escombros de esa globalización fallida" y a "construir una Europa confederal sin burócratas". "La pandemia y la guerra han barrido el castillo de arena de las utopías globalistas" afirmó la oradora, que, abriendo brecha con Salvini (una de cuyas señas era la identificación con Putin), expuso su oposición a Moscú en el conflicto de Ucrania, después de, antes de la guerra, haber realizado comentarios elogiosos sobre Rusia: "En estos 30 años de borrachera las autocracias se han fortalecido. Y la principal culpa la tiene Occidente, que ha entregado su alma, que ha vendido sus valores al mejor postor (…) Sabemos cuáles son nuestros aliados internacionales", manifestó Meloni en alusión a Estados Unidos y la OTAN.

Semanas después de la conferencia milanesa, en junio, Meloni se desplazó a Marbella para participar en un mitin de Vox con motivo de la campaña electoral de Andalucía. En presencia de Abascal, la opositora italiana pronunció una encendida arenga donde, en un excelente español, empleó las siguientes palabras: "O se dice sí, o se dice no. Sí a la familia natural. No a los lobbies LGBT. Sí a la identidad sexual. No a la ideología de género. Sí a la cultura de la vida. No al abismo de la muerte. Sí a la universalidad de la cruz. No a la violencia islamista. Sí a fronteras seguras. No a la emigración masiva. Sí al trabajo de nuestros ciudadanos. No a las grandes finanzas internacionales. Sí a la soberanía de los pueblos. No a los burócratas de Bruselas. Y sí a nuestra civilización. Y no a quienes quieren destruirla". La invitada italiana no hizo una alusión a la teoría conspirativa del Gran Reemplazo (la sustitución deliberada de población nativa blanca por inmigrantes musulmanes y africanos), promovida por sectores la de extrema derecha de Europa y Estados Unidos, y asumida explícitamente por ella al menos desde 2019.

El 11 de agosto siguiente, Italia se hallaba ya en provisionalidad preelectoral y en plena precampaña. Meloni lanzó entonces un videodiscurso pronunciado por partes en francés, inglés y español, a modo de comunicado de prensa internacional, para negar que la eventual llegada de los FdI al poder pudiera entrañar una amenaza para la democracia. "He leído que la victoria de los Hermanos de Italia en las elecciones de septiembre sería un desastre que conduciría a un punto de retorno autoritario, la salida de Italia del euro y otras tonterías por el estilo. Nada de eso es cierto (…) Nos oponemos enérgicamente a cualquier deriva antidemocrática", aseguró. Más aún, hizo suya la condena "sin ambigüedad" al fascismo y sus "infames leyes antisemitas", fascismo ya relegado a la historia desde hacía "décadas" (al igual que el nazismo pero a diferencia del comunismo, "única ideología totalitaria del siglo XX que sigue anclada en el poder en algunas naciones"), y volvió a recordar que el suyo era un partido de los "conservadores italianos".

Comentaristas de la prensa dijeron entonces que Meloni, deseosa de tranquilizar a los sectores económicos y de atraer indecisos para su causa, imitaba a la francesa Marine Le Pen cuando su famosa desdiabolización del FN/RN. Según este análisis, la inminencia de unas elecciones decisivas invitaría a Meloni a jugar las cartas de la moderación, sin el temor a perder votos desde su flanco más a la derecha. Los FdI, la Liga y FI ya habían pactado que el cabeza de la fuerza más votada sería el candidato del centro-derecha a primer ministro. Tal como iban los sondeos, ella era la clara favorita para convertirse en la primera presidenta del Consejo de Ministros.


EL PROGRAMA PARA LAS ELECCIONES DE 2022 El bloque de centro-derecha que integran los partidos Hermanos de Italia, Liga por Salvini Premier, Forza Italia y el extraparlamentario Nosotros con Italia/Nosotros Moderados de Maurizio Lupi ha consensuado un programa común de 15 puntos.

Meloni y sus aliados propugnan una política exterior "centrada en la protección del interés nacional y la defensa de la patria". Eso parte de la "plena" pertenencia a "Europa, la Alianza Atlántica y Occidente", y no excluye "el apoyo a Ucrania frente a la invasión rusa así como de cualquier iniciativa diplomática encaminada a resolver el conflicto". La afirmación del soporte a Ucrania es coherente con las declaraciones de Meloni desde los primeros días de la invasión del 24 de febrero y que incluyen el apoyo tanto a las sanciones contra Rusia como al suministro de armas defensivas a la nación agredida, pero chirría con las posturas mantenidas por Salvini y Berlusconi, de sintonía con las narrativas del Kremlin, hasta escasos días antes de las elecciones. En el programa por escrito, los tres expresan su "plena adhesión" al proceso de integración de la UE, aunque con las perspectivas de que esta sea "más política y menos burocrática", y de que los 27 acometan una "revisión" de las (actualmente congeladas) reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

En la política doméstica, el centro-derecha propone reformas institucionales como la elección directa del presidente de la República, fortalecer la acción contra la criminalidad común, las mafias y el narcotráfico mediante "decretos de seguridad", y luchar contra la inmigración irregular, inclusive el "bloqueo de desembarcos" que son la expresión del "tráfico de seres humanos". La "defensa de las fronteras nacionales y europeas tal como pide la UE con el nuevo Pacto por la Migración y el Asilo", expone el documento, requerirá crear "hotspots en territorios no europeos, gestionados por la UE, para evaluar las solicitudes de asilo". Otras actuaciones imprescindibles tocarían a las infraestructuras estratégicas, el ferrocarril de alta velocidad y la digitalización. La derecha insiste en el uso "eficiente" y "completo" de los recursos europeos asignados a Italia en el marco del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR), junto con la gestión de la COVID-19 uno de los caballos de batalla de Meloni en su oposición dura a los gobiernos Conte y Draghi.

En un país económica y socialmente agobiado por la escalada de los precios, en particular los de la energía, el bloque de Meloni desgrana un amplio paquete de ayudas al poder adquisitivo, el trabajo y la inversión productiva. Ahora bien, las apelaciones a proteger a las familias, los trabajadores y las pymes de la inflación y a sostener el estado del bienestar son fundamentalmente de carácter genérico y declarativo, y por lo general no entran en detalles o cifras concretos.

El paquete incluye: reducción de la carga fiscal para las familias, las empresas y los autónomos; supresión de microimpuestos; extensión de la tasa única del IVA para importes de hasta 100.000 euros y bajada del tipo en las facturas del gas y la electricidad, así como en los productos infantiles; introducción del tipo único (flat tax) en el IRPEF para los contribuyentes con ganancias de ingresos entre ejercicios; incremento del gasto público en apoyo de la familia y la natalidad; aumento de la Asignación Única y Universal (AUU, que el Estado destina a los núcleos familiares con hijos dependientes de hasta 21 años); sustitución de la Renta de Ciudadanía (para los hogares con bajos ingresos) "por medidas más eficaces de inclusión social y políticas activas de formación e integración en el mundo laboral"; y aumento de las pensiones mínimas de jubilación e invalidez.

A título individual, Meloni se ha comprometido a "no poner en riesgo" las finanzas del Estado, ya muy tensionadas por una deuda pública que alcanza el 150% del PIB, la segunda más voluminosa de la UE tras la de Grecia, y por un déficit que en 2021 llegó al 9%, el más elevado de los 27, apenas mejorado con respecto al del año fatídico de la declaración de la pandemia y que el Gobierno Draghi prevé se modere hasta el 5,6% en este 2022.

Otros puntos del programa común mencionan la promoción del Made in Italy (la "belleza" y la "excelencia" italianas), el "reto" de la autosuficiencia energética (diversificando el suministro, acelerando la producción desde las renovables y buscando el "autoabastecimiento sostenible" con soluciones como la explotación del gas natural autóctono y la construcción de plantas generadoras de última generación, tanto térmicas como nucleares) y la "prioridad" ambiental y climática.

Aparte, los FdI han presentado a las elecciones generales de 2022 su programa específico como partido. En este documento propio de 25 puntos, Meloni empieza diciendo que, una vez en el Ejecutivo, su "movimiento de patriotas y conservadores italianos" acometerá la reversión del "declive económico, social, cultural y político de la nación", y cerrará el "paréntesis anómalo" y la "desafortunada etapa" que la última década ha supuesto en la historia de Italia. Una etapa de gobiernos inestables y en la que "la izquierda siempre se ha mantenido en los pasillos del poder, incluso en desprecio de la voluntad popular", denuncia.

Meloni se ha asegurado de que el esquema fundamental de sus propuestas sea asumido por el programa común del centro-derecha, donde las discrepancias ideológicas en realidad son escasas. Los FdI descienden un poco más a lo concreto cuando mencionan la supresión del Impuesto Regional sobre la Actividad Productiva (IRAP, que también rechazan Salvini y Berlusconi). Asimismo, hacen más hincapié en la remoción de obstáculos ("liberar las fuerzas productivas", "apoyar a quienes hacen negocios y crean riqueza y empleo") a la gran empresa privada, en la formación laboral y en la lucha contra el cambio climático y la contaminación. El documento de los fratelli reclama una "máxima intransigencia contra todas las formas de antisemitismo, racismo y fundamentalismo islámico". Por otro lado, perora sobre la "Europa de las patrias" y las "raíces clásicas y judeo-cristianas de Europa", planteamiento este último que también recoge el programa común.

En cuanto a la manera de hacer frente a los costes desmesurados de la energía, el tema más candente del momento, los FdI se abonan a las fórmulas de un precio máximo del gas a nivel europeo y la reforma reguladora del mercado nacional, todo para empujar hacia abajo las facturas que pagan los consumidores. Dicen que hay que garantizar un suministro doméstico mínimo de gas y electricidad, incluso en los casos de morosidad, con la creación de la figura de los "usuarios de subsistencia". También, precisan que la "máxima diversificación" de las fuentes de suministro desde el exterior, la superación de la "dependencia del gas ruso", pasa por un "corredor mediterráneo" donde Italia se erija en hub energético europeo. Ello requeriría construir nuevos gasoductos y plantas de regasificación de GNL, la conexión submarina con España y el aprovechamiento de yacimientos nacionales de gas sin explotar. Invertir en las nucleares y multiplicar las renovables son igualmente claves en este plan.

En el terreno personal, Giorgia Meloni mantiene una relación estable con Andrea Giambruno. La pareja ha tenido una hija, Ginevra, nacida en 2016. Según cabeceras de la prensa italiana, Giambruno, periodista televisivo del grupo Mediaset fundado por Berlusconi, al contrario que Meloni, tiene un pensamiento político de izquierdas.

(Cobertura informativa hasta 23/9/2022)