George Weah

En las postrimerías de 2017 los votantes de Liberia, la república más antigua de África (fundada por esclavos libertos de Estados Unidos en 1847), han dado la oportunidad de que les presida a un candidato de humildísimos orígenes y ajeno a la élite tradicional: el ex futbolista George Weah, una de las mayores figuras del balompié surgidas en el continente. La laureada carrera de Weah en las ligas europeas, donde disputó 478 encuentros oficiales y metió 193 goles, coincidió con el desarrollo en su martirizado país de una arrasadora secuencia de guerras civiles y violencias interétnicas, a las víctimas de las cuales el llamado King George, famoso, rico y solidario, procuró socorrer con iniciativas humanitarias.

Tras colgar las botas en un club de los Emiratos en 2003, coincidiendo con el final del conflicto armado liberiano, Weah, tras 16 años en el deporte profesional, optó por trasladar a la política su vocación de ayudar a su pueblo. Fundó un partido entre populista, liberal y conservador, el Congreso por el Cambio Democrático (CDC), con el que se presentó a las elecciones democráticas de 2005; entonces, cayó derrotado ante la veterana Ellen Johnson-Sirleaf, cuya victoria sin fraude le costó reconocer. En 2011 fue candidato, frustrado también, a la Vicepresidencia, en 2014 ganó el escaño de senador y ahora en 2017, en las rondas electorales del 10 de octubre y el 26 de diciembre, ha podido batir al heredero de la mandataria saliente, Joseph Boakai, gracias al respaldo masivo de los jóvenes, que le tienen por un ídolo y en los que el aspirante opositor ha concentrado sus mensajes de oportunidades laborales y revitalización económica.

El 22 de enero de 2018 Weah, con 51 años, asume el mando de una nación que si bien disfruta de paz, estabilidad institucional y unos aceptables niveles de seguridad, cuales son el mayor legado de la Premio Nobel Johnson-Sirleaf, aún arrastra los estragos de la epidemia del ébola de 2014-2016, crisis sanitaria que arruinó los tímidos avances experimentados por Liberia en su reconstrucción material. Así, el Estado de África Occidental sigue hundido en todos los estándares de desarrollo humano y su vulnerable economía se encuentra además en recesión. Ahora, del corpulento delantero centro que anotaba tantos sobre el césped con exhibiciones de energía física e inteligencia táctica sus paisanos esperan que se imponga también a los azotes de la pobreza y el desempleo. La captación de inversiones extranjeras para levantar infraestructuras básicas y reactivar negocios de explotación de los ricos recursos naturales (minería, hidroelectricidad), es, confirma el nuevo presidente, la mayor de sus prioridades. Weah promete igualmente quebrar la corrupción, lacra que personaliza en la casta política local.

Si en su primera tentativa presidencial Weah, un cristiano metodista que invoca la armonía entre religiones, fue criticado por pretender dirigir Liberia sin poseer educación superior ni experiencia alguna de gobierno, ahora su plataforma suscita otro tipo de inquietudes porque una de las patas de la coalición montada por el CDC es el partido del ex presidente convicto de crímenes de guerra y lesa humanidad Charles Taylor; su anterior esposa, Jewel Taylor, es la nueva vicepresidenta de la República. Además, el segundo warlord más notorio en los tenebrosos días de la primera guerra civil, Prince Johnson, el asesino (1990) del presidente Samuel Doe y hoy senador, respalda asimismo la coalición del ex jugador.


(Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 5/1/2018. George Weah, acogiéndose a la posibilidad constitucional, optó a un segundo mandato de seis años como presidente de la República de Liberia en las elecciones generales del 10/10/2023. Con el 43,8% de los votos, Weah superó muy levemente a su adversario del partido opositor UP, Joseph Boakai, antiguo vicepresidente de la República y con quien ya contendiera con éxito en 2017. Ambos disputaron la segunda vuelta del 14/11, cuyo resultado fue la victoria de Boakai con el 50,6%. Weah, receptor del 49,3% de los votos, reconoció su derrota por tan ajustado margen, dejando todo dispuesto para la transferencia del poder el 22/1/2024).

1. Un astro del fútbol africano fogueado en las ligas europeas
2. Activismo humanitario en tiempos de guerra civil
3. La ambición de servir a Liberia como presidente de la República


1. Un astro del fútbol africano fogueado en las ligas europeas

George Manneh Weah nació en 1966 en Clara Town, insalubre suburbio chabolista de Monrovia que personas sin recursos procedentes de las áreas más atrasadas del país estaban levantando al sur de la isla Bushrod, un paraje recortado por la desembocadura del río Mesurado, ganado a las marismas y saturado de humedad. Sus padres, mecánico él y vendedora ella, pertenecían al grupo étnico kru, si bien en la genealogía familiar se cruzaban paisanos de otros pueblos autóctonos de Liberia, todos los cuales, hasta el cruento golpe de Estado militar de 1980, sobrevenido cuando George tenía 13 años, estuvieron sojuzgados por la casta oligárquica de los américo-liberianos (los descendientes de los antiguos esclavos de Estados Unidos fundadores de la República de Liberia en 1847) y la dictadura excluyente del True Whig Party (TWP).

Miembro de una prole de 13 hermanos, el joven fue criado por su abuela paterna, Emma, que lo sacó adelante con muchas privaciones y estrecheces tras separarse los progenitores. La aguda precariedad del entorno no le impidió recibir formación escolar secundaria, si bien no llegó a completar el bachillerato. Las clases de primaria las recibió en un centro islámico, fe que profesó en esta primera etapa de su vida antes de convertirse de nuevo al Cristianismo, concretamente a la denominación protestante metodista.

Tras abandonar la high school, Weah, por un tiempo, se ganó la subsistencia como telefonista en la Liberia Telecommunications Corporation (Libtelco), pero su pasión, ejercitada en las fangosas campas de su barrio desde muy niño, cuando correteaba descalzo dándole patadas a naranjas o a cualquier otra cosa que hiciera la función de balón, era el fútbol. A los 15 años empezó a jugar de delantero en los Young Survivors de Clara Town, un equipo de aficionados que ni siquiera tenía entrenador, y en 1984 se comprometió con otro equipo local, la Bongrange Company. Su fuerza física no exenta de técnica, que le permitía desplazar y controlar el esférico a la carrera, hacían de Weah una promesa del deporte del balompié, la salida profesional soñada por tantos millones de jóvenes africanos pobres.

En 1985 le llegó la oportunidad de integrarse en el Mighty Barrolle de Buchanan, equipo que jugaba en la máxima competición de Liberia, la Premier League, y que junto con su gran rival de Monrovia, los Invincible Eleven, era un claro favorito a llevarse el título anual. Precisamente, la temporada 1985-1986 fue ganada por el Mighty Barrolle y a su término, Weah, que en su debut en la categoría sénior había disputado 10 partidos y metido siete goles, fichó por los Invincible Eleven. Con el club capitalino, Weah metió 24 goles, una media de uno por encuentro, y volvió a proclamarse campeón de liga. En la Liberia de aquellos años, un jugador de la Premier League no podía pretender sostenerse económicamente solo con el balón, así que Weah mantuvo su empleo en la Libtelco.

La potencia goleadora de Weah, un delantero centro de 184 centímetros de estatura y enorme zancada capaz de perforar la portería contraria a partir de unos arranques desde más allá del medio campo y sin asistencia, captó la atención de ojeadores de ligas africanas de fútbol que disfrutaban de mayores recursos. En 1987 el mocetón liberiano jugó un par de encuentros con el equipo costamarfileño Africa Sports d'Abidjan y ese mismo año firmó un contrato semiprofesional por el Tonnerre Yaoundé, club de la capital de Camerún que justamente entonces entró en una racha de éxitos. 1987 fue también el año en que Weah fue seleccionado para el equipo nacional de Liberia, vínculo que ya no se interrumpiría hasta su jubilación de la profesión en 2003.

En 1988, cuando solo llevaba unos meses en Camerún, a Weah se le abrió la puerta dorada que solo un selecto puñado de futbolistas africanos conseguía franquear: jugar en una liga europea. El acontecimiento que cambió la vida de Weah lo fraguó Claude Le Roy, el entrenador francés de la selección nacional de Camerún, quien tras ver en directo la potencia rematadora del liberiano le recomendó su fichaje a su amigo Arsene Wenger, técnico por entonces de la A.S. Mónaco F.C., uno de los clubes clásicos de la Division 1 de Francia. El crack negro de 21 años accedió a fichar por el Mónaco, que venía de ganar la temporada 1987-1988 de la liga gala, a un precio de ganga, muy por debajo de lo que valían sus aptitudes, las cuales, empero, tenía que demostrar a un público que no sabía quién era.

Fue el comienzo de 13 años de gloria deportiva en los que Weah, catapultado a una existencia privilegiada de competiciones de élite, fama y lujos, deslumbró con sus jugadas explosivas y su rendimiento anotador en algunos de los mejores equipos del mundo adscritos a tres ligas europeas, y terminó convirtiéndose en una leyenda del fútbol africano, admirado por las aficiones de dos continentes. Con el Mónaco, Weah estuvo cuatro temporadas, período en el que el club monegasco —donde posteriormente iba a jugar un primo suyo, Christopher Wreh— se llevó la Copa de Francia de 1991 y disputó la final de la Recopa de Europa de 1992.

A continuación, Weah vistió sucesivamente los colores del París Saint-Germain F.C. (1992-1995), el A.C. Milan (1995-2000), el Chelsea F.C. (2000), el Manchester City F.C. (2000) y, de nuevo en Francia, el Olympique de Marsella (2000-2001). Con el PSG, del que empezó siendo máximo goleador, Weah ganó un torneo de la Division 1, dos Copas de Francia y una Copa de la Liga, además de llegar a tres semifinales de títulos europeos. Con el Milan propiedad de Silvio Berlusconi, que le adquirió por 7,5 millones de euros para reemplazar al holandés Marco van Basten, retirado por lesión, mantuvo su sobresaliente nivel de juego y llegó al cenit de su carrera. Con su eficacia goleadora, contribuyó decisivamente al triunfo de la escuadra lombarda en dos campeonatos de la primera división de la liga italiana, la Serie A, los de las temporadas 1995-1996 y 1998-1999.

De paso, Weah laureó su palmarés con una serie de premios internacionales, el más destacado de los cuales fue el Balón de Oro de 1995, el primero conseguido por un futbolista africano. A este codiciado galardón, otorgado todos los años por la revista francesa especializada France Football, se les sumó, entre otros reconocimientos, las distinciones como Jugador Mundial de la FIFA del Año 1995, en cuya tabla el liberiano se alzó primero con 170 puntos, por delante de jugadores europeos y americanos de la talla de Paolo Maldini, Jürgen Klinsmann, Romário, Roberto Baggio (como Maldini, compañero de banquillo en el A.C. Milan) y Hristo Stoichkov, y, también en 1995, como Futbolista del Año en África, en este caso por decisión de la Confederación Africana de Fútbol (CAF).

Anteriormente, en 1989 y 1994, Weah ya había recibido de France Football dos Balones de Oro Africanos. En el ránking de la FIFA de 1996 el liberiano quedó en el segundo lugar, por detrás del brasileño Ronaldo. Asimismo en 1996, la FIFA le otorgó su Premio Fair Play, concesión que el organismo internacional mantuvo pese a que antes de terminar el año, en diciembre, la Comisión de Disciplina de la UEFA sancionó al jugador del Milan con seis partidos de suspensión por haberle propinado un fuerte cabezazo en el rostro a un contrario del Oporto, Jorge Costa, en el túnel de vestuarios al final del partido de vuelta de la Liga de Campeones, disputado en noviembre anterior en el estadio das Antas y con resultado de empate a uno, insuficiente para el paso del Milan a la segunda fase del torneo. El cabezazo de Weah le causó al defensa luso la rotura del tabique nasal y la consiguiente hemorragia.

Luego, Weah, torpemente, intentó justificar su deplorable acción, alegando que había sucumbido a un estallido de rabia porque Costa le había dedicado insultos racistas sobre el terreno de juego en los dos partidos celebrados. Este extremo fue negado tajantemente por el portugués, que retó a Weah a presentar testigos que corroboraran su imputación y llegó a denunciarle ante un tribunal por difamación.

Siguiendo una pauta frecuente en jugadores maduros asomados al final de sus épocas en la práctica profesional, Weah concluyó su ciclo futbolístico en un equipo alejado de las competiciones más conocidas pero bien dispuesto a ofrecerle un contrato lucrativo. En su caso, en 2001 aceptó exhibirse en el Al Jazira Sporting Club de los Emiratos Árabes Unidos. En el país árabe jugó de titular dos temporadas hasta agosto de 2003, momento en el que decidió colgar las botas. Tenía 36 años, una edad avanzada para un delantero corredor como él. Atrás quedaban 18 años como jugador de clubes de ligas nacionales, con los que había disputado 528 partidos y metido 268 goles.

Mucho más discreto era su historial con la selección nacional de fútbol, pero no por deméritos propios, sino por la mínima relevancia del combinado liberiano, apartado tanto de los Mundiales como, por lo general, de los torneos continentales. Weah fue mucho más que la estrella sobre el césped de las llamadas Lone Stars; además de jugar con su camiseta y ser su capitán, ayudó a entrenarlas y hasta las financió copiosamente con dinero de su propio bolsillo.

En 1996 la humildísima Liberia, cuyos internacionales difícilmente podían dedicarse a los entrenamientos sistemáticos, consiguió clasificarse para la Copa Africana de Naciones, pero cayó eliminada en la fase de grupos. Lo mismo le sucedió en 2002. Aquel mismo año tuvo lugar la Copa Mundial de Corea y Japón, en la que Liberia estuvo a punto de participar, lo que habría sido una auténtica hazaña: en 2001 cayó en la fase clasificatoria de grupos con solo un punto menos que Nigeria, campeón del Grupo B (que completaban Sudán, Ghana y Sierra Leona) y por tanto el único integrante del mismo facultado para pasar. En total, Weah jugó con el equipo de su país 60 partidos oficiales y marcó 22 tantos.


2. Activismo humanitario en tiempos de guerra civil

La devoción de Weah por la selección nacional excedía con mucho el afecto meramente deportivo. Siempre comprometido aún en sus días más rutilantes en las ligas europeas, el ariete liberiano nunca apartaba de su pensamiento a Liberia, a la que viajaba siempre que podía y hacía llegar asistencia económica, en sus paisanos y sus privaciones cotidianas. Adversidades endémicas que tomaron el cariz de una atroz tragedia colectiva a partir de 1989 al sumirse el malhadado país de África Occidental en una terrible secuencia de guerras civiles, masacres y odio interétnico atizada por despiadados warlords sedientos de botín y poder, el más notorio de los cuales, Charles Taylor, salió elegido presidente de la República en 1997 para acabar derrocado, en medio de una segunda gran efusión de violencia, seis años después.

Durante años, la ciudad donde Weah había nacido y crecido, Monrovia, sufrió los estragos de los combates y las matanzas. La propia actividad de la selección nacional de fútbol se vio gravemente perturbada por los conflictos armados, factor que contribuyó tanto o más que el discreto nivel de juego a la escasa presencia de las Lone Stars en los campeonatos internacionales. La huida de Taylor (posteriormente puesto a disposición del Tribunal Especial para Sierra Leona, que lo juzgó y condenó por crímenes de guerra y contra la humanidad) en agosto de 2003, justo cuando Weah clausuraba su etapa de futbolista, trajo la anhelada paz, pero Liberia salió de ese túnel casi destruida hasta sus cimientos y convertida en la tumba de no menos de medio millón de personas brutalmente asesinadas, a las que había que sumar varios cientos de miles más de mutilados, desplazados y refugiados.

Ya a lo largo de su aclamada singladura deportiva, Weah prestó valiosos servicios para la distribución de ayuda humanitaria en su país y colaboró con las campañas sanitarias de Unicef, que más tarde, en 2004, coincidiendo con la aparición del liberiano en FIFA 100, la lista de los mejores futbolistas vivos elaborada por Pelé, le nombró Embajador de Buena Voluntad. En 1994, en plena guerra civil, el astro del fútbol liberiano tomó la dirección de un club de Monrovia, los Junior Professionals, que convirtió en refugio de niños desarraigados a los que se inculcaban los valores positivos del esfuerzo deportivo y la camaradería en sintonía con la asistencia obligatoria a la escuela. Dos años después, el Junior Professionals F.C., con Weah de presidente, ganó la Premier League y la Liberian Cup.

En 1996 también, cuando era titular del Milan, Weah mantuvo con Nelson Mandela un encuentro personal que lo marcó hondamente. El mítico presidente sudafricano elogió su trayectoria deportiva teñida de activismo solidario y dijo de él que era el "orgullo de África". El jugador salió de la reunión aleccionado con buenos consejos y vivamente conmovido. Con posterioridad, Weah explicó que "Mandela me dio el coraje para luchar y procurar hacer cosas importantes por mi gente". Al parecer, ya entonces Weah imaginaba que un día, si su país conseguía salir del abismo de la guerra y enfilar el sendero de la democracia, él podría servir a Liberia jugando en un terreno bien distinto al que venía procurándole satisfacciones y seguridad, el de la política.

La primera guerra civil liberiana (1989-1997) puso en serio peligro las vidas de varios familiares y amistades de Weah, a los que el jugador procuró poner a salvo. Trasladó a su anciana madre, Anna, a la segura Ghana e instaló en Estados Unidos, a caballo entre Nueva York y Fort Lauderdale, donde tenía adquiridas propiedades, a su segunda esposa, Clar, jamaicana de nacimiento, y sus dos hijos pequeños, el mayor de los cuales era el fruto de un matrimonio anterior. En 1996 la prensa informó que los milicianos de Charles Taylor, a modo de represalia por el llamamiento hecho por el jugador, a través de The New York Times, para que la ONU se hiciera cargo de Liberia "no temporalmente, sino para siempre, para lograr que los liberianos crean en la democracia, para hacernos creer en los Derechos Humanos", habían asaltado, saqueado e incendiado una mansión suya en la costa liberiana, además de apalear a sus ocupantes, entre ellos dos primas adolescentes, a las que violaron.

Los dos hijos varones de Weah, padre también de una joven, Tita, siguieron sus pasos deportivos: George Weah júnior, nacido en Liberia en 1987 y debutante como centrocampista en la alineación juvenil del A.C. Milan para luego, desde 2010, jugar como profesional sénior en varios clubes suizos y franceses, el PSG entre ellos; y Timothy Weah, nacido en 2000 en Nueva York y fichado igualmente por el París Saint-Germain. En tanto que poseedores de la doble nacionalidad, George jr. y Timothy fueron reclutados para las categorías inferiores de la selección de Estados Unidos. George, además, se integró en 2015 en la selección nacional de Liberia. Timothy, por su parte, adquirió la nacionalidad francesa. Un triple pasaporte que su padre George poseía desde 1993 por el mismo motivo que él, para no ocupar plaza de extranjero en el PSG.


3. La ambición de servir a Liberia como presidente de la República

En agosto de 2003, tras la conquista de Monrovia y Buchanan por las guerrillas LURD y MODEL, la dimisión y exilio de Taylor, el despliegue de una fuerza de paz, la ECOMIL, por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) con el apoyo de una compañía de marines estadonidenses, y la firma en Accra por los rebeldes y los representantes del presidente provisional, Moses Blah, de un acuerdo de paz global que asentaba el cese de las hostilidades y contemplaba la puesta en marcha de un gobierno de transición multipartito, la torturada Liberia vio amanecer una era de esperanza. En octubre de 2003 las tropas de la CEDEAO traspasaron el testigo de la seguridad a los cascos azules de la misión de la ONU, la UNMIL, y tomó posesión el Gobierno Nacional de Transición (GNT), presidido por Gyude Bryant. Para Weah, testigo de cómo la ONU, de la que era Embajador de Buena Voluntad, se hacía cargo de su país, el escenario reclamado por él desde hacía años, había llegado la hora de dejar Fort Lauderdale y de regresar a Liberia, trayendo consigo un proyecto político personal bastante maduro.

El deportista filántropo idolatrado por las masas juveniles, para las que era el King George, se puso a organizar una plataforma proselitista con la mirada puesta en las elecciones presidenciales previstas para 2005. Irrumpió en la escena entonces el Congreso por el Cambio Democrático (CDC), un partido que los observadores se inclinaron por enmarcar en un conservadurismo adscrito al libre mercado más allá del discurso intensamente populista de su artífice, quien como era de esperar se concentró en ilusionar a los electores con promesas de mejora y prosperidad, en una nación arrasada por la guerra y su legado de muertes, destrucciones y subdesarrollo agudo.

En aquellos momentos, Liberia necesitaba urgentemente ayuda internacional para poner en pie escuelas, centros de salud, plantas potabilizadoras de agua e infraestructuras de todo tipo. Los combates y las masacres habían terminado, pero los indicadores del desarrollo humano figuraban entre los más bajos del mundo. Cuatro quintas partes de la población era pobre y no tenía ocupación fija, y cerca de la mitad era analfabeta. La persona que fuera elegida para presidir Liberia tendría por delante una empresa titánica de reconstrucción material, consolidación democrática y vertebración social.

Seguramente, Weah habría afrontado la elección presidencial de octubre de 2005 con la confianza propia del equipo de clase superior al que le emparejan con un rival futbolístico de mínima relevancia, de no haberle salido una competidora de gran peso: la veterana política Ellen Johnson-Sirleaf, antigua ministra de Finanzas en el régimen del TWP, enfrentada sin éxito a Taylor, luego de haberle apoyado, en las elecciones de 1997 y poseedora de un elocuente historial de alta ejecutiva del Citibank y funcionaria del Banco Mundial. Con 66 años, Johnson-Sirleaf, licenciada en Administración Pública por la Universidad de Harvard, se había ganado el sobrenombre de la Dama de Hierro liberiana y como en la liza de 1997 contendía por cuenta del Partido de la Unidad (UP), una formación de centro liberal.

Los perfiles de los dos aspirantes principales a la Presidencia no podían ser más contrastados. La cualificación de Weah para la suprema magistratura de la nación fue puesta en solfa por sus detractores, que dieron relieve a su endeble formación académica, con la escuela secundaria sin terminar, y a su nula experiencia en cuestiones de gestión pública, fuera de su dirigencia del club de fútbol Junior Professionals y su intensa implicación en el mantenimiento de las Lone Stars. Él, por el contrario, insistió en presentarse como un genuino representante del pueblo —aunque millonario, eso sí— y en discriminarse positivamente de Johnson-Sirleaf y los demás postulantes pertenecientes a las élites políticas y empresariales, unos notables a los que, en un rapto de populismo, se podía descalificar colectivamente como cómplices de todos los desastres padecidos por el país desde el golpe de Estado dado por el entonces sargento Samuel Doe en 1980.

Al envite presidencial del 11 de octubre de 2005 se presentaron 22 candidatos, de los que Weah y Johnson-Sirleaf, que por edad podían ser hijo y madre, eran los favoritos. La histórica jornada fue supervisada y vigilada por un nutrido plantel de observadores internacionales y por los 16.000 cascos azules y policías civiles de la UNMIL, cuya misión más importante, realizada ya en parte y con muchas dificultades, era asistir al GNT de Bryant en el desarme, desmovilización, rehabilitación y reintegración en la sociedad de los más de 100.000 combatientes de la pasada guerra civil. En eso consistía el llamado Programa DDRR. Si bajo el GNT se había ejecutado la mayor parte del primer componente del programa, el desarme y la desmovilización, al Gobierno que saliera de las elecciones le iba a tocar acometer la segunda parte, que desde ya se prometía extraordinariamente complicada y costosa en términos económicos.

El 11 de octubre, con una participación elevada, del 75%, Weah se puso en cabeza con el 28,3% de los sufragios. La impresión general fue que la estrella del balompié, incondicionalmente respaldada por la inmensa mayoría de los jóvenes varones, habría sacado muchos más votos si no hubiese recibido el público respaldo de un buen número de antiguos señores de la guerra y cabecillas guerrilleros. Johnson-Sirleaf sacó el 19,8% y pasó a disputar la segunda vuelta con Weah el 8 de noviembre. En los comicios legislativos, el CDC de Weah se convirtió en la primera fuerza de la Cámara de Representantes con 15 escaños.

Finalmente, el 8 de noviembre, Johnson-Sirleaf se llevó la Presidencia con un contundente 59,4% de los votos. El análisis poselectoral hizo notar que la abanderada del UP había recabado el apoyo masivo del electorado femenino, de muchos adultos maduros y de los pocos liberianos de clase alta y cultivados que no habían huido del país o que habían regresado después de las dos guerras civiles, los cuales estimaban que solo ella, quien no era sino una de los suyos, sería capaz de atraer inversiones, preservar la estabilidad y poner coto a la corrupción. Estos colectivos desconfiaban profundamente de Weah, al que veían como un inexperto veleidoso y temperamental susceptible de caer bajo la influencia de fuerzas oscuras o de entregarse a la demagogia.

Weah, a pesar del apoyo de varios de los candidatos apeados en la primera votación, sucumbió con el 40,6%. El aspirante del CDC no encajó bien su derrota y denunció que había sido víctima de un fraude, tanto en la primera como en la segunda vuelta, pero ni la Comisión Nacional de Elecciones (NEC), ni las misiones de observadores de la Unión Europea y las ONG de Estados Unidos, ni la UNMIL, ni la Unión Africana, ni ningún gobierno exterior concedió crédito a esa especie. Los monitores destacaron el carácter pacífico, ordenado y transparente de las elecciones, que ofrecían un ejemplo casi excepcional en el continente y que en un país demolido como Liberia resultaba doblemente meritorio. Al comprobar el nulo eco internacional de sus quejas, Weah llamó a la calma a sus exaltados partidarios, muchos de los cuales eran antiguos milicianos, incluidos ex niños-soldado, pero siguió insistiendo en que le habían estafado y amenazó con bloquear la transmisión del poder el 16 de enero de 2006.

El 23 de noviembre de 2005 la NEC certificó los resultados ya avanzados y proclamó de manera oficial la victoria de Johnson-Sirleaf, la primera mujer elegida en las urnas para presidir un país africano. Tras mucho porfiar, Weah, presionado por todo el mundo, terminó por reconocer su derrota el 21 de diciembre, poniendo término a seis semanas de inquietantes agitaciones callejeras y amenazas veladas que concitaron el rechazo general. El ex futbolista se retractaba para dar a los liberianos "la oportunidad de llevar a cabo la empresa de la recuperación y la redención nacionales en una atmósfera de tranquilidad".

Tras la instalación del Gobierno de Johnson-Sirleaf y el UP, Weah se topó con la norma, instaurada por las nuevas autoridades, que exigía a quienes desearan presentarse a la Presidencia la acreditación de estudios superiores. El ex futbolista alegó que disponía de un diploma en Dirección Deportiva expedido por la Universidad Parkwood de Londres, pero el Gobierno replicó que ese título carecía de validez al no estar respaldado por clases lectivas. Entonces, Weah se propuso cubrir sus carencias académicas: primero, en 2006, a los 40 años, se sacó el bachillerato escolar; a continuación, se matriculó en el campus de Miramar de la Universidad DeVry en Florida, próximo a su residencia en Fort Lauderdale, donde finalmente, en 2011, pudo licenciarse en Administración de Empresas. Más tarde, en 2013, añadió a su flamante currículum una maestría en Administración Pública.

Su estadía casi constante en Florida para tomar clases universitarias y criar junto con su esposa Clar a su hijo pequeño, Timothy, afectó al grado de compromiso político de Weah. De cara a las elecciones generales del 11 de octubre de 2011, el jefe del CDC suscribió un pacto de coalición con el tercer candidato más votado en 2005, Charles Brumskine, del Partido de la Libertad, pero luego este acuerdo naufragó y el dirigente optó por ceder la candidatura presidencial de su partido a Winston Tubman, un abogado, diplomático y antiguo servidor gubernamental de estirpe américo-liberiana que era sobrino de William Tubman, el que fuera penúltimo presidente de Liberia durante la era del TWP entre 1944 y 1971. Tubman ya había candidateado a la jefatura del Estado la vez anterior, quedando entonces en cuarto lugar, en representación del Partido Democrático Nacional de Liberia (NDPL), la antigua agrupación del presidente golpista (1980-1990) Samuel Doe.

A pesar de que Weah accedió a acompañar a su sustituto como candidato a vicepresidente, el binomio opositor fracasó estrepitosamente frente a la fórmula oficialista conformada por Johnson-Sirleaf, premiada con el Nobel de la Paz cuatro días antes de la cita con las urnas, y Joseph Boakai, a la que los electores premiaron con el 43,9% de los votos en la primera ronda y con un apabullante 90,7% en el balotaje del 8 de noviembre. En realidad, Tubman, descontento con el 32,7% que la NEC le había adjudicado en la primera vuelta, se consideraba fuera del proceso, según él adulterado, y había llamado al boicot. Durante la campaña electoral, pródiga en incidentes violentos, partidarios del UP atacaron en su casa de Monrovia a Weah, quien resultó ileso. En cuanto a las legislativas, el CDC sacó 11 representantes y tres senadores.

En los años siguientes, Weah se mantuvo en las brechas política y social. En las elecciones parciales del 20 de diciembre de 2014 a la Cámara alta ganó su primer mandato representativo, tal que el 14 de enero de 2015 tomó posesión como senador por el condado de Montserrado. Se trataba de su debut en las instituciones políticas de la República, pero la elección tuvo además mucho de vindicta, pues su oponente en Montserrado, al que arrolló con el 78% de los sufragios, no fue sino el hijo de la presidenta, Robert Sirleaf. En 2016 Weah suscribió con el empresario e inversor indio Nirav Tripathi una sociedad para la promoción de academias de fútbol dirigidas a preparar a muchachos pobres de países en desarrollo, siguiendo el esquema aplicado con éxito por el Junior Professionals F.C. En abril de ese año, el antiguo deportista confirmó que se presentaría a las presidenciales de octubre de 2017, elecciones que marcarían el final del mandato de Johnson-Sirleaf.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2017)