Friedrich Merz

Friedrich Merz, líder desde 2022 de la oposición conservadora al Gobierno de socialdemócratas y verdes en Alemania, se postula para canciller en las elecciones federales anticipadas del 23 de febrero de 2025 en Alemania. Los sondeos favorecen ampliamente a la Unión, la alianza permanente de los democristianos de Merz y los socialcristianos bávaros de Markus Söder, en los que probablemente sean los días más convulsos, económica, política e internacionalmente, para la República Federal desde que fuera proclamada en 1949. 

El aspirante a suceder a Olaf Scholz en la Cancillería Federal ha contribuido al ambiente general de turbulencia y desconcierto con sus aparentes bandazos, ora de repudio explícito, ora de aproximación de facto para rápidamente retomar la posición ortodoxa del cortafuegos, por lo que respecta a la Alternativa para Alemania (AfD), el pujante partido de ultraderecha que es segundo en las encuestas llevando a Alice Weidel, vocera de un nítido mensaje antiinmigración y prorruso, de cabeza de cartel. Aunque duro en la crítica a los socialdemócratas de Scholz, jefe de un Gobierno tricolor que fracasó y al que él destinó tanto apoyos como zancadillas, Merz da a entender que está listo para recuperar la fórmula tradicional de la gran coalición, tres veces aplicada entre 2005 y 2021. O bien tomar como socios de gobierno a Los Verdes, si la aritmética parlamentaria lo permite.

Su epítome programático es que Alemania, paralizada por la profunda crisis estructural que agarrota su industria, "vuelva a avanzar". Pone acentos severamente restrictivos en el debate sobre la inmigración —con lo que se sitúa en las antípodas de su predecesora Angela Merkel—, preconiza una transición energética y unos objetivos climáticos "sin prohibiciones", anuncia recortes en el gasto social y migratorio por 100.000 millones de euros y apuesta en cambio por duplicar el gasto en defensa. Asimismo, habla de no limitar el suministro de armamento pesado a Ucrania mientras dure su guerra contra Rusia. "Creo en el potencial de Alemania y en la fuerza que hay en nosotros. Me presento para asegurar el futuro de nuestro país", proclama el candidato a canciller de la CDU/CSU.

(Texto actualizado hasta 19 febrero 2025).


BIOGRAFÍA

Curtido corredor de fondo de la CDU

El católico Friedrich Merz es natural de Brilon, Westfalia, estudió Derecho en las universidades de Bonn y Marburgo, y dio sus primeros pasos profesionales en la judicatura y la abogacía. Su esposa desde 1981 y madre de sus tres hijos, Charlotte, también fue juez, al igual que su padre, Joachim Merz. En 1989 inauguró una primera etapa de servicio político de 20 años de duración en la que se distinguió por su conservadurismo fiscal, su liberalismo económico, sus fervientes europeísmo y atlantismo en la tradición anticomunista, y su proximidad a pesos pesados de la era de Helmut Kohl como Wolfgang Schäuble, considerado su mentor.

En estas dos décadas, Merz, francófono y anglófono, fue sucesivamente eurodiputado, desde 1994 diputado federal y a partir de febrero de 2000 presidente del grupo parlamentario de la CDU/CSU en el Bundestag, condición esta última que en septiembre de 2002 le quitó Angela Merkel, la cual luego tampoco le otorgó cometido alguno en sus gobiernos. Político de maneras desenvueltas y verbo incisivo propenso a la mordacidad, Merz siguió en la brecha como vicepresidente de la bancada, portavoz parlamentario de Finanzas y miembro del Presidium del partido, hasta que en 2004 las persistentes desavenencias con Merkel le llevaron a dimitir de todas estas funciones. 

Siguió sentándose en el Bundestag hasta las elecciones de 2009, a las que prefirió no presentarse. Desde entonces, se dedicó a amasar una fortuna personal como abogado de corporaciones y miembro de numerosos consejos directivos y asesores del sector privado, entre otros la división de Alemania de BlackRock, el gigante estadounidense de los fondos de inversión y la gestión de activos. Uno de los bufetes que contrataron sus servicios fue Mayer Brown LLP de Chicago. A la vez, llevó una fundación, la Friedrich und Charlotte Merz-Stiftung für Bildung und Ausbildung, para ayudar en sus estudios a jóvenes de familias con bajos ingresos y presidió Atlantik-Brücke, ONG dedicada a promover los vínculos entre Alemania y Estados Unidos.

A finales de 2018 Merz agitó el tablero nacional al anunciar su retorno a la política activa tras un receso de nueve años y su candidatura, respaldada por Schäuble, a la sazón presidente del Bundestag, para suceder a Merkel en la presidencia de la CDU. El 29 de octubre de aquel año la canciller, tras 13 años de ejercicio gubernamental articulados en cuatro gobiernos de coalición y 18 al mando de la CDU, había anunciado por sorpresa que desistía de presentarse a la reelección en el próximo congreso del partido y de paso a las elecciones federales de 2021. 

Merkel se retiraba erosionada por los roces con los socialdemócratas en la Große Koalition, renovada por segunda vez consecutiva, y, sobre todo, por los malos resultados de los democristianos en las últimas elecciones regionales. Para Merz, el motivo de la flojera de la CDU, a la que Los Verdes empezaban a comerle terreno en los sondeos, no era otro que la pérdida de perfil ideológico conservador por la ósmosis de las políticas de centro-izquierda, más propias del SPD.

La plataforma interna de Merz, en buena medida diseñada para recuperar a votantes decantados por la extrema derecha de la Alternativa para Alemania (AfD), puso en aprietos a la aspirante predilecta de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer, secretaria general del partido y anteriormente ministra-presidenta de Sarre. El 7 de diciembre de 2018 la llamada AKK, con un pensamiento y unas maneras tan asimilados a los de su jefa (centrismo pragmático, alergia a los populismos y los extremismos, moderación y sobriedad formales) que algunos la apodaban con sarcasmo mini-Merkel, batió a Merz en una segunda votación y por una exigua diferencia de 3,5 puntos . En la primera jornada del 31º Congreso o Parteitag de dos días celebrado en Hamburgo, Kramp-Karrenbauer venció con el 51,7% (517 votos), mientras que Merz sacó el 48,2% (482 votos). Tercero, eliminado en la primera ronda de votaciones, quedó Jens Spanh, el ministro federal de Sanidad.

Su derrota en Hamburgo con cierto sabor a vindicta después del historial de encontronazos con Merkel no empujó a Merz, lo más opuesto al cliché del alemán lacónico y austero con su lengua punzante, sus ingresos brutos anuales rayanos en el millón de euros y sus –atribuidos– dos aviones privados, a decir definitivamente adiós la política; al contrario, el ex diputado dejó claro que había vuelto para quedarse, y bien dispuesto a seguir dando la batalla interna. En junio de 2019 Kramp-Karrenbauer buscó aplacar a su rival al acecho confiriéndole un puesto orgánico en el partido, la vicepresidencia del Consejo Económico.

A lo largo del año, menudearon las especulaciones sobre los planes del locuaz Merz, supuesta alternativa del ala derechista y proempresarial de la CDU que no comulgaba con el centrismo de Merkel y su heredera, para desafiar a Kramp-Karrenbauer de cara a la elección federal de 2021. En diciembre, un sondeo general reveló que Merz, luego de atacar con insólita virulencia el "pésimo" y "cavernícola" liderazgo de Merkel, contaba con el mayor apoyo entre los posibles candidatos de la CDU/CSU para la Cancillería. El interesado, que por edad, 64 años, no representaba precisamente el cambio generacional, rehusó ser claro sobre sus intenciones, si bien manifestó su interés en "desempeñar un papel activo en la política federal para ayudar a dar forma al futuro de Alemania". Además, se definía como un "europeo convencido" y una persona "comprometida con el servicio a la sociedad".

A partir de aquí, los acontecimientos se aparejaron de manera tal que Merz, transcurridos dos tumultuosos años e inopinadamente, acabaría coronando con éxito su gran ambición, fundamento de su segunda vida política.

Para empezar, Kramp-Karrenbauer fracasó en su misión de revertir el declive electoral de la CDU, pírrica ganadora, con sus peores resultados desde 1953, de las últimas elecciones federales de 2017. La hemorragia de votantes captados por la AfD, capitalizadora del rechazo de un sector de la población alemana a la acogida de cientos de miles de migrantes y refugiados sirios y de otros países de Oriente Medio, se aceleró en 2019 en las elecciones al Parlamento Europeo y el rosario de comicios en los Länder orientales de Sajonia, Brandeburgo y Turingia.

El liderazgo de AKK empezó a ser puesto en entredicho y su autoridad en la CDU fue dinamitada en febrero de 2020 por el bombazo político de Turingia, donde el capítulo regional del partido aceptó investir ministro-presidente del estado (hasta entonces gobernado por socialdemócratas, verdes e izquierdistas) al candidato de los liberales, Thomas Kemmerich, con los votos sumados de la AfD. La ruptura en Erfurt de la gran línea roja marcada por la dirección federal, cualquier cooperación con la ultraderecha, solo fue subsanada por la intervención fulminante de una irritada Merkel. Asumiendo sus responsabilidades por el escándalo, Kramp-Karrenbauer anunció que declinaba candidatear a la Cancillería en 2021 y que, descartando una bicefalia, dejaría asimismo la presidencia de la CDU a la persona que el partido eligiera para ser su cabeza de cartel electoral, si bien continuaba como ministra de Defensa.

Para Merz, el terremoto de febrero de 2020 en Turingia suponía una segunda oportunidad personal: por supuesto, él pelearía por el liderazgo de la CDU, profundamente dividida y malparada en las encuestas, a decidir por un Parteitag extraordinario que el enésimo varapalo electoral, el sufrido en las regionales de Hamburgo, obligó a adelantar al 25 de abril de este 2020. Sus contrincantes para suceder a Kramp-Karrenbauer eran ahora Armin Laschet, ministro-presidente de Renania del Norte-Westfalia y otro notorio merkeliano identificado con la línea de la moderación (al que salió a respaldar Jens Spanh), y Norbert Röttgen, asimismo centrista pero menos identificado con Merkel, antiguo ministro federal y actualmente diputado del Bundestag. Los tres eran paisanos de Renania del Norte-Westfalia.

Si el afable Laschet incidía en la "integración" y la "unidad", el pugnaz Merz, hostil a la Gran Coalición con el SPD y favorable al entendimiento con el FDP, ofrecía una alternativa firmemente asentada en el "centro-derecha" para el "resurgimiento" y la "innovación". En materia fiscal, Merz defendía la simplificación fundamental del impuesto sobre la renta y la supresión del llamado recargo de solidaridad (Solidaritätszuschlag), el impuesto complementario creado en su momento para financiar los costes de la reunificación alemana. 

También, se oponía de plano a la introducción de un impuesto especial a los millonarios (de los que él era un buen exponente), reclamado por La Izquierda para subvenir las ayudas públicas por el coronavirus, y asumido en su programa por el SPD del vicecanciller y ministro federal de Finanzas Olaf Scholz en la forma de una subida de tres puntos del impuesto sobre la renta a los contribuyentes más ricos. En política europea, Merz daba la bienvenida al reformismo preconizado por el presidente francés Emmanuel Macron.

En cuanto al siempre candente debate sobre la inmigración, Merz reiteró su inveterada tesis de que correspondía más que nada a los extranjeros radicados, y no al Estado o la sociedad de acogida, el esfuerzo de la integración, con el acatamiento y asimilación de las leyes, normas y costumbres alemanas, la Leitkultur nacional. "Si un Gobierno pierde el control de la migración en su país, no debería sorprenderse si pierde la confianza de la gente”, valoró Merz a modo de rapapolvo a Merkel y su política de puertas abiertas cuando la crisis de los refugiados de 2015. De todo ello hablaba el autor en su último libro, Neue Zeit. Neue Verantwortung: Demokratie und Soziale Marktwirtschaft im 21. Jahrhundert (Nuevo tiempo. Nueva responsabilidad: democracia y economía social de mercado en el Siglo XXI), especie de puesta al día del anterior Mehr Kapitalismus wagen: Wege zu einer gerechten Gesellschaft (Atrévete a más capitalismo: caminos hacia una sociedad justa).

Llegado marzo, la emergencia de la COVID-19 obligó a posponer el anunciado Parteitag democristiano. Por cierto que el 15 de ese mes, en la fase inicial y más peligrosa de la pandemia por la inexistencia de vacunas, Merz dio positivo en test con síntomas leves. Fue una de las primeras figuras públicas a nivel mundial que reportó haberse contagiado. En los meses que siguieron, Merz, sin responsabilidades gubernamentales o legislativas, quedó a resguardo de la impopularidad de las restricciones impuestas por las autoridades a la población para combatir el SARS-CoV-2.

Esta reserva le favorecía también frente a un cuarto personaje colado en los sondeos de candidatos a canciller, Markus Söder, el ministro-presidente de Baviera y líder del partido hermano de la CDU, la Unión Social Cristiana (CSU), el cual empezó a coquetear con la candidatura electoral por la Unionsparteien del centro-derecha, la unión permanente de dos partidos compenetrados aunque independientes. Por estilo y principios, el carismático Söder no estaba lejos de Merz, pero por el momento se trataba de esclarecer quién pasaba a asumir las riendas de la CDU.

La cuestión la dirimió por fin, con casi un año de retraso, el 33º Parteitag democristiano, celebrado con carácter virtual el 15 y el 16 de enero de 2021. El millar de delegados llegaron al telecongreso con grandes dudas sobre qué tipo de líder convenía al partido al margen de las simpatías personales, aunque sabedores de que Merkel, más allá de su rigurosa neutralidad formal, prefería con mucho a Laschet, el hombre del compromiso y el consenso. La competición fue ajustadísima, reflejando el conflicto interno sobre si no sería mejor apostar por un líder con perfiles duros o rupturistas para recuperar terreno a costa de la AfD —que, era la convicción general, debía sus fortunas al robo de votantes descontentos— o si, por el contrario, convenía no correr riesgos y confiar en la continuidad para fidelizar a los satisfechos por el legado de Merkel.

En la primera ronda de votaciones Röttgen quedó eliminado, mientras que Laschet y Merz empataron en el 38% con cinco votos de ventaja para el segundo, 385 contra 380. Empero, en la ronda resolutiva Laschet se llevó la presidencia del partido con el 52,8%, en términos absolutos 521 preferencias contra 466. El 22 de enero, una vez contado el voto por correo, Laschet sucedió oficialmente a la dimisionaria Kramp-Karrenbauer en la cúspide de la Bundesvorstand o Junta Ejecutiva Federal de la CDU, donde Merz no obtuvo ningún puesto. Tampoco fue invitado a sentarse en su Gabinete Federal por Merkel, que ignoró su propuesta de llevar la cartera de Economía, en esos momentos portada por Peter Altmaier. Laschet, todo lo más, le reclutó para su equipo de campaña electoral como el experto que era en asuntos económicos y financieros.

Fracaso de Armin Laschet y sucesión en 2022

Merz, perseverante, se mantuvo en compás de espera, sabedor de que si Laschet no se convertía en canciller tras las elecciones del de 26 de septiembre luego difícilmente podría reclamar su continuidad como líder del partido; llegado el momento de la hipotética renuncia de Laschet, Merz, ya sin oponentes de peso, encontraría el camino expedito para encumbrarse. Se trataba de un cálculo perfectamente factible y, en efecto, se cumplió.

Laschet libró una campaña electoral cuesta arriba, erosionado por un desafío tardío del bávaro Söder a su candidatura, las incidencias del coronavirus, la espectacular subida en los sondeos de Los Verdes –luego rebajada– y, en el último mes y por primera vez desde el inicio de la legislatura en 2017, el adelantamiento en la intención de voto por el SPD de Scholz. Un clamoroso fallo de imagen puramente personal durante las catastróficas inundaciones del verano en los Länder del oeste contribuyó a malograr las posibilidades del cabeza de lista de la CDU/CSU. En consecuencia, el 26 de septiembre de 2021 la Unión sacó el peor resultado de su historia, un 24,1% de los votos traducido en 197 diputados de 736. Uno de los escaños fue para Merz, que regresaba al Bundestag tras un paréntesis de 12 años como diputado por la circunscripción westfalia de Hochsauerlandkreis.

El SPD, meramente recuperado del desastre sufrido en 2017 llevando a Martin Schulz de candidato, tomó una ligera delantera con 206 escaños. En principio, Scholz partía con más posibilidades de ser canciller, pero Laschet, en teoría, también podía aspirar a formar un gobierno que, salvo reedición por cuarta vez desde 2005 –algo prácticamente impensable a estas alturas–, de la nada atractiva GroKo, tendría que ser tripartito, de coalición con Los Verdes y el FDP, es decir, una coalición Jamaica. El acuerdo con los liberales de Christian Lindner no presentaba mayores dificultades, pero por contra fallaron los contactos preliminares con los dirigentes verdes Annalena Baerbock y Robert Habeck, quienes prefirieron entenderse con Scholz; integrando en las negociaciones al FDP, la RFA se encaminaría hacia su primera coalición del tipo semáforo.

El 7 de octubre, no resignado aún a perder la iniciativa en las negociaciones poselectorales y a pasar a la oposición, Laschet comunicó que estaba listo para ceder el mando del partido al sucesor salido de un proceso de elección interna. Inmediatamente después, con el SPD, Los Verdes y el FDP discutiendo ya el programa del próximo Gobierno de coalición, las expectativas de Laschet quedaron sepultadas. Una vez confirmado que su nueva etapa estaba en la oposición, la CDU se decantó por un sistema electoral novedoso, equiparable a unas primarias indirectas: primero, los militantes escogerían de entre los distintos aspirantes a un candidato para presentar a la Bundesvorstand, la cual a su vez lo propondría al Parteitag, que tomaría la decisión definitiva. Aunque el resultado de la votación efectuada por las bases técnicamente no era vinculante, se sobreentendía que el Congreso del partido acataría su voluntad.

Merz dio el previsible paso al frente el 15 de noviembre, tres días después de hacerlo sus dos contrincantes: el también reincidente Norbert Röttgen, como él identificado con las nociones liberales pero considerado menos derechista; y Helge Braun, visto como un hombre del anterior establishment democristiano en tanto que último jefe de la Cancillería con Merkel. Para Merz, que negó albergar la pretensión de imprimirle "un giro a la derecha" al partido, expresó su deseo de contar con todas las sensibilidades internas y ratificó el mantenimiento del cortafuegos (brandmauer, versión local del cordón sanitario) en torno a la AfD, pidieron el voto dirigentes regionales como Reiner Haseloff (Sajonia-Anhalt), Michael Kretschmer (Sajonia) y Christian Hirte (Turingia), así como un ramillete de personalidades del mundo económico y la empresa privada. 

Las encuestas eran rotundas sobre la preferencia de Merz por la militancia y el proceso de voto por Internet, efectuado entre el 4 y el 16 de diciembre, se saldó con la victoria aplastante del abogado con el 62,1%. Röttgen recibió el 25,8% y Braun el 12,1%. La consulta registró una participación del 66% del censo electoral formado por algo menos de 400.000 personas. Entre medio, el 8 de diciembre, tomó posesión en Berlín el flamante Gobierno Federal tripartito de Olaf Scholz.

Sin sorpresas, la Bundesvorstand, aún presidida por Laschet, trasladó la nominación de Merz al 34º Parteitag virtual del 21 y el 22 de enero de 2022, el cual, culminando el paseo triunfal de Merz, se limitó a formalizar la elección hecha por los afiliados. El 94,6% de los 1.001 delegados votaron por Merz, quien, "profundamente conmovido e impresionado", prometió guiar a la CDU con un "liderazgo fuerte y un rumbo claro". El 31 de enero, una vez confirmado por escrito el voto telemático, Merz asumió oficialmente la presidencia de la CDU en lugar de Laschet. Flanqueándole en el nuevo Presidium de la Ejecutiva figuraban Michael Kretschmer, Silvia Breher, Andreas Jung, Carsten Linnemann y Karin Prien en calidad de vicepresidentes, y Mario Czaja como secretario general.

Protagonista de una legislatura agitada

Merz, veterano adversario de Angela Merkel con una aureola de outsider apegado a las "esencias", alcanzó la presidencia de la CDU en diciembre de 2021, coincidiendo con la llegada de Olaf Scholz a la Cancillería. Se trató del tercer intento interno en tres años, muestra de su espíritu competidor. La elección del tenaz Merz, en una inédita votación abierta a la militancia y luego ratificada por un Congreso partidario en enero de 2022, entrañó un apreciable giro a la derecha en la CDU desde las posiciones centristas o pragmáticas encarnadas por Merkel y sus dos herederos políticos, Annegret Kramp-Karrenbauer y Armin Laschet, sucesivamente fallidos. 

Las elecciones federales de septiembre de 2021, ganadas por el SPD y que dejaron a la CDU/CSU en su punto más bajo desde 1949, despidieron la era Merkel y coronaron el fracaso total, tras múltiples resbalones y giros inesperados, del plan sucesorio concebido por la dirigente cuando en 2018 anunció su retirada gradual. Merz, con planteamientos y estilo harto diferentes, asumió las tareas de devolver la ilusión a una CDU desolada por su salida de Gobierno Federal tras 16 años al timón y de componer un discurso que, desde la oposición en el Bundestag, pusiera el contrapunto liberal-conservador y ofreciera una alternativa creíble al tripartito del SPD, Los Verdes y los liberales del FDP. 

Ahora bien, su edad, 66 años, no permitía formular el cambio de época en términos de renovación generacional: este rico abogado de la vieja guardia del partido tomaba las riendas, perseguidas con tesón, siendo solo un año más joven que Merkel, quien había empezado a dirigir la CDU con 45 y fue elegida canciller a los 51. Si tras las elecciones de 2025 consiguiera ser investido canciller, Merz continuaría la saga de sus cinco predecesores, Adenauer, Erhard, Kiesinger, Kohl y Merkel, ya como septuagenario. Por de pronto, Merz prometía a sus huestes un "liderazgo fuerte y un curso claro". 

El debut de Merz como líder de los democristianos coincidió con el agravamiento de las tensiones entre Rusia y Ucrania y el aumento del riesgo de una invasión militar, finalmente desatada por el Kremlin en febrero de 2022. En vísperas de la guerra y aún después de estallar, Merz, proatlantista notorio, osciló entre los llamamientos a asistir militarmente a Ucrania en su legítimo derecho a la defensa y plantar cara al "imperialismo" de Putin, presentado como una "amenaza para la paz en Europa", y las advertencias de que no se fuera demasiado lejos en las sanciones a Moscú, como la cancelación del gasoducto Nord Stream 2 y la suspensión rusa del sistema internacional de transferencias interbancarias SWIFT. 

Si bien acusó a Scholz de falta de resolución y liderazgo, y de "sembrar dudas" sobre la "fiabilidad" de Alemania en el seno de la OTAN, él mismo fue reflejo de los titubeos de la clase política germana, preocupadísima por las consecuencias para la economía nacional, potencialmente devastadoras, de un corte abrupto de los suministros de gas ruso barato y una escalada de la guerra en Ucrania.

Sin embargo, su ubicación más cómoda, sin responsabilidades de gobernar, permitía a Merz ganarle en audacia a Scholz. Así, las sucesivas decisiones estratégicas del Ejecutivo (históricos incremento del gasto en Defensa y abandono de las posiciones pacifistas mantenidas desde 1949; descertificación del Nord Stream 2 —luego inutilizado en un misterioso sabotaje junto con el operativo Nord Stream 1—; endurecimiento de las sanciones; desconexión total —y antes de lo previsto— de los flujos directos de petróleo y gas; envío a Ucrania de sistemas de armamento pesado cada vez más potente —hasta incluir a los tanques Leopard, pero dejando fuera a los misiles de crucero Taurus de largo alcance, cuya entrega también reclamaba la CDU) fueron previamente exhortadas desde el Bundestag por Merz. Este, en mayo de 2022, se adelantó a cualquier miembro del Gobierno de su país en un viaje personal a Kyiv para reunirse con el presidente Zelensky y expresarle su "admiración" por la resistencia ofrecida por su Ejército.

Durante la legislatura, el líder opositor alternó tanto los dardos a la "debilidad", las "vacilaciones" y las "procrastinaciones" de Scholz, llegando a negarle talla de canciller, como el capote parlamentario para sacar adelante algunas medidas legislativas de alto impacto, a las que la delicada coyuntura imponía un mínimo consenso transversal. Así, la CDU/CSU, al tiempo que era acusada por el SPD y Los Verdes de remar en contra de la transición a las renovables, aplaudió la reapertura de viejas centrales térmicas de carbón para ahorrar gas y reducir la dependencia energética de Rusia, pero vio desestimada su exhortación a retrasar el apagón nuclear el tiempo que fuera necesario. 

Merz no ocultaba su escepticismo con la ambición del Pacto Verde Europeo, sus fechas para la neutralidad carbónica y los planes para sustituir los coches de combustibles fósiles por los eléctricos. Para él, la prohibición europea de las ventas de coches con motor de combustión interna salidos de fábrica a partir de 2035 era un error porque "no sabemos qué tipo de movilidad se puede desarrollar en el futuro de forma verdaderamente neutra desde el punto de vista medioambiental y respetuosa con el clima". Un circunloquio para maquillar su preocupación real: los fuertes daños que en las facturaciones de los fabricantes nacionales provocaba la lenta transición al vehículo eléctrico, más caro de producir y cuya demanda por el mercado no alcanzaba ni de lejos los volúmenes previstos.

Merz respaldó también el plan de subsidios energéticos para consumidores y empresas, con topes a los precios del gas y la electricidad, y por otro lado consiguió rebajar las coberturas del nuevo y más generoso sistema de prestaciones por desempleo y ayudas sociales, el llamado Bürgergeld , sustituto del Hartz IV, vigente desde 2005. De todas maneras, el Bürgergeld nunca le gustó y en la campaña de las elecciones federales de 2025 Merz ha propugnado sustituirlo por un sistema mucho más exigente para el perceptor desempleado, de nombre Nueva Seguridad Básica.

Ningún espíritu de colaboración mereció, en cambio, la maniobra contable adoptada en 2021 por los ministros de Finanzas, el liberal Christian Lindner, y Economía, el verde Robert Habeck, para reasignar al Fondo para el Clima y la Transformación (KTF) 60.000 millones de euros no gastados durante la pandemia del coronavirus y cargados a la deuda federal. La CDU/CSU entendió que esta operación violaba el principio del freno de la deuda (Schuldenbremse), consagrado en la Ley Fundamental a instancias de Merkel y suspendido por primera vez entre 2020 y 2022, y la llevó al Tribunal Constitucional, el cual dio la razón al demandante con una sentencia de inconstitucionalidad en noviembre de 2023.

Este formidable varapalo judicial desbarató los presupuestos federales, condujo a una segunda suspensión del freno de la deuda (con el voto en contra de la CDU/CSU) y activó la cuenta atrás para el fin de la nunca fluida coalición semáforo, que ya no pudo contener sus contradicciones internas en el capítulo fiscal y acabó naufragando en noviembre de 2024; entonces, Scholz despidió en Finanzas a Lindner, defensor como Merz del freno de la deuda y de acometer recortes, y acto seguido la FDP retiró a sus restantes ministros del Gabinete. 

Se planteó entonces el escenario, el adelanto electoral, que Merz venía acariciando desde tiempo atrás y que en diciembre siguiente el dirigente conservador ayudó de buena gana a tramitar con el voto contrario de la Unión en la moción de confianza presentada por Scholz, jefe de un Gobierno de minoría, a sabiendas de que la iba perder. Este autogol procedimental del SPD permitió activar el mecanismo constitucional del final anticipado de la legislatura y la convocatoria por el presidente de la República, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, de votaciones federales para febrero de 2025, siete meses antes de lo previsto.

A medida que Alemania se sumergía en una espiral negativa de precios desbocados (pico inflacionario del 8,8% a finales de 2022), recesión económica (contracción del PIB un -0,3% en 2023 y otro -0,2% en 2024), recortes de actividad y plantillas en la gran industria química, ingenieril y automotriz (golpeada por el aumento de los costes de producción, la pérdida de competitividad y la caída de las exportaciones), y deterioro del clima político y social (profusión de ataques violentos, atentados de diversa autoría extremista, manifestaciones propalestinas y expresiones de antisemitismo), la CDU/CSU, firmemente liderada por Merz, vio ensancharse su ventaja en los sondeos de intención de voto sobre el tripartito rojo-verde-amarillo, finalmente solo rojo-verde

Merz frente al auge de la AfD y el debate migratorio

Merz asistía con satisfacción al declive imparable del SPD, arrastrado por la impopularidad de Scholz y secundado en su erosión por Los Verdes y el FDP, pero no quitaba ojo a la AfD, la extrema derecha de Alice Weidel y Tino Chrupalla, adalid del cierre de puertas a la inmigración y que subía como la espuma, particularmente en los Länder orientales, menos ricos que los del oeste, en paralelo al malestar de la población por el encarecimiento desmesurado de la vida y la caída de las rentas. El cálculo electoralista empujó al jefe democristiano a tantear, como mínimo, la relativización del cortafuegos a la AfD, un tabú bien asentado en la política germana pero no del todo monolítico. Esto sucedió hasta en tres ocasiones, desatando sendas tormentas de reacciones furibundas, incluso en su propio partido.

Primero, en julio de 2023, Merz sugirió un entendimiento con los ultraderechistas en la política municipal. Ante la polvareda levantada, Merz se retractó de inmediato. A continuación, en septiembre del mismo año, la CDU de Turingia, en la oposición al Gobierno regional de la izquierda, sacó adelante en el Landtag de Erfurt una reducción presupuestaria con los votos, en apariencia no negociados, de la AfD. Fue un episodio que trajo a mientes el fenomenal escándalo político de 2020. En las elecciones estatales turingias de septiembre de 2024 la CDU obtuvo réditos, aunque pírricos al lado del histórico triunfo de la AfD, a cuya zaga quedó. En diciembre siguiente, el partido, en la persona de Mario Voigt, recobró la jefatura del Gobierno del Land en coalición con el SPD y la izquierda antiinmigración de Sahra Wagenknecht. 

Pero el paso más aventurado y controvertido en este terreno lo tomó Merz a finales de enero de 2025, ya en clave de campaña electoral federal, cuando él mismo presentó en el Bundestag una moción no vinculante de la CDU/CSU, seguida de una proposición de ley vinculante, que emplazaba al Gobierno a repeler en las mismas fronteras a todo inmigrante y solicitante potencial de asilo o protección sin la documentación en regla. Weidel se apresuró a anunciar el voto favorable de su grupo y a proclamar la ruptura del cortafuegos con tono vindicativo, lo que animó a algunos socialdemócratas, verdes e izquierdistas de Die Linke a suponer, sin pruebas, que Merz había hablado previamente con ella. Para estas formaciones, el mero hecho de que Merz aceptara los votos de la AfD para sus propuestas migratorias ya constituía una fractura del cortafuegos a la extrema derecha.

Antes, durante y después de esta polémica iniciativa parlamentaria Merz reiteró que entre la CDU y la AfD la "distancia" y la "incompatibilidad" eran "claras" e "innegociables", y que su partido nunca iba a "negociar", "discutir" ni "hablar" nada con los ultras, envueltos en numerosas controversias sobre atribuidas simpatías pronazis y acusados por el resto de partidos de atizar la división y el odio en Alemania, en ningún nivel de representación popular. 

Sin embargo, Merz cosechó aquí un espectacular fracaso personal. Primero, el 29 de enero, la Cámara aprobó con 348 votos, los de la AfD y el FDP incluidos, la propuesta de resolución de la Unión instando a adoptar "medidas inmediatas e integrales para poner fin a la inmigración ilegal, asegurar las fronteras de Alemania y deportar sistemáticamente a las personas obligadas a abandonar el país, especialmente criminales e individuos peligrosos". A esta moción, que hablaba de "rechazar todos los intentos de entrar ilegalmente sin excepción" y de regulaciones europeas "claramente disfuncionales", le siguió otra centrada en el "fortalecimiento de la seguridad interior" y que fue rechazada con 509 votos. 

Animado, Merz sometió el 31 de enero al hemiciclo una proposición de ley para "limitar la entrada ilegal en Alemania de nacionales de terceros países" y que incluía entre otros cambios la cancelación de la reunificación familiar de personas con el estatus de protección subsidiaria. De nuevo, la AfD expresó su total acuerdo, al igual que el grupo de Sahra Wagenknecht. Para sorpresa de Merz, su propuesta no prosperó al reunir solo 338 votos favorables frente a 349 votos en contra. El resultado negativo obedeció a la actitud esquiva de 23 diputados del FDP y de 12 de la propia Unión, que bien se abstuvieron o se ausentaron de la sesión.

Semejante fiasco no disuadió a Merz y a la CDU/CSU de reafirmarse en la necesidad de endurecer la política alemana de asilo y de acelerar las devoluciones de inmigrantes en situación irregular y las deportaciones a Siria y Afganistán de refugiados implicados en delitos, algo en lo que el Gobierno Scholz, bajo la presión del goteo de asesinatos callejeros (Mannheim, Solingen, Magdeburgo, Múnich, Aschaffenburgo) con trasfondo islamista o no, de hecho ya estaba embarcado. Este era uno de los ejes de la campaña electoral.

En su programa, los democristianos insisten en que hay que establecer una "prohibición de facto" del acceso al país de cualquier extranjero sin documentos de entrada válidos, más si intenta ingresar clandestinamente, dotando a la Policía del marco normativo necesario para proceder con las detenciones. Hostil a la naturalización rápida de los residentes foráneos, Merz aboga por retirar la ciudadanía alemana a los convictos con múltiple nacionalidad, cambio de calado que precisa una reforma constitucional. "Me niego a reconocer que los crímenes de Mannheim, Solingen, Magdeburgo y Aschaffenburgo sean supuestamente la nueva normalidad en Alemania, y que debemos acostumbrarnos a la violencia de a los que hemos dado refugio cada par de semanas", afirma Merz.

En cuanto a las políticas de seguridad y defensa, patas arriba por la histórica fractura en las relaciones transatlánticas que la Administración Trump ha escenificado días antes de las elecciones alemanas en la Conferencia de Seguridad de Múnich del 14 al 16 de febrero, Merz sostiene que Alemania, más allá de lamentarse por la perniciosa guerra arancelaria y por el cuestionamiento de la implicación estadounidense en la defensa de Europa, lo que tiene que hacer es trabajar duro junto con los socios europeos para hacerse respetar por Washington e ir más allá del compromiso, asumido ante la OTAN y ya alcanzado, de dedicar el 2% del PIB al gasto militar, cuota que habrá de llegar al 4% y que según él tocará satisfacer con podas en el gasto social, no con cargo a la deuda. "Tenemos que trabajar con el dinero que tememos", arguye, para añadir: "las próximas elecciones tratarán nada menos que del futuro económico y social de Alemania. Se trata de la cohesión de nuestra sociedad. Mi objetivo es restablecer esa cohesión y asegurar el futuro de nuestro país".

El líder democristiano ha criticado el vendaval de pronunciamientos revisionistas y disruptivos de Trump y los miembros de su Administración. Advierte la consolidación en el plano internacional de un "eje de las autocracias" al que Alemania ha de responder poniendo fin a las "permanentes disputas públicas del Gobierno" y hablando con una sola voz en materias de seguridad exterior y política europea. Para ello, propugna crear un Consejo de Seguridad Nacional adscrito a la Cancillería, así como revigorizar el alicaído eje franco-alemán y acometer una reforma fundamental del sistema de defensa europeo.

El palmarés electoral de la CDU bajo el mando de Merz es mixto: además del registro de Turingia, los democristianos confirmaron su primacía en los Landtage y sus jefaturas de los gobiernos de coalición, con socialdemócratas o verdes, de Renania del Norte-Westfalia (2022), Schleswig-Holstein (2022), Hesse (2023) y Sajonia (2024, en este caso con la AfD pisándole los talones). Un gran triunfo saborearon en febrero de 2023 en Berlín, escenario de una repetición electoral, al saltar de la tercera a la primera posición y conquistar al alcaldía de la capital de Alemania en la persona de Kai Wegner.

Por el contrario, la CDU sufrió reveses en Sarre (2022), Baja Sajonia (2022) y Bremen (2023), donde fue desbancada por el SPD del primer puesto y/o desalojada de los gobiernos regionales; en Brandeburgo (2024), los de Merz cayeron de la tercera a la cuarta posición y se apearon también del Gobierno de coalición. En las regionales de 2023 en Baviera el partido hermano, la CSU, se mantuvo intacto y Markus Söder formó su segundo Gobierno, mientras que en las europeas de 2024 la Unión retuvo sus 29 eurodiputados y contempló el ascenso de la AfD a la segunda posición, para escarnio del SPD y Los Verdes pero también para cierta inquietud de Merz.

 (Cobertura informativa hasta 19/2/2025).

 

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