Friedrich Merz

En Alemania, Friedrich Merz, veterano adversario de Angela Merkel con aureola de outsider apegado a las "esencias", alcanzó la presidencia de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) en diciembre de 2021. Se trató de su tercer intento en una competición interna en tres años. La elección del tenaz Merz, en una inédita votación abierta a la militancia y luego ratificada por un Congreso partidario en enero de 2022, entraña un giro a la derecha en la CDU desde las posiciones centristas o pragmáticas encarnadas por Merkel y dos herederos políticos, Annegret Kramp-Karrenbauer y Armin Laschet, sucesivamente fallidos. Las elecciones federales de septiembre de 2021, ganadas por los socialdemócratas del ahora canciller Olaf Scholz y que dejaron a la CDU/CSU en su punto más bajo desde 1949, despidieron la era Merkel y coronaron el fracaso total, tras múltiples resbalones y giros inesperados, del plan sucesorio concebido por la histórica dirigente cuando en 2018 anunció su retirada gradual.

Ahora, Merz, con unos planteamientos y un estilo diferentes, asume las tareas de devolver la ilusión a una CDU desolada por su salida de Gobierno Federal tras 16 años al timón y de componer un discurso que, desde la oposición en el Bundestag, ponga el contrapunto liberal-conservador y ofrezca una alternativa creíble al tripartito del SPD, Los Verdes y el FDP. Su edad, 66 años, no permite formular el cambio de época en términos de renovación generacional: este rico abogado de la vieja guardia del partido toma las riendas, perseguidas con tesón, siendo solo un año más joven que Merkel, quien empezó a dirigir la CDU con 45 y fue elegida canciller a los 51. Si tras las elecciones de 2025 consiguiera ser investido canciller, Merz continuaría la saga de sus cinco predecesores, Adenauer, Erhard, Kiesinger, Kohl y Merkel, ya septuagenario. Por de pronto, Merz promete a sus huestes un "liderazgo fuerte y un curso claro". En el horizonte ya asoma el triple examen electoral de Sarre, Schleswig-Holstein y Renania del Norte-Westfalia, donde los ministros-presidentes de la CDU Tobias Hans, Daniel Günther y Hendrik Wüst se juegan su continuidad.

El debut de Merz como líder de los democristianos ha coincidido con el agravamiento de la crisis entre Rusia y Ucrania y el aumento del riesgo de una invasión militar desatada por el Kremlin. Se trata de un escenario de máxima tensión que deja a Alemania, miembro clave de la OTAN y energéticamente dependiente del gas ruso, en una situación muy comprometida y obliga a sus responsables políticos a definirse. Sobre el particular, Merz, de credenciales atlantistas y proestadounidenses, afirma que Scholz no está ejerciendo liderazgo y exhibe titubeos y falta de resolución, que Putin es una "amenaza para la paz en Europa", que Ucrania está en su derecho a recibir armas para defenderse y que Alemania tiene que actuar codo con codo con sus socios y aliados, aunando posturas y definiendo compromisos. A Merz le parece particularmente grave que el canciller socialdemócrata haya "conseguido sembrar dudas" en Estados Unidos sobre la "fiabilidad" de Alemania en el seno de la Alianza Atlántica.

Ahora bien, puntualiza el jefe democristiano, Washington tampoco ha de "inmiscuirse" en un asunto sensible y "puramente europeo" como es la compleción y operatividad del gasoducto Nord Stream 2, cuyo cierre, esgrimido por Biden en caso de agresión rusa a Ucrania, sería "económicamente absurdo" tras tanto dinero invertido. Tampoco apoya la eventual suspensión rusa del sistema internacional de transferencias interbancarias SWIFT, ya que una sanción de ese calibre podría actuar como una "bomba atómica" contra los mercados de capitales, bienes y servicios.


(Texto actualizado hasta 14 febrero 2022)


CURTIDO CORREDOR DE FONDO DE LA CDUEl católico Friedrich Merz es natural de Brilon, Westfalia, estudió Derecho en las universidades de Bonn y Marburgo, y dio sus primeros pasos profesionales en la judicatura y la abogacía. Su esposa desde 1981 y madre de sus tres hijos, Charlotte, también fue juez, al igual que su padre, Joachim Merz. En 1989 inauguró una primera etapa de servicio político de 20 años de duración en la que se distinguió por su conservadurismo fiscal, su liberalismo económico, sus fervientes europeísmo y atlantismo en la tradición anticomunista, y su proximidad a pesos pesados de la era Kohl como Wolfgang Schäuble, considerado su mentor.

En estas dos décadas, Merz, francófono y anglófono, fue sucesivamente eurodiputado, desde 1994 diputado federal y a partir de febrero de 2000 presidente del grupo parlamentario de la CDU/CSU en el Bundestag, condición esta última que en septiembre de 2002 le quitó Merkel, la cual luego tampoco le otorgó cometido alguno en sus gobiernos. Político de maneras desenvueltas y verbo incisivo propenso a la mordacidad, Merz siguió en la brecha como vicepresidente de la bancada, portavoz parlamentario de Finanzas y miembro del Presidium del partido, hasta que en 2004 las persistentes desavenencias con Merkel le llevaron a dimitir de todas estas funciones. Siguió sentándose en el Bundestag hasta las elecciones de 2009, a las que prefirió no presentarse. Desde entonces, se dedicó a amasar una fortuna personal como abogado de corporaciones y miembro de numerosos consejos directivos y asesores del sector privado, entre otros la división de Alemania de BlackRock, el gigante estadounidense de los fondos de inversión y la gestión de activos. Uno de los bufetes que contrataron sus servicios fue Mayer Brown LLP de Chicago. A la vez, llevó una fundación, la Friedrich und Charlotte Merz-Stiftung für Bildung und Ausbildung, para ayudar en sus estudios a jóvenes de familias con bajos ingresos y presidió Atlantik-Brücke, ONG dedicada a promover los vínculos entre Alemania y Estados Unidos.

A finales de 2018 Merz agitó el tablero nacional al anunciar su retorno a la política activa tras un receso de nueve años y su candidatura, respaldada por Schäuble, a la sazón presidente del Bundestag, para suceder a Merkel en la presidencia de la CDU. El 29 de octubre de aquel año la canciller, tras 13 años de ejercicio gubernamental articulados en cuatro gobiernos de coalición y 18 al mando de la CDU, había anunciado por sorpresa que desistía de presentarse a la reelección en el próximo congreso del partido y de paso a las elecciones federales de 2021. Merkel se retiraba erosionada por los roces con los socialdemócratas en la Gran Coalición, renovada por segunda vez consecutiva, y, sobre todo, por los malos resultados de los democristianos en las últimas elecciones regionales. Para Merz, el motivo de la flojera de la CDU, a la que Los Verdes empezaban a comerle terreno en los sondeos, no era otro que la pérdida de perfil ideológico conservador por la ósmosis de las políticas de centro-izquierda, más propias del SPD.

La plataforma interna de Merz, en buena medida diseñada para recuperar a votantes decantados por la extrema derecha de la Alternativa para Alemania (AfD), puso en aprietos a la aspirante predilecta de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer, secretaria general del partido y anteriormente ministra-presidenta de Sarre. El 7 de diciembre de 2018 la llamada AKK, con un pensamiento y unas maneras tan asimilados a los de su jefa (centrismo pragmático, alergia a los populismos y los extremismos, moderación y sobriedad formales) que algunos la apodaban con sarcasmo mini-Merkel, batió a Merz en una segunda votación y por una exigua diferencia de 3,5 puntos . En la primera jornada del 31º Congreso o Parteitag de dos días celebrado en Hamburgo, Kramp-Karrenbauer venció con el 51,7% (517 votos), mientras que Merz sacó el 48,2% (482 votos). Tercero, eliminado en la primera ronda de votaciones, quedó Jens Spanh, el ministro federal de Sanidad.

Su derrota en Hamburgo con cierto sabor a vindicta después del historial de encontronazos con Merkel no empujó a Merz, lo más opuesto al cliché del alemán lacónico y austero con su lengua punzante, sus ingresos brutos anuales rayanos en el millón de euros y sus –atribuidos– dos aviones privados, a decir definitivamente adiós la política; al contrario, el ex diputado dejó claro que había vuelto para quedarse, y bien dispuesto a seguir dando la batalla interna. En junio de 2019 Kramp-Karrenbauer buscó aplacar a su rival al acecho confiriéndole un puesto orgánico en el partido, la vicepresidencia del Consejo Económico.

A lo largo del año, menudearon las especulaciones sobre los planes del locuaz Merz, supuesta alternativa del ala derechista y proempresarial de la CDU que no comulgaba con el centrismo de Merkel y su heredera, para desafiar a Kramp-Karrenbauer de cara a la elección federal de 2021. En diciembre, un sondeo general reveló que Merz, luego de atacar con insólita virulencia el "pésimo" y "cavernícola" liderazgo de Merkel, contaba con el mayor apoyo entre los posibles candidatos de la CDU/CSU para la Cancillería. El interesado, que por edad, 64 años, no representaba precisamente el cambio generacional, rehusó ser claro sobre sus intenciones, si bien manifestó su interés en "desempeñar un papel activo en la política federal para ayudar a dar forma al futuro de Alemania". Además, se definía como un "europeo convencido" y una persona "comprometida con el servicio a la sociedad".

A partir de aquí, los acontecimientos se aparejaron de manera tal que Merz, transcurridos dos tumultuosos años e inopinadamente, acabaría coronando con éxito su gran ambición, fundamento de su segunda vida política.

Para empezar, Kramp-Karrenbauer fracasó en su misión de revertir el declive electoral de la CDU, pírrica ganadora, con sus peores resultados desde 1953, de las últimas elecciones federales de 2017. La hemorragia de votantes captados por la AfD, capitalizadora del rechazo de un sector de la población alemana a la acogida de cientos de miles de migrantes y refugiados sirios y de otros países de Oriente Medio, se aceleró en 2019 en las elecciones al Parlamento Europeo y el rosario de comicios en los Länder orientales de Sajonia, Brandeburgo y Turingia.

El liderazgo de AKK empezó a ser puesto en entredicho y su autoridad en la CDU fue dinamitada en febrero de 2020 por el bombazo político de Turingia, donde el capítulo regional del partido aceptó investir ministro-presidente del estado (hasta entonces gobernado por socialdemócratas, verdes e izquierdistas) al candidato de los liberales con los votos sumados de la AfD. La ruptura en Erfurt de la gran línea roja marcada por la dirección federal, cualquier cooperación con la ultraderecha, solo fue subsanada por la intervención fulminante de una irritada Merkel. Asumiendo sus responsabilidades por el escándalo, Kramp-Karrenbauer anunció que declinaba candidatear a la Cancillería en 2021 y que, descartando una bicefalia, dejaría asimismo la presidencia de la CDU a la persona que el partido eligiera para ser su cabeza de cartel electoral, si bien continuaba como ministra de Defensa.

Para Merz, el terremoto de febrero de 2020 en Turingia suponía una segunda oportunidad personal: por supuesto, él pelearía por el liderazgo de la CDU, profundamente dividida y malparada en las encuestas, a decidir por un Parteitag extraordinario que el enésimo varapalo electoral, el sufrido en las regionales de Hamburgo, obligó a adelantar al 25 de abril de este 2020. Sus contrincantes para suceder a Kramp-Karrenbauer eran ahora Armin Laschet, ministro-presidente de Renania del Norte-Westfalia y otro notorio merkeliano identificado con la línea de la moderación (al que salió a respaldar Jens Spanh), y Norbert Röttgen, asimismo centrista pero menos identificado con Merkel, antiguo ministro federal y actualmente diputado del Bundestag. Los tres eran paisanos de Renania del Norte-Westfalia.

Si el afable Laschet incidía en la "integración" y la "unidad", el pugnaz Merz, hostil a la Gran Coalición con el SPD y favorable al entendimiento con el FDP, ofrecía una alternativa firmemente asentada en el "centro-derecha" para el "resurgimiento" y la "innovación". En materia fiscal, Merz defendía la simplificación fundamental del impuesto sobre la renta y la supresión del llamado recargo de solidaridad (Solidaritätszuschlag), el impuesto complementario creado en su momento para financiar los costes de la reunificación alemana. También, se oponía de plano a la introducción de un impuesto especial a los millonarios (de los que él era un buen exponente), reclamado por La Izquierda para subvenir las ayudas públicas por el coronavirus, y asumido en su programa por el SPD del vicecanciller y ministro federal de Finanzas Olaf Scholz en la forma de una subida de tres puntos del impuesto sobre la renta a los contribuyentes más ricos. En política europea, Merz daba la bienvenida al reformismo preconizado por el presidente francés Emmanuel Macron.

En cuanto al siempre candente debate sobre la inmigración, Merz reiteró su inveterada tesis de que correspondía más que nada a los extranjeros radicados, y no al Estado o la sociedad de acogida, el esfuerzo de la integración, con el acatamiento y asimilación de las leyes, normas y costumbres alemanas, la Leitkultur nacional. "Si un Gobierno pierde el control de la migración en su país, no debería sorprenderse si pierde la confianza de la gente”, valoró Merz a modo de rapapolvo a Merkel y su política de puertas abiertas cuando la crisis de los refugiados de 2015. De todo ello hablaba el autor en su último libro, Neue Zeit. Neue Verantwortung: Demokratie und Soziale Marktwirtschaft im 21. Jahrhundert (Nuevo tiempo. Nueva responsabilidad: democracia y economía social de mercado en el Siglo XXI), especie de puesta al día del anterior Mehr Kapitalismus wagen: Wege zu einer gerechten Gesellschaft (Atrévete a más capitalismo: caminos hacia una sociedad justa).

Llegado marzo, la emergencia de la COVID-19 obligó a posponer el anunciado Parteitag democristiano. Por cierto que el 15 de ese mes, en la fase inicial y más peligrosa de la pandemia por la inexistencia de vacunas, Merz dio positivo en test con síntomas leves. Fue una de las primeras figuras públicas a nivel mundial que reportó haberse contagiado. En los meses que siguieron, Merz, sin responsabilidades gubernamentales o legislativas, quedó a resguardo de la impopularidad de las restricciones impuestas por las autoridades a la población para combatir el SARS-CoV-2. Esta reserva le favorecía también frente a un cuarto personaje colado en los sondeos de candidatos a canciller, Markus Söder, el ministro-presidente de Baviera y líder del partido hermano de la CDU, la Unión Social Cristiana (CSU), el cual empezó a coquetear con la candidatura electoral por la Unionsparteien del centro-derecha, la unión permanente de dos partidos compenetrados aunque independientes. Por estilo y principios, el carismático Söder no estaba lejos de Merz, pero por el momento se trataba de esclarecer quién pasaba a asumir las riendas de la CDU.

La cuestión la dirimió por fin, con casi un año de retraso, el 33º Parteitag democristiano, celebrado con carácter virtual el 15 y el 16 de enero de 2021. El millar de delegados llegaron al telecongreso con grandes dudas sobre qué tipo de líder convenía al partido al margen de las simpatías personales, aunque sabedores de que Merkel, más allá de su rigurosa neutralidad formal, prefería con mucho a Laschet, el hombre del compromiso y el consenso. La competición fue ajustadísima, reflejando el conflicto interno sobre si no sería mejor apostar por un líder con perfiles duros o rupturistas para recuperar terreno a costa de la AfD -que, era la convicción general, debía sus fortunas al robo de votantes descontentos- o si, por el contrario, convenía no correr riesgos y confiar en la continuidad para fidelizar a los satisfechos por el legado de Merkel.

En la primera ronda de votaciones Röttgen quedó eliminado, mientras que Laschet y Merz empataron en el 38% con cinco votos de ventaja para el segundo, 385 contra 380. Empero, en la ronda resolutiva Laschet se llevó la presidencia del partido con el 52,8%, en términos absolutos 521 preferencias contra 466. El 22 de enero, una vez contado el voto por correo, Laschet sucedió oficialmente a la dimisionaria Kramp-Karrenbauer en la cúspide de la Bundesvorstand o Junta Ejecutiva Federal de la CDU, donde Merz no obtuvo ningún puesto. Tampoco fue invitado a sentarse en su Gabinete Federal por Merkel, que ignoró su propuesta de llevar la cartera de Economía, en esos momentos portada por Peter Altmaier. Laschet, todo lo más, le reclutó para su equipo de campaña electoral como el experto que era en asuntos económicos y financieros.


FRACASO DE ARMIN LASCHET Y PREMIO A LA TENACIDADMerz, perseverante, se mantuvo en compás de espera, sabedor de que si Laschet no se convertía en canciller tras las elecciones del de 26 de septiembre luego difícilmente podría reclamar su continuidad como líder del partido; llegado el momento de la hipotética renuncia de Laschet, Merz, ya sin oponentes de peso, encontraría el camino expedito para encumbrarse. Se trataba de un cálculo perfectamente factible y, en efecto, se cumplió.

Laschet libró una campaña electoral cuesta arriba, erosionado por un desafío tardío del bávaro Söder a su candidatura, las incidencias del coronavirus, la espectacular subida en los sondeos de Los Verdes –luego rebajada– y, en el último mes y por primera vez desde el inicio de la legislatura en 2017, el adelantamiento en la intención de voto por el SPD de Scholz. Un clamoroso fallo de imagen puramente personal durante las catastróficas inundaciones del verano en los Länder del oeste contribuyó a malograr las posibilidades del cabeza de lista de la CDU/CSU. En consecuencia, el 26 de septiembre de 2021 la Unión sacó el peor resultado de su historia, un 24,1% de los votos traducido en 197 diputados de 736. Uno de los escaños fue para Merz, que regresaba al Bundestag tras un paréntesis de 12 años como diputado por la circunscripción westfalia de Hochsauerlandkreis.

El SPD, meramente recuperado del desastre sufrido en 2017 llevando a Martin Schulz de candidato, tomó una ligera delantera con 206 escaños. En principio, Scholz partía con más posibilidades de ser canciller, pero Laschet, en teoría, también podía aspirar a formar un gobierno que, salvo reedición por cuarta vez desde 2005 -algo prácticamente impensable a estas alturas-, de la nada atractiva Groko, tendría que ser tripartito, de coalición con Los Verdes y el FDP, es decir, una coalición Jamaica. El acuerdo con los liberales de Christian Lindner no presentaba mayores dificultades, pero por contra fallaron los contactos preliminares con los dirigentes verdes Annalena Baerbock y Robert Habeck, quienes prefirieron entenderse con Scholz; integrando en las negociaciones al FDP, la RFA se encaminaría hacia su primera coalición del tipo semáforo.

El 7 de octubre, no resignado aún a perder la iniciativa en las negociaciones poselectorales y a pasar a la oposición, Laschet comunicó que estaba listo para ceder el mando del partido al sucesor salido de un proceso de elección interna. Inmediatamente después, con el SPD, Los Verdes y el FDP discutiendo ya el programa del próximo Gobierno de coalición, las expectativas de Laschet quedaron sepultadas. Una vez confirmado que su nueva etapa estaba en la oposición ,la CDU se decantó por un sistema electoral novedoso, equiparable a unas primarias indirectas: primero, los militantes escogerían de entre los distintos aspirantes a un candidato para presentar a la Bundesvorstand, la cual a su vez lo propondría al Parteitag, que tomaría la decisión definitiva. Aunque el resultado de la votación efectuada por las bases técnicamente no era vinculante, se sobreentendía que el Congreso del partido acataría su voluntad.

Merz dio el previsible paso al frente el 15 de noviembre, tres días después de hacerlo sus dos contrincantes: el también reincidente Norbert Röttgen, como él identificado con las nociones liberales pero considerado menos derechista; y Helge Braun, visto como un hombre del anterior establishment democristiano en tanto que último jefe de la Cancillería con Merkel. Para Merz, que negó albergar la pretensión de imprimirle "un giro a la derecha" al partido, expresó su deseo de contar con todas las sensibilidades internas y ratificó el mantenimiento del cordón sanitario en torno a la AfD, pidieron el voto dirigentes regionales como Reiner Haseloff (Sajonia-Anhalt), Michael Kretschmer (Sajonia) y Christian Hirte (Turingia), así como un ramillete de personalidades del mundo económico y la empresa privada. Las encuestas eran rotundas sobre la preferencia de Merz por la militancia y el proceso de voto por Internet, efectuado entre el 4 y el 16 de diciembre, se saldó con la victoria aplastante del abogado con el 62,1%. Röttgen recibió el 25,8% y Braun el 12,1%. La consulta registró una participación del 66% del censo electoral formado por algo menos de 400.000 personas. Entre medio, el 8 de diciembre, tomó posesión en Berlín el flamante Gobierno Federal tripartito de Olaf Scholz.

Sin sorpresas, la Bundesvorstand, aún presidida por Laschet, trasladó la nominación de Merz al 34º Parteitag virtual del 21 y el 22 de enero de 2022, el cual, culminando el paseo triunfal de Merz, se limitó a formalizar la elección hecha por los afiliados. El 94,6% de los 1.001 delegados votaron por Merz, quien, "profundamente conmovido e impresionado", prometió guiar a la CDU con un "liderazgo fuerte y un rumbo claro". El 31 de enero, una vez confirmado por escrito el voto telemático, Merz asumió oficialmente la presidencia de la CDU en lugar de Laschet. Flanqueándole en el nuevo Presidium de la Ejecutiva figuraban Michael Kretschmer, Silvia Breher, Andreas Jung, Carsten Linnemann y Karin Prien en calidad de vicepresidentes, y Mario Czaja como secretario general.

(Cobertura informativa hasta 1/2/2022)