Frank-Walter Steinmeier

El presidente de la República Federal de Alemania desde el 19 de marzo de 2017, Frank-Walter Steinmeier, dirigente del Partido Socialdemócrata (SPD), lleva dos décadas en el primer plano de la política germana, donde siempre ha destacado más por el trabajo eficiente entre bastidores que por la brillantez mediática, perfil sobrio que sin embargo no le ha impedido convertirse en uno de los políticos más populares de su país.

Bregado en los terrenos técnicos de la organización y la asesoría, Steinmeier fue ayudante, confidente y estratega imprescindible de Gerhard Schröder, al que sirvió durante 14 años, primero en el gobierno regional de Baja Sajonia y luego como su jefe de gabinete en la Cancillería Federal. Junto con otros especialistas del ala conservadora del SPD, diseñó la Agenda 2010, el polémico paquete de reformas estructurales que acotó el Estado del bienestar, flexibilizó el mercado laboral y puso las bases para la actual fortaleza financiera de Alemania. En 2005 pasó a ser el ministro de Exteriores del primer Gobierno de gran coalición con la CDU de Angela Merkel, en 2007 tomó además el cargo de vicecanciller y en 2009 fue el candidato a la Cancillería por su partido, solo para encajar los peores resultados electorales del SPD desde 1949. Aquel histórico hundimiento en las urnas no lesionó su carrera política; al contrario, siguió en la brecha como líder de la oposición parlamentaria, una oposición llamativamente suave, al segundo Gobierno Merkel (de coalición con los liberales) y formando una especie de triunvirato del SPD junto con Sigmar Gabriel, nuevo presidente de la formación, y Peer Steinbrück.

Tras las elecciones de 2013, vueltas a perder por los socialdemócratas, Steinmeier regresó al Ministerio de Exteriores, poniéndose de nuevo a las órdenes de una Merkel con la que, pese a las diferencias partidistas, podía compartir enfoques de política exterior y sobre todo un estilo no estridente. En su segundo ejercicio como jefe de la diplomacia alemana, Steinmeier participó en las conversaciones internacionales sobre Siria, fue uno de los muñidores del acuerdo nuclear entre el P5+1 e Irán y, sobre todo, se hizo notar por su aproximación cautelosa, reacia a toda medida punitiva o contingente, ya fueran las sanciones de la UE o las maniobras militares de la OTAN, a la crisis de Ucrania y las flagrantes intromisiones en este conflicto por parte de Rusia, que en 2014 ocupó y se anexionó Crimea.

Quien en los años de Schröder, suscitando reminiscencias de la Ostpolitik soviética de Willy Brandt, había sido un abanderado de las estrechas relaciones de cooperación ruso-germanas, tan ligadas a la dependencia energética del gas, insistió ahora, entre 2014 y 2016, en las vías del diálogo y la negociación, presentes por ejemplo en los acuerdos de Minsk II, para silenciar los "ruido de sables" y "evitar una nueva Guerra Fría" en Europa. Alejado por tanto de las voces que en la UE reclaman más firmeza disuasoria con la Rusia de Putin, Steinmeier ha sido acusado de mostrarse excesivamente lenitivo o condescendiente con el agresivo despliegue estratégico de Moscú. En sus últimas declaraciones ministeriales lamentó el Brexit, tachó a Trump de "predicador del odio" y volvió a advertir contra el "belicismo" de una OTAN que, indica entre líneas, no es sensible a la percepción por Rusia de que su seguridad está amenazada por el bloque occidental.

En enero de 2017 Steinmeier dejó el Ministerio de Exteriores a Gabriel y el 12 de febrero fue elegido por la Asamblea Federal con el voto combinado de los tres partidos de la gran coalición, más los verdes y los liberales, presidente de Alemania, cargo prestigioso de representación y ceremonia del que se despide Joachim Gauck. Steinmeier tiene por delante cinco años de mandato en los que se espera que ejerza una influencia moderadora de la vida pública en Alemania, ahora mismo revuelta por la acogida de cientos de miles de refugiados de Oriente Próximo, las agresiones del terrorismo yihadista y el auge de la extrema derecha enemiga de la inmigración. Su alto cometido institucional será independiente del resultado de las elecciones de septiembre al Bundestag, en las que es candidato a canciller su correligionario Martin Schulz.

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 14/3/2017. Frank-Walter Steinmeier fue reelegido por la Asamblea Federal para un segundo mandato de cinco años como presidente federal de Alemania el 13/2/2022).

1. Un estrecho asistente de Gerhard Schröder
2. Ministro de Exteriores en el primer Gobierno de gran coalición con Merkel
3. Frustrada candidatura a la Cancillería en las legislativas de 2009 y etapa opositora en el Bundestag
4. Regreso a Exteriores en el segundo Gobierno de coalición con la CDU/CSU; el desafío de la crisis ruso-ucraniana


1. Un estrecho asistente de Gerhard Schröder

Hijo de un carpintero y de un obrera fabril, en 1976, una vez aprobado el examen final de la enseñanza secundaria (Abitur) en Blomberg, población próxima a su Detmold natal, en la región de Westfalia, y realizado el servicio militar obligatorio de dos años en la Bundeswehr, comenzó a tomar clases de Derecho en la Universidad Justus Liebig de Giessen.

En 1975 el joven se adhirió al Partido Socialdemócrata (SPD), que en aquellos años gobernaba en Alemania Occidental bajo el doble liderazgo de Helmut Schmidt y Willy Brandt. En 1982 se presentó al primer examen jurídico del Estado, cuya aprobación le habilitó para realizar el preceptivo período de prácticas, en su caso en Giessen y Frankfurt del Main, ciudades del estado de Hessen, antes de someterse en 1986 al segundo examen, tras el cual ya podía ejercer una profesión relacionada con el Derecho. A diferencia de otros compañeros de promoción, Steinmeier dejó a un lado la abogacía y se puso a trabajar de asistente académico en la cátedra de Derecho Público y Ciencia Política del Departamento de Derecho de la Universidad de Giessen.

En 1991 obtuvo un doctorado en Derecho que defendió con una tesis sobre la perspectiva legal de la problemática de los vagabundos y las personas sin hogar (en 2013 el político iba a ser acusado de haber plagiado partes de esta tesis doctoral, extremo que el autor naturalmente negó en redondo). Aquel mismo año Steinmeier encontró plaza profesional como asesor legal sobre política de comunicación y relaciones con los medios en la Cancillería Estatal de Baja Sajonia, donde encontró de jefe al ministro-presidente del land, Gerhard Schröder, uno de los más destacados dirigentes del SPD, entonces en la oposición al Gobierno Federal encabezado por la Unión Cristiano Demócrata (CDU) del canciller Helmut Kohl. Fue en Hannover y de la mano de Schröder donde Steinmeier desarrolló una carrera política de alto relieve ceñida al servicio gubernamental y completamente ajena a la representación popular con mandato electoral.

La serie de promociones comenzó en 1993, cuando Schröder le nombró director de su gabinete personal. Un año más tarde, Steinmeier se hizo cargo del departamento de la Cancillería Estatal responsable de la orientación política y la coordinación y planificación interministeriales, y en 1996, año en que fue padre de una niña concebida con su esposa desde el año anterior, la magistrada de justicia Elke Büdenbender, ascendió a director de la Cancillería con el rango de subsecretario de Estado. Cuando en septiembre de 1998 el SPD ganó las elecciones al Bundestag y en octubre siguiente Schröder se convirtió en canciller federal en coalición con Los Verdes de Joschka Fischer, el hasta entonces gobernante bajosajón no dejó de traerse a su fiel colaborador a Bonn, donde Steinmeier continuó sirviéndole como secretario de Estado y comisionado de la Cancillería Federal en el Servicio Federal de Inteligencia (BND). Ocho meses más tarde, en julio de 1999, Schröder le nombraba jefe de la Cancillería Federal (Chef des Bundeskanzleramtes) en sustitución de Bodo Hombach, que pasaba a coordinar el Pacto de Estabilidad de los Balcanes.


2. Ministro de Exteriores en el primer Gobierno de gran coalición con Merkel

Como responsable del gabinete institucional del canciller, puesto eminente que le permitía sentarse en el selectivo Consejo Federal de Seguridad (aunque, a diferencia de sus inmediatos predecesores en el cargo, no hizo lo mismo en el gabinete del Gobierno, ya que no había sido nombrado ministro de Asuntos Especiales), Steinmeier adquirió una reputación de oficial discreto, situado siempre en un segundo plano, pero indispensable y omnipresente, por cuyas manos pasaban todo tipo de informaciones confidenciales y al que podía vérsele con frecuencia cuchichear al oído de Schröder.

En efecto, el canciller le consultaba constantemente sobre todo tipo de asuntos, y el influyo de Steinmeier parece que fue fundamental en decisiones de Schröder de alto calado como la no participación en la aventura bélica de Irak secundando a Estados Unidos y, sobre todo, la redefinición de las relaciones especiales con Rusia en un sentido más práctico, haciendo del suministro energético estable la principal consideración estratégica. En política interior, el secretario de Estado jugó también un papel descollante en la elaboración de varios proyectos de ley del Ejecutivo. Lo tuvo en particular en el diseño de la ambiciosa Agenda 2010, presentada en 2003, que rebajaba la fiscalidad directa, reformaba el mercado laboral con la creación de los minijobs e introducía profundos recortes en las prestaciones sociales de las pensiones, la asistencia sanitaria y el subsidio de desempleo; en suma, una sensible reducción del Estado del bienestar germano.

Presentado por los comentaristas como La Eminencia Gris (Die Graue Effizienz) del Gobierno y el Doctor Impecable (Doktor Makellos), así como -las plumas menos indulgentes- un miembro conspicuo de la "mafia de Hannover", para el gran público, sin embargo, Steinmeier era un personaje prácticamente desconocido debido a su gusto por el mutismo mediático y el trabajo de bastidores. Con estas credenciales, causó sorpresa hasta cierto punto su selección para el puesto de ministro de Asuntos Exteriores, sustituyendo al verde Fischer, dentro del acuerdo de Gobierno de gran coalición, el primero desde 1969, que el SPD y la CDU tuvieron que fraguar después del ajustado resultado de las elecciones al Bundestag del 18 de septiembre de 2005, en las que los democristianos de Angela Merkel y su socios bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU) aventajaron por la mínima a los socialdemócratas, pudiéndose hablar de empate técnico más bien.

Cuando el tripartito empezó a negociar el reparto de puestos ministeriales, todas las quinielas barajaron para Exteriores el nombre de Otto Schily, ministro saliente del Interior y un político de gran peso. Luego, sin embargo, se impuso la opción de Steinmeier, lo que generó el rumor, bastante verosímil, de que una de las condiciones puestas por Schröder para ceder la Cancillería a Merkel era precisamente la colocación de su fidelísimo servidor al frente de la diplomacia alemana. La prensa especuló también con que los círculos empresariales y financieros verían con los mejores ojos el nombramiento de un hombre que ofrecía garantías de continuidad del macroproyecto ruso-germano del gasoducto tendido en el lecho del mar Báltico, el Nord Stream, donde había mucho dinero en juego, pese a que Merkel no venía dispuesta a autocensurarse a la hora de valorar la situación de los Derechos Humanos y la democracia en el país eslavo.

Además, en el horizonte asomaban dos deberes de suma importancia: avanzar en la mejora de las relaciones con Estados Unidos, devolviéndolas al nivel de excelencia existente antes del choque en la ONU en 2003 a propósito de Irak, y dar un ímpetu resolutivo a la construcción europea, ahora mismo lastrada por el desacuerdo franco-británico en torno a las perspectivas financieras de la UE para el período 2007-2013 y, sobre todo, por el golpe mortal que el doble resultado negativo de los referendos de ratificación de Francia y los Países Bajos había asestado al Tratado de la Constitución Europea.

El 22 de noviembre de 2005 Steinmeier tomó posesión junto con Merkel y los demás miembros del Gabinete. Contrariamente a la costumbre inaugurada en 1966 por Brandt, precisamente el último titular de Exteriores socialdemócrata, Steinmeier no asumió el cargo adicional de vicecanciller; la oficina fue para Franz Müntefering, presidente del SPD desde el año anterior y que con su entrada en el Gobierno cesó en ese puesto de mando partidista en beneficio de Matthias Platzeck. De acuerdo con el escalafón, era Müntefering y no Steinmeier el número dos de Merkel.

En su primer cuatrienio como ministro de Exteriores de Alemania, Steinmeier ayudó eficazmente a Merkel a engrasar el eje franco-alemán en el seno de la UE, maquinaria que pasó a funcionar a pleno rendimiento tras la llegada al Elíseo de Nicolas Sarkozy en mayo de 2007. Merkel, Sarkozy, Steinmeier y su colega galo Bernard Kouchner trabajaron a fondo para cerrar el "período de reflexión" que el fracaso del Tratado Constitucional había abierto en el proceso de integración europea, la cual pasaba insoslayablemente por una reforma profunda de las instituciones de la Unión, y dotar a la UE de una personalidad jurídica consolidada. Todo ello cristalizó en el Tratado de Lisboa, cuya entrada en vigor, al cabo de un muy laborioso proceso de elaboración y ratificación, se demoró hasta diciembre de 2009. Steinmeier presidió el Consejo de la UE en el primer semestre de 2007, período que delimitaron los ingresos, en enero, de Bulgaria y Rumanía como los estados miembros 26º y 27º y la aprobación, por el Consejo Europeo de junio en Bruselas, del borrador del por el momento llamado Tratado de Reforma.

Paralelamente, Steinmeier contribuyó a recuperar la fluidez de las relaciones germano-estadounidenses, a pesar de que Berlín y Washington no terminaron de unificar posturas en una serie de capítulos relevantes, como las actividades clandestinas de la CIA -emergidas a la luz con el escándalo de las prisiones secretas y los traslados aéreos ilegales de sospechosos de yihadismo-, el cumplimiento del Protocolo de Kyoto en la lucha contra el calentamiento global, el papel limitado de la Bundeswehr en Afganistán, las medidas de respuesta coordinada a la crisis financiera global, y el proyecto de instalar en Polonia y Chequia elementos del escudo nacional antimisiles de Estados Unidos.

En este último escenario, la Administración Bush apostaba por entenderse por su cuenta con los muy interesados gobiernos de Varsovia y Praga, pero Alemania, sensible a la preocupación voceada con vehemencia por Rusia sobre que un despliegue armamentístico de esa naturaleza desequilibraría peligrosamente la balanza estratégica en Europa, prefería discutir el asunto en el seno de la OTAN y dialogando con Moscú. La capacidad de Steinmeier y el SPD de trasladar sus criterios a la visión exterior de Merkel y la CDU saltó a la vista desde el momento en que la canciller, venciendo su frialdad y sus reticencias iniciales por las características del régimen de Vladímir Putin, terminó reconociendo el cariz estratégico, fundado en las necesidades energéticas, que en la etapa de Schröder habían adquirido las relaciones con Rusia. La nueva actitud, más condescendiente, de Merkel se advirtió sobre todo en las cautelas mostradas por la canciller durante la guerra de agresión de Rusia a Georgia, en el verano de 2008, y ante las aspiraciones georgiana y ucraniana de ingresar en la OTAN.

Steinmeier procuró en todo momento preservar el buen tono de las relaciones germano-rusas e hizo notar que las guerras del gas que periódicamente estallaban entre Rusia y Ucrania, país de tránsito entre el este y el oeste, obligaban a Alemania a asegurarse por su cuenta el suministro de este vital hidrocarburo mediante el proyecto Nord Stream. Las obras del gasoducto siguieron su curso y la tubería iba a ser inaugurada en 2011. En 2008 el ministro anunció el Partenariado para la Modernización de Rusia, una política de Estado que no podía dejar de evocar la Ostpolitik de Willy Brandt con respeto a la URSS.


3. Frustrada candidatura a la Cancillería en las legislativas de 2009 y etapa opositora en el Bundestag

El peso de Steinmeier en el SPD, de cuya ala conservadora, "reformista", era un preclaro referente, aumentó mucho en el otoño de 2007, una época de sinsabores para los socialdemócratas por las pésimas expectativas de voto que les concedían los sondeos, las divisiones internas sobre la conveniencia o no de seguir adheridos a la Agenda 2010 y la irrupción en la escena de Die Linke, el partido competidor por la izquierda surgido de la fusión de los socialistas democráticos (ex comunistas) de la antigua RDA y el WASG, la escisión izquierdista sufrida por el SPD en 2005 y a la que se había sumado Oskar Lafontaine, quien fuera presidente del SPD en 1995-1999 y ministro de Finanzas con Schröder en 1998-1999.

En el Congreso partidario celebrado en Hamburgo a finales de octubre, Steinmeier fue elegido para una de las vicepresidencias orgánicas de la formación en la Ejecutiva (Parteivorstand) encabezada por el ahora revalidado Kurt Beck, ministro-presidente de Renania-Palatinado y el tercer presidente que tenía el SPD desde hacía tres años, luego de los breves liderazgos de Franz Müntefering (2004-2005) y Matthias Platzeck (2005-2006). Ahora, Platzeck, quien además era el ministro-presidente de Brandenburgo, y Peer Steinbrück, el actual ministro de Finanzas y adscrito a la vertiente liberal y más conservadora del SPD, hicieron piña con Steinmeier en la defensa de la Agenda 2010, denostada por el ala izquierda del partido y criticada de manera más matizada por Beck. Para este trío de dirigentes, el plan estratégico concebido y puesto en marcha por el canciller Schröder era el vehículo adecuado para conducir a Alemania por la senda de las reformas "modernizadoras" y el ajuste fiscal, sin los cuales no podría haber saneamiento de las cuentas públicas, ni creación robusta de empleo, ni garantizarse las prestaciones de la Seguridad Social del futuro. El vicecanciller Müntefering pensaba de manera similar.

De todas maneras, el resultado del Congreso de Hamburgo fue interpretado como un avance de las tesis de la izquierda en el SPD, para desagrado de los democristianos. Al poco, el 13 de noviembre, se produjo el sobresalto de la dimisión de Müntefering como vicecanciller federal y ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, por motivos, aseguró, exclusivamente familiares, pues quería dedicarse al cuidado de su esposa, enferma de cáncer. Ocho días después, Steinmeier, por designación de Beck y sin descargo del Ministerio de Exteriores, asumió la Vicecancillería, pasando así a ser la indiscutible segunda persona del Gobierno. El relevo de Müntefering por Steinmeier, cuya creciente influencia política resultaba tanto más notable por cuanto no era miembro del Bundestag, se tradujo inmediatamente en una pérdida de sintonía entre la CDU y el SPD. Steinmeier y Merkel empezaron a mirarse más como contrincantes que como colaboradores. Ciertamente, el nuevo vicecanciller no hizo ningún esfuerzo en desmentir los rumores de que ambicionaba ser el candidato a canciller en las elecciones generales de 2009.

El 7 septiembre de 2008, a punto de descargar sobre Alemania el tsunami financiero y económico provocado a escala global por la quiebra de Lehman Brothers en Estados Unidos, si bien la economía germana ya estaba con las luces rojas desde hacía meses, Steinmeier y el SPD pusieron sus cartas sobre la mesa. Aquel día, el vendaval de críticas por haber incumplido su promesa de no llegar a acuerdos de gobierno en los länder con Die Linke precipitó la renuncia de Beck. La dimisión del impopular presidente del SPD cogió a la opinión pública por sorpresa y fue recibida con aprensión por la CDU, que habló de putsch urdido por Steinmeier y Müntefering.

El caso fue que la cúpula socialdemócrata, segundos después de anunciar la marcha de Beck, nominó a Steinmeier como el candidato a la Cancillería en las elecciones de 2009 y designó a Müntefering, recién enviudado de su esposa, como el próximo, y por segunda vez en su carrera, presidente del partido, si bien las funciones del cargo pasaban de manera inmediata y con carácter interino a Steinmeier. El 18 de octubre, un Congreso extraordinario celebrado en Berlín hizo oficiales las promociones de dos hombres que se proyectaban como un tándem bien conjuntado. En el caso del vicecanciller y ministro de Exteriores, su candidatura electoral fue ratificada por el 95% de los compromisarios.

El dúo Steinmeier-Müntefering se apresuró a infundir confianza a las desconcertadas huestes socialdemócratas con llamamientos a la unidad y a hacer la "remontada electoral" a costa de la potente CDU de Merkel. El primero, que no tenía ninguna experiencia en envites electorales y que arrastraba el lustre, un tanto opaco, de servidor eficiente pero sin carisma, se esforzó en transmitir gancho personal y en dar verosimilitud al proyecto autónomo, diferenciado, del SPD.

El manifiesto del SPD para las elecciones federales del 27 de septiembre de 2009 incidía en una mayor progresividad de los impuestos, con ayudas fiscales a las clases media y baja, y penalizaciones para los ricos. Se trataba, argumentaba el partido, de parar en seco la brecha creciente entre las rentas altas y bajas. El llamado Plan Alemania del SPD, que parecía desentenderse del formidable desbarajuste fiscal del momento, pues el Gobierno estaba rescatando con dinero público a la banca privada con problemas de liquidez e intentaba atajar la recesión aguda con un masivo programa de estímulos a la inversión y el consumo, contemplaba asimismo llegar a una situación de "pleno empleo" para 2020, culminar la transición hacia un modelo económico verde y apuntalar la sanidad pública.

El guiño a la izquierda estaba ahí, aunque no era tan ostensible como para dejar abierta la puerta a una eventual coalición con Die Linke. Steinmeier insistió en que esa opción, verdadero anatema para los sectores moderados del SPD, estaba descartada y que sus socios potenciales eran Los Verdes, atraídos con la renuncia definitiva a la energía nuclear y la búsqueda de la autosuficiencia energética de fuentes renovables, y el Partido Liberal Demócrata (FDP) de Guido Westerwelle, al que la bajada de los impuestos directos al grueso de los contribuyentes tendría que seducir. Sin embargo, este último replicó que únicamente estaba dispuesto a colaborar con la CDU/CSU. Por su parte, democristianos y socialcristianos advirtieron que el SPD, por más que dijera lo contrario, sí sería capaz de trasladar al Gobierno Federal el entendimiento que ya tenía con los de Lafontaine en algunos länder.

Los problemas de credibilidad del SPD y las evidentes limitaciones mediáticas de Steinmeier se conjugaron para hacer realidad el temido descalabro en las urnas: con el 23% de los votos y 146 diputados en el Bundestag, el SPD sufrió un desplome de 11,2 puntos y 76 escaños con respecto a 2005, cosechando de hecho sus peores resultados desde la creación de la República Federal en 1949.

El histórico descalabro dejó estupefacta a la militancia e hizo poner el grito en el cielo al ala izquierda. El clamor desde las bases para que rodaran cabezas consiguió los mutis de Müntefering como presidente orgánico y de Steinbrück como vicepresidente y miembro de la Parteivorstand, pero Steinmeier, quien lógicamente acarreaba con la mayor responsabilidad por el desastre electoral, se las arregló para seguir en el primer plano, y nada menos que como líder de la oposición parlamentaria al nuevo Gobierno de coalición CDU/CSU-FDP, en tanto que cabeza de la menguada bancada del SPD en el Bundestag, donde cogió el testigo al ex ministro de Defensa Peter Struck. Las responsabilidades gubernamentales de Steinmeier tocaron a su fin el 28 de octubre de 2009 con la recepción por Westerwelle tanto de la Vicecancillería Federal como del Ministerio de Exteriores.

Ahora bien, el flamante diputado por Brandenburgo, que a duras penas consiguió resistir las críticas más virulentas desde su propio campo, no se encontraba en condiciones de llevar por sí solo el liderazgo del SPD. Este quedó configurado como una suerte de triunvirato después del Congreso ordinario celebrado en Dresden el 13 de noviembre, donde resultaron elegidos Sigmar Gabriel, ministro saliente del Medio Ambiente y, como Steinmeier, hombre muy próximo a Schröder, para la Presidencia y Andrea Nahles, máxima vocera del ala izquierda, para la Secretaría General. Luego, el protagonismo de Nahles se fue diluyendo y su posición en la troika informal al frente del SPD pasó a ocuparlo un resurgido Steinbrück.

En la legislatura 2009-2013, Steinmeier y sus colegas, deseosos de "recuperar el centro" sin renunciar a los compromisos sociales tradicionales del SPD, practicaron al segundo Gobierno Merkel una oposición que para muchos observadores tendió a ser blanda o cooperativa, sobre todo en el ámbito europeo. Es lo que pudo apreciarse en el respaldo a la canciller, eso sí, con una serie de condiciones -aunque acaso solo de cara a la galería- centradas en la conjugación de la austeridad a rajatabla para domeñar el déficit con medidas para impulsar el crecimiento y controlar los mercados financieros, a la hora de aprobar en el Bundestag con la imprescindible mayoría de dos tercios el Pacto Fiscal Europeo y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

En 2012 el SPD quedó también en evidencia cuando rechazó sin ambages la emisión de eurobonos, propugnados por el nuevo Gobierno socialista de Francia contra el criterio de Merkel, como un instrumento colectivo de la Eurozona para protegerla del incendio que ocasionaban las sucesivas crisis de las deudas soberanas de los países de su periferia. Por otro lado, en agosto de 2010 Steinmeier recibió muchas muestras de solidaridad y simpatía, con el consiguiente repunte de su popularidad en los sondeos, por su decisión de interrumpir su actividad parlamentaria para someterse a una intervención quirúrgica de extracción de un riñón que iba a donar a su esposa Elke, aquejada de una grave enfermedad renal y necesitada de un trasplante urgente. La doble operación transcurrió con éxito y en octubre siguiente el diputado retomó el trabajo en el Bundestag.


4. Regreso a Exteriores en el segundo Gobierno de coalición con la CDU/CSU; el desafío de la crisis ruso-ucraniana

Un año antes de las elecciones generales del 22 de septiembre de 2013 el SPD escogió a Steinbrück como su cabeza de cartel para batirse con Merkel. Emitiendo una imagen de gran unidad y enarbolando la bandera de la "justicia social", el triunvirato oficioso del que Steinmeier era parte fundó su alternativa al Gobierno de democristianos y liberales en una oferta electoral de mayor presión fiscal a las rentas más privilegiadas, mejoras en las condiciones laborales y salariales de los trabajadores, mayores inversiones en educación e investigación, y fomento de la nueva economía digital para conseguir unas tasas de crecimiento más briosas.

Sobre Europa, la formación opositora reclamaba una menor rigidez en la cura de austeridad prescrita a los socios en apuros del euro, a fin de que los objetivos de reducción de déficit fueran compatibles con las políticas de crecimiento y creación de empleo. En cuanto a Merkel, la canciller exhibió los logros de su gestión, con el impacto atenuado del segundo embate de la Gran Recesión, las bajísimas cifras del paro y el balance fiscal casi equilibrado y con horizonte de superávit, muestras todas de la fortaleza de la economía germana. El SPD confiaba en poder regresar al poder montado en una coalición roji-verde.

Sin embargo, el fiasco de 2009 con Steinmeier se repitió en 2013 con Steinbrück. El SPD solo experimentó una ligera recuperación, subiendo al 25,7% de los votos y ganando 47 escaños más en el Bundestag, y volvió a sucumbir estrepitosamente ante la CDU/CSU, que se quedó al borde de la mayoría absoluta. Si en la legislatura saliente el diferencial entre ambos partidos había sido de 93 escaños, en la entrante la desventaja de los socialdemócratas se ampliaba a los 118 escaños. La decepción era total.

Puesto que el FDP, completamente hundido, se quedó fuera del Bundestag, los únicos socios viables de los democristianos eran los socialdemócratas. Gabriel y Steinmeier se resignaron a regresar a la condición de segundones de un gobierno de gran coalición, aunque por lo menos, en sus negociaciones con la CDU/CSU, consiguieron dar satisfacción a muchas demandas clave del SPD, como la regulación legal del salario mínimo, la pensión mínima solidaria, la flexibilización de la jubilación a los 67 años, la paridad salarial de hombres y mujeres, el aumento de las inversiones en transportes, educación y ciencia, el refuerzo de la regulación bancaria y la doble nacionalidad de los hijos de los inmigrantes.

A cambio, los socialdemócratas asumían metas concretas de equilibrio fiscal, liquidación de déficit y reducción de deuda pública, renunciaban a subir los impuestos a las rentas de trabajo más elevadas, aparcaban la equiparación de derechos de las uniones homosexuales y daban manos libres a Merkel para seguir imponiendo en la UE sus criterios de unión bancaria sin unión de la deuda y de austeridad prioritaria sobre el crecimiento. Una vez sellado el acuerdo, el tercer Gobierno Merkel echó a andar el 17 de diciembre, con Gabriel de vicecanciller y ministro de Economía, y Steinmeier, otra vez, de ministro de Exteriores.

La segunda singladura de Steinmeier como jefe de la diplomacia alemana estuvo dominada por el reto, gubernamental pero también personal, de las flagrantes injerencias de Rusia en el violento conflicto político que desde finales de 2013 desgarró Ucrania y que a partir de febrero de 2014 desembocó sucesivamente en el derrocamiento del presidente prorruso Víktor Yanukóvych, la toma del poder en Kíev por la oposición prooccidental favorable a la firma del Acuerdo de Asociación con la UE, el surgimiento de movimientos separatistas en las regiones orientales de Crimea, Donetsk y Lúhansk, la declaración de independencia crimeana seguida de la ocupación y anexión de la península por Rusia, y el deslizamiento del Donbás (Donetsk y Lúhansk) hacia un escenario de guerra civil entre las fuerzas soberanistas prorrusas, asistidas sin disimulos por Moscú, y las tropas enviadas por el Gobierno ucraniano.

A lo largo de esta crisis, que derivó en un verdadero pulso geopolítico entre la UE y Rusia por la captación de la estratégica Ucrania para una u otra esferas de influencia, Steinmeier hizo malabares discursivos para, por un lado, dejar claro, sin rehuir en ocasiones las palabras duras, el rechazo tajante del Gobierno alemán a las violaciones rusas de la soberanía y la unidad territorial ucranianas, en el caso de la anexión de Crimea claramente atentatorias del derecho internacional y castigadas por la UE con sucesivos paquetes de sanciones, y, por otro lado, abrir distancias de las voces que, dentro y fuera de Alemania, reclamaban una postura más enérgica frente a los desafueros de Putin, siendo abundantes sus llamamientos a la prudencia, la moderación, el diálogo y el sentido común de todas las partes.

El ministro alemán se resistía a tirar por la borda más de dos décadas de relaciones de cooperación ruso-europea y pedía que no se escatimaran esfuerzos "para evitar una nueva Guerra Fría". Le desagradaba que tomara forma un debate sobre la oportunidad de aplicar sanciones "duras" o "blandas" a Rusia, prefiriendo él hablar de sanciones "inteligentes", sanciones que como miembro del Consejo de la UE votó implementar, aunque dejando traslucir sus reticencias. A su entender, la UE no podía "permitirle a Putin ser nuestro enemigo", en tanto que Rusia ya estaba comprobando el oneroso precio, en la forma de grandes perjuicios económicos, de involucrarse de una manera tan ostensible en el conflicto de Ucrania, donde los enfrentamientos armados del Donbás podían conducir a una deflagración bélica a gran escala. En consecuencia Moscú, Kíev y las capitales de la UE no tenían más salida que arreglar sus diferencias en la mesa de negociaciones.

Los llamamientos de Steinmeier a dejar actuar a la diplomacia para llevar la paz al Donbás y de paso asegurar el tránsito del gas ruso hacia Europa encontraron plasmación en una serie de conferencias de alto nivel, reuniones ministeriales y cumbres presidenciales que alumbraron acuerdos, aunque trufados de incertidumbre y precariedad, a partir de septiembre de 2014. El documento más importante, impulsado principalmente por Steinmeier y su colega socialista galo Laurent Fabius a raíz del colapso del Protocolo de alto el fuego de septiembre de 2014, y puesto bajo la supervisión de la OSCE, fue el que salió de la cumbre de presidentes celebrada en la capital de Bielarús en febrero de 2015. El acuerdo de Minsk II definía una serie de estipulaciones sobre el alto el fuego, la separación de fuerzas contendientes, la retirada de material militar y la normalización política, pero no consiguió silenciar completamente las armas, cuanto menos solucionar el conflicto.

En junio de 2016, días antes de expresar su "tristeza" por la decisión de los británicos de dar portazo a la UE en el referéndum sobre el Brexit, Steinmeier se descolgó con unas chocantes declaraciones de crítica a las maniobras militares Anaconda-2016 que la OTAN acababa de conducir en Polonia. Para el ministro, estos ejercicios de gran magnitud en los que 31.000 soldados de la Alianza Atlántica (alemanes incluidos) habían simulado la contingencia de un ataque de Rusia a Polonia resultaban contraproducentes para la seguridad regional porque las "soluciones militares" y las "políticas de disuasión" fácilmente podían disparar las tensiones con Rusia. "Lo que no deberíamos hacer ahora es inflamar aún más la situación con el ruido de sables y el belicismo. Es aconsejable no crear pretextos para resucitar la vieja confrontación", declaró al diario Bild.

Miembro activo de una congregación protestante reformada (calvinista) de Berlín y de la Iglesia Evangélica de Alemania, Frank-Walter Steinmeier está en posesión de varias condecoraciones nacionales y es doctor honoris causa por las universidades Estatal Técnica de los Urales, Hebrea de Jerusalén y del Pireo.

(Cobertura informativa hasta 1/10/2016)