Fernando Henrique Cardoso

Antes de convertirse en presidente de Brasil en 1995, Fernando Henrique Cardoso, FHC, ya era uno de los sociólogos y politólogos más prestigiosos del mundo, como teórico del desarrollismo y la dependencia de los países latinoamericanos. Dirigente del centroizquierdista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y ministro de Hacienda en el Gobierno de Itamar Franco, su paternidad del eficaz Plan Real de ajuste monetario y choque antiinflacionista le catapultó al Palacio de Planalto, desde donde ejecutó un vasto programa de reformas estructurales (privatizaciones, desregulaciones), sin olvidarse de los planes de desarrollo social. Reelegido en en 1998 en virtud de una reforma constitucional, en 1999 Cardoso arrancó su segundo mandato con el sobresalto de la crisis del real, la moneda por él creada, viéndose obligado a liberar su tipo de cambio en un contexto de masiva deuda externa. De puertas al exterior, defendió decisivamente el MERCOSUR y la integración sudamericana frente al proyecto del ALCA orquestado por Estados Unidos. En 2003 el respetado intelectual y estadista cedió el testigo presidencial a su pertinaz contrincante en las urnas, el petista Lula da Silva.

(Texto actualizado hasta enero 2003)

1. Un referente de la sociología latinoamericana
2. Incursión en la política: del PMDB al PSDB
3. El Ministerio de Hacienda como trampolín para la Presidencia; el Plan Real
4. El primer mandato: estabilidad monetaria y reestructuración económica
5. La reforma constitucional: un proyecto de reelección respaldado en las urnas
6. El segundo mandato: abandono forzado de la política de moneda fuerte
7. Visión continental latinoamericanista y las vicisitudes del MERCOSUR
8. Último tramo del mandato zarandeado por la incertidumbre económica
9. Membresías, distinciones y bibliografía
10. FHC en la actualidad


1. Un referente de la sociología latinoamericana

Nacido en una familia de amplia tradición militar, donde la disciplina y la instrucción elitista eran imperativos, recibió su primera educación en el propio hogar, a cargo de preceptores privados que le enseñaron también los idiomas inglés y francés. Carioca de nacimiento, desde los diez años vivió en São Paulo, donde el padre, el general Leônidas Fernandes Cardoso, veterano del golpe revolucionario de 1930, estaba destinado.

En 1953 se licenció en Ciencias Sociales por la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo (USP) y al poco contrajo matrimonio con una compañera de estudios titulada en Antropología, Ruth Corrêa Leite, con la que iba a tener tres hijos, Paulo Henrique (1954), Luciana (1958) y Ana Beatriz (1960). De ideas nítidamente izquierdistas en estos años, el joven estudió la teoría marxista y colaboró como redactor en la revista Problemas, que editaba el Partido Comunista Brasileño (PCB), mientras ejercía de auxiliar docente de Sociología en su facultad. En 1961 obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas por la USP con una tesis sobre el desarrollo económico y el empresariado industrial brasileños, y de 1962 a 1963 cursó un posgrado en el Laboratorio de Sociología Industrial de la Universidad de París.

Culminada su formación académica, empezó a impartir la asignatura básica de Sociología en la USP al tiempo que dirigía el Centro de Sociología Industrial y del Trabajo (CESIT) de la Facultad, pero en marzo de 1964 fue arrestado brevemente acusado de realizar actividades subversivas. Días después se produjo el golpe de Estado militar contra el Gobierno izquierdista de João Goulart y Cardoso escapó al extranjero para excusar nuevas y más peligrosas represalias. Reanudó la actividad docente en Santiago de Chile, dando comienzo un período en el que conquistó una reputación internacional como sociólogo e intelectual progresista.

Durante un trienio impartió su especialidad en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES, dependiente de la ONU), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile, sitos los tres en la capital chilena, así como cursillos de extensión universitaria en México y Buenos Aires. En 1967 fue reclamado por la Universidad de París-Nanterre y la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS), así que prosiguió su actividad docente en el país europeo, donde fue testigo de la protesta estudiantil y la revolución de mayo de 1968.

Ese mismo año retornó a Brasil y, no obstante sus inclinaciones políticas, en una de las fases más represivas de la dictadura, conquistó mediante concurso público la titularidad de catedrático de Ciencia Política en su alma máter, pasando a dirigir el Departamento de Ciencias Sociales. En 1969 estuvo entre los fundadores del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (CEBRAP), con sede en São Paulo, y poco después volvió a acogerse a una suerte de autoexilio itinerante, no faltándole las ofertas del extranjero para dar clases o investigar.

Sus originales estudios comparativos, para la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) o para las más prestigiosas publicaciones científicas sociales, sobre el nacionalismo económico, la sociología del desarrollo, las transformaciones sociales y el sistema de partidos políticos brasileño, tuvieron amplia repercusión en su país y el resto del subcontinente, en unos años en que regímenes políticos de diversa naturaleza exploraban vías alternativas a la planificación socialista y al capitalismo de mercado.

En la CEPAL, Cardoso, en su caso con un enfoque totalmente postmarxista, fue uno de los elaboradores de las teorías de la dependencia y el desarrollismo de los países de América Latina, cuya posición marginal en el sistema mundial centro industrial-periferia agrícola se aspiraba a subsanar. Aparte la tesis doctoral convertida en un divulgado manual, sus ensayos más conocidos en estos años, traducidos al francés, el español y al inglés, son Dependência e desenvolvimento na América Latina (1969) y Política e desenvolvimento em sociedades dependentes: ideologias do empresariado industrial argentino e brasileiro (1971).

En la década de los setenta, Cardoso fue profesor con contrato o visitante en el Instituto Internacional de Estudios Laborales (IILS), basado en Ginebra y adscrito a la Organización Internacional de Trabajo (OIT), la Universidad de Stanford, el Instituto de Estudios Avanzados (IAS) de la Universidad de Princeton, la Cátedra Simón Bolívar del Centro de Estudios Latinoamericanos (CLAS) de la Universidad de Cambridge y el Instituto de Estudios sobre Desarrollo Económico y Social (IEDES) de la Universidad de París.

2. Incursión en la política: del PMDB al PSDB

Cada vez más interesado en el análisis político y en la situación que atravesaba su país, en 1973 Cardoso retornó definitivamente a Brasil y entabló relación con Ulysses Guimarães, presidente del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), formación vagamente centrista que aglutinaba diversas sensibilidades ideológicas y constituía la única fuerza de oposición autorizada por el régimen militar, conformando con su rival por la derecha, la oficialista Alianza Renovadora Nacional (ARENA), el sistema bipartidista instaurado en 1966.

Desde comienzos de 1979 Cardoso combinó el magisterio en las aulas con la política profesional luego de salir elegido, el 15 de noviembre de 1978, senador suplente por el estado de São Paulo en las listas del MDB. Extinguido el MDB en noviembre de 1979 junto con ARENA por decisión del Gobierno del general João Baptista Figueiredo, en la etapa de transición a la democracia multipartidista que ahora comenzaba la mayoría de los dirigentes emedebistas organizaron, en enero de 1980, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), con el veterano Guimarães de nuevo al frente.

El PMDB perfiló su posición centrista en el sistema emergente de partidos, y Cardoso y su círculo, no obstante las discrepancias de doctrina con la dirección más moderada, mantuvieron la militancia. En 1980 el sociólogo sostuvo contactos con el líder sindical paulista Luiz Inácio Lula da Silva para la puesta en marcha de un gran partido de izquierda en Brasil que captara el voto de las clases trabajadoras y los sectores universitarios progresistas, pero el proyecto no cuajó y Lula siguió adelante con su Partido de los Trabajadores (PT), exponente de un socialismo filomarxista con el que el sociólogo no comulgaba.

Las responsabilidades políticas en su país no fueron óbice para que Cardoso ejerciera, por citar sólo las filiaciones más notables, como presidente del CEBRAP (1980-1982), director de estudios en la EHESS parisina (1980-1981), presidente de la Asociación Sociológica Internacional (ISA) con sede en Ámsterdam (1982-1986) y presidente de la Fundación Escuela de Sociología y Política de São Paulo (FESPSP).

Senador de pleno derecho desde marzo de 1983 –cuando el titular del escaño, André Franco Montoro, asumió como gobernador de São Paulo-, Cardoso participó en los trabajos de la Asamblea Nacional Constituyente que elaboró la nueva Carga Magna y desde marzo de 1985 lideró la mayoría en el Congreso del PMDB, que, en la persona del ex arenista José Sarney (sustituto del presidente electo en la votación indirecta de enero, Tancredo Neves, fallecido antes de poder tomar posesión del cargo), pasó a encabezar el Gobierno federal al cabo de dos décadas de dictadura. En la recta final del régimen militar, el senador peemedebista tomó parte en la campaña Diretas-já, que exigió, sin éxito, la elección directa del presidente que sucediera a Figueiredo.

En noviembre de 1985 Cardoso se presentó a la elección para el puesto de prefecto (alcalde) de São Paulo y por una diferencia del 1% de votos perdió ante el ex presidente de la República Jânio Quadros, derrota a la que, según parece, contribuyó el reconocimiento de su ateísmo en un debate televisado. Por otro lado, el fracaso de la gestión económica liberal del Gobierno Sarney y la enmienda constitucional que prolongó en un año el mandato del presidente nutrieron el malestar de Cardoso y sus asociados, que constituyeron una corriente de opinión en el seno del PMDB llamada Movimiento de Unidad Progresista. En los comicios del 15 de noviembre de 1986 obtuvo un segundo mandato senatorial con un elevado porcentaje de votos.

El 25 de junio de 1988, culminando un período de desencuentros con Sarney, el presidente de la República, y Guimarães, el presidente del partido y de la Cámara de Diputados, Cardoso, Franco Montoro, Mário Covas, Tasso Jereissati, José Serra y otros destacados representantes populares del PMDB pusieron en marcha el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que recibió la adhesión inmediata de 48 congresistas. El PSDB se configuró como un partido animado por intelectuales formados en el pensamiento marxista y empresarios, sobre todo del área metropolitana de São Paulo pero también de los estados de Minas Gerais y Paraná, partidarios de una economía de mercado socialmente orientada y, por tanto, alternativa al modelo neoliberal aplicado por el Gobierno Sarney con resultados muy poco convincentes.


3. El Ministerio de Hacienda como trampolín para la Presidencia; el Plan Real

En la primera Ejecutiva Nacional del PSDB, elegida en la Convención del 14 de mayo de 1989, Cardoso se aseguró un puesto prominente como líder del grupo parlamentario en el Senado al tiempo que Franco Montoro era elegido presidente orgánico. El PSDB se registró el 24 de agosto para poder participar en las elecciones presidenciales directas del 15 de noviembre de aquel año. Su candidato, Mário Covas, quedó en cuarto lugar con el 10,8% de los votos y fue aventajado por Leonel Brizola, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), Lula da Silva por el PT y Fernando Collor de Mello por el derechista Partido de Reconstrucción Nacional (PRN), a la postre el ganador de la liza.

Desde marzo de 1990, con el cambio de Administración, Cardoso pasó a dirigir la oposición del PSDB en el Senado al Gobierno de Collor de Mello, adalid de un proyecto de estabilización financiera y liberalización económica que perseguía, más allá del apaño coyuntural, introducir grandes reformas estructurales. Las elecciones legislativas del 3 de octubre y el 25 de noviembre de aquel año convirtieron al PSDB en la tercera fuerza del Senado, con 10 escaños, y la sexta de la Cámara baja, con 37 diputados. El 1 de septiembre de 1991 se constituyó la II Ejecutiva Nacional del PSDB y Cardoso fue renovado en su puesto; Tasso Jereissati reemplazó a Franco Montoro en la presidencia.

La suspensión de Collor por la Cámara de Diputados en su función presidencial el 29 de septiembre de 1992, como paso previo para enjuiciarle por corrupción, dio lugar a la formación por el vicepresidente de la República, Itamar Franco, de un Gobierno de amplio espectro para cuyo Ministerio de Relaciones Exteriores, el 5 de octubre y en sustitución de Celso Lafer, fue seleccionado el dirigente socialdemócrata. La asunción de esta relevante cartera en el Ejecutivo federal supuso el cese de Cardoso al frente del grupo de senadores del PSDB.

El 19 de mayo de 1993 Franco se decantó por su ministro de Exteriores para sustituir al dimitido Elizeu Resende como ministro de Hacienda, con la misión principal y urgente de poner coto a la desaforada inflación. Tras varios meses de aplicar medidas sin resultados, en febrero de 1994 Cardoso puso en marcha un ambicioso plan de estabilización económica. Para entonces, los precios crecían a un ritmo del 40% mensual, lo que auguraba un índice de inflación a final de año superior al 2.086% con que había cerrado 1993.

El conocido como Plan Real o Plan Cardoso, que aunaba características de la ortodoxia liberal y del protagonismo del Estado según el modelo socialdemócrata, constaba de tres etapas: primero, la creación de un Programa de Acción Inmediata (PAI) para atender las penurias más urgentes de la población azotada por la crisis; segundo, desde el 1 de marzo de 1994, la unificación de los múltiples mecanismos cambiarios y unidades de cuenta con la introducción de la Unidad Real de Valor (URV), concebida como una moneda provisional en paralelo al cruzeiro real, a su vez circulante desde el primero de agosto del año anterior (cuando había reemplazado al tercer cruzeiro, restando tres ceros a su valor); y tercero, a partir del 1 de julio de 1994, la entrada en circulación de una nueva moneda única a partir de la URV y paritaria con el dólar, el real, el cual, complementado con un bloqueo de los salarios, hizo notar sus efectos fulminantes sobre la escalada de los precios.

La ganancia de popularidad gracias al Plan Real, valorado en términos positivos por una población expuesta en los últimos años a alarmantes vaivenes en los precios y a depreciaciones de las débiles unidades monetarias en circulación, animó a Cardoso a lanzar su candidatura a la Presidencia de la República. Con el objeto de prepararla, el 30 de marzo de 1994 se separó del Gobierno y dos meses después cesó también en la Ejecutiva Nacional del partido, cuyo nuevo presidente pasó a ser João Pimenta da Veiga. En las elecciones generales del 3 de octubre de 1994 el ex ministro compitió con los respaldos del Partido del Frente Liberal (PFL, conservador-liberal) de Jorge Bornhausen, el Partido Trabalhista Brasileño (PTB, centrista-liberal) de José Eduardo de Andrade Vieira y el pequeño Partido Liberal (PL, conservador), los cuales se agruparon con el PSDB en la plataforma Unión del Trabajo y el Progreso.

Incidiendo en sus facetas de servidor público excepcionalmente preparado, de intelectual de prestigio internacional y, sobre todo, de gestor económico eficaz, Cardoso convenció a una mayoría del electorado, con ideologías y estatus sociales bien dispares, de que con él al timón Brasil enfilaba seguro el camino de la estabilidad, el progreso y el bienestar. Cosechó el 54,3% de los votos, el porcentaje más elevado desde la elección presidencial de 1945 que ganó Eurico Gaspar Dutra y que duplicaba el obtenido por su seguidor más inmediato, Lula da Silva, postulado por siete partidos de izquierda y al que el sociólogo había apoyado en la segunda ronda de la elección de 1989 para impedir la victoria de Collor de Mello. Según los observadores, la perspectiva de Lula, con su imagen de sindicalista rudo, convertido en presidente atemorizó a sectores del establishment partidarios del liberalismo económico con pragmatismo y a las clases pudientes, que convergieron masivamente con el electorado centroizquierdista propio del PSDB para votar por Cardoso.

En los comicios al Congreso, la coalición que postulaba a Cardoso se hizo con 197 de los 513 escaños de la Cámara de Diputados y 35 de los 81 escaños del Senado, aunque la mayoría absoluta se alcanzó con creces luego de brindar su apoyo los 107 diputados y 22 senadores del PMDB, entonces dirigido Luiz Henrique da Silveira. El PSDB ascendió a la tercera posición en la Cámara de Diputados, tras el PMDB y el PFL, con 64 bancas.

Así reforzado, Cardoso tomó posesión de la Presidencia el 1 de enero de 1995 con un mandato de cinco años y formó un Gobierno de coalición con el PMDB, el PFL, el PTB y el PL, más algunas personalidades independientes. Marco Maciel, del PFL, era el nuevo vicepresidente; Clóvis de Barros Carvalho se hizo cargo de la Casa Civil de la Presidencia; Pedro Malan, economista liberal que había negociado la reestructuración de la deuda externa para el Gobierno Collor y pasaba por uno de los arquitectos del Plan Real, recibió la cartera de Hacienda; y Luiz Felipe Lampreia, un diplomático de carrera, asumió las Relaciones Exteriores.


4. El primer mandato: estabilidad monetaria y reestructuración económica

El año del debut de Cardoso en el Palacio de Planalto cerró con balances prometedores en algunas de las macromagnitudes: la inflación anual fue del 28%, la tasa más baja desde 1957 y radicalmente alejada del 2.312% registrado en 1994, al tiempo que crecían espectacularmente las reservas de divisas y las inversiones extranjeras (representando el 70% de todas las realizadas en Sudamérica) merced a los exorbitantes tipos de interés impuestos por el Gobierno para frenar la demanda consumista, que estaba desequilibrando gravemente la balanza comercial, y para atraer, precisamente, los capitales financieros y así espantar el fantasma de una tormenta financiera como la padecida por México a finales de 1994.

No obstante lo oneroso de los créditos bancarios y la fortaleza del real, absolutamente sobrevalorado frente al dólar aunque estable, la economía creció un 4% en 1995. Por el contrario, aumentaron la deuda interna y los déficits en las cuentas públicas. En un sentido general, la actuación de Cardoso en su primer mandato se caracterizó por la aceleración de las reformas estructurales de la economía brasileña con el objetivo declarado de prepararla para los retos de la globalización y hacerla más competitiva en los mercados internacionales, avanzando en la desregulación y manteniendo el rigor presupuestario.

La profunda reforma del mercado laboral otorgó carta legal a los despidos masivos que ya venían produciéndose como consecuencia de las privatizaciones, las cuales completaron en julio de 1997 su más importante fase con la venta al mejor postor de doce grandes compañías públicas, entre ellas el gigante de las telecomunicaciones, Telebrás, que poseía el monopolio de la telefonía. Los compradores, de Brasil, Estados Unidos, España, Italia y Portugal principalmente, desembolsaron al Estado alrededor de 19.000 millones de dólares sólo por la adquisición de las empresas de Telebrás, subastada y desmembrada en un proceso que arrancó en julio de 1998.


5. La reforma constitucional: un proyecto de reelección respaldado en las urnas

A finales de 1996, con una coyuntura económica bonancible, Cardoso dio a entender que aspiraba a la reelección, continuando la senda abierta por sus homólogos Alberto Fujimori en Perú y Carlos Menem en Argentina (quienes, como él, habían aplicado con éxito recetas de saneamiento económico, aunque en sus casos fueron recetas neoliberales sin capítulo social), para lo que iba a ser necesario una reforma constitucional.

La unidad de criterio en la coalición gobernante hizo posible la propuesta, no ajena a controversia, y el 4 de junio de 1997 el Senado aprobó una enmienda de la Carta Magna que introducía el mandato presidencial de cuatro años renovables por otros cuatro. Cardoso confirmó al punto su decisión de presentarse a la reelección acogiéndose al nuevo articulado constitucional. El PT y los partidos de la izquierda denunciaron que el oficialismo había, literalmente, comprado cierto número de votos en el Congreso para allanar la reforma constitucional. El escándalo se sumó a los que estaban generando algunas operaciones de privatización, en el punto de mira de la opinión pública por el aparente favoritismo del Gobierno hacia determinados grupos financieros metidos en las pujas. La existencia de chanchullos en las adjudicaciones de empresas del Estado cobró verosimilitud tras aflorar sospechosos trasiegos de dinero en las altas esferas políticas y empresariales.

Respaldado esta vez por el PFL, el PTB, el Partido Social Demócrata (PSD) y el derechista Partido Progresista Brasileño (PPB) de Paulo Maluf, en las elecciones del 4 de octubre de 1998 Cardoso se impuso de nuevo en la primera ronda, con el 53% de los votos, a Lula, candidato unitario de la izquierda, que recibió el 31,7%. La alianza pro Cardoso se hizo en el Congreso con una holgada mayoría absoluta de 299 diputados y 41 senadores, a los que debían sumarse los 109 legisladores del PMDB, el cual, si bien se abstuvo de apoyar al mandatario reelecto de una manera expresa y unánime, terminó por renovar la colaboración con el Ejecutivo, lo que también se tradujo en la reelección del peemedebista Michel Temer como presidente de la Cámara baja. El PSDB mejoró notablemente su representación congresual a costa del PMDB, pasando de 64 a 99 diputados y de 10 a 16 senadores, siendo sólo superado por el PFL.

Con una campaña de estilo estadounidense y los principales medios de comunicación a su servicio, Cardoso acertó en convencer a muchos votantes potenciales de Lula de que sólo él podía, con el segundo mandato, culminar las reformas económicas, no dudando sus asesores en descalificar al antiguo tornero como un hombre sin preparación e inapropiado para las complicadas tareas de gobierno.

A su vez, el frente izquierdista acusó a Cardoso y a los tucanos (apelativo popular de los miembros del PSDB, por el tucán que aparece en su logotipo) de haberse acercado progresivamente a las tesis económicas liberales, antes sólo auspiciadas por el PFL y el PTB, de practicar políticas excluyentes y de apropiarse demagógicamente de su discurso social. Pero la oposición no acertó a capitalizar el agudo descontento que habían generado las privatizaciones -observadas en parte como un desembarco de capital privado internacional un tanto rapaz y con una dudosa capacidad para reportar bienestar a la sociedad brasileña-, el desempleo rampante, el encarecimiento de los productos de primera necesidad, la ineficacia gubernamental para combatir los incendios en la Amazonía y las trabas decisivas a la reforma de los grandes latifundios agropecuarios.


6. El segundo mandato: abandono forzado de la política de moneda fuerte

El caso fue que la reelección de FHC -un alias de uso generalizado- se produjo cuando el apartado que le había hecho acreedor de la alabanza internacional mostraba también signos para la inquietud. Desde agosto de 1998, las turbulencias financieras y bursátiles en Sudamérica, espoleadas por las crisis rusa y asiática, afectaron particularmente a Brasil, que padeció una fuga de capitales por un valor bastante superior a lo que el Estado había ingresado por las privatizaciones. Éstas venían siendo defendidas por el presidente, entre otras razones, por brindar recursos para la financiación del servicio de la deuda externa, cuyo montante total, sumando los débitos públicos y privados, ascendía a 240.000 millones de dólares.

Además de Telebrás, se transfirieron al capital privado las principales industrias mineras y siderúrgicas, los servicios de telefonía y las compañías eléctricas. Incluso la emblemática compañía nacional de petróleos, Petrobrás, había cedido a concesionarias privadas nacionales y extranjeras algunas de sus actividades relacionadas con la prospección, la producción, el refino y el transporte; fue en virtud de la Ley del Petróleo de agosto de 1997, que puso término a un monopolio de hecho. Por otra parte, el severo programa gubernamental de recorte de gastos, que supuso el despido de decenas de miles de funcionarios, y el aumento del impuesto sobre la renta, aplicados a finales de 1997, no lograron la meta de recortar sensiblemente el déficit en la balanza financiera del Estado.

En vísperas de los comicios de 1998 Brasilia había ultimado con el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la banca privada de Estados Unidos un paquete de ayudas totalizando los 41.000 millones de dólares. El macropréstamo, muy criticado por la oposición de izquierda por suponer el automático engorde de la deuda pública externa, fue liberado al día siguiente de la victoria electoral de Cardoso, quien así encontró un asidero a su afirmación de que los brasileños le habían expresado su confianza por segunda vez para mantener al país por el recto camino de la estabilidad monetaria y financiera.

El 2 de enero de 1999 Cardoso inició su segundo mandato, primero de un presidente brasileño por reelección democrática, lanzando un programa de ajuste fiscal "dramático, definitivo y permanente", consistente en el aumento de los tipos de interés, más austeridad en el gasto público, nuevos recortes en las plantillas de funcionarios y el incremento de las cotizaciones de la seguridad social, con los objetivos de rebajar el déficit fiscal del 8,4% registrado en 1998 al 3% en 2000, volver a los presupuestos excedentarios, sostener el real siempre que fuera atacado en los mercados y atraer los capitales expatriados, sin ocultar que con todo ello se daba satisfacción a las condiciones del FMI.

El 15 de enero, arreciando una segunda oleada de fuga de capitales, el Banco Central había agotado sus reservas para defender el real, viéndose obligado a dejarlo en flotación. En el libre mercado la moneda rápidamente se devaluó con respecto al dólar. La medida, confirmada como definitiva el día 18, resultó muy dolorosa para Cardoso, que había hecho de la estabilidad y la fortaleza de la moneda que creó en 1994 su bandera electoral. La cotización artificialmente alta del real, su sostenimiento a toda costa y unos tipos de interés de hasta el 41% (los más altos del mundo), habían disparado las deudas públicas interna y externa, volatilizado 75.000 millones de dólares de las reservas y, finalmente, dañado la actividad económica, el consumo y la inversión.

El cambio de política monetaria de Cardoso fue bien recibido por los inversores internacionales y los gobiernos interesados, pues un derrumbe de la bolsa brasileña habría tenido efectos catastróficos en las demás bolsas de Latinoamérica y producido graves alteraciones en Wall Street. Para abril de 2000, regulada su cotización por el mercado, el real se había recuperado, quedando estabilizada su depreciación con respecto al dólar en torno al 40%, después de haberse desvalorizado el tipo de cambio hasta el 75%. La inflación interanual repuntó sólo moderadamente y se acercó al 7%. Sin embargo, la popularidad interior de Cardoso salió malparada del sobresalto y el mandatario se exponía ahora a las incertidumbres de la evolución del PIB y el horizonte de la inestabilidad social. Si 1998 había terminado con un crecimiento cero de la economía, 1999 mantuvo esta tendencia, entre recesiva y anémica, con una tasa positiva de sólo el 0,5%.


7. Visión continental latinoamericanista y las vicisitudes del MERCOSUR

El presidente brasileño fue un paladín del Mercado Común del Sur (MERCOSUR, fundado en 1991 por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), el más ambicioso proyecto de integración económica de América, que, coincidiendo con la mudanza presidencial en Brasilia en enero de 1995, puso en marcha una unión aduanera con arancel externo común. Esta organización firmó un histórico acuerdo interregional con la Unión Europea el 15 de diciembre de 1995 en Madrid, que Cardoso rubricó aparte en la misma capital cinco días después.

Con motivo de la visita del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, a Brasil en octubre de 1997, salieron a relucir diferencias entre los dos mandatarios en materia de comercio continental, al defender Cardoso la profundización y la ampliación del MERCOSUR (cuyos éxitos contra la dependencia económica excesiva del gigante del norte eran innegables) a otros países del subcontinente antes de poner en servicio el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que Washington deseaba que arrancara en 2005. El dirigente brasileño expresó su preferencia por un Área de Libre Comercio Sudamericana (ALCSA), que tuviera presentes elementos extracomerciales como la afinidad cultural, y, en cualquier caso, por que los países del MERCOSUR negociaran como bloque en la fase de preparación del ALCA.

Este espíritu presidió la cumbre especial de doce presidentes sudamericanos celebrada en Brasilia el 31 de agosto y el 1 de septiembre de 2000. En la denominada Declaración de Brasilia, los mandatarios expresaban su voluntad de converger económica y políticamente, y de hacer de la democracia una conquista irreversible antes de que el ALCA fuera una realidad. En concreto, Cardoso y sus colegas hablaron de fusionar el MERCOSUR y la Comunidad Andina de Naciones (CAN, reuniendo a Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia y Ecuador), quizá en fecha tan temprana como 2002, en un solo bloque al que podrían unirse Chile, Surinam y Guyana. Se hizo notar el apoyo entusiasta con que fue acogida la idea de Cardoso por el presidente venezolano Hugo Chávez.

La cita de Brasilia se valoró como un triunfo diplomático de Cardoso frente a Estados Unidos en este particular desacuerdo que, como queda dicho, confrontaba dos visiones estratégicas del futuro marco de relaciones de los estados americanos: la de la perspectiva Norte-Sur, no excluyente y estrictamente librecambista, y la latinoamericanista, más homogénea culturalmente a la vez que más ambiciosa en sus metas de integración. Al presionar Cardoso por la segunda opción, Brasil se convertía en el abanderado de una suerte de nuevo nacionalismo latino/sudamericano que, por ejemplo, contemplaba con aprensión la mayor implicación militar y financiera de Estados Unidos en Colombia para combatir la producción local de droga. Con todo, las discrepancias no fueron óbice para que después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 Cardoso hiciera una encendida defensa de la cooperación continental y de la solidaridad irrestricta con Washington en el combate a la amenaza terrorista.

Por otro lado, en julio de 1999 Cardoso sostuvo un enfrentamiento con el argentino Menem al exigir éste a Brasil compensaciones por las pérdidas que la devaluación del real había causado a los productores de su país, ya que la mudanza monetaria fue seguida de una avalancha de mercancías brasileñas muy competitivas al tiempo que se elevaba el arancel interno para los bienes procedentes de Argentina. Las desavenencias brasileño-argentinas ilustraban al mismo tiempo el grado de integración de las economías del área MERCOSUR y las propias distorsiones congénitas de este bloque regional, cuales eran la contribución abrumadora de la economía brasileña, el 70%, al PIB agregado de los cuatro países miembros, la falta de una moneda común y la ausencia también de un tribunal encargado de arbitrar y dirimir en conflictos de competencia, sobre todo los que afectaban a particulares.

Pero sobre la falta de sintonía entre el socialdemócrata Cardoso y el peronista Menem gravitaban también dos visiones hemisféricas diferentes, ya que Menem llevó sus afinidades proestadounidenses hasta el punto de proponer en vísperas del final de su mandato, en diciembre de 1999, la dolarización de las economías sudamericanas. Las relaciones no fueron menos conflictivas con el sucesor de Menem, el radical Fernando de la Rúa, quien, tratando de hacer frente a la gravísima crisis económica y financiera nacional, respondió a las devaluaciones del real con la supresión de las preferencias a la importación de productos brasileños frente a los de países de fuera del MERCOSUR.

Cardoso fue el organizador de varias cumbres presidenciales del MERCOSUR: la XI, celebrada en diciembre de 1996 en Fortaleza y que alumbró un acuerdo de libre comercio con Bolivia; la XV, en diciembre de 1998 en Río de Janeiro, y la XIX, en diciembre de 2000 en Florianópolis. El 28 y el 29 de junio de 1999 el brasileño auspició en Río de Janeiro la primera cumbre de mandatarios de América Latina, la Unión Europea (UE) y el Caribe, que vislumbró un área de libre comercio compartida por la Europa Comunitaria, el MERCOSUR y Chile para 2003. En un ámbito diferente, el de la facilitación, Cardoso acogió en Brasilia el 26 de octubre de 1998 al peruano Fujimori y al ecuatoriano Jamil Mahuad para la firma de un acuerdo de paz que puso término a su contencioso fronterizo, causa de una guerra entre los dos países en 1995, en el Alto Amazonas.

Entre sus visitas de Estado se citan las realizadas a Estados Unidos (abril de 1995), Portugal (julio de 1995), Alemania (septiembre de 1995), China (diciembre de 1995), España (diciembre de 1995) y Reino Unido (febrero de 1997). También, participó en la reunión especial de jefes de Estado y de Gobierno lusófonos en Lisboa el 17 y el 18 de julio de 1996, en la que siete estados de Europa, África y América fundaron la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP). En relación con este ámbito, durante la presidencia de Cardoso se desarrollaron regularmente las cumbres luso-brasileñas. Por otro lado, el 13 de julio de 1998 Brasil se adhirió al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) de 1968 y ratificó el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBT) de 1996.


8. Último tramo del mandato zarandeado por la incertidumbre económica

El bienio 2000-2001 discurrió con relativa suavidad económica, no materializándose las predicciones catastrofistas formuladas tras la colocación del real en el régimen de cambios variables regulados por el mercado. Gracias a la recuperación de los índices de riesgo-país, el mantenimiento de unos tipos de interés todavía muy atractivos para el comprador de deuda pública y la estabilización de la moneda en su cotización baja cobraron impulso las exportaciones y las inversiones de capital. Ello tuvo positivo reflejo en la producción, con vigorosas tasas trimestrales que en 2000 registraron un valor promedio del 4%, el volumen de ingresos del Estado y las contrataciones laborales. Como consecuencia, se aliviaron todos los déficits, muy especialmente el de la balanza comercial. La Ley de Responsabilidad Fiscal de 2000 implicó a las administraciones estatales y municipales en el esfuerzo de rigor y austeridad del Gobierno federal poniéndoles límites al gasto y el endeudamiento.

De todas maneras, la economía brasileña sólo había sorteado -briosamente, eso sí- un peligrosísimo bache, pero seguía siendo muy vulnerable a los avatares exteriores además de estar más hipotecada que nunca. Por otro lado, los progresos en los programas gubernamentales de distribución de tierras incultas y de colonización de espacios silvestres, sin constituir ni de lejos una reforma agraria, apaciguaron un poco el frente de reivindicaciones del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST).

También tuvieron muy buena acogida los diversos programas federales de asistencia social, encuadrados en la Red de Protección Social (RPS) y muestra de que los imperativos de la gran economía no habían evaporado las señas de identidad socialdemócratas de Cardoso y sus ministros tucanos. Entre ellos se citan: Bolsa Alimentación, destinado a familias con niños de entre 6 meses y 6 años de edad y con madres embarazadas o lactantes; Bolsa Escolar, para familias con niños de entre 6 y 15 años; el Programa de Erradicación del Trabajo Infantil (PETI), dirigido a familias con hijos de entre 7 y 14 años privados de educación por tener que contribuir a la economía doméstica; Agente Joven, para la inserción de adolescentes de 15 a 17 años en las dinámicas de desarrollo social; y Bolsa de Renta Mínima, destinado a familias de áreas afectadas por la sequía y con un nivel de ingresos inferior a un tercio del salario base. Además, desde 1996 venía operando Brasil en Acción, un vasto programa desarrollista encaminado a reducir las desigualdades regionales y sociales.

No obstante, a lo largo de 2001, año de efervescencia política por la proximidad de las elecciones generales, remontaron un malestar y una inquietud por el futuro inmediato del panorama económico y social, con la realidad de miseria, desempleo, violencia e injusticia social mostrándose cotidianamente a un número abrumador de ciudadanos. La crisis del sector energético, como consecuencia de la falta de inversiones en las infraestructuras de generación y distribución, no presentaba visos de solución y millones de usuarios empezaron a padecer un severo racionamiento eléctrico. La falta de previsión provocó que el bajo nivel de las reservas hidroeléctricas, a causa de la sequía, desencadenara una ola de apagones en hogares e industrias.

En este ambiente enrarecido, como de inercia y estancamiento, se erosionó seriamente la credibilidad de Cardoso, perjudicando de paso las posibilidades electorales del candidato a la sucesión escogido por el PSDB, el ministro de Sanidad José Serra, responsable de una exitosa política contra la mortalidad infantil y el sida, cuya piedra angular fue la distribución de medicamentos genéricos a precios subvencionados, tras dura batalla contra las multinacionales farmacéuticas.

Las principales preocupaciones de Cardoso en la recta final de su mandato siguieron siendo la estabilidad de la economía y el pago de los próximos vencimientos de deuda pública, interna y externa; luego de la devaluación del real, el presidente no estaba dispuesto a sufrir una segunda humillación y caer en la situación de la vecina Argentina, convertida en una paria financiera internacional por el colapso de la liquidez y la suspensión de los pagos. La perspectiva de ver a la novena economía del mundo -en términos de producción- y la tercera de América tras Estados Unidos y Canadá en suspensión de pagos o con la moneda desplomada, producía sudores en todas las capitales de Sudamérica, pero el efecto samba de 1998-1999, mucho más que el efecto tango argentino de ahora mismo o el ya pretérito efecto tequila mexicano de 1994-1995, no quitaba menos el sueño a los operadores bursátiles y financieros de aquellos países desarrollados donde tenían su sede corporaciones que basaban en el gran mercado brasileño un volumen sustancial de sus negocios.

En mayo de 2002 la deuda total neta del Estado brasileño excedía ya los 250.000 millones de dólares (370.000 millones en términos brutos) y seguía subiendo. Este valor colosal suponía el 60% del PIB, cuando en 1994 la proporción no llegaba a la tercera parte, pero todavía era inferior al conjunto de la deuda interna, sumando los débitos del Estado y los de los particulares contraídos en moneda local. Aproximadamente el 70% de la deuda pública era interna, mientras que representaba el 43% de la deuda externa total.

En agosto de 2002, con el real devaluado un 30% desde enero, la inflación acercándose al 2% mensual, la economía decelerándose con rapidez y las calificaciones de la deuda pública y el riesgo inversor de mal en peor, Cardoso llegó a un providencial acuerdo con el Tesoro de Estados Unidos para la apertura por el FMI de una línea de crédito de 30.400 millones de dólares a 15 meses y la autorización de gastar 10.100 millones de dólares adicionales de las reservas internacionales para defender al real de los ataques especulativos; a cambio, el Gobierno brasileño se fijó la meta de un superávit presupuestario primario de al menos el 3,75% del PIB en 2003; como el servicio del interés de la deuda equivalía entonces al 9% del PIB, el déficit total de las finanzas del Estado excedía todavía el 5%. El acuerdo fue adoptado con el FMI el 6 de septiembre.

Cardoso arrancó de los cuatro candidatos presidenciales con posibilidades en las elecciones de octubre -Lula, Serra, Ciro Gomes, del ex comunista Partido Popular Socialista (PPS), y Anthony Garotinho, del Partido Socialista Brasileño (PSB)- un principio de garantía de respetar los compromisos financieros adquiridos por el ejecutivo saliente, más cuanto que del préstamo pactado con el FMI, 6.000 millones iban a ser liberados en el año en curso y los 24.000 restantes estaban sujetos a la aceptación de los términos del paquete de ayuda por el gobierno salido de los comicios. Este gesto político dirigido a calmar los mercados, más las propias características del acuerdo crediticio con el FMI, valorado muy positivamente por los analistas financieros, repusieron parcialmente el malparado prestigio del presidente ante la opinión pública nacional.

El máximo favorito en las encuestas, Lula, fue, en su cuarto intento desde 1989, el ganador de las elecciones, celebradas a dos vueltas el 6 y el 27 de octubre; en la segunda ronda, el petista se impuso a Serra con más de 22 puntos de diferencia. Cardoso salió inmediatamente a felicitar a Lula y se reunió con él para establecer una dinámica coordinada entre su Gobierno saliente y el equipo de transición nombrado por aquel, dando lugar a una suerte de cogobierno en el que el mandatario electo jugó un rol institucional en los dos meses previos a la transferencia de poderes, el 1 de enero de 2003. Llegado el histórico momento, Cardoso declaró sentirse "emocionado" de traspasar la banda presidencial a un líder de los trabajadores.

El último evento relevante dirigido por Cardoso fue la XXIII Cumbre de Presidentes del MERCOSUR, en Brasilia el 5 y el 6 de diciembre, en la que se firmó un Acuerdo de Complementación Económica con los países de la Comunidad Andina que apuntaba a la conformación a corto plazo de un área de libre comercio entre ambos bloques. También, los Acuerdos sobre Regularización Migratoria Interna de los Ciudadanos y Residencia para Nacionales del MERCOSUR, Bolivia y Chile, que allanaban el camino para la libre circulación de personas de los países signatarios y que constituían un paso fundamental hacia la formación de un verdadero mercado común en el extremo sur del subcontinente.


9. Membresías, distinciones y bibliografía

El currículum extrapolítico del ex presidente brasileño, uno de los más impresionantes del mundo en la categoría de dirigentes y estadistas, se completa con filiaciones de diversa naturaleza y patronazgos en numerosas organizaciones de las áreas sociológica, politológica, económica y medioambiental, por no hablar de su pertenencia a decenas de consejos editoriales de publicaciones especializadas y a asociaciones científicas brasileñas e internacionales.

Se citan aquí: la Corporación de Estudios para Latinoamérica (CIEPLAN) de Santiago de Chile; el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) de Buenos Aires; la Asociación Mundial de Relaciones Internacionales de Atenas; el ya desaparecido Instituto de Relaciones Europa-Latinoamérica (IRELA) de Madrid; el Instituto de Viena para el Desarrollo y la Cooperación (VIDC); el Instituto Aspen Italia de Roma; la Academia Americana de Artes y Ciencias (AAAS), con sede en Cambridge, Estados Unidos; la Fundación Rockefeller de Nueva York; la Fundación de las Naciones Unidas, radicada en Nueva York también; y el World Resources Institute (WRI) de Washington, DC.

En cuanto a los foros de encuentro y trabajo de personalidades políticas internacionales (por lo general, antiguos gobernantes en sus respectivos países también), Cardoso es miembro de: el Consejo de Presidentes y Primeros Ministros del Programa de las Américas del Centro Carter de Atlanta; el Círculo de Montevideo, grupo de debate y reflexión que anima el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti; el Club de Madrid, de cuya Junta Directiva fue presidente; el Club de Roma; y el Diálogo Inter-Americano, con sede en Washington, DC, del que es codirector. También ha participado en la Clinton Global Initiative (CGI) de Nueva York.

En São Paulo tiene su sede desde 2004 un Instituto que lleva su nombre y del que es presidente. El iFHC cumple los objetivos de facilitar al público los archivos documentales generados por sus actividades oficiales como gobernante y de promover el pensamiento multidisciplinar en torno a la realidad brasileña, al modo de un think tank. Desde 2005 preside también la Fundación de la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo (OSESP).

Fernando Cardoso es doctor honorífico en Derecho, Ciencia Política o Economía por las universidades de Rutgers de Nueva Jersey, Notre Dame de Indiana, Chile, Central de Venezuela, Coimbra, Oporto, Libre de Berlín, Soka de Tokyo, Lumière de Lyon, Bolonia, Londres, Cambridge, Hebrea de Jerusalén, Moscú, Konstantina Filozofa de Nitra (Eslovaquia), Salamanca, Tecnológica del Perú y Montreal, amén de la FLACSO de Quito. En la primera década del siglo XXI ha sido profesor o consultor del Thomas J. Watson Jr. Institute for International Studies (WIIS) de la Universidad de Brown en Providence, el Center on Public Diplomacy de la Universidad de Southern California (CPD-USC) en Los Ángeles y el ya citado IAS de Princeton.

Aparte de las distinciones académicas, Cardoso tiene en su haber una extensísima relación de premios, condecoraciones y honores concedidos por gobiernos e instituciones de todo el mundo. De entre estos laureles caben destacar: el Premio Latinoamericano al Liderazgo, otorgado en 1997 por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD); el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, concedido en 2000 por la Fundación española homónima en reconocimiento a su liderazgo y esfuerzos en pro de la integración regional; el Premio Mahbub ul Haq a la Contribución Destacada al Desarrollo Humano, en el año de su creación, 2002, por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); y el Premio J. William Fulbright al Entendimiento Internacional en 2003.

A continuación, se citan los libros publicados por el autor desde que finalizó su exilio político en 1973. Hasta su llegada a la Presidencia: Autoritarismo e democratização (1975); Amazônia: expansão do capitalismo (en coautoría con Geraldo Müller, 1977); Democracia para mudar (tomo de entrevistas, 1978); As idéias e seu lugar: ensaios sobre as teorias do desenvolvimento (1980); Perspectivas: Fernando Henrique Cardoso: idéias e atuação política (1983); A democracia necessária (1985); Economia e movimentos sociais na América Latina (obra colectiva, 1985); The new global economy in the information age: reflections on our changing world (obra colectiva, 1993); A construção da democracia: estudos sobre política (1993); Mãos à obra, Brasil. Proposta de governo (1994).

Publicados durante y después de su doble mandato presidencial: Avança Brasil. Mais quatro anos de desenvolvimento para todos (1998); O mundo em português: um diálogo (en coautoría con Mário Soares, 1998); O Presidente segundo o sociólogo (libro de entrevista por Roberto Pompeu de Toledo, 1998); Globalização e governo progressista: novos caminhos (ponencia colectiva, 2000); Charting a new course: the politics of globalization and social transformation (2001); Transição e democracia: institucionalizando a passagem do poder (2002); A arte da política: a história que vivi (libro de memorias, 2006); The Accidental President of Brazil: a memoir (en coautoría con Brian Winter, 2007); Cartas a um jovem político: para construir um país melhor (2006); y Relembrando o que escrevi: da reconquista da democracia aos desafios globais (2010)


10. FHC en la actualidad

En 2009 la revista Foreign Policy otorgó a Cardoso la undécima posición en su primera lista de los "100 principales pensadores globales" por haber propuesto cambiar radicalmente la estrategia de los gobiernos frente al tráfico de estupefacientes. En efecto, en un artículo publicado en febrero de aquel año por el Wall Street Journal y firmado colectivamente con los ex presidentes colombiano César Gaviria y mexicano Ernesto Zedillo, el brasileño calificaba de "fracaso" la "guerra" contra las drogas, ya que "las políticas de prohibición basadas en la erradicación, la interdicción y la criminalización del consumo, simplemente, no han funcionado". El artículo periodístico era una síntesis del informe de conclusiones y recomendaciones Drogas y democracia: hacia un cambio de paradigma, dado a conocer en Río de Janeiro por los tres redactores en tanto que copresidentes de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, por ellos inicializada.

Según Cardoso, Gaviria y Zedillo, sus países estaban sufriendo las "consecuencias desastrosas" de unas políticas públicas represivas "de inspiración estadounidense" que no estaban logrando los resultados deseados en la reducción de los niveles de violencia practicada por las organizaciones criminales y de los flujos exportadores de cocaína, cannabis y opiáceos. Aún peor, "el poder alarmante de los cárteles de la droga" estaba apuntando a "una criminalización de la política y una politización del crimen". Y sentenciaban: "La corrupción del sistema político y judicial está minando los fundamentos de la democracia en varios países de América Latina".

Se imponía, por tanto, "romper los tabús" de un debate público sobre la despenalización de drogas blandas como el cannabis, cuya adquisición, tenencia y consumo privados podrían equipararse a los del tabaco, una droga legal cuyos perjuicios para la salud no eran menores y que estaba en retroceso gracias a las campañas de concienciación. La idea era reducir la demanda de drogas en los países consumidores desplazando los enfoques del terreno policial-judicial al sanitario-educativo, sin dejar por ello de perseguir al crimen organizado.

En noviembre de 2003 Cardoso, como coordinador del grupo de reflexión sobre el sistema de conferencias iberoamericanas, presentó a los asistentes a la XIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, un informe en el que recomendaba a los 21 países iberoamericanos dotarse de una naturaleza propiamente comunitaria, para adquirir una mayor cohesión interna y presencia internacional. La reestructuración debía tener un elemento institucional como eslabón de continuidad entre las cumbres: la nueva Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), órgano permanente que Cardoso deseaba ver apoyada por un Comité Permanente de Concertación y un grupo de sherpas, tal como él lo llamó.

Presidente de honor del PSDB (donde nunca ha sido presidente ejecutivo), Cardoso puso su renombre al servicio de la infructuosa campaña de su colega tucano Geraldo Alckmin, gobernador de São Paulo, para las elecciones presidenciales de octubre de 2006, que otorgaron la reelección a Lula. Cuatro años después, en 2010, hizo lo mismo con José Serra, el gobernador estatal entonces, en su envite frente a la heredera de Lula y aspirante del PT, Dilma Rousseff.

En estos años, se hizo notar la renuencia de Cardoso, miembro a fin de cuentas de un partido de la oposición, a criticar la labor de gobierno de su sucesor; más bien al contrario, el socialdemócrata tendió a congratularse porque el petista, cuyo bagaje no político había que situar exactamente en las antípodas del acreditado sociólogo, perseverara "en general" en las políticas macroeconómicas y públicas ya aplicadas por sus administraciones de 1995-2003, y porque por primera vez hubiera un "consenso" entre las principales fuerzas políticas sobre una serie de pasos que "ya no tenían vuelta atrás". En la campaña de las elecciones de 2010 ello no fue óbice para que el presidente honorífico discrepara de la estrategia no pugnaz de Serra de presentarse como el legítimo legatario y el verdadero continuador del legado lulista.

Durante el escándalo nacional del mensalão, un esquema de sobornos a diputados que puso contra las cuerdas al PT, principal afectado por las denuncias de corrupción en el convulso año de 2005, Cardoso adoptó una postura moderada que rehusaba instigar el juicio politico a Lula por temor a que su caída en unas circunstancias similares a las de Collor de Mello en 1992 no trajera más que perjuicios al país. Según este análisis, si Lula se desmoronaba, el país podía entrar en una etapa de grave incertidumbre muy perjudicial para la estabilidad económica y la credibilidad de Brasil en los mercados internacionales. Cardoso sugirió que Lula podría desistir de presentarse a la reelección en 2006 para tener asegurado un final no traumático de su mandato, pero este escenario no se materializó.

El 24 de junio de 2008 el ex presidente enviudó de Ruth Leite Cardoso, fallecida a los 78 años víctima de una arritmia cardíaca tras serle diagnosticada una angina de pecho. La antigua primera dama de Brasil, título que en realidad rehusó portar, había adquirido nombradía por méritos propios, como investigadora puntera en las áreas de movimientos sociales, juventud, familia, medios de comunicación y otros, y como profesora de Antropología en diversas casas de estudios de América y Europa. En los años de gobierno de su marido comandó el Programa Comunidad Solidaria, adscrito a la Red de Protección Social y que fue continuado por Lula con su estrategia de Hambre Cero.

(Cobertura informativa hasta 1/10/2010)