Fayez al-Sarraj

El primer ministro Fayez al-Sarraj es un arquitecto metido a político independiente que entre marzo y abril 2016 está ejecutando una empresa en extremo complicada y trufada de peligros, que cuenta con el respaldo sin fisuras del Consejo de Seguridad de la ONU, la Unión Europea y los países vecinos, y que, pese a los formidables imponderables de partida, ya está empezando a cosechar éxitos sobre el terreno: el reconocimiento como el único Ejecutivo legítimo de Libia del Gobierno del Acuerdo Nacional y su Consejo Presidencial, aprobados en Marruecos en diciembre de 2015 y con él al frente, por las banderías e instituciones rivales que operan en el cuarteado Estado libio, hoy por hoy solo existente sobre el papel. Desde hace casi dos años, el desvertebrado país magrebí, uno en los que prendió la Primavera Árabe y consiguió librarse del dictador local (Gaddafi) pagando un elevado tributo de sangre y destrucciones pero que luego se hundió en un caos de violencia miliciana y vacío de autoridad, sufre una confusa guerra civil de múltiples contendientes donde hacen su agosto el terrorismo, el jihadismo y todo tipo de tráficos criminales.

De conseguir consolidarse y funcionar, por de pronto en Trípoli, hasta ahora en manos de un Gobierno de Salvación Nacional y el Congreso General Nacional, el Gobierno de unidad de Sarraj deberá iniciar la transición hacia la paz y la democracia, lo que pasa inexcusablemente por el desarme de las numerosísimas tropas irregulares, tarea imposible desde hace un lustro, y la elaboración de una Constitución, armazón jurídico pendiente también desde la Revolución de 2011. Aun consiguiendo el control pleno de la capital, Sarraj y sus aliados todavía tendrían que doblegar a la Cámara de Representantes y el Gobierno rival guarnecidos en Tobruk, conseguir el acatamiento del poderoso general antiislamista Jalifa Haftar, activo en Cirenaica, y extender su jurisdicción a las urbes orientales de Bengasi y Derna, señoreadas por sendas shuras salafistas. Ninguna de estas empresas parece hoy factible. Para empeorar las cosas, se yergue el desafío de las huestes locales del Estado Islámico, que mantienen en Sirte la cabeza de puente del Califato en la costa norteafricana.


(Texto actualizado hasta abril 2016)

1. Los antecedentes de una tarea política arriesgada: Libia como Estado fallido
2. Primer ministro del Gobierno del Acuerdo Nacional en busca de reconocimiento doméstico

1. Los antecedentes de una tarea política arriesgada: Libia como Estado fallido

Faltando la divulgación de una biografía oficial, todo lo que se sabe de los antecedentes de este dirigente de 55 o 56 años (su natalicio se sitúa en 1960, sin más precisión) es que está casado, que es hijo de un ministro de tiempos de la monarquía del rey Idris, Mustafa Sarraj, que estudió Arquitectura y Planificación Urbana en la Universidad de Trípoli y que en los años de la Jamahiriya, el régimen dictatorial fundado por el coronel Muammar al-Gaddafi tras el golpe de Estado de 1969, trabajó de funcionario en el Ministerio de Vivienda. Algunos medios añaden que posteriormente montó una firma privada de asesoría de proyectos de ingeniería.

Tras el derrocamiento de Gaddafi en la Revolución de 2011, Sarraj formó parte de la Comisión Preparatoria del Diálogo Nacional, panel de personas de la sociedad civil que de manera voluntaria y desinteresada ofreció sus servicios para ayudar a dotar a Libia del consenso y la unidad imprescindibles para levantar un sistema democrático. Su nombre salió del anonimato en mayo de 2014 al figurar como titular de Vivienda en el Gabinete del primer ministro Ahmad Matiq, un Gobierno efímero y que en realidad no llegó a funcionar porque su elección por el Parlamento, el Congreso General Nacional (CGN), en circunstancias tumultuosas fue declarada inconstitucional por el Tribunal Supremo al cabo de un mes, de manera que siguió gobernando el Gabinete inaugurado en marzo, el del primer ministro Abdullah al-Thani. En aquella ocasión, Sarraj fue citado por algunos observadores como un político de línea abiertamente secular y prooccidental.

A renglón seguido, Sarraj presentó su candidatura independiente a la Cámara de Representantes o Majlis al-Nuwaab, el Parlamento que debía tomar el relevo al CGN salido de las votaciones de julio de 2012, celebradas a su vez once meses después de la conquista de Trípoli por las fuerzas rebeldes alzadas contra Gaddafi en febrero de 2011 y el consiguiente colapso militar de la Jamahiriya, si bien la guerra civil se había prolongado hasta octubre de 2011 con la captura y muerte de Gaddafi, y la supresión del último foco de resistencia gaddafista en Sirte. Para apoyar su campaña proselitista, Sarraj creó sendas cuentas en Twitter y Facebook, las cuales seguían abiertas en 2016, aunque sin actividad: el usuario dejó su último mensaje en la página de Facebook en noviembre de 2014 y lanzó su último tweet en junio de 2015. Luego, en octubre de 2015, Sarraj iba a abrir otra cuenta en Facebook para impulsar su nueva empresa política de vocación ejecutiva.

Como otros 200 candidatos, todos independientes al prohibir el código electoral la concurrencia de listas de partidos -a diferencia de las elecciones de 2012-, Sarraj se hizo con el escaño en los comicios del 25 de junio de 2014. Estos registraron una bajísima participación, el 18%, y se desarrollaron bajo el ambiente de anarquía y violencia adueñado del país con la proliferación de los atentados terroristas de grupos jihadistas y los combates a campo abierto entre fuerzas militares y milicianas de diverso signo, con el resultado de cientos de muertos a lo largo de la geografía de Libia. Hasta la fecha, primero el Consejo Nacional de Transición (CNT) de Mustafa Abdul Jalil y luego el CGN presidido sucesivamente por Muhammad al-Megarif y Nouri Abu Sahmain, así como los gobiernos de los primeros ministros Mahmoud Jibril, Ali Tarhouni, Abdul Rahim al-Kib, Ali Zidan y últimamente Abdullah al-Thani, se habían mostrado incapaces de meter en cintura a la pléyade de brigadas y milicias que, resueltas a controlar instalaciones estratégicas, explotar recursos económicos o directamente hacerse con el poder político, se negaban a deponer las armas y acatar a las débiles instituciones de Trípoli. Estas, minadas por las peleas partidistas y los conflictos legales, no tenían jurisdicción sobre muchas ciudades, empezando por la segunda del país, Bengasi, capital de la región oriental de Cirenaica y cuna de la Revolución de 2011.

De hecho, la inminente constitución de la Cámara de Representantes en Trípoli marcó el recrudecimiento de las pendencias políticas y armadas, abocando a Libia a una nueva guerra civil y a la desintegración estatal. En julio, estallaron combates de envergadura por el control del aeropuerto internacional de la capital entre una alianza de milicias liderada por las Brigadas de Misrata, llamadas a sí mismas el Escudo Central Libio, que adoptó el nombre de Operación Amanecer de Libia (Fajr) y en la que predominaba el elemento islamista, y las Brigadas de Zintan. Al este, fuerzas leales al general antiislamista y comandante del Ejército Jalifa Haftar, quien actuaba básicamente por libre y que en mayo anterior ya había intentado un violento golpe de mano contra el CGN en Trípoli, abrieron hostilidades contra los integristas instalados en Bengasi, regida por un Consejo de la Shura de los Revolucionarios, donde llevaban la voz cantante los salafistas de Ansar Al Sharia, considerada organización terrorista por la ONU y Estados Unidos.

El punto de ruptura definitiva se precipitó en agosto cuando el CGN, encabezado por Abu Sahmain, se negó a disolverse y a transferir el poder legislativo al Majlis electo. Trípoli quedó bajo el pleno control político de los congresistas y militar de la coalición Fajr, mientras que en Tobruk, en el extremo oriental de la costa cirenaica, pudo establecerse y sesionar la Cámara de Representantes de la que era miembro Sarraj y presidente Akila Saleh Issa, que se aseguró los respaldos del Ejército Nacional y el general Haftar, el cual bautizó su cruzada antiislamista como Operación Dignidad ; en medio, se situaba la Shura de Bengasi, autónoma pero coordinada con Amanecer de Libia para enfrentarse a los enemigo comunes, el belicoso Haftar, el Ejército Nacional y los brigadistas de Zintan.

La división política e institucional de Libia quedó completa al dotarse los parlamentos rivales de sendos gobiernos que pasaron a disputarse con fiereza la legitimidad nacional: en Tobruk, el del primer ministro Thani, de tinte secularista y que retuvo el reconocimiento de Occidente y el grueso de la comunidad internacional, y en Trípoli el Gobierno de Salvación Nacional (GSN) encabezado por Omar al-Hassi, apuntalado por los Hermanos Musulmanes y apoyado desde fuera por Turquía y Qatar. Para empeorar las cosas, irrumpió una agresiva rama local del Estado Islámico, que se apoderó de la ciudad de Derna, entre Tobruk y Bengasi, convertida por los jihadistas en la cabeza de puente en Libia de la organización que tenía en su cúspide al autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi, acuartelado en la ciudad siria de Raqqah y luego en la irakí Mosul. El baluarte del Emirato del EI en Derna, cuyo objetivo no era sino conquistar toda Cirenaica, declarada "provincia" de Barqah por el Califato, consideró enemigos por igual a las operaciones Dignidad y Fajr, y empezó a hacer frente a bombardeos abiertos o furtivos de las aviaciones de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, aliados del Gobierno de Tobruk. Ante la ausencia generalizada de Estado y autoridad, proliferaban las bandas tribales, los contrabandistas y los traficantes de toda especie, a los que no faltaban clientes que campaban a sus anchas por las vastas extensiones de un país fundamentalmente desértico.

Las escaramuzas bélicas de mayor o menor intensidad en los diversos frentes de lucha prosiguieron en Libia a lo largo de 2014 y 2015, para consternación de Sarraj y muchos representantes del segmento político que consideraban que este calamitoso estado de cosas empujaba rápidamente a Libia a un escenario de descomposición irreversible a la somalí. En enero de 2015 arrancaron en Ginebra unas rondas de conversaciones de paz con los auspicios de la ONU a las que los delegados de las instituciones antagónicas de Trípoli y Tobruk, a su vez pasto de las pendencias intestinas y los enfoques divergentes, no fueron capaces de imprimir avances resolutivos. La desidia y la mala voluntad de las partes interlocutoras en las mesas de negociaciones de Suiza, Argelia y Marruecos, donde los representantes de Tobruk se llevaron la palma en cuanto a intransigencia, se prolongaron durante meses, tiempo que el Estado Islámico aprovechó para expandirse desde Derna a otras localidades costeras, como la emblemática Sirte, caída en sus manos en febrero.

El español Bernardino León, el representante del secretario general de la ONU y jefe de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), intentó una y otra vez arrancar el visto bueno a sus borradores de propuesta para la formación de un Gobierno unitario capaz de aglutinar fuerzas para frenar el avance del terrorismo y el jihadismo en Libia, y proporcionar al descalabrado país la estabilidad pendiente desde la Revolución de 2011.


2. Primer ministro del Gobierno del Acuerdo Nacional en busca de reconocimiento doméstico

El 8 de octubre de 2015 León consiguió por fin que las delegaciones de los gobiernos de Tobruk y Trípoli firmaran en Sjirat un acuerdo sobre el establecimiento de un Gobierno de Unidad Nacional, provisional y de transición, con un mandato de un año en principio, aunque susceptible de ampliarse si las circunstancias lo requiriesen. Una de las tareas de este Gobierno sería impulsar la elaboración y aprobación de una Constitución permanente, pues ahora únicamente regía la Declaración Constitucional interina promulgada por el CNT en agosto de 2011. En febrero de 2014 había habido elecciones a una Asamblea Constituyente, pero el órgano, debido al caos político, no había llegado a reunirse. De todas maneras, si había una misión crítica e inaplazable para el Gobierno de Unidad era el desarme y el acatamiento de la constelación de milicias y tropas irregulares, tarea imposible desde hacía más de cuatro años.

La persona escogida para fungir de primer ministro del Gobierno de Unidad, anunció al día siguiente León en la ciudad marroquí, sería el diputado Sarraj, del que se reconocía su talante moderado, conciliador y abierto al más amplio consenso. Algunos observadores se apresuraron a manifestar sus dudas sobre esta elección, pues Sarraj, aunque no había razones para dudar de su honestidad y patriotismo, era poco conocido por el público y no desprendía precisamente carisma o fortaleza de carácter. El núcleo de este Ejecutivo sería un Consejo Presidencial de seis miembros que completaban tres vicepresidentes y viceprimeros ministros, uno por cada una de las tres regiones del país, Tripolitania al oeste, Cirenaica al este y Fezzán al sur, más dos ministros de Estado. Sin embargo, el acuerdo provisional de Sjirat debía ser refrendado por los respectivos parlamentos, y la Cámara de Representantes de Tobruk fue la primera en pronunciarse, el 19 de octubre, dando un rotundo no por respuesta. El CGN de Trípoli también transmitió a León, el cual traspasó en noviembre el testigo diplomático al alemán Martin Kobler, sus propias pegas y reclamó nuevas enmiendas. Por el momento, el Gobierno de Unidad Nacional de Sarraj no era más que un mero proyecto.

Sometidos a las fuertes presiones y urgencias de la ONU, la UE y Estados Unidos para que dieran su brazo a torcer y comprendieran que Libia no podía continuar en esta situación de "vacío de poder" que daba alas al extremismo y condenaba a un panorama humanitario "desesperado" a cientos de miles de habitantes, los respectivos cabezas parlamentarios, Saleh Issa y Abu Sahmain, tuvieron que implicarse personalmente para desbloquear la situación. Los presidentes sostuvieron un primer encuentro en Malta el 15 de diciembre y dos días después sus diputados delegados suscribieron en Sjirat un Acuerdo Político para la formación del Gobierno de Unidad, en adelante llamado del Acuerdo Nacional, en el plazo de un mes. Otras dos previsiones del Acuerdo Nacional eran que la Cámara de Representantes de Tobruk continuaría existiendo como órgano legislativo y que el CGN nombraría a los miembros de un Alto Consejo de Estado, institución con funciones asesoras. De nuevo, imperó la incongruencia porque este documento no contaba con el aval expreso ni de Saleh Issa ni de Abu Sahmain. 

El 23 de diciembre el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad una resolución, la 2259, en la que daba la bienvenida al Acuerdo Político de Sjirat y se adhería al Comunicado del 13 de diciembre en Roma, por el que las potencias reconocían al Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN) como el único legítimo de Libia. Así, el Consejo instaba a todos los estados miembros a cesar cualquier reconocimiento, apoyo o contacto con las "instituciones paralelas" que quedaran fuera del Acuerdo Político. Hecho no menos importante, Marruecos, Argelia, Túnez y Egipto estaban con Sarraj. El último día del año, desde Tobruk, Saleh Issa, sensible a las presiones de El Cairo, dijo que reconocía los términos del Acuerdo de Sjirat.

2016 arrancó con nuevas arremetidas guerrilleras del Estado Islámico, que atacó Bin Jawad, Zliten y los puertos petroleros de Sidra y Ras Lanuf, causando decenas de muertos. Sarraj acaparó protagonismo al tomar las riendas de los esfuerzos negociadores que debían convertirle en el primer estadista de Libia. Su puesta de largo internacional se la facilitó la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la italiana Federica Mogherini, que el 8 de enero se reunió con él en Túnez, sede provisional de su protogobierno. El encuentro escenificó el pleno espaldarazo político y económico, con ayudas concretas para la asistencia humanitaria y la construcción institucional por valor de 100 millones de euros, de la UE al futuro Gobierno de Unidad libio.

El 19 de enero, al cabo de unas conversaciones maratonianas con las diversas partes políticas implicadas en el proceso, Sarraj y el Consejo Presidencial, ampliado a los nueve miembros, anunciaron en Túnez la definición de su Gobierno, que se componía de 32 ministros procedentes de todo el país y en representación de los dos parlamentos rivales así como de otras facciones. Por el momento, nadie sabía cuándo podría trasladarse a su propio país desde el hotel de la vecina Túnez donde estaba alojado el GAN, que Sarraj, en un intento de vencer las resistencias y reticencias locales, recortó hasta los 17 miembros, entre ministros con cartera y ministros de Estado. Además, varios de los puestos aún no estaban asignados.

Por el momento, se conocían a los miembros del Consejo Presidencial, donde eran viceprimeros ministros Ahmad Matiq (el frustrado primer ministro de 2014), Mousa al-Koni y Fatih Al-Mijabri. Además, Al Mahdi al-Barghathi, un comandante del Ejército que venía sirviendo a las órdenes del general Haftar, tenía adjudicada la cartera de Defensa, Al Aref al-Joga, que había llevado este departamento en el GSN de Trípoli y mantenía buenas relaciones con los Hermanos Musulmanes, recibía el Ministerio del Interior, y Jaled Nejm, del Gobierno de Tobruk y federalista cirenaico, recibiría el Ministerio de Información. El 25 de enero, empero, llegó el ya habitual jarro de agua fría: la Cámara de Representantes de Tobruk, pese a lo dicho por su presidente el 31 de diciembre y pese a que había perdido el reconocimiento de la ONU, Estados Unidos y la UE, desaprobaba el Gobierno de Sarraj.

Febrero de 2016 fue otro mes perdido para Libia. El 23, días después de atacar la Aviación de Estados Unidos un campamento del Estado Islámico en Sabratha con el resultado de más de 40 terroristas muertos y en plena ofensiva del Ejército Nacional de Haftar contra las posiciones de Ansar Al Sharia y el Estado Islámico en el área de Bengasi, Sarraj vio con frustración cómo la Cámara de Tobruk volvía a votar en contra de su Gobierno pese a todos los cambios y retoques introducidos en el mismo. Definitivamente, ni las autoridades de Trípoli ni las de Tobruk, donde los intransigentes seguían imponiendo su criterio, estaban dispuestas a disolverse sin más y transferir sus funciones y competencias al equipo de Sarraj. Más aún, dos miembros del propio Consejo Presidencial rehusaron validar con sus firmas la nueva composición del Gobierno de Unidad.

Llegado marzo, Sarraj y sus colaboradores, visto el panorama, tomaron una decisión altamente arriesgada: presentarse por las bravas en Trípoli, montar allí sus despachos y procurar ganarse las adhesiones del pueblo y de los elementos políticos moderados, obligando al GSN y al CGN a claudicar; si el bando de Trípoli cedía, el de Tobruk, aislado, no tendría más remedio que plegarse también. Enterado de este plan, el primer ministro tripolitano, Jalifa al-Ghawi, advirtió que el espacio aéreo de la capital estaba cerrado al avión que llevara a bordo a Sarraj. Entonces, Sarraj, en compañía de seis miembros del Consejo Presidencial, incluido el vicepresidente Matiq, se subió a un barco que zarpó de Túnez y que el 30 de marzo atracó en el puerto de Trípoli sin hallar ningún obstáculo.

Con el desembarco sin novedad de Sarraj y su comitiva arropados por personal de la UNSMIL en una ciudad potencialmente hostil patrullada por grupos de milicianos fuertemente armados comenzó una nueva e incierta etapa del desbarajuste libio. Medios internacionales reportaron que los miembros del GSN y el CGN, cogidos por sorpresa, ya habían comenzado a desertar y que ambas instituciones se estaban desintegrando a toda velocidad, de manera que lo que podrían haber sido tres gobiernos paralelos en Libia se habría reducido en cuestión de horas a una situación de dos, el de Sarraj, aposentado de manera improvisada en una base naval y por hacerse aún con el control efectivo de Trípoli, y el de Thani, que guardaba silencio en Tobruk. La sensación imperante era de guerra psicológica. Sarraj quiso espolear el aparente vuelco estratégico a su favor dando una rueda de prensa en la que proclamó lo siguiente: "Llegado este bendito momento histórico, anunciamos a nuestro pueblo el comienzo de los trabajos del Gobierno del Acuerdo Nacional desde Trípoli así como de una nueva era de diálogo y comunicación con los hijos de nuestro pueblo, sin importar sus posiciones políticas". El enviado especial de la ONU, Kobler, se sumó al llamamiento con una petición "al pueblo libio para que preste al Consejo Presidencial y al Gobierno del Acuerdo Nacional todo su apoyo y cooperación".

Sin embargo, el primer ministro rebelde alzó a su vez la voz para lanzar una amenaza directa contra Sarraj: "El Gobierno de Salvación Nacional insta a estos infiltrados ilegítimos a entregarse y quedar en buenas manos, o bien a regresar por donde han venido", dijo Ghawi a una cadena de televisión. El 1 de abril se informó que el personal del GAN ya había tomado posesión de las oficinas ministeriales hasta entonces ocupadas por el GSN, a primera vista evaporado, y que Ghawi había huido a Misrata, en tanto que Abu Sahmain estaría refugiado en su casa de Zuwara. Además, puedo verse a Sarraj pasearse por las calles céntricas de la capital en un ambiente de normalidad, sin un fuerte dispositivo de seguridad a su alrededor, recibiendo con respeto y efusividad los saludos, los abrazos y los besos de viandantes, funcionarios y policías.

El 4 de abril, mientras comenzaba a acumular reconocimientos y adhesiones de personalidades de la sociedad civil, el arco político moderado, el mundo de los negocios y las compañías estatales (muy importantes fueron los respaldos de la National Oil Corporation of Libya y el Central Bank of Libya, pilares de la economía nacional), así como de las fogueadas Brigadas de Misrata, columna vertebral de la Operación Fajr y brazo armado del GSN, cuyos hombres de hecho ya estaban haciendo de escoltas del GAN, Sarraj recibió de Mogherini una llamada telefónica de aliento. En las calles de Trípoli, cientos de ciudadanos se manifestaban con pancartas que llevaban escrito el lema "El Gobierno de Unidad me representa".

El 5 de abril, horas antes de aterrizar en Trípoli Martin Kobler, quien alabó "el coraje y la determinación" mostrados por el GAN y comunicó a su primer ministro la disposición de la ONU a prestarle "todo el apoyo necesario" de cara a una "transferencia del poder inmediata y pacífica", el Ministerio de Justicia del GSN anunció a través de su página web que este cesaba voluntariamente "las actividades que nos fueron encomendadas como poder ejecutivo". Sarraj parecía tener ganada la batalla política de Trípoli. Pero el 7 de abril, Ghawi reapareció para emitir un mensaje de lo más desafiante, en el que ordenaba a los ministros del GSN a seguir en sus puestos y amenazaba con llevar a juicio a cualquiera que cooperara con el GAN.

(Cobertura informativa hasta 6/4/2016)