Evelyn Matthei Fornet

La candidata de la Alianza, la coalición que gobierna en Chile, para las elecciones presidenciales del 17 de noviembre de 2013 es una economista que en los últimos 23 años ha sido diputada, senadora y ministra de Trabajo, cargo este último desempeñado en el Gabinete de Sebastián Piñera, al que ahora aspira a suceder. Miembro de la Unión Demócrata Independiente (UDI), formación derechista a la que se adhirió en 1999 luego de romper con Renovación Nacional (RN), Evelyn Matthei presenta una trayectoria rica en incidentes y tarascadas verbales con políticos de otras tendencias e incluso de su propio bando, polémicas que espolean su carácter temperamental y su lenguaje rudo. El conservadurismo ideológico de que ha hecho gala, con manifestaciones como la defensa ardiente de la inmunidad de Pinochet y la justificación del golpe de Estado de 1973, se ve relativizado por una postura más liberal en la sensible cuestión del aborto.

En julio de 2013 Matthei se vio catapultada a la campaña presidencial de una manera harto azarosa: ella fue la escogida por la UDI y RN tras naufragar por distintas razones las aspiraciones del precandidato más potente que tenía la derecha, Laurence Golborne, y luego del candidato ganador de las primarias, Pablo Longueira. Esta carambola desembocó en un cruce de destinos, preñado de simbolismo, con la socialista Michelle Bachelet, ex presidenta y postulante otra vez por la coalición de centro-izquierda Nueva Mayoría, con la que tiene un curioso vínculo personal: cuando niñas, compartieron juegos en la base militar donde servían sus respectivos padres, los luego generales de la Fuerza Aérea Fernando Matthei y Alberto Bachelet; aunque amigos íntimos, el primero se adhirió al golpe y llegó a sentarse en la Junta de Gobierno, mientras que el segundo fue una víctima preclara de la dictadura. La coprotagonista de este pugilato electoral femenino, sin precedentes en Chile, afronta su difícil contienda con Bachelet, gran favorita en los sondeos, con un programa confeccionado a contrarreloj y que habla de crecimiento económico con equidad, de lucha contra las desigualdades y de defensa de lo público. Aunque propugna una marcada subida de las pensiones, no contempla una gran reforma fiscal que la financie. Asimismo, rechaza el reformismo de tintes rupturistas defendido por Bachelet y se decanta por los cambios modernizadores graduales, "inspirados" en los modelos alemán y escandinavo.

(Texto actualizado hasta noviembre 2013)

1. Hija de un general de la Junta Militar y recorrido como economista
2. Primeros pasos en política con Renovación Nacional e implicación en el escándalo Piñeragate
3. Paso a la UDI, defensa de Pinochet y ministra de Trabajo en la Administración Piñera
4. Complicada aspiración presidencial en 2013 contra la socialista Bachelet


1. Hija de un general de la Junta Militar y recorrido como economista

Segunda de los cinco hijos del matrimonio formado por los señores Elda Fornet Fernández (1926-2004) y Fernando Matthei Aubel (1925), ambos descendiente de inmigrantes alemanes, su infancia transcurrió en los lugares donde su padre, oficial de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), estuvo destinado. La niña, familiarizada con las bases áreas y los acuartelamientos castrenses, vivió sucesivamente en su Santiago natal, Iquique, Antofagasta y, desde 1960, de nuevo en la capital, en cuyo Colegio Alemán, un centro privado conocido por su elitismo, inició los estudios primarios con el sostén de una beca. En 1965 la familia se mudó temporalmente a Alabama, Estados Unidos, y años después, en 1971, volvió a instalarse en el extranjero, esta vez en Londres, donde el comandante Matthei estrenó el despacho de agregado aeronáutico de defensa de las embajadas chilenas en el Reino Unido y Suecia. Evelyn, con la secundaria ya terminada, trabajó en la Embajada londinense, como auxiliar de secretaría y traducción, al tiempo que perfeccionaba sus conocimientos de piano, aptitud musical que por aquel entonces creía que podía brindarle un futuro profesional.

El golpe de Estado militar de septiembre de 1973 contra el Gobierno socialista de Salvador Allende vino a trastocar las trayectorias vitales de los Matthei. El padre, aunque había sido ajeno al movimiento sedicioso del general Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército y desde ahora además presidente de la Junta de Gobierno, y sus colegas al frente de las otras ramas de las Fuerzas Armadas, entre los que estaba el comandante en jefe de la FACH, general Gustavo Leigh Guzmán, aceptó el nuevo orden político en Chile y se puso a las órdenes de sus superiores aupados al poder, quienes le tenían reservada una serie de nombramientos. A finales de 1973 el oficial regresó a Chile para asumir con el rango de coronel la dirección de la Academia de Guerra Aérea (AGA) y con él su familia.

La hija mayor, con los 20 años recién cumplidos y hablando el idioma inglés con la misma fluidez que el alemán aprendido en la familia, emprendió la carrera de Ingeniería Comercial en el Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 1979, al cabo de seis años en los que compaginó las clases lectivas y la asistencia a la docencia y la investigación, Evelyn egresó con el título de licenciada en Economía y laureada con el premio Raúl Yver, reservado al mejor alumno de la promoción. En septiembre de ese mismo año contrajo matrimonio con Jorge Desormeaux Jiménez, al que había conocido en el Colegio Alemán de Santiago y que también era titulado por la Pontificia, donde daba clases de Economía. La pareja iba a tener tres hijos, Jorge Ignacio (1982), Roberto (1985) y Antonia (1991).

Una vez licenciada y recién casada, Matthei optó por prolongar su compromiso docente con la PUC, donde también enseñaba su esposo. Así, durante unos meses dio clases dentro de un curso sobre economía internacional impartido por el Instituto de Economía. A estas alturas, ya era la hija de uno de los hombres fuertes del régimen militar, quien gozaba de la plena confianza del presidente-dictador, Pinochet. En efecto, Matthei, una vez ascendido a general de brigada aérea, había servido desde 1976 como ministro de Salud y en julio de 1978, con el galón adicional de general del aire, había reemplazado al destituido Leigh como comandante en jefe de la FACH y representante de esta arma en la Junta Militar de Gobierno.

En la década de los ochenta Matthei hija repartió su quehacer profesional entre los sectores público y privado. En 1981, luego de un breve contrato como analista financiera con la compañía Forestal, S.A., ingresó en la División de Finanzas de la Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones (SAFP), el nuevo organismo estatal encargado de supervisar el funcionamiento del sistema previsional de capitalizaciones individuales, cuya gestión estaba confiada a una red de administradoras privadas de fondos de pensiones. En 1982 la funcionaria tomó a su cargo el Departamento de Estudios de la SAFP. En 1986 Matthei retornó a la empresa privada al ser reclutada por Bancard, sociedad promovida por el Banco de Talca para hacerse con el negocio de las tarjetas de crédito en Chile, donde desarrolló tareas de gerencia. Posteriormente estuvo de vuelta en las aulas de la PUC para dar clases de Economía.


2. Primeros pasos en política con Renovación Nacional e implicación en el escándalo Piñeragate

Fue en 1988, año decisivo en la historia contemporánea de Chile, cuando Matthei se introdujo en la actividad política. Portadora de unas ideas conservadoras, plenamente identificadas con la labor de la Junta Militar de la que su padre era miembro, y partidaria sin ambages de Pinochet, la economista arrancó su militancia en Renovación Nacional (RN), partido de derecha liberal fundado en abril de 1987 y que tenía como principales dirigentes a Ricardo Rivadeneira Monreal, Sergio Onofre Jarpa Reyes y Andrés Allamand Zavala.

RN aunaba en su seno posiciones que oscilaban entre el propinochetismo más o menos matizado y un compromiso no beligerante con la transición democrática, lo que le convertía en la cara moderada del arco político derechista organizado a lo largo de la década con el beneplácito de la Junta. Matthei pasó a integrar la Comisión Política del partido, el cual, al igual que su asociada (e integrada en sus siglas durante unos meses), la Unión Demócrata Independiente (UDI) de Jaime Guzmán Errázuriz, pidió el voto afirmativo en el plebiscito de octubre de 1988, convocado por Pinochet para que los chilenos optaran entre otorgarle otros ocho años de mandato constitucional o bien acudir a unas elecciones presidenciales a las que él ya no se presentaría. Durante la campaña, el rostro de Matthei se dirigió a los televidentes chilenos como uno de los responsables de RN, junto con Andrés Allamand y Alberto Espina Otero, que reclamó el sí en los spots promocionales. Sin embargo, la consulta se saldó con triunfo para el no, que propugnaba la coalición opositora de centro-izquierda Concertación de Partidos por la Democracia.

Matthei inscribió su primera candidatura electoral, a miembro de la Cámara baja del Congreso Nacional, con motivo de las elecciones generales del 14 de diciembre de 1989, convocadas por la Junta de Gobierno de acuerdo con el resultado adverso del plebiscito. Con el 42,3% de los votos, la economista se hizo con el escaño de diputada por el Distrito 23 de la Región Metropolitana, circunscripción que comprendía las comunas santiaguinas de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. Su adversaria local fue la democristiana Eliana Caraball Martínez, quien con menos votos se hizo con el otro escaño disponible. En la estacada quedó Joaquín Lavín Infante, que como miembro de la UDI era colega de la renovadora en el seno de la coalición Democracia y Progreso. En el cómputo global, RN se confirmó como el partido más fuerte de Democracia y Progreso, por delante de una UDI identificada con el pinochetismo duro. En las presidenciales, el candidato conjunto de la derecha, Hernán Büchi Buc, de la UDI, fue batido por el aspirante de la Concertación, el democristiano Patricio Aylwin Azócar, convertido por tanto en el primer presidente de la restauración democrática.

Al comienzo de su primera legislatura, arrancada el 11 de marzo de 1990, la diputada Matthei conformó un grupo de dirigentes jóvenes de RN que intrigó para descabalgar de la presidencia del partido a Onofre Jarpa, actualmente senador y antes ministro del Interior con Pinochet. Otros miembros destacados de la "patrulla juvenil", que así bautizó la prensa a este colectivo informal, eran el senador y rico hombre de negocios Sebastián Piñera Echenique, el diputado Espina y Andrés Allamand, el vicepresidente del partido. En agosto de 1990 Allamand consiguió finalmente su propósito de tomar las riendas de la formación. Entonces, Matthei se hizo cargo de la vicepresidencia.

Sus andanzas en la "patrulla juvenil", que les reportaron notoriedad, estimularon las ambiciones de Matthei y Piñera, los cuales presentaron sendas precandidaturas con las miradas puestas en la elección presidencial de 1993. Ellos se conocían desde antes de sus respectivas incursiones en la política. Así, cuando cursaba la carrera en la Pontificia, Matthei participó en la elaboración de un estudio sobre la pobreza en América Latina encargado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y cuyo director académico era Piñera. Posteriormente, al ser contratada como gerente por Bancard, Matthei se puso a trabajar para la firma que tenía como socio capitalista al exitoso empresario.

Sin embargo, en 1992 los dos iban a ver frustradas sus aspiraciones presidenciales luego de que en agosto de ese año el canal televisivo privado Megavisión, propiedad del magnate Ricardo Claro Valdés, difundiera una grabación telefónica clandestina donde podía oírse al senador Piñera impartir instrucciones a un colaborador para dejar en mal lugar ante los medios audiovisuales y desacreditar públicamente a su adversaria interna, la diputada Matthei. En concreto, el empresario proponía invitar a Matthei a un debate con él en Megavisión, moderado por el periodista Jorge Andrés Richards, donde se la dejaría "en contradicción", como a una "cabrita chica despistada", en temas de moralidad religiosa como el divorcio, pues ella era "una católica que no va a misa".

Este explosivo episodio, conocido como Piñeragate o Kyotazo, hundió irremisiblemente las precandidaturas de sus dos protagonistas y de paso dejó fuera de juego a RN, permitiendo que prosperase la postulación del favorito de la UDI, Arturo Alessandri Besa, como el candidato conjunto de la nueva Unión por el Progreso, sucesora de Democracia y Progreso. Más tarde, Alessandri iba a ser derrotado por el pretendiente de la Concertación en el poder, el democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

En los meses posteriores al escándalo, que desató la caja de los truenos en RN, el público fue sacando en claro que el Piñeragate había sido urdido por personas de los servicios de inteligencia del Ejército, que disponían de los medios para efectuar estas escuchas ilegales, con la intención de torpedear la posibilidades electorales de Piñera, mal visto en los círculos más reaccionarios de la institución castrense (cuyo comandante en jefe seguía siendo Pinochet, quien tenía mandato hasta 1998, en tanto que el general Matthei ya en 1991 había renunciado voluntariamente a la comandancia de la FACH) debido a su perfil liberal; así, cuando el plebiscito de 1988, el empresario, a diferencia del resto de dirigentes de su partido, había votado no. Sin embargo, también parecía necesaria la implicación en la trama, como mínimo a posteriori, de miembros de la propia RN.

Las sospechas empezaron a centrarse en Matthei y a principios de noviembre de 1992 Piñera confirmó que la cinta con la grabación había sido conocida previamente por gente de su partido, aunque no especificó nombres. A los pocos días, la senadora, sometida a fuertes presiones internas, tomó la voz para "asumir plenamente mi responsabilidad en este lamentable episodio" y "pedir perdón a Sebastián Piñera, y muy especialmente a su familia, a los militantes y dirigentes de Renovación Nacional, y a todos aquellos que depositaron su confianza en mí y a los cuales les he fallado". Con gesto desencajado y visiblemente alterada, Matthei cerró su alocución con el anuncio de que renunciaba a su precandidatura presidencial.


3. Paso a la UDI, defensa de Pinochet y ministra de Trabajo en la Administración Piñera

El humillante desenlace del turbio Piñeragate, que para ella le había supuesto tener que confesar su implicación a modo de cabeza de turco, sacó a Matthei de las filas de RN para aproximarla a un partido, la UDI de Jovino Novoa Vásquez, donde en principio podía hallar más afinidades ideológicas, si bien no estrenó la nueva militancia por el momento. De cara a las elecciones legislativas del 11 de diciembre de 1993, la diputada buscó la reválida dentro de la Unión por el Progreso, pero en esta ocasión como independiente y en el Distrito 15, correspondiente a siete comunas del litoral de la Región de Valparaíso. Esta vez quedó segunda en el distrito, por detrás del democristiano Samuel Venegas Rubio.

Matthei completó su segunda legislatura en la Cámara de Diputados, del 11 de marzo de 1994 al 11 de marzo de 1998. En 1995 la parlamentaria se mezcló en una nueva controversia, al salir en defensa del abogado y miembro de RN Francisco Javier Cuadra Lizana, a la sazón antiguo ministro secretario general del Gobierno con Pinochet y profesor suyo en la Universidad, quien fue procesado y condenado por injurias y calumnias, por haber dicho que algunos miembros del Congreso consumían drogas. Matthei, en un gesto que algunos achacaron al rencor que todavía guardaba a Allamand por las traumáticas consecuencias que para ella había tenido el Piñeragate de 1992, dio crédito a Cuadra, llegando a proporcionarle testigos que ratificaron su declaración, cuando este precisó el nombre del presidente de su propio partido como uno de los congresistas supuestamente drogadictos.

Para las elecciones legislativas del 11 de diciembre de 1997 Matthei optó por postularse al Senado por la Circunscripción 4 de la Región de Coquimbo, de nuevo como independiente. Su enésimo adversario democristiano de la Concertación, Jorge Pizarro Soto, le arrebató el primer lugar, pero su 23,3% de los votos la hizo merecedera del segundo escaño. En enero de este año electoral la política perdió a su hermano menor Robert, fallecido a la temprana edad de 41 años. Matthei prosiguió con paso firme su carrera política en el Senado, donde tomó posesión de su escaño el 11 de marzo de 1998 con un mandato de ocho años. El público ya la conocía por sus credenciales familiares, las polvaredas políticas en que se había visto envuelta y sus convicciones políticas y personales, que no dudaba en expresar con un estilo vehemente, incluso visceral.

Temperamental y sin pelos en la lengua, la senadora se coló en las cámaras de los medios internacionales a raíz de la detención en octubre de 1998 en Londres del anciano general Pinochet, recién jubilado de la comandancia del Ejército y en adelante senador vitalicio, a requerimiento de la Audiencia Nacional de España, que quería interrogarle por su presunta responsabilidad en una serie de casos de violaciones de los Derechos Humanos perpetradas durante la dictadura. La noticia del arresto de Pinochet, que vio abrírsele un delicado proceso judicial con carácter extraterritorial, cayó como una bomba en Chile, desatando en el caso de sus todavía abundantes partidarios reacciones de lo más virulentas. La derecha promilitar salió a movilizarse en la calle y aquí irrumpió Matthei, destacada como una de las manifestantes de la UDI y RN que más patente dejó su indignación ante las embajadas británica y española, por lo que consideraban un atropello intolerable por extranjeros a un miembro del Congreso chileno, provisto de fuero y por tanto de inmunidad, más por tratarse de un antiguo jefe del Estado.

En uno de estos actos, organizados por el llamado Movimiento Femenino por la Dignidad Chilena, que la senadora puso en marcha junto con las diputadas Rosa González Román y Pía Guzmán Mena, Matthei se despachó frente a los micrófonos de los periodistas, reclamando el "repudio activo" al Reino Unido y España, y llamando a boicotear a los dos países. "No se van a atrever ni siquiera a salir a las calles, porque donde los vean les vamos a lanzar un huevo o un tomate (…) La idea es hacerles la vida imposible acá a los productos españoles e ingleses, a la industria española, a la industria inglesa, y también a la gente de las embajadas que esta aquí en Chile", atestó entonces Matthei con tono exaltado antes de iniciar una sentada.

En agosto de 1999, dirigiendo la agrupación partidaria el diputado Pablo Longueira Montes, Matthei se decidió por fin a darse de alta como militante de la UDI. Dio comienzo entonces una filiación oficial que sin embargo no iba a estar libre de desavenencias con el líder de turno de la colectividad por la propensión de ella a las posiciones disidentes. Aquel año, Matthei apoyó a Joaquín Lavín en su envite presidencial en nombre de la Unión por Chile (ex Unión por el Progreso), que resultó ser el tercero consecutivo fracasado de la derecha, incapaz de doblegar a la Concertación: esta vez subió al Palacio de la Moneda el socialista Ricardo Lagos Escobar, vencedor de la segunda vuelta de enero de 2000.

Matthei obtuvo un segundo mandato senatorial de ocho años por la Circunscripción 4 en las elecciones del 11 de diciembre de 2005. Nuevamente, el democristiano Jorge Pizarro le aventajó en votos. En las presidenciales, la Alianza bipartita de la derecha, que disputó dividida la primera vuelta con las candidaturas de Piñera por RN y Lavín por la UDI, volvió a tropezar contra el pretendiente de la Concertación, la socialista Michelle Bachelet Jeria, ministra de Salud y de Defensa del Gobierno Lagos, con la que Matthei tenía un curioso nexo vital. Ellas eran hijas de dos generales de la FACH, Fernando Matthei y Alberto Bachelet, que se habían conocido cuando, siendo capitanes, fueron destinados a la Base Aérea Cerro Moreno de Antofagasta. Más allá de la camaradería castrense, y pese a las diferencias ideológicas, pues uno tenía convicciones conservadoras y el otro simpatizaba con la izquierda, Matthei y Bachelet se convirtieron en grandes amigos, sus casas en la villa militar eran vecinas y de hecho sus respectivas hijas, que entonces eran niñas pequeñas, compartieron aula escolar y juegos infantiles.

Tras el golpe de 1973, las familias siguieron unos destinos diametralmente opuestos: mientras que Matthei entró al servicio de la Junta y llegó a convertirse en uno de sus jerifaltes, Bachelet, fue detenido, encarcelado y maltratado por sus propios subordinados. Bachelet murió en 1974 de un ataque cardíaco al cabo de varias sesiones de torturas en la Cárcel Pública de Santiago y en la AGA, de la que Matthei era director, aunque sólo en el aspecto académico, pues la Academia, por decisión del general Leigh, se había convertido en un centro de prisión e interrogatorios. Más tarde, la viuda de Bachelet, Ángela Jeria, y la huérfana, Michelle, fueron también hechas presas y vejadas, antes de obtener la libertad y de tener la oportunidad de exiliarse en Alemania Oriental. En 1979 pudieron retornar con seguridad a Chile gracias a Matthei, ya aupado a la comandancia de la FACH, quien garantizó su integridad.

Hasta el día de hoy, los sentimientos positivos y el recuerdo de lo mucho que compartieron las dos familias antes del golpe de Estado han prevalecido en la consideración de este doloroso capítulo. Tanto Ángela Jeria como su hija, presidenta de la República en el período 2006-2010, están convencidas de que el entonces coronel Matthei no tuvo nada que ver en los padecimientos de Alberto Bachelet y siguen manteniendo unas relaciones cordiales con él, tal como ha podido apreciarse en público. El hoy octogenario colaborador de Pinochet, que en septiembre de 2012, y de nuevo en agosto de 2013, eludió, al no hallar el juez instructor indicios de delito, un procesamiento por su presunta responsabilidad en la muerte de Bachelet, considerada cierta por la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y el abogado Eduardo Contreras, sigue recordando a su amigo con cariño y tristeza, y ha llegado a lamentar que en su momento no tuviera "el coraje" de hacer algo para salvarle. En cuanto a su hija Evelyn, ha evocado también con afecto a un hombre al que llamaba "tío", y cuya muerte, reconoce, impactó fuertemente a su familia.

Ahora bien, en 2013, al materializarse, en una extraño cruce de caminos, las postulaciones presidenciales (para la socialista, por segunda vez) de estas dos mujeres pertenecientes a bandos opuestos, Matthei y Bachelet tuvieron que salir al paso de las inevitables preguntas sobre su pasado común. En agosto, cuando ambas ya eran candidatas de manera oficial, tanto Matthei como Bachelet, en diferentes entrevistas, puntualizaron que ellas no habían sido realmente "amigas" de la infancia. Ahora bien, el 6 de noviembre, faltando pocos días para las elecciones, la aliancista confesó "tenerles cariño" a Bachelet, a su padre y a su madre.

Dentro de su segundo mandato senatorial, Matthei asumió la presidencia de la Comisión de Hacienda de la Cámara alta en 2009. En las elecciones presidenciales celebradas a dos vueltas en diciembre de ese año y enero de 2010 resultó vencedor Sebastián Piñera sobre Eduardo Frei, de manera que la Alianza, ahora denominada Coalición por el Cambio, consiguió por fin desalojar a la Concertación del Palacio de la Moneda. A partir de marzo de 2010, la senadora de la UDI legisló como miembro de la bancada oficialista, que pese a la subida en votos siguió estando en minoría. En diciembre de ese año Matthei volvió a dar que hablar al unirse a un senador socialista en la presentación de un proyecto de ley para despenalizar el aborto terapéutico, es decir, en los supuestos de riesgo para la vida de la madre o de malformación del feto incompatible con la vida. La iniciativa de Matthei, que ni siquiera consideraba aborto la interrupción del embarazo en estos casos, suscitó viva irritación en su partido, ultraconservador en cuestiones de costumbres sociales y moralidad católica, y, como otras similares de otros grupos, no prosperó en el Senado.

El 14 de enero de 2011 Matthei aún tenía por delante tres años de mandato parlamentario en la Cámara alta cuando Piñera le comunicó en la Moneda su nombramiento como ministra de Trabajo y Previsión Social, cartera que recibía de Camila Merino Catalán. Dos días después, previa baja en el Senado, Matthei asumió su primer cometido gubernamental. En los dos años largos que fungió como ministra de Trabajo, Matthei protagonizó un buen número de rifirrafes, dimensionados por su verbo incontinente y afilado –sin excluir las expresiones barriobajeras- con congresistas de otras tendencias políticas e incluso de la suya propia. Algunos, como los diputados izquierdistas Sergio Aguiló Melo, Fidel Espinoza Sandoval y Osvaldo Andrade Lara, se quejaron de que la senadora les había dedicado insultos en las sesiones del Congreso.

En enero de 2013 un video mostró a Matthei y a Marta Isasi Barbieri, diputada independiente apoyada por la UDI, enzarzadas en un duro altercado verbal en una reunión donde discutían la situación del personal docente y el alumnado de la Universidad del Mar de Iquique, casa de estudios privada que estaba abocada al cierre por un acúmulo de irregularidades financieras. El pasado de la dictadura también mediatizó algunos de los pronunciamientos de la ministra, que en el verano de 2012 calificó de "asqueroso" las acusaciones formuladas contra su padre en el caso de la muerte del general Alberto Bachelet y se quejó del "tremendo doble estándar" que había en Chile en materia de violaciones humanitarias. "Cuando los muertos son de ellos hay problemas feroces de Derechos Humanos, cuando los carniceros son de ellos entonces se los traen a Chile", observó Matthei en alusión a la acogida hallada en el país sudamericano por el ex dictador germanooriental Erich Honecker en sus últimos meses de vida, y al hilo de unas recientes declaraciones de su padre, sobre que estaba "avergonzado" por las violaciones cometidas por la Junta de Gobierno. “Siempre, cualquier violación a los Derechos Humanos es algo inaceptable", quiso zanjar la ministra al ser abordada por la Radio Bío Bío.


4. Complicada aspiración presidencial en 2013 contra la socialista Bachelet

Desde su frustrada apuesta de 1992, Matthei no había vuelto a manifestar ambiciones presidenciales. En 2013, sin embargo, una sucesión de carambolas en los procesos políticos de la Alianza terminó convirtiéndola en la abanderada del oficialismo para revalidar la posesión de La Moneda, hallando como difícil adversaria a la archipopular Bachelet, su vieja conocida de la infancia, quien se presentaba con el respaldo no sólo de las cuatro agrupaciones de la Concertación –el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Socialista, el Partido Radical Social Demócrata y el Partido por la Democracia-, sino además también del Partido Comunista y otras dos formaciones de izquierda, todas las cuales se aliaron como Nueva Mayoría.

La secuencia de hechos que desembocó en la nominación de Matthei para disputar las elecciones del 18 de noviembre de 2013, de las que debía salir el sucesor de Piñera, fue de lo más accidentada. El precandidato más potente que tenía la Alianza de cara a la elección primaria del 30 de junio, Laurence Golborne Riveros, independiente vinculado a la UDI y elogiado ministro de Minería y Energía y luego de Obras Públicas, terminó perdiendo el aval de la UDI por la publicación de una serie de informaciones sobre sus inversiones en paraísos fiscales. El 29 de abril Golborne rescindió su postulación y ese mismo día la UDI proclamó como precandidato alternativo a Pablo Longueira Montes, hasta ahora ministro de Economía.

El 30 de junio tuvieron lugar las elecciones primarias de la Alianza, celebradas con arreglo a la Ley de Primarias de 2012. En ellas, Longueira, con el 51,4% de los votos, derrotó a su rival de RN, Allamand, quien hasta noviembre de 2012 había sido el ministro de Defensa. Todo parecía listo para ir a la contienda nacional contra Bachelet, pero el 17 de julio Longueira, de manera completamente inesperada, informó a través de su familia que renunciaba a la candidatura a causa de una profunda depresión que tenía diagnóstico médico. Sumida en el desconcierto, la Alianza se debatió entonces entre escoger por consenso a un candidato que podría ser Allamand, o bien ir a las elecciones presidenciales con dos candidatos, uno de cada partido, como había sucedido en 2005 con Piñera y Lavín, posibilidades ambas que la Ley de Primarias permitía.

Rápidamente, pues el tiempo corría en contra, la mayoría de los aliancistas convino en que lo mejor era definir un solo candidato. En la UDI tuvieron las cosas muy claras: su propuesta era Matthei, que el 20 de julio, previa aceptación de la interesada, fue proclamada candidata de la colectividad. La nominación de Matthei resultaba paradójica, no porque llegara al cabo de dos fiascos en menos de tres meses, sino porque ella hacía bien poco, el 15 de mayo, había expresado su decepción por la mínima sintonía que hallaba entre la dirigencia de la UDI, cuyo presidente en estos momentos era el diputado Patricio Melero Abaroa. “Yo de verdad creo que no represento a la UDI y creo que la UDI no me quiere, y además estoy bastante distanciada de ellos como partido", afirmó entonces la ministra, quien indicó de paso su intención de abandonar la política a la conclusión del Gobierno Piñera, en marzo de 2014, para volcarse en tareas de formación de jóvenes con escasos recursos económicos.

En suma, las perspectivas políticas de Matthei dieron un giro de 180 grados prácticamente de la noche a la mañana. De inmediato, la candidata, encantada con la empresa que le habían encomendado, presentó su dimisión como ministra, que fue efectiva el 24 de julio con la toma de posesión de Juan Carlos Jobet Eluchans. El 10 de agosto RN, una vez producido el autodescarte de Allamand para no complicarle más las cosas a la Alianza, designó como suya la candidatura de su antigua miembro, quien la inscribió ocho días después.

En los días y semanas siguientes, Matthei fue adelantando algunos aspectos de su Programa de Gobierno, que no dio a conocer hasta una fecha tan tardía como el 30 de septiembre. El documento, titulado Un Siete para Chile, partía de la valoración positiva del "exitoso" camino que el país había recorrido en estos cuatro años de Administración Piñera para alcanzar la meta del pleno desarrollo social y económico (desde 2010 Chile era miembro de la OCDE y su PIB venía creciendo a un ritmo anual de entre el 5% y el 6%, tasa impresionante que en 2013, decían las predicciones, se quedaría en torno al 4,5%). Sin embargo, esto "no era suficiente", pues Chile podía "aspirar a mucho más", ya que "el Chile desarrollado debe ir necesariamente de la mano de un Chile más justo, más equitativo, donde todos nos sintamos parte de un proyecto común, sin exclusiones".

Un Gobierno de Matthei, continuaba el Programa, "pondría urgencia a dignificar lo público", así como los medios para que "las familias chilenas puedan de una vez por todas vivir seguras, sin miedo a la delincuencia". Por otro lado, la candidata advertía en referencia al programa de Bachelet, el cual presentaba aspectos rupturistas -como la propuesta de una nueva Constitución-, que: "Seamos sinceros. Los chilenos no estamos para experimentos. Mientras algunos proponen reinventar el país adoptando medidas radicales que han probado su fracaso en el mundo, lo que encontrarán en estas páginas son las reformas necesarias para que, manteniendo el crecimiento y la estabilidad, la prosperidad llegue a todos los rincones del país, tal como lo han realizados países como Alemania o las naciones escandinavas".

El Siete para Chile se refería a otros tantos campos de actuación. En el capítulo de sueldos y pensiones, la Alianza estaba firmemente comprometida a elevar los ingresos de trabajadores, jubilados e inválidos, con el aumento de la Pensión Básica Solidaria (PBS) de los 82.000 a los 100.000 pesos mensuales, la extensión del Aporte Previsional Solidario (APS) a los pensionistas con ingresos por debajo de los 350.000 pesos mensuales, en lugar del suelo actual de los 266.000 pesos, y la fijación de un salario mínimo de 300.000 pesos para toda "mujer o joven vulnerable". Además, se crearían "600.000 nuevos empleos, 400.000 para mujeres", y se impulsaría una reforma del sistema de capacitación laboral, "inspirada en el modelo alemán", para mejorar la eficiencia de los trabajadores y permitirles "acceder a mejores sueldos".

En el capítulo de salud pública, se construirían "100 consultorios de excelencia" en comunas con más de 40.000 habitantes. En educación, uno de los caballos de batalla de las movilizaciones sociales bajo el Gobierno de Piñera y antes con Bachelet, se crearía el Programa P-1000, que destinaría generosas subvenciones a un millar de escuelas públicas consideradas prioritarias, una parte de las cuales iría al profesorado "en función de sus logros" y la otra parte se invertiría en mejorar las infraestructuras escolares. Dentro de este apartado, Matthei añadió que descartaba por completo introducir la gratuidad total en la enseñanza universitaria pública, uno de los puntos fuertes del programa de Nueva Mayoría, porque le parecía económicamente inviable. En relación con este punto, la candidata se desmarcó asimismo de la ambiciosa reforma fiscal anunciada por Bachelet, concebida precisamente para financiar su caro plan de reforma educativa.

Los demás capítulos de Un Siete para Chile eran: la seguridad ciudadana, donde debía acelerarse la tendencia a la disminución de los delitos con la ampliación del cuerpo de Carabineros en 6.000 agentes dotados de "mayores atribuciones", y la denegación del derecho a la libertad provisional a narcotraficantes y delincuentes reincidentes; un Chile moderno, para "renovar la política y los políticos" con reformas tales como la limitación de los mandatos consecutivos que podían tener diputados, senadores y ediles en una misma circunscripción; la regionalización de verdad, facilitada con la aplicación a los grandes proyectos de inversión de un impuesto especial del 1% que sería destinado a financiar obras de desarrollo local; y la defensa de los consumidores.

La brevedad de su precampaña electoral, dada su tardía proclamación como candidata, y el indiscutible liderazgo en los sondeos de Bachelet, una adversaria popular, prestigiosa, bien conocida en el exterior y capaz de recabar adhesiones transversales, más allá de las afinidades partidistas y políticas, pusieron a Matthei muy cuesta arriba la campaña electoral propiamente dicha. Además, la aspirante de oficialismo, de manera nada sorprendente en ella, destinó una parte de su tiempo no a exponer propuestas o a hacer proselitismo, sino a polemizar.

En septiembre, Matthei encajó con aplomo unas declaraciones de Piñera sobre que le parecía "un error" que su ex ministra de Trabajo hubiese votado por el sí en el plebiscito de 1988, destacando el hecho de que, por lo que a él respectaba, su conocido voto por el no le había ayudado sin duda a ganar la elección de 2009-2010. La aludida replicó que "nada de lo que diga Piñera me puede ofender" y elogió de paso la gestión económica del mandatario saliente, que le parecía "bien milagrosa". El 5 de octubre, en un mitin en la comuna metropolitana de Estación Central, la candidata concitó un aluvión de críticas al volver su mirada a los años del golpe y la dictadura, y afirmar que: "Todos saben que los militares no buscaron llegar al Gobierno, fueron buscados por la ciudadanía y por muchos políticos. Todos saben que en ese Gobierno se recibió al país con una inflación desatada, prácticamente sin comida y un estado grave de atropello a nuestra Constitución".

"Era una época en que desgraciadamente la muerte, la tortura, el encarcelamiento por motivos políticos sucedía en todo el mundo y nuestro país no fue una excepción", continuó opinando la oradora, quien sí destacó una "excepción" en el caso chileno, cual fue que el final del régimen militar viniera como resultado de un plebiscito convocado por los mismos gobernantes de facto, lo cual le parecía un "hito". Según ella, no conocía "ningún otro gobierno, dictadura o gobierno militar que haya llamado a una elección y haya entregado el país en forma decente como se hizo aquí en Chile". El diputado socialista Osvaldo Andrade, con el que Matthei había tenido sus más y sus menos en el Congreso, retrató a la aliancista como una "nostálgica de Pinochet" que en 1988 había querido "que el tirano siguiera ocho años más en el poder".

Poco después, el 20 de octubre y desde la televisión, Matthei acusó a uno de sus contrincantes en la liza electoral, el independiente Franco Parisi Fernández, de deber 100 millones de pesos a unos trabajadores escolares que habían estado vinculados a los negocios de su familia y que le habían interpuesto 65 demandas judiciales. El comando de campaña de Matthei apoyó la imputación de su jefa con la publicación en su web oficial de un documento supuestamente probatorio de la irregularidad denunciada. A continuación, ella elevó los débitos a la cantidad de 500 millones de pesos. A su juicio, Parisi estaba "inhabilitado éticamente para ser candidato" presidencial. El acusado tronó por la "operación política" y las "mentiras" de Matthei, y se querelló contra ella por injurias y calumnias, querella que fue rápidamente desestimada por el tribunal encargado.

Al mismo tiempo, a principios de noviembre, la candidata de la Alianza arremetió contra "Michelle y su gente" por "estar a favor de los encapuchados", según se desprendía del rechazo de los grupos parlamentarios de Nueva Mayoría en el Senado al proyecto de ley del Ejecutivo para el fortalecimiento del orden público, la conocida como Ley Hinzpeter, que iba en la línea de las propuestas sobre seguridad ciudadana contenidas en el Programa de Gobierno de la Alianza para el período 2014-2018. Para Matthei, la ley concebida por Rodrigo Hinzpeter Kirberg, ministro del Interior hasta hacía un año y actualmente titular de Defensa, era requerida por el país con "extrema urgencia". También a comienzos de mes, a dos semanas de la cita con las urnas del 17 de noviembre, la abanderada oficialista recibió con acritud la publicación de dos encuestas privadas que auguraban una victoria holgada y definitiva de Bachelet en la primera vuelta. "No le crean nada a ninguna encuesta; acá hay un festival de mediciones que llega a dar vergüenza", dijo Matthei.

(Cobertura informativa hasta 11/11/2013)