Erna Solberg

El 16 de octubre de 2013, como resultado de las elecciones generales de septiembre, Noruega, probablemente la democracia parlamentaria más próspera y avanzada del mundo, estrenó un Gabinete de derecha presidido por Erna Solberg, líder desde 2004 del partido conservador Høyre. Segunda primera ministra –tras Gro Harlem Brundtland- en la historia del país escandinavo, Solberg devuelve al Høyre al Gobierno tras ocho años en la oposición al Ejecutivo roji-verde del laborista Jens Stoltenberg, cuya formación ha preservado sin embargo su tradicional primer puesto electoral, y 23 años después desde el último primer ministro conservador, Jan Peder Syse. El nuevo Gabinete de coalición incorpora a la tercera fuerza más votada, el Partido del Progreso (FrP) de la ahora ministra de Finanzas Siv Jensen, una agrupación de derecha radical que se define a sí misma como libertaria y que suele ser catalogada como populista por su hostilidad a la inmigración, la cual hasta ahora nunca había gobernado. Recostado en la mayoría absoluta que otorga el respaldo parlamentario de cristianodemócratas y liberales, el Gobierno Solberg, técnicamente de minoría, se propone bajar los impuestos sin comprometer el sofisticado estado del bienestar noruego, invertir más en infraestructuras de salud y transportes, y restringir el acceso por los extranjeros a la residencia legal y la ciudadanía.

Los noruegos han votado por el cambio a pesar de una coyuntura social y económica que, más si se la compara con lo que acontece en los vecinos de la UE, puede calificarse de sobresaliente y excepcional: el PIB crece en torno al 1%, el paro no llega al 4%, el superávit de las cuentas públicas excede el 10%, la renta per cápita se ha disparado a los 100.000 dólares y el índice de desarrollo humano es el primero del planeta. Este cuadro fasto no obedece a ningún milagro: tiene su origen en el petróleo y el gas del mar del Norte, productos de los que Noruega es respectivamente el quinto y el tercer exportador mundial, y que brindan a esta economía nórdica un margen financiero más que desahogado. Solberg ha dejado claro que quiere reducir la dependencia económica de los hidrocarburos y, azuzada por Jensen, ya ha abierto las puertas a un mayor gasto doméstico con cargo al colosal fondo de riqueza soberano que alimenta la renta petrolera, 800.000 millones de dólares invertidos en el extranjero y que Oslo, con suma prudencia, deja engordar como reservas para el futuro y para asegurar el sistema de pensiones.  

(Texto actualizado hasta noviembre de 2013)

1. Carrera política con los conservadores noruegos
2. Salto a la jefatura del Høyre y líder de la oposición a los gobiernos laboristas de Gens Stoltenberg
3. Primera ministra en 2013 en coalición con el Partido del Progreso


1. Carrera política con los conservadores noruegos

Natural de la ciudad costera de Bergen, Erna Solberg procede de un hogar de clase trabajadora formado por un operario de la compañía municipal de transportes y una oficinista. Como alumna de secundaria, etapa formativa en la que tuvo que vencer un problema de dislexia, estuvo activa en la Organización de Estudiantes o Elevorganisasjonen y en 1979, con 18 años, ostentó el liderazgo de la Operasjon Dagsverk, una campaña anual de solidaridad y beneficencia internacionales conducida por el sindicato. Su paso por la Universidad de Bergen culminó en 1986 con la obtención del Candidata magisterii, título superior equivalente a una licenciatura multidisciplinar que en su caso incorporó las Ciencias Políticas, la Sociología, la Economía Social y la Estadística. En el último año de carrera presidió la sección en Bergen de la Liga Estudiantil (Studenterforbund) del Partido Conservador, conocido localmente como Høyre (palabra que en noruego significa literalmente derecha), y con el que ya había sido una jovencísima concejal suplente en el Ayuntamiento de esta próspera urbe pesquera y comercial entre 1979 y 1983.

Fundado en 1884, el Høyre fue la primera fuerza parlamentaria del país durante buena parte del período comprendido entre 1903 y 1927, año en que quedó desplazado al segundo lugar por el Partido Laborista (Ap). Transcurridos 60 años, este esquema electoral permanecía inalterable, lo que no había impedido a los conservadores participar en cuatro gobiernos de coalición de la mano de otras formaciones de las llamadas "burguesas", es decir, del centro-derecha, cuales eran el Partido Popular –o Demócrata- Cristiano (KrF), el Partido de Centro (Sp) y el Liberal (Venstre). Tres de estos gabinetes habían sido encabezados por primeros ministros del Høyre: el de John Lyng en 1963 y los dos de Kåre Willoch a partir de 1981, el primero de los cuales, hasta 1983, fue monocolor de los conservadores y el segundo incorporaba como socios al KrF y el Sp. En 1986, el año en que Solberg, entonces una de las dirigentes juveniles más prometedoras con que contaba el partido, terminó sus estudios en Bergen, Willoch perdió una moción de confianza en el Storting o Parlamento y el Gobierno fue recuperado por los laboristas de Gro Harlem Brundtland, quien en 1981 ya se había convertido, aunque por breve tiempo, en la primera mujer que alcanzaba el puesto de primer ministro en Noruega y en el conjunto de Escandinavia.

En los años siguientes, Solberg siguió ampliando su currículum con una serie de responsabilidades políticas y públicas que según parece absorbieron toda su actividad profesional. Su currículum oficial sólo menciona un fugaz "trabajo de posgrado en Economía Social" en 1988. Así, en 1986 ingresó en el claustro de la Universidad de Bergen y en 1987 recuperó la condición de concejal suplente en el consistorio de la ciudad, de cuya Comisión de Educación también fue miembro.

Su primer gran paso en la política lo dio Solberg en las elecciones generales del 11 de septiembre de 1989, que marcaron su debut en el Storting como diputada por su provincia, Hordaland. Estos comicios, aunque no alteraron la jerarquía parlamentaria del primer lugar para el Ap y el segundo, a considerable distancia, del Høyre, sí abrieron las puertas a la formación de una fórmula no laborista de Gobierno, pese a no alcanzar la mayoría absoluta. Jan Peder Syse, el líder de partido desde el fallecimiento de Rolf Presthus en 1988, asumió el Ejecutivo a mediados de octubre en coalición con cristianodemócratas y centristas.

En su primera legislatura nacional, la parlamentaria conservadora, que todavía no tenía la treintena de edad, se integró en el Comité de Finanzas de la Cámara. A finales de octubre de 1990, siendo vicepresidenta del partido en Hordaland, Solberg presenció la caída del precario Gobierno Syse al romperse el entendimiento entre el Høyre y el Sp por culpa de las posturas antagónicas sobre el posible ingreso de Noruega en las Comunidades Europeas, un viejo debate nacional, que los conservadores consideraban factible y deseable, pero que para los centristas, con un programa tradicionalista y agrario, era anatema. Como resultado de estas disputas, Brundtland estuvo de vuelta en el poder y los conservadores retornaron a la oposición.

La carrera política de Solberg avanzó con parsimonia pero sin altibajos en la década de los noventa. En 1991 entró en el Comité de Programas del partido, liderado ahora por una mujer, Kaci Kullmann Five, y en las votaciones del 12 y el 13 de septiembre 1993 ganó su primera reelección en el Parlamento, donde pasó a formar parte del Comité Directivo de la bancada conservadora. Ese mismo año fue hecha responsable de la Asociación de Mujeres del partido (HKL).

La futura gobernante salió indemne de la marejada que sacudió al Høyre a raíz de los frustrantes comicios de 1993, que le depararon la pérdida de nueve escaños y tras los que no fue capaz de ponerse de acuerdo con los centristas, campeones del no al ingreso en la Unión Europea en el referéndum nacional convocado para 1994 y beneficiarios de una riada de voto euroescéptico conservador. Las consecuencias fueron que Brundtland y los laboristas siguieron gobernando en solitario, y que Kullmann Five hubo de renunciar al liderazgo de partido. La llegada en 1994 de Jan Petersen a la jefatura del Høyre significó el ascenso de Solberg a un asiento en el Comité Ejecutivo el partido, donde se encargó de los asuntos de la mujer. Sus credenciales europeístas, en consonancia con una de las banderas programáticas de su agrupación, quedaron ilustradas con su ingreso en 1995 en la junta directiva del Movimiento Europeo en Noruega.

Las fortunas del Høyre no mejoraron, sino todo lo contrario, en las elecciones del 14 y el 15 de septiembre de 1997. Con sólo el 14,3% de los votos, el peor resultado de su centenaria historia, los conservadores vieron arrebatado el segundo puesto en el Storting no por el Sp, como cuatro años atrás, sino por el Partido del Progreso (FrP), la pujante fuerza de la derecha radical populista que entonces acaudillaba Carl Hagen, partidario de cerrar las puertas a la inmigración. Solberg y otros 22 colegas se salvaron de la cuarta poda de escaños consecutiva en los últimos 12 años, desde los 53 puestos que el Høyre había sacado en las faustas elecciones de 1981. La decepción para los conservadores fue mayor porque el Gobierno laborista de Thorbjørn Jagland (sucesor de Brundtland en 1996) fue desalojado por una Gabinete tripartito del centro-derecha clásico, encabezado por el democristiano Kjell Magne Bondevik, que sólo les excluyó a ellos.

El primer Gobierno Bondevik cayó en marzo de 2010 al no prosperar una moción de confianza en la estrategia energética adoptada por el Ejecutivo del centro-derecha. Entonces, el laborista Jens Stoltenberg formó un Gabinete alternativo. Los de Solberg y Petersen saborearon una briosa recuperación en las elecciones generales del 9 y el 10 de septiembre de 2001. Con el 21,2% de los votos, remontaron posiciones hasta los 38 escaños, se despegaron de los progresistas de Hagen y casi les pisaron los talones a los laboristas, que experimentaron un histórico retroceso. Esta vez sí hubo un acuerdo con los cristianodemócratas y los liberales para alinear un Gobierno de minoría que vio la luz el 19 de octubre.

Mandado de nuevo por Bondevik y apoyado en el Storting por el FrP, el Gabinete incorporaba a una mayoría de ministros del Høyre, que se llevó una decena de puestos. Petersen recibió Asuntos Exteriores, Kristin Devold tomó Defensa, Per-Kristian Foss recibió Finanzas y Solberg debutó en las tareas gubernamentales como titular de la cartera de Administraciones Locales y Desarrollo Regional. El puesto del Gabinete que obtuvo Solberg no era menor, pues incluía las competencias sobre inmigración que en otros países corrían a cargo del aquí inexistente Ministerio del Interior; las funciones de esta área de la política doméstica estaban repartidas en Noruega entre el Ministerio de Administraciones Locales y Desarrollo Regional, y el Ministerio de Justicia y Policía.

Solberg adquirió notoriedad por las nuevas directrices de su departamento en materia de asilo, que en el contexto de la agitación internacional por los atentados del 11-S se hicieron más restrictivas. El caso que más interés despertó en el público fue el del mulá Krekar, un virulento predicador islamista sunní y de etnia kurda que estaba refugiado en Noruega desde 1991, cuando huyó de la persecución del Gobierno irakí. Sospechoso de ser el líder fundador del grupo extremista wahhabí Ansar Al Islam, activo en el norte de Irak (y pronto considerado organización terrorista por Estados Unidos), Krekar se situó en el punto de mira de Solberg, quien a principios de 2003, en vísperas de la invasión estadounidense de Irak, aventura bélica que el Gobierno Bondevik oficialmente no apoyaba, ordenó a la Dirección Noruega de Inmigración (UDI) que iniciara los trámites para expulsarlo del país con el argumento de que suponía una amenaza para la seguridad nacional.

La orden de expulsión topó con serios problemas legales, ya que los convenios internacionales de los que Noruega era signataria prohibían las deportaciones de extranjeros acogidos al derecho de asilo político a sus países de origen si las autoridades de allí no garantizaban debidamente su integridad física. Finalmente, Krekar no fue repatriado, pero, años más tarde, una catarata de amenazas de muerte contra Solberg y otros políticos noruegos iba a costarle un proceso criminal con cargos de terrorismo, llegando a caerle una condena a cinco años de prisión en 2012.

Otro caso polémico que implicó al Ministerio de Solberg, aunque esto no iba a revelarse hasta 2008, fue el del científico nuclear israelí, Mordechai Vanunu, famoso por filtrar a la prensa británica secretos del programa atómico de su país en la década de los ochenta. Así, se supo que en 2004 Vanunu, recién excarcelado en Israel pero en situación de libertad condicional y sometido a estrecha vigilancia policial, había solicitado el asilo en Noruega, con resultado negativo. Según un documento desclasificado, la UDI se mostró en un principio dispuesta a otorgar el asilo a Vanunu porque a su entender satisfacía los requisitos, pero entonces intervino la ministra mandando cerrar el proceso. Todo sugiere que la decisión de no brindar acogida al científico fue política, para no perjudicar las relaciones diplomáticas con Israel.

En estos años, la prensa noruega adjudicó a Solberg el alias de Jern-Erna, Erna de Hierro, en alusión al endurecimiento por la ministra de la política de asilo. El apodo, con sus evocaciones thatcherianas, no era del agrado de Solberg, que hizo algunos gestos para diluir las sospechas de rechazo a los inmigrantes musulmanes, aspecto más asociado al FrP. Por ejemplo, propuso establecer en Noruega un Consejo de la Sharía Islámica con jurisdicción cuasi judicial para dirimir conflictos civiles de la comunidad musulmana, del estilo del que venía funcionando en el Reino Unido, y en 2004 llegó a declarar que ella, en realidad, quería que entraran más foráneos en Noruega como fórmula para compensar la caída demográfica de los autóctonos. "Tenemos que pensar a largo plazo y crear una sociedad más inclusiva. No le tengo miedo al aumento de la inmigración, aunque [los inmigrantes] deben ser capaces de valerse por sí mismos", matizó, refiriéndose a la sostenibilidad del estado del bienestar (Velferdsstat), cuestión que, como iba a apreciarse en los próximos años, era su verdadera preocupación.


2. Salto a la jefatura del Høyre y líder de la oposición a los gobiernos laboristas de Gens Stoltenberg

En 2002 Solberg fue elevada a la posición de vicepresidenta primera del Høyre. El ascenso preludió su elección como líder del partido el 9 de mayo de 2004 en sustitución del dimitido Petersen, quien sin embargo continuó como ministro de Exteriores. Ella se mantuvo igualmente en el Ministerio de Administraciones Locales. Los primeros años al frente del Høyre fueron bastante complicados para Solberg, que sólo a duras penas consiguió retener el mando. Las elecciones legislativas del 11 y el 12 de septiembre de 2005 supusieron un desastre para los conservadores, que vieron esfumarse 162.000 votos y una quincena de escaños. Como en 2001, cuyos pésimos resultados repitió ahora, la formación de Solberg se vio superada por la de Hagen, pero de una manera mucho más acusada. En cuanto al Ap, experimentó una fuerte recuperación, tal que el 17 de octubre Stoltenberg estuvo de vuelta en el Gobierno en coalición mayoritaria con el Sp y el Partido de la Izquierda Socialista (SV).

Con su liderazgo bajo lupa, Solberg necesitaba imperiosamente una buen resultado en la próxima prueba electoral, las municipales del 10 de septiembre de 2007. La segunda posición sacada por el Høyre en estos comicios con el 19,3% de los votos le dio un buen respiro, si bien no despejó los rumores sobre su posible sustitución por el vicepresidente del partido, Per-Kristian Foss, el anterior ministro de Finanzas y quien en 2004 ya había declinado competir con ella para la sucesión de Petersen. Sin embargo, Foss no salió a retar a Solberg, que volvió a ser la cabeza de lista de los conservadores en las elecciones generales del 14 de septiembre de 2009.

Disputada en un contexto de leve recesión económica, la campaña electoral de 2009 estuvo dominada por los debates sobre el futuro del modelo del estado del bienestar noruego, posiblemente el más avanzado del mundo, y el destino que debía darse a la riqueza petrolera del mar del Norte, que aunque copiosa era perecedera. Solberg atacó a los laboristas y a sus socios izquierdistas y centristas con el argumento de que en tiempos de crisis, pese al formidable colchón financiero que brindaba el Fondo del Petróleo (Oljefondet, desde 2006 llamado oficialmente Fondo de Pensiones del Estado-Global, SPU), Noruega, quinto exportador mundial de crudo y tercero de gas natural, no tenía más remedio que reducir la elevada presión fiscal y revisar los aspectos más generosos de la providencia estatal, si bien el Høyre en modo alguno se proponía "demoler" el estado del bienestar.

Además, Solberg dio cuenta de un acercamiento al FrP, liderado desde 2006 por otra mujer, Siv Jensen, hasta el punto de que ya no cerraba las puertas a un posible Gobierno de coalición, lo que de materializarse rompería el aislamiento político que había envuelto a la formación derechista desde su fundación en 1973. Progresistas y conservadores estaban de acuerdo en que había que bajar los impuestos y restringir aún más la inmigración asiática y africana, aunque divergían sobre el uso de los ingresos del petróleo y el gas: los primeros eran partidarios de echar mano de estos fondos para gastar más en infraestructuras públicas como carreteras y hospitales, mientras que los segundos, mucho más cautos, pensaban que la renta petrolera no debía desviarse de su misión fundamental, que era acumular reservas para el futuro y sufragar las pensiones. Además, Solberg quería relanzar el añejo debate sobre la entrada en la UE, luego de los referendos adversos de 1972 y 1994, porque seguía creyendo en los grandes beneficios de la adhesión.

Aunque a lo largo de la campaña dio la impresión de que las tesis de los partidos de la derecha podían seducir a una mayoría de electores, finalmente convenció más la defensa a capa y espada por las izquierdas de los niveles de cobertura del estado del bienestar, aunque ello supusiera mantener los impuestos directos en unos tipos muy altos. Las ganancias de siete escaños por el Høyre y de tres por el FrP, que retuvo el segundo puesto, fueron anuladas por la nueva mayoría absoluta de la coalición roji-verde, de manera que Stoltenberg repitió Gobierno el 20 de octubre. Por lo demás, los retrocesos sufridos por el KrF y –en especial- el Venstre convirtieron en inviable una fórmula cuatripartita del centro-derecha que había suscitado las esperanzas de Solberg pero que ya había sido desechada de plano por el líder cristianodemócrata, Dagfinn Høybråten, y por su colega liberal, Lars Sponheim.


3. Primera ministra en 2013 en coalición con el Partido del Progreso

Para las elecciones generales del 8 y el 9 de septiembre de 2013, el Høyre se afanó en contrarrestar su reputación de partido empeñado en recortar el estado del bienestar y, no menos importante, dulcificó la imagen de su líder. En efecto, en sus poses y retratos de campaña Solberg adoptó un tono más suave que en ocasiones anteriores, mostrándose ahora muy sonriente y campechana.

Los conservadores seguían comprometidos con la bajada de los impuestos, pero no cargaron las tintas en un tema que no encabezaba la lista de preocupaciones sociales, en un momento económico sobresaliente en comparación con lo que se estilaba en los países de la UE: el PIB, aunque ralentizado crecía en torno al 1% (2012 había cerrado con una tasa media del 2,9%), el paro superaba levemente el 3%, las cuentas públicas se recostaban en enormes superávits gracias al petróleo y el principal fondo soberano de riqueza procedente de los hidrocarburos, que estaba invertido en acciones y bonos internacionales con el fin de no generar inflación, y que de hecho era el mayor del mundo, ascendía a 780.000 millones de dólares, cantidad equivalente al 156% del PIB.

Solberg fue enfática en que deseaba abolir el impuesto de sucesiones, dar incentivos fiscales a los planes privados de pensiones y aumentar la inversión en salud, educación y transportes, unas partidas del gasto público que podrían descansar más en los fabulosos beneficios fiscales de la industria petrolera. Otras inquietudes habituales del repertorio conservador, como las privatizaciones empresariales, la reducción del peso del sector público y la diversificación económica, fueron también puestas sobre la mesa.

De cara a un eventual Gobierno de coalición bajo su mando, Solberg confiaba en un sumatorio amplio del centro-derecha que incorporaría al FrP, al KrF y al Venstre. Los sondeos, en efecto, apuntaban a una nueva mayoría de este lado del espectro ideológico y eran taxativos en que el Høyre recuperaría la segunda posición parlamentaria, desbancando al FrP. Al final, el partido de Solberg, quien se presentaba candidata a diputada por Hordaland por séptima vez consecutiva, cosechó sus resultados más brillantes desde 1985: ascendió al 26,8% de los sufragios y ganó 48 escaños, 18 más que en 2009. El Ap retrocedió a los 55 escaños, mientras que el FrP sufrió un considerable revés al caer al 16,3% de los votos y 29 escaños. El partido de Jensen, paradójicamente, vio esfumarse toda la fuerza electoral ganada en la última década precisamente cuando veía abrírsele las puertas del Gobierno, y luego de desarrollar una campaña algo más moderada, con menos retórica nacionalista y un menor hincapié en el rechazo a la inmigración no europea. Los socios de los laboristas, el SV y el Sp, también experimentaron mengua electoral.

Con estos resultados sobre la mesa, Stoltenberg reconoció de inmediato que la mayoría había virado al campo del centro-derecha y que él ya no podía seguir siendo el primer ministro. De acuerdo con lo adelantado, Solberg entabló negociaciones multilaterales con el FrP de Jensen, el KrF de Knut Arild Hareide y el Venstre de Trine Skei Grande para la formación de un Ejecutivo apoyado en un confortable, y nada frecuente, colchón parlamentario de 96 escaños, 11 por encima de la mayoría absoluta.

El 30 de septiembre Solberg anunció que el próximo Gobierno encabezado por ella iban a integrarlo solamente conservadores y progresistas. Aunque técnicamente de minoría, este Gabinete tendría garantizada la mayoría en el Storting gracias a un pacto de legislatura con cristianodemócratas y liberales. En los días siguientes, los conservadores firmaron documentos de consenso que daban satisfacción a todos los socios del nuevo oficialismo del centro-derecha. Los progresistas, campeones de la bajada de los impuestos, obtuvieron un compromiso para acometer un descenso de la presión fiscal sobre las rentas de trabajo y de capital. El impuesto de sucesiones sería suprimido. Habría además una reducción de las retenciones a los intereses de los depósitos bancarios, concebida para incentivar el ahorro y aligerar la deuda privada ligada a la adquisición inmobiliaria, cuyo fuerte crecimiento en los últimos años, en paralelo al encarecimiento galopante del precio de la vivienda por una relación de causa y efecto, era motivo de preocupación.

Solberg y Jensen, que exigió y obtuvo para sí el Ministerio de Finanzas, acordaron también invertir más en sanidad, educación y transportes. Ahora bien, el FrP asumió que el gasto público no podía desmandarse y que el mismo tenía que someterse a los estrictos límites que imponía la normativa presupuestaria; según esta, los gastos cargados a la renta petrolera no podían exceder el 4% del Fondo de Pensiones del Gobierno-Global, el cual, dicho sea de paso, estaba creciendo a pasos agigantados; según los expertos del Gobierno, el Fondo del Petróleo terminaría este 2013 con una dotación de 870.000 millones de dólares y para 2020 podría alcanzar los 1,2 billones.

En relación con este punto, el Gobierno saliente de Stoltenberg se disponía a presentar, en la que iba a ser su última decisión, unos presupuestos nacionales para 2014 que contemplaban gastos con recurso al Fondo del Petróleo por valor de 135.000 millones de coronas, unos 22.500 millones de dólares, cantidad que se quedaba 54.000 millones de coronas por debajo (el 2,9%) del límite legal del 4%. Si el Ejecutivo entrante quería gastar más para revertir la deceleración del crecimiento y mejorar los servicios públicos, aumentando por tanto el déficit estructural no petrolero, tendría que esperar un año para elaborar su propio presupuesto; al presupuesto legado por los laboristas sólo le podría añadir ajustes y correcciones. Persistían, sin embargo, las diferencias sobre una crucial estrategia nacional a medio-largo plazo: el tipo de servicios fiscales que podía ofrecer el colosal fondo soberano del petróleo. Aquí, el FrP quería desgajar de él tres fondos más pequeños destinados exclusivamente a la inversión doméstica social, mientras que el Høyre debatía la posibilidad de dividir el Fondo en dos fondos "competitivos". En cualquier caso, esta era una reforma de calado que requería un complejo cambio legal, impensable si no era a través de un amplio consenso nacional.

Solberg convino igualmente con Jensen en darle la enésima vuelta de tuerca al control de la inmigración. En adelante, los residentes extranjeros que quisieran obtener la ciudadanía tendrían que pasar un examen de lengua noruega y educación cívica para verificar la aceptación de principios sociales como la igualdad entre hombres y mujeres. Las demandas de reunificación familiar dependerían de unos tests de ADN más rigurosos y se agilizarían las deportaciones de los inmigrantes irregulares que vieran denegado el asilo o fueran condenados por la justicia penal. Finalmente, la seguridad ciudadana y la persecución del delito serían reforzados con la dotación de más medios a la Policía, que en Noruega, por tradición, no patrulla armada. A cambio de su apoyo parlamentario, el KrF y el Venstre consiguieron que los dos partidos grandes renunciaran a la explotación de los yacimientos petrolíferos en las aguas del Ártico. Esta veda de prospecciones suscitó reacciones de malestar en el lobby industrial de los hidrocarburos, pero Solberg la enmarcó en los esfuerzos para reducir la dependencia del petróleo y diversificar la economía.

La mudanza institucional tuvo lugar el 16 de octubre, justo después de la presentación de los presupuestos en el Storting, último acto previo a la dimisión y disolución del Gobierno Stoltenberg. Una vez concluidas las ceremonias de la transferencia de poderes en el Palacio Real en presencia del monarca Harald V, Solberg presentó a los 17 miembros de su Gabinete bipartito. El equipo ministerial, lleno de rostros jóvenes (la edad media era de 43 años) y paritario de genero al otorgar nueve puestos a mujeres (incluida Solberg) y nueve a hombres, reflejaba adecuadamente el equilibro de fuerzas al reservar diez carteras a los conservadores y siete a los progresistas. Además de Finanzas, para su líder, el FrP obtuvo los importantes ministerios de Petróleo y Energía, Justicia y Seguridad Pública, y Trabajo y Asuntos Sociales.

Al tomar las riendas del Gobierno de Noruega, Erna Solberg se sumó al grupo de mujeres políticas estadistas en Europa: la canciller Angela Merkel de Alemania (2005), la presidenta Dalia Grybauskaitė de Lituania (2009), la presidenta Atifete Jahjaga de Kosovo (2011), la primera ministra Helle Thorning-Schmidt de Dinamarca (2011) y la primera ministra Alenka Bratusek de Eslovenia.

La primera ministra de Noruega está casada con Sindre Finnes, con el que ha tenido dos hijos.

(Cobertura informativa hasta 1/11/2013)