Ely Ould Mohammed Vall
Presidente de la junta militar (2005-2007)
La dificultad para rastrear los antecedentes y realizar un esbozo de biografía del hombre fuerte de Mauritania desde agosto de 2005 se corresponde con el carácter sigiloso y hermético del oficial que derrocó a un presidente, Maaouya Ould Taya, que llevaba más de dos décadas en el puesto y al que de puertas a fuera había servido lealmente en todo momento, tal era su reputación.
Ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuándo nació el coronel Ould Mohammed Vall, si en 1950, por mera ilación de esos “55 años” de edad que le adjudicaban los despachos periodísticos remitidos desde Nouakchott tras el triunfo del golpe, o bien en 1953, como informan otras fuentes que se limitan a reproducir lo que parece ser, dado su tono encomiástico, una escueta nota de prensa facilitada por la junta militar y distribuida por la Agencia Mauritana de Información. Los datos de currículum personal (fechas y cometidos) que se ofrecen a continuación se basan en esa nota, así que han de tomarse con algunas cautelas.
Oriundo de la capital del país, Nouakchott, y miembro de la élite árabe-bereber (maure) sustentada en el conglomerado étnico de los llamados beydanes o moros blancos, que se diferencian de los haratines o moros negros (descendientes de esclavos negros arabizados) y que tradicionalmente han subyugado a las minorías negroafricanas, Vall es presentado como un militar profesional que desde la adolescencia se instruyó en liceos y escuelas castrenses de Francia, el país que fue metrópoli colonial de Mauritania hasta la independencia en 1960, como los centros de Aix-en-Provence y Le Mans, aunque luego hubo de regresar a su país a raíz de la cancelación por el presidente Moktar Ould Daddah de la cooperación militar con París.
En 1973 obtuvo el bachillerato y quedó habilitado para ingresar en la Real Academia Miliar de Meknès, en Marruecos, de la que salió convertido en oficial. La reseña divulgada por los medios de información mauritanos no olvida mencionar que “paralelamente a su carrera militar”, Vall “prosiguió los estudios universitarios y es titular de una licenciatura en Derecho”. Durante la desastrosa guerra (1976-1979) contra el Frente Polisario, el movimiento independentista de la población autóctona del Sáhara Occidental, Vall estuvo movilizado como comandante de los puestos militares de Bir-Mogreïn, Ouadan y Aïn-Benteli, desde donde partían las órdenes y las tropas para el frente de lucha en el territorio saharaui de Tiris al-Gharbia, la parte meridional del antiguo Río de Oro español, que Mauritania pretendía anexionar.
En 1979, el año en que el Comité Militar para la Salvación Nacional (CMSN), la junta militar aupada al poder en el golpe de Estado de julio de 1978, puso fin a las hostilidades en el Sáhara, renunció a la administración de Tiris al-Gharbia y reconoció al Polisario como legítimo representante del pueblo saharaui (lo que no impidió a Marruecos proseguir su campaña contra el Polisario y reclamar para su jurisdicción el territorio evacuado por los mauritanos), Vall fue nombrado comandante con despacho en el Cuartel General del Ejército y se convirtió en un alto oficial del Estado Mayor, el cual encabezó Taya, entonces teniente coronel, desde 1980.
En 1982, ostentando las jefaturas del CMSN el teniente coronel Mohammed Khouna Ould Haidalla y del Gobierno el coronel Taya, Vall asumió la comandancia de la Séptima Región Militar, junto a la frontera de Senegal, y un año después sus superiores le destinaron a la plaza de Nouakchott, cuartel general de la Sexta Región Militar. El golpe de palacio incruento perpetrado por Taya contra Haidalla en diciembre de 1984, que inauguró los 20 años largos de gobierno autoritario de aquel, sucedió estando Vall al mando de la guarnición de la capital. Toda vez que el movimiento de Taya no halló resistencia, Vall, o bien participó en la conspiración, o bien, simplemente, no se opuso al derrocamiento de Haidalla. Sea como fuere, tras constituirse el nuevo CMSN bajo la presidencia de Taya, Vall fue confirmado en su comandancia de plaza.
A finales de 1985, Vall, con el rango de coronel, fue nombrado director general de la Seguridad Nacional (Sûreté Nationale), una oficina con jurisdicción sobre la Policía civil, responsable ante el Ministerio del Interior y que, aparentemente, a diferencia de otros cuerpos como podía ser la Gendarmería paramilitar, no fue involucrada en las operaciones represivas de los elementos subversivos de las tribus negroafricanas que componían la mayoría de la población en las regiones meridionales.
En la segunda mitad de los años ochenta, militantes soninkes, mandés y toucouleurs se opusieron enérgicamente, a veces con las armas en la mano, a la arabización forzosa desatada por el CMSN, cuyas políticas sociales, innegablemente sectarias y racistas, cuando no comparables a una limpieza étnica (deportaciones de miles de mauritanos negros a Senegal en 1989), no contribuían a hacer efectiva la abolición de la esclavitud, decretada varias veces en el pasado y últimamente en 1981.
Nada más se conoce sobre la trayectoria de este oficial de aspecto letargoso, rostro alargado, grueso mostacho entrecano, gafas caídas y expresión inescrutable, hasta el mismo día del golpe. 20 años en los que Taya abortó numerosos complots e intentonas, realizó otras tantas purgas en los cuerpos de seguridad y de defensa, organizó una transición al Gobierno civil y el pluripartidismo a su gusto y conveniencia, ganó cómodamente tres elecciones presidenciales consecutivas (1992, 1997 y 2003) en unas condiciones pseudodemocráticas, intentó sacar a este país desértico y depauperado de su subdesarrollo mediante la explotación de los ricos recursos naturales (pesca, fosfatos, hierro y cobre) y reorientó, ya a finales de la década de los noventa, la política exterior proárabe practicada hasta entonces hacia una alianza tácita con Estados Unidos, sin menoscabo de las relaciones privilegiadas con Francia.
El año decisivo de las nuevas estrategias económicas y diplomáticas de Taya fue 1999, cuando Mauritania accedió a emprender profundas reformas estructurales, con privatizaciones de empresas y más aperturismo a la inversión, a cambio de la condonación por los acreedores occidentales de tramos de la enorme deuda externa, y tomó la espectacular decisión de establecer relaciones diplomáticas con Israel al tiempo que rompía las existentes con Irak, que hasta después de la guerra del Golfo en 1991 habían sido de lo más cordiales. Este viraje de política exterior cobró más tarde un nuevo ímpetu con la apertura de un diálogo de seguridad con Estados Unidos, que obtuvo del Gobierno de Nouakchott una respuesta afirmativa a sus peticiones de vigilancia y persecución de los elementos islamistas locales susceptibles de ser reclutados por la organización terrorista Al Qaeda.
Los riesgos de la apuesta proisraelí y proestadounidense de Taya, mandamás de una nación de intensos sentimientos propalestinos y donde el Islam sunní, omnipresente y muy conservador, es uno de los pocos factores de cohesión social (conviene recordar aquí que el Estado se llama República Islámica de Mauritania, que en 1980 la CMSN adoptó la sharía y que la Constitución democrática de 1991 proclama al Islam como la “única fuente de ley”, aunque los códigos legales basados en el derecho francés han seguido aplicándose en la mayoría de los ámbitos jurídicos), quedaron de manifiesto a partir de 2000, cuando el presidente empezó a segarse la hierba a sus pies mediante una cascada de actuaciones autocráticas y abusivas.
Las interdicciones arbitrarias contra la oposición política (ilegalización de los partidos Unión de Fuerzas Democráticas-Nueva Era en octubre de 2000 y Acción por el Cambio en enero de 2002); la represión primero y la prohibición después de las manifestaciones antiisraelíes y antiestadounidenses (fórmula expeditiva que se intentó equilibrar con el cierre temporal de la embajada israelí en octubre de 2001); las redadas en los círculos religiosos para aprehender a supuestos maquinadores de ataques terroristas y reclutadores de combatientes islámicos para luchar en Irak y Afganistán; y, por último, la posible falsificación de las elecciones presidenciales de noviembre de 2003, en las que Taya se proclamó vencedor con el 67% de los votos sobre los líderes opositores Mohammed Khouna Ould Haidalla (el ex jefe militar del Estado), Ahmed Ould Daddah y Messaoud Ould Boulkheir, y ganó un tercer mandato de seis años, con abundantes testimonios de fraude, conformaron un cúmulo de actuaciones que enemistó al presidente con los partidos opositores y los sectores islamistas de manera irreversible.
A esta coalición informal del descontento se sumaron, y he aquí el principal peligro para Taya, fatal a la postre, miembros de las Fuerzas Armadas que asistían con desagrado a la campaña represiva contra los clérigos y las mezquitas sospechosos (en algunos casos, fundadamente) de tener nexos con las tramas de Al Qaeda en la región.
El primer aviso desde este lado vino en junio de 2003, cuando un grupo de militares encabezados por Saleh Ould Hanenna, un mayor de caballería que había sido expulsado del Ejército el año anterior por su supuesta pertenencia al proscrito movimiento baazista proiraquí, se hizo con una compañía de tanques y, abriéndose paso a tiro limpio, llegó a capturar el palacio presidencial de Nouakchott. La violenta sublevación fracasó gracias a la decidida actuación de las tropas lealistas, aunque en los combates murió el jefe del Estado Mayor del Ejército, Mohammed Lamín Ould N’Deyán, que, según los informes, se negó a rendirse a las fuerzas rebeldes que le habían rodeado. De Hnanna se dijo en un principio que también había muerto, pero luego se supo que había conseguido escapar.
El segundo sobresalto fue justo después de las elecciones presidenciales de noviembre de 2003, al ser arrestado Haidalla bajo la acusación de estar fraguando un golpe de Estado. El ex presidente militar, que tenía partidarios entre sus antiguos camaradas uniformados, fue sometido a juicio sumario y condenado a la pena de cinco años de prisión. Y en agosto de 2004 el Gobierno anunció la detención de un grupo de altos oficiales que habría pretendido hacerse con el poder aprovechando que el presidente se hallaba ausente del país. En junio de 2005, sin relación aparente con esta secuencia, aunque contribuyendo a enrarecer aún más el ambiente, quince soldados resultaron muertos en un ataque de hombres armados contra una remota base militar del nordeste, no lejos de las fronteras con Argelia y Malí. El mando castrense imputó la agresión a integristas argelinos del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC).
El coronel Vall irrumpió en la escena en la madrugada del 3 de agosto de 2005, mientras Taya se encontraba en Arabia Saudí para asistir a las exequias del rey Fahd Al Saud. En lo que sin duda fue un golpe minuciosamente planeado, cientos de soldados del Batallón de Seguridad de la Presidencia de la República (BASEP, guardia presidencial de élite), a las órdenes del coronel Mohammed Ould Abdelaziz. tomaron las calles de Nouakchott y rodearon los principales edificios, incluidos el palacio presidencial, el cuartel general de las Fuerzas Armadas, la radiotelevisión nacional y el aeropuerto. Tras unas horas de confusión, con informaciones que aseguraban que el levantamiento había fracasado y que los leales al presidente controlaban la situación, se impuso la evidencia de lo contrario.
Ni en el Ejército, ni en la Guardia Nacional ni en la Gendarmería hubo oposición al golpe más allá de algunos conatos de resistencia, a tenor de los disparos de armas pesadas y las ráfagas de ametralladora que pudieron escucharse en las primeras horas del día, aunque después no hubo un parte de muertos o heridos. Las dudas se disiparon por completo avanzada la jornada, cuando los golpistas proclamaron la asunción de un Consejo Militar para la Justicia y la Democracia (CMJD) de 17 miembros, todos coroneles excepto uno, un capitán de fragata, con Vall de presidente y Abdelaziz de número dos. Estos oficiales representaban al Estado Mayor del Ejército, la Armada, la Guardia Presidencial y la Gendarmería, y los observadores identificaron entre ellos a varios capitostes uniformados, Vall por supuesto, que venían formando parte del círculo más próximo a Taya, así que sus proclamas democráticas no podían sino causar reserva y escepticismo en los medios diplomáticos.
Los portavoces del CMJD justificaron la quiebra del orden constitucional para “terminar con las prácticas totalitarias del régimen que tanto han hecho sufrir al pueblo estos últimos años” (régimen del que ellos mismos habían sido pilares) y se comprometieron a "crear las condiciones favorables para el desarrollo de un juego democrático abierto y transparente en el que la sociedad civil y los actores políticos se pronuncien libremente". El CMJD se arrogó dos años de permanencia en el poder, período que consideraba “indispensable para la preparación y la puesta en marcha de verdaderas instituciones democráticas".
Mientras la Unión Europea, la Unión Africana (UA), la ONU y Estados Unidos hacían llegar unas condenas que no sonaban muy contundentes –permitiendo intuir que, como ya había sucedido con la mayoría de los golpes militares perpetrados con éxito en el continente en la última década (Níger en 1996 y 1999, Congo-Brazzaville en 1997, Guinea Bissau en 1999 y 2003, Côte d’Ivoire en 1999, Comores en 2002 y la República Centroafricana en 2003), la comunidad internacional y las organizaciones regionales iban a terminar haciendo la vista gorda, si bien la UA se apresuró a suspender de membresía al país magrebí-, representantes de la oposición mauritana de dentro y fuera del país se congratulaban por el derrocamiento de Taya, que también fue celebrado por residentes de la capital a pie de calle, y hacían votos porque el nuevo régimen tomara el camino de una verdadera normalización democrática. Sólo el Partido Republicano Democrático y Social (PRDS), del ex presidente, rechazó el "cambio anticonstitucional”.
Al día siguiente, 4 de agosto, mientras se multiplicaban las expresiones de alegría de la población civil, la radio difundió un comunicado del jefe golpista en el que éste anunciaba la asunción de plenos poderes ejecutivos y legislativos por el CMJD, lo que suponía la clausura de la Asamblea Nacional, que desde las elecciones legislativas de octubre de 2001 estaba ampliamente dominada por el PRDS. El Gobierno que encabezaba el primer ministro Sghaier Ould Mbarek seguiría funcionando provisionalmente.
El 6 de agosto, mientras Taya se disponía a viajar a Gambia desde Níger con la pretensión de volver a Nouakchott y recobrar el poder, un envite perdido de antemano, ya que la comunidad internacional empezó a dejar de insistir en su restitución al percatarse de la popularidad interna del golpe (el 22 de agosto, después de lanzar una serie de bravatas, el ex mandatario se resignó a los hechos consumados y abandonó Banjul camino del exilio en Qatar), Vall recibió a los líderes de más de 30 partidos, sin faltar un PRDS dispuesto a aplaudir el nuevo orden de cosas, y les comunicó la convocatoria en un plazo inferior a dos años de elecciones generales y de un referéndum sobre una serie de reformas constitucionales. En el ínterin, los partidos tenían luz verde para desarrollar sus actividades con total libertad.
Las enmiendas que la junta quería introducir en la Carta Magna se referían a la limitación de los mandatos presidenciales a dos y a un posible cambio de la duración de las legislaturas de la Asamblea. Lo que adquiría vigencia inmediata era una carta sobre la organización del poder en el período de transición que confería al CMJD la prerrogativa de elaborar y promulgar la legislación que considerase oportuna. Vall se comprometió también a acatar todos los compromisos internacionales de Mauritania, en especial los relacionados con los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la UA y la Liga Árabe, a salvaguardar los derechos y libertades de los ciudadanos, y a que ni él ni ningún otro miembro de la junta militar fueran candidatos en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.
El 7 de agosto Vall nombró primer ministro a Mohammed Ould Boubacar, un político del PRDS que ya había ejercido esa función entre 1992 y 1996, y ordenó la puesta en libertad de una veintena de islamistas acusados de pertenecer al GSPC argelino, aunque otros 40 activistas encarcelados por la misma causa permanecieron entre rejas. Empero, el gesto fue suficiente para arrancar el respaldo al CMJD de los cabecillas islamistas tolerados y de los Caballeros del Cambio, grupo que se había dado a conocer como el autor de las intentonas desbaratadas de junio de 2003 y agosto de 2004, cuando actuó como una célula clandestina dentro de las Fuerzas Armadas, y cuyos cabecillas cumplían cadena perpetua.
(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente en 8/2005. El 19/4/2007 el coronel Ely Ould Mohammed Vall, jefe de la junta militar, entregó el Gobierno de Mauritania al presidente civil elegido en las votaciones democráticas del 25/3/2007, Mohammed Ould Cheikh Abdallahi. Vall falleció el 5/5/2017 a los 63-64 años de edad).