Ehud Barak

Paradigma del militar laureado que deviene político de primera línea en Israel, Ehud Barak se apoyó en su jefatura del Estado Mayor del Ejército para irrumpir en el Gobierno laborista de Yitzhak Rabin como ministro del Interior, cartera a la que siguió la de Exteriores en el Gabinete de Shimon Peres. En 1997 sucedió a este último en el liderazgo del laborismo y un bienio después ganó un doblete electoral que le convirtió en primer ministro. En su corta ejecutoria, entre 1999 y 2001, Barak ofreció a los palestinos la creación de su reclamado Estado en fecha diferida y puso fin 15 años de ocupación militar del sur de Líbano, pero su Gobierno fue arrastrado por la vorágine bélica de la Segunda Intifada y el colapso del proceso de Oslo. Derrotado en las urnas por Ariel Sharon, seis años después, en 2007, regresó al proscenio como líder laborista por segunda vez y ministro de Defensa en coalición con el partido Kadima del primer ministro sucesor de Sharon, Ehud Olmert. En enero de 2009 ejecutó la sangrienta ofensiva contra Gaza antes de encajar un desastroso resultado electoral. La asunción por su devaluado partido de la intransigencia radical del derechista Likud en materia de seguridad permitió continuar en el Ejecutivo como socio-comparsa de Binyamin Netanyahu a Barak, quien en enero de 2011 abandonó el laborismo y fundó su propio partido, Atzmaut (Independencia).

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada en 1/2011. El segundo ejercicio de Ehud Barak como ministro de Defensa de Israel, desde el 31/3/2009 a las órdenes del primer ministro Binyamin Netanyahu, concluyó el 18/3/2013. Su previo anuncio de la retirada de la política supuso la disolución en 12/2012 del partido propio lanzado el 17/1/2011, Atzmaut. El 26/6/2019 Barak anunció su regreso a la política activa al frente del Partido Democrático de Israel, el cual, de cara a las elecciones del 17/9/2019, formó con el partido Meretz la Unión Democrática, coalición de corta vida).

1. Un historial de soldado superprofesional
2. Ingreso en la política con el Avoda a instancias de Rabin y Peres
3. Victoria sobre el Likud y salto a la jefatura del Gobierno en 1999
4. La paz con los palestinos como objetivo; los contactos con los países árabes y la evacuación del sur de Líbano
5. Crisis en el Gabinete de coalición e implosión del proceso de paz
6. Derrota electoral por Sharon y salida del poder en 2001
7. Paréntesis político, regreso al liderazgo laborista y ministro de Defensa con Olmert
8. Ejecutor de la guerra de Gaza y renovación gubernamental con Netanyahu; la zozobra del Avoda
9. El ataque a la flotilla humanitaria de Gaza
10. Marcha del laborismo y fundación del partido Atzmaut


1. Un historial de soldado superprofesional

El mayor de los cuatro hijos de una pareja de judíos polaco-lituanos asentada en Palestina desde los años treinta, sus cuatro abuelos fueron víctimas del antisemitismo europeo: los paternos, apellidados Brog, perecieron asesinados en territorio lituano entonces perteneciente a la Rusia zarista, mientras que los maternos, apellidados Godin, figuraron entre los más de 800.000 judíos gaseados en el campo de exterminio nazi de Treblinka, en la Polonia ocupada. En 1959 el joven se alistó en las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) y tomó el apellido Barak, que en hebreo significa rayo, como forma hebraizada del apellido Brog. En el curso de su carrera en la milicia conoció a su futura esposa, Nava Cohen, con la que iba a tener tres hijos.

Graduado como oficial de Infantería en 1962, en 1964 asistió a un curso de comandos en Francia y en junio de 1967 tomó parte en la tercera guerra árabe-israelí, la de los Seis Días, como comandante de una unidad de reconocimiento. Concluido el ataque de las FDI en tres frentes con una victoria tan rápida como apabullante (ocupaciones del Sinaí, Cisjordania, Jerusalén oriental y los Altos del Golán), Barak fue temporalmente desmovilizado para recibir formación superior. Más tarde prestó servicios sobre el terreno como comandante de unidades especiales, a veces por cuenta del Mossad, el servicio israelí de inteligencia exterior y contraterrorismo. En los primeros años setenta dirigió una unidad de comandos de élite, la Sayeret Matkal, o Unidad de Reconocimiento del Estado Mayor General, con la que participó en varias misiones de alto riesgo.

Son bien conocidas dos de estas misiones: la operación de rescate del reactor de Sabena secuestrado por terroristas palestinos en el aeropuerto de Lod, en Tel Aviv, el 7 de mayo de 1972, y la acción de comando contra bases palestinas en Beirut en 1973, cuando, vestido de mujer para facilitar la infiltración, mató a varios fedayines palestinos de la Organización Septiembre Negro, responsable de la masacre de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich. En la Sayeret Matkal Barak tuvo bajo sus órdenes a otro futuro primer ministro, pero de distinta filiación política, Binyamin Netanyahu. Asimismo, se convirtió en un experto en krav maga, la violenta técnica de combate cuerpo a cuerpo desarrollada por las FDI.

En octubre de 1973 Barak dirigió una unidad de tanques durante la guerra de Yom Kippur contra Egipto y Siria, y en julio de 1976, siendo coronel de los servicios de Inteligencia en el cuartel general de las FDI, dirigió el famoso y exitoso raid contra el aeropuerto ugandés de Entebbe, donde terroristas palestinos tenían secuestrado un avión de Air France con pasajeros israelíes. A continuación, se tomó otro permiso para completar sus estudios. A finales de 1976 se licenció en Física y Matemáticas por la Universidad Hebrea de Jerusalén y en 1978, tras tres intentos frustrados al requerírsele de urgencia en Israel por necesidades militares, se sacó el título de ingeniero de Sistemas Económicos en la Universidad californiana de Stanford.

Ascendido a general de brigada en 1979 y a jefe de operaciones del Estado Mayor de las FDI en 1982, ese año fue uno de los planificadores de la Operación Paz de Galilea, la invasión a gran escala de Líbano con la que el Gobierno derechista de Menahem Begin, del partido Likud, esperaba destruir las bases de fedayines de la OLP de Yasser Arafat. Sobre el terreno, Barak condujo las operaciones en el valle de la Beqaa. Recibió el galón de general de división y en abril de 1983 le fue encomendada la dirección de la Inteligencia Militar, Aman, directorio que centralizaba la información sobre los numerosos enemigos de Israel con capacidad bélica.

En los tres años siguientes, Barak coordinó para las FDI las acciones en el Líbano ocupado, la vigilancia de las fronteras con Siria y operaciones de represalia antipalestinas como el ataque aéreo contra la sede la OLP en Túnez, el 1 de octubre de 1985. En 1986 fue nombrado jefe de la Comandancia Central del Ejército, en 1987 subjefe del Estado Mayor y finalmente, el 1 de abril de 1991, jefe del Estado Mayor con el grado de teniente-general, el más alto del escalafón israelí, en sustitución del general Dan Shomron. Aunque obviamente no existe respaldo oficial para esta información, parece ser que Barak dirigió el asesinato por el Mossad el 16 de abril de 1988 en Túnez del dirigente palestino Abu Jihad, lugarteniente de Arafat y considerado por Israel el cerebro de numerosos atentados e incursiones terroristas.

Como comandante en jefe de las FDI, Barak dirigió en 1994 la evacuación de los territorios ocupados concedidos a la autonomía palestina por el Acuerdo Gaza-Jericó, firmado en El Cairo el 4 de mayo como iniciación la Declaración de Principios de 1993. Más todavía, Barak, en tanto que responsable de aplicar los aspectos concernientes a la seguridad, tomó parte en las negociaciones bilaterales con la OLP, al igual que en las planteadas con Siria, con cuyo homólogo militar se reunió. Por primera vez en tres décadas, Barak tenía tratos diplomáticos con unos enemigos a los que había combatido encarnizadamente.


2. Ingreso en la política con el Avoda a instancias de Rabin y Peres

Como otros militares con una prestigiosa hoja de servicios antes que él, Barak colgó la guerrera para dedicarse a la alta política, en un país donde los héroes castrenses son fichados por los partidos como un reclamo electoral decisivo. El aporte de Barak era indiscutible, puesto que se trataba del más condecorado soldado en la historia de las FDI.

El 1 de enero de 1995 Barak se retiró del servicio activo y a continuación probó fortuna en el mundo de los negocios privados como socio de una empresa de inversiones en Washington. Al cabo de unos meses estuvo de vuelta para lanzarse a la arena política en las filas del Partido Laborista, el Avoda. Ésta era la fuerza que más años había gobernado desde la fundación del Estado en 1948 y desde julio de 1992 venía haciéndolo de la mano de Yitzhak Rabin, el veterano y laureado ex general, jefe del Estado Mayor de las FDI cuando la Guerra de los Seis Días y luego, en los setenta, primer ministro sucesor de la legendaria Golda Meir. Rabin ofreció a su viejo camarada de armas un estatus de lujo en el Avoda y Barak no dudó en responder afirmativa a la persona por la que, junto con David Ben-Gurion, el fundador del Estado, sentía una profunda admiración.

La carrera política de Barak fue meteórica. El 18 de julio de 1995 Rabin le nombró ministro del Interior y el 22 de noviembre siguiente, 18 días después del asesinato de su mentor a manos de un ultraderechista judío, el nuevo primer ministro y líder del partido, Shimon Peres, le otorgó la prestigiosa cartera de Asuntos Exteriores, la misma que él había ocupado desde 1992. No tuvo apenas oportunidades Barak para demostrar sus habilidades diplomáticas, al coincidir su breve ejercicio con un viraje negativo del proceso de paz. Los brutales atentados terroristas de la organización palestina Hamas en Jerusalén y Tel Aviv, y la aún más sangrienta operación de represalia aérea contra objetivos de la guerrilla Hezbollah en Líbano, hundieron la confianza del electorado en los laboristas, que el 29 de mayo de 1996 perdieron las elecciones ante el Likud. El 18 de junio de 1996 Binyamin Netanyahu, su antiguo subalterno en la guerra de comandos, se convirtió en primer ministro y Barak cesó en el Ejecutivo.

Barak se aseguró su estancia en la política desde su recién adquirido escaño de diputado en la Knesset, pero las circunstancias se le aparejaron inmejorablemente para realizar su mayor ambición política. En el partido se recordaba la etapa provechosa de Rabin, cuyo perfil Barak recordaba grandemente, y se fraguó un movimiento de censura contra Peres, superviviente de los grandes nombres del laborismo, arquitecto de los acuerdos con los palestinos y premio Nobel de la Paz, pero hecho responsable de una errónea dirección de gobierno que había mandado al Avoda a la oposición.

En las elecciones internas del 3 de junio de 1997 al líder del partido y su candidato a primer ministro, Barak se impuso con un 56% de los votos a Yossi Beilin, considerado el delfín del dimitido Peres y coartífice de los acuerdos secretos de Oslo de 1993, y a Shlomo Ben Ami, ex embajador en España. Barak se convirtió en el primer jefe laborista nacido en suelo de Israel, un registro que compartía Netanyahu al frente del Likud. Carente del carisma político al uso y no muy buen orador, aunque señalado como un hombre de pensamiento agudo e intelecto superior, como jefe de la oposición Barak fue sacando réditos de la creciente impopularidad de Netanyahu, que no conseguía avances sustanciales en el proceso paz con los palestinos, estaba envuelto en escándalos de corrupción y, desde finales de 1998, afrontaba un rosario de defecciones y rebeldías en su partido.

Barak denunció las consecuencias del famoso triple no de Netanyahu (al Estado palestino, a la división de Jerusalén y a la devolución del Golán a Siria) y de su hostilidad al principio de paz por territorios, que era la esencia de los acuerdos de 1993 y 1994. Para forzar la caída de Netanyahu y la convocatoria de elecciones anticipadas, Barak presentó varias mociones de censura y finalmente rechazó la oferta del líder derechista de formar un gobierno de unión nacional que compensara las fugas en su propio frente.


3. Victoria sobre el Likud y salto a la jefatura del Gobierno en 1999

En diciembre de 1998, Netanyahu, confrontado con su minoría, hubo de plegarse a la exigencia de Barak de adelantar las elecciones. En la campaña, Barak sacó a relucir sus antiguas hazañas bélicas y su experto conocimiento de los campos palestino y sirio, prometiendo concluir la tarea interrumpida de Rabin de sellar la paz en ambos frentes. Su programa al respecto era preciso en algunos capítulos, no tanto en otros. Por un lado, aseguró que las FDI evacuarían antes de un año la franja extremo meridional de Líbano, ocupada desde 1985 para proteger Galilea de los ataques de los palestinos y luego de los shiíes libaneses de Hezbollah. La medida se contemplaba como elemento impulsor de las congeladas negociaciones con Siria, con vistas a un tratado de paz que incluiría la devolución del Golán.

Más ambigüedad empleó en el otro capítulo. Si bien subrayó que un gobierno suyo retomaría decididamente las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP, el ente autonómico al que Israel nunca se refiere como "nacional", de acuerdo con la terminología empleada en los documentos suscritos), cumpliría todos los compromisos de retrocesión territorial ya adoptados y abriría conversaciones sobre las cuestiones finales contempladas por el calendario de 1993, evitó pronunciarse sin asomo de duda sobre dos de estas cuestiones: el reconocimiento del Estado palestino (salida favorecida por muchos responsables laboristas) y su posible capitalidad en Jerusalén oriental. Barak tampoco fue explícito sobre el espinoso asunto de los asentamientos judíos en Cisjordania y, en especial, en los arrabales orientales de Jerusalén, cuya proliferación bajo Netanyahu había producido viva irritación entre los palestinos.

Para Barak, antes de firmar un tratado final de paz la ANP tendría que desmilitarizarse y renunciar a las fronteras anteriores a 1967, ya que la delimitación del futuro ente palestino no seguiría el trazado de la antigua Cisjordania jordana. Además, todo acuerdo de calado se sometería a referéndum en Israel. Barak hizo su agosto con el barullo que estremecía el campo derechista, minado por las peleas y las deserciones, y atrajo al suyo a un inopinado conjunto de fuerzas del centro, la derecha y el nacionalismo religioso. Con dos de ellas, Gesher, el partido centroderechista del ex ministro de Exteriores del Likud David Levy, y Meimad, ortodoxa, sionista y de centroizquierda, constituyó el bloque electoral Yisrael Ahat (Un Israel). La jugada buscaba captar los votos de los judíos sefardíes y los inmigrantes de Rusia, hasta entonces olvidados por el Avoda (tradicionalmente dominado por la élite europea de cultura ashkenazi, en la que Barak se ubicaba) y hasta ahora un vivero electoral del Likud. Las elecciones generales del 17 de mayo de 1999 fueron dobles: al puesto de primer ministro, con arreglo al modelo de elección directa estrenado en 1996, y a la Knesset.

En la primera consulta, Barak se benefició de la retirada de otros candidatos con posibilidades (fundamentalmente Yitzhak Mordechai, ex general y ministro de Defensa de Netanyahu hasta que se marchó para fundar el Partido del Centro, Merkaz) y batió a Netanyahu con el 56,1% de los votos. En las legislativas, Un Israel se hizo con el 20,2% de los votos y 26 escaños, valores harto discretos que eran sensiblemente inferiores a los cosechados en 1996 por el Avoda en solitario. Esto se achacó a la fragmentación del voto en una pléyade de partidos, lo cual perjudicó todavía más al Likud, que encajó los peores resultados de su historia, obligando a Netanyahu a dimitir de todos sus cargos.

El 6 de julio Barak formó gobierno al frente de una de las coaliciones más heterogéneas que recordaba Israel. Además del Avoda, recibieron puestos ministeriales Gesher (con Levy en Asuntos Exteriores, más un puesto de viceprimer ministro), Meimad, Shas (ultraortodoxos sefardíes), Meretz (izquierda laica), Yisrael BaAliyah (representante de la minoría rusa, cuyo jefe, Natan Sharansky, obtuvo la cartera de Interior), Merkaz (dirigido por Mordechai, nuevo titular de Transportes y viceprimer ministro) y el Mafdal o Partido Nacional Religioso (ortodoxos sionistas). Desde la Knesset, anunció su apoyo parlamentario Yahadut HaTorah, alianza de dos partidos ultraortodoxos, integristas religiosos pero no sionistas, con base ashkenazi. El variopinto conglomerado aportaba al oficialismo una mayoría absoluta de 75 diputados. Barak se reservó para sí la cartera de Defensa y, provisionalmente, la de Agricultura, Absorción de la Inmigración, Turismo y Cultura.

Estaba por ver cómo iba Barak a conciliar a partidos como Meretz, estrictamente laico, pacifista y de izquierdas, y Shas, profundamente conservador y eterno solicitante de dinero para sus escuelas rabínicas. Las radicales diferencias ideológicas en el seno del Gabinete auguraban dificultades en la elaboración de la agenda política. Por otro lado, los partidos representantes de la minoría árabe (un millón de ciudadanos), que sumaban una decena de diputados, se sintieron frustrados con su exclusión del Ejecutivo después de haber pedido el voto por Barak.


4. La paz con los palestinos como objetivo; los contactos con los países árabes y la evacuación del sur de Líbano

Barak, que en noviembre de 1999 fue elegido vicepresidente de la Internacional Socialista, invitó a Arafat a retomar con brío las negociaciones para conseguir un "acuerdo permanente de coexistencia, prosperidad y buena vecindad", aunque dejó caer que Jerusalén seguiría bajo el control exclusivo de Israel y confirmó que no se frenaría la construcción de asentamientos en Cisjordania. Sobre esta decisión seguramente pesaron las exigencias de sus socios más fervientemente sionistas, como el Mafdal y Yisrael BaAliyah. También hizo un llamamiento a sirios y libaneses para alcanzar un arreglo satisfactorio, para todo lo cual invocó la "paz de los valientes" de Rabin.

Sus primeros encuentros con los líderes implicados en el proceso de paz no se hicieron esperar y acaecieron en el mismo mes de julio. El día 9 visitó al presidente egipcio Hosni Mubarak en Alejandría; el 11 se reunió con Arafat (desde 1996, presidente de la ANP) en el puesto fronterizo de Erez, en Gaza; el 13 lo hizo con el rey jordano Abdallah II en Aqaba; y del 15 al 20 permaneció en Estados Unidos, donde departió con el presidente Bill Clinton. El día 25 asistió en Rabat a los funerales del rey marroquí Hasan II y aprovechó para sostener un encuentro a tres con Arafat y Clinton, ser recibido por el nuevo monarca marroquí, Mohammed VI, y mantener una entrevista con el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika, la primera entre mandatarios de los dos países. El 27 volvió a reunirse con Arafat en Erez y dos días después hizo lo propio con Mubarak en Alejandría.

El frenesí diplomático de Barak, que opacó completamente al ministro Levy, contrastó poderosamente con el talante de Netanyahu, quien durante su mandato había tardado casi tres meses en tener su primera cita con Arafat, y aún a desgana. Ante el dirigente palestino, Barak se comprometió a cumplir el Memorándum de Wye River de octubre de 1998, que estipulaba la retrocesión de un 13% de territorio cisjordano adicional a la ANP y cuya aplicación el Gobierno del Likud había dejado en suspenso. El primer ministro no precisó las fechas o modos del repliegue israelí, pero a los palestinos les alivió saber que Wye no se utilizaría como una excusa para retrasar la negociación de los aspectos finales del proceso de paz. Preguntado sobre los asentamientos, Barak fue evasivo: no se construirían nuevas colonias, pero tampoco se desmantelarían las ya existentes.

Optimista y ambicioso, Barak se fijó un plazo de 15 meses para lograr un arreglo de paz global con la ANP, Siria y Líbano, una precisión de fechas que ningún primer ministro se había atrevido a hacer desde el arranque del proceso en 1991. Después de algunas dilaciones interesadas, el 4 de septiembre acudió a Sharm El Sheij, Egipto, para firmar con Arafat un Memorándum, informalmente llamado Wye II, sobre la implementación de los compromisos del Memorándum de Wye y aspectos militares pendientes de los acuerdos anteriores. Para el israelí, Wye II constituía una versión "ampliada y corregida" del texto de 1998, a la sazón simple letra muerta desde hacía nueve meses.

Por el Memorándum de Sharm El Sheij, Israel se comprometía a realizar la retrocesión sólo administrativa del 10% de territorio y de un 8,1% adicional en todas las áreas, incluido el control de la seguridad, en tres etapas desde el 5 de septiembre de 1999 hasta el 20 de enero de 2000. Si todo iba bien, en la última fecha la ANP pasaría a controlar, con distintos grados de soberanía, el 41% de Cisjordania. Barak aceptó también liberar a unos 350 presos palestinos, de entre los 2.000 recluidos en las cárceles israelíes. A cambio, Arafat se comprometió a no declarar el Estado palestino de manera inmediata.

El 8 de noviembre, con tres años y medio de retraso, comenzaron en Ramallah las conversaciones sobre el estatus definitivo de los territorios autónomos y ocupados, y sobre todas las cuestiones excluidas en el período interino: Jerusalén, refugiados, seguridad bilateral, fronteras y relaciones de cooperación. Todo parecía marchar por la buena senda y Barak acariciaba la conclusión del acuerdo de paz final con los palestinos en algún momento de 2000, pese a su política inconsistente sobre los asentamientos considerados "ilegales", ya que algunos fueron desmantelados y otros no. El futuro de los asentamientos dependía de las alambicadas negociaciones con los colonos, quienes, al asegurar la permanencia de sus construcciones menos recientes, entendieron que su táctica de los hechos consumados merecía la pena.

Se reanudaron asimismo las negociaciones con Siria, después de tres años y medio de parálisis. Barak se reunió con Farouk ash-Shara, el ministro sirio de Exteriores, en Washington a mediados de diciembre y en la cercana localidad de Shepherdstown el 3 de enero de 2000. Siempre con la intermediación de Clinton, Barak comunicó a Shara su disposición a encontrarse cara a cara con el presidente Hafez al-Assad.

La calma en la región, que permanecía como expectante, fue aprovechada por Barak en 2000 para llevar a cabo su más perfilada promesa electoral: la retirada del sur de Líbano y la supresión de la llamada Zona de Seguridad, de 15 km de profundidad en términos medios, desde la frontera hasta el río Litani. Aprobado por el Gabinete el 5 de marzo de 2000, el repliegue de las FDI se produjo con toda presteza los días 23 y 24 de mayo, dos meses antes de lo previsto, poniendo fin a 18 años de ocupación. Barak realizó el movimiento sin acuerdo con Siria y además mantuvo un destacamento en las granjas de Shebaa, un área lindera con los Altos del Golán y que Israel consideraba, no territorio libanés (en lo que estaban de acuerdo Beirut y Damasco), sino sirio.

Las consecuencias sobre el terreno de la histórica evacuación, reclamada con insistencia por la comunidad internacional sobre la base de la resolución 425 (1978) del Consejo de Seguridad de la ONU, fueron fulminantes: la guerrilla libanesa local que venía colaborando con los ocupantes, el Ejército del Sur de Líbano (ESL), se desintegró y los milicianos de Hezbollah llenaron el vacío tomando posesión del área. El partido shií se jactó de que la marcha de las tropas israelíes constituía una victoria suya y su despliegue en la zona desocupada sin duda incrementó su popularidad entre los libaneses. Para Barak, sin embargo, la retirada unilateral de Israel, sin un acuerdo de paz, había evitado que Hezbollah obtuviera legitimidad internacional como fuerza que luchaba contra una potencia ocupante.


5. Crisis en el Gabinete de coalición e implosión del proceso de paz

Sin embargo, los luminosos vaticinios de Barak no tardaron en empañarse. Israel llegó al 20 de enero de 2000 sin cumplir el cronograma acordado en Sharm El Sheij y las atascadas conversaciones de Ramallah demandaron la presencia activa de Barak y Arafat. El 9 de marzo los dos líderes más Mubarak analizaron la situación en el balneario egipcio y seis días después el Gobierno israelí aprobaba reanudar la retrocesión. El 21 de marzo las FDI culminaron la tercera fase de la segunda etapa de los repliegues posteriores fijada en Wye II.

Por el lado sirio, la inercia era similar. En marzo, Damasco rechazó la propuesta de Barak de una retirada parcial del Golán que excluyese la ribera nororiental del mar de Galilea, vital recurso hídrico para el Estado judío al extraer de él el 40% del agua que consumía. Las conversaciones se bloquearon al reafirmarse Siria en su postura tradicional: Israel sólo tendría un tratado de paz completo si procedía a la restitución previa e íntegra del Golán. La muerte de Hafez al-Assad el 10 de junio contribuyó a prolongar la interrupción. El nuevo presidente, Bashar al-Assad, hijo del finado, notificó su voluntad de retomar el diálogo, pero sobre la base de aquel principio irrenunciable.

Si los palestinos le tachaban de reluctante, Barak también empezó a ser cuestionado desde su coalición. El partido Shas le venía exigiendo transferencias de fondos a su red de escuelas religiosas y como medida de prisión votó en la Knesset algunas propuestas legales del Likud. Barak no quiso dar el brazo a torcer y el 20 de junio Shas retiró a sus ministros del Gobierno. Al día siguiente, era Meretz quien daba el portazo, esta vez por todo lo contrario, como protesta por lo que consideraba excesiva complacencia del líder laborista con las continuas demandas, prácticamente chantajes, de la derecha religiosa, que no casaban con la "revolución laica" pregonada en la campaña de 1999.

El mutis de Meretz era lo que estaba esperando Shas, que el 22 de junio retornó al Gobierno tras aceptar Barak la liberación de los fondos pedidos. Los analistas apuntaron que el abandono de Meretz privaba al Avoda de sus aliados ideológicos naturales, pero no se ocultaba que Barak lo que ansiaba era que le dejasen las manos libres para hacer la paz con los palestinos. La componenda resultó insuficiente y el 11 de julio Shas se marchó definitivamente, en lo que fue secundado por Yisrael BaAliyah y el Mafdal. Sharansky abandonó el Gobierno aquel mismo día muy molesto con la sugerencia del primer ministro de que las negociaciones con los palestinos sobre el llamado estatus final podrían desembocar en la división de Jerusalén. En cuanto al centrista Mordechai, ya no servía en el Ejecutivo desde el 30 de junio, cuando tuvo que dimitir tras serle imputado un delito sexual presuntamente cometido en su etapa de militar. Sin embargo, Merkaz proseguía en la coalición.

Barak se había quedado en minoría y de hecho al día siguiente, 12 de julio, el Likud le presentó una moción de censura que superó por los pelos gracias al apoyo de los partidos árabes y los restos de la coalición. Mientras su Gobierno se tambaleaba, Barak acudió al llamado de Clinton para que llegase a un acuerdo de paz con Arafat en Camp David. La convicción general era que el tiempo se agotaba, que el malestar y la tensión crecían en ambos pueblos, y que si no se hacía la paz ahora tocando los aspectos del estatus final, luego ya no sería posible. Encerrados en el complejo presidencial de Maryland desde el 11 de julio y sometidos a una gran presión ambiental, Barak y Arafat abordaron las cuestiones cardinales del proceso. Llegado este punto, quedó claro que las posturas eran antitéticas y que el consenso, incluso el más básico, no era posible. En Israel, miles de militantes derechistas y colonos se manifestaron exigiendo a Barak que no cediera un ápice sobre la Ciudad Santa, en cuya parte oriental la ANP pretendía establecer la capital de su futuro Estado, y sobre el retorno de los refugiados palestinos y el desmantelamiento de los asentamientos judíos.

Efectivamente, Barak rechazó la propuesta de Arafat de una soberanía compartida de Jerusalén, ya que adjudicaba a los palestinos la Explanada de las Mezquitas, lugar sagrado del Islam sito en la Ciudad Antigua del sector oriental y aledaño a otros recintos de santidad para las religiones judía y cristiana. Este exiguo perímetro, nexo de los barrios judío y musulmán, era el nudo gordiano al final del camino iniciado en 1991 y materia hipersensible, ya que la pujante ortodoxia israelí lo reclamaba a su vez como el bíblico Monte del Templo, vinculado a la llegada del Mesías y parte de un todo con el contiguo Muro de las Lamentaciones, único resto del Segundo Templo de tiempos de Herodes el Grande.

El 25 de julio Barak retornó de vacío a Israel, sólo para encajar nuevos embates. El 31 de julio, su candidato a presidente del Estado en sucesión de Ezer Weizman, el prestigioso Peres, del que esperaba una aportación decisiva a los esfuerzos de paz, fue derrotado en la Knesset por el poco conocido postulante de la derecha, Moshe Katzav. Luego, el 4 de agosto, Levy, que se había negado a tomar parte en las reuniones de Camp David porque creía que el primer ministro estaba listo para hacer concesiones inaceptables a los palestinos, presentó la dimisión como titular de Exteriores y se llevó tras de sí a su partido, Gesher, sellando el final de Un Israel. En los días siguientes se sucedieron las broncas ministeriales y las defecciones parlamentarias, hasta el punto de no contar Barak más que con tres decenas de diputados leales.

El socavamiento de la autoridad de Barak se hacía notar en el propio Avoda, donde varios dirigentes empezaron a tomar posiciones para el caso de que hubiera que elegir a un nuevo líder a corto plazo. Inasequible al desaliento, el 25 de septiembre Barak volvió a reunirse con Arafat en Kojav Air, cerca de Tel Aviv, para sondear su disposición a un acuerdo de paz inmediato con exclusión de Jerusalén, punto que, dada su intratable naturaleza, se abordaría más adelante. Arafat, plegándose a las advertencias israelíes, había aceptado posponer sine díe la proclamación unilateral del Estado palestino.

El 28 de septiembre Barak habló por primera vez sobre la capitalidad de un futuro Estado palestino en Jerusalén oriental. Pero la histórica admisión quedó eclipsada cuando, ese mismo día, Ariel Sharon, líder provisional del Likud, ministro de Defensa cuando la invasión de Líbano en 1982 y veterano halcón de las luchas con los palestinos, se paseó por la Explanada de las Mezquitas rodeado de guardaespaldas y con ademán desafiante. Fue la mecha que prendió un estallido popular palestino en la Ciudad Santa, rápidamente extendido a la ANP y al resto de la Cisjordania ocupada. Barak no exigió responsabilidades a Sharon por su acto provocador y, como en sus mejores tiempos de soldado al servicio de la patria en peligro, dio una respuesta inmediata y contundente. Ordenó a las FDI sofocar la revuelta sin reparar en medios (tanques, artillería y aviación incluidos), emplazó a Arafat a que detuviese a los guerrilleros urbanos de Hamas, Fatah (el partido del líder palestino) y otras organizaciones dotadas de milicias, y le advirtió de las funestas consecuencias de enfrentar a sus efectivos policiales con las tropas israelíes.

En los días y semanas siguientes, la ya bautizada como la Segunda Intifada se desarrolló entre paroxismos de violencia, treguas volátiles y provocaciones mutuas, a caballo entre la represión antidisturbios y la guerra abierta. Barak alternó erráticamente los ultimatos conminatorios con las propuestas conciliadoras, al precio de desacreditarse ante su opinión pública y ante los palestinos. Para el primer ministro, en lo que fue apoyado por Estados Unidos, la ANP era la responsable de la ola de violencia en marcha por no haber puesto coto, y aún haber autorizado (según se desprendía de las recientes excarcelaciones de activistas de Hamas y la Jihad Islámica), las asechanzas terroristas de las organizaciones radicales. Además, las propias fuerzas paramilitares de Fatah, teóricamente bajo las órdenes directas de Arafat, alentaban a la venganza por las agresiones de las FDI, pero su jefe no las silenciaba.

Con el paso de los días, la opinión pública israelí llegó a la conclusión de que esta segunda Intifada, lejos de ser espontánea, había sido minuciosamente preparada por la OLP para poner al Gobierno de su país contra las cuerdas y obligarle a soltar prenda en las reclamaciones principales. El Ejecutivo llegó a tenerlo claro: Arafat y Fatah habían planeado la rebelión con gran antelación y la habían puesto en marcha nada más producirse la visita de Sharon a la Explanada de las Mezquitas. Y esto aconteció, proseguían los portavoces laboristas, justo cuando Barak manejaba la idea, en un enfoque sin precedentes desde 1948, de un Estado palestino con capital en Jerusalén oriental.

Para Arafat, sin embargo, Barak era el culpable de todo, por haber dejado pudrir la situación con su intransigencia negociadora en lo relacionado con el estatus final, por no detener la colonización de Cisjordania, por imponer castigos colectivos (como el bloqueo de las comunicaciones autonómicas) y por lanzarse, a partir del 29 de septiembre, a la liquidación selectiva de sus subordinados en los organismos de fuerza, siguiendo la filosofía de devolver golpe por golpe y de eliminar, con métodos terroristas de hecho, a todo el que estuviera tras una agresión contra el Estado judío. La ANP negó categóricamente que orquestara las violencias. Al ordenar bombardeos contra edificios institucionales, instalaciones policiales e infraestructuras civiles, el mandatario israelí, más que no dejar un ataque sin castigo, parecía buscar la ruina de la ANP y la inviabilidad de su conformación estatal. Con el uso expeditivo y a veces indiscriminado de su potencia de fuego, las FDI estaban provocando muchas decenas de muertos entre los palestinos.

En sus encuentros en el mes de octubre (el día 4 en París y los días 16 y 17 en Sharm El Sheij), gestionados a toda prisa por los países implicados en el malhadado proceso de paz, Barak rechazó a Arafat su demanda de la formación de una comisión internacional que investigara el origen de la crisis; el motivo, que dicha comisión contaría con oficiales de Francia y Egipto, países que él consideraba parciales, por propalestinos. Fracasado el alto el fuego acordado en Sharm El Sheij, condenada Israel por el uso excesivo de la fuerza en el Consejo de Seguridad y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, y producidas las primeras muertes de árabes israelíes así como inquietantes estallidos de racismo por parte de ciudadanos judíos, el 22 de octubre Barak anunció una "pausa" en el proceso de paz, esto es, su suspensión, mientras intentaba desesperadamente recomponer su Gobierno.

Así, el líder laborista pidió a Sharon la formación de un ejecutivo de unión nacional, pero éste planteó unas condiciones tan elevadas que el 29 de noviembre Barak arrojó la toalla y convocó elecciones legislativas anticipadas para 2001. Ocho días antes, Egipto había retirado a su embajador de Tel Aviv, severa expresión de enfado que causó conmoción por tratarse del primer Estado que había hecho la paz con Israel y del valladar de moderación imprescindible en un momento de animosidad general en el mundo árabe. Marruecos, Túnez, Omán y Qatar suspendieron también sus vínculos, de índole comercial o diplomática al nivel de oficinas de enlace, con Israel, pero los tres estados con relaciones diplomáticas plenas, Egipto, Jordania y Mauritania (este último desde octubre de 1999), no llegaron al extremo, reclamado con vehemencia desde distintos sectores del mundo árabe, de romperlas.

Barak se sintió más libre tras la provisionalidad parlamentaria que había creado; de hecho, como estaba dispuesto a ceder, se convenció de la posibilidad de conseguir un acuerdo de paz, aunque fuera precario, con Arafat antes de las elecciones, para llegar a ellas como los laureles de triunfador; no extrañó por tanto que fuera ahora Sharon quien pidiera el Gobierno de unión nacional. El 30 de noviembre el primer ministro hizo su oferta más avanzada: un 10% adicional de Cisjordania, correspondiente a corredores que permitirían comunicar entre sí las ciudades de la ANP, y el reconocimiento, por primera vez de manera oficial y sin atenuantes, del Estado palestino; a cambio, la ANP renunciaría durante "uno, dos o tres años" al acuerdo de paz definitivo, incluidas las cuestiones de Jerusalén, los refugiados y las colonias judías, tres de las cuales serían anexionadas por Israel. Sobre la Ciudad Santa, Barak anticipó que su país sólo aspiraría a ejercer su soberanía sobre los lugares judíos de la ciudad intramuros.

Para Barak, de lo que se trataba era de desactivar la Intifada, retroceder a la situación anterior al 28 de septiembre y, a partir de ahí, negociar sin premuras ni aspavientos. Pero Arafat respondió que ya no había tiempo para otra cosa que no fuera la plasmación del ya un año retrasado remate de los Acuerdos de Oslo, así que respondió negativamente. Confrontado a su último fracaso, el 9 de diciembre Barak anunció su dimisión como primer ministro. Con la formalización de la renuncia al día siguiente, automáticamente quedaron convocadas elecciones al puesto para antes de 60 días. Ya por iniciativa exclusiva de Clinton, que no quería dejar la Casa Blanca sin pasar a la historia como el pacificador de Palestina, la actividad diplomática fue frenética entre finales de diciembre de 2000 y principios de enero de 2001, pero en vano.

Tras la asunción presidencial en Washington del republicano George W. Bush, los contactos palestino-israelíes prosiguieron a nivel ministerial en Taba, Egipto. Todavía el 23 de enero Barak volvió a cambiar de opinión y, para contrarrestar el irresistible empuje de Sharon, que ofrecía a los israelíes el final de la violencia y una paz segura sin concesiones a los palestinos, declaró que Israel se reservaría la soberanía sobre toda la ciudad amurallada de Jerusalén. El escenario de una soberanía compartida de Jerusalén y el reconocimiento de las fronteras de 1967 como la delimitación entre el Estado israelí y el futuro Estado palestino, temas hablados por el ministro Shlomo Ben-Ami en Taba, se diluyó en la nada. Aunque las encuestas le daban como seguro perdedor ante el jefe del Likud, Barak rechazó las peticiones de algunos sectores del Avoda de que cediera la candidatura a Peres, quien sí tenía más posibilidades frente al viejo ex general, según esos mismos sondeos. En vísperas de la elección, Barak fue censurado también por los partidos árabes, después de que, en un intento de recuperar su voto, pidiera excusas por la muerte de 13 ciudadanos de esta condición a manos de la Policía.


6. Derrota electoral por Sharon y salida del poder en 2001

Las elecciones del 6 de febrero de 2001 a primer ministro pusieron el colofón al estrepitoso fracaso del mandato de Barak, que, salvo la retirada de Líbano, no había podido cumplir sus promesas de 1999, no había firmado ningún acuerdo de paz y, más aún, dejaba al país en pie de guerra con los palestinos y mal encarado con los escasos países árabes que no le eran hostiles. Sharon se cobró su arriesgado envite del 28 de septiembre y arrasó con el 62,5% de los votos frente al 37,4% recabado por Barak, una diferencia porcentual inédita en la democracia israelí. En los días siguientes, Barak escucharía reproches desde todos los sectores de la opinión pública, siendo el más sonoro el que le tachaba de "peor primer ministro en la historia de Israel".

Nada más conocer los resultados, el líder laborista, que hasta el final había confiado en poder ganar, anunció que abandonaba "durante un tiempo" la vida política, incluidos la dirección del partido y el escaño en la Knesset. La idea era, como hicieran Rabin y Netanyahu antes que él, retirarse a la esfera privada, esperar a que se disiparan las malas vibraciones de su deslucido mandato y, planteado el momento propicio, regresar a la política con ímpetus renovados. Sin embargo, cuando Sharon le ofreció integrarse en su próximo Gobierno como ministro de Defensa, el todavía primer ministro se lo pensó mejor. El 11 de febrero Barak se reunió con el líder derechista para negociar la formación de un Gobierno de unión nacional. Como fórmula de acercamiento, sacó adelante en el Consejo de Ministros una iniciativa que declaraba "caducas" y "no vinculantes" todas las propuestas hechas a los palestinos en el último año y medio, lo que entrañaría volver a negociar desde cero. En otras palabras, Barak no tenía ambages en renegar de sus posicionamientos de paloma a cambio de un puesto en un Gabinete de halcones.

La espantada poselectoral de Barak fue la señal que esperaban los barones del Avoda para lanzarse a la lucha por la jefatura del partido. El laborismo, dividido en tendencias y facciones mal avenidas, vivió como una humillación sin precedentes la aplastante victoria de Sharon, y varios dirigentes exteriorizaron los resentimientos que había provocado el gesto de Barak de aferrarse a su candidatura aun cuando no tenía ninguna posibilidad de ganar. Además, se habían perdido extensos sectores de votantes tradicionales, como los árabes, los izquierdistas y pacifistas, y los laicos de variado signo de ascendencia ashkenazi, que esta vez se abstuvieron (los dos primeros grupos) o bien votaron a la derecha (el tercero).

El 15 de febrero, horas después de que un suicida palestino matara a siete soldados en la localidad de Holon, Barak aceptó la cartera de Defensa que le ofreció Sharon "por la difícil situación del país en materia de seguridad y por las presiones recibidas". Pero cinco días después, en otra de sus piruetas características, comunicó a Sharon su renuncia definitiva al ministerio conforme al anuncio de retirada hecho el 6 de febrero. Entonces, entró en escena Peres, quien, sacudiéndose de la marginación institucional a que le había sometido Barak, asumió el liderazgo del Avoda de manera provisional y confirmó con Sharon la formación del Gobierno de unidad, donde él recibió su querida cartera de Exteriores. En cuanto a la de Defensa, fue para Binyamin Ben-Eliezer, un capitoste laborista de línea conservadora y antiguo general partidario de la mano dura con los palestinos.


7. Paréntesis político, regreso al liderazgo laborista y ministro de Defensa con Olmert

El 7 de marzo de 2001 el Gobierno Sharon inició su andadura y Barak cesó en el Ejecutivo y en el Legislativo. Semanas después, la Policía le interrogó en el curso de una investigación penal de la campaña de recaudación de fondos del Avoda para las elecciones de 1999. Durante unos meses más, el ex primer ministro se mantuvo en el candelero, responsabilizando a Arafat en exclusiva del presente estado de cosas, pero siendo acusado él a su vez por un ex asesor de Clinton de haber provocado el fracaso de la cumbre de Camp David con sus "exasperantes" tácticas negociadoras. En septiembre de 2001 Barak se mudó a Estados Unidos para prestar servicios profesionales a la consultora de tecnologías de la información Electronic Data Systems (EDS), que le reclutó en calidad de asesor especial de su director ejecutivo, Dick Brown.

Desde Estados Unidos, Barak continuó vertiendo sus opiniones sobre la actualidad, crecientemente trágica, de Palestina. En actos públicos y entrevistas, el antiguo gobernante se alineó con Sharon y su destructiva campaña bélica en Cisjordania. También respaldo el proyecto de un "muro de seguridad" que discurriera a lo largo del límite de Cisjordania y en torno a Jerusalén oriental con el fin de proteger al Estado de las infiltraciones terroristas.

Endureciendo su lenguaje, describió a Arafat como un "canalla terrorista" y un "mentiroso en serie" al que había que remover del liderazgo de la ANP como requisito indispensable para alcanzar la paz en la región. También, instó a europeos y occidentales en general a cerrar filas tras Estados Unidos en la guerra global contra el terrorismo de Al Qaeda y sus posibles socios estatales (como Irak), que equiparó a la "Tercera Guerra Mundial". En diciembre de 2003, saliendo al paso de unas revelaciones periodísticas, confirmó que en 1992 había ordenado a la Sayeret Matkal la cancelación, debido a la muerte de cinco soldados en unas maniobras de ensayo, de una operación de comandos concebida para asesinar a Saddam Hussein en su población natal de Tikrit, al norte de Irak.

Por otro lado, en septiembre de 2003 Barak no salió bien parado de las conclusiones de un panel de jueces, la Comisión Or, que investigaba la muerte de los 13 ciudadanos árabe-israelíes en los disturbios de octubre de 2000. En su informe de conclusiones, no vinculante, la comisión atribuyó a la Policía un uso excesivo de la fuerza y a los responsables políticos una estimación negligente del grado de frustración incubado en esa comunidad tras décadas de discriminaciones. Sin embargo, no solicitó la inhabilitación de Barak para desempeñar otros puestos de alta responsabilidad política en un futuro próximo. En cuanto a su vida privada, en agosto de 2003 se anunció la separación de Barak de su esposa Nava, poniendo fin a 34 años de vida conyugal. A continuación vino el divorcio y en julio de 2007 él iba a contraer segundas nupcias con Nili Priel, una antigua novia de juventud y relaciones públicas de profesión, que también obtuvo la nulidad de su matrimonio para llegar a esta boda.

En junio de 2004 el banco israelí Tamir Fishman notificó la entrada de Barak en sus actividades como miembro de la junta asesora de directores y socio en las inversiones de capital riesgo. La apertura por Barak de un frente de negocios en casa preludiaba su regreso a la política nacional. En noviembre siguiente, días antes de morir Arafat y tal como se esperaba, Barak anunció que estaba listo para competir por el mando laborista en la próxima elección interna del partido y que su ambición última era volver a ser primer ministro.

Para entonces, el Avoda seguía despeñándose por la pendiente del declive electoral, el liderazgo precario y la crisis de identidad. La defunción del proceso de Oslo y el embate de la Segunda Intifada, que incitaban al cierre de filas partidistas en aras de la seguridad del Estado y su defensa militar preventiva y reactiva, más un no discreto sentido del oportunismo político, amoldándose al sentir mayoritario de la opinión pública y dejándose seducir por las ofertas de cuotas de poder gubernamental que le tendía Sharon, estaban empujando al Avoda a renunciar a sus señas ideológicas tradicionales, en el enfoque del conflicto de Palestina y en la visión de la economía y la sociedad, que lo habían diferenciado del Likud. Desprendidas las alforjas socialdemócratas, la formación navegaba ya por aguas más propias de una derecha liberal identificada sobre todo con el mundo de la empresa y el capital.

Desde 2001, el partido había tenido de líderes sucesivamente a Ben-Eliezer, Amran Mitzna y Peres. Éste último había recuperado la jefatura en junio de 2003, luego de romper con Sharon en octubre de 2002 y de caerle en bandeja la dimisión del pacifista Mitzna, en asunción de su responsabilidad por los desastrosos resultados de las legislativas de enero (hundimiento hasta el 14,5% de los votos y los 19 escaños). Ahora mismo, a finales de 2004, Peres se disponía a reeditar con Sharon el Gobierno de unidad obteniendo el puesto de viceprimer ministro y sobre la base de un consenso en torno el Plan de Desconexión (desmilitarización y descolonización unilaterales) de Gaza.

Las prolongadas negociaciones con el Likud postergaron la elección interna en el laborismo, donde Peres hacía frente a cuatro rivales. Barak tomó nota del clima de hostilidad general hacia su persona y en septiembre de 2005 optó por retirarse de la competición. Entonces, llamó a los demás contrincantes a renunciar a sus ambiciones en favor de Peres, sin resultado. El 9 de noviembre el Comité Central votó y el titular reeleccionista cayó derrotado ante el sindicalista sefardí Amir Peretz, partidario de recuperar las esencias laboristas y dirigente del ala izquierda muy mal avenido con el ex militar, al que echaba en cara su elitismo social. Tras esta tentativa fallida, Barak redirigió su atención a los negocios privados, que en su caso siempre eran suculentos: se convirtió en socio de una inversora de capital riesgo de Pensilvania, SCP Partners, y fundó su propia compañía, Ehud Barak Limited.

El voluntario apartamiento de Barak, que no aprovechó la ocasión para regresar a la Knesset, coincidió con una etapa muy convulsa de la política israelí. Tras su elección, Peretz rompió el Gobierno de unión nacional y Sharon, una vez convocadas elecciones anticipadas para el 28 de marzo de 2006, anunció su marcha del Likud y la formación de un partido propio, Kadima, que arrastró a algunos mandos laboristas, empezando por Peres (y que dejó al achicado Likud en manos de Netanyahu). En enero Sharon sufrió un derrame cerebral que lo sumió en un coma irreversible, en marzo el Avoda aguantó el tipo frente al Kadima y retuvo sus 19 escaños, y en mayo se constituyó el nuevo Gobierno de coalición presidido por el sucesor de Sharon en el Kadima, Ehud Olmert, y con Peretz de ministro de Defensa.

Barak seguía decidido a recobrar el mando del Avoda, y para ello intentó congraciarse con los miembros de los órganos directivos reconociendo que en su ejercicio como primer ministro había cometido "errores" y hecho gala de "inexperiencia". Sus posibilidades fueron cobrando fuerza en la segunda mitad de 2006, período en el que el liderazgo de Peretz quedó irremisiblemente malparado por mantenerse en el Gobierno pese a entrar en el mismo el partido ultranacionalista Yisrael Beiteinu de Avigdor Lieberman, cuya incompatibilidad con él había proclamado, y, sobre todo, por su planificación, como responsable de Defensa, de la Operación Recompensa Justa, la masiva campaña bélica contra Líbano, que fracasó en su objetivo de destruir la capacidad de Hezbollah para atacar el norte de Israel con cohetes Katyusha y que costó la vida a 164 israelíes, además de a cerca de dos millares de libaneses.

La elección interna del Avoda quedó fijada para el 28 de mayo de 2007, y a ella Peretz llegó virtualmente derrotado por las contundentes críticas contenidas en el informe preliminar de la Comisión Winograd sobre la conducción de Recompensa Justa, que pusieron también contra las cuerdas a Olmert. Con el 39% de apoyos, un punto menos de los necesarios para proclamarse ganador en primera vuelta, Barak pasó a disputar la segunda vuelta con Ami Ayalon, antiguo comandante de la Armada y jefe del Shin Bet, el servicio de seguridad interior, y un neófito en política que sin embargo era el favorito en los sondeos desde hacía meses. Peretz quedó apeado. El 12 de junio los dos antiguos uniformados volvieron a verse las caras y Barak se llevó el liderazgo con un resultado ajustado, el 51,3%, correspondiente a 35.000 votos, 4.000 más que Ayalon.

El 15 de junio Peretz dimitió en el Gobierno y cuatro días después Barak, por segunda vez en un sexenio, tomaba posesión del Ministerio de Defensa, amén de uno los cuatro puestos de adjunto al primer ministro. Días más tarde, Barak planteó a los suyos el abandono del Gobierno de coalición si Olmert, acosado triplemente por las conclusiones negativas de la Comisión Winograd, las investigaciones judiciales de su presunta corrupción y la rivalidad de su ministra de Exteriores, Tzipi Livni, no dimitía para el otoño, pero la amenaza no se materializó. En junio de 2008 Olmert consiguió ganar un poco de tiempo convenciendo a Barak para que no forzara el adelanto electoral en la Knesset a cambio de convocar elecciones internas en el Kadima, a las que él no se presentaría y a cuyo vencedor entregaría el testigo.

El 17 de septiembre de 2008 Livni ganó la presidencia del Kadima pero luego fue incapaz de formar un gobierno mayoritario de unión nacional. Barak, pese a la pobre opinión que le merecía la titular de Exteriores, expresada en una serie de comentarios despectivos, se avino a tomar parte en unas complicadas negociaciones a múltiples bandas con una actitud más constructiva que las desplegadas por Netanyahu y el Shas, cuya intransigencia truncó los esfuerzos de Livni y condujo al país a unas elecciones anticipadas el 10 de febrero de 2009.


8. Ejecutor de la guerra de Gaza y renovación gubernamental con Netanyahu; la zozobra del Avoda



9. El ataque a la flotilla humanitaria de Gaza en 2010



10. Marcha del laborismo y fundación del partido Atzmaut


(Cobertura informativa hasta 1/4/2009)