Ebrahim Raisi

En Irán, a diferencia de anteriores ediciones caracterizadas por la expectación social y la competitividad de adversarios de peso con unas plataformas contrastadas, las elecciones presidenciales del 18 de junio de 2021 transcurrieron con apatía por la certeza del triunfo del candidato más identificado con la ortodoxia ultraconservadora del régimen surgido de la Revolución de 1979. El ganador fue, con el 61,9% de los votos, el clérigo y jurista Ebrahim Raisi, jerarca del ala dura y considerado el favorito para suceder en un futuro al líder supremo Ali Jamenei, máxima autoridad religiosa y política del país, al que el presidente de la República está subordinado.

Raisi, que recientemente se autorrevistió de la dignidad shií de ayatolá, ya compitió en las votaciones de 2017; entonces, fue derrotado por el mandatario hoy saliente, el moderado Hassan Rouhani, cuyo segundo ejercicio de cuatro años termina el 3 de agosto. En 2019 Raisi, conservando intacta la protección del Rahbar Jamenei, fue nombrado jefe del Poder Judicial. Aquel movimiento estuvo enmarcado en el control prácticamente absoluto de las instituciones del Estado por los llamados principalistas, que luego sacaron una aplastante mayoría en las elecciones legislativas de 2020. En dicha facción hegemónica están los defensores de la obediencia estricta al líder supremo y los proclamados custodios de las esencias del sistema fundado por el gran ayatolá Jomeini con base en el principio teocrático del Velayat-e Faqih, o gobierno de los expertos de la fe.

El todopoderoso Consejo de Guardianes se encargó de allanar el camino para la victoria de Raisi. Este órgano de cualificación, compuesto por seis teólogos -nombrados por el Rahbar- y seis juristas –nombrados por el Majlis o Parlamento-, vetó a alrededor de 600 precandidatos, 40 mujeres incluidas, y solo autorizó a siete, todos hombres. El ex presidente derechista Mahmoud Ahmadinejad, en malas relaciones con Jamenei, y el ex cabeza del Majlis Ali Larijani, conservador posibilista, estuvieron entre los eliminados de partida. Después, tres candidatos inscritos, Alireza Zakani, Saeed Jalili y Mohsen Mehralizadeh, único de los siete con credenciales reformistas, se retiraron durante la campaña. Los rivales que finalmente se enfrentaron a Raisi, el ex comandante de la Guardia Revolucionaria Mohsen Rezai, el tecnócrata Abdolnaser Hemmati y el diputado Amir-Hossein Ghazizadeh Hashemi, los tres laicos, eran personalidades conservadoras o moderadas poco conocidas y con un estatus muy inferior en los escalafones del régimen. El resultado fue una elección profundamente desequilibrada y sin pluralismo, incluso el tolerado en los límites del sistema.

La elección de Raisi, con una trayectoria de fiscal riguroso en la persecución penal de los disidentes e implicado en las ejecuciones extrajudiciales masivas de presos políticos en los años ochenta, llega cuando Irán se encuentra enfrascado en su guerra subterránea con Israel y en su programa nuclear, e intenta recuperarse de los estragos causados por la COVID-19. Tras el aplastamiento, con gran número de víctimas, de todos los movimientos de protesta y reforma interna sucedidos entre 1999 y 2020, muchos iraníes, los jóvenes en especial, han optado por expresar su desencanto por la perpetuación del inmovilismo, los abusos de derechos y las penurias económicas dándole la espalda a las urnas: la participación registrada, de menos de 49%, es la más baja desde las primeras elecciones celebradas en 1980; el volumen de votos blancos o en nulo, el 14% de los depositados, no tiene tampoco precedentes.

En su programa electoral, expuesto en trazo grueso y con tonos populistas, Raisi se dirige a las clases humildes con las promesas de luchar contra "la pobreza, la corrupción y la desesperanza", y de pilotar un Gobierno más enérgico para enderezar una economía crónicamente maltrecha, más ahora como resultado de la pandemia y las sanciones estadounidenses. También, habla de estimular la producción nacional con un propósito de "autosuficiencia" en los bienes básicos, de construir cuatro millones de viviendas y de acelerar la campaña de vacunaciones, que va muy retrasada.

Sobre la candente política exterior, el nuevo presidente, indagado por la prensa internacional, es más lacónico. Dice que su prioridad será relanzar las relaciones de vecindad en Oriente Medio y confirma que el país seguirá negociando con las potencias occidentales en Viena la reactivación del acuerdo nuclear de 2015, el JCPOA, repudiado por la Administración Trump en 2018, parcialmente contestado después por Irán y ahora repuesto sobre la mesa por la Administración Biden. Sin embargo, puntualiza Raisi, Irán de ninguna manera incluirá en la discusión nuclear aspectos relativos a su programa de misiles balísticos y su apoyo militar a milicias y organizaciones shiíes en varios países árabes, tal como quiere Washington. Jefe hasta ahora de un aparato judicial que solo en 2020 ejecutó 246 sentencias de muerte (el segundo mayor registro del mundo después de China), Raisi tiene en el ámbito de los Derechos Humanos un historial tal que le ha hecho acreedor de sanciones particulares de Estados Unidos, y que lleva a las ONG Amnistía Internacional y Human Rights Watch a reclamar una investigación contra él por posibles crímenes de lesa humanidad.


(Texto actualizado hasta junio 2021)

La biografía del octavo presidente de la República Islámica de Irán se mueve en las coordenadas tradicionales de un sistema de gobierno que ya ha cumplido su cuadragésimo aniversario. Asimismo, varios de sus pasajes están relacionados con las acciones represivas del régimen que reemplazó a la monarquía del Sha. Oriundo de la gran ciudad nororiental de Mashhad, casado y con dos hijos, Raisi es yerno del imán y jurista conservador Ahmad Alamolhoda, un mentor al que superaría en autoridad e influencia. Existen dudas sobre su instrucción académica superior, pues algunas de las afirmaciones que constan en su página web, como que es doctor en Jurisprudencia y Derecho Privado por la Universidad Shahid Motahari de Teherán, carecen de corroboración o han sido cuestionadas. Desde adolescente estudió en el Seminario de Qom, institución religiosa y docente que ha jugado un papel determinante en la política contemporánea de Irán, a la que recaló con unas credenciales religiosas. Los varones de su familia llevaban el título honorífico de sayed en tanto que descendientes directos del Profeta Mahoma a través de su hija Fátima, su yerno Alí y sus nietos Hasán y Hussein, los fundadores del Shiísmo.

En las escuelas coránicas de Qom, Raisi recibió clases de varios futuros mandos clericales e ideólogos de la República Islámica y fue instruido en la jurisprudencia musulmana o Fiqh. Con el triunfo de la Revolución de 1979, vivida por él a los 18 años, reanudó su formación y contribuyó a la configuración del nuevo sistema islámico basado en los preceptos del Shiísmo Imamí o Duodecimano, profesado por el 90% de los iraníes, y con el gran ayatolá Jomeini en la cúspide. En 1981, un año crítico para el joven Estado republicano por la guerra contra Irak y por la ofensiva terrorista de los Muyahidines del Pueblo -organización opositora que atentó mortalmente contra algunos de los máximos responsables del círculo de Jomeini-, Raisi fue nombrado fiscal de la Revolución en la ciudad de Karaj, posición que después ocupó también en Hamadán. Cuatro años después, pasó como adjunto a la Fiscalía de Teherán y en 1988 recibió del mismo líder supremo, menciona su currículum oficial, una serie de misiones especiales relacionadas con la administración de "justicia social" en las provincias de Kermanshah, Lorestán y Semnán.

Fue entonces cuando Raisi, todavía veinteañero, tomó parte activa en la maquinaria judicial exprés que condujo al patíbulo a gran número de prisioneros políticos, simpatizantes o miembros de los Muyahidines del Pueblo y de otras facciones izquierdistas opuestos al curso reaccionario tomado por al Revolución. El fiscal adjunto de la Revolución desarrolló su labor al lado de su superior directo, el fiscal jefe de Teherán Morteza Eshraqi, el juez Hossein-Ali Nayeri y otros oficiales, si bien la mayoría de los miles de represaliados fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales, con mínimos o nulos procedimientos formales. En 2017, la abogada pro Derechos Humanos y, antes y después de esta declaración, presa de conciencia Nasrin Sotoudeh aseguró, citando un testimonio del gran ayatolá Hussein-Ali Montazeri (arrestado en 1997 por inspirar el movimiento de reforma y fallecido en 2009), que el por entonces candidato presidencial Raisi había integrado en 1988 un secreto "comité de la muerte" de cuatro miembros encargado de ejecutar y hacer desaparecer en fosas comunes a miles de reos que ya estaban cumpliendo sentencias de cárcel.

Promociones judiciales y ambiciones políticas bajo la protección del Rahbar
La sucesión en 1989 del fallecido Jomeini por el ayatolá Ali Jamenei, hasta entonces presidente de la República, en la posición cimera de Rahbar marcó el inicio de una secuencia de ascensos en la carrera judicial de Raisi. Según su biografía web, Jamenei, también sayed, figuraba entre los preceptores de Raisi en la disciplina de la Fiqh, por lo que ya entonces estaría en su discipulado. Nombrado fiscal jefe de Teherán por el nuevo cabeza de la Justicia, el ayatolá Mohammad Yazdi, Raisi condujo la oficina hasta agosto de 1994, momento en pasó a hacerse cargo de la Organización de Inspección General. Su jefatura de este organismo burocrático, responsable de vigilar el funcionamiento de los cuerpos ejecutivos, las administraciones locales, las empresas y otras entidades del Estado, se prolongó durante una década, cubriendo las presidencias republicanas de los hojatoleslams (dignidad clerical inferior a la de ayatolá) reformistas Akbar Hashemi Rafsanjani (1989-1997) y Mohammad Jatami (1997-2005).

En 1997 Raisi reforzó su adscripción a la élite dirigente afiliándose a la Sociedad del Clero Combatiente (Rowhaniyat), grupo parapartidista marcadamente conservador al que pertenecía el propio líder supremo Jamenei. Aunque no de manera exclusiva, puesto que mantenía relaciones semicompetitivas con otras agrupaciones políticas que iban desde la extrema derecha al centro-izquierda en los límites ortodoxos marcados por el régimen, la Rowhaniyat ocupaba el espacio dejado por el Partido de la República Islámica, fundado por los jomeinistas en 1979 pero disuelto, debido a conflictos internos, en 1987, del cual Raisi ya había sido miembro.

En julio de 2004 Raisi fue nombrado primer vicejefe del Poder Judicial por el titular en jefe del estamento, el gran ayatolá Mahmoud Hashemi Shahroudi. Dos años después, en diciembre de 2006, ocupando la Presidencia de la República el derechista Mahmoud Ahmadinejad, Raisi fue elegido en votación popular directa miembro de la Asamblea de Expertos, el órgano deliberativo encargado de elegir al Rahbar y de supervisar su labor, en representación de la provincia de Jorasán del Sur. A la vez que él salió elegido su suegro, el hojatoleslam Ahmad Alamolhoda, representante por Razavi Jorasán, con capital en Mashhad. En la Asamblea de Expertos solo podían sentarse mojtaheds, esto es, especialistas en el Derecho canónico del Islam (Itjihad) capacitados para ejercer la Fiqh.

En agosto de 2009 el nuevo jefe judicial, el ayatolá Sadeq Larijani, confirmó a Raisi como número dos del Poder. En agosto de 2014, tras un bienio desempeñando la Fiscalía Especial para el Clero, Larijani le trasladó al influyente puesto de fiscal general de Irán en sustitución de Gholam-Hossein Mohseni-Ejei, quien a su vez recibió de él la Vicejefatura de la Justicia. En abril de 2016 Raisi abandonó la Fiscalía General y pasó a presidir la organización caritativa Astan Quds Razavi, de cuyo patronato ya era miembro desde 1994, en sucesión del fallecido custodio fundador de la institución, el ayatolá Abbas Vaez-Tabasi. Sin embargo, siguió vinculado al aparato judicial del Estado en tanto que uno de los 88 miembros de la Asamblea de Expertos, donde obtuvo un segundo mandato en las elecciones ad hoc de febrero.

En abril de 2017 Raisi, ya por entonces referido por los medios oficiales como hojatoleslam, dio una campanada al presentar su candidatura presidencial por el Frente Popular de las Fuerzas de la Revolución Islámica (JAMNA), plataforma principalista, es decir, conservadora, de reciente formación que quería retar la segunda postulación del hojatoleslam Hassan Rouhani, el mandatario elegido en las elecciones de 2013 con un programa pragmático y moderado, asimilable a un reformismo muy tibio (luego sustancialmente diferente del reformismo progresista, a la postre fracasado, del ex presidente Jatami). Rouhani era colega partidario de Raisi en la Rowhaniyat, pero su aspiración corría por cuenta del centrista Partido de la Moderación y el Desarrollo. En realidad, los dos hombres no tenían muchos puntos en contacto, más allá de compartir rango clerical y pertenencia a la Asamblea de Expertos, y de profesar una común lealtad al Rahbar y a los principios de la República Islámica.

El 15 de mayo Raisi se convirtió en el candidato único del JAMNA en virtud de la retirada de Mohammad Baqer Qalibaf, alcalde de Teherán y ya dos veces postulante presidencial, en 2005 y 2013, cuando perdió respectivamente frente a Ahmadinejad y, quedando en segundo lugar, ante Rouhani. Qalibaf, descrito por los medios internacionales como un "fundamentalista pragmático", pidió el voto para Raisi, al que salieron a respaldar también su partido, la Rowhaniyat, el ultraderechista Frente para la Estabilidad de la Revolución Islámica y el Frente de Resistencia del Irán Islámico, así como 50 de los 87 colegas de la Asamblea de Expertos. En suma, se procuró la condición de candidato de consenso del conservadurismo, un campo no monolítico y de hecho fragmentado.

Raisi, que tanto se dejaba ver visitando aldeas remotas de zonas pobres como arengando a masas en mítines urbanos u oficiando las preces en la mezquita en calidad de imán, desarrolló una campaña de aires populistas y moralistas. Prometió crear seis millones de puestos de trabajo, triplicar los subsidios mensuales que los ciudadanos percibían del Estado y descalabrar la corrupción, uno de los mayores lastres de la República Islámica y que él había combatido en su etapa de jefe de la Organización de Inspección General. También, aplaudió las iniciativas para profundizar la política de segregación de los sexos en los espacios públicos y llamó a islamizar las universidades, foco tradicional del descontento y las demandas de reformas aperturistas y liberales. El 19 de mayo tuvieron lugar las elecciones y el resultado fue la reelección de Rouhani con el 57,1% de los votos. Segundo, con el 38,3%, quedó Raisi, quien se quejó al Consejo de Guardianes por una supuesta comisión de irregularidades y demandó, infructuosamente, la revisión de tres millones de papeletas.

Pese a su derrota electoral en 2017, Raisi conservó su estatus prominente en el aparato judicial del régimen y, lo más importante, el favor y la protección del Rahbar Jamenei, quien tenía dispuestas para él nuevas promociones. Así, el 7 de marzo de 2019 el líder supremo nombró al veterano fiscal para la posición de jefe del Poder Judicial; tomaba el relevo a Sadeq Larijani, cuyo mandato llegaba a su fin. Días después, Raisi se convirtió también en primer vicepresidente de la Asamblea de Expertos, presidida por el ayatolá Ahmad Jannati. Sus membresías del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y el Consejo Supremo para la Revolución Cultural acabaron de confirmarle como uno de los principales jerarcas de la República Islámica.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2020)