Anders Fogh Rasmussen

Tres victorias electorales consecutivas, en 2001, 2005 y 2007, jalonaron los ocho años de mandato del primer ministro Anders Fogh Rasmussen, líder del Partido Liberal (Venstre), en Dinamarca. Tras poner fin a una larguísima primacía socialdemócrata, y apoyado en sus socios conservadores y de la derecha nacionalista, Rasmussen restringió fuertemente la inmigración, modernizó el Estado del bienestar, moderó la presión fiscal, impulsó la ampliación de la UE y se alineó incondicionalmente con Estados Unidos en la guerra de Irak, antes de hacer frente a la estruendosa crisis de las caricaturas de Mahoma, que concitó contra Dinamarca la furia del mundo árabe-musulmán. En abril de 2009, mientras la recesión económica se abatía sobre el país, fue elegido secretario general de la OTAN, alta oficina desde la que se ha propuesto imprimir un giro favorable a la guerra de Afganistán incrementando el esfuerzo militar, afianzar las recompuestas relaciones con Rusia y elaborar el nuevo Concepto Estratégico de la Alianza.

(Texto actualizado hasta septiembre 2009)

1. Carrera política en el partido liberal Venstre
2. La primera legislatura al frente del Gobierno danés: freno a la inmigración y apoyo a la invasión de Irak
3. La crisis de las caricaturas de Mahoma a caballo de una doble reelección
4. Secretario general de la OTAN en 2009


1. Carrera política en el partido liberal Venstre

Hijo de un propietario rural de la Jutlandia central, en 1972 terminó el bachillerato en la Escuela Diocesana de Viborg con la especialidad en Idiomas y Estudios Sociales, y seis años después se licenció en Economía por la Universidad de Århus. En la primera casa de estudios fundó y presidió desde 1970 el club de juventudes del Partido Liberal de Dinamarca o Venstre, sustantivo que literalmente significa izquierda, si bien la expresión no alude a la orientación ideológica sino a la posición que ocuparon en 1849 en el primer Parlamento elegido democráticamente en Dinamarca los representantes de los grupos políticos campesinos de cuya federación en 1870 surgió el actual partido, el más antiguo de los existentes hoy en el país.Viborg

En origen portavoz del conservadurismo rural, el Venstre evolucionó hacia un partido representativo de la derecha liberal urbana. Durante décadas dominó la escena electoral danesa y aportó varios primeros ministros a esta monarquía parlamentaria escandinava. La larga supremacía del Venstre tocó a su fin en 1924, cuando la Socialdemocracia (SD) conquistó una primacía electoral de la que no sería descabalgado hasta 77 años después, precisamente por Anders Fogh. Después de la Segunda Guerra Mundial, los liberales daneses encabezaron el Ejecutivo en los períodos 1945-1947, con Knud Kristensen, 1950-1953, con Erik Eriksen y 1973-1975, con Poul Hartling, bien en solitario y en minoría, bien en coalición con el Partido Popular Conservador (KF), competidor ideológico con el que durante décadas se alternaron en el puesto de segundo partido tras la SD. Su experiencia de Gobierno más dilatada transcurrió entre 1982 y 1993, como socios de coalición de los entonces más votados conservadores.

En marzo de 1975 Rasmussen cursaba la carrera en la Universidad, llevaba dos años trabajando en el Consejo General del Venstre y un año liderando las juventudes del partido a nivel nacional cuando debutó en la política representativa como concejal interino en el condado de Viborg. Ya en 1973 había competido sin éxito por este mandato en las urnas, y lo volvería a intentar en 1977, con igual resultado negativo. En 1976 entró en el Comité Ejecutivo del Consejo de la Juventud Danesa y en octubre de 1978, recién licenciado, se convirtió sin el concurso de un proceso electoral y con sólo 25 años en el más joven diputado del Folketing o Parlamento; al mismo tiempo, se puso a asesorar a la Federación Danesa de Industrias Artesanas.

Esto coincidió con el retorno del Venstre al Gobierno como socio menor del primer ministro socialdemócrata Anker Jørgensen, si bien la precaria coalición se deshizo al año siguiente. Simultáneamente a estos dos cometidos, entre 1979 y 1981 Rasmussen estuvo activo en el Consejo de Representantes de la Asociación Educativa Liberal. 1978 fue también el año en que se casó con su novia, Anne-Mette, puericultora de profesión, con la que hasta 1984 iba a tener tres hijos, un chico y dos chicas.

En 1981 el político, todavía veinteañero, se convirtió en vicepresidente de la Comisión de Vivienda del Folketing, labor que desempeñó hasta 1986, y un año después entró en la Comisión de Asuntos Fiscales. En 1984, año en que el liderazgo liberal pasó de Henning Christophersen a Uffe Ellemann-Jensen, Rasmussen retornó al Consejo General del Venstre (que había abandonado en 1978) y comenzó a escalar posiciones en la jerarquía del partido, primero como presidente del Comité de Educación y luego, a partir de 1985, como vicepresidente nacional de Organización. Sus actividades políticas y sociales en estos años incluyeron múltiples responsabilidades gestoras y directivas en agencias estatales, juntas de centros educativos y consejos de entidades financieras y aseguradoras.

El 10 de septiembre de 1987 estrenó el cargo de ministro de Impuestos en el Gobierno de coalición cuatripartito que desde 1982 presidía el conservador Poul Schlüter. De este ejecutivo se separaron en mayo de 1988 los Centro-Demócratas (CD) y el Partido Popular Cristiano (KrF), y a cambio entraron los social-liberales del Radikale Venstre (Izquierda Radical, RV). Cuando estos últimos decidieron a su vez no seguir en el Gabinete por sus malos resultados en las elecciones generales del 12 de diciembre de 1990, Schlüter efectuó, seis días después, una remodelación ministerial que para Rasmussen supuso la adición de la cartera de Asuntos Económicos. Dicho sea de paso, en esas elecciones los liberales experimentaron una ganancia de siete escaños (tenía 22) y cuatro puntos de voto (el 11,8% en la edición de 1988), lo que les colocó en un inamovible tercer puesto y a sólo un diputado del KF.

En mayo de 1989, en un contexto de moderada benignidad económica, Fogh presentó un ambicioso plan de reforma fiscal a cuatro años que establecía amplios recortes en los tramos altos del impuesto sobre la renta, en el impuesto de actividades empresariales, en el de sociedades y en el IVA, y, para compensar al Estado por la caída de los ingresos fiscales, una reducción del gasto público y el incremento de algunas tasas de servicios. Esta reforma contribuyó al relanzamiento de la actividad económica en 1990, pero la política tributaria del ministro liberal suscitó vivas polémicas en el Folketing, que superaron en intensidad al debate sobre el grado de participación de Dinamarca en el Tratado de Maastricht o de la Unión Europea (TUE).

Precisamente, la incapacidad del Gobierno para consensuar el paquete fiscal, considerado excesivamente indulgente con las rentas altas por los socialdemócratas, provocó el adelanto de las elecciones generales a diciembre de 1990, mientras que el establecimiento de un impuesto especial a las empresas importadoras (con el fin de estimular las exportaciones y mejorar la balanza comercial) valió a Dinamarca una condena del Tribunal Europeo de Luxemburgo en marzo de 1992. Previendo una sentencia que declarase ilegal este impuesto, Rasmussen ya lo había retirado a finales de 1991, aunque para evitar perder ingresos el Gobierno decidió aumentar el IVA del 22% al 25%.

En noviembre de 1992 la Comisión de Cuentas del Folketing elaboró un informe crítico con la política presupuestaria del Gobierno y particularmente con la labor de Rasmussen, al que achacó la facilitación deliberada al órgano de control parlamentario de información incompleta con el fin de ocultar una argucia de contabilidad creativa (la transferencia de 35 millones de coronas del presupuesto de 1989 al de 1990) no contemplada por la ley presupuestaria. El 19 de noviembre, sintiéndose desautorizado y para ahorrarle al Gobierno una moción de censura de la oposición, Rasmussen dimitió en su doble ministerio y se dio de baja del Ejecutivo. A cambio, regresó al Comité de Gestión Económica del Venstre y asumió la portavocía parlamentaria de Política Interna. Poco después se convirtió en vicepresidente de la Comisión del Folketing para Asuntos Políticos y Económicos.

El 14 de enero de 1993 Schlüter dimitió por el escándalo en torno a la venta ilegal de visados a refugiados tamiles y nueve días después el Venstre pasó a la oposición con la toma de posesión de un Gobierno cuatripartito encabezado por el presidente de la SD, Poul Nyrup Rasmussen (sin parentesco con Anders Fogh). Fuera del poder, el Venstre experimentó un ascenso electoral continuo. En las elecciones de junio de 1994 al Parlamento Europeo fue la lista más votada con el 19% de los sufragios; en las generales del 21 de septiembre del mismo año rebasó con creces al KF y alcanzó el 23,3%; y en las del 11 de marzo de 1998 revalidó esta segunda posición con el 24% de los votos y 42 escaños. Empero, estos resultados fueron decepcionantes para los liberales, que, basándose en las encuestas preelectorales, aspiraban a apear del poder a los socialdemócratas con una mayoría multipartita de centro-derecha.

En 1998 el primer partido izquierdista del país se benefició del buen curso de la economía y del descenso del paro, así que incluso ganó votos con respecto a 1994. Los analistas apuntaron entonces que al final había prevalecido el temor de muchos electores a que el Venstre, campeón de la austeridad financiera, las rebajas fiscales y la promoción del sector privado, pusiera en peligro el Estado del bienestar danés. Precisamente, en 1993 Anders Fogh había publicado un libro en relación con este asunto cuyo título era de lo más explícito: Fra socialstat til minimalstat (literalmente, Del Estado social al Estado minimal).

Como consecuencia de lo que se consideró un fracaso, el 17 de marzo de 1998 dimitió el veterano Uffe Ellemann-Jensen al frente del partido tras 14 años de liderazgo y el 18 de abril un congreso extraordinario eligió para sucederle a Rasmussen, que desde hacía tiempo venía proyectándose como el número dos de la formación y como un dirigente de una línea más derechista. Con Rasmussen liderándolo, las señas de identidad del Venstre se vieron reforzadas. Éstas incluían la salvaguardia puntillosa de las libertades individuales, el rechazo del Estado providencia y la prelación de la competitividad y la innovación como puntales de la economía de libre mercado.

El partido insistía en que las obligaciones de los gobernantes habían de centrarse en el control de la inflación, el mantenimiento de unos tipos de interés bajos, el ajuste monetario, el saneamiento de las finanzas públicas y la elaboración de unos presupuestos sin déficit, ya que un Estado del bienestar y una seguridad social "verdaderos" no podían fundarse en el endeudamiento doméstico o externo y en la marginación del sector privado en áreas susceptibles de generar crecimiento, que, añadían los liberales, las compañías conocían mejor que las autoridades. En política exterior, los liberales daneses eran firmemente atlantistas y europeístas, aunque en esta segunda filiación el apego era más sobrio. Estaban parcialmente satisfechos con el estatus adquirido en la Unión Europea, donde Dinamarca era miembro pleno (desde 1973) y participaba en las instituciones con normalidad, pero se excluía voluntariamente de algunas de sus construcciones más ambiciosas.

El 2 de junio de 1992 los daneses habían rechazado en referéndum la ratificación del TUE por menos de 50.000 votos. El célebre no danés creó una situación de parálisis que fue solventada en diciembre de aquel año por el Consejo Europeo de Edimburgo, donde los otros once estados miembros ofrecieron a Copenhague un estatuto derogatorio de las previsiones más avanzadas del TUE, en concreto las referentes a la ciudadanía europea, ciertos aspectos del capítulo social, la cooperación en los asuntos de Justicia e Interior y el desarrollo de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). Además, se dejó a voluntad del Gobierno danés su ingreso en la Unión Económica y Monetaria (UEM), que suponía el sometimiento a una autoridad monetaria europea y la sustitución de las monedas nacionales por el euro cuando finalizase el proceso de convergencia. Copenhague rehusó la moneda única.

Las nuevas condiciones para la adopción del TUE fueron aceptadas por el Gobierno Schlüter en vísperas de su caída y luego por el Gobierno de Poul Nyrup Rasmussen; el 18 de mayo de 1993 un nuevo referéndum nacional validó la ratificación danesa del TUE, de manera que éste pudo entrar en vigor el 1 de noviembre. Sin embargo, el Venstre habría preferido abrazar la UEM, pues creían que podía beneficiar a la economía nacional. El segundo TUE, el de Ámsterdam, fue a su vez sancionado popularmente el 28 de mayo de 1998 después de quedar claro que las cláusulas opt-out de 1992 seguían vigentes. En las elecciones europeas del 10 de junio de 1999 el Venstre, como en la edición de 1994, fue la lista más votada: obtuvo el 23,4% de los votos y le sacó siete puntos de ventaja a la SD.

Anders Fogh pidió el voto favorable para el ingreso de Dinamarca en la eurozona en el referéndum del 28 de septiembre de 2000, que se saldó con un resultado inesperadamente adverso. El criterio del líder liberal era realista y pragmático: si bien era cierto que se trataría de una drástica cesión de soberanía a un poder supranacional europeo, el hecho era que Dinamarca cumplía de sobra los criterios de convergencia (tipos de interés, inflación, déficit y deuda públicos) exigidos a los países participantes antes de la entrada en vigor de la tercera etapa de la UEM en enero de 1999, y su exclusión indefinida de la zona euro podría dañar, dada la estrecha vinculación comercial con los socios comunitarios, la competitividad de los productos daneses por los costes del desajuste monetario. Por lo demás, su visión de la construcción europea seguía ateniéndose a los principios de subsidiaridad, desregulación y democratización de las instituciones.

El varapalo de la consulta dañó sobre todo a Poul Nyrup Rasmussen, que acumulaba una erosión importante tras ocho años en el poder. La constatación de una tímida recuperación en las encuestas de los apoyos al Gobierno como consecuencia de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, animó al primer ministro a convocar elecciones anticipadas para el 20 de noviembre de 2001.

Anders Fogh estimó que ahora sí se avecinaba un corrimiento electoral, pero también era consciente de que no podía enfrentarse a su tocayo en política exterior, donde aquel había tenido una actuación de alto perfil, y, en parte también, en la economía, toda vez que desde 1995 los socialdemócratas habían primado la austeridad en el gasto al tiempo que aliviado la presión fiscal, generando unos recortes en el déficit (que pasó a ser superávit) y la deuda públicos perfectamente aptos para la zona euro. Sólo el notable deterioro del crecimiento (el PIB iba a descender del 3% en 2000 al 0,9% en 2001) era susceptible de reproche.

De manera que el líder liberal centró sus críticas en una polémica que ya venía siendo cardinal en la vida política nacional, cual era el disfrute por los inmigrantes de las generosas prestaciones del sistema de protección social y de las oportunidades que les brindaba una legislación garantista. El debate lo focalizaba la normativa sobre el asilo y la residencia, que concedía de manera automática el reagrupamiento de los familiares, habitualmente las esposas e hijos, de los extranjeros con la residencia regularizada en el territorio danés (en torno al 6% de la población, un porcentaje inferior al de otros países comunitarios), así como el beneficio por los parientes del trabajador de los servicios públicos utilizados por éste.

Con unos argumentos que recordaban a los de Jörg Haider, el famoso líder de la extrema derecha populista austríaca, y que suscitaron recelos dentro y fuera del país, Rasmussen advirtió que Dinamarca, país con una larga tradición de acogida (hasta 1973 se concedía el asilo sin restricciones a cualquiera que lo solicitara), no podía convertirse "en la oficina de seguridad social para el resto del mundo" y que la ley de inmigración debía reformarse en profundidad, más cuanto que algunos inmigrantes recurrían a la picaresca para dar cobertura social a más familiares de los declarados; los matrimonios de conveniencia, para conseguir el permiso de residencia al cónyuge, estaban a la orden del día.

Mientras que la SD prometió revisar la ley para evitar abusos, el Venstre exigió recortes drásticos, empezando por la imposición de un período de prueba de siete años previo a la obtención del permiso permanente de residencia y los servicios sociales a que éste daba derecho. Se trataba, enfatizó, de proteger a un Estado del bienestar ya en crisis, y de vincular el derecho de cobertura al cumplimiento de las obligaciones tributarias y de cotización a la seguridad social. Saliéndose de este estrecho capítulo, Rasmussen pregonó una congelación total de los impuestos directos y la entrada de más capital privado en la gestión de los servicios sociales a fin de hacerlos más flexibles y eficientes. El debate preelectoral se caldeó mucho por la campaña abiertamente xenófoba conducida por el Partido Popular Danés (DF) de Pia Kjærsgaard. Más a la derecha que el Venstre, el antieuropeo y nacionalista DF no tuvo ambages en comparar el influjo migratorio con una invasión y en explotar los miedos e inseguridades despertados por el 11-S, puesto como paradigma de un ataque frontal contra un Estado por parte de unos extranjeros residentes con los papeles en regla.

Mejorando ampliamente los pronósticos y continuando con lo sucedido en Noruega dos meses atrás, el 20 de noviembre de 2001 Venstre se adjudicó la victoria con unos resultados literalmente históricos: el 31,3% de los votos y 56 escaños. Era la primera vez desde 1920 que los liberales batían en unas elecciones parlamentarias a los socialdemócratas, los cuales no habían abandonado el privilegiado primer puesto desde 1924. Sin embargo, en esta ocasión no salían las cuentas para una amplia coalición burguesa, puesto que los popular-cristianos sólo disponían de cuatro diputados y los centro-demócratas, en un revés sin precedentes, habían perdido los ocho que tenían.

Nada más conocer su victoria, un exultante Rasmussen prometió trabajar por la unidad del país y descartó aceptar como socios de gobierno a los populares, por considerar que su discurso migratorio había caído en el extremismo racista. Ahora bien, iba a necesitar el respaldo parlamentario del DF, la tercera fuerza del Folketing con 22 diputados, para sacar adelante los proyectos de ley, ya que la coalición con el KF de Bendt Bendtsen le aportaba una mayoría simple de 72 escaños, 18 por debajo de la mayoría absoluta. Kjærsgaard se apresuró a ofrecer a Rasmussen su apoyo para cualquier proyecto de reforma del marco legal de la inmigración.

Al día siguiente de los comicios, Poul Nyrup presentó la dimisión y Anders Fogh recibió el mandato de formar el nuevo Gobierno. El 27 de noviembre Rasmussen, primer jefe de Gobierno de su partido en 26 años, presentó a la reina Margarita II un Gabinete de coalición minoritario en el que el Venstre, además del primer ministro, se reservó doce ministerios (entre ellos los de Finanzas, Interior, Defensa e Impuestos), mientras que los conservadores obtuvieron siete carteras (incluidas las de Exteriores, Justicia y Economía, yendo la última a su líder, Bendtsen, de paso viceprimer ministro).


2. La primera legislatura al frente del Gobierno danés: freno a la inmigración y apoyo a la invasión de Irak

El consenso alcanzado por liberales, conservadores y populares produjo como pronto fruto la presentación en marzo de 2002 de un proyecto de reforma de la ley de inmigración que cumplía escrupulosamente las promesas electorales sobre el particular.

La nueva legislación, muy severa, estaba cuajada de restricciones: el derecho de asilo quedaba revocado para los inmigrantes clandestinos; los extranjeros a los que les fuera denegada la entrada en el país serían expulsados de inmediato, en lugar del plazo de 15 días contemplado por el anterior marco; aquellos refugiados políticos de países donde cambiaran las condiciones y ya no corrieran riesgo de persecución, perderían el derecho de asilo y serían repatriados; el derecho automático de reagrupación familiar quedaba suprimido y se elevaba de 18 a 24 años la edad para los inmigrantes que quisieran reunirse con su cónyuge en Dinamarca; además, ambos cónyuges debían tener vivienda propia, empleo fijo y depositar 50.000 coronas como aval de su situación económica; se elevaba de tres a siete años el tiempo de estancia en el país para obtener la residencia permanente y beneficiarse de las ayudas públicas; y se imponía un examen de danés y otro de ciudadanía a los extranjeros que quisieran obtener la nacionalidad. La ley fue aprobada por el Folketing el 31 de mayo y entró en vigor el 1 de julio.

El "pacto antiinmigración" de Rasmussen, Bendtsen y Kjærsgaard concitó abundantes reproches y protestas desde múltiples sectores: en casa, de la oposición de izquierdas, especialmente el Partido Popular Socialista (SF) de Holger Kirkholm Nielsen, de las asociaciones de inmigrantes y de las ONG humanitarias; en el extranjero, del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) y de los otros gobiernos escandinavos, haciéndose notar el fuerte enfado del sueco, que acusó a Copenhague de falta de solidaridad por "exportar" inmigrantes en su dirección.

Rasmussen insistió en que Dinamarca no hacía más que establecer unas nuevas reglas sobre asilo y ciudadanía en consonancia con las vigentes o en trance de establecer en otros países de la UE. Además, las encuestas decían que la reforma era popular. No por casualidad, la promulgación de la nueva ley sobre inmigración coincidió con el arranque de la presidencia de turno danesa de la UE. Hasta que traspasó el testigo a su colega griego, Kostas Simitis, el 1 de enero de 2003, Rasmussen destinó su semestre al frente del Consejo Europeo a dar el carpetazo definitivo a las negociaciones de Bruselas con los diez países de la Europa central, oriental y mediterránea que aspiraban a la adhesión en 2004.

La habilidad negociadora de Rasmussen y su ministro de Exteriores, el conservador Per Stig Møller, permitió que el Consejo Europeo de Copenhague del 12 y el 13 de diciembre de 2002 fuera rico en decisiones fundamentales para el proceso de construcción Europea. Así, los Quince aprobaron que Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Chequia, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Malta y Chipre entraran en la UE el 1 de mayo de 2004, que las negociaciones de adhesión con Turquía empezaran el 1 de julio de 2005 y que Rumanía y Bulgaria pudieran ingresar en 2007. El éxito de la presidencia danesa no fue suficiente para animar al Gobierno a convocar un segundo referéndum sobre el euro, al que los daneses ya no miraban con tanto recelo como antes, indicaban las encuestas. En enero de 2002 el ministro Møller dio la campanada al declarar a un diario local que el Gobierno contemplaba celebrar una nueva consulta en 2003 o 2004, pero inmediatamente después se retractó.

La tercera gran actuación del primer Gobierno Rasmussen tuvo como escenario la crisis de Irak, cuya invasión planeaban Estados Unidos y el Reino Unido tras desoír el régimen de Bagdad los reiterados llamamientos de la comunidad internacional para que sacara a la luz y destruyera su supuesto arsenal de armas de destrucción masiva, el cual las resoluciones de la ONU, desde la guerra del Golfo de 1991, le impedían tener.

El 30 de enero de 2003, cuando arreciaban la tormenta internacional y las divisiones en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Francia, Alemania, Rusia y China se oponían al recurso a la guerra y reclamaban más tiempo para el rastreo por los inspectores de unas armas que no aparecían por ningún lado, la firma del primer ministro danés apareció junto con la de sus colegas del Reino Unido, España, Italia, Portugal, Hungría, Polonia y Chequia en una carta-manifiesto que ensalzaba el vínculo transatlántico, apelaba a la salvaguardia de los valores occidentales comunes puestos en peligro y subrayaba la unidad de acción con Estados Unidos para combatir el terrorismo internacional y acabar con la dictadura de Saddam Hussein. Rasmussen insistió mucho en el punto de que el régimen irakí mantenía vínculos con grupos terroristas islamistas del conglomerado de Al Qaeda, además de dar por cierto que escondía armas prohibidas.

Como les pasó a otros dirigentes europeos alineados tras las tesis de Washington, Rasmussen hubo de afrontar una fuerte reacción antibelicista en el Parlamento y en la calle. El 18 de marzo, dos días antes del comienzo de la invasión, el gobernante fue objeto de una agresión sin daño físico justo cuando se disponía a explicar en rueda de prensa la contribución de Dinamarca a la operación bélica de Estados Unidos y el Reino Unido: en el interior del Folketing, un manifestante le arrojó abundante pintura roja sobre la cabeza y los hombros, obligando a suspender la comparecencia. Antes de ser reducido y retirado por personal de seguridad, el agresor le gritó a Rasmussen: "¡Tienes sangre en las manos!".

Al día siguiente, Rasmussen informó del envío a la zona del conflicto de una pequeña dotación naval consistente en un submarino y una fragata de escolta. Además, Dinamarca iba a donar 300 millones de coronas en ayuda humanitaria y para las labores de reconstrucción. Una aportación más comprometida, el envío de una compañía de 70 soldados de élite, considerada en un principio, fue descartada por el primer ministro en un intento de ablandar la postura cerradamente hostil de la oposición. El 21 de marzo el oficialismo hizo valer su mayoría en el Folketing y el envío de fuerzas navales fue aprobado.

El 15 de mayo, con Saddam derrocado e Irak sometido a un régimen de ocupación cívico-militar, el Folketing, por 89 votos contra 15, dio luz verde al plan del Gobierno de enviar un batallón de infantería con una dotación inicial de 380 hombres, aunque posteriormente las tropas ascendieron a 550. El contingente danés, que según el Gobierno partía en misión humanitaria y de pacificación, se desplegó en la provincia de Basora como parte de la División Multinacional Sur-Este, comandada por los británicos. Tras participar en acciones de combate contra la insurgencia shií y sufrir siete bajas mortales, las tropas fueron repatriadas a lo largo de 2007.

Rasmussen tuvo que destinar mucho tiempo a defenderse de las embarazosas ramificaciones de la participación en la guerra irakí. Cuando quedó de manifiesto que en Irak no había armas de destrucción masiva, negó que Dinamarca hubiera ido a la guerra a causa de las armas, sino porque Saddam no estaba colaborando plenamente con la ONU y porque su régimen político era una cruel dictadura que violaba los Derechos Humanos. Pero estas explicaciones no convencieron a la oposición y a la opinión pública, que presionaron al Gobierno para que diera explicaciones sobre los informes de inteligencia en que había basado sus razonamientos sobre a la peligrosidad del régimen irakí. La comisión parlamentaria encargada de controlar a los servicios secretos tomó cartas en el asunto y el Ejecutivo fue obligado a desclasificar documentación confidencial.

Peor aún, un analista del Servicio de Inteligencia Militar Danés (FE) filtró a los medios que su departamento había informado al primer ministro que no disponía de pruebas que avalaran la existencia de armas prohibidas en Irak. Rasmussen se negó a abrir una investigación independiente, pero el 23 abril de 2004 tuvo que aceptar la dimisión del ministro de Defensa, su colega de partido Svend Aage Jensby, blanco de una lluvia de censuras por, en una torpe maniobra defensiva, haber revelado en televisión el contenido confidencial de un testimonio suyo a la comisión parlamentaria que, según él, contradecía lo asegurado por el oficial del FE. Jensby fue relevado por el también liberal Søren Gade.

Los resultados de las elecciones europeas del 13 de junio, con un formidable ascenso de los socialdemócratas –que recuperaron la condición de fuerza más votada- y un sensible retroceso de los liberales, fueron interpretados como una aviso exclusivo a Rasmussen, al calor de la sospecha de que podría no haber sido sincero sobre Irak; conservadores y populares ganaron votos, así que no podía hablarse propiamente de castigo al oficialismo.


3. La crisis de las caricaturas de Mahoma a caballo de una doble reelección

Con todo, 2004 no fue un año auténticamente difícil para Rasmussen. La polémica sobre Irak escampó pronto y la población advirtió la moderada recuperación de la economía, que volvió a crecer por encima del 2% anual tras tres años anémicos. El paro, que había alcanzado el pico del 6% a finales de 2003, entró en una etapa ininterrumpida de descensos. La inflación estaba cayendo a niveles mínimos y las cuentas del Gobierno presentaban un superávit cercano al 3% del PIB, el más lustroso de la UE. En cuanto a los impuestos directos, el Gobierno pasó de mantenerlos congelados a recortarlos levemente.

El 18 de enero de 2005 el primer ministro convocó elecciones generales anticipadas para el 8 de febrero. Acudía a las urnas con una imagen ideológica bastante cambiada: ya no era el liberal a ultranza deseoso de desmantelar el Estado del bienestar danés, sino un centrista amante del consenso que asumía el compromiso entre el capitalismo de mercado y la intervención social del Estado. Su anuncio de un ambicioso plan de inversiones públicas en educación, asistencia social y fomento del empleo, a rebufo del fuerte impulso dado al Servicio Nacional de Salud Danés en la legislatura que acababa, era como un guiño hecho al electorado con el ojo izquierdo. Su reformismo de derecha, hasta el momento, se había limitado al endurecimiento de la ley de inmigración, que era admitida por la oposición socialdemócrata como un hecho consumado. Definitivamente, el mensaje del DF contra los extranjeros había determinado el curso político nacional y calado en amplias capas de la sociedad danesa.

Tal como habían anunciado los primeros sondeos, el 8 de febrero de 2005 Rasmussen condujo a su partido a una victoria matizada. El Venstre perdió dos puntos de voto, pasando al 29%, y cuatro escaños, quedándose con 52. Pero la SD sufrió un gran batacazo –lo que precipitó la dimisión de su líder, Mogens Lykketoft-, mientras que los socios conservadores y populares compensaron con sus ganancias exactamente las pérdidas sufridas por el partido mayoritario. El peso parlamentario del oficialismo, con una mayoría absoluta de 94 escaños, se mantuvo, pues, inalterable. El 18 de febrero quedó constituido el nuevo Gobierno bipartito, que no registró cambios en los ministerios de peso.

Al comenzar su segunda legislatura consecutiva como jefe del Ejecutivo danés (era el primero de su partido que lo conseguía), Rasmussen se planteó tres retos principales, siendo el primero inmediato: ratificar el Tratado de la Constitución Europea vía referéndum, acelerar la recuperación económica y la creación de empleo, e introducir una profunda reforma municipal y administrativa, que iba a suponer la abolición de los 13 condados y su sustitución por cinco regiones, más la reducción de las comunas o ayuntamientos de 271 a 98.

El Gobierno fijó la fecha del 27 de septiembre para el referéndum constitucional europeo, pero el doble rechazo al Tratado en las consultas celebradas en Francia (el 29 de mayo) y los Países Bajos (el 1 de junio) repercutió automáticamente en la opinión de los daneses, que, según los más recientes sondeos, inclinaron bruscamente la balanza hacia el no. Dos semanas después del referéndum holandés, y en la víspera del Consejo Europeo de Bruselas, donde se acordó una pausa de un año en la ratificación del Tratado y la apertura de un "período de reflexión", Rasmussen canceló la consulta danesa. Por otro lado, en mayo de 2005 el dirigente emitió una histórica disculpa en nombre del Gobierno por los casos de colaboracionismo de las autoridades danesas con el ocupante alemán y la persecución de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

El 30 de septiembre de 2005 comenzó a gestarse una furiosa polémica que en el transcurso de los meses iba a alcanzar unas dimensiones descomunales y a colocar al primer ministro danés ante la situación más difícil de su presidencia y de toda su carrera política. La publicación por el periódico Jyllands-Posten, principal rotativo del país, de una tira de caricaturas de Mahoma en las que se satirizaba al profeta del Islam representándole en diversos ademanes –en uno de ellos, luciendo una bomba de mecha en el turbante-, provocó inicialmente las quejas y las protestas pacíficas de la comunidad musulmana de Dinamarca, que reclamó al Jyllands-Posten una disculpa formal por lo que consideraban una burla de su fe y una blasfemia. Una crisis internacional inimaginable en la pacífica Dinamarca estaba a la vuelta de la esquina.

A partir de noviembre, la reproducción de las viñetas por otros medios daneses y por numerosos periódicos de toda Europa, unida a la campaña de agitación de varios imanes daneses de puertas a fuera, espoleó la protesta religiosa, que empezó a extenderse a los países árabes y musulmanes, y a movilizar a comunidades musulmanas en diversas ciudades de la UE. En enero de 2006 la situación adquirió unos tintes más sombríos con el lanzamiento de campañas de boicot a productos daneses, la retirada de embajadores de Copenhague, las condenas oficiales de gobiernos y de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), y las primeras expresiones de violencia.

En febrero, turbas iracundas asaltaron e incendiaron la Embajada danesa en Damasco (junto con la noruega y la sueca) y el Consulado General en Beirut, desmanes que no fueron impedidos por las fuerzas de seguridad sirias y libanesas. Las legaciones en Teherán y Yakarta también sufrieron agresiones. En Palestina e Irak, organizaciones fundamentalistas, al igual que los talibanes de Afganistán, llamaron a atentar contra objetivos daneses y a asesinar a los autores de las caricaturas. En Gaza, milicianos palestinos forzaron el cierre de la oficina de la UE. La bandera danesa fue incendiada en prácticamente todas las capitales de los países de mayoría musulmana. Los gobiernos de la UE emitieron comunicados de solidaridad con el socio danés, al igual que el aliado estadounidense (aunque con diversos matices y, en algunos casos, con bastante ambigüedad), mientras que el Consejo de Europa y las autoridades eclesiásticas cristianas (incluido el Vaticano) y judías censuraron la publicación de las caricaturas y criticaron el proceder del Gobierno.

En su intento de aplacar la cólera desatada en el mundo musulmán, desde Marruecos hasta Indonesia pasando por Turquía, y de desactivar la escalada de ataques contra intereses daneses, Rasmussen y Møller elevaron llamamientos a la calma, al diálogo y a evitar cualquier gesto de hostilidad contra los árabes y musulmanes residentes en el país, y esgrimieron las disculpas publicadas por Jyllands-Posten en danés y en árabe, en las que el periódico lamentaba haber herido los sentimientos de los fieles musulmanes, aunque no se arrepentía de la decisión de publicar las caricaturas invocando la libertad de expresión.

El primer ministro esquivó en todo momento una condena o una censura explícitas de las viñetas. Cuando los ultrajados del extranjero se pusieron a exigir una disculpa oficial del Gobierno danés y hasta de la reina Margarita, y que se emprendieran acciones legales contra Jyllands-Posten, el primer ministro se mantuvo firme: esas medidas eran imposibles porque en un país con libertades democráticas el Gobierno no podía inmiscuirse en lo que publicasen los medios libres e independientes, de lo que tampoco era responsable, por más que no le gustase. Así se lo transmitió a principios de febrero a los embajadores árabes en Copenhague. Empezado marzo, la protesta internacional fue diluyéndose.

En entrevistas a medios occidentales, el primer ministro denunció que las desaforadas reacciones en el mundo islámico, medio año después de la publicación de las caricaturas, tenían que ver menos con unos genuinos sentimientos de conmoción que con unas estrategias de fomento del odio a lo occidental montadas por gobiernos radicales interesados en "desviar la atención de sus problemas con la comunidad internacional" y por organizaciones extremistas y fundamentalistas deseosas del "choque de civilizaciones" y de "promocionar su programa radical y captar nuevos miembros".

La buena marcha de la economía, con un crecimiento anual en 2006 del 3,5%, y la virtual aniquilación del paro, que andaba por el 3% (había pleno empleo y de hecho faltaba mano de obra), animaron a Rasmussen a acortar en año y medio la legislatura y anticipar las elecciones al 13 de noviembre de 2007. El Venstre experimentó otra mella de erosión y se quedó con el 26,2% de los votos y 46 escaños. Pisándole los talones pero sin mérito propio, la SD de Helle Thorning-Schmidt, perjudicado por el fenomenal rebote del SF, sacó el 25,5% y 45, respectivamente. El KF se quedó como estaba (18 escaños) y el DF sumó un puesto (25). Rasmussen se aseguró la mínima mayoría absoluta de 90 escaños gracias a la diputación sacada por el Partido de la Unión, una formación hermana de las Islas Feroe.

Con estos resultados, el tripartito del oficialismo podía seguir funcionando, así que Rasmussen mantuvo las distancias del apoyo ofrecido por el político musulmán de origen sirio-palestino Naser Khader, artífice de la Nueva Alianza (NA), partido centrista fundado en mayo anterior a partir de sendas escisiones del RV y el KF, y cuyo objetivo declarado era contrarrestar la influencia del DF en la política nacional propiciando una flexibilización de la ley de inmigración. El 23 de noviembre quedó alineado el tercer Gobierno de Anders Fogh, que experimentó como único cambio destacado el paso del segundo de a bordo en el Venstre y delfín oficioso del primer ministro y tocayo, Lars Løkke Rasmussen, del Ministerio del Interior –que quedó abolido- al de Finanzas.

Al estrenar su tercer mandato, Rasmussen anunció su intención de convocar hacia 2011 un nuevo referéndum sobre el euro y sobre el mantenimiento de las otras tres excepciones obtenidas por el Acuerdo de Edimburgo de 1992. Los principales partidos daneses salvo el DF, que seguía oponiéndose a la moneda única europea con vehemencia, habían alcanzado un histórico consenso sobre la cuestión. El debate sobre la posible entrada de Dinamarca en la eurozona ganó ímpetu en los meses siguientes, a medida que se constataba el rápido deterioro de la economía nacional por la confluencia del final del boom en el sector de la construcción, el encarecimiento del petróleo y la sequía financiera, que dañaba la inversión y el consumo. 2007 terminó con un crecimiento medio del 1,6%, pero lo peor estaba por venir.

En el contexto de la gran crisis crediticia europea y global, Dinamarca entró técnicamente en recesión en el segundo trimestre de 2008 al encadenar dos trimestres con crecimiento negativo; la contracción había empezado a finales del año anterior y hasta abril del presente había sumado el -0,8% del PIB. Copenhague fue la primera capital de la UE que tuvo que publicar esta mala noticia. En el segundo trimestre del año la economía creció un 1%, pero en el tercer trimestre decreció el -1,5% y en el cuarto la recesión volvió a declararse al suponer el retroceso el -3,6%; esta secuencia produjo para el conjunto del año una contracción del -1,1%. Paradójicamente, la fuerte caída de la producción no se estaba traduciendo en destrucción de empleo; al contrario, el nivel de paro se mantenía en unos niveles ínfimos, de menos del 2%, tasa que era cuatro veces más baja que la media comunitaria, aunque esta realidad de pleno empleo sólo podía sufrir erosión de ahora en adelante.

En octubre de 2008, ante el agravamiento de la crisis del sector bancario, y en la línea de lo decidido por otros gobiernos de la UE, Copenhague decidió cubrir con la garantía del Estado el 100% de los ahorros depositados por los ciudadanos en las entidades financieras. El ministro Lars Løkke dirigió el plan de ayudas públicas a los bancos con problemas de liquidez y en febrero de 2009 entabló negociaciones interpartidistas para implementar una profunda reforma fiscal que entre otras novedades recortaría drásticamente el impuesto sobre la renta, hasta 7,5 puntos en el tipo marginal máximo del 63% -a la sazón, el más elevado de la UE y del mundo- y aumentaría las tasas sobre las emisiones contaminantes. El objetivo prioritario era estimular la actividad económica y la contratación laboral en tiempos de recesión. El Gobierno calculó en 28 millones de coronas el dinero que dejaría de ingresar fiscalmente, aunque esperaba recuperar una sexta parte de esa cantidad en los próximos diez años sólo como resultado del estímulo económico. Además, anunció un recorte de las deducciones y la aplicación de un impuesto "compensatorio" fijo de 284 coronas (38 euros) al año desde ahora hasta 2043 a determinados fondos privados de pensiones.

Mientras lidiaba con las dificultades económicas, Anders Fogh gestionó con tranquilidad el nuevo curso político abierto en Groenlandia en virtud del pacto adoptado en mayo de 2008 con el primer ministro de este vasto territorio autónomo de Dinamarca desde 1979, el socialdemócrata nacionalista Hans Enoksen. El 25 de noviembre los groenlandeses, con el 75% de los votos, aprobaron en referéndum la expansión de su autogobierno a un amplio número de áreas que hasta ahora eran competencia exclusiva del Gobierno central de Copenhague, una fórmula de reparto favorable a la isla de las rentas de las futuras explotaciones petroleras, una reducción en consonancia de los copiosos subsidios daneses, la conversión del groenlandés, lengua esquimal hablada por la gran mayoría de los locales (a su vez indígenas inuit o mestizos de inuits y daneses en un 88%) en el único idioma oficial y el derecho a proclamar la independencia sobre la base de un referéndum ad hoc.

Tras conocer el triunfo del sí a un nuevo estatuto autonómico que otorgaba a Groenlandia una autodeterminación casi total (permanecían fuera la defensa, la política exterior y la política monetaria) y que debía entrar en vigor, tras su ratificación por los parlamentos de Nuuk y Copenhague, el 21 de junio de 2009, el Gobierno soberanista se reafirmó en su objetivo de obtener la independencia nacional en 2021, un escenario que las autoridades danesas, y el Gobierno de Rasmussen en particular, venían contemplando, más que con interés, con verdadero deseo, ya que la suelta de amarras con los isleños permitiría a Dinamarca disponer para sí de los enormes recursos financieros (al año, 3.500 millones de coronas, unos 470 millones de euros) idos hasta ahora a subvenciones a fondo perdido.


4. Secretario general de la OTAN en 2009

Hasta que el resultado negativo del referéndum de junio de 2008 en Irlanda para la ratificación del Tratado de Lisboa (ratificado por el Folketing el 24 de abril de ese año, luego de descartar el Gobierno la fórmula del referéndum al entender que este era innecesario porque el Tratado no implicaba transferencia de soberanía nacional) dejó en el aire y pospuso sin fecha la creación del cargo, el primer ministro danés sonó como candidato a presidente de la UE, el alto puesto ejecutivo y permanente ideado para reemplazar las presidencias semestrales nacionales del Consejo de la UE.

Entonces, las miradas se dirigieron a la Secretaría General de la OTAN, de la que en el verano de 2009 iba a despedirse el holandés Jaap de Hoop Scheffer, titular desde 2004. Al comenzar 2009, se reforzaron los rumores de que los gobiernos aliados consideraban a Rasmussen un excelente candidato al puesto por su estatura política y experiencia en la gestión de misiones militares, como la enviada a Irak y la que seguía desarrollándose en Afganistán, donde la pequeña Dinamarca contribuía con 750 soldados a la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF). El gobernante danés era un atlantista incondicional y, además, un francófilo declarado que hablaba el francés y se deshacía en elogios al Tour y otros símbolos del país galo.

Sobre el papel, competían con Rasmussen los ministros de Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, y Noruega, Jonas Gahr Stoere, el ministro de Defensa canadiense, Peter MacKay, el ex primer ministro esloveno Janez Jansa, el ex ministro de Defensa británico Des Browne y el antiguo jefe de la diplomacia búlgara Solomon Passy. Hasta bien entrado marzo, Rasmussen desmintió reiteradamente que fuera candidato a encabezar el Consejo del Atlántico Norte o que meramente tuviera ambiciones internacionales. Sin embargo, era el claro favorito. La designación por unanimidad del danés fue anunciada por de Hoop Scheffer el 4 de abril en el segundo día de la cumbre especial celebrada por los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN en las ciudades francesa de Estrasburgo y alemana de Kehl con motivo del sexagésimo aniversario del Tratado de Washington; tres días atrás, Albania y Croacia se habían convertido en los miembros vigésimo séptimo y vigésimo octavo de la organización.

La elección de Rasmussen, pactada por Alemania, Francia y el Reino Unido con el visto bueno de Estados Unidos, debió vencer sin embargo la oposición de Turquía, que no consideraba al gobernante nórdico apto para el puesto por su proceder durante la crisis de las caricaturas de Mahoma y porque su país daba cobertura a un canal de televisión afín al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), organización separatista armada considerada terrorista por Ankara y la UE. Ankara levantó su veto gracias a las gestiones del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que prometió al Gobierno turco una vicesecretaría general y un alto puesto en la cadena del mando militar aliado.

Rasmussen, testigo presencial de su nombramiento en Estrasburgo, agradeció a sus colegas el "honor" que "en este día histórico" le hacían a él y a Dinamarca, y prometió dar todo de sí para "cumplir con la confianza" en él depositada. Al día siguiente, 5 de abril, presentó su renuncia a la reina Margarita y acto seguido, la monarca, oída la recomendación del dimisionario, encomendó protocolariamente la formación del nuevo Gabinete a Lars Løkke Rasmussen, que comenzó a gobernar como primer ministro ese mismo día. La nueva situación exigía también el desprendimiento de la presidencia del Venstre, que asumió asimismo Lars Løkke de manera provisional.

Los días 6 y 7 de abril, el secretario general electo participó en Estambul en el II Foro de la Alianza de las Civilizaciones; allí, ante un complacido primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, Rasmussen dijo sentirse "profundamente afligido" porque muchos musulmanes vieran las caricaturas de Jyllands-Posten como "un intento por Dinamarca de descalificar, insultar o dirigirse irrespetuosamente al Islam o el Profeta Mahoma; nada más lejos de mi intención". Siguiendo con el tono conciliador, Rasmussen expresó su "respeto al Islam, una de las principales religiones, y a sus símbolos religiosos", y anunció que, como secretario general de la OTAN, iba a prestar una "especial atención" a las sensibilidades religiosas y culturales.

El 1 de agosto de 2009 Rasmussen tomó posesión en Bruselas como el duodécimo secretario general de la OTAN desde 1952 y el primero de un país escandinavo. Sus primeras alocuciones y las valoraciones de funcionarios gubernamentales y medios de comunicación dibujaron la densa y complicada agenda de trabajo que tenía por delante. El primer y más perentorio reto era contribuir, impulsando vigorosamente las consultas intergubernamentales para reforzar los compromisos nacionales, a la ejecución y el éxito de la nueva estrategia militar para Afganistán, donde la ISAF (64.000 soldados de 42 países bajo el mando de la OTAN), estaba pasando verdaderos apuros para contener las agresivas arremetidas de los insurgentes talibán. Las bajas entre las tropas internacionales en acciones de combate o por ataques terroristas estaban aumentando de manera preocupante (en el transcurso del mes se alcanzaron los 300 soldados muertos desde enero, más que en todo 2008). La guerrilla integrista controlaba en gran medida la mayoría de las provincias y amenazaba con reducir la zona bajo el control político del Gobierno del presidente Hamid Karzai a Kabul, sus alrededores y algunas áreas norteñas.

Precisamente para frenar esta escalada adversa, los aliados europeos habían asumido en la cumbre de Estrasburgo una prioridad estratégica de la Administración demócrata de Obama y secundado a Estados Unidos con un aumento significativo, aunque temporal, del número de tropas. En este sentido, Rasmussen era tajante: estaba resuelto a que la OTAN alcanzara "su pleno potencial como pilar de la seguridad global", y eso empezaba "con el éxito en Afganistán", impidiendo que el país centroasiático volviera a convertirse, como lo había sido hasta 2001, "en la gran estación central del terrorismo internacional".

La ISAF, proseguía Rasmussen, iba a facilitar el desarrollo pacífico y ordenado de las próximas elecciones presidenciales, convocadas para el 20 de agosto, y la OTAN continuaría en Afganistán hasta "la transferencia a los afganos del liderazgo de la responsabilidad de la seguridad", para lo que no había fechas. La misión afgana era "vital" para todo el mundo y la consecución de sus metas una cuestión "crítica", afirmó el 16 de agosto, un día después de que un atentado suicida con camión bomba causara siete muertos frente al cuartel general de la OTAN en Kabul, y el mismo día en que el Ministerio de Defensa británico informó de la muerte en una emboscada talibán de otros tres soldados de esa nacionalidad.

En su primera rueda de prensa, 3 de agosto, Rasmussen explicó también las otras prioridades de su mandato: afianzar, desarrollando "una sólida asociación estratégica" y extendiendo "la cooperación práctica en áreas donde compartamos intereses de seguridad", las recobradas relaciones institucionales con Rusia (reanudación en marzo de las reuniones del Consejo OTAN-Rusia tras una suspensión de siete meses a raíz de la guerra ruso-georgiana de agosto de 2008); reescribir el Concepto Estratégico de la Alianza, para fijar el nuevo marco doctrinal y operativo en base a los nuevos objetivos y principios; impulsar las relaciones con los once países del Diálogo Mediterráneo y la Iniciativa de Cooperación de Estambul (ICI); y proceder con el repliegue gradual de la misión en Kosovo, la KFOR, reduciendo el contingente de 13.890 soldados a unos 10.000 para enero de 2010 y, si se dieran una serie de circunstancias favorables, a 2.200 en 2011, tal como habían acordado los ministros de Defensa el 11 de junio.

Anders Fogh Rasmussen es citado en sus biografías oficiales como un gran aficionado al ciclismo, el jogging y el piragüismo. Gran corredor amateur, en julio de 2008 escaló a sus 55 años parte del puerto de Alpe d'Huez, al día siguiente del paso por la mítica etapa alpina del Tour de Francia, al que el primer ministro se acercó respondiendo a la invitación de su compatriota profesional Bjarne Riis. El político danés ha escrito los libros (títulos traducidos al español) Confrontación con el sistema fiscal (1979), El conflicto de la vivienda (1982), el ya citado Del Estado social al Estado minimal (1993) y Vera y Benéfica (2006). Además, es coautor de: La prosperidad amenazada (1980); Batalla de la aldea (1981); Juventudes Liberales por 75 años (1983); El Comercio en el año 2000 (1985); Viviendas y economía (1987); Dinamarca en el año 2000 (1987); y Amor por el trabajo y el bienestar: ¿un cóctel imposible? (1993).

(Cobertura informativa hasta 1/9/2009)