Adama Barrow

En Gambia, el país más pequeño de África continental, la grave crisis política y constitucional desatada a raíz de las elecciones presidenciales del 1 de diciembre de 2016 llegó a su fin entre el 19 y el 21 de enero de 2017 con la jura del cargo por el mandatario legítimo electo, el opositor Adama Barrow, resguardado temporalmente en la vecina Senegal, y la renuncia y marcha al exilio, tras un mes largo de empecinada negativa a asumir su derrota en las urnas, del dictador Yahya Jammeh.

La mudanza democrática en Banjul, que clausura un denostado régimen personalista de casi 23 años (desde el golpe de Estado militar dado en 1994 por Jammeh, acreditado como uno de los dirigentes africanos más extravagantes y represivos), ha sido posible gracias a la enérgica implicación de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), la cual, mediante un inteligente cóctel de persuasión diplomática e intervención militar dosificada, esta bajo el liderazgo del Ejército senegalés, ha conseguido neutralizar sin derramamientos de sangre, logro sobresaliente, a un autócrata imprevisible y obcecado que pretendía perpetuarse en el poder a través de unas quintas elecciones. La instalación de Barrow en ausencia de violencia es también el final de una anomalía en el seno de la CEDEAO, cuyos 15 estados miembros, con la salvedad de Togo, gozan ahora de unos sistemas políticos democráticos, en varios casos bien asentados. África Occidental, hasta no hace mucho asolada por las dictaduras, las guerras civiles y las contiendas tribales, es hoy una subregión donde predominan el pluralismo competitivo y las alternancias de Gobierno, al margen de los crónicos problemas del subdesarrollo social y económico, que impelen a sus jóvenes a emigrar a Europa.

El tercer presidente que ha tenido desde la independencia del Reino Unido en 1965 Gambia, país que delimitan los cauces del río homónimo, surgido del cartabón caprichoso de los colonizadores europeos, incrustado en Senegal y con una economía muy humilde basada en la agricultura, la pesca y el turismo de playa, es un promotor inmobiliario musulmán sin apenas experiencia política que meses antes de las elecciones fue escogido por el Partido Democrático Unido (UDP) y la Coalición Gambia 2016 para sustituir al candidato natural del bloque opositor, Ousainou Darboe, quien se encontraba preso. Hombre de estilo sobrio y moderado que reniega enfáticamente de cualquier intento de dividir a sus paisanos con criterios sectarios de etnia o fe, Barrow anuncia una nueva era para Gambia marcada por el Estado respetuoso de derechos y libertades, las reformas modernizadoras, la lucha contra la pobreza y la normalización de las relaciones internacionales. Por de pronto, los 46.000 gambianos que habían huido despavoridos a Senegal y Guinea Bissau por miedo a que la rebeldía de Jammeh desatara una ola de represión interna o una refiega bélica con las tropas de la CEDEAO empiezan a regresar a sus hogares.


(Texto actualizado hasta enero 2017)

1. Candidato victorioso de la oposición en las elecciones presidenciales de 2016
2. Crisis por la negativa de Jammeh a dejar el poder e intervención militar de la CEDEAO en socorro de Barrow

1. Candidato victorioso de la oposición en las elecciones presidenciales de 2016

Hijo de padres musulmanes afincados en el curso alto del río Gambia, vino al mundo el 16 de febrero de 1965, dos días antes de proclamarse Estado soberano este pequeño protectorado colonial del Reino Unido, delimitado por los cauces de la vía fluvial de la que toma el nombre e inserto como una estrecha cuña en el Senegal francófono. Tras cursar la escuela secundaria y recibir formación religiosa en la capital, Banjul, fue contratado por una compañía de gas local, para la que trabajó durante una serie de años, últimamente como gerente de ventas. En 1994 desempeñaba esta labor técnica comercial cuando el padre de la independencia, el presidente Dawda Kairaba Jawara, fue derrocado en un golpe de Estado incruento por el joven teniente Yahya Jammeh, instaurador de un régimen constitucional autoritario que 22 años después iba a encontrar su némesis democrática en Adama Barrow.

Según su biografía oficial, al comenzar el siglo XXI el futuro estadista dejó su ocupación de vendedor con unos ingresos humildes y marchó a Londres para capacitarse como empresario. Su ambición era prosperar en el mundo de los negocios inmobiliarios. Para pagarse sus estudios, ejerció de guardia de seguridad en una tienda londinense de la marca de ropa Argos. En 2006, con el título formativo bajo el brazo, regresó a Gambia y no tardó en poner en marcha una promotora de inversiones inmobiliarias llamada Majum Real Estate.

Políticamente, Barrow se vinculó al Partido Democrático Unido (UDP), una formación de orientación socialdemócrata, posteriormente miembro de la Internacional Socialista, fundada en 1996 por el abogado y activista de Derechos Humanos Ousainou Darboe. Colocados en la oposición frontal al Gobierno personalista y pseudodemocrático de Jammeh, revelado como un dictador tan estrambótico como represor, el UDP y Darboe, formando coaliciones cambiantes con otras agrupaciones, concurrieron a las elecciones presidenciales de 1996, 2001, 2006 y 2011, y a las legislativas de 1997 y 2007. En todas ellas resultaron perdedores, no sin elevar airadas denuncias de fraude, frente a Jammeh y su partido, la Alianza Patriótica para la Reorientación y la Construcción (APRC). Cuando los comicios de 2002 y 2012, el UDP optó por el boicot.

En todo este tiempo, Barrow, en esencia un hombre de negocios del sector privado, se mantuvo fuera de los focos. Como militante del UDP, no se presentó a un ningún puesto de representación popular y su trabajo quedó circunscrito al funcionamiento interno de una colectividad opositora expuesta a sufrir la violencia caprichosa del presidente Jammeh. Su posición más relevante en el UDP era la de tesorero, que no le reportaba ninguna exposición pública.

El virtual anonimato del empresario de la construcción, de 51 años, tocó a su fin en 2016. A finales de ese año Gambia celebraba las quintas elecciones presidenciales de la era Jammeh, a las que el antiguo militar, decidido a eternizarse en el poder, se presentaba de nuevo. Su tenaz pero impotente adversario de la oposición democrática, Darboe, estaba igualmente resuelto a contender otra vez, pero en abril de aquel año fue arrestado junto con otros 18 opositores bajo la acusación de participar en una manifestación no autorizada. El líder del UDP y sus colegas fueron llevados a juicio y en julio siguiente un tribunal los halló culpables de seis cargos delictivos, imponiéndoles una condena de tres años de prisión. Jammeh, desde hacía tiempo en el punto de mira internacional por sus crueles campañas persecutorias contra activistas políticos y humanitarios, periodistas y todo tipo de disidentes, amén de homosexuales y supuestos practicantes de la brujería, despreció las protestas de la ONU y Amnistía Internacional, a las que mandó "al infierno".

El UDP había quedado descabezado, pero sacó fuerzas de flaqueza para denunciar la "farsa" del juicio a Darboe y buscar a toda prisa a un sustituto de cara a la liza presidencial de diciembre. El escogido fue, pese a su mínima experiencia política y su dudosa capacidad para encandilar a un auditorio frente al micrófono y sobre el atril, el empresario Barrow, cuya postulación fue aceptada como suya por otras seis organizaciones de la oposición, a saber: el Partido de la Reconciliación Nacional (NRP), el Partido de la Convención Nacional (NCP), el Partido Progresista Popular (PPP), el Congreso Moral de Gambia (GMC), el Partido de Gambia para la Democracia y el Progreso (GPDP) y la Organización Democrática Popular para la Independencia y el Socialismo (PDOIS). Las siete formaciones se agruparon como Coalición Gambia 2016 y el 30 de octubre proclamaron formalmente candidato unitario a Barrow, que el 3 de noviembre siguiente canceló su militancia en el UDP para batirse con Jammeh con la etiqueta de "independiente".

El abanderado de la oposición gambiana lanzó un manifiesto para el establecimiento en el país africano occidental de una democracia genuina, con vigencia del Estado de derecho y el imperio de la ley, la salvaguardia de los derechos constitucionales de sus dos millones de ciudadanos y el funcionamiento de un Gobierno honesto volcado en el desarrollo económico y la lucha contra la pobreza. Más en concreto, un Gobierno suyo liberaría a los presos políticos, restablecería el límite de los dos mandatos presidenciales consecutivos en la Constitución, despolitizaría los cuerpos de seguridad, garantizaría por ley el libre ejercicio de su profesión a periodistas y jueces, y devolvería a Gambia al seno de la Commonwealth, repudiada por Jammeh en 2013. A finales de octubre, en plena campaña electoral, el dictador dio portazo también a la Corte Penal Internacional; entonces, su adversario se apresuró a anunciar que él, si llegaba a presidente, revertiría dicho movimiento de inmediato.

La cuestión de la filiación étnica de Barrow dio lugar a un debate artificioso atizado por las recientes diatribas sectarias de Jammeh, quien se estaba dedicando a lanzar amenazas de gran crudeza, llegando a hablar de "aniquilación", contra las etnias mayoritarias del país, los mandinga, según él meros extranjeros procedentes de Malí, y los fula o fulani. El presidente pertenecía a los jola, un grupo minoritario. Cuando lo anunció como su candidato presidencial, el UDP presentó a Barrow como un fula, pero también se dijo que era medio mandinga.

El interesado tuvo que salir a aclarar que él era mandinga por parte del padre y por parte de la madre fula, en cuyo idioma había sido criado. Fulas eran también sus dos esposas, Fatou y Sarjo, madres de una prole conjunta de cinco hijos. Su parentesco debía considerarse multiétnico, pues también tenía lazos biológicos con los sarahule. Sin embargo, recalcó que las distinciones tribales no tenían ninguna relevancia para él, ni en lo relativo a su persona ni por lo que respectaba al país. "Yo llevo sangre mestiza. La tribu no es importante. Lo que importa es que todos somos gambianos y que debemos unirnos y trabajar para el progreso de nuestro país", afirmó en una entrevista.


2. Crisis por la negativa de Jammeh a dejar el poder e intervención militar de la CEDEAO en socorro de Barrow

El 1 de diciembre de 2016 los gambianos fueron a votar en un clima de cierta tensión por la presencia intimidadora de los hombres del presidente en algunos colegios. Circularon informaciones sobre amenazas desde el oficialismo Tras cerrarse los colegios, empezó a decirse que Barrow, contra todo pronóstico, había resultado ganador. Al día siguiente, sin conocerse aún los resultados oficiales, Jammeh compareció en la televisión para hacer un anuncio asombroso: en efecto, él había perdido las elecciones y el mandatario electo era el aspirante de la alianza opositora, al que daba la enhorabuena y deseaba "todo lo mejor". Más aún, Jammeh ofrecía a Barrow un encuentro personal para organizar la transición, que debía culminar con la transferencia del poder el 19 de enero de 2017. Gambia vivía momentos históricos.

Instantes después del pronunciamiento presidencial, la Comisión Electoral Independiente (IEC) dio cuenta de unos resultados provisionales que otorgaban a Barrow el 45,5% de los votos (en términos absolutos, 263.515 papeletas), seguido del presidente en ejercicio con el 36,7% y de un tercer candidato, Mamma Kandeh, por el Congreso Democrático de Gambia (GDC), con el 17,8%. El 5 de diciembre, mientras los partidarios de Barrow seguían celebrando su triunfo en las calles y a Banjul llegaban mensajes de felicitación de todo el mundo, el IEC publicó los resultados definitivos, que recortaron el margen de victoria del opositor en 5,1 puntos, pasando de los 8,8 a los 3,7 puntos; ahora, el IEC adjudicaba al cabeza de la Coalición 2016 el 43,3% de los sufragios. Barrow se había impuesto en todas las circunscripciones, incluida Banjul, salvo dos, West Coast y Central River, dos bastiones de la gubernamental APRC. La participación quedó fijada en el 59,3%.

Ese mismo día, Darboe y los otros 18 conmilitones presos desde abril fueron puestos en libertad por orden de un tribunal de apelaciones, lo que magnificó el júbilo en las filas del UDP. Entrevistado por la prensa internacional, el próximo presidente se mostraba convencido de que el de Gambia era un "cambio pacífico" susceptible de servir como "modelo" para toda África.

La mudanza política en Gambia parecía encarrilada, pero el 9 de diciembre Jammeh aguó la fiesta democrática con una brutal retractación: tras una "investigación a fondo", él había llegado a la conclusión de que las elecciones, "lamentablemente", adolecían de una serie de "anomalías graves e inaceptables". En consecuencia, no tenía más remedio que "rechazar los resultados" y "recomendar" la celebración de unas elecciones "nuevas y transparentes". La APRC añadió que el presidente, en vista del "fallido" proceder de la IEC, se disponía a impugnar el resultado de las elecciones ante el Tribunal Supremo. Sin embargo, el alto tribunal estaba en la práctica desmantelado desde mayo de 2015, cuando Jammeh destituyó a todos sus miembros salvo el magistrado jefe, el nigeriano Emmanuel Fagbenle.

El inopinado cambio de parecer de Jammeh, un dirigente que había dejado a todos boquiabiertos con su anuncio inicial del acatamiento sin reservas de la victoria de Barrow y que ahora le hacía plena justicia a su pésima reputación de autócrata imprevisible, arbitrario e intolerante, fue acogido con vivas muestras de alarma e irritación en el exterior. La Unión Africana (UA) calificó las intenciones del presidente de "nulas y sin efecto", y los rapapolvos llegaron también de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO o ECOWAS), el Gobierno de Estados Unidos y el Gobierno de la vecina Senegal. En casa, Barrow, decepcionado como el que más, lamentó el "daño a la democracia" que infligía Jammeh, quien carecía de autoridad para refutar los resultados oficiales de la IEC. El líder del PPP, Omar Amadou Jallow, fue más contundente y equiparó la maniobra del presidente con un "golpe de Estado".

En las semanas que siguieron, Jammeh ("mis derechos no pueden ser violados hasta el punto de sucumbir al chantaje", "ningún poder de este mundo me va a intimidar", "nadie salvo Alá Todopoderoso puede privarme de esta victoria") fue enrocándose en su desafío, dando largas a sus colegas de Nigeria, Muhammadu Buhari, Ghana, John Dramani Mahama, Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, y Sierra Leona, Ernest Bai Koroma, arribados a Banjul con la esperanza de poderle persuadir de que aceptara su derrota electoral y abandonara el palacio presidencial en la fecha prevista, e ignorando las advertencias de la ONU y la CEDEAO de que Gambia, en tanto que país miembro, podía ser objeto de sanciones.

Más aún, representantes diplomáticos empezaron a insinuar que, si la situación empeoraba, la CEDEAO podría enviar tropas a Gambia, un escenario nada improbable desde el momento en que la organización tenía un denso historial de intervenciones militares con propósitos de pacificación, interposición y protección de poderes políticos legítimos. Desde los años noventa, la mayoría de los 15 estados miembros habían sufrido situaciones de guerra civil, golpismo militar o violencia sectaria, siendo notorios los casos de Liberia, Sierra Leona y Côte d'Ivoire. De hecho, en estos momentos, unidades militares de la CEDEAO, cuya columna vertebral era el potente Ejército de Nigeria, estaban desplegadas en Guinea Bissau en el marco de la misión ECOMIB. Barrow procuró ablandar a Jammeh prometiéndole que no habría represalias de ningún tipo en su contra si transmitía pacíficamente el poder en la fecha prevista del 19 de enero de 2017, pero en vano también. Además, anunció la creación del think tank Agencia para el Desarrollo Socioeconómico Sostenible (ASSED) y detalló un plan estratégico para el desarrollo integral del país hasta 2020.

El año terminó con la nación más pequeña del África continental sumida en un tenso punto muerto y a la espera de un pronto desenlace de su grave crisis política, que en el peor de los casos podría desembocar en derramamientos de sangre. Por de pronto, Barrow, inmutable en su presencia tranquila y su semblante de rasgos afables y apocados, ya contaba con el reconocimiento en bloque de la comunidad internacional, la cual le aseguraba que desde el 19 de enero, tanto si Jammeh daba su brazo a torcer como si no, él sería considerado el presidente legítimo del país.

El 10 de enero de 2017, después de acusar el dictador a la CEDEAO de "declararle la guerra" y de "insultar a nuestra Constitución", actos que emplazaban al Gobierno a "defender nuestra soberanía de cualquier agresión" como el "sagrado deber" que era para "todos los gambianos patriotas", de recibir la expresión de lealtad del jefe de las Fuerzas Armadas, general Ousman Badjie, y de encajar a cambio las dimisiones de su edecán presidencial, Sulayman Samba, y su ministro de Comunicaciones, Sheriff Bojang, ahora declarados partidarios de Barrow, una corte de Banjul que hacía las funciones del Tribunal Supremo anunciaba la suspensión del fallo, que debía conocerse hoy, sobre la reclamación poselectoral interpuesta por Jammeh.

El panel judicial indicó que podría emitir su veredicto el día 16, pero el magistrado jefe Emmanuel Fagbenle corrigió que hasta mayo el Tribunal Supremo gambiano, carente actualmente de jueces nacionales, no estaría plenamente constituido. Jammeh cogió al vuelo la acotación de Fagbenle para aferrarse al cargo disfrazando su empecinamiento de pulcritud constitucional, pues "solo el Tribunal Supremo puede estudiar nuestra impugnación y solo el Tribunal Supremo puede declarar a alguien presidente", porfió.

El 13 de enero fracasaron unas consultas urgentes de los presidentes Buhari, Mahama y Johnson-Sirleaf, vueltos a Banjul con un mensaje muy claro para Jammeh: tenía que dejar el poder en el plazo de seis días, porque después ya no sería reconocido como presidente de Gambia. Entonces, Barrow aceptó abandonar el país en compañía de los mandatarios rumbo a Bamako, donde estaba teniendo lugar la 27ª Cumbre Franco-Africana. En la capital de Malí el pretendiente presidencial se reencontró con los líderes de la CEDEAO, pero el 15 de enero anunció que se instalaba provisionalmente en la capital de Senegal, Dakar, más cerca de casa, donde el presidente amigo Macky Sall ya estaba preparando la movilización de su Ejército para una intervención militar que, a menos que se produjera una claudicación in extremis de Jammeh, era imparable. Entretanto, miles de civiles huían al país que rodeaba Gambia por todos sus flancos temerosos de un estallido de violencia.

El día 16 el juez Fagbenle plantó cara a Jammeh negándose a admitir un recurso de los abogados del dictador para que su tribunal prohibiera la celebración, al cabo de tres días, de cualquier ceremonia de asunción presidencial por parte de Barrow. En la misma jornada, a su desazón política Barrow vio sumársele la tragedia familiar: le comunicaron que uno de sus hijos, Habibu, de solo ocho años, acababa de fallecer tras ser atacado en la víspera por un perro cerca de Banjul. Por motivos de seguridad, el político no pudo asistir al funeral de su retoño.

El 17 de enero la crisis se puso al rojo vivo al declarar Jammeh el estado de emergencia por 90 días ante la existencia de "un nivel de injerencia extranjera sin precedentes". La cuenta de defecciones del bando presidencial engordó con las dimisiones de los ministros de Exteriores, Finanzas, Comercio y Medio Ambiente. Jammeh se estaba quedando solo. Al día siguiente, la Asamblea Nacional ratificó el decreto del cabeza del Ejecutivo y de paso extendió su mandato presidencial por aquel mismo período, 90 días. El dictador parecía dispuesto a llegar a la confrontación final con unos vecinos que le conminaban a dejar el poder en la medianoche del 18 a 19, so pena de ser desalojado por la fuerza. De hecho, Senegal solicitó al Consejo de Seguridad de la ONU que autorizara la intervención militar de la CEDEAO.

La obcecación de Jammeh podía calificarse de desatinada, pues el minúsculo Ejército gambiano -apenas un millar de uniformados en servicio-, que además, a estas alturas de la crisis, ya no resultaba fiable como fuerza cumplidora de las órdenes de su comandante en jefe, no tenía ninguna oportunidad de hacer frente a una invasión combinada de las tropas de la CEDEAO. En estos momentos, efectivos terrestres, aéreos y navales de Senegal, Nigeria y Ghana tomaban posiciones en las inmediaciones de Gambia. La punta de lanza de la inminente operación militar era un contingente senegalés de varios cientos de soldados. Miles de turistas británicos, holandeses y de otras nacionalidades ya estaban siendo evacuados vía aérea con la ayuda de sus gobiernos.

El último día en ser reconocido como presidente de Gambia por la CEDEAO y la UA, Jammeh sufrió las dimisiones del vicepresidente de la República, Isatou Njie-Saidy, y del ministro de Educación, Investigación y Ciencia. Desde Dakar, Barrow seguía expectante la conclusión de una crisis que tenía el resultado cantado, la derrota de Jammeh. Pero que esta se produjera sin resistencias violentas y pérdidas de vidas estaba por ver. Ahora bien, el cabeza del Ejército, el general Badjie, declaró a los medios que sus hombres de ninguna manera iban a "implicarse en una lucha estúpida" como consecuencia de una "disputa política". Medios internacionales aseguraban que la deserción de soldados y oficiales estaba en marcha. A la vez, circulaban informaciones sobre la presencia en Banjul de mercenarios extranjeros contratados para su protección personal por Jammeh, quien al finalizar el día no se dejó convencer por el presidente de Mauritania, Mohammed Ould Abdelaziz (como él, otro antiguo militar golpista reconvertido en mandatario constitucional civil), para que pusiera los pies en polvorosa antes de que fuera demasiado tarde.

El 19 de enero amaneció con Jammeh ignorando el ultimátum de la CEDEAO, que pasaba a considerarle presidente ilegítimo, y recluido en el complejo presidencial de Banjul. Por el momento, las tropas senegalesas, consideradas unas de las más profesionales, disciplinadas y mejor entrenadas de África, permanecían apostadas en la frontera, listas para entrar en acción. Fue el momento de la recuperación del protagonismo por Barrow, que se dirigió a la Embajada de Gambia en Dakar para, en un acto sencillo que tuvo como testigo a un pequeño grupo de funcionarios y representantes diplomáticos, prestar juramento como el tercer presidente de la República de Gambia. Puesto que la legación diplomática era un recinto extraterritorial bajo soberanía gambiana, la toma de posesión de Barrow acontecía técnicamente en Gambia y no en el extranjero. A continuación, el ya presidente leyó una alocución en la que resaltó el carácter histórico de la mudanza que personificaba, expresaba su gratitud a la CEDEAO y ratificaba su compromiso con la democracia, la paz, la unidad y el desarrollo de Gambia, para la que empezaba una era de reformas en todos los ámbitos.

Rápidamente, el Consejo de Seguridad de la ONU, con el voto unánime de sus 15 miembros, aprobó una resolución, la 2.337, por la que expresaba su apoyo pleno a los esfuerzos de la CEDEAO para "el respeto de la voluntad popular" en Gambia e instaba a Jammeh a transferir el poder a Barrow de manera pacífica y ordenada. El Consejo, sin embargo, no decía nada sobre el uso de la fuerza, cuya autorización para la CEDEAO el Gobierno de Sall había solicitado en la víspera.

Aunque acorralado en todos los sentidos y sin ninguna carta que jugar, el dictador, ya oficialmente en rebeldía, mantenía su contumacia. Una vez producida la jura de Barrow en Dakar y conocido el pronunciamiento del Consejo de Seguridad de la ONU, los mandos de Senegal y Nigeria ordenaron a sus soldados entrar en Gambia. Las tropas, montadas en vehículos y llevando una completa impedimenta de combate, tomaron la carretera, paralela al río por su orilla sur, que conducía a Banjul, convertida en una ciudad fantasma hasta que llegaron las noticias de la juramentación de Barrow y la celebración comenzó en las calles, encontrando en el trayecto la bienvenida de gran número de civiles, cuya consigna más coreada era "Gambia has decided". El general Badji salió a reconocer a Barrow como comandante en jefe.

El 20 de enero la CEDEAO lanzó a Jammeh un segundo ultimátum para que abandonara el poder antes de las 16 horas del día en curso. El mauritano Abdelaziz, esta vez auxiliado por su colega de Guinea, Alpha Condé, hizo otra tentativa de persuasión verbal. El autócrata replicó declarando la disolución del Gobierno, que tras la cascada de renuncias estaba prácticamente vacante, y la asunción por él mismo de todas las funciones ministeriales. Pero en la mañana del 21 de enero apareció por la televisión para anunciar su adiós. "Creo que no es necesario derramar una sola gota de sangre (...) Prometo ante Alá y ante la nación entera que todas las cuestiones que enfrentamos en estos momentos se van a resolver pacíficamente (...) Hoy, en buena conciencia, he decidido dejar el manto del liderazgo de esta gran nación con gratitud infinita a todos los gambianos", fueron algunas de las sentencias leídas por el estadista en su comunicado de renuncia.

Ya por la noche, Jammeh, despedido por una comitiva de fieles, tomó en el aeropuerto de Banjul un avión que lo condujo a Conakry, en Guinea, y de ahí a un exilio presumiblemente dorado en Guinea Ecuatorial, acogido a la hospitalidad del dictador Teodoro Obiang. El 22 de enero la avanzadilla de las tropas senegalesas, unos 4.000 efectivos, entró en la capital, donde los exultantes partidarios de Barrow las recibieron como libertadoras. Los soldados de la CEDEAO se desplegaron en los puntos neurálgicos para vigilar la seguridad, siendo la sede de la Presidencia el edificio más custodiado. Por el momento, Barrow, que acababa de mencionar la puesta en marcha de una "comisión de la verdad y la reconciliación" empoderada para investigar los posibles crímenes cometidos por su predecesor en sus 22 años largos de férula, permanecía en Senegal y se ignoraba cuándo retornaría a Gambia. Al día siguiente, el presidente nombró en Dakar a Fatoumata Jallow-Tambajang para el puesto de vicepresidenta de la República.

(Cobertura informativa hasta 23/1/2017)