Abdel Latif Rashid

La parálisis política instalada en Irak, estallidos de violencia incluidos, desde las elecciones legislativas de octubre de 2021 empezó a resolverse el 13 de octubre de 2022 con la elección parlamentaria del kurdo Abdel Latif Rashid para la Presidencia de la República, un cargo básicamente simbólico.

Por 162 votos contra 99, Rashid se impuso en segunda votación al titular aspirante a la reelección, Barham Salih. Ambos son de hecho colegas de la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), a la que pertenecieron asimismo los anteriores presidentes Fuad Masum (2014-2018) y Jalal Talabani (2005-2014). A diferencia de las tres tentativas fallidas de febrero y marzo, el Consejo de Representantes reunió un quórum válido (al menos dos tercios) de 269 diputados sobre 329. Nada más prestar juramento del puesto con un mandato de cuatro años, Rashid designó primer ministro a Muhammad Shia al-Sudani, cuya aprobación por el fragmentado Consejo a instancias de una coalición oficialista de amplio espectro topa con el boicot del Movimiento Sadrista, el mayor partido del país.

Según el sistema vigente, de características sectarias a la libanesa y sin fundamento constitucional, el jefe de Estado ha de ser un kurdo, el primer ministro un musulmán shií y el presidente del Legislativo un musulmán sunní. Irak, lastrado por las crónicas pendencias partidistas, la corrupción y la mala gestión, sigue sin encontrar la estabilidad, siquiera precaria, y una mejora en la calidad de vida de sus sufridos ciudadanos al cumplirse un lustro de la derrota militar del Califato del Estado Islámico (2017) y casi un año después de concluir la segunda intervención armada de Estados Unidos (2014-2021) contra el yihadismo. Desde 2019, el baqueteado país de Oriente Medio vive una secuencia de protestas y disturbios de suma gravedad. Tras ellos está una población civil harta de tanta precariedad, negligencia y abusos, pero también facciones y milicias enemistadas que socavan cualquier aspiración de democracia.

La última ola de incidentes violentos, con un balance de 30 muertos en Bagdad, la protagonizó en agosto el sector radical del clérigo shií Muqtada al-Sadr, tribuno furibundo del nacionalismo irakí antiiraní y antiestadounidense. Tras retirar a sus diputados del Consejo y soliviantar a sus huestes (quienes asaltaron los palacios institucionales y desataron el caos en la Zona Verde de la capital) con el anuncio de que abandonaba la vida política, Sadr se ha separado de la alianza tripartita formada con kurdos y sunníes y que impulsó la candidatura presidencial de Rashid. Ahora, Sudani, un primer ministro propuesto a Rashid por el bloque shií proiraní perdedor de los comicios de 2021, en teoría, debería poner en marcha un Gobierno de coalición transversal del que en todo caso se automarginará el sadrismo, sin cuyo concurso político Irak no tiene ninguna perspectiva de paz.

El quinto presidente irakí desde la invasión anglo-estadounidense de 2003 es un ingeniero de 78 años formado en las universidades de Manchester y Liverpool, y especialista en proyectos hidráulicos de irrigación y drenaje. Tras el derrocamiento de Saddam Hussein y el régimen baazista, fue uno de los muchos miles de kurdos e irakíes con educación superior que retornaron a su país natal en la convulsa etapa de la ocupación extranjera. Del Reino Unido se trajo también la conacionalidad británica. Representante oficial en Londres de la PUK de Jalal Talabani y durante la década previa a la invasión dirigente de la plataforma opositora en el exilio Congreso Nacional Irakí (INC), Rashid sirvió como ministro de Recursos Hídricos a lo largo de siete años, entre septiembre de 2003 y diciembre de 2010.

Su ministerio técnico se inició en el primer autogobierno provisional bajo el régimen de ocupación, el Consejo de Gobierno Irakí (2003-2004), y prosiguió en el Gobierno Interino (2004-2005), el Gobierno de Transición (2005-2006) y el primer Gobierno nacional (2006-2010) del primer ministro Nuri al-Maliki. En todo este tiempo, Irak, ya destrozado tras años de conflictos bélicos y sanciones internacionales, sufrió los nuevos embates de la insurgencia armada, el terrorismo político-religioso, las operaciones militares de las tropas occidentales e irakíes contra los rebeldes, y una violencia sectaria que alcanzó proporciones de guerra civil entre shiíes y sunníes en el sangriento trienio 2006-2008. En tan complicadísimas circunstancias, Rashid acometió las tareas de asegurar el suministro de agua a núcleos urbanos, industrias y plantaciones agrícolas, desarrollar la producción de hidroelectricidad y realizar obras de infraestructura para el control de inundaciones fluviales. Tras dejar el Gobierno, el ingeniero se mantuvo próximo al Ejecutivo como asesor de los presidentes Talabani y Masum.

La elección presidencial por el Consejo de Representantes estaba prevista inicialmente para el 7 de febrero de 2022, pero la sesión quedó pospuesta por la inasistencia parlamentaria de buena parte de los 329 diputados, pertenecientes a diversos partidos shiíes, sunníes, kurdos o pretendidamente aconfesionales, elegidos en las legislativas del 10 de octubre de 2021. El 13 de febrero el Tribunal Supremo Federal estableció que el mandatario en ejercicio, Salih, podía continuar por el momento en sus funciones. El 26 de marzo la mesa del Consejo volvió a cancelar la elección presidencial por falta de quórum y por tercera vez cuatro días después. La fecha límite dada por el Tribunal Supremo Federal, el 6 de abril, no fue cumplida, quedando entonces el proceso pospuesto sine díe. El bloqueo parlamentario afectaba a la elección del presidente de la República y de paso a la designación del Gobierno de coalición llamado a suceder al Ejecutivo de Mustafa al-Kadhimi, el primer ministro nombrado en abril de 2020 para poner fin a un vacío de poder de cinco meses de duración y objeto en noviembre de 2021 de un intento de magnicidio que fue atribuido a extremistas shiíes proiraníes.

El paralizante forcejeo poselectoral enfrentaba por un lado a la alianza Salvemos la Patria (Enqadh Watan), consistente en el Movimiento del veleidoso Muqtada al-Sadr, que con 73 escaños había sido el claro ganador de los comicios de octubre, más el Partido Democrático del Kurdistán (KDP) de Massud Barzani y los sunníes de la Alianza Al Siyada (a su vez compuesta por el partido Al Takadum de Muhammad al-Halbusi, el presidente del Consejo, y la Alianza Azm de Jamis al-Janjar). Por el otro lado, contendía el denominado Marco de Coordinación, donde aunaban fuerzas los shiíes proiraníes de la Coalición Estado de Derecho del ex primer ministro Maliki y la Alianza Fatah de Hadi al-Amiri. Estos últimos, dotados de agresivas milicias paramilitares, estaban airados por los malos resultados cosechados en las elecciones legislativas.

Mientras que el bloque del antiiraní Sadr llamaba a formar un Gobierno de "mayoría nacional", el bloque del proiraní Maliki invocaba un Gobierno de "consenso". En cuanto a la elección presidencial, el Marco de Coordinación se decantaba por la candidatura reeleccionista de Salih, en tanto que los sadristas y sus aliados kurdos y sunníes apostaban por un hombre del KDP, Rebar Ahmed; Ahmed era una solución de recambio del primer candidato sostenido por alianza Salvemos la Patria, Hoshyar Zebari, ex ministro y también del KDP, quien había renunciado por unas denuncias de corrupción.

Posteriormente, en octubre, tras la erupción de violencia por parte de los sadristas en Bagdad, el KDP retiró la candidatura de Ahmed y junto con Al Siyada anunció la postulación de Abdel Latif Rashid. Esta elección salvaguardaba el anterior acuerdo entre la UPK y el KDP sobre las asignaciones de la Presidencia de la República a un miembro del primer partido y la presidencia de la Región del Kurdistán a un miembro del segundo; desde 2005, la familia Barzani venía encabezando el Ejecutivo regional con sede en Kirkuk.

(Cobertura informativa hasta 20/10/2022)