Evo Morales, incombustible, asume su tercer mandato

Opinion CIDOB 272
Publication date: 10/2014
Author:
Santiago Villar, assistent d'investigació, CIDOB
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Santiago Villar, asistente de investigación CIDOB
27 de octubre 2014 / Opinión CIDOB, nº. 272

Las encuestas no dejaban lugar a dudas sobre la contundente victoria de Evo Morales en su tercera elección presidencial consecutiva. El pasado 12 de octubre se impuso con un 60,9%, algo más de 36 puntos por encima de su inmediato competidor Samuel Doria Medina (Frente Amplio). La composición del Parlamento fue igual de definitiva, el partido de Morales (Movimiento al Socialismo - MAS) acaparó el hemiciclo, obteniendo 117 escaños sobre un total de 130, lo cual le asegura una clara mayoría. El apoyo al mandatario se ha mantenido en casi los mismos niveles en las tres elecciones en las que resultó ganador: 54% en 2005, 64% en 2009 y 60% en 2014. Una de las dos novedades a destacar fue la victoria de Morales en el departamento de Santa Cruz, históricamente el mayor opositor al MAS, que llegó a protagonizar tensiones secesionistas durante el primer mandato. Otra victoria añadida vino de los bolivianos en el exterior, que pudieron votar en 33 países gracias a un empeño personal del presidente, entre los que el triunfo del MAS superó el 70%.

El sustento recibido por el actual presidente se basa fundamentalmente en los resultados: estabilidad política, crecimiento sostenido y mayor inclusión social. Los tres mandatos de Morales contrastan con los 4 presidentes que asumieron el poder entre 2001 y 2005 sin lograr completar ni dos años de legislatura. En un país profundamente dividido, Morales se propuso acometer unas profundas reformas que incluyeron una refundación con la promulgación de la nueva Constitución que entró en vigor en 2009. Con ella el país dejó de llamarse República de Bolivia y pasó a denominarse oficialmente Estado Plurinacional de Bolivia. Esta renovación de las bases jurídicas del Estado fue acompañada de importantes reformas, que van desde la nacionalización de los hidrocarburos, a la reforma agraria y los planes de inclusión social, que generaron grandes resistencias por parte de los sectores tradicionales, pero que finalmente se logró reconducir institucionalmente.

A la estabilidad institucional -inédita en la historia del país- se sumó la mejora en los indicadores macroeconómicos. En este ámbito, durante los últimos 8 años, el país andino ha tenido un crecimiento medio del PIB de un 5%, pasando de 9.549 millones de dólares en 2005 a 30.600 millones en 2013, y la renta per cápita aumentó de 1.000 dólares en 2005 a casi 2.700 en 2013. En cuanto a la Inversión Extranjera Directa (IED), aun cuando el gobierno de Evo Morales ha nacionalizado numerosas empresas extranjeras, se ha sextuplicado entre 2006 y 2013, aunque en términos generales continúa muy por debajo de sus vecinos chilenos y peruanos. En 2013, Bolivia recibió 1.750 millones de dólares, mientras que Perú recibió 10.200 millones y Chile 28.500.

Uno de los principales objetivos de Morales, el primer presidente indígena, fue la inclusión política y social de las comunidades originarias que representan el 62% de la población del país. Desde la llegada del actual gobierno, se ha incrementado notablemente su participación tanto como actores de la sociedad civil como también a nivel institucional y político. En el plano social, los logros en la reducción de la pobreza son también indiscutibles -aunque los niveles sigan siendo elevados y alcancen a un 20% de la población-. En el plano laboral, el salario mínimo, que en el año 2006 era de unos 62 dólares, llegó a los 206 en 2014, y el desempleo ha disminuido, situándose para el año 2013 en un 3,2%, según datos del Banco Mundial. Como contrapartida, el empleo informal ha crecido y se estima en un 70% del total, lo cual aparece como una gran asignatura pendiente del gobierno boliviano.

Sin perjuicio de los logros a nivel socio-económico alcanzados durante la última década, Bolivia se enfrenta a una serie de retos de cara al futuro que el gobierno no podrá soslayar. Más allá del bajo nivel general de inversiones mencionado, se critica también que la inversión recibida y el apoyo gubernamental se ha concentrado en pocos sectores, básicamente en la explotación de hidrocarburos, gas y recursos mineros, así como en el sector cocalero, todos ellos de gran relevancia para el crecimiento económico del país. Sin embargo el sector empresarial, fundamentalmente la pequeña y mediana empresa, aún no recibe el apoyo suficiente para generar mayor productividad.

Buena parte del crecimiento económico y de los avances sociales del país en la última década se sostuvieron debido al alza generalizada de precios de los commodities tales como el petróleo, el gas, aquellos derivados de la explotación minera e inclusive la agroindustria como la soja y la quinoa. Esta bonanza económica permitió una redistribución de los ingresos que generó una mejora sensible de los indicadores socioeconómicos. Sin embargo la baja en el precio de los commodities (en particular del petróleo) registradas recientemente, amenaza con desacelerar este proceso.

Bolivia necesita afrontar una serie de desafíos de cara al futuro próximo que el Programa de Gobierno de Evo Morales para el periodo 2015-2020, denominado “Juntos vamos bien para Vivir Bien”, describe en doce puntos básicos las prioridades de su tercer mandato. Entre las más destacadas se encuentra la mejora de los servicios básicos (agua, gas natural, alcantarillado, electricidad y telecomunicaciones), el incremento de la productividad e industrialización, la gestión de grandes programas de infraestructura y la lucha contra el narcotráfico y la corrupción. Estos se suman a la continuidad en las políticas de igualdad, que incluye la de género, en un país donde las estadísticas reflejan que hasta un 86% de mujeres son víctimas de la violencia de género, lo que llevó al gobierno a promulgar una nueva ley para abordar la lucha contra esta grave lacra social. En el plano regional, también se plantean varios retos a destacar; el primero, la aspiración de Bolivia de recuperar su salida al mar que le ha llevado a interponer una demanda a Chile ante la Corte Internacional de Justicia, aunque Morales se declaró dispuesto a dialogar con Michelle Bachelet. En segundo lugar, la incorporación de Bolivia al MERCOSUR y las consecuencias sobre su membresía en la Comunidad Andina, lo cual demanda un nuevo encaje en el panorama de integración regional que refuerza la relación con Brasil.

En el ámbito político, se plantea la gran incógnita de la renovación generacional del MAS que depende excesivamente del liderazgo de Evo Morales. La Constitución actual solo permite una reelección consecutiva. Evo Morales pudo presentarse a estas elecciones porque la Justicia decidió en abril de 2013 que el primer mandato no computaba, pues se materializó al amparo de la vieja Carta Magna. Pero esta vez el presidente aseguró que no buscará un nuevo ciclo, que exigiría otra reforma constitucional. Aunque el MAS se ha consolidado como fuerza política hegemónica, es difícil (por no decir imposible) que encuentre relevo un líder que se permite no debatir con otros candidatos apelando a su relación con el pueblo, como hizo Morales en las pasadas elecciones. Cómo compaginar estabilidad y mayor pluralismo de opciones es otro reto para la consolidación de un sistema político que no esté al servicio de un partido.

El claro apoyo logrado por el MAS ha legitimado la gestión de Evo Morales para afrontar retos tanto de coyuntura nacional como de orden internacional, en los que la capacidad de liderazgo político para facilitar la transferencia de poder y consolidar la institucionalidad será puesta nuevamente a prueba y constituirá el mayor desafío de los próximos cinco años.