Blockadia: movimientos de base contra los combustibles fósiles y a favor de la justicia climática

Anuario Internacional CIDOB 2018
Publication date: 07/2018
Author:
Joan Martínez-Alier; Alice Owen; Brototi Roy; Daniela Del Bene y Daria Rivin
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Autores:

J. Martínez-Alier, director del proyecto EnvJustice, ICTA (UAB) ; Alice Owen, estudiante de Lund University, Suecia ; Brototi Roy, estudiante de doctorado, Evjustice, ICTA (UAB); Daniela Del Bene, coordinadora del EjAtlas, ICTA (UAB): Daria Rivin, estudiante de Lund University, Suecia

En 1896 el sueco Svante Arrhenius, premio Nobel de Química en 1903, calculó que un aumento del dióxido de carbono atmosférico elevaría la temperatura en la superficie de la Tierra a causa del efecto invernadero, y esto le llevó a formular la hipótesis de que las emisiones de dióxido de carbono ocasionadas por la quema de combustibles fósiles y otras actividades de combustión causadas por los humanos iban a ser lo bastante grandes como para causar un calentamiento global. Poco se hizo al respecto por entonces, aunque hubo otras muchas alertas tempranas. El año 1982 se formó el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) para integrar la ciencia del clima, y la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992 marcó el camino para las COP (Conferencias de las Partes), en las que se alcanzaron acuerdos para abordar el problema del cambio climático. Otros hitos importantes han sido el Protocolo de Kioto en 1997 y el Acuerdo de París de 2015. Sin embargo, pese a las décadas transcurridas de política y de ciencia climáticas, está todavía por ver que se produzca un aplanamiento de la Curva de Keeling, pues la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado desde unas 300 ppm (partes por millón) en 1900 a 360 ppm en 1992, y a más de 405 ppm en 2018.

En noviembre de 2017, en la COP23 de Bonn, Alemania, nuestros líderes mundiales y los negociadores del clima se reunieron una vez más para discutir las contribuciones voluntarias de cada país a los objetivos de mitigación del cambio climático. En las COP el discurso ha derivado de la mitigación a la adaptación, se ha aceptado el cambio climático como una realidad ya inevitable e irreversible, y se presentan ofertas financieras por los “daños y perjuicios” causados por el cambio climático. Pero como certifican los miembros del grupo activista Guerreros del Clima del Pacífico: “No (solo) nos estamos ahogando; estamos luchando”.

Dichos activistas se reunieron en las inmediaciones de una de las minas de carbón más sucias de Europa el día antes del inicio de la COP23. Desde allí podían contemplar también el bosque de Hambach (1), en la periferia de la mina, donde durante los últimos seis años los activistas se han subido a las copas de los árboles para protestar por la continua quema de combustibles fósiles. Más tarde, ese mismo día 4.500 activistas no violentos de Ende Gelände de toda Europa y de otros países, bajaron a la mina de carbón llevando una pancarta en la que podía leerse: “Cambio de sistema, no cambio de clima” mientras se enfrentaban a policías armados con pulverizadores de pimienta y montados a caballo para impedir el paso a tres excavadoras(2).

En este artículo constatamos que en todos los continentes hay comunidades que defienden sus tierras, sus medios de vida y también el clima contras proyectos de extracción, transporte y quema de combustibles fósiles. Estos espacios de resistencia interconectados son lo que nosotros, recogiendo el término sugerido por Naomi Klein, denominamos como Blockadia. Como detalla ella misma, Blockadia “no es un lugar concreto del mapa, sino más bien una zona itinerante de conflicto transnacional que aflora con una frecuencia y una intensidad cada vez mayores cuando aparece algún proyecto extractivo que intenta perforar o excavar”(3); es donde “las personas ‘comunes’ toman partido cuando nuestros líderes se muestran incapaces de hacerlo”.

El activismo climático está en una fase importante de su evolución; “los océanos se elevan y nosotros también”, como reza un eslogan. Mientras los legisladores continúan alineándose con las empresas de combustibles fósiles, por todo el planeta la gente está tomando la justicia y el clima en sus propias manos. En este análisis presentamos un mapa de estas resistencias de Blockadia mediante el cual podemos empezar a explorar la justicia climática y ambiental de base e identificar casos prácticos para ilustrar cómo esto se hace realidad en diferentes situaciones sobre el terreno.

Un mapa de la resistencia en contra de los combustibles fósiles y en pro de la justicia climática

Basándose en las ideas activistas y en las acciones de las campañas en pro de la justicia ambiental desde la década de 1980, dos recientes proyectos en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la UAB (Barcelona) (ICTA-UAB) (EJOLT, 2011-15 y ENVJUSTICE, 2016-21, www.envjustice.org), amplían la investigación sobre el movimiento global por la justicia medioambiental(4). Un producto de estos dos proyectos ha sido la elaboración de un proyecto cartográfico cooperativo, el Atlas de la Justicia Medioambiental (www. ejatlas.org)(5), confeccionado por activistas de base, académicos, periodistas e investigadores independientes. El atlas tiene actualmente (en marzo de 2018) casi 2.400 casos detallados, con una cobertura geográfica todavía irregular. Reuniendo casos del EJAtlas en los que se constatan bloqueos, ocupaciones u otras protestas para interrumpir proyectos de combustibles fósiles, presentamos el Mapa de Blockadia (6). Los casos seleccionados incluyen dimensiones de justicia climática así como injusticias medioambientales localizadas. Los impactos locales varían y llevan a diferentes formas de movilización, pero muchos incluyen la violación de derechos humanos, la contaminación del agua (como en el caso de la extracción de gas o petróleo por el método de la fracturación hidráulica o fracking), la contaminación y la subsidencia del suelo (como en las minas de carbón), la contaminación del aire, la expropiación de tierras, la pérdida de medios de sustento, unas condiciones laborales deficientes, la pérdida de biodiversidad, la degradación cultural, impactos graves en la salud (la neumoconiosis o enfermedad del pulmón negro) e indemnizaciones inadecuadas.

Hay tres características destacadas que conectan estas campañas bajo el paraguas de Blockadia. En primer lugar, todas ellas a menudo van más allá de proteger el medio ambiente y ahondan en el cuestionamiento de la democracia y el control de los recursos. En segundo lugar, estas campañas a menudo combinan preocupaciones locales con una conciencia global del cambio climático. En tercer lugar, los activistas en primera línea son personas locales. Tanto si son campesinas como si son indígenas tribales, comerciantes, estudiantes o abuelas, son estos ciudadanos quienes acuden a las asambleas de las aldeas locales, a las reuniones de consejo, a las marchas en ciudades de provincias o en las capitales, y a veces son arrestadas o son objeto de violencia.

El concepto básico de Blockadia no es nuevo. Tiene su origen en la resistencia contra la empresa multinacional Shell en el Delta del Níger en los años noventa del siglo XX. Después de la destrucción o ataques contra los pueblos Ogoni e Ijaw por el vertido de petróleo y combustión de gases, hubo un levantamiento pacífico(7). Esto culminó con la tortura y el asesinato de miles de residentes del Delta y con el ahorcamiento de nueve líderes ogonis en 1995, que provocó un escándalo internacional contra las violaciones de las regulaciones ambientales y de los derechos humanos por parte de las compañías petrolíferas, y que acabó con la retirada de la producción de petróleo de Ogonilandia. En 1998 el Consejo de la Juventud Ijaw hizo una declaración contra las actividades petrolíferas en sus territorios, calificando su ofensiva de Operación Cambio Climático y vinculando la lucha por el control de la comunidad con la lucha contra la extracción de combustibles fósiles(8).

Estas ideas se extendieron al Ecuador amazónico, donde la iniciativa Yasuni-ITT en Ecuador(9) de “dejar el petróleo en el suelo” surgió a consecuencia del daño causado por la compañía Texaco-Chevron (10). Acción Ecológica y otros grupos presentaron la propuesta, adoptada en 2007 por el gobierno del Ecuador, de dejar el petróleo de los campos Yasuni-ITT sin extraer. Temper et al. (2013) rastrearon en detalle el crecimiento del lema leave oil in the soil, al que unos años más tarde siguieron otros como leave the coal on the hole, leave the gas under the grass. Los ecologistas Nnimmo Bassey (de Environmental Rights Action, Nigeria) y Esperanza Martínez (de Acción Ecológica, Ecuador), cofundadores de Oilwatch, habían propuesto en 1997 una moratoria sobre las prospecciones y las explotaciones petrolíferas en las sesiones paralelas de Kioto (11). Esta iniciativa tenía un triple propósito: proteger a las poblaciones locales, proteger la biodiversidad local y prevenir el cambio climático reduciendo las emisiones de dióxido de carbono. Blockadia es, por consiguiente, una nueva palabra militante para la justicia y la sostenibilidad, una palabra que pertenece al movimiento global por la justicia ambiental(12), pero con raíces a mediados de la década de 1990. Puede considerarse como una inmensa pero entrelazada red de campañas dispuestas a hacer frente a la industria de los combustibles fósiles(13).

Justicia climática y combustibles incombustibles

La premisa de la justicia climática (14) es simple: aquellos actores en determinadas partes del mundo que son responsables de la mayoría de emisiones actuales e históricas de gases de efecto invernadero tienen que asumir también la responsabilidad de los daños producidos. El concepto de justicia climática está estrechamente relacionado con el de deuda climática (15). Fueron las EJO (Environmental Justice Organizations) las que introdujeron y desarrollaron el concepto de “justicia climática”. Para estos movimientos de base, la compensación financiera no es suficiente; es preciso también activar inmediatamente el freno climático. Un acto del año 2000 en La Haya auspiciado por el grupo neoyorquino CorpWatch fue la primera conferencia internacional conocida donde (sobre la base de un documento de CorpWatch del año 1999 redactado por Kenny Bruno et al.(16)) se elaboró una definición de justicia climática: “Justicia climática significa oponerse a la destrucción causada por los Gángsteres del Invernadero en cada fase del proceso de producción y distribución, desde una moratoria sobre nuevas prospecciones petrolíferas hasta la interrupción del envenenamiento de comunidades por las emisiones de las refinerías; desde las drásticas reducciones domésticas de las emisiones de los automóviles a la promoción de unos medios de transporte públicos eficientes y efectivos.”

De ahí que el debate sobre los “combustibles incombustibles” (los unburnable fuels) y el cuestionamiento de qué reservas de carbón, petróleo y gas tienen que dejarse intactas para evitar nuevos incrementos en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera sean cada vez más fundamentales (17).

Yendo más allá de casos anecdóticos aunque estimulantes, mostramos aquí un fenómeno mundial transversal creciente, una diversidad de movimientos que conectan las amenazas “glocales” del extractivismo de combustibles fósiles.

No nos moverán

Gloria Capitán, una abuela filipina con dos nietos que fue líder de una campaña local anticarbón, es una de los muchos defensores del medio ambiente que han sido asesinados en Filipinas (18). Estuvo involucrada en el movimiento Bataan Libre de Carbón y fue presidenta de la asociación Ciudadanos Unidos de Lucanin, una organización de base comunitaria que practica la Blockadia para oponerse pacíficamente al funcionamiento y expansión de centrales carboníferas y de instalaciones de almacenamiento de carbón en Mariveles, a 60 kilómetros de Manila, que han tenido consecuencias perjudiciales para la población local. Fue también integrante del grupo en pro de la Justicia Climática en Filipinas que ha estado activo en la reclamación del pago de la “deuda ecológica” que el Norte ha contraído con el Sur. El 1 de julio de 2016 Gloria Capitán fue asesinada a tiros por dos hombres en presencia de sus nietos. “Ate Glo” (como la llamaban sus vecinos) luchó activamente contra las empresas carboníferas y lideró una serie de acciones de masas y de peticiones exigiendo el cierre permanente de un almacén de carbón en su pueblo. Tras su muerte, la gente exhibió pancartas donde podía leerse “el carbón mata” y reclamando katarungan (“justicia”).

A miles de kilómetros de distancia, en la costa de Amé-rica Central, tuvo lugar una historia de éxito de Blockadia cuando en 2012 se celebró por primera vez en la historia de Belice una consulta popular en la que el 90% de la población beliceña votó en contra de las prospecciones y perforaciones petrolíferas frente a la costa (19). A consecuencia de ello, el Tribunal Supremo de Belice dictaminó que todos los contratos petrolíferos anteriores a la consulta fuesen declarados nulos y sin efecto, y al mismo tiempo estableció una moratoria sobre las perforaciones petrolíferas marítimas en todo el país. Esta movilización se produjo cuando los ciudadanos del pequeño país centroamericano se percataron de que no eran consultados ni informados de los efectos nocivos de las perforaciones petrolíferas costeras cuando en 2010 el gobierno empezó a dar concesiones a empresas petrolíferas. Esto era una amenaza no solo para su entorno inmediato sino también para sus medios de subsistencia como pescadores o como trabajadores del sector turístico. No lejos de allí, en Panamá, el pueblo kuna está empezando a quejarse del aumento del nivel del mar (20). En abril de 2016 más de mil residentes en Fuleni, Sudáfrica, impidieron al Comité Ambiental para el Desarrollo Minero Regional que visitase la zona donde la empresa Ibutho Coal proyectaba explotar una mina a cielo abierto (21). Esta mina de carbón en la provincia de KwaZulu-Natal estaba proyectada cerca del límite de la valiosísima Reserva Natural de Hluhluwe-iMfolozi. Hubo una confluencia de protestas de conservacionistas y de habitantes del lugar que bloquearon la carretera principal a Ocilwane con rocas y neumáticos a los que prendieron fuego para impedir entrar en Fuleni a los vehículos. En el bloque había una gran pancarta donde podía leerse “No nos moverán”.

Asimismo, muchas partes de Asia continúan oponiendo resistencia a los combustibles fósiles. En Bangladesh ha habido dos casos de movilizaciones masivas. Un caso notable ha sido el del movimiento Salvemos los Sundarbans, con múltiples protestas y manifestaciones en contra de la construcción iniciada en 2013 de una central térmica alimentada por carbón en Rampal, cerca del delta de manglares más grande del mundo (22). El año 2016 hubo dos importantes marchas de protesta, en marzo y en noviembre, con miles de ciudadanos locales y de activistas internacionales que participaron en una marcha hacia la capital, Dhaka, exigiendo el final de dicho proyecto. El objetivo de la protesta es salvar los bosques de manglares amenazados, especialmente su flora y su fauna, medios de subsistencia de los aldeanos, ya que viven de la pesca y de la agricultura, y la protesta también se debe al impacto más amplio que ello puede tener en el cambio climático.

Otro movimiento intenso y prolongado ha sido el que se opone al proyecto de una mina de carbón a cielo abierto en Phulbari (en la frontera entre India y Bangladesh), donde el 26 de agosto de 2006 más de 50.000 personas se lanzaron a las calles (23). Las protestas eran contra la expulsión o el empobrecimiento de unos 50.000 indígenas (miembros de 23 grupos tribales) que se produciría si se ponía en marcha el proyecto. Durante la protesta fueron asesinadas tres personas y otras cien resultaron heridas por la guardia fronteriza de Bangladesh. Dos días más tarde, en respuesta a la violencia, los manifestantes organizaron una huelga general que consiguió paralizar el país durante cuatro días. La huelga terminó el 31 de agosto de 2006 cuando el gobierno de Bangladesh aceptó firmar un acuerdo de seis puntos: prohibir las minas a cielo abierto en el distrito; reconocer el derecho de propiedad local sobre los recursos locales; proporcionar seguridad energética; anular los tratos perjudiciales; prohibir la exportación de recursos mineros; y reforzar la capacidad nacional de prohibir las minas a cielo abierto en todo Phulbari. El gobierno también se comprometió a expulsar del país a la compañía Asia Energy Corporation. Sin embargo, se tardó 8 años y fueron precisas innumerables protestas y la presión de varias organizaciones internacionales para que se cancelase oficialmente el proyecto.

Pero la lucha no había terminado y una década más tarde, y en otro continente distinto donde se produjo el tiroteo de Phulbari del año 2006, la protesta adoptó la forma de una acción de Blockadia. En diciembre de 2016 un grupo de manifestantes bangladeshíes, apoyados por activistas a favor de los derechos humanos y la justicia climática en Londres, exigieron el cierre de Global Coal Management (GCM) Resources, de la que Asia Energy Ltd. es una filial.

Esta perseverancia de los habitantes locales para impedir la extracción de combustibles fósiles pese a las serias amenazas de violencia también se aprecia en las regiones ricas en carbón de India central. Allí el foco de las protestas está en los problemas de la tierra y de la subsistencia, y no en el cambio climático y en la justicia climática. Sin embargo, pese a utilizar un vocabulario diferente para la movilización, estas protestas son a menudo violentas y siempre cruciales para la justicia climática. Un ejemplo sería el del distrito de Hazaribagh en Jharkhand, donde unos mil aldeanos empezaron una sentada pacífica cerca de un emplazamiento minero en la aldea de Chiru Barwadih el 15 de septiembre de 2016 (24). Pero la mañana del primero de octubre de 2016 la policía abrió fuego descargando 60 rondas de balas contra estos aldeanos, matando a cinco de ellos e hiriendo a unos 40.

Otro caso parecido de resistencia larga y violenta frente a una central eléctrica alimentada con carbón se dio en la localidad costera de Sompeta, en Andhra Pradesh y se hizo internacionalmente conocido (25). El motivo de la protesta era la preservación de los humedales comunales localmente conocidos como “Beela land” y denunciar la previsible contaminación provocada por la central eléctrica. En 2010 tres defensores comunitarios fueron asesinados durante una protesta en contra de esa central. En 2015, el gobierno del estado revocó finalmente la adjudicación de tierras para la central eléctrica tras una campaña de 8 años de duración que incluyó una huelga de hambre por turnos durante casi 6 años.

También en el continente asiático, cabe prever que pronto Blockadia recoja acciones en China, dado que en este país se extraen más de cuatro mil millones de toneladas de carbón cada año. China, además, se muestra muy activa promoviendo nuevas inversiones en combustibles fósiles para la iniciativa “One Belt, One Road” (la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda). En el desierto de Thar en Pakistán, por ejemplo, hay planes para la explotación minera de lignito a gran escala y para la construcción de centrales eléctricas. Para explotar esta inmensa reserva de lignito el gobierno autorizó a la empresa SECMC (Sindh Engro Coal Mining Company) a utilizar el 1% del total de reservas como parte de los muchos proyectos energéticos que se ponen en marcha en virtud del programa del Corredor Económico China-Pakistán. Mientras, las ONG que operan en Islamabad denuncian públicamente esta inversión debido a sus efectos sobre el cambio climático (26).

En América del Norte, las comunidades indígenas han estado llevando a cabo acciones Blockadia protegiendo sus tierras y sus cursos de agua. También se ha llamado la atención sobre las formas en que el cambio climático y la extracción de combustibles fósiles son una continuación de la dominación y de la explotación coloniales. En un movimiento histórico contra el oleoducto DAPL (Dakota Access Pipeline) de Turtle Island (el nombre que se da a Norte América, análogo a Abya Yala en Sudamérica), los sioux nativos movilizaron a los pueblos indígenas y a diversos partidarios (27). Como forma de protesta y para bloquear la construcción del oleoducto, se fundaron “campamentos para la protección espiritual y del agua”. Se recibió un apoyo amplísimo de todo el mundo gracias a las redes sociales, y más de 10.000 personas se unieron a las concentraciones. Durante las protestas y los bloqueos, más de 750 personas fueron arrestadas. Otras fueron agredidas con pulverizadores de pimienta, balas de goma y cañones sónicos, y con perros.

En Europa, los activistas en pro de la justicia climática han organizado diversas acciones de desobediencia civil masiva. El movimiento Ende Gelände de Alemania ha sido el principal actor en estas protestas contra la minería de lignito y ha sido una inspiración directa para otras acciones similares por toda Europa. Desde 2015 cada año Ende Gelände (que podría traducirse como “Hasta aquí no más”) ha atraído a miles de activistas dispuestos a infringir la ley y hacer frente a la represión policial, ya que creen que sus acciones y llamamientos a un abandono gradual de los combustibles fósiles son legítimos, mientras que la extracción de los mismos y la falta de acción política no lo son. De manera parecida, en la histórica región minera de Gales el movimiento “End Coal Now” (“Acabemos con el carbón ahora”) culminó en 2016 con más de 300 manifestantes entrando en la mina Ffos-y-Fran para detener temporalmente su funcionamiento (28). Los manifestantes llamaron la atención sobre la necesidad de una transición energética más que hacia nuevas propuestas de explotación hullera, y también respecto a la oposición local sobre el impacto que la carbonilla tiene para la salud, y el impacto visual de la minería a cielo abierto sobre el paisaje.

Se han empleado tácticas similares a las de Ende Gelämde para bloquear el transporte de combustibles fósiles. En 2017 una nueva coalición general de activistas climáticos llamada Code Rood (“Código Rojo”) hizo un llamamiento a la desobediencia civil masiva contra la industria de los combustibles fósiles en el puerto de Ámsterdam. Después de una acampada, unos 300 holandeses, apoyados por grupos procedentes de Bélgica, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Dinamarca y Suecia ocuparon el segundo puerto de carga de carbón más grande de Europa, clausurando todas las operaciones durante 24 horas (29). Ámsterdam y Rotterdam están entre los dos puertos de carga de carbón y petróleo más grandes de Europa. A ellos llegan buques de carga de carbón desde Colombia, EEUU, Sudáfrica y Rusia, con el 70% del carbón destinado a Alemania. A su vez, relacionado también con los combustibles fósiles, desde Rusia, Noruega, Arabia Saudí, Reino Unido y Nigeria, entre otros países, se importa petróleo crudo.

Por último, el 8 de mayo de 2016 en Nueva Gales del Sur, Australia, 1.500 activistas se concentraron en el puerto de Newcastle y cientos de ellos en kayak impidieron a los buques carboneros entrar o salir del que es el puerto exportador de carbón más grande del mundo, mientras otros 70 manifestantes cerraban el paso a un tren carbonero en una jornada de desobediencia civil en la línea férrea de Sandgate-Bridge. Estas acciones formaban parte de la campaña global “Break Free from Fossil Fuels” (“Acabemos con la dependencia de los combustibles fósiles”). Además del bloqueo, los manifestantes treparon a los barcos y a las infraestructuras portuarias y colgaron pancartas exigiendo a los políticos que “hicieran pasar el carbón a la historia”. Hubo 66 personas detenidas, 57 de ellas en Sandgate (30).

Si bien estos actos de desobediencia civil masiva implican normalmente a activistas ya comprometidos, muchas comunidades en Europa y en otras partes del mundo que se ven amenazadas por la extracción no convencional de combustibles fósiles, como el gas obtenido por el método del fracking, también se están movilizando. Los residentes en las zonas afectadas están preocupados por las emisiones de gas metano, que producen un efecto invernadero muy potente, y también por la contaminación del agua, por el impacto en la salud y en el ambiente de las sustancias químicas, y por la inestabilidad geológica que provocan en el suelo. El año 2013 los habitantes de Zuralow, una pequeña comunidad agrícola de Polonia, ocuparon un campo durante unos 400 días para bloquear las actividades de fracking de la multinacional Chevron. Los aldeanos ganaron esta batalla y Chevron se retiró (31). En el Reino Unido los primeros emplazamientos de fracking están a punto de concluir, se caracterizan por una falta de proceso democrático y por la ocupación corporativa del espacio rural; ya están en marcha los campamentos de protección y las acciones directas de protesta, y ya se están movilizando tanto los residentes locales como los activistas climáticos nacionales (32). Muchos se inspiran en el éxito del activismo en Australia, donde durante una campaña de cinco años las comunidades locales se han autodeclarado “libres de yacimientos gasíferos” y han utilizado la acción directa no violenta hasta conseguir una moratoria sobre el gas no convencional(33).

Conclusión

De los muchos casos de Blockadia recogidos en el EJAtlas, hemos seleccionado estos casos; todos ellos utilizan la acción directa u otras formas de protesta para intervenir en los proyectos de extracción, transporte o quema de combustibles fósiles. El repertorio de acciones es variado. Estamos asistiendo a nuevas formas de acción, como los pleitos o demandas judiciales climáticas en los que los ciudadanos entablan acciones legales contra los gobiernos y las compañías que utilizan combustibles fósiles porque violan su derecho a un ambiente saludable.

Si bien hay casos que son completamente independientes unos de otros y si bien es posible hacer análisis comparativos de unos pocos conflictos relacionados con la justicia ambiental, Blockadia va más allá: es un movimiento global pujante construido a partir del reconocimiento de diferentes comunidades locales de la existencia de una crisis ecológica común y del deseo de proteger el entorno local. En todos los casos existe una preocupación por la salud y los medios de subsistencia locales.

En última instancia lo más atractivo de Blockadia es el cambio cultural que representa: un alejamiento de una economía injusta y muy contaminante y un acercamiento hacia una democracia más profunda para las comunidades y un mayor respeto y consideración por el clima.

El objetivo que persigue el Mapa de Blockadia es hacer visibles y conjuntar todas las formas de resistencia contra los combustibles fósiles a lo largo de toda la cadena: desde la extracción a la combustión y a la producción de gases de efecto invernadero, pasando por el transporte. Puede ser una herramienta útil para unir a los activistas en sus luchas, para construir un movimiento en red más fuerte contra la multitud de injusticias locales que presentan los proyectos relacionados con los combustibles fósiles, y para reforzar el movimiento de base en pro de una justicia climática global. A medida que se vayan añadiendo nuevos puntos al Mapa de Blockadia, confiamos en que quienes se solidaricen con los activistas en primera línea continúen conectando los puntos del mapa, amplificando las voces y las acciones de quienes se están poniendo en pie a favor de la gente y del planeta.

NOTAS:
1.EJAtlas, 2015e.
2.EJAtlas, 2017k.
3.Klein, 2016: 294-5.
4.Martínez-Alier et al., 2014, 2016.
5.Temper et al., 2015.
6.EJAtlas, 2017a.
7.EJAtlas, 2014.
8.Temper et al., 2013.
9.EJAtlas, 2015a.
10.Temper et al., 2003.
11.Temper et al., 2013.
12.Martínez-Alier et al., 2014.
13.Martin & Fruhwirth, 2013.
14. Bond, 2014.
15.Warlenius et al., 2015;Warlenius, 2016.
16.Disponible en línea
17.McGlade & Ekins, 2015.
18.EJAtlas, 2017b.
19.EJAtlas, 2015b.
20.EJAtlas, 2015c.
21.EJAtlas, 2017c.
22.EJAtlas, 2017d.
24.EJAtlas, 2016a.
25.EJAtlas, 2015d.
26.El caso está descrito en detalle en EJAtlas, 2017f.
27.EJAtlas, 2017g.
28.EJAtlas, 2017h.
29.EJAtlas, 2017i.
30.EJAtlas, 2016b.
31.EJAtlas, 2016c.
32.EJAtlas, 2018.
33.EJAtlas, 2017j.

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Palabras clave: 2018; activismo; Atlas; blockadia; cambio climático; Medio Ambiente