Respondiendo a la Nueva Ruta de la Seda: buenas ideas que requieren mejoras

Opinion CIDOB 681
Publication date: 07/2021
Author:
Marc Ibáñez, asistente de Investigación, CIDOB
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Ocho años y una pandemia han tardado los países occidentales en articular una respuesta al Belt and Road Initiative (BRI) impulsado por China. En el último mes el G-7 ha presentado el “Build Back Better World” (B3W) y la Unión Europea (UE) la estrategia una “Europa Conectada Globalmente” (ECG). Ambas son un primer paso para construir una alternativa al BRI. Aun así, su impacto puede quedar limitado por los posibles problemas de coordinación y atracción de capital privado. 

Xi Jinping ha convertido la Nueva Ruta de la Seda (BRI) en su principal proyecto de política exterior y es ahora el símbolo indiscutible de la ascendencia China. El BRI nace en 2013 con el objetivo de conectar China con Asia, África y Europa a través de la financiación de infraestructuras. Las inversiones quieren ayudar a reducir el déficit global de infraestructuras, cifrado por el Banco Mundial en $18 billones hasta 2040, e impulsar el desarrollo de los países receptores. Más del 70% de la comunidad internacional, 139 países, se han sumado a esta iniciativa.

Aun así, el BRI es más un exitoso proceso de branding que una deliberada gran estrategia. La iniciativa es un conjunto de proyectos de diferentes donantes chinos, principalmente públicos, sin una visión estratégica o coordinación alguna. Para competir con otros donantes, China acortó los plazos de análisis y rebajó los estándares medioambientales. Como resultado, se están construyendo infraestructuras que no son ni necesarias, ni rentables, ni ayudan al desarrollo económico. Resultando en proyectos que algunos países receptores no pueden repagar, como en Sri Lanka donde China se ha quedado con el Puerto de Hambantota.

Ante esta iniciativa, los países desarrollados no han ofrecido alternativas significativas. En 2018 la UE presentó una estrategia de conectividad con Asia, que el Parlamento Europeo reconoce no ha rivalizado con el BRI, y también ha concluido acuerdos de conectividad con Japón e India que no han sido plenamente implementados. La UE tampoco ha sido capaz de responder a la iniciativa en su vecindario, recientemente denegó la solicitud de refinanciar a Montenegro una autopista sufragada por el BRI.

Ahora, el Consejo ha aprobado la nueva estrategia “Europa Conectada Globalmente” (ECG) con un enfoque más geopolítico para competir con el BRI, y ha pedido a la Comisión que identifique proyectos de alto impacto en los que invertir en los próximos años. La iniciativa, aun sin nombre ni logo, pretende competir a nivel narrativo con el BRI, ofreciendo ayuda técnica y mayores estándares, aunque de momento no tiene presupuesto.

Estados Unidos, dentro de su competición estratégica con China, también ha intentado contrarrestar el BRI, sin mucho éxito. El presidente Donald Trump creó la Development Finance Corporation y la Blue Dot Network para incrementar la inversión americana pública y privada en países en desarrollo. Ninguna de estas iniciativas ha generado inversiones suficientes para rivalizar con el BRI. La creciente inversión china en redes eléctricas y 5G ha aumentado la percepción del BRI como riesgo para la seguridad nacional. Como tal, las élites de seguridad nacional norteamericana han presionado para ofrecer una respuesta conjunta con sus aliados ante el proyecto chino.

De esta presión nace el Build Back Better World (B3W), una alianza del G7 para construir infraestructuras en los países en desarrollo. Esta iniciativa, fundamentada en valores como la transparencia y la sostenibilidad, priorizará la inversión en mitigación del cambio climático, salud y seguridad sanitaria, tecnología digital, e igualdad de género. Esta alianza coordinará las inversiones de los países participantes e invertirá una cifra indeterminada de “cientos de miles de millones”.

Ambas iniciativas occidentales prevén una amplia participación de inversores privados que hasta ahora no han querido colaborar con este tipo de iniciativas. La falta de compromiso del capital privado reduciría el impacto de las iniciativas. Asimismo, la falta de inversión en infraestructuras no es solo un problema de los países en desarrollo. El país del mundo con un mayor déficit de infraestructuras son los Estados Unidos. Entre los países de la UE, dos tercios de los estados miembros participan del BRI para para conseguir financiación. Hasta que no se reduzcan los déficits de inversión internos, será complicado conseguir apoyo ciudadano para lanzar un plan de infraestructuras en el resto del mundo.

Maximizar el impacto en los países en desarrollo requerirá una buena coordinación entre los donantes, que es el principal escollo que encontrarán el B3W y la ECG. Ambas iniciativas son aún ideas más que planes concretos. El G7 se ha dado hasta otoño para concretar el plan, y la UE hasta abril 2022. Pero sin un mecanismo que coordine los esfuerzos de los diferentes países será difícil evitar duplicidades y competición entre donantes.

Establecer una narrativa alternativa al BRI será complicado dada la multiplicidad de iniciativas occidentales. La inexistencia de un nombre paraguas común entre el B3W y la ECG, junto con las diferentes voluntades geopolíticas, dificultará la construcción de una marca reconocida. El éxito del branding del BRI reside en la simplicidad de su misión. Las otras iniciativas van a remolque y no disponen de esta claridad en su objetivo. Para complicar más la situación, el nombre que ha puesto el G7 se basa en el eslogan electoral del presidente Biden, dificultando que las siguientes administraciones continúen el proyecto.

No obstante, aunque las iniciativas tengan deficiencias son necesarias para intentar incrementar los estándares, financieros y de sostenibilidad entre otros, de los proyectos del BRI. También reforzarán la cooperación europea con sus países vecinos ofreciendo una visión más geopolítica a los proyectos de cooperación en la región. Además, mejorar las infraestructuras de los países en desarrollo puede impulsar su crecimiento económico y generar oportunidades entre su población que reduzcan la necesidad de emigrar a países ricos.

España puede salir muy beneficiada de la implementación de estos proyectos. África y América Latina son dos de las regiones prioritarias de ambas iniciativas y son áreas donde las empresas y administración española tienen amplia experiencia. Asimismo, las grandes constructoras españolas pueden salir muy favorecidas de la construcción de infraestructuras.

La estrategia ECG y el B3W son proyectos necesarios y bienvenidos como alternativa al BRI. Aun así, su impacto puede estar lastrado por las deficiencias en coordinación, márquetin y atracción de inversores privados. El éxito de estas iniciativas no reside en si relegan al BRI, sino en si consiguen mejorar la transparencia y los estándares de sostenibilidad (económica, social y medio ambiental) del BRI ya que la conjunción de las tres iniciativas (BRI, B3W y ECG) es necesaria para cubrir el déficit global de infraestructuras.

 

Palabras clave: China, Nueva Ruta de la Seda, BRI, G-7, UE, B3W, ECG, infraestructuras

E-ISSN: 2014-0843