¿Quién quiere matar a los Spitzenkandidaten?

Opinion CIDOB 570
Publication date: 03/2019
Author:
Héctor Sánchez Margalef, investigador, CIDOB
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Quizás el título sea un poco exagerado ya que no ha muerto nadie en el sentido literal del término. Sin embargo, el proceso mediante el cual los europeos escogieron al presidente de la Comisión Europea en 2014 está herido, puede que de muerte. 

Hace cinco años,  el proyecto europeo se encontraba tremendamente cuestionado, sobre todo por la división norte-sur, y en Bruselas se sentía el pánico a un posible descenso en la ya habitualmente baja participación electoral europea. La legitimidad del Parlamento Europeo podía quedar en entredicho. Para fomentar la participación, los dos principales grupos de la Eurocámara decidieron designar  un candidato principal (Spitzenkandidaten) para las elecciones europeas, que sería además su propuesta para presidir la Comisión. Para ello, el Parlamento se aferró al artículo 17.7 del Tratado de la Unión Europea: “Teniendo en cuenta el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo y tras mantener las consultas apropiadas, el Consejo Europeo propondrá al Parlamento Europeo, por mayoría cualificada, un candidato al cargo de Presidente de la Comisión”. Los grupos políticos de la Eurocámara acordaron, primero entre ellos y posteriormente con la Comisión, no votar a ningún presidente que no hubiese sido propuesto durante el proceso electoral. Había llegado la hora de politizar y democratizar la política europea, se decían. Los más federalistas apoyaron la idea pensando que estaban escogiendo al “presidente de la Unión Europea” y que este proceso era un paso más hacia los “Estados Unidos de Europa”. 

Los intergubernamentalistas y el Consejo Europeo no estaban precisamente entusiasmados con la idea pero, probablemente con otras prioridades en mente, pasaron por alto hasta qué punto este tema podría tener recorrido. El Partido Popular Europeo (PPE) ganó las elecciones y un Jean-Claude Juncker dispuesto a liderar “la Comisión más política de la historia” se ofrecía como presidente. Sin embargo, la elección de Juncker no gustó a todos los jefes de Estado y de Gobierno, cada cual con sus respectivos motivos. Para el Parlamento y la Comisión era una oportunidad para realzar su perfil institucional, desdibujado con la segunda Comisión Barroso y supeditado al Consejo Europeo. Aunque la participación electoral no aumentó, se puede afirmar que se detuvo la tendencia abstencionista. Huelga decir que no fuimos los europeos los que escogimos al presidente de la Comisión. La última palabra fue de los jefes de Estado y de Gobierno que decidieron aceptar, por el momento, el compromiso alcanzado entre las instituciones comunitarias y las principales familias políticas. Sin embargo, Merkel, Rutte o Cameron, entre otros, ya avisaron entonces que lo sucedido en 2014 no servía de precedente para futuras elecciones. La cuestión hoy es ¿cómo van a sobrevivir los Spitzenkandidaten en 2019?  

De nuevo, los distintos actores políticos han empezado a posicionarse en favor o en contra de este proceso de elección. Emmanuel Macron y el propio Consejo Europeo como institución están decididos a que la propuesta no sobreviva. El grupo de los liberales europeos, liderado por Guy Verhofstadt, un die hard eurofederalista  y ferviente defensor de la fórmula de los Spitzenkandidaten, pensó que los diputados de La République en Marche se unirían a sus filas sin (demasiadas) condiciones. Pero la agenda del presidente francés era otra. Macron intentó impulsar su propuesta de listas transnacionales que el Parlamento Europeo tumbó en votación porque su implementación implicaba desmontar las estructuras de poder existentes en los grandes grupos de la Cámara, lo que disgustaba a populares y socialdemócratas, máximos beneficiarios del actual sistema. Tras el fracaso de las listas transnacionales, Macron aceptó ingresar en los liberales pero, a cambio, les obligó a renunciar a la fórmula de los Spitzenkandidaten y a presentar, en su lugar, un ‘equipo de personas’ capacitadas para dirigir un ‘proyecto’ para Europa. Lo cierto es que el presidente francés no estaba ni está dispuesto a renunciar a la oportunidad de colocar, negociación mediante en el Consejo Europeo, a su candidato o candidata al frente de la Comisión. El sistema de Spitzenkandidaten se lo impide porque es altamente improbable que el grupo en el que se integrará salga de estas elecciones de mayo en primera posición.  

Por otro lado, el Consejo Europeo quiere recuperar su preeminencia a la hora de escoger al presidente de la Comisión. A los gobiernos europeos nunca les gustó que la Comisión Juncker se autoproclamara “la más política de la historia” por tres razones. La primera, porque entiende que no es función de la Comisión ser política; esta función pertenece al Consejo Europeo y la Comisión tiene que ser la guardiana de los tratados y velar por el bien común de los europeos, no hacer política. Además, algunas decisiones de la Comisión Juncker no sentaron bien en el Consejo Europeo (desde el tono de alguno de los discursos sobre el estado de la Unión hasta el planteamiento de los 5 escenarios sobre el futuro de la UE) que las interpretó como si se hubiese excedido en sus competencias. El segundo motivo interpreta que la pretensión de politizar la Comisión puede volverse en contra del proyecto europeo por ser incapaz de ofrecer lo prometido. Se puede aceptar que el Parlamento Europeo tenga algo que decir en la elección del presidente de la Comisión pero la  composición del ejecutivo comunitario no responde en realidad a los equilibrios políticos de la Eurocámara, sino a los del Consejo Europeo; con lo que proclamar una cosa que no es y no puede ser, puede alienar a los ciudadanos europeos. La última razón es la reivindicación del Consejo Europeo como fuente de legitimidad; que el reclamo para impulsar los Spitzenkandidaten en 2014 fuera que el Parlamento Europeo tiene más legitimidad por ser la institución elegida directamente por los ciudadanos molestó a unos jefes de Estado y de Gobierno elegidos también en sufragio directamente por los ciudadanos de sus respectivos países.  

Los Spitzenkandidaten no han muerto todavía, pero el peligro es real. En la próxima Eurocámara el Partido Popular Europeo seguirá siendo la fuerza con más eurodiputados pero es muy probable que para conseguir que el candidato del PPE, Manfred Weber, sea votado presidente de la Comisión se necesiten los votos de hasta cuatro grupos distintos, con lo que la votación se antoja complicada. Si los populares lo tienen difícil, peor lo tiene el candidato de los socialdemócratas, Frans Timmermans, para construir una mayoría alternativa. 

Entonces, ¿qué va a pasar? Hay que tener en cuenta que el puesto de Presidente de la Comisión no es el único que se renueva una vez pasadas las elecciones. El cargo de Alto Representante y el de Presidente del Banco Central Europeo también van a renovarse, así como el de Presidente del Consejo Europeo. Si el Parlamento no consigue ponerse de acuerdo en el plazo disponible por los distintos bloqueos cruzados entre grupos parlamentarios, el Consejo Europeo va a intervenir. Teniendo en cuenta los distintos equilibrios geográficos y de género a la hora de repartir cargos, es posible que el Consejo Europeo desestime a los Spitzenkandidaten disponibles (populares y socialistas presentan hombres de Alemania y Países Bajos respectivamente) y ceda alguno de los cargos en liza, ¿quizás la presidencia de la Comisión?, al sur de Europa (¿Francia?), o a algún otro perfil de su gusto, ¿quizás a una mujer? En toda la historia comunitaria nunca ha habido una presidenta en la Comisión. A cambio, un país del norte se podría quedar con la ansiada presidencia del BCE. Pero, saltándose las propuestas de los grupos del Parlamento Europeo matarán, de facto, a los Spitzenkandidaten.

Palabras clave: Comisión Europea, Parlamento Europeo, Consejo Europeo, Spitzenkandidaten, Macron, elecciones europeas, listas transnacionales

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012