El golfo Pérsico, otra vez

Opinion CIDOB 611
Publication date: 02/2020
Author:
Antoni Segura i Mas, presidente, CIDOB
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Ni Estados Unidos ni Irán pueden asumir una confrontación militar donde ambos saldrían perdiendo. Por ello, la tensión provocada por el asesinato de Qasem Soleimani quedó rápidamente limitada por factores políticos y sobre todo económicos que demuestran el debilitamiento de la influencia norteamericana en Oriente Medio y el Golfo. Si la economía mundial aguantó la escalada bélica de principios de año fue porque la región ha dejado de ser clave para los Estados Unidos y Europa. Asia es hoy un actor importador y exportador prioritario.

Este artículo se publicó previamente en La Vanguardia 

El pasado 2 de enero, fue asesinado en Bagdad el general de división iraní Qasem Soleimani por un misil norteamericano lanzado desde un dron. El cada vez más cuestionado régimen de los ayatolás recibe en ese momento el apoyo de miles de manifestaciones que claman venganza. A las amenazas, Donald Trump responde advirtiendo que bombardeará 52 objetivos si Irán ataca intereses de Estados Unidos. La noche del día 9, Irán ataca con misiles dos bases militares de Iraq donde hay soldados de Estados Unidos. Sin embargo, advierte de la acción con unos momentos de antelación y no hay víctimas. Un día antes, un avión comercial ucraniano se había estrellado cerca del aeropuerto de Teherán causando la muerte de los 176 pasajeros. Nuevas protestas multitudinarias contra Estados Unidos arrecian en Irán. Sin embargo, tres días después, el presidente Hasan Rohani tenía que admitir que el avión había sido abatido por un misil iraní. Los manifestantes se vuelven entonces contra el régimen, y la policía responde con gases lacrimógenos y balas de goma.

El conflicto, sin embargo, no va a más, porque Irán sabe que no puede ganar una guerra contra Estados Unidos y, en cambio, sí puede caer el régimen como en Iraq en el 2003; y Trump no puede ocupar un país extenso con 83 millones de habitantes sin comprometer un inmenso contingente de tropas en año electoral iniciando una guerra que tampoco puede ganar y que puede encender todo Oriente Medio, donde bastantes dificultades tiene ya para salir de Afganistán, y de Siria e Iraq. Probablemente por eso el comportamiento del precio del petróleo y la reacción de las bolsas han sido moderados. En el caso del crudo, el precio de las variedades WTI  –EE.UU.–, Brent –Reino Unido– e iraní ligero experimentó una ligera alza el día 3 de enero (3,4% por término medio) y alcanzó los máximos el día 6 (63,27 dólares el barril de WTI, 68,91 dólares el de Brent y 66,46 dólares el de ligero iraní) para iniciar después una bajada que los sitúa, los días 8 y 9, por debajo de los niveles de comienzo de año. Las bolsas apenas acusaron el efecto del asesinato de Soleimani, si nos atenemos al comportamiento de algunos de los índices principales: los norteamericanos Dow Jones y Nasdaq caen ligeramente entre los días 2 y 3 de enero, para remontar el día 6, volver a caer el 7, subir el 8 y el 9 y de nuevo a la baja el 10. Comportamientos similares presentan el Dax alemán y el Nikkei 225 japonés, mientras que el Ibex 35 español presentaba una sostenida tendencia a la baja. Siempre, sin embargo, en oscilaciones inferiores al 1%.

Hay otro factor que, quizá, explica la contención de Trump, que, después de contravenir de manera flagrante el derecho internacional, detiene la maquinaria de guerra. Y es que, en buena parte, la región del Golfo ha dejado de ser económicamente territorio de EE.UU. y europeo. En el 2017, China figuraba ya como uno de los principales países destinatarios de las exportaciones –básicamente, crudo–  de Omán(44%), Irán (28%), Iraq (20%), Kuwait (17%), Arabia Saudí (12%), Qatar (11%), Bahréin (7%) y Emiratos Árabes (5%). También India, Corea del Sur y Japón y, en menor medida, Singapur figuran entre los principales receptores de crudo de estos países. Estados Unidos sólo aparece como receptor de un 16% de las exportaciones de Iraq, por detrás de India (21%) y China. Y la dependencia es recíproca, porque también los principales países de procedencia de las importaciones son asiáticos. La presencia norteamericana sólo es relevante en el caso de las importaciones en Arabia Saudí (14% Estados Unidos, pero China, 15%), Kuwait (13%, y China, 14%), Emiratos Árabes (7%, y China, 9%), Qatar (9%, y China, 11%), Omán (28%, y EAU, 36%) y Bahréin (7%, y China, 9%). Pocos países europeos, Alemania e Italia sobre todo, aparecen con porcentajes modestos como receptores o suministradores de la península Arábica.

Y, sin embargo,  conviene no jugar con fuego, porque la región de Oriente Medio no puede soportar una nueva guerra (continúan las de Siria y Yemen) con epicentro en Irán y posibles ramificaciones en Iraq, Afganistán y la región del Golfo. La revolución de Irán de 1979 abre una profunda brecha entre Arabia Saudí e Irán, porque el régimen de los ayatolás cuestiona la legitimidad de los saudíes para custodiar los lugares sagrados del islam (La Meca y Medina). Los disturbios en La Meca de noviembre de 1979 acabaron de alimentar los temores saudíes y la rivalidad entre los dos regímenes que pugnan por la hegemonía política y religiosa como cabezas visibles, respectivamente, del sunismo y el chiísmo.  El miedo a la consolidación de una media luna chií (desde Irán y Líbano pasando por Iraq, Bahréin y Siria) obsesiona en Riad. Y un nuevo conflicto en la región preocupa al mundo y a la UE, ya que la región representa en torno al 8% del PIB mundial, el 7% de las exportaciones y el 5% de las importaciones, pero sobre todo concentra más del 52% de las reservas de petróleo.

En suma, hace falta disminuir la tensión y rescatar el acuerdo sobre el programa nuclear que Irán firmó en Viena en julio del 2015 con Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido, Francia y Alemania y del que Trump se ha desvinculado.

Palabras clave: Irán, Estados Unidos, Soleimani, Trump, crudo, Golfo Pérsico, Oriente Medio, China 

 

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012