Yayi Boni

Benín, pequeña nación subsahariana que ofrece uno de los cuadros políticos más estables y democráticos del poniente africano, eligió el 19 de marzo de 2006 como presidente republicano a un economista que llevaba once años al frente del Banco Africano Occidental de Desarrollo (BOAD). Ejemplo perfecto del tecnócrata independiente aventurado en las lides políticas y vencedor en unas elecciones, en su caso de una manera excepcionalmente vertiginosa y rotunda, Yayi Boni sucedió el 6 de abril al veterano estadista Mathieu Kérékou con las promesas de luchar contra la corrupción y reavivar una economía golpeada por la crisis del sector del algodón, en un contexto de pobreza y subdesarrollo endémicos.

(Texto actualizado hasta marzo 2006)

1. Trayectoria como alto ejecutivo de banca pública
2. Entrada en la política y victoria en las elecciones presidenciales de 2006


1. Trayectoria como alto ejecutivo de banca pública

Aunque nacido en el seno de una familia musulmana, religión minoritaria en un país mayoritariamente cristiano o animista, de adulto se convirtió a la fe protestante y se hizo miembro de la Unión de Iglesias Evangélicas de Benín. Recibió la educación escolar en Kandi y en Parakou, capital de su departamento natal de Borgou, en cuyo Liceo Mathieu Bouké obtuvo el bachillerato en 1972. Fue precisamente el año en que llegó al poder a través de un golpe de Estado Mathieu Kérékou, entonces un militar de ideología izquierdista, quien salvo el lustro comprendido entre 1991 y 1996 iba a llevar las riendas del país y al que Boni iba a suceder en la Presidencia de la República 34 años después.

Boni se formó como economista en la Universidad Nacional de Benín, y antes de terminar la carrera en 1976 con la especialidad de Gestión Empresarial inició prácticas profesionales en el Banco Comercial de Benín (BCB). Parece que su amistad con Abdoulaye Issa, prefecto del departamento de Atacora y miembro del Comité Central del Partido de la Revolución Popular de Benín (PRPB), la fuerza política puesta en marcha por Kérékou, dictador de facto, para sustentar su régimen de partido único con doctrina marxista-leninista, favoreció las perspectivas profesionales del joven.

Desde 1977 cursó una Diplomatura en Estudios Superiores de Banca impartida por el Centro Africano Occidental de Formación y Estudios Bancarios (COFEB), a su vez perteneciente al Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO). Esta entidad con sede en Dakar, la capital de Senegal, había sido creada en 1962 por los países signatarios de la Unión Monetaria de África Occidental (UMOA), que en 1994 sería sustituida por la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMOA).

En 1980 el BCEAO le contrató para su equipo de técnicos de la Dirección Central de Crédito, donde trabajó ocho años. Paralelamente, robusteció su currículum académico con otro Diploma en Estudios Avanzados por la Universidad de Dakar (1981) y un doctorado de tercer ciclo sobre cuestiones monetarias por la Universidad de Orléans, en Francia (1986). En 1988 fue nombrado subdirector de Formación Profesional del COFEB y asistió a un curso sobre Análisis y Políticas Financias impartido por el Instituto del FMI en Washington.

En 1991, el año en que Kérékou disputó y perdió, marcando un hito democrático en el continente, las primeras elecciones pluripartidistas desde los años sesenta, Boni se doctoró en Ciencias Económicas por la Universidad de París. Su salto al servicio del Estado beninés se produjo en 1992 de la mano del mandatario vencedor en aquellos comicios, Nicéphore Soglo, antiguo funcionario del Banco Mundial y administrador del BCEAO, quien le reclutó como consejero en asuntos monetarios y bancarios y para formar parte de la Célula Macroeconómica de la Presidencia de la República.

En 1994, estos cometidos le facultaron para ser propuesto por Soglo ante sus colegas de la UEMOA para presidir el Banco Africano Occidental de Desarrollo (BOAD), otra entidad financiera común, basado en Lomé, Togo. En enero de 1995 el BOAD hizo el nombramiento y Boni tomó posesión del cargo en sustitución de su compatriota Abou Bakar Baba Moussa. Por la misma época, incursionó en el sector privado y se puso al frente de los consejos de administración de la Sociedad Regional de Capital Riesgo (Cauris) y los Fondos de Garantía de Inversiones Privadas en África Occidental (Gari).

Boni se acomodó a su trabajo de alto ejecutivo bancario al servicio de una organización económica regional y formalmente no tenía ningún vínculo con la política beninesa, aunque da la sensación de que fue madurando la decisión de hacer carrera en ese ámbito con el transcurrir del tiempo. Retornado a la Presidencia de la República tras las elecciones de marzo de 1996, Kérékou, en 2000, le propuso portar una cartera ministerial en el Gobierno, pero el economista declinó una oferta que fue percibida como un intento del veterano dirigente de anular las apetencias que Boni pudiera tener de candidatear, bien bajo la bandera de algún partido opositor, bien como independiente, para retar su postulación reeleccionista en los comicios presidenciales de marzo de 2001.

Si había llegado ha considerarlo, Boni no se decidió a lanzar el envite presidencial en aquella ocasión. En las terceras elecciones de múltiples candidaturas desde el final de la dictadura Kérékou ganó el segundo mandato quinquenal para el que constitucionalmente estaba habilitado, imponiéndose a Soglo y al tercero en discordia, también aspirante sin fortuna en las ediciones de 1991 y 1996, el ex primer ministro y dos veces presidente de la Asamblea Nacional Adrien Houngbédji.


2. Entrada en la política y victoria en las elecciones presidenciales de 2006

El perfil de presidenciable de Boni se hizo nítido ante el horizonte de las elecciones de marzo de 2006, a las que ya no podrían presentarse las dos personalidades que venían dominando la política nacional, Kérékou y Soglo, por impedimento constitucional. Al líder del partido Renacimiento de Benín (RB) le afectaba la obligatoriedad de no superar los 70 años para candidatear; a Kérékou, esa misma limitación y además la imposibilidad de optar al tercer mandato. Las especulaciones sobre una reforma constitucional ad hoc, solución de dudoso pelaje democrático pero socorrida en el continente, para permitirle someterse a las urnas de nuevo fueron disipadas por el presidente en julio de 2005.

Días después de confirmar Kérékou que en abril de 2006 diría adiós definitivo a la Presidencia, la Asamblea Nacional enmendó la ley electoral para impedir postularse a cualquier beninés que no residiera en el territorio nacional desde seis meses antes de las elecciones. Esta restricción, que parecía hecha a posta para perjudicarle a él, empujó a Boni a declarar oficialmente su candidatura a mediados de agosto. Sin embargo, no tuvo que adelantar el retorno al país porque un juez dictaminó que la cláusula de residencia aprobada por los diputados del Movimiento Presidencial, el bloque de partidos favorables a Kérékou que había obtenido la mayoría en las legislativas de marzo de 2003, era inconstitucional y no tenía vigor.

Para que Boni, que carecía de cualquier experiencia en este terreno, renunció a fundar un partido propio y tampoco fue endosado como su candidato por ninguna formación opositora (aunque la recién creada Unión de Fuerzas Democráticas, de Georges Zimé Sacca, le prometió todo su apoyo), tuviera una plataforma popular en la que apoyarse, sus simpatizantes le montaron en noviembre la Coalición de Movimientos de Fuerzas del Progreso (CMFP), que reunió a ocho asociaciones cívicas y religiosas, siendo muy destacada la presencia de las iglesias evangélicas.

Aunque tendría que batirse con dos políticos profesionales y curtidos de la talla de Houngbédji, líder del Partido de la Renovación Democrática (PRD), y Bruno Amoussou, ministro de Planificación hasta fecha reciente y ahora cabeza del Partido Social Demócrata (PSD), Boni partía con muchas posibilidades por la disponibilidad del electorado cautivo del RB, al que el hijo de Nicéphore Soglo, Lehádi Soglo, no parecía capaz de movilizar, y, más importante, por la incapacidad de los partidos que en la Asamblea habían funcionado como Movimiento Presidencial, no ya de fusionarse para dar lugar a una gran formación oficialista, sino de consensuar un candidato unitario.

La atomización y veleidad del sistema de partidos beninés, donde, caso insólito en el continente, no existía ninguna fuerza dominante o un partido que el presidente saliente pudiera considerar suyo, iban a jugar a favor de un neófito en política que sin embargo supo explotar su imagen de tecnócrata de aspecto afable, capacitado para enfrentar con éxito los graves problemas socioeconómicos del país y al que el politiqueo tradicional no decía gran cosa.

El 1 de febrero de 2006 Boni dimitió como presidente del BOAD para librar una campaña electoral que centró, como no podía ser de otra manera, en las promesas de luchar contra la corrupción y de vivificar una economía que estaba pagando un alto precio por su excesiva dependencia de las exportaciones algodoneras, ahora mismo una fuente de ingresos en crisis por el descenso de las cotizaciones internacionales del producto agrícola, el proteccionismo de los mercados de los países desarrollados que subvencionaban a sus cultivadores –muy denunciado por el Gobierno de Kérékou- y las propias deficiencias de la estructura productiva beninesa. El encarecimiento del petróleo ponía las cosas todavía más difíciles al erario público.

Al margen de la coyuntura negativa en el sector del algodón, este pequeño país de menos de ocho millones de habitantes encajonado entre Nigeria, Níger, Burkina Faso y Togo, después de años de reformas pro libre mercado y de privatizaciones ejecutadas bajo los dictados del FMI y el Banco Mundial, no conseguía dejar atrás sus endémicos desequilibrios y carencias, como atestiguaban la deuda externa, el masivo déficit por cuenta corriente, un PIB por habitante de sólo 1.100 dólares y uno de los índices de desarrollo humano más bajos del mundo.

A mayor abundamiento, Benín afrontaba el problema humanitario derivado de la presencia dentro de sus fronteras de los 23.000 refugiados togoleses que en 2005 habían huido de las violencias desatadas en el país vecino tras la muerte del dictador Gnassingbé Eyadéma, así como las distorsiones que en las relaciones con Nigeria, potencia regional y país imprescindible en el aspecto comercial, venían produciendo la proliferación del contrabando, el tráfico de inmigrantes y otros negocios criminales transfronterizos. Y sin embargo, Benín poseía uno de los sistemas políticos más estables y democráticos de la región, ya que, si bien los procesos electorales no se habían librado de las acusaciones de irregularidades vertidas por los candidatos perdedores, los picos de tensión no habían dado lugar a estallidos de violencia y, aspecto muy relevante, la competitividad electoral y la movilidad en el poder eran reales.

Empleando el eslogan Esto debe cambiar, esto va a cambiar, Boni derrochó optimismo y entusiasmo a lo largo de la campaña, llegando a asegurar que su sueño era que Benín se convirtiese algún día “en el Hong Kong de África Occidental”. El 5 de marzo de 2006, en un clima pacífico y con un nivel de afluencia a los colegios del 81,7%, Boni contendió con 25 candidatos y se adelantó a todos con el 35,8% de los votos. Junto con él pasó a la segunda vuelta, requerida por no alcanzar ningún candidato el 50% más uno de los votos, Houngbédji, que recabó el 24,2%. En la estacada quedaron Amoussou, Soglo y el mejor situado de los postulantes que podían considerarse oficialistas, Antoine Idji Kolawolé, presidente de la Asamblea Nacional y cabeza del Movimiento Africano por la Democracia y el Progreso (MADEP), que no sacó ni el 4%.

Ya antes de publicarse los resultados, Kérékou enrareció el ambiente con la advertencia de que los comicios no iban a ser “totalmente transparentes”. La afirmación se sustentaba en el aluvión de quejas recibidas por la Comisión Electoral Nacional Autónoma (CENA) por la detección de un cúmulo de irregularidades que el organismo reconoció como fallos de organización, pero Kérékou fue más allá y denunció groseras falsificaciones en el padrón de electores e incluso la “pérdida” de, nada menos, 1,3 de los 4 millones largos de papeletas depositadas en las urnas. Sin embargo, los monitores de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), a pesar de constatar “algunas deficiencias”, validaron las elecciones como “globalmente libres, limpias y democráticas”. En similares términos se expresaron los equipos de observadores de la Unión Africana, la Unión Europea, la Organización Internacional de la Francofonía y Estados Unidos.

Las posibilidades de victoria de Boni en la segunda vuelta del 19 de marzo se hicieron máximas al recibir el respaldo de muchos de los aspirantes que habían quedado apeados en la primera ronda, inclusive Amoussou y Soglo. Sin sorpresas, por tanto, el economista batió con un contundente 74,6% de los votos a Houngbédji, que tuvo el gesto caballeroso, muy positivo para la superación de la polémica sobre el presunto fraude cometido en la primera ronda y la remoción de las dudas sobre la legitimidad democrática del nuevo mandatario, de felicitarle por su victoria.

El 6 de abril, Boni, a los 54 años, casado y con cinco hijos, prestó juramento como presidente de la República de Benín para los próximos cinco años en la explanada contigua al edificio de la Asamblea Nacional en Porto Novo, la capital oficial del país –si bien la cercana Cotonou es la sede del Ejecutivo y el corazón económico-, en una ceremonia a la que asistieron los líderes de Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Togo, Ghana, Nigeria, Congo-Brazzaville y Níger. Dos días después, desveló la composición de su Gobierno, donde destacaban las presencias de miembros del PRD y el RB.

(Cobertura informativa hasta 12/5/2006)