Valdas Adamkus
Presidente de la República (1998-2003, 2004-2009)
Su padre, instructor de vuelo y uno de los pioneros de la aviación nacional, tomó parte en las luchas nacionalistas que preludiaron la independencia de Lituania del Imperio Ruso en 1918 y luego dirigió la Escuela de la Fuerza Aérea Lituana; en cuanto a la madre, trabajó de funcionaria en el Gobierno republicano, concretamente en el Ministerio de Comunicaciones. Perteneciente, por tanto, a una familia pudiente, Adamkus se educó en su Kaunas natal, en la escuela de primaria Jonas Jablonskis y luego en el centro de secundaria Ausra Gymnasium, pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial trastocó esta docencia. Los dramáticos acontecimientos que se sucedieron durante cinco años condicionaron la vida y la mentalidad de Adamkus, a la vez que sellaron el destino de Lituania en las siguientes seis décadas.
Una de las cláusulas del pacto germano-soviético de 1939 establecía que las repúblicas bálticas perdían su independencia y volvían a la férula de Moscú. En consecuencia, en junio de 1940 las tropas rusas ocuparon sin oposición el pequeño país, que quedó anexionado a la URSS como República Socialista Soviética Lituana (RSSL). Los Adamkus, que respondían plenamente al perfil de clase burguesa urbana, nacionalista, católica y conservadora, no podían recibir a los comunistas rusos sino como invasores y ocupantes.
En 1941, Hitler, tras desatar el ataque contra la URSS, incorporó las repúblicas bálticas a la llamada Zona del Este (Ostland), con un alto comisario civil del Reich al mando. Entonces, en Lituania se organizó un movimiento de resistencia antialemán que desde 1944, con la llegada de la contraofensiva del Ejército Rojo, se convirtió también en antisoviético, si bien este segundo era un sentimiento que estaba bastante más extendido que el primero, toda vez que no fueron pocos los lituanos que colaboraron activamente con los nazis en la persecución y la deportación a los campos de exterminio de la comunidad judía. Bien por edad, bien por su particular concepto del patriotismo, que no debía considerar al imperialismo germano tan opresor como el ruso –eso, si no veía a aquel como un aliado circunstancial en la lucha contra el enemigo señero-, Adamkus no tomó parte en acciones antinazis.
En el verano de 1944 el Ejército Rojo cayó en tromba sobre Lituania, camino de Prusia Oriental. Vilnius, la capital, fue reocupada a mediados de julio y Kaunas, donde vivían los Adamkus, le siguió el 1 de agosto. La familia, temiendo las represalias revanchistas de los soviéticos, huyó a Alemania al socaire de la retirada de la Wehrmacht. Pero poco después, el muchacho, que aún no había cumplido los 17 años, estuvo de vuelta para unirse a la resistencia que coordinaba el Comité Supremo para la Liberación de Lituania (VLIK).
Primeramente, Adamkus se dedicó a distribuir el periódico juvenil clandestino Jaunime, budek! (¡Jóvenes, en guardia!), y a finales de año, cuando casi todo el país ya estaba en manos del Ejército Rojo, se alistó en la Defensa Especial de la Patria (TAR), la fuerza partisana adiestrada por la Wehrmacht que libró contra los soviéticos una lucha tan encarnizada como inútil. Adamkus llegó a empuñar el fusil, pero al despuntar 1945 el restablecimiento de la RSSL era un hecho y el joven tomó la decisión de reunirse con sus familiares antes de que fuera demasiado tarde. Atrás quedaba un ejército partisano diezmado que se las arreglaría para resistir a los soviéticos hasta 1949, cuatro años después de terminada la guerra.
Adamkus consiguió llegar a Alemania mezclado entre la caótica marea de refugiados y, junto con sus padres, un hermano y una hermana, pasó el final de la guerra y el comienzo de la durísima posguerra en un campo de refugiados. Dejando atrás años de padecimientos, la familia se estableció en la Alemania ocupada por los aliados occidentales. Adamkus retomó los estudios en una escuela regida por exiliados de su nacionalidad en Lampertheim, Hessen, y posteriormente ingresó en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Munich. Durante un tiempo trabajó con la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA), organización seglar estadounidense de impronta religiosa que estaba levantando en Alemania una red de asistencia a las personas desplazadas por la guerra. En el seno de la YMCA, Adamkus se familiarizó con el idioma inglés y la cultura de Estados Unidos, y dirigió también su Comité de Deportes y Preparación Física. Aficionado al atletismo, en 1948 participó en unos denominados Juegos Olímpicos de las Naciones Esclavizadas, donde compitió con otros refugiados y exiliados europeos orientales y se apuntó sendas medallas de oro y de plata.
En 1949 los cinco miembros de la familia se trasladaron a Illinois, Estados Unidos, donde residía una importante comunidad de emigrados lituanos, con la intención de echar raíces allá. Él no tardó en encontrar trabajo como obrero en la industria del automóvil de Chicago y más tarde se colocó en una empresa de ingeniería. En 1951 contrajo matrimonio con una compatriota, Alma Nutautaite, y con ella se instaló en Chicago para formar una familia. En 1960, una vez obtenida la nacionalidad estadounidense, se sacó el diploma de ingeniero de la construcción por el Instituto Tecnológico de la citada capital. Su dominio de los idiomas lituano y ruso, su anticomunismo y un patriotismo americano que rebosaba agradecimiento hacia el país de adopción le convirtieron en una persona idónea para prestar servicios de traductor en la inteligencia militar de Estados Unidos, labor que desempeñó en los años cincuenta, en el apogeo de la Guerra Fría. Adamkus se hizo, además, un fiel militante del Partido Republicano.
El activismo de índole político-cultural, llamando la atención del público americano sobre el carácter ilegítimo de la "ocupación" soviética de su país y lanzando peticiones y protestas, fue una constante en él todos estos años. Así, de 1957 a 1958 presidió el Centro Santara de Estudiantes Lituanos en Estados Unidos, y desde 1967 la Federación de dicha entidad con la Sviesa, una organización de inmigrantes lituanos de orientación liberal-conservadora, luego de haber sido el vicepresidente federal hasta 1965. Adamkus frecuentó otros puestos de responsabilidad en organizaciones de la diáspora lituana, como los de miembro de la junta directiva de la Comunidad Lituana en América (1961-1964) y presidente del Consejo Lituano-Americano.
Tal fue su grado de integración en la sociedad y de confianza mutua con los poderes públicos de Estados Unidos que, en su madurez, Adamkus se convirtió en un alto servidor del Gobierno federal. Desde principios de los años setenta trabajó para varias administraciones presidenciales como delegado regional para el Medio-Oeste de la Agencia para la Protección del Medio ambiente (EPA), actividad que le suponía realizar frecuentes viajes a la URSS, inclusive la RSSL, y a otros estados del bloque oriental. Estas idas y venidas le permitieron mantener una red de contactos y obtener información de primera mano sobre la situación de los Derechos Humanos en su país de origen.
En 1989, cuando en Lituania renacía el movimiento soberanista gracias a la política de distensión y apertura informativa aplicada desde Moscú por Mijaíl Gorbachov, Adamkus ayudó a restablecer la Universidad Vytautas Magnus de Kaunas, de cuya junta rectora fue miembro hasta 1996. A partir de 1991, el año de la consecución de la independencia y del colapso de la URSS, pasó a coordinar la asistencia oficial estadounidense a los renacidos estados Bálticos en los terrenos educativo y de protección medioambiental, tarea que mayormente concretó en la provisión de infraestructuras y en la asesoría técnica a las flamantes autoridades lituanas, una coalición de ex comunistas, democristianos y representantes del movimiento que había llevado la voz cantante en las movilizaciones antisoviéticas, el Sajudis. El responsable de la EPA era, por tanto, uno de los administradores de las ayudas económicas otorgadas a Lituania de acuerdo con el estatus de Nación Más Favorecida.
En lo sucesivo, Adamkus, bien desde Estados Unidos, bien in situ, mantuvo tomado el pulso político a Lituania, que construyó con rapidez una democracia de tipo parlamentario bastante estable, pero que hasta transcurrida media década no consiguió dejar atrás un situación económica y financiera calamitosa, debido al derrumbe de los mercados soviéticos, la angustiosa falta de bienes y capitales, y la necesidad de implantar un nuevo régimen monetario y un sistema de libre mercado prácticamente desde cero.
En enero y febrero de 1993 dirigió la campaña presidencial del candidato Stasys Lozoraitis, entonces embajador de Lituania en Estados Unidos y que hasta 1991 había encabezado el llamado Servicio Diplomático, una suerte de gobierno de los legitimistas de la República de Lituania en el exilio. A la inversa, cuando en septiembre de 1991 Lituania ingresó en la ONU y reanudó con Estados Unidos las relaciones diplomáticas rotas en 1940, Adamkus sonó como posible embajador de Washington en Vilnius. Adamkus y Lozoraitis, fallecido en 1994, cultivaban lazos de amistad desde hacía mucho y compartían la visión intensamente prooccidental, proestadounidense y promercado, que era lo que querían para su país. De haber ganado Lozoraitis, Adamkus tal vez se había convertido en uno de sus más estrechos colaboradores en la oficina presidencial que ahora se estrenaba, pero el puesto se lo llevó Algirdas Brazauskas, presidente del Seimas o Parlamento y líder del ex comunista Partido Democrático Laborista de Lituania (LDDP).
En los años siguientes, Adamkus anduvo yendo y viniendo con regularidad. No obstante seguir siendo un ciudadano y un alto funcionario del Gobierno norteamericanos, en Lituania era visto como la quintaesencia del emigrado triunfador y su nombre se hizo archiconocido. Ya en 1993 una encuesta conducida por unos medios de comunicación le concedió el segundo puesto en la relación de lituanos más populares. En 1996, cuando los sondeos le definían como la persona que los lituanos más querrían ver convertida en candidato presidencial, Adamkus tomó parte en la fundación de la ONG Asamblea de Lituania (LS) y después asistió a la campaña de las elecciones legislativas de octubre, que dieron la victoria a la principal fuerza nacionalista conservadora surgida del Sajudis, la Unión de la Patria-Conservadores de Lituania, TS(LK), liderada por el primer jefe del nuevo Estado lituano independiente, Vytautas Landsbergis. Sin comprometerse con ninguna lista, Adamkus abogó por candidatos a diputados a título individual, aquellos que él consideraba apropiados para sentarse en el Seimas.
Una de las últimas decisiones tomadas por la mayoría parlamentaria del LDDP fue, en septiembre, aprobar una serie de enmiendas a la ley sobre elecciones presidenciales que, sin asomo de duda, estuvieron dirigidas contra Adamkus. A pesar de que el lituano-estadounidense no había anunciado expresamente las ambiciones presidenciales que muchos le atribuían, los laboristas establecieron que los candidatos a la Presidencia de la República debían cumplir un doble requisito: tener la ciudadanía lituana y llevar residiendo de seguido en el país al menos tres años. En realidad, estas condiciones ya constaban en la Constitución de octubre de 1992.
A comienzos de 1997 Adamkus regresó a su país de nacimiento, pero ya para quedarse. El 7 de junio, al tiempo que dimitía como administrador de la EPA, lanzó su candidatura presidencial, apuesta en la que resultó instrumental su círculo de amistades en la política lituana, las cuales le animaron a tomar ese paso. Previamente, en el mes de marzo, Adamkus se apuntó a las listas del partido Unión de Centro de Lituania (LCS) que dirigía Romualdas Ozolas, a la sazón uno de los tres socios de la coalición gubernamental que presidía el conservador Gediminas Vagnorius, para la elección de los cargos municipales del distrito de Siauliai, pero la Comisión Electoral invalidó su candidatura por mantener aún la doble nacionalidad.
El 10 de octubre siguiente el Tribunal Regional de Vilnius dictaminó que podía competir en las presidenciales, dando respuesta positiva a su apelación ante las reiteradas negativas de la Comisión Electoral a registrarle. En las elecciones del 21 de diciembre de 1997 Adamkus, con el 27,5% de los votos, quedó en segundo lugar tras Arturas Paulauskas, ex procurador general de la República, hijo de un antiguo coronel del KGB y candidato oficioso del presidente saliente, Brazauskas, y por delante de Landsbergis, por la TS(LK). Pero en la segunda y definitiva vuelta, el 4 de enero de 1998, el lituano-americano capitalizó el efecto de rechazo que Paulauskas concitaba entre los votantes del arco del centro-derecha y se alzó con la victoria por la mínima, con el 50,3%. El 26 de febrero prestó juramento como presidente de Lituania con un mandato de cinco años. Hasta el mismo día anterior retuvo la nacionalidad estadounidense, que era incompatible con la Constitución.
Desvinculado de nuevo de cualquier partido y perfecto conocedor, además del lituano, el inglés y el ruso, de los idiomas alemán y polaco, Adamkus se apoyó en su condición de lituano-americano, en su cosmopolitismo y en su extensa experiencia profesional para formular opiniones autorizadas sobre la conducción del país e incluso sobre la cualificación de los miembros del Gobierno. Estadista de personalidad acusada, que derrochaba autoconfianza, exudaba jovialidad y veces hacía gala de un verbo contundente, Adamkus se posesionó de su despacho, con atribuciones políticas limitadas –aunque sustanciales- y funciones mayormente representativas e institucionales, resuelto a dinamizar, pautar y hasta fiscalizar el proceso político que conducían el Gobierno y el Parlamento, lo que le aparejó no pocos encontronazos con diputados y cabezas de facción, destacando por su aspereza los que protagonizó con la TS(LK).
Así, Adamkus insistió en la necesidad de regular la economía de mercado de acuerdo con los estándares europeos occidentales, de elevar el nivel de vida de la ciudadanía, de reducir y hacer más eficaz la administración pública, de remediar los estragos provocados al medio ambiente por la economía planificada soviética, y de introducir en la política nacional algún tipo de código ético no escrito para moralizar las instituciones y estigmatizar a los servidores públicos corruptos.
Por lo que se refiere a la política exterior, ya en su toma de posesión Adamkus dejó por sentada una línea de continuidad, esto es, el esfuerzo sostenido, con la plétora de reformas estructurales, administrativas y legales que ello conllevaba, hasta conseguir la total integración de Lituania en las estructuras euroatlánticas, meta que consideraba factible cruzar antes de la expiración de su mandato presidencial en 2003 (como la mayoría de los políticos lituanos, Adamkus pecó de un ligero optimismo y la adhesión de Lituania, casi simultánea, a la OTAN y la Unión Europea iba a tener lugar en la primavera de 2004). La oficina presidencial tenía una responsabilidad copartícipe en las relaciones internacionales y toda actuación en este terreno tenía que ser estrechamente concertada con el Gobierno, que también aquí llevaba la voz cantante y tomaba las decisiones políticas.
Cabe señalar que Adamkus no se proyectaba como un nacionalista lituano al uso que se dejara atrapar por el sectarismo o un resentimiento de tipo histórico, ciertamente alimentado por el recuerdo de los enormes sufrimientos que habían producido la guerra y la larga dominación soviética, pero que en las actuales circunstancias resultaba poco práctico, si no estéril. Las autoridades de Rusia apreciaron la buena disposición de Adamkus al diálogo bilateral, insoslayable desde el momento en que el gigante eslavo seguía siendo el principal proveedor de Lituania, empezando por una importante cuota de la energía que consumía, sin olvidar los complejos asuntos relacionados con el enclave ruso de Kaliningrado, encajonado entre Lituania al norte y Polonia al sur, con un flujo de pasajeros y mercancías desde y hacia el resto de la Federación Rusa que era necesario regular.
La comprensión de Adamkus de la especial sensibilidad rusa en todo lo referente a las repúblicas bálticas y en particular a Lituania le distinguió de otros estadistas de la región, más proclives a censurar como injerencias intolerables las presiones y las veladas amenazas del Kremlin. Cuando llegó a la Presidencia, Adamkus dejó claro a sus interlocutores de Moscú que la entrada de Lituania en la OTAN era una mudanza que no admitía ni vetos ni dilaciones, aunque se esforzó en transmitir la opinión de que Rusia no debía sentirse alarmada porque de Lituania nunca partiría una amenaza militar contra ella. Para Adamkus, la Lituania aliada podía y debía mantener con Rusia unas relaciones de buena vecindad y con un alto nivel de cooperación.
En relación con este punto, puede afirmarse que en su agenda de prioridades estratégicas Adamkus no trazó una simetría entre las apuestas de la OTAN y la UE, y que a lo largo de su mandato fue apreciándose cómo confería más urgencia y factibilidad a corto plazo al ingreso en la primera de las organizaciones, de hecho una obsesión nacional. Sobre este enfoque pivotaba sin duda la memoria de la historia contemporánea de Lituania, nación pequeña y débil, víctima periódica de los apetitos expansionistas de sus poderosos vecinos a diestra y siniestra. El ingreso en la OTAN, con su paraguas de seguridad y su instrumento de la defensa colectiva, otorgaba a Lituania las debidas garantías de que nunca más vería peligrar su soberanía nacional y su integridad territorial.
En el ámbito doméstico, en su primer mandato presidencial Adamkus hizo nada menos que ocho nombramientos de primeros ministros, tres en funciones, debido a las sucesivas dimisiones del titular de turno y también de resultas del trastrueque de la mayoría parlamentaria en las elecciones legislativas del 8 de octubre de 2000, que llevaron al poder a los liberales de Rolandas Paksas. A diferencia de otras repúblicas parlamentarias de Europa donde el presidente es una figura ceremonial y simbólica que se limita a ejercer de correa de transmisión del proceso institucional, el jefe del Estado lituano tiene la facultad de nombrar al primer ministro a título individual, sin someterse antes a las instrucciones del partido dominante o la mayoría parlamentaria de turno, si bien el nombramiento es inválido si no obtiene el visto bueno del Seimas, luego en última instancia, de iure, prevalece el parlamentarismo.
La renuncia del primero de estos primeros ministros que no llegaron al final de la legislatura, el conservador Vagnorius, el 3 de mayo de 1999, tuvo como desencadenante el anuncio por Adamkus de que había perdido la confianza en él porque no sabía "trabajar de manera constructiva y llevar a cabo el programa gubernamental", y además pretendía "limitar la autoridad y las prerrogativas del jefe del Estado". La TS(LK) montó en cólera por estas inopinadas acusaciones y tachó a Adamkus de "usurpador" deseoso de "hacerse con parte de las funciones del Gobierno". Constitucionalmente, el presidente no estaba investido para destituir por su cuenta a ningún miembro del Gobierno, pero, por lo que se veía, y especialmente en el caso de un presidente popular –luego doblemente autorizado-, sí podía hacerle insostenible la continuidad en el mismo poniendo en tela de juicio sus capacidades políticas.
El partido de Landsbergis amenazó inicialmente con retirarse del Ejecutivo, pero a los pocos días las aguas volvieron a su cauce: Vagnorius, a pesar de que constitucionalmente no estaba obligado a hacerlo, optó por abandonar, Adamkus nombró para reemplazarle a Paksas, entonces alcalde de Vilnius y que aún no había desertado de la TS(LK) para pasarse a las filas de la Unión Liberal Lituana (LLS), y el Seimas aceptó esta candidatura. Luego, en octubre de 1999, y de nuevo en junio de 2001, Paksas se vio forzado a dimitir por disputas de naturaleza intra e interpartidistas de las que Adamkus no fue instigador.
Tras la segunda caída de Paksas, Adamkus fue informado por el Partido Social Demócrata Lituano (LSDP) de Brazauskas y la social liberal Nueva Unión (NS) de Paulauskas que disponían de la mayoría suficiente para formar gobierno. Adamkus tomó nota y el 2 de julio designó primer ministro a Brazauskas, no sin puntualizar que iba a vigilar al nuevo equipo dirigente, claramente orientado a la izquierda, para que no arriscara el ritmo de las transformaciones económicas o arrojara sombras de duda a la vocación occidentalista del país.
Adamkus no sólo opinaba sin ambages sobre la labor de las demás instituciones del Estado y los partidos políticos, sino que no le faltaron ocasiones para propugnar el refuerzo de los poderes del presidente. Tampoco fue tímido a la hora de ejercitar otra de sus prerrogativas constitucionales de regusto político, el derecho de veto suspensivo de los proyectos de ley elaborados por el Seimas, el cual, empero, siempre podía desbloquear la promulgación de la norma haciéndola aprobar de nuevo por mayoría absoluta (mayoría de tres quintos en el caso de las leyes orgánicas y las enmiendas constitucionales). Adamkus aplicó el veto legislativo abundantemente en todo el quinquenio y de manera prácticamente sistemática entre finales de 1999 y finales de 2000, coincidiendo con el Gobierno conservador de Andrius Kubilius. El presidente reclamó la revisión o la retirada de muchas disposiciones legales que, a su juicio, eran lesivas para los intereses nacionales.
Una de las disposiciones legislativas más polémicas fue, en septiembre de 2000, una resolución que otorgaba validez legal a la llamada Declaración de Restauración de la Independencia de junio de 1941, lanzada por las fuerzas nacionalistas de entonces a rebufo de la invasión nazi de la URSS y el repliegue del Ejército Rojo. Toda vez que dicha declaración estaba asociada al inicio de la persecución antisemita, la presente resolución resultaba ofensiva para la comunidad judía lituana, que puso el grito en el cielo. La Comisión Internacional puesta en marcha por Adamkus en septiembre de 1998 con el objeto de evaluar los crímenes cometidos por los regímenes de ocupación nazi y soviético en Lituania emitió también una nota de protesta. Landsbergis, presidente del Seimas, solicitó a Adamkus que interpusiera el veto y el presidente, preocupado por la imagen exterior del país, así lo habría hecho de no apresurarse los propios diputados a suspender la resolución.
El 5 de septiembre de 2002 Adamkus anunció su decisión de presentarse a la reelección para un segundo y definitivo mandato quinquenal. El estadista afrontaba la liza del 22 de diciembre con la confianza que le otorgaban unas encuestas muy favorables. Uno de sus activos más valorados por la población era la relación especial que mantenía con la administración estadounidense. Desde que asumió la Presidencia, Adamkus había viajado tres veces a su antigua patria adoptiva, en septiembre de 1998, para dirigirse ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, en abril de 1999, para unirse a la cumbre especial del Consejo de la OTAN en Washington con motivo del quincuagésimo aniversario de la organización, y más recientemente en enero del año en curso, para sostener una reunión de trabajo con el presidente George W. Bush.
Días después de su anuncio reeleccionista, Adamkus hizo su segunda comparecencia ante la Asamblea General de la ONU y el 21 de noviembre, al igual que sus colegas de Letonia, Estonia, Rumanía, Bulgaria, Eslovenia y Eslovaquia, recibió en Praga del Consejo de la OTAN reunido al nivel de jefes de Estado y de Gobierno la invitación a Lituania de adherirse al Tratado del Atlántico Norte en la primavera de 2004. En la jornada siguiente, 22 de noviembre, Adamkus hizo de anfitrión de Bush en Vilnius. En su fugaz visita a uno de los países más proestadounidenses del continente, el mandatario americano se dio un baño de multitudes conjuntamente con Adamkus, quien escuchó de aquel algo que debió parecerle un viejo sueño hecho realidad: "cualquiera que elija a Lituania como enemigo, tendrá también como enemigo a Estados Unidos".
El 12 de diciembre el Consejo Europeo de Copenhague certificó que Lituania iba a ser Estado miembro de la UE el 1 de mayo de 2004. El anuncio de los líderes comunitarios vino a poner el colofón a unas semanas de gloria para Adamkus, quien llegaba a la cita con las urnas en inmejorables condiciones. Con el respaldo de la TS(LK) -paradójico, considerando las tensas relaciones en el pasado inmediato-, que renunció a presentar candidato propio, Adamkus se iba a batir principalmente con el ex primer ministro Paksas, ahora al frente de su nuevo Partido Liberal Democrático (LDP), y Paulauskas, actualmente presidente del Seimas.
El 22 de diciembre los sondeos no erraron y el presidente se distanció claramente de sus nada menos que 16 contrincantes con el 35,3% de los sufragios, resultado, eso sí, que quedó lejos del 50% requerido para evitar la segunda vuelta. La votación del 5 de enero de 2003 se antojaba un mero trámite para Adamkus, máxime porque recibió el respaldo de todos los partidos con una representación parlamentaria significativa, ya estuvieran en el Gobierno o en la oposición, esto es, los socialdemócratas de Brazauskas, los social liberales de Paulauskas, los conservadores de Kubilius, los liberal unionistas de Eugenijus Gentvilas, los centristas de Kestulis Glaveckas y los cristianodemócratas de Kazys Bobelis. Fuera del LDP, sólo pidieron el voto para Paksas el Nuevo Partido Demócrata (NDP) y el Partido Campesino Lituano (LVP), dos formaciones pequeñas que entre las dos hacían siete diputados
Sin embargo, el 5 de enero saltó la sorpresa: Paksas, con el 54,9% de los votos, ganó el envite a Adamkus, quien sólo acertó a añadir diez puntos porcentuales a su cuota de voto de la primera vuelta, mientras que Paksas rebotó desde el 19,7%. La derrota de Adamkus no tuvo una explicación coherente fuera de los hechos de que Paksas ya traía un fuerte tirón popular y era un candidato mucho más joven que él, con 30 años de diferencia. También podía aducirse que el electorado no había ido a premiar unos éxitos internacionales que el Gobierno de Brazauskas podía revindicar con tanta o más razón que Adamkus.
Con la normalidad propia de la, a éstas alturas, bien asentada democracia lituana, Adamkus se resignó a entregar el testigo a Paksas cuando su mandato expirara el 25 de febrero. Llegado ese momento, el estadista realizó un balance satisfactorio de su ejercicio e instó a su sucesor, al Gobierno y al Seimas a hacer bien las cosas en la recta final del proceso de inserción en la OTAN y la UE. También informó que pensaba continuar activo en la política nacional, como promotor de una reorganización del centro y la derecha lituanos. Adamkus deseaba que se articulara una sólida alternativa al dúo gobernante de centro-izquierda por un lado y a los liberaldemócratas de Paksas por el otro, así que instó a la TS(LK) y al LLS, que por su parte estaba en conversaciones de fusión con la LCS, a que formaran una alianza de cara a las legislativas de 2004.
La destitución de Paksas el 6 de abril de 2004 por el Seimas, bajo la acusación de haber violado la Constitución y puesto en peligro la seguridad del Estado al relacionarse con un controvertido empresario ruso vinculado a su vez, se aseguraba, a los servicios secretos y el crimen organizado de Rusia, supuso la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas. Adamkus, que había sumado la suya al coro de voces políticas exigiendo la dimisión de Paksas, no dijo ni que sí ni que no sobre su postulación, si bien la impresión general era que el ex presidente no iba a desaprovechar esta oportunidad para retornar al puesto; si ganaba, el año largo de titularidad del malhadado Paksas quedaría convertido en un mero paréntesis digno de olvido.
La Unión Liberal y de Centro (LCS), el partido surgido en mayo del año anterior de la fusión del LLS y la antigua LCS, endosó como su candidato a Adamkus. El interesado demoró el anuncio de su candidatura hasta cerciorarse de que Paksas, que conservaba una importante cuota de popularidad, no iba a concurrir, extremo que quedó confirmado a principios de mayo cuando el Seimas aprobó una modificación legal por la cual un presidente destituido tenía vetado candidatear al puesto de nuevo por un período de cinco años.
Con todo, a Adamkus le salió una rival no baladí, la ex primera ministra Kazimiera Prunskiene, que contaba con el aval del NDP y el LVP pero que gozaba de su propio peso político. El 13 de junio, simultáneamente a la celebración de las primeras elecciones al Parlamento Europeo, Adamkus se puso en cabeza con el 31,1% de los votos, seguido de Prunskiene con el 21,2% y a mayor distancia por el independiente respaldado por la TS(LK) Petras Austrevicius, la social liberal Vilija Blinkeviciute y el socialdemócrata Ceslovas Jursenas. El 27 de junio, esta vez sin sorpresas de última hora, Adamkus se proclamó presidente con el 52,6% de los votos. El 12 de julio inició su segundo mandato presidencial de cinco años, el cual, al no ser consecutivo del primero, estaba abierto a un tercero en 2009, si bien entonces el estadista tendría 82 años.
Valdas Adamkus es doctor honorífico por las universidades de Vilnius (1989), Indiana (1991), Northwestern de Boston (1994), Illinois (1999), DePaul (2001) y Vytautas Magnus (2002), entre otras. Entre sus galardones figuran el Premio Internacional del Medio Ambiente, la Medalla de Oro de la EPA y el Premio del Presidente de Estados Unidos a los Servicios Distinguidos. Miembro del Club de Madrid, en septiembre de 2003 la UNESCO le concedió el título de Embajador de Buena Voluntad para la Construcción de las Sociedades del Conocimiento.
(Cobertura informativa hasta 1/10/2004)