Uhuru Kenyatta

Las elecciones presidenciales celebradas en Kenya en marzo de 2013 fueron ganadas por Uhuru Kenyatta, viceprimer ministro del Gobierno de unidad nacional instalado en 2008 e hijo del padre de la independencia, Jomo Kenyatta. Uno de los hombres más ricos de África y antiguo líder del partido fundado por su padre, la KANU, Kenyatta fue un protegido del segundo presidente del país, Daniel arap Moi, al que intentó sin éxito suceder en la urnas en 2002, y luego aceptó respaldar al vencedor en aquel envite, Mwai Kibaki. En 2011 la Corte Penal Internacional (CPI) le procesó por su presunta implicación en crímenes contra la humanidad cometidos durante las violencias poselectorales de 2007-2008. Según el tribunal de La Haya, Kenyatta instigó los ataques sectarios de los partidarios de Kibaki contra los de su adversario de la oposición y futuro primer ministro del Gobierno de unidad, Raila Odinga, quien ahora ha vuelto a perder ante Kenyatta.

Este hombre de formas moderadas y conciliadoras, lo que subraya su perfil controvertido, ha venido colaborando con la CPI (a diferencia del otro presidente africano incriminado, el sudanés Bashir), sin dejar de proclamar su inocencia, pero su juicio, previsto para noviembre, va a ser in absentia porque el Parlamento kenyano ya ha decidido retirar al país del Estatuto de Roma. La unidad nacional, el desarrollo económico y la transparencia política son los ejes del programa de la Alianza Jubileo, la coalición de cuatro partidos encabezada por Kenyatta, quien deberá vencer la frustración generada por los años de gobierno de Kibaki, caracterizados por la corrupción y el crecimiento sin equidad social. En septiembre de 2013, el nuevo presidente ha hecho frente al sangriento zarpazo terrorista en el centro comercial de Nairobi por los integristas somalíes de Al-Shabab, que prometen seguir vengándose por la intervención del Ejército de Kenya contra sus fuerzas en el país vecino.

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 1/10/2013. Uhuru Kenyatta fue reelegido para un segundo y definitivo mandato en las votaciones del 26/10/2017; estas fueron una repetición de las elecciones del 8/8/2017, declaradas nulas por la Corte Suprema tras la admisión de irregularidades. El 13/9/2022 Kenyatta fue sucedido en la Presidencia de Kenya por William Ruto, vicepresidente saliente y ganador de las elecciones del 9/8/2022).

1. Hijo de Jomo Kenyatta y delfín de Daniel arap Moi
2. De líder de la oposición a aliado del presidente Kibaki en la crisis poselectoral de 2007-2008
3. Imputación de crímenes contra la humanidad por la Corte Penal Internacional
4. Ganador de las elecciones presidenciales de 2013


1. Hijo de Jomo Kenyatta y delfín de Daniel arap Moi

Uhuru Muigai Kenyatta es el segundo de los cuatro hijos tenidos por Mzee Jomo Kenyatta, padre de la independencia de Kenya, con su cuarta esposa, Ngina Kenyatta. El niño, quien en total iba a tener tres hermanos, además de cuatro hermanastros nacidos anteriormente, fue bautizado Uhuru, palabra que en el idioma swahili significa libertad y que por entonces, en octubre de 1961, daba nombre al movimiento independentista que recorría las colonias británicas de África oriental. Kenya culminó su proceso de descolonización en diciembre de 1963. En el momento de la independencia, Kenyatta, líder patriarcal de la comunidad kikuyu, dirigió el nuevo Estado desde el puesto de primer ministro, pero justo un año después proclamó la República con él de presidente.

El joven Uhuru se educó en la St. Mary's School, uno de los mejores colegios de Nairobi, y en el Amherst College de Massachusetts, Estados Unidos, donde estudió Ciencias Polítics y Economía. En mitad de esta etapa formativa, en agosto de 1978, su carismático padre, creador de un régimen autoritario fundado en la moderación ideológica, el favoritismo tribal kikuyu y la no alineación teñida de prooccidentalismo en política exterior, falleció a los 88 años. Su sucesor en la jefatura del Estado fue el hasta entonces vicepresidente, Daniel arap Moi.

En 1985, tras graduarse en Amherst, Kenyatta regresó al país para administrar parte del rico patrimonio familiar en el distrito de Kiambu, próximo a Nairobi, y establecerse como empresario del ramo hortofrutícola. En la década de los ochenta sus actividades políticas estuvieron limitadas a la captación de fondos para el partido del régimen, la Unión Nacional Africana de Kenya (KANU, surgido en 1960 de la fusión de las formaciones de los tres máximos líderes independentistas, Kenyatta, Tom Mboya y Jaramogi Odinga Odinga), que desde 1982 funcionaba como el único legal del país.

Kenyatta, casado en 1991 con Margaret Gakuo, quien iba a darle tres hijos, siguió teniendo con la política una relación más bien tangencial en los primeros años los noventa, un período turbulento caracterizado por los desmanes represivos del presidente Moi, el cual finalmente se vio obligado a reintroducir el multipartidismo y permitir la celebración de elecciones abiertas a las fuerzas de la oposición, y los sangrientos estallidos de violencia intercomunitaria.

Cuando se planteó la transición hacia un sistema más democrático, Kenyatta estaba distanciado del aparato de la KANU, el cual andaba metido en una pendiente de descrédito popular por su negro historial de abusos de poder, crímenes políticos y corrupción desaforada. En julio de 1990 el todavía veinteañero añadió su firma a un manifiesto de figuras políticas que exigía al régimen una apertura democrática. Los comentaristas le retrataron entonces como uno de los jóvenes turcos del partido gobernante que presionaban a la vieja guardia para que introdujera cambios y reformas.

En las elecciones pluralistas de diciembre de 1992 el hijo del presidente fundador de la KANU no respaldó la candidatura reeleccionista de Moi, sino a Kenneth Matiba, líder del Foro para la Restauración de la Democracia-Asili (FORD-Asili) y uno de los seis aspirantes opositores que salieron a desafiar al oficialismo. Las elecciones de 1992, teñidas de episodios de violencia y denuncias de fraude, fueron ganadas con un mediocre caudal de votos por Moi. Matiba quedó segundo con el 26%, ocho puntos menos que el mandatario.

Las simpatías opositoras expresadas por Kenyatta en 1992 fueron un hecho específico que no tuvo continuidad. El rico empresario, gracias a su ilustre apellido, tenía unos estrechos vínculos con personalidades de la KANU y las tentaciones de hacer carrera política en el seno del régimen eran muy fuertes.

En 1994 vendió Wiham Kenya Ltd, la compañía de exportación agrícola montada en 1989, y tres años después, en diciembre de 1997, hizo su primera incursión electoral como candidato de la KANU en la circunscripción de Gatundu South, perteneciente al distrito de Thika, una región predominantemente kikuyu de la Provincia Central. Este escaño de la Asamblea Nacional había sido ocupado por el padre y el aspirante dio por sentado que los electores locales se lo pondrían en bandeja.

Sin embargo, contra pronóstico, Kenyatta fracasó en Gatundu frente a un humilde adversario de la oposición, mientras que Moi y la KANU volvieron a imponerse en las elecciones generales. Su frustrante tentativa electoral volvió a alejar de la política a Kenyatta, que durante una temporada se mantuvo concentrado en los negocios de la familia, ahora expandidos a los hoteles y el turismo. Sin embargo, el empresario cayó bajo el escrutinio protector de Moi, quien le tenía reservada una cascada de nombramientos para encumbrarlo en la élite dirigente.

La verdadera carrera política de Kenyatta arrancó en 1999, cuando el presidente le puso al frente del Consejo de Turismo de Kenya y el Fondo Nacional de Ayuda para Desastres Naturales. En noviembre de 2001 el ya alto funcionario del Estado ascendió a ministro de Gobiernos Locales y de paso tomó asiento en la Asamblea Nacional por designación directa de Moi.

En realidad, Kenyatta estaba llamado a ser el máximo beneficiario de un bien elaborado plan de Moi para contrarrestar la fuerte erosión de la KANU y asegurar su continuidad en el poder tras las elecciones generales de diciembre de 2002. En marzo de ese año Moi orquestó un congreso de la KANU en el que él obtuvo la reelección como presidente de la formación y Kenyatta fue escogido para ocupar una de las nuevas cuatro vicepresidencias orgánicas. El nuevo organigrama de la ejecutiva de la KANU, justificada por Moi en aras de la renovación generacional, supuso el cese como número dos del partido de George Saitoti, el vicepresidente de la República desde 1989.

Estas mudanzas en la cúpula fueron vistas como preavisos inequívocos de que Moi ya había encontrado a su heredero y candidato a la sucesión en las elecciones de dentro de nueve meses, a las que constitucionalmente no podía presentarse de nuevo: el hijo del reverenciado Mzee Kenyatta. En efecto, el 30 de julio el mandatario anunció que el ministro de Gobiernos Locales, considerado joven a sus 41 años, era su apuesta para la nominación del candidato presidencial del partido.

La fulgurante elevación de Kenyatta, a fin de cuentas un diputado y ministro con sólo unos meses de experiencia y que ofrecía un historial político más que mediocre, desató una fenomenal tormenta en la KANU, escenario ya desde hacía años de un profundo malestar y resentimiento por las maniobras autoritarias de Moi. El vicepresidente Saitoti, los ministros Raila Odinga y Kalonzo Musyoka, y el también miembro del Gabinete Moody Awori, todos con ambiciones presidenciales, se lanzaron a exigir unas elecciones primarias con una lista de delegados pública y el ejercicio del voto verdaderamente secreto, y de paso descalificaron a Kenyatta como un personaje débil y susceptible de convertirse en la marioneta de su mentor en el caso de ganar en diciembre.

En un intento de sofocar el motín interno, Moi destituyó abruptamente a Saitoti como vicepresidente de la República el 30 de agosto, pero este castigo ejemplarizante sólo reforzó en sus convicciones a los contestatarios, agrupados como la facción Arco Iris. El 14 de octubre, al cabo de varias semanas de purgas y destituciones de funcionarios y ministros contrarios a las directrices de Moi, la KANU proclamó a Kenyatta candidato presidencial con el boicot de la alianza Arco Iris.

De inmediato, Odinga y otros disidentes que todavía ocupaban puestos en el Gobierno presentaron la dimisión. La alianza Arco Iris se constituyó en Partido Liberal Democrático (LDP) y entró en negociaciones con el Partido de la Alianza Nacional de Kenya (NAK), la sombrilla de fuerzas de oposición que acababan de forjar Mwai Kibaki con su Partido Democrático (DP), el FORD-Kenya de Kijana Wamalwa y el Partido Nacional de Kenya (NPK) de Charity Ngilu. Con suma rapidez, el 22 de octubre, el LDP y la NAK presentaron la Coalición Nacional Arco Iris (NARC), con Kibaki como candidato unitario a la Presidencia.

Este espectacular desarrollo en el bando opositor, que estaba muy escarmentado por las derrotas de 1992 y 1997, en buena parte atribuidas a su incapacidad para presentarse a las urnas como un bloque unitario, vino a trastocar las optimistas previsiones de Moi y sus fieles en la KANU, que vieron cómo la controvertida designación de Uhuru Kenyatta estaba provocando una sangría en el partido y fortaleciendo a las huestes opositoras.

Durante la campaña electoral, Kenyatta fue incapaz de deshacerse de su imagen de candidato sin discurso ni proyecto propios. Sus promesas de combatir la corrupción, posiblemente el expediente más sombrío de la penosa herencia de la KANU, y sacar a la economía del marasmo no resultaron convincentes. Además, la carta tribalista tampoco podía ser jugada, sucumbiendo a una hipotética tentación de polarizar al electorado con criterios comunitarios, porque Kibaki también era kikuyu.

La maquinaria clientelista y corrupta de la KANU no pudo contrarrestar la flojera personal de su postulante a la Presidencia y las ansias de cambio del electorado, que el 27 de diciembre de 2002 dio la victoria a Kibaki con un contundente 62,2% de los votos, justo el doble de los sacados por Kenyatta. En las legislativas, el partido gobernante se desmoronó y sólo retuvo 68 escaños sobre 224. Cuatro décadas de hegemonía de la KANU, el partido de la familia Kenyatta, tocaron a su fin.


2. De líder de la oposición a aliado del presidente Kibaki en la crisis poselectoral de 2007-2008

Desde su escaño parlamentario por Gatundu South, Kenyatta inició su andadura en la alta política kenyana como líder de la oposición a la Administración Kibaki. En abril de 2004 el dirigente consolidó su posición cuando un grupo de diputados y ejecutivos del partido decidió proclamarle presidente de la KANU en funciones. El puesto cimero había estado vacante desde la retirada de Moi en septiembre de 2003. En enero de 2005 un congreso partidario eligió a Kenyatta presidente titular con 2.980 votos frente a los 622 apoyos reunidos por un único rival, el creso empresario y ex ministro Nicholas Biwott, quien denunció irregularidades en el recuento de las papeletas.

A continuación, Kenyatta movilizó a su partido en una campaña nacional contra el proyecto de Kibaki de redactar una nueva Constitución que, según la KANU, preservaba muchas de las amplias prerrogativas del presidente de la República a pesar de desconcentrar el Poder Ejecutivo con la creación del puesto de primer ministro. La espinosa cuestión provocó la fractura de la NARC, uno de cuyos integrantes, el LDP de Odinga, hizo piña con la KANU para dar lugar al Movimiento Democrático Naranja (ODM). Con el vehemente Odinga llevando la voz cantante y Kenyatta de segundón, el ODM dio una sonora bofetada a Kibaki en el referéndum del 21 de noviembre de 2005, saldado con victoria del no a la reforma constitucional.

En julio de 2007, al poco de ganar a un rival interno, Nicholas Biwott, una acerba disputa legal por la presidencia del partido, Kenyatta hizo una pirueta que contribuyó a agudizar el carácter tornadizo de la política kenyana. Presionado por Moi, quien pese a su jubilación oficial seguía lanzando recomendaciones y consignas a la dirigencia del partido, y que últimamente venía expresando su preocupación por el papel subalterno de la KANU en la coalición opositora, Kenyatta se desligó de Odinga y mostró su disposición a respaldar la candidatura reeleccionista de Kibaki en los comicios de diciembre.

Semanas después, lo que quedaba del ODM, pasto de las disensiones, se dividió a su vez entre las facciones acaudilladas por Odinga y Kalonzo Musyoka. Al plegar alas a favor del oficialismo, Kenyatta arrojó de paso la toalla en la pugna que venía enfrentándole con el secretario general de la KANU, William Ruto, por la precandidatura presidencial del partido. En septiembre Kenyatta oficializó su apoyo a Kibaki, quien a su vez anunció la creación del Partido de la Unidad Nacional (PNU), nueva alianza progubernamental que acogía a la KANU y a los miembros de la NARC que le habían guardado fidelidad, entre otros el DP, la NARC-Kenya y el FORD-Kenya.

Kenyatta ofreció al público un rostro conciliador y pretendidamente neutral en la gravísima crisis electoral que desgarró Kenya tras conocerse los resultados de las elecciones generales del 27 de diciembre de 2007. Pésimamente organizadas y trufadas de episodios de fraude, las elecciones fueron oficialmente ganadas por Kibaki sobre Odinga. Las misiones internacionales de observación, sin embargo, certificaron la comisión de irregularidades a gran escala y los seguidores del candidato opositor, quien no tenía dudas de su genuina victoria, se lanzaron a protestar con enorme virulencia.

La negativa de Kibaki a dialogar encrespó aún más los ánimos y durante varias semanas el país vivió una terrible ola de violencia política que adquirió tintes tribales al atacarse mutuamente los kikuyus partidarios de Kibaki y los lúos votantes de Odinga. Hasta febrero de 2008, cuando un compromiso político facilitado por la ONU consiguió templar el ambiente, hubo que lamentar varios cientos de muertos, entre 1.200 y 1.500, así como 3.500 heridos y hasta 600.000 desplazados y refugiados. El país se asomó a un conflicto étnico-político de incalculables consecuencias.

El 8 de enero Kenyatta, cuya agrupación sólo había obtenido 14 escaños en las elecciones a la Asamblea, recuperó su antiguo puesto de ministro de Gobiernos Locales en un Gabinete de coalición nombrado por Kibaki que incluyó al ODM-Kenya de Musyoka, nombrado vicepresidente de la República y ministro del Interior, pero no al ODM de Odinga. Esta exclusión tuvo la virtud de atizar los asesinatos sectarios.

Un acuerdo en firme para poner fin a la violencia, desterrar la crisis humanitaria derivada de las protestas políticas y las luchas tribales, promover la reconciliación nacional y abordar una reforma constitucional preparó el camino para la formación de un Gobierno de concentración verdaderamente inclusivo que vio la luz el 13 de abril, con Odinga de primer ministro y Kenyatta, por el PNU, de viceprimer ministro, compartiendo posición con el dirigente del ODM Musalia Mudavadi, quien fuera aspirante a vicepresidente en la candidatura presidencial de Kenyatta en 2002 y luego en la de Odinga en 2007. Kenyatta traspasó la cartera de Gobiernos Locales a Mudavadi y a cambio tomó la de Comercio Exterior.


3. Imputación de crímenes contra la humanidad por la Corte Penal Internacional

Las relaciones de Kenyatta con Kibaki fueron afianzándose y el 23 de enero de 2009 el presidente nombró a su socio en el PNU ministro de Finanzas, sin descargo de la condición de viceprimer ministro. A pesar de sus bandazos tácticos, el hijo del padre de la independencia había construido una reputación de dirigente político no particularmente polémico o conflictivo.

Sin embargo, esta imagen benigna recibió un golpe inesperado el 15 de diciembre de 2010 cuando el nombre de Uhuru Kenyatta apareció en una relación de seis presuntos responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la crisis kenyana de 2007-2008. Se trataba de una solicitud de citación judicial firmada por el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), Luis Moreno Ocampo, quien consideraba a Kenyatta sospechoso de participar en la organización y ejecución aquella espiral de violencia sectaria, concretamente en el condado de Nakuru, al noroeste de la capital.

Los otros cinco sospechosos señalados por Ocampo eran: William Ruto, el ex secretario general de la KANU y hasta hacía poco ministro de Educación, Ciencia y Tecnología en el Gobierno de gran coalición, amén de miembro destacado de la comunidad kalenjin; Francis Muthaura, secretario del Gabinete y jefe del Servicio Civil, considerado la mano derecha de Kibaki; Henry Kosgey, ministro de Industrialización y presidente nominal del ODM, luego persona muy próxima a Odinga; Mohammed Hussein Ali, general del Ejército y comisionado jefe de la Policía cuando los hechos; y el periodista radiofónico de etnia kalenjin Joshua Arap Sang. Kenyatta, Muthaura y Hussein Ali eran vinculados por la Fiscalía al bando de Kibaki, mientras que Ruto, Kosgey y Sang se situaban en la órbita de Odinga.

Kenyatta y el resto de acusados negaron los cargos formulados por Ocampo y proclamaron su inocencia. Sin embargo, Kenya estaba obligada a colaborar con la CPI porque era signataria del Estatuto de Roma de 2002. El 8 de marzo de 2011 el viceprimer ministro fue formalmente incriminado por los jueces de la CPI Ekaterina Trendafilova, Hans-Peter Kaul y Cuno Tarfusser, y citado a comparecer en La Haya en el plazo de un mes para una vista de antejuicio como presunto "coperpetrador indirecto" de cinco categorías de crímenes contra la humanidad, los de asesinato, violación y otras formas de violencia sexual, persecución, deportación o transferencia forzosa de población, y "otros actos inhumanos".

De acuerdo con la CPI, existían indicios fundados de la implicación del dirigente kenyano en los "ataques generalizados y sistemáticos" perpetrados en las ciudades de Nakuru y Naivasha por una organización paramilitar kikuyu de naturaleza sectaria e ilegal, la Mungiki, y por elementos juveniles del PNU contra población civil no kikuyu, de las etnias lúo, luhya y kalenjin, vista como seguidora del ODM de Odinga. Asimismo, el fiscal alegaba que Kenyatta, junto con Muthaura y Hussein Ali, habían ordenado a la Policía que no tuviera reparos en hacer un uso excesivo de la fuerza a la hora de reprimir a los seguidores de Odinga.

En un sereno comunicado, desprovisto de cualquier muestra de enfado o resentimiento, Kenyatta dio "la bienvenida" al acta de acusación de la CPI y se confesó "agradecido" por la decisión de los jueces de citarlo a declarar porque así tenía la oportunidad de ser escuchado y de defender su inocencia, pues él "no había tomado parte de ninguna manera" en la violencia posterior a las elecciones de 2007, recordando de paso que en aquella crisis él había sido "el primer líder nacional en hacer un llamamiento enérgico y público para terminar con la violencia".

En su misiva, el incriminado garantizaba su "plena cooperación" con la CPI y su sometimiento sin reservas a las leyes nacionales e internacionales a fin de esclarecer la "verdad" y obtener la absolución de los cargos que se le hacían, todo ello dentro de un proceso "limpio y libre" en el que "la justicia prevaleciera". En efecto, Kenyatta se personó el 8 de abril en La Haya, donde recibió lectura de los cargos y expuso su inocencia.

El proceso siguió su curso y el 29 de septiembre de 2011 Kenyatta volvió a comparecer ante el tribunal de La Haya para sostener un tenso cara a cara con el fiscal Ocampo. En la confrontación, el acusado rechazó de manera vehemente y articulada todo lo que se le imputaba, negó cualquier vínculo con la secta Mungiki y achacó al primer ministro Odinga cualquier responsabilidad por las masacres de enero de 2008.

El 23 de enero de 2012 la CPI confirmó los cargos contra Kenyatta, Ruto, Sang y Muthaura. Los tres últimos estaban acusados de asesinato, deportación y persecución. Las pruebas presentadas por la Fiscalía contra los otros dos imputados, Hussein Ali y Kosgey, no fueron consideradas suficientes por los jueces, que decidieron exonerarlos de todo cargo. Muthaura también iba a ver cancelada su causa por la inconsistencia de un testigo clave de la acusación, pero los casos de Kenyatta, Ruto y Sang quedaron vistos para juicio, aunque por el momento sin fecha de arranque.

En los últimos meses, las autoridades de Nairobi habían intentado parar el proceso de la CPI aduciendo que el tribunal internacional no podía proceder con los juicios en La Haya porque los acusados ya estaban siendo investigados en su país por los mismos cargos. Sin embargo, los magistrados de la CPI rechazaron el recurso del Gobierno keniano al considerar que no estaba demostrado que los seis sospechosos fueran objeto de investigación en Kenya.


4. Ganador de las elecciones presidenciales de 2013

La espada de Damocles penal que pendía sobre su cabeza no disuadió a Kenyatta de proseguir con sus planes políticos, que no eran otros que presentarse a las elecciones presidenciales de marzo de 2013 como el candidato del oficialismo del entorno de Kibaki, quien por ley no podía optar al tercer mandato. Los comicios iban a tener lugar al socaire de la Constitución aprobada en 2010, que entre otras novedades introducía en la votación presidencial una modalidad del sistema de la doble vuelta. Así, para ser proclamado presidente, el candidato en cabeza debía recibir la mitad más uno de los votos a nivel nacional y al menos el 25% de los votos en 24 de los 47 condados del país.

El 26 de enero de 2012 Kenyatta dimitió como ministro de Finanzas, si bien continuó en el Gobierno de gran coalición a título de viceprimer ministro. Para apoyarse en una plataforma partidista, el candidato no tuvo en cuenta ni a la vieja y casi moribunda KANU, de la que todavía era presidente pero con la que terminó soltando amarras en abril (entonces, el histórico partido eligió como nuevo líder a Gideon Moi), ni al PNU de Kibaki, que ya sólo existía no como coalición, sino como un partido individual al servicio de presidente de la República.

En lugar de ambos, Kenyatta optó por lanzar, el 20 de mayo, una agrupación a la medida de sus necesidades, La Alianza Nacional (TNA). Se trataba en realidad de una reformulación del Partido de la Alianza Nacional de Kenya (NAPK), antes llamada Alianza Nacional de Kenya (NAK), a su vez emanada del PNU y heredera de la NAK pro Kibaki de 2002.

En diciembre, la TNA suscribió un acuerdo de coalición con el Partido Republicano Unido (URP) de William Ruto, la NARC de Charity Ngilu y el Partido del Congreso Republicano (RC) de Najib Balala. La entente de cuatro partidos recibió el nombre de Alianza Jubileo. Ruto, compañero de vicisitudes judiciales en La Haya, secundó a Kenyatta como candidato a vicepresidente. En cuanto al PNU, accedió a respaldar la fórmula Kenyatta-Ruto y no presentó candidato propio a las presidenciales.

La Alianza Jubileo iba a batirse con otros dos frentes partidarios: el liderado por el primer ministro Odinga, la Coalición para las Reformas y la Democracia (CORD), que incorporaba al ODM, al FORD-Kenya de Moses Wetangula y al Movimiento Democrático Parabrisas-Kenya (WDM-Kenya, el antiguo ODM-Kenya) del vicepresidente Musyoka; y la Coalición Amani del viceprimer ministro Mudavadi, donde estaban la KANU de Gideon Moi, el Foro Democrático Unido (UDF) de Mudavadi y el Nuevo Foro para la Restauración de la Democracia-Kenya (NFK) de Eugene Wamalwa.

Luego de ser declarado apto para concurrir a las elecciones por la Corte Suprema, que había admitido una demanda de inhabilitación presentada por la Comisión de Derechos Humanos de Kenya (KHRC) y el Centro Internacional para Política y Conflictos (ICPC), los cuales argüían que una persona procesada por la CPI no estaba cualificada para aspirar a altas responsabilidades institucionales, y mientras su hermano menor Muhoho dirigía el vasto emporio empresarial de la familia fuera de los focos mediáticos, Kenyatta se concentró en una campaña electoral cuyo banderín era el manifiesto Transformando Kenya. Asegurando la prosperidad de Kenya 2013-2017.

El programa de la TNA y la Alianza Jubileo incidía de un modo generalista en la superación de las divisiones étnicas, en la coexistencia pacífica de todos los kenyanos y en la necesidad de trabajar unidos para impulsar el desarrollo económico, elevar los estándares sociales y promover la transparencia y el buen gobierno. "Juntos, podemos lograr nuestra visión de una Kenya económicamente fuerte, libre de corrupción y unida, con infinitas posibilidades y oportunidades para todos", proclamaba Kenyatta en su web de campaña. Los tres conceptos pilares del manifiesto eran unidad, economía y aperturismo.

En el terreno de lo concreto, destacaba una propuesta de reforma agraria para expandir la base de propietarios agrícolas del país. Aquí, Odinga encontró un filón para poner en solfa las intenciones de su adversario, pues resultaba que la familia Kenyatta, además de hoteles de lujo, aerolíneas, medios de comunicación e intereses en la banca, la construcción y los seguros, también era propietaria de enormes parcelas de tierra en la provincia de Rift Valley y en otras partes del país. Odinga se preguntó con sorna si Kenyatta, a fin de cuentas uno de los hombres más ricos del país, se desprendería sin más de fincas de su propiedad para entregarlas a los cultivadores.

Kenyatta y Odinga llegaron a la cita con las urnas del 4 de marzo de 2013 prácticamente empatados en las encuestas, que les otorgaban alrededor del 45% de los votos, aunque el segundo mantenía una ligerísima ventaja. El deseo general era que imperara el fair play y que no se repitiera la crisis poselectoral de la vez anterior. En este sentido, uno de los consignas transversales de la campaña fue el de amani, paz. Tanto Kenyatta como Odinga se comprometieron a respetar el resultado que anunciara la Comisión Electoral Independiente (IEBC) e instaron a sus seguidores a abstenerse de cualquier reacción violenta.

La jornada electoral transcurrió con tranquilidad en la mayor parte del país, pero en Mombasa hubo que lamentar la muerte de una quincena de personas, entre atacantes y policías, en la irrupción en un colegio electoral de un grupo de hombres armados con machetes.

El 9 de marzo, poniendo término a un escrutinio bastante farragoso (el nuevo sistema de cómputo electrónico, que debía blindar el recuento contra las manipulaciones, quedó en entredicho por el cúmulo de fallos técnicos), la IEBC publicó los resultados oficiales: el candidato de la Alianza Jubileo fue declarado vencedor en la primera vuelta con el 50,07% de los votos, es decir, Kenyatta se proclamó presidente con tan sólo siete centésimas por encima del listón requerido.

El ganador saludó el resultado como un "triunfo de la democracia, la paz y la nación", demostrativo de "un nivel de madurez política que ha sobrepasado las expectativas". Asimismo, instó a los adversarios derrotados a "unirse a nosotros para impulsar la nación hacia delante" y, en referencia a su próximo juicio en La Haya, aseguró que como jefe del Estado seguiría cooperando "con todos los países e instituciones internacionales".

Según la IEBC, Odinga había sido segundo con el 43,3% de los votos y en un distante tercer lugar había quedado Mudavadi con el 3,9%. La participación fue extraordinariamente alta, del 86%, una tasa considerada irreal por muchos. En las legislativas, la Alianza Jubileo se acercó a la mayoría absoluta al obtener 167 escaños (89 de ellos aportados por la TNA) sobre 349.

Con semejantes resultados en las presidenciales, se hizo inevitable el pataleo del todavía primer ministro, quien sin embargo, a diferencia de 2007, expresó su impugnación por canales estrictamente institucionales. Al día siguiente, la CORD elevó un recurso ante el Tribunal Supremo por la desaparición de unos 250.000 votos en once circunscripciones.

El 30 de marzo llegó la respuesta de la alta corte, declarando válida la elección de su contrincante porque el proceso se había conducido "de una manera libre, justa y creíble, según establece la Constitución y la ley". Odinga, cumpliendo con su promesa, acató la sentencia del Tribunal y no impugnó más. Kenyatta recibió un espaldarazo adicional desde Estados Unidos, donde la Administración Obama le transmitió sus felicitaciones e hizo suyas sus llamamientos a la unidad. y pidió

Una vez ratificada, pues, su victoria, aunque con el malestar instalado en las huestes de Odinga, Kenyatta tomó posesión de la Presidencia de la República el 9 de abril con un mandato de cinco años. La ceremonia, celebrada en el Moi International Sports Centre de Kasarani, Nairobi, contó con la asistencia de varios estadistas africanos. A sus 51 años, Kenyatta se convertía en el cuarto y más joven presidente de la historia de Kenia y en el segundo jefe de Estado africano con una causa pendiente en la CPI después de su colega sudanés Umar al-Bashir, reclamado por La Haya para ser juzgado por genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra en el conflicto de Darfur.

En su discurso inaugural, el flamante mandatario reiteró los ejes transformadores de su manifiesto electoral y garantizó la continuidad de Visión 2030, un ambicioso programa de desarrollo lanzado por Kibaki en 2008 y centrado en la meta de convertir a Kenya en un "nuevo país industrializado de ingresos medios". De paso, el programa Visión 2030 debía cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, fijados por la ONU en 2000 para ser alcanzados en 2015. "Seré justo con todos sin temores, favoritismos o mala voluntad", añadió el orador.

El mismo 9 de abril cesó el Gobierno de unidad nacional presidido por Odinga. En los días siguientes, Kenyatta alineó el nuevo Gabinete, desprovisto del cargo de primer ministro y con mayoría de ministros independientes. Los partidos de la Alianza Jubileo recibieron una cuota mínima en el nuevo Ejecutivo: la misma TNA sólo quedó representada por el propio Kenyatta, mientras que el URP lo era por el vicepresidente Ruto y otro miembro. En cuanto a la NARC y el RC, sus únicos ministros fueron sus respectivos líderes, Ngilu y Balala. El primero de junio, festividad del día de la independencia, Kenyatta anunció que a partir de ahora los servicios públicos de salud dispensarían atención integral gratuita a las mujeres embarazadas.

Aunque su andadura en la jefatura del Estado kenyano comenzaba con buen pie, en un clima de paz y optimismo, Kenyatta no podía soslayar sus cuentas con la CPI. Ya a mediados de marzo, entre la victoria electoral y la asunción del cargo, los abogados del imputado intentaron que los jueces de La Haya le levantaran los cargos tal como acababan de hacer con Francis Muthaura por la inconsistencia de los testigos de la acusación.

Al contrario, en mayo, la Fiscalía reforzó el pliego de cargos contra el político kenyano al incluir una serie de casos de asesinatos por arma de fuego en las violencias de Naivasha y Nakuru. El 20 de junio la CPI anunció que el juicio contra el presidente, en principio previsto para el 9 de julio, quedaba pospuesto al 12 de noviembre. El juicio al vicepresidente Ruto arrancaría antes, en septiembre.

(Cobertura informativa hasta 1/7/2013)