Saad Hariri

Uno de los principales cabezas de facción en el volátil damero de Líbano es el sunní Saad Hariri, heredero político y empresarial de Rafiq Hariri, el magnate reconstructor de Beirut y ex primer ministro asesinado en 2005. Aquel crimen histórico lanzó al ojo de la vorágine a un archimillonario hombre de negocios nacido, educado y afincado en Arabia Saudí, solo libanés en virtud de sus raíces familiares. Con 34 años, este político por legado, que no por vocación, fue uno de los líderes de la Revolución de los Cedros, la vasta protesta nacionalista de cristianos y musulmanes que endosó a Siria la muerte de Hariri padre y que logró poner fin a tres décadas de férula militar de Damasco.

Su Movimiento Futuro, partido secular, liberal, prooccidental y pivote de la antisiria Alianza del 14 de Marzo, ganó las elecciones legislativas que siguieron al magnicidio, pero, consciente de su bisoñez en la laberíntica escena nacional, prefirió delegar la jefatura del Gobierno en Fouad Siniora, el hombre de confianza de su padre. En 2008 Saad sostuvo y perdió un violento pulso armado con los milicianos del partido antagónico, el shií Hezbollah. Al año siguiente se tomó la revancha ganando de nuevo las elecciones y poniéndose al frente de su primer Gobierno, un ejecutivo claramente disfuncional que acabó naufragando en 2011 en medio de las nuevas tensiones desatadas por el Hezbollah, furioso por la imputación del asesinato de Rafiq a varios de sus miembros por parte del Tribunal Especial para Líbano.

Tras este fiasco, Saad, poseedor de la triple nacionalidad libanesa, saudí y francesa, mantuvo en París una especie de autoexilio por motivos de seguridad, dejando a distancia un Líbano sacudido por una espiral de chispazos de violencia sectaria y al borde de otra guerra civil. En 2014 retornó a su feudo en Beirut y a finales de 2016 volvió a ser elegido primer ministro, cargo que según el tradicional reparto de puestos con criterio confesional corresponde a un sunní. Entonces, Hariri asumió el timón de un Gabinete de unidad en gratificación por su respaldo a la investidura presidencial del cristiano maronita Michel Aoun.

La faceta evasiva y enigmática de Hariri quedó bien de manifiesto en su extraña peripecia personal de noviembre de 2017, meses después de que su principal corporación privada, Saudi Oger Ltd, echara el cierre por problemas económicos. El día 4, desde Riad, el gobernante anunciaba su dimisión alegando que temía por su vida, acusando a Irán de "sembrar desorden y destrucción" en Líbano y todo Oriente Próximo, y denunciando también al Hezbollah, brazo de Teherán, por "construir un Estado dentro de un Estado" e "imponer hechos consumados con el poder de sus armas"; el 22 de noviembre, tras unos días de confusión y alarma en los que los acusados refutaron sus declaraciones y lo pintaron de "prisionero" de la Monarquía saudí, el político reaparecía en Líbano y dejaba su renuncia "en suspenso"; el 5 de diciembre, por último, Hariri se retractaba completamente y reasumía sus funciones, dejando muchas preguntas sin responder.

Tras este episodio, ilustrativo de hasta qué punto Líbano se ha convertido en tablero, uno más, del crudo enfrentamiento regional irano-saudí, Hariri, con la imagen debilitada al haber quedado como una especie de peón del príncipe heredero Muhammad Al Saud a pesar de su insistencia en la política libanesa de "disociación" de los conflictos que incendian el vecindario, se juega su continuidad como primer ministro en las elecciones del 6 de mayo de 2018. Estos son los primeros comicios en nueve años cuajados de disturbios políticos, vacíos constitucionales y crisis de seguridad, y en los mismos los partidos compiten libremente, aunque los 128 escaños de la Cámara tendrán que repartirse según el riguroso sistema de cuotas religiosas. En el Líbano de 2018 campan el paro y la corrupción masivos, y la capacidad económica del país se ve severamente restringida por el impacto nefasto de la guerra civil de Siria, la antigua potencia tutelar, a la que Irán pretendería suceder.


(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 5/5/2018. El segundo ejercicio de Saad Hariri como primer ministro de Líbano concluyó el 21/1/2020. Su sucesor en la jefatura del Gobierno fue Hassan Diab).

1. Un heredero empresarial y partidista educado en Arabia Saudí
2. Protagonista de la agitada política libanesa y dos jefaturas de Gobierno


1. Un heredero empresarial y partidista educado en Arabia Saudí

Saad Hariri se crió y educó en un entorno privilegiado en Riad, pero él representa solamente la segunda generación adinerada de este linaje de musulmanes sunníes con orígenes muy humildes en el puerto libanés de Sidón. El responsable del espectacular ascenso social de la familia fue el padre, Rafiq Hariri, un hijo de campesinos sin tierras que en la década de los sesenta emigró a Arabia Saudí. Allí, valiéndose exclusivamente de su inteligencia y de su habilidad para cortejar el favor de las élites del Reino del desierto, Hariri fue capaz de levantar un gran emporio empresarial en el ramo de la construcción, llegando a convertirse de hecho en el magnate más exitoso de Oriente Próximo.

El segundo de los vástagos tenidos por el rico emprendedor libanés con su primera esposa, la irakí Nidal Bustani, nació en Riad en 1970, al año de incursionar Hariri en el negocio inmobiliario con la constructora Ciconest, a la que le llovieron contratos de lo más lucrativos, tanto privados como del Gobierno y la Casa Real Saudí, para la erección de edificios suntuosos tales como hoteles, centros de convenciones, hospitales, palacios y villas de lujo. Saad tenía un hermano tres años mayor, Bahaa, y un hermano menor, Houssam, quien antes de llegar a adulto, a finales de los años ochenta, iba a perecer en un trágico accidente de circulación en Estados Unidos. Siendo aún niño, sus padres se divorciaron y el progenitor, al que el rey Jalid concedió el honor de la nacionalidad saudí, volvió a casarse con una local, Nazik Audeh. De este matrimonio nacieron los tres hermanastros de Saad, Ayman, Fahd y una chica, Hind.

Mientras su creso padre, políticamente independiente aunque ajustado a los intereses del Gobierno saudí, expandía sus empresas e inversiones a múltiples sectores (banca, seguros, hidrocarburos, telecomunicaciones, prensa escrita y audiovisual), procuraba ejercer una influencia moderadora en la guerra civil que devastaba Líbano, otrora conocida como la Suiza de Oriente, desde 1975 y socorría a sus paisanos con iniciativas culturales, humanitarias y filantrópicas extraordinariamente generosas, Saad, destinado a ocupar altas posiciones ejecutivas en los holdings familiares, llevó una apacible vida de estudiante en Estados Unidos.

La figura nacional de Rafiq Hariri
Sus estudios en la McDonough School of Business de la Universidad de Georgetown, en Washington, D.C., culminaron con la obtención del título de administrador de empresas en 1992, tras lo cual regresó a Arabia Saudí. Ese era su país y allí permanecería los siguientes 13 años, regentando las empresas de su padre. 1992 fue precisamente el año, luego de la firma en 1989 del Acuerdo de Ta'if (patrocinado y financiado por los Saud y el empresario libanés naturalizado) y del cese definitivo en 1990 de los combates en Beirut, en que Rafiq Hariri debutó a lo grande en las instituciones de la República Libanesa, un Estado renacido, al ser nombrado primer ministro por el presidente cristiano maronita, Elias Harawi, de resultas de unas elecciones parlamentarias inéditas en dos décadas.

Hariri se puso al frente de un Gobierno multipartito y multiconfesional que sin embargo no era de auténtica unidad nacional, pues dejó fuera a la derecha maronita antisiria, refractaria al proceso de Ta'if, con una misión crítica: reconstruir materialmente el país bajo la égida de Siria, la potencia tutelar regional. El vecino régimen de Damasco tenía acantonados en Líbano 35.000 soldados, presencia militar extranjera que se sumaba a la ocupación, esta ya indeseada por el Gobierno libanés, por las Fuerzas de Defensa Israelíes de toda la franja sur, donde persistían los enfrentamientos armados entre los shiíes proiraníes del Hezbollah (considerado por Hariri "movimiento de resistencia legítimo") y la guerrilla local tributaria de Israel, el Ejército del Sur del Líbano.

Hariri padre logró resultados rápidos en los planes de reedificación de los centros urbanos, repatriación de los refugiados, sometimiento de las antiguas milicias a la autoridad estatal y estabilización monetaria. Su incansable dinamismo gestor y su talento para captar aportes financieros de múltiples donantes, prestamistas e inversores de todo el mundo propiciaron la recuperación de la actividad económica y el restablecimiento de las infraestructuras ciudadanas. Pero el empresario metido a gobernante aspiraba a mucho más: su ambición, considerada faraónica o utópica por muchos, era devolver a Líbano su antiguo esplendor y bullicio mediterráneos, crecer a un ritmo del 10% anual hasta 2002, cuando el PIB tendría que haberse duplicado, y convertir a Beirut en un enclave de los negocios de altos vueltos, haciendo de la urbe levantina el escaparate de la paz y la modernidad de todo Oriente Próximo.

El optimismo desmedido de Hariri, tachado por sus detractores de arrogante por su desprecio a las críticas e irresponsable por su recurso sistemático a la deuda, terminó dándose de bruces con la realidad que imponían los lastres y hándicaps del rompecabezas libanés. En noviembre de 1998, una coyuntura económica y financiera desapacible, y, como detonante último, el desencuentro con el nuevo presidente de la República, el general Émile Lahoud, quien le exigía más transparencia en su labor ejecutiva, llevaron a Hariri a renunciar. Sin embargo, dos años después, en septiembre de 2000, su lista electoral multiconfesional Al Karameh (Dignidad) arrasó en las circunscripciones beirutíes y Lahoud volvió a encomendarle la jefatura del Gobierno.

El segundo ejercicio gubernamental de Rafiq Hariri, aureolado otra vez como el hombre providencia capaz de solucionar los problemas de Líbano, duró cuatro años. En 2004 el primer ministro, hasta entonces dócil a los intereses estratégicos de Damasco, empezó a emitir señales de incomodidad con esta sumisión. El protectorado sirio que de hecho era Líbano, un Estado privado de desarrollar su propia política exterior, comprometía la soberanía nacional y, peor aún, ligaba el futuro del país a lo que pudiera sucederle a su vecino norteño, fuertemente presionado por Estados Unidos y la ONU para que sacara todas sus tropas de allí, escenario de salida que estaba pendiente desde el Acuerdo de Ta'if de 1989.

La prolongación del mandato presidencial de Lahoud por tres años más bajo el diktat descarado de Siria provocó una crisis de Gobierno que costó la caída a Hariri en octubre de 2004. A partir de este momento, ya como diputado pero dispuesto a regresar al Ejecutivo tras las elecciones que tocaban en 2005, Hariri, no sin muchas cautelas, fue deslizándose al bando antisirio, donde hasta entonces llevaban la voz cantante los partidos de la derecha maronita y los drusos de Walid Jumblatt.

Hariri y Jumblatt presentaron una plataforma electoral nacionalista con la que reclamaban al Gobierno de Siria la evacuación de los 15.000 soldados que todavía mantenía en Líbano y el desmantelamiento también de su omnipresente red de policías y espías. Los líderes sunní y druso invitaron a unírseles a todas las fuerzas opositoras sin distingos de confesión; en el campo cristiano, se mostraron receptivos el Partido de la Falange (Kataeb) del ex presidente Amín Gemayel y las Fuerzas Libanesas de la familia Geagea, pero rehusó la oferta el Movimiento Patriótico Libre (MPL) que dirigía desde su exilio francés el ex general rebelde Michel Aoun, veterano campeón del nacionalismo antisirio, causa a la que Hariri acababa de convertirse.

El magnicidio de Hariri, la Revolución de los Cedros y la Alianza del 14 de Marzo
De toda esta peripecia política paterna se mantenía apartado Saad, dedicado en exclusiva a dirigir desde Riad las compañías levantadas por su progenitor, dos fundamentalmente: Saudi Oger Ltd., la matriz constructora origen de sociedades subsidiarias como Oger Telecom, y la inversora inmobiliaria Saraya Holdings Ltd. En la capital saudí Hariri júnior tenía hecha toda su vida, más desde que en 1998 había fundado un hogar conyugal con Lara al-Azem, hija del preboste de la construcción Bashir al-Azem, un sirio emigrado a Arabia Saudí en la misma época en que lo hizo su consuegro libanés. El matrimonio alumbró tres hijos, Houssam, Loulwa y Abdulaziz.

La existencia de Saad Hariri, un archimillonario de 34 años del que se decía que tenía una relación afectuosa, casi familiar, con el príncipe heredero Abdullah Al Saud, fue alterada dramáticamente el 14 de febrero de 2005. Aquel día, faltando casi cuatro meses para las elecciones a la Cámara de Representantes de Líbano, la comitiva de vehículos que trasladaba a Rafiq Hariri y su séquito por las calles de Beirut fue alcanzada de lleno por una bomba colocada bajo la calzada y detonada a distancia. En la enorme explosión, provocada por una tonelada de TNT, resultaron muertos el ex primer ministro y otras 21 personas, entre acompañantes políticos, guardaespaldas y transeúntes. La brutal desaparición de Hariri desató un revuelo internacional y el pandemónium interior.

Saad, sus hermanos y los demás miembros de la familia que vivían en Arabia Saudí volaron urgentemente a Beirut para conducir los actos fúnebres. Con contención y cierta timidez, el huérfano se dio a conocer a la conmocionada opinión pública libanesa dirigiendo unas primeras palabras de tributo y asunción de un legado irrecusable ("mi padre sirvió a Líbano toda su vida y nosotros seguiremos haciéndolo como él"), pero las expresiones de duelo popular amagaban con derivar en una algarada a gran escala. De inmediato, la oposición en bloque imputó a los gobiernos sirio y libanés la autoría de un atentado terrorista muy bien planificado y ejecutado, obra seguramente de profesionales a los que, al parecer, no les habían faltado ni recursos logísticos ni información privilegiada. La familia Hariri se sumó a estas acusaciones, añadiendo más presión al Gabinete del primer ministro Omar Karame y al presidente Lahoud, quien ordenó el esclarecimiento de los hechos y decretó tres días de duelo oficial. Mientras, desde Damasco, el presidente Bashar al-Assad condenaba el "terrible acto criminal" y urgía a los libaneses a "reforzar su unidad nacional" en esta "situación crítica".

El 16 de febrero, el entierro del "mártir" Hariri en olor de multitudes (unas 200.000 personas de todas las confesiones religiosas de Líbano) en la mezquita Mohammad Al Amín y unos funerales que no tuvieron carácter de Estado porque la viuda, Nazik, Saad y los hermanos vetaron las presencias de Lahoud, Karame y el resto de la plana mayor del Estado (por el contrario, asistieron personalidades internacionales como Jacques Chirac, Javier Solana, el príncipe Abdullah de Arabia Saudí y el egipcio Amr Moussa por la Liga Árabe) fueron los toques a rebato de una vasta protesta antigubernamental y antisiria que prendió en Beirut, Sidón, Trípolí, Tiro, Baalbeck, Zahleh y otros puntos del país.

Marchas multitudinarias con despliegue de parafernalia nacionalista y furibundas consignas contra Assad y Lahoud, ataques a la sede beirutí del partido Baaz, llamamientos de la oposición a la huelga general y a una "intifada pacífica por la independencia", y, en suma, un clamor popular exigiendo el final de la hegemonía siria y la dimisión inmediata del Gobierno Karame conformaron la que dio en llamarse la Revolución de los , , una revuelta civil sin precedentes desde el movimiento contra el colonialismo francés en los años cuarenta del pasado siglo.

Las consecuencias políticas de este vasto disturbio social fueron numerosas y de gran calado. El magnicidio de Rafiq Hariri iba a cambiar la historia de Líbano. Por de pronto, Saad Hariri, Jumblatt y Sethrida Geagea (esposa de Samir Geagea, quien se encontraba cumpliendo una pena de prisión como convicto de asesinatos de adversarios políticos en los años de la guerra civil) forjaron una coalición, la Alianza del 14 de Marzo, con la que esperaban batir a los partidos prosirios en los próximos comicios. Hariri, además, agrupó a los abundantes partidarios de su padre, no todos los cuales eran musulmanes sunníes, bajo la etiqueta del Movimiento Futuro, Tayyar Al Mustaqbal, siendo Al Mustaqbal el nombre del periódico y la cadena de televisión fundados por el líder asesinado. El protopartido, que reclamaba una naturaleza secular y no confesional (como la mayoría de las fuerzas políticas del país) y ofrecía un perfil nítidamente liberal en el enfoque económico, fue anunciado el 20 de abril.

La cuenta atrás para las trascendentales elecciones parlamentarias estuvo jalonada de victorias para los antisirios: el 24 de febrero el Gobierno de Damasco, agobiado por las presiones internacionales, anunció la próxima retirada de todas sus tropas de Líbano, aunque sin concretar fechas; el 28 de febrero el primer ministro Karame presentó la dimisión, si bien fue vuelto a nombrar por Lahoud; en la primera semana de marzo Assad precisó una evacuación militar en dos fases y el comienzo efectivo de la misma en el valle de la Beqaa; el 7 de abril el Consejo de Seguridad de la ONU, satisfaciendo la apelación hecha por Hariri y sus aliados, aprobó crear una comisión internacional independiente para investigar in situ "todos los aspectos" del asesinato de Hariri y para "ayudar a identificar" y "llevar ante la justicia" a "sus ejecutores, patrocinadores y cómplices"; el 13 de abril Karame, incapaz de formar el nuevo Gobierno, arrojó definitivamente la toalla y días después le tomó el relevo Najib Mikati, una personalidad moderada aceptable para la oposición; y el 26 de abril, finalmente, el último soldado sirio cruzaba la frontera, poniendo fin a una ocupación de 29 años.

Las primeras elecciones libanesas sin injerencia siria desde 1976 transcurrieron en cuatro rondas de ámbito territorial y se saldaron con una victoria rotunda de la Alianza del 14 de Marzo, cuyos integrantes eran el Movimiento Futuro de Hariri, el Partido Socialista Progresista (PSP) de Jumblatt, las Fuerzas Libanesas de Geagea y el Kataeb de Gemayel. La primera ronda, el 29 de mayo, tuvo lugar en Beirut y allí la Lista del Mártir Rafiq Hariri se llevó 16 de los 19 escaños en juego. En la Beqaa, el Monte Líbano y la Gobernación Norte las listas opositoras obtuvieron también cuotas abultadas. En conjunto, el bloque nacionalista prooccidental capturó 72 de los 128 puestos de la Cámara, una mayoría absoluta sin precedentes, de los que la mitad correspondían al Movimiento Futuro. A la zaga quedaron los shiíes de los partidos Hezbollah de Hassan Nasrallah y Amal de Nabih Berri, agrupados en una alianza prosiria y proiraní rival, la del 8 de Marzo, y, por el momento aparte, el MPL del orgulloso Michel Aoun. Una de las diputadas reelectas era la tía paterna de Saad, Bahiya Hariri.


2. Protagonista de la agitada política libanesa y dos jefaturas de Gobierno

Dando muestra de un carácter sobrio, incluso frío, Hariri no hizo alharacas de su victoria electoral y, ahora que la Revolución de los Cedros podía darse por concluida, se abstuvo de atizar las emociones antisirias. La Alianza del 14 de Marzo había ganado en libre liza democrática y formaría ciertamente el próximo Gobierno, pero bajo la consigna de la unidad nacional. Había que evitar a toda costa el estallido de violencias sectarias y también tocaba inaugurar con Damasco una nueva era de relaciones basadas en el respeto mutuo y la cooperación, esto es, unas relaciones normales entre estados soberanos. Eso sí, él, su familia y su partido no cejarían en el esclarecimiento del asesinato del padre, cuyos responsables tendrían que pagar ante la justicia. La Comisión Internacional de Investigación Independiente activada por la ONU, la UNIIIC, ya estaba actuando sobre el terreno y su labor merecía la máxima confianza.

Más aún, Hariri descartó postularse al puesto de primer ministro, reservado a los sunníes conforme al tradicional reparto de puestos institucionales con criterio confesional (según la misma norma consuetudinaria, el presidente de la República debía ser siempre un maronita y el presidente del Parlamento un shií), al comprender que su figura no era precisamente de consenso y, además, tampoco atesoraba las tablas necesarias para manejarse con soltura en el laberinto libanés. Su experiencia política se reducía a unos meses y, lo que era más importante, no estaba suficientemente familiarizado con las complejidades del país en el que ni había nacido, ni se había educado, ni había desarrollado su carrera empresarial. Así que el Movimiento Futuro propuso al presidente Lahoud el nombramiento de un veterano ducho en la materia de gobernar, Fouad Siniora, probablemente el colaborador de mayor confianza de Hariri padre; paisano de Sidón y amigo desde la infancia, Siniora había dirigido los bancos privados del magnate y había sido el ministro de Finanzas de sus gobiernos.

Siniora tomó posesión el 19 de julio en sustitución de Najib Mikati (la elección de Lahoud para cubrir la baja de Karame en abril) y al frente de un Gabinete de cuasi concentración nacional -solo faltaban los aounistas- porque también incluía ministros, cinco, de la Alianza del 8 de Marzo, es decir, los shiíes prosirios. El Movimiento Futuro era con diferencia el partido más representado y sus ocho ministros tenían diferentes filiaciones religiosas: cuatro eran sunníes, dos católicos griegos (melquitas), uno ortodoxo armenio y otro protestante.

El enfrentamiento armado de 2008 con el Hezbollah y el fallido Gabinete de unidad de 2009-2011
En los años siguientes, Hariri afianzó su condición de máximo líder de la Alianza del 14 de Marzo, aunque rodeado de grandes riesgos. Cultivó los tratos con los presidentes franceses (Chirac le concedió en 2007 la Legión de Honor) y adquirió la experiencia y el temple requeridos para gobernar un difícil país que parecía incapaz de dejar atrás las situaciones volátiles y progresar por la senda de la estabilidad. En Riad permanecía su hermanastro ocho años menor, Ayman, como el responsable de administrar las compañías y la fortuna de la familia.

La enseñanza política de Hariri tuvo un componente negativo. En particular, aprendió qué no debía hacer, que era poner en cuestión la fuerza política y militar del Hezbollah, la única antigua milicia de la guerra civil que conservaba intacta, si no redoblada, toda su capacidad armada con el pretexto de la "legítima" lucha de resistencia frente a Israel y que mantenía una suerte de estado paralelo en las gobernaciones de Baalbek, Sur y Nabatiyeh. El peligro para Saad Hariri se planteó en serio cuando los investigadores internacionales del asesinato de Rafiq Hariri empezaron a centrar sus sospechas en el poderoso partido shií.

La sangrienta contienda bélica Hezbollah-Israel del verano de 2006 (concluida en tablas, con ambos bandos reclamando la victoria tras un millar largo de víctimas mortales, muchas civiles, y enormes destrucciones materiales, incluso en Beirut, si bien las Fuerzas Armadas Libanesas, por primera vez y en coordinación con los cascos azules de la FINUL, pudieron desplegarse en el sur del país, hasta entonces feudo exclusivo del partido shií); la alarmante secuencia de asesinatos no resueltos de altas personalidades políticas del bando antisirio; el portazo del Hezbollah al Gobierno Siniora en noviembre de 2006; la subsiguiente campaña de manifestaciones de la Alianza del 8 de Marzo para hacer caer a Siniora, tachado de "lacayo" de Francia, Estados Unidos y la ONU; e, indisociable de lo anterior, la progresión de las pesquisas de la UNIIIC, cuyos primeros informes apuntaron a altos oficiales de los aparatos de inteligencia y seguridad sirios y libaneses antes de que la hipótesis del largo brazo de Damasco perdiera fuelle en favor de la incriminación exclusiva de la gente de Nasrallah. Toda esta secuencia de acontecimientos metió a Líbano en un tobogán de tensión y polarización que hizo pensar en lo peor.

Hariri, sin aspavientos pero con firmeza, acusó a Siria de "buscar el caos" en Líbano para tapar su responsabilidad, finalmente nunca demostrada, en el asesinato de su padre y se congratuló porque la ONU decidiera poner en marcha, tomando el relevo a la UNIIIC, un Tribunal Especial para Líbano, órgano decisivo que según él ayudaría a acabar con la "impunidad" imperante en el país de los cedros. La animosidad entre las dos alianzas parlamentarias antagónicas fue subiendo de tono, los estallidos intermitentes de violencia ganaron intensidad, la agresividad del Hezbollah se disparó y el temido choque directo entre las huestes de Nasrallah y Hariri estalló con toda virulencia el 8 de mayo de 2008, en plena crisis institucional por la incapacidad de la Cámara para elegir al sucesor de Lahoud en la Presidencia de la República, vacante desde noviembre de 2007.

En Beirut, la Beqaa y el Monte Líbano se vivieron combates campales entre milicianos del Hezbollah, Amal y otras organizaciones sirias, por una parte, y militantes armados del Movimiento Futuro y el PSP. El Ejército regular no intentó interponerse por la fuerza ni tomó partido, pretendidamente para que su integridad multiconfesional no se quebrara y el país no se viera arrastrado a la conflagración general, y se limitó a proteger la seguridad de Hariri, Jumblatt y los demás jefes del bando progubernamental, que aguantaron la tormenta atrincherados en sus cuarteles-residencias en sus feudos. Inferiores a sus enemigos en adiestramiento, arsenal y determinación, los partidarios de Hariri flaquearon rápidamente y en menos de 24 horas fueron expulsados de sus bastiones en Beirut occidental, dejando atrás varios muertos. La cruenta y victoriosa exhibición de fuerza de la organización de Nasrallah desequilibró la balanza de la larga crisis libanesa en favor del campo prosirio y proiraní, pudiéndose hablar de revancha por la revolución de 2005.

Derrotados y humillados manu militari por el Hezbollah, Hariri y sus aliados no tuvieron más salida que unirse a una Conferencia del Diálogo Nacional Libanés que el 21 de mayo alumbró en Doha, Qatar, un acuerdo para poner término a la crisis y cuyos principales puntos eran tres: la elección inmediata del general maronita Michel Suleiman, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, como presidente de la República; la redacción de un nuevo código de elecciones legislativas; y la formación de un Gobierno de unidad nacional, encabezado por Siniora, con amplia presencia de la Alianza del 8 de Marzo, que obtenía 11 de los 30 puestos.

Tras estampar su firma al documento que abría, en palabras suyas, "una nueva página en Líbano", Hariri se concentró en las elecciones parlamentarias del 7 de junio de 2009, a las que acudió como cabeza de lista por la tercera circunscripción de Beirut y aspirante, esta vez sí, a primer ministro. Los comicios dibujaron una relación de fuerzas parlamentarias casi idéntica a la creada por las votaciones de 2005: 71 escaños para la Alianza del 14 de Marzo frente a los 57 de la Alianza del 8 de Marzo. Claro que los shiíes y los aounistas sacaron nueve puntos más de voto que sus adversarios. La valoración por el Movimiento Futuro de los resultados electorales como una especie de victoria moral sobre el Hezbollah tras la claudicación militar de mayo topaba con otra importante salvedad, que el partido de Hariri, indudablemente castigado por el electorado (también el Hezbollah retrocedió un poco), había perdido una decena de escaños, parte de los cuales se habían ido al Kataeb y a las Fuerzas Libanesas.

El 27 de junio el presidente Suleiman designó primer ministro a Hariri. Conciliador, el jefe del Movimiento Futuro, al que la revista Forbes otorgaba un patrimonio neto de 1.400 millones de dólares (tres años antes su riqueza superaba los 4.000 millones, la 158ª fortuna del mundo, frente a la posición 522 que ocupaba ahora), prometió trabajar con "buenas intenciones" para la formación de un gobierno "armonioso y consensuado, capaz de mantenerse alejado de las obstrucciones". La tarea se reveló, sin embargo, muy complicada. Un importante tropiezo fue, el 2 de agosto, el abandono por el PSP de la Alianza del 14 de Marzo. El 10 de septiembre, frustrado tras dos meses largos de intentos baldíos, el nominado comunicó su desistimiento, pero la Cámara, con 73 votos favorables, le pidió que siguiera intentándolo.

El 9 de noviembre, por fin, pudo constituirse el primer Gabinete Hariri, integrado por 15 ministros oficialistas (incluidos los drusos de Jumblatt, quien aunque había recobrado la autonomía táctica no estaba malencarado con el líder sunní), 10 de la oposición y cinco independientes colocados por Suleiman y teóricamente imparciales, entre ellos los responsables de Defensa e Interior. Esta fórmula tanto negaba la mayoría de voto a los de Hariri, ventaja que sí habían tenido los dos gobiernos Siniora, como bloqueaba la capacidad de la oposición de vetar las decisiones del Gabinete, que requería 11 votos. Se suponía que de esta manera Suleiman adquiría un rol arbitral y apaciguador, pero en la práctica el esquema 15-10-5, no tardó en comprobarse, poco favorecía la gobernabilidad de Líbano.

El 10 de diciembre Hariri consiguió de la Cámara la confianza para su programa de gobierno por una mayoría de 122 votos sobre 128. El inédito ejercicio de asenso parlamentario resultó ser un espejismo. A las primeras de cambio, el Hezbollah se dedicó a amenazar veladamente con nuevas demostraciones de fuerza y violencia si el Tribunal Especial para Líbano con sede en Holanda incriminaba formalmente a personas de sus filas por el magnicidio de 2005. Hariri se esforzó en propiciar un ambiente sereno y fue instrumental en la apertura de un diálogo discreto entre las dos potencias regionales que tenían intereses contrapuestos en Líbano, Arabia Saudí e Irán. En diciembre de 2009, a título más particular, el primer ministro viajó a Damasco para explorar con Assad la apertura de "nuevos horizontes" en las problemáticas relaciones sirio-libanesas. Más todavía, entre septiembre y noviembre de 2010 Hariri, en un giro discursivo de 180 grados, aseguró a distintos medios que se había "equivocado" al imputar al régimen sirio el asesinato de su padre, que tal acusación suya había estado motivada por prejuicios "políticos" y que ahora ya no creía que Assad "tuviera nada que ver con ello".

Pero el deseo de "pasar página" en las tormentosas relaciones con Siria no sirvió para apaciguar al Hezbollah. El Gobierno dejó de reunirse y de tomar decisiones, el procesamiento por el Tribunal Especial de Leidschendam de los sospechosos del partido shií se anunciaba inminente, las discusiones sirio-saudíes no dieron fruto y el 12 de enero de 2011 el Ejecutivo terminó yéndose abajo por la dimisión de los 10 ministros de la Alianza del 8 de Marzo y uno de los ministros de nombramiento presidencial, Sayyed Hussein, es decir, más de un tercio de sus miembros.

El pretexto para hacer naufragar el Gobierno era la negativa de su jefe a discutir en un consejo de ministros de emergencia una estrategia de desmarque de las imputaciones del Tribunal Especial. La renuncia colectiva de los ministros del Hezbollah, Amal y el MPL se ejecutó deliberadamente para crearle embarazo a Hariri, haciéndola coincidir con el inicio de la recepción del primer ministro por el presidente Obama en la Casa Blanca. Abandonado por Jumblatt, Hariri no reunió los apoyos parlamentarios suficientes para que el presidente Suleiman le requiriera el intento de enderezar la situación y la encomienda de formar un nuevo gobierno recayó en el ex primer ministro Mikati, el líder del pequeño partido Majd y figura moderada grata a los prosirios.

Paréntesis personal, acuerdo con Michel Aoun y nuevo nombramiento como primer ministro en 2016
Abatido, Hariri anunció que su partido no participaría en el Gobierno Mikati, el cual, al necesitar cinco meses para formarse, mantuvo a Hariri como primer ministro provisional hasta el 13 de junio. El líder del Movimiento Futuro inició entonces un eclipse personal rodeado de misterio. Aduciendo razones de seguridad, se trasladó a París, residencia europea que se vio facilitada por la tenencia de la ciudadanía gala, paralela a la libanesa y la saudí, y no retornó a Beirut hasta el 8 de agosto de 2014, seis meses después de constituirse el enésimo Gobierno de unidad, con inclusión de dos ministros del Movimiento Futuro y bajo la dirección del independiente Tammam Salam.

En el ínterin, el político sunní, al que Forbes adjudicaba ahora un patrimonio de 1.900 millones de dólares (la 792ª persona más rica del mundo, por delante de sus hermanastros Ayman y Fahd, pero por detrás de su hermano mayor, Bahaa) dio poco que hablar. En diciembre de 2012, en una rara expresión de visceralidad, el ex gobernante reaccionó con furia a la orden de arresto emitida por el Gobierno sirio, envuelto en la guerra civil en que había desembocado la revuelta popular de 2011, contra un diputado shií de la Alianza del 14 de Marzo, Okab Sakr, bajo la acusación de proveer asistencia financiera al grupo rebelde Ejército Sirio Libre (ESL). Hariri replicó llamando "monstruo" a Assad, dejando claro que, tras la salvaje represión desatada por la dictadura baazista contra los civiles sirios desafectos, su partido ya no tenía nada que tratar con él.

Y es que para entonces, Líbano estaba viendo seriamente comprometida su estabilidad por el desbordamiento de la guerra civil que desgarraba Siria. A los enfrentamientos puramente sectarios en Beirut, Trípoli y otros lugares entre partidarios (alauíes, shiíes) y contrarios (sunníes, salafistas) locales del régimen de Damasco se les sumó el rebrote de la subversión terrorista del integrismo originado en Al Qaeda, luego encarnada sobre todo por el Frente Al Nusra y el Estado Islámico. Unos y otros ensangrentaron Líbano con una siniestra oleada de atentados, emboscadas y tiroteos campales. Las pequeñas Fuerzas Armadas Libanesas tuvieron que emplearse a fondo contra las diferentes bandas salafistas y yihadistas. Por si fuera poco, la capacidad de acogida humanitaria del pequeño país de Oriente Próximo se situó al borde del colapso por la afluencia de cientos de miles de refugiados civiles sirios.

Mientras tanto, los partidos, entregados a sus crónicas querellas, no conseguían consensuar el texto de la nueva ley electoral de tipo proporcional, pero salvaguardando el irrenunciable equilibrio en la representación en la Cámara de las comunidades sectarias. En mayo de 2013 todos los grupos parlamentarios salvo el aounista aprobaron demorar los comicios que tocaban este año hasta septiembre de 2014. Hariri era de los que opinaban que la difícil coyuntura nacional hacía desaconsejable llamar a las urnas. Lo mismo sucedió en noviembre de 2014 cuando la Cámara prolongó este retraso hasta junio de 2017.

El panorama de un bloqueo institucional con vacío de poder en mitad de una grave crisis de seguridad se presentó a las claras el 25 de mayo de 2014 al expirar el mandato sexenal de presidente Suleiman y no haber a la vista un candidato a sucederle. Hasta que la Cámara invistiera al nuevo titular, el primer ministro Salam llevaría las funciones del jefe del Estado. Los diputados de los distintos bloques y partidos fueron incapaces de hacer la elección cinco veces seguidas antes de vencer el ejercicio de Suleiman, y con posterioridad al mismo la Cámara se dedicó a convocar sesiones a razón de una o dos por mes. Sistemáticamente, las votaciones ni siquiera llegaban a efectuarse debido a la falta de quórum.

En 2015 Michel Aoun empezó a recabar apoyos para ser elevado a la Presidencia. El antiguo general adalid de la cruzada militar contra Siria consiguió los respaldos del Hezbollah y las Fuerzas Libanesas, pero le costó convencer al Movimiento Futuro, cuya veintena de diputados resultaban imprescindibles. Hariri venía sugiriendo la fórmula alternativa de Suleiman Franyieh, líder del pequeño partido cristiano prosirio Marada, el cual formaba parte de la Alianza del 8 de Marzo, y nieto del ex presidente (1970-1976) tocayo. Las conversaciones discretas entre Hariri y Aoun, en las que el líder sunní esperaba obtener determinadas cotas de poder a cambio de su apoyo al caudillo maronita, se prolongaron durante meses, tiempo en el cual la Cámara siguió convocando, y declarando fallidas por falta de quórum, debido al boicot sistemático del MPL y el Hezbollah, con una rutina prácticamente surrealista sesiones de elección presidencial en las que en realidad no había candidatos.

Hariri no dio su brazo a torcer hasta el 20 de octubre de 2016. El dirigente sunní, como el cristiano Samir Geagea, recurrió a la retórica patriótica para justificar su trascendental paso: "Mi decisión es un riesgo político importante, pero estoy dispuesto a sacrificar mi popularidad antes que sacrificar Líbano. Queremos proteger al país de la crisis", manifestó Hariri. Los observadores apuntaron que Aoun, seguramente, le había prometido al hijo de Rafiq Hariri nombrarle primer ministro. El PSP de Jumblatt se sumó a este asenso en favor de Aoun, pero dejaron claro su rechazo al mismo el Amal de Berri, quien era el presidente de la Cámara, por la Alianza del 8 de Marzo y el Kataeb de Samy Gemayel, hijo de Amín Gemayel, por la Alianza del 14 de Marzo.

Con esta aritmética parlamentaria, Aoun podía ser elegido presidente. El 31 de octubre de 2016, en la, nada menos, cuadragésimo sexta tentativa, la Cámara puso fin a 29 meses de parálisis mediante dos rondas de voto, en la segunda de las cuales Aoun fue investido con el aval de 83 diputados. A continuación, el 3 de noviembre, sin sorpresas, el flamante presidente se dirigió a Hariri para encomendarle la formación del nuevo Gobierno de unidad. El mismo fue inaugurado el 20 de diciembre y su composición era la siguiente: ocho ministros del MPL (cinco de los cuales correspondían a la cuota de libre designación presidencial y los otros tres representaban al bloque parlamentario Cambio y Reforma), siete ministros (incluido Hariri) del Movimiento Futuro, cuatro de las Fuerzas Libanesas, tres de Amal, dos del Hezbollah, dos del PSP y uno cada uno el Marada, la Federación Revolucionaria Armenia (Tashnag), el Partido Democrático Libanés y el Partido Social Nacionalista Sirio.

(Cobertura informativa hasta 20/11/2016)