René Préval
Presidente de la República (1996-2001, 2006-2011); primer ministro (1991)
La sombra del controvertido Jean-Bertrand Aristide ha flanqueado la trayectoria política de René Préval, un estadista de izquierda que ha presidido Haití en dos ocasiones. En su primer mandato, de 1996 a 2001, magro en resultados, propició unas reformas liberales que espolearon la fractura de su formación, el Lavalas, con la escisión de los aristidianos y mantuvo un fuerte pulso con la Asamblea. De nuevo victorioso en las conflictivas elecciones de 2006, Préval aunó el diálogo financiero con el FMI, el acercamiento comercial a Estados Unidos y la alianza energética con Chávez para sacar de su postración a un país desesperadamente pobre y subdesarrollado. Los logros de su Gobierno en la lucha contra la criminalidad con la ayuda de la ONU y en la tímida estabilización económica se vieron malparados por la crisis alimentaria y los huracanes de 2008. Una muy precaria situación a la que el catastrófico terremoto de enero de 2010 ha venido a dar el golpe de gracia.
(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 20/1/2010. René Préval concluyó su segundo mandato como presidente de Haití el 14/5/2011, cuando fue sucedido por Michel Martelly. El ex presidente Préval falleció el 3/3/2017 a los 74 años de edad). |
1. Hombre de confianza de Jean-Bertrand Aristide
2. La primera presidencia: ruptura del Lavalas y forcejeos con la Asamblea
3. Regreso al primer plano tras el derrocamiento de Aristide
4. La segunda presidencia: esfuerzos de estabilización entre desastres naturales
5. El seísmo de 2010 y el colapso de Haití
1. Hombre de confianza de Jean-Bertrand Aristide
Hijo de un ingeniero agrónomo y propietario rural del valle de Artibonite, al norte del país, que en la década de los cincuenta fue ministro de Agricultura en el Gobierno del general Paul Magloire, en 1963, a los 20 años, se trasladó a Europa junto con su familia huyendo de la dictadura de François Duvalier. El joven Préval estudió Agronomía en las universidades belgas de Gembloux y Lovaina, pero no llegó a licenciarse. En 1970 se desplazó a Estados Unidos y durante unos años se ganó la vida como camarero en Nueva York. Retornado a Haití en 1975, obtuvo una plaza de funcionario en el Instituto de Recursos Minerales, donde trabajó por una temporada. En 1978 volvió a marchar a Europa para emprender unos estudios de Ciencias Geotérmicas en la Universidad italiana de Pisa. La segunda experiencia lectiva fue breve, ya que en 1979 estuvo definitivamente de vuelta en Puerto Príncipe, donde abrió una panificadora con el concurso de otros socios.
Préval empezó a tomar parte en los movimientos cívicos de resistencia contra la dictadura de Jean-Claude Duvalier (1971-1986), hijo de François, y fue en un centro de acogida infantil de Puerto Príncipe donde conoció al padre Jean-Bertrand Aristide, un salesiano muy popular por sus obras sociales y sus sermones radicalmente críticos con la dictadura, que le convertían en un portavoz de la Teología de la Liberación.
Miembro fundador en 1986 del grupo Honor y Respeto por la Constitución, que animaban intelectuales de izquierda, entre 1987 y 1991 Préval presidió el Comité Pa Bliyé, dedicado a localizar a los desaparecidos durante el régimen duvalierista. También militó en la organización caritativa La Fanmi Se Lavi (La Familia es la Vida), el Comité de Acción Democrática y finalmente en el movimiento Lavalas (palabra del idioma créole, o criollo haitiano, que alude al torrente que baja de la montaña después de una tormenta), la coalición izquierdista que condujo a Aristide a la victoria en las elecciones presidenciales de diciembre de 1990, ganadas por el carismático sacerdote con el 67% de los votos gracias a su mensaje, prácticamente mesiánico y lleno de acentos radicales, de sacar al castigado país de la injusticia y la miseria que lo abrumaban.
Préval obtuvo posiciones dirigentes en el componente más importante del Lavalas, el Frente Nacional para el Cambio y la Democracia (FNCD), de corte socialdemócrata, que a su vez era una alianza encabezada por el Comité Nacional del Congreso de Movimientos Democráticos (Konakom), liderado por Víctor Benoït.
Aristide tuvo en cuenta a su amigo panadero a la hora de formar el nuevo Gobierno, donde le reservó las más altas funciones. Desde el 13 de febrero de 1991 Préval sirvió como primer ministro, ministro de Defensa y ministro del Interior. Entre sus cometidos, además de los urgidos por la calamitosa situación socioeconómica del país más pobre del hemisferio occidental (la esperanza de vida rondaba los 56 años, la tasa de mortalidad infantil rozaba el 10%, el analfabetismo afectaba al 53% de la población adulta, el PIB por habitante no superaba los 400 dólares, las exportaciones agrícolas y la producción manufacturera languidecían, y la inflación alcanzaba el 25%), uno destacaba por su dificultad: asegurar la lealtad constitucional de los militares, que, divididos en camarillas, desde la caída del duvalierismo se habían entrometido en el proceso político con el método, tristemente rutinario en Haití, del golpe de Estado.
Precisamente, un golpe militar puro y duro, el tercero desde 1986, abortó el 30 de septiembre de 1991 la primera y efímera experiencia auténticamente democrática de la nación caribeña desde su emancipación revolucionaria de Francia en 1804, contra la que los uniformados neoduvalieristas, instigados por las élites terratenientes y de la burguesía urbana, se dedicaron a conspirar desde el primer momento. El cuartelazo, que produjo una treintena de muertos en las primeras horas de su desarrollo, se produjo en un ambiente político caldeado, ya que la Cámara de Diputados, controlada por el FNCD, amagaba con votar una moción de censura contra Préval y su Gabinete por la aparente falta de progresos en las reformas de la corrupta e ineficiente maquinaria del Estado.
Préval continuó figurando como primer ministro nominal por unos días. El 8 de octubre, los soldados, siguiendo órdenes de la junta comandada por el general Raoul Cédras, asaltaron el edificio de la Asamblea Nacional y, literalmente a punta de pistola, obligaron a los aterrorizados senadores a destituir a Préval y de paso a investir al juez Joseph Nérette presidente provisional de la República. Tres días después, Nérette nombró un primer ministro interino en la persona del activista humanitario Jean-Jacques Honorat, quien como él se plegó a hacer de títere de los militares.
Préval y la mayoría de los miembros del Gobierno depuesto pasaron a la clandestinidad. En su caso, consiguió ponerse bajo la protección de la Embajada de México, donde en enero de 1993 se entrevistó con el político y reverendo estadounidense Jesse Jackson. Poco después, pudo abandonar Puerto Príncipe y se reunió con Aristide en su exilio venezolano, a partir del cual, con el respaldo unánime de la Organización de Estados Americanos (OEA) y los demás países de la ONU, que seguían considerándole el legítimo presidente de Haití, el mandatario depuesto buscó denodadamente su restitución en Puerto Príncipe, primero por la vía negociada y finalmente, cuando aquella fracasó por la intransigencia del triunvirato militar encabezado por Cédras, por la fuerza.
Una vez repuesto Aristide en el poder el 15 de octubre de 1994 gracias a la invasión de una Fuerza Multinacional integrada por tropas estadounidenses (la Operación Restaurar la Democracia), que puso en fuga a los golpistas y silenció a sus colaboradores civiles, se pensó que el presidente podría devolver a Préval el cargo de primer ministro, el cual, desde el fallido Acuerdo de Governors Island de 1993, venía ocupando el empresario Robert Malval. Sin embargo, Aristide se decantó por otro simpatizante del mundo de los negocios, Smarck Michel, cuyo perfil liberal servía mejor a su deseo de convencer a la comunidad internacional, a la que tanto tenía que agradecer, de que en su nueva etapa apostaría por la moderación política y el pragmatismo económico. A los ojos de Estados Unidos, Préval representaba el izquierdismo radical del truncado primer período de gobierno de Aristide, así que el presidente le relegó a un puesto de bajo nivel, la dirección del Fondo de Asistencia Social y Económica, que tenía a su cargo algunos pequeños programas de desarrollo.
2. La primera presidencia: ruptura del Lavalas y forcejeos con la Asamblea
Cercanas las elecciones presidenciales del 17 de diciembre de 1995, Aristide, que constitucionalmente no podía optar a la reelección, insinuó su intención de buscar una fórmula que sorteara ese impedimento. Préval aprovechó la controversia para anunciar, el 15 de noviembre, su candidatura, que fue oficializada por la Organización Política Lavalas (OPL), la nueva formación oficialista, y que recibió la aquiescencia, más o menos forzada, del presidente saliente.
Con un insólito 87,9% de los votos, Préval laminó a 13 contrincantes, de los cuales sólo tenía relevancia el socialista Víctor Benoït. Las segundas elecciones presidenciales democráticas de Haití se vieron gravemente lastradas por la bajísima participación, que no llegó al 30% del electorado, y por el boicot de los principales líderes de la oposición, a saber: el ex primer ministro Marc Bazin, del Movimiento para la Instalación de la Democracia en Haití (MIDH, conservador); René Theodore, del Movimiento de Reconstrucción Nacional (MRN, centrista); Serge Gilles, del Partido Nacionalista Progresista Revolucionario (PANPRA, socialdemócrata); y Evans Paul, del FNCD, partido que ya había roto con Aristide y el Lavalas. La oposición estaba muy enfadada con el poder desde las legislativas de junio y julio, que, pese a la fuerte monitorización internacional, habían estado trufadas de irregularidades. Entonces, la OPL y sus aliados obtuvieron una holgada mayoría absoluta de 68 diputados y 17 senadores.
Bazin, Theodore, Gilles y Paul (durante la usurpación militar, los dos primeros se habían mostrado hostiles a Aristide y los otros dos favorables) acusaron a la OPL de violar los procedimientos electorales, aunque los observadores de la OEA certificaron que las votaciones habían sido limpias. El 7 de febrero de 1996 Préval tomó posesión de la suprema magistratura con un mandato de cinco años, protagonizando con Aristide el primer traspaso presidencial pacífico y democrático de la historia nacional. La extrema dificultad que tenían las instituciones democráticas para arraigar en el país, donde la cultura política no lograba zafarse de los ajustes de cuenta y las prácticas violentas a pie de calle, más la endémica indigencia económica, iban a perpetuar en el primer quinquenio de Préval las tensiones políticas y sociales, cuya principal característica fue el enfrentamiento permanente entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Nada más asumir, Préval retomó las conversaciones con el FMI, en el vado desde la dimisión de Smarck Michel en octubre del año anterior. El organismo multilateral estaba dispuesto a otorgar a Puerto Príncipe un crédito stand-by para oxigenar su maltrecha balanza de pagos, pero a cambio le exigía un programa de austeridad fiscal y reformas estructurales que el oficialismo contemplaba con temor porque podría divorciarle de las masas populares, su base electoral.
El nuevo Gobierno encabezado por el economista de la OPL Rosny Smarth, nombrado por el presidente el 16 de febrero y aprobado por las cámaras de la Asamblea once días después, lanzó un conjunto de medidas tan racionalizadoras como impopulares, consistentes en el despido de funcionarios excedentarios, la privatización de empresas del Estado en números rojos y la organización de un sistema tributario homologable. El FMI y Estados Unidos presionaban a Préval para que articulara con criterios modernos una economía que dependía en sus dos terceras partes exclusivamente de los créditos financieros y las ayudas al desarrollo concedidos por la comunidad internacional.
Quien hasta hacía poco había dado pábulo a acusaciones de izquierdismo radical pasó a ser criticado por su "autoritarismo liberal". Además, la OPL se sumió en una grave crisis interna al enfrentarse abiertamente los partidarios de Préval, decantado por la línea moderada, y un nutrido sector del ala izquierda cuyo caudillo natural no podía ser otro que Aristide. El cisma era imparable y en noviembre de 1996 el ex salesiano bendijo la creación de la Fanmi Lavalas (Familia Lavalas), partido personalista que debía allanar el terreno para su regreso a la Presidencia en las próximas elecciones. La Fanmi Lavalas se concentró en regatearle a la OPL, quedado bajo el liderazgo del veterano dirigente comunista Gérard Pierre-Charles, cuantas parcelas de poder pudiera y en segar la hierba a los pies de Préval.
El 9 de junio de 1997 el primer ministro Smarth, luego de sobrevivir a una moción de censura el 27 de marzo, dimitió en protesta por las interferencias de Aristide en el proceso de diálogo con el FMI y también por las irregularidades detectadas en las elecciones locales y legislativas parciales del 6 de abril. Los comicios generaron un alud de acusaciones a las autoridades electorales por su supuesta parcialidad en favor del nuevo partido de Aristide, y aunque la OPL figuró entre los damnificados por el escrutinio, las denuncias de desorganización dañaron la imagen de Préval. El mezquino 5% de participación registrado dejó constancia de la profunda desilusión de la población, que continuaba sumida en la pobreza más abrumadora, por la ausencia de mejora alguna en su situación desde la normalización democrática en 1994. El barullo fue tal que la segunda vuelta electoral, prevista para el 22 de abril, no llegó a celebrarse.
Con tan escaso margen de maniobra, Préval vio rechazados por la Cámara de Diputados y el Senado los nombramientos sucesivos de Ericq Pierre, funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (el 28 de julio de 1997), y de Hervé Denis, dramaturgo y economista (dos veces, el 2 de noviembre de 1997 y el 23 de marzo de 1998), como primeros ministros. Está parálisis institucional sin precedentes, con las insalvables diferencias por la política económica de austeridad como telón de fondo, supuso que durante 17 meses (Smarth dejó oficialmente el puesto el 21 de octubre de 1997) Haití estuvo sin primer ministro.
En enero de 1999 la crisis empeoró al acusar Préval a la Asamblea de tener arbitrariamente bloqueada la ratificación del último primer ministro nominado, el 15 de julio de 1998, Jacques-Édouard Alexis, miembro de su partido, y de carecer de legitimidad representativa al haber expirado su mandato legislativo; en efecto, la parálisis institucional había imposibilitado la celebración en noviembre de 1998 de las elecciones parlamentarias previstas por la ley electoral de 1995, texto que fue a su vez era calificado de anticonstitucional por los diputados, a pesar de que ellos mismos lo habían aprobado en su momento.
El 25 de marzo de 1999 Préval cumplió su amenaza y nombró a Alexis por decreto. Pero la decisión, el 12 de junio siguiente, por el Consejo Electoral Provisional (CEP) de anular los comicios parciales de 1997, desencadenantes de la actual confrontación, templó considerablemente el clima político. Repetidamente pospuestas, las elecciones legislativas tuvieron lugar finalmente el 21 de mayo de 2000 y sus resultados fueron aplastantemente favorables al partido de Aristide: la Fanmi Lavalas se hizo con 72 de los 82 diputados y 26 de los 27 senadores, mientras que la OPL, fagocitada por el movimiento del ex presidente, sólo fue capaz de conservar un escaño en la Cámara baja. El partido había cambiado de nombre sin alterar la sigla, llamándose ahora Organización del Pueblo en Lucha, y con Pierre-Charles a su frente ya formaba parte del campo antigubernamental.
La oposición volvió a poner el grito en el cielo, denunciando las intimidaciones de los aristidianos y numerosos episodios de fraude. La OEA, ciertamente, constató una serie de maniobras irregulares en la adjudicación de varios escaños del Senado, escamoteando la segunda vuelta, a la Fanmi Lavalas. Los partidos opositores se negaron a participar en la segunda ronda del 30 de julio y los monitores de la OEA rehusaron también supervisarla luego de que el presidente del CEP se viera obligado a renunciar y, acto seguido, a poner tierra de por medio, atemorizado por las conminaciones de Préval y Aristide a que avalara el primer escrutinio.
En la recta final de su mandato, la credibilidad de Préval recibió un nuevo y duro golpe con la decisión por la Administración de Bill Clinton y los gobiernos europeos de suspender ayudas a Haití por valor de 500 millones de dólares. Expresaban así su malestar por el viciado conteo de las elecciones legislativas. La suspensión de fondos foráneos equivalentes al 172% de las exportaciones nacionales se tradujo de inmediato en una desvalorización de la moneda nacional, el gourde, seguida de liberalizaciones forzosas de precios subsidiados (que la exangüe caja del Estado ya no podía pagar) e, inevitablemente, de inflación.
En todo este tiempo, Préval asistió con cierta inquietud a la paulatina reducción del compromiso de la ONU en la vigilancia de la seguridad, que desde la disolución de las Fuerzas Armadas por Aristide –para ahorrar al país nuevos golpes de Estado- tras su regreso en 1994 era competencia de un nuevo cuerpo civil, la Policía Nacional de Haití (PNH), cuyos efectivos no superaban los 6.000 hombres.
En marzo de 1995 la Fuerza Multinacional de Estados Unidos había transferido el mando a la Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH), que se configuró como una operación de mantenimiento de la paz. Con progresiva reducción de tropas, la UNMIH se transformó en la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití (UNSMIH) en julio de 1996 y ésta, a su vez, dio lugar a la más modesta Misión de Transición (UNTMIH) en agosto de 1997. El 30 de noviembre de 1997 los últimos efectivos militares de la UNTMIH abandonaron el país y en su lugar se desplegaron los 300 agentes de la Misión de Policía Civil de las Naciones Unidas en Haití (MIPONUH), cuyo cometido fundamental era dotar de asistencia técnica y formativa a la PNH, entendida como un cuerpo armado estrictamente profesional.
La sustitución de la UNTMIH por la MIPONUH coincidió con el agravamiento del desafío parlamentario al Ejecutivo y con un incremento espectacular de la violencia cotidiana, que cada vez aparecía más vinculada a la delincuencia común y el crimen organizado, medrados a fuer de la debilidad del Estado. Así, un confuso tiroteo sucedido en Puerto Príncipe el 12 de enero de 1999, del que salió herida la hermana del presidente y que costó la vida al chófer de ésta, fue atribuido tanto a un atentado de signo político como a un acto de violencia aleatorio.
Precisamente, este factor, más el enquistamiento de las querellas políticas, indujeron al Consejo de Seguridad de la ONU a reducir drásticamente la presencia de la organización internacional en el país. A partir de marzo de 2000 sólo operó la Misión Internacional Civil de Apoyo (MICAH), que subsumió a la MIPONUH y a la Misión Civil Internacional (MICIVIH), administrada conjuntamente con la OEA y activa desde 1993. La MICAH se limitó a asistir a las autoridades en el fortalecimiento democrático de las instituciones y a promover la observancia de los Derechos Humanos.
Para compensar el retroceso de las inversiones de los países del Norte rico en vista del deterioro de las instituciones democráticas y del clima de inseguridad, Préval exploró la apertura de vías de intercambio comercial con los países del entorno más inmediato. Así, en julio de 1997 Haití obtuvo una membresía provisional, sin plenitud de derechos, en la Comunidad Caribeña (CARICOM), organización de integración regional anglófona que en julio de 1999 apostó por la creación de un verdadero mercado común caribeño a corto plazo. Por otro lado, las relaciones diplomáticas con Cuba quedaron restablecidas en febrero de 1996 tras 34 años de ruptura. Préval buscó la superación del largo aislamiento de Haití en su propio continente con la prestación de visitas a los países latinoamericanos.
3. Regreso al primer plano tras el derrocamiento de Aristide
Aristide, convertido a los ojos de la gran mayoría de los haitianos en el verdadero hombre fuerte del país al ritmo de sus intromisiones en la gestión del Gobierno y en los trabajos del CEP, avasalló con el 91,8% de los votos a seis rivales sin entidad en las elecciones presidenciales del 26 de noviembre de 2000. El CEP manejó un nivel de participación del 60%, pero nadie fuera del oficialismo aceptó esa cifra.
Las votaciones, boicoteadas por la oposición (la cual, pese a sus justas quejas, sabía que no tenía nada que hacer frente al rodillo de Aristide, inmensamente popular entre las masas pobres) y no supervisadas por observadores internacionales como represalia por la negativa de las autoridades a repetir el escrutinio de las legislativas de mayo, pusieron un colofón acíbar al mandato de Préval. El estadista, mediatizado por el omnipresente Aristide, no había sido capaz de reducir la pobreza (el 80% de la población la padecía en sus diversas formas), arraigar el crecimiento económico por encima del demográfico, domeñar la inflación (repuntada a última hora), apaciguar el clima político y normalizar las relaciones con los países donantes.
Aunque los menoscabos a la limpieza y la pluralidad que las maniobras del poder y los boicots opositores habían producido en los procesos electorales debían considerarse un retroceso democrático, el presidente aseguraba que su Gobierno había logrado avances significativos en la lucha contra la corrupción y la observancia de los Derechos Humanos, méritos que fueron reconocidos en mayor o menor medida de puertas a fuera. En cualquier caso, su transferencia de la banda presidencial a Aristide el 7 de febrero de 2001 le convirtió en el primer mandatario en la historia de Haití elegido democráticamente que completaba su mandato y que, además, cedía el poder de manera pacífica y voluntaria a otro mandatario electo.
Préval se retiró a la vida privada a su casa rural en su población natal, Marmelade, y por unos años apenas hizo notar su voz en la escena política haitiana, deslizada por una sangrienta pendiente de disturbios y motines, a cual más violento. Entretanto, la coalición opositora Convergencia Democrática acusaba a Aristide de haberse convertido en un nuevo dictador que exudaba despotismo y se apoyaba en bandas paramilitares lealistas que sembraban el terror entre políticos y periodistas críticos con su poder.
Las rebeliones antigubernamentales y las venganzas sumarias en distintos puntos del país fueron sucediéndose. El profundo malestar social por el marasmo generalizado hizo posible que la enésima revuelta, estallada en Gonaïves, Artibonite, en febrero de 2004, creciera como una ola imparable que arrastró al zarandeado país hasta ponerlo al borde de la guerra civil. La caótica revuelta de Gonaïves, impulsada por una alianza de conocidos delincuentes comunes, paramilitares de la dictadura de Cédras y ex policías nacionales, devenidos todos señores de la guerra con pruritos de liberación nacional, avanzó triunfalmente hacia Puerto Príncipe, saqueando y matando a su paso, hasta conseguir, a últimos de mes, la huida de Aristide, que se vio abandonado por Francia y Estados Unidos.
Préval salió de su eclipse en el delicado período de transición abierto a la caída de Aristide, en el que el destrozado país, puesto bajo la tutela internacional, intentó sobreponerse a la anarquía y a las enormes pérdidas económicas, y recobrar la normalidad institucional. La convocatoria de elecciones generales por el Gobierno que pasó a encabezar el jurista independiente Gérard Latortue (tras cuatro aplazamientos, por falta de fondos y por culpa también de los nuevos episodios de violencia facciosa, su celebración quedó pospuesta hasta febrero de 2006), obligó al fragmentado campo del antiguo Lavalas a replantear su estrategia.
Luego de negarse Aristide a apoyar la candidatura de Marc Bazin, que contaba con el patrocinio de Estados Unidos, se abrió camino la figura de Préval, cuya aspiración aglutinó el respaldo tanto de los sectores de la OPL que le habían sido fieles durante su primer mandato como de muchos miembros, pasados y presentes, de la Fanmi Lavalas. De esta convergencia surgió el Fwon Lespwa (Frente de la Esperanza), que en noviembre de 2005 lanzó la candidatura de Préval con una potente demostración de fuerza popular en las calles. Al instante, las encuestas proclamaron la condición de favorito del ex presidente, que recibió el respaldo tácito de un sector mayoritario de la Fanmi Lavalas (mientras que un sector minoritario se decantó por Bazin), aunque oficialmente el partido de su antiguo mentor practicó el boicot en protesta por los encarcelamientos del ex primer ministro Yvon Neptune y otros camaradas. Aristide veía con buenos ojos un triunfo de su anterior colaborador en la creencia de que un Gobierno del Fwon Lespwa allanaría su regreso a Haití.
Durante la campaña electoral, Préval no hizo mucho por cambiar su imagen, proyectada especialmente desde su salida de la Presidencia, de hombre parco en palabras. Rehuyendo las promesas populistas y midiendo cuidadosamente su discurso, se abstuvo de opinar sobre el futuro inmediato de Aristide, con el que (así lo certificaban varios interlocutores privados del político) ya no tenía ninguna relación personal, ni siquiera contacto telefónico, y no fue mucho más allá de ofrecer a los votantes un esfuerzo honesto para acabar con la ley del hampa en las calles; concretamente, con el poder de las bandas armadas en Cité Soleil, la peligrosa y miserable barriada del extrarradio de Puerto Príncipe, muchas de las cuales habían sido reclutadas por Aristide y el Lavalas antes de revolverse en su contra o de ir por libre.
Esta ardua tarea sería acometida, anunció Préval, por la PNH con la ayuda de los 9.000 cascos azules, soldados y policías, de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH, operación comandada por Brasil y que desde junio de 2004 velaba, con limitada efectividad, por el mantenimiento del orden en sustitución de la Fuerza Multinacional Interina bajo mando de Estados Unidos y desplegada tras el derrocamiento de Aristide). Sin asumir compromisos concretos, Préval se refirió también a la urgente necesidad de invertir en el desarrollo humano de la población haitiana y de reducir la escandalosa brecha entre la minoría de ricos y la enorme mayoría de pobres. Además de Préval, obtuvieron la inscripción otros 34 candidatos, los más conocidos de los cuales eran el ex presidente civil (1988) Leslie Manigat, el ex cabecilla de la revuelta de 2004 y antiguo comisario de la PNH Guy Philippe, el empresario independiente Charles Henri Baker y políticos de solera como Marc Bazin, Evans Paul y Serge Gilles.
Los últimos sondeos no otorgaban una victoria de Préval con más del 50% de los votos, lo que le obligaría a disputar la segunda vuelta. Las votaciones del 7 de febrero de 2006 discurrieron con incidentes y abundantes quejas por la mala organización, que dio pábulo a las primeras denuncias de fraude por anulación arbitraria e incluso destrucción de papeletas. Los primeros resultados facilitados por el CEP, con el 15% escrutado, dieron como ganador a Préval con el 61% de los votos, pero en el desarrollo del escrutinio esta horquilla descendió sospechosamente, hasta situarse en el 48,8%. La participación quedó provisionalmente fijada en el 63%.
La perspectiva de la segunda vuelta encolerizó a los partidarios del Fwon Lespwa, que acusaron al CEP de manipulación. Préval mismo, al tiempo que instaba a sus partidarios a no cometer actos de violencia y a mantener la calma, denunció un "fraude masivo" en su contra emboscado tras la anulación de 125.000 papeletas por diversas irregularidades. Otras miles más, al parecer favorables a su candidatura, fueron halladas en un basurero, dentro de sus urnas y medio quemadas. Y los 85.000 votos en blanco (algo más del 4%) computados por el CEP se antojaban más que demasiados para un país con la cultura política y el volumen de censo electoral de Haití
El 14 de febrero el Gobierno interino ordenó la suspensión de la publicación de los resultados finales hasta que se esclarecieran las denuncias de irregularidades. Dos días después, al cabo de ásperas negociaciones con el Gobierno interino, la OEA y la MINUSTAH, el CEP aceptó una nueva tabulación en la que los votos en blanco se daban por válidos pero no se contaban como tales, sino que eran distribuidos proporcionalmente entre los candidatos; esto elevó la cuota de Préval al 51,1%, proclamándose así ganador sin necesidad de la segunda vuelta. En segundo lugar quedó Manigat, por el Reagrupamiento de Demócratas Nacionales Progresistas (RDNP), Baker fue tercero y Jean Chavannes Jeune, de la Unión Nacional Cristiana para la Reconstrucción de Haití (UNCRH), cuarto.
El acuerdo, de dudosa legalidad al hacer una interpretación sui géneris de la normativa electoral, buscó ante todo neutralizar un estallido de violencia de incalculables consecuencias y desbloquear la conclusión del período interino abierto en 2004, que ya no daba más de sí. Por lo que se refiere a las legislativas, que celebraron una segunda vuelta –también retrasada, por las impugnaciones presentadas en la primera- el 21 de abril, el Fwon Lespwa se hizo con 23 diputados y 13 senadores, luego mayoría simple. La prolongación de las elecciones al Parlamento demoró la toma de posesión de Préval más de un mes.
4. La segunda presidencia: esfuerzos de estabilización entre desastres naturales
El 14 de mayo de 2006 Préval arrancó su segundo mandato de cinco años con la obligación de acometer una empresa extremadamente complicada, tras dos décadas de continuos desbarajustes y demasiadas expectativas frustradas: recomponer el perpetuamente postrado Haití en todas sus dimensiones, la política e institucional, la económica, la judicial, la policial y, por supuesto, la social. Voluntarioso e invocando la unidad y el diálogo de los haitianos para sacar al país del círculo vicioso de violencia, corrupción y miseria, los primeros pasos dados por el presidente permitieron concebir unas razonables esperanzas de mejora.
Su primer ministro designado el 17 de mayo, Jacques-Édouard Alexis, no encontró problemas para su ratificación parlamentaria y el 9 de junio constituyó un Gobierno de coalición sexpartito dominado por el Lespwa más un ministro individual para la Fanmi Lavalas, la OPL, la UNCRH, la Fusión de Social Demócratas Haitianos (FSDH) de Serge Gilles y la Alyans (Alianza Democrática) de Evans Paul. Esta alianza, que integraba a las cinco primeras fuerzas parlamentarias, producía una confortable mayoría absoluta de 73 diputados y 25 senadores. Alexis negaba que Haití se tratara de un "Estado fallido", y para demostrarlo renovó el diálogo financiero mantenido por Latortue con los organismos multilaterales de crédito, puso sobre la mesa un Programa de Apaciguamiento Social y lanzó un ambicioso plan de lucha contra las bandas armadas y el crimen organizado enfocado en Cité Soleil, por el momento un territorio vedado al Estado y la ley.
Incluso antes de tomar posesión del cargo, Préval dispuso un enérgico viraje en las relaciones comerciales y diplomáticas de Haití. Acudió a Santo Domingo para mejorar la cooperación con el Gobierno dominicano de Leonel Fernández Reyna en materia de inmigración y seguridad transfronteriza, y, más importante para las escasas capacidades de compra del país, selló, tan sólo horas después de asumir la Presidencia, un pacto energético con la Venezuela de Hugo Chávez y su estrategia continental bolivariana, por el que Haití quedaba integrado en el convenio Petrocaribe y pasaba a recibir crudo y combustible venezolanos a precios preferenciales y en condiciones favorables de financiación.
Con un criterio práctico, Préval no profundizó sus tratos privilegiados con Chávez hasta el punto de meter a Haití en el mecanismo de integración regional, eminentemente político e ideológico, de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA, aunque el país caribeño sí adquirió un estatus de observador, lo que permitía a Préval asistir a las cumbres presidenciales del foro), porque eso habría dinamitado las vitales relaciones con Estados Unidos, que en 2006 y 2008 aprobó sendos marcos de facilitación comercial (HOPE I y II) por los que las manufacturas textiles haitianas accedían a los mercados estadounidenses libres de aranceles.
Washington, y en esto coincidía con París, tampoco quería que Aristide regresara al país desde su exilio sudafricano, con el pretexto de que la presencia del ex sacerdote no provocaría más que desestabilización. Sensible a esta preocupación de su principal interlocutor, pero movido también por su propia desconfianza, generada con los años, hacia su antiguo introductor en política, Préval reaccionó a las presiones de los aristidianos limitándose a asegurar que la Constitución nacional no impedía una repatriación de esa naturaleza porque todo ciudadano haitiano tenía derecho a ingresar en su país sin visado. La naturaleza diversificada de las relaciones bilaterales haitianas fue puesta de manifiesto por Préval viajando a Estados Unidos, Francia, Cuba y Venezuela. En el terreno multilateral hemisférico, Haití fue admitido en el Grupo de Río en marzo de 2008.
En octubre de 2007 Préval acogió con satisfacción la decisión por el Consejo de Seguridad de la ONU de extender la misión de la MINUSTAH por otros doce meses. En el último año, los cascos azules habían desarrollado espectaculares operaciones conjuntas con la PNH en Cité Soleil y otras áreas señoreadas por las organizaciones criminales y las bandas de delincuentes, poniendo fin a la ola de secuestros que había aterrorizado a la población en 2006 y haciendo descender notablemente la sensación de inseguridad en las barriadas deprimidas. Sin embargo, muchos residentes denunciaban que los operativos militar-policiales tendían a ser indiscriminados y abatían, además de bandidos, a víctimas inocentes.
Transcurrido un trienio desde el desastroso paso en septiembre de 2004 de la tormenta tropical Jeanne, que provocó gravísimas inundaciones y corrimientos de tierras en las áreas montañosas y costeras del norte, con un balance de 3.000 muertos, la naturaleza empezó a cebarse en serio con un país que luchaba por dejar atrás un negro estado de cosas de responsabilidad humana. Décadas de talas incontroladas y erosión intensiva multiplicaron el impacto devastador, en vidas, cultivos e infraestructuras, del paso sucesivo, casi sin solución de continuidad, de varios huracanes en las temporadas de 2007 y 2008, que no dieron tregua a una población extenuada.
En Haití, en un sentido tristemente literal, llovía sobre mojado: entre noviembre de 2007 y septiembre de 2008, cinco de estas violentas borrascas, Noel, Fay, Gustav, Hanna e Ike, mataron a cerca de un millar de personas y dejaron a muchas miles más sin hogar. La destrucción generalizada de cosechas agravó el desabastecimiento doméstico y, junto con la contracción de las exportaciones textiles a Estados Unidos y de las remesas de la emigración debido a la crisis instalada en el gigante norteamericano, se tradujo en 2009 en una vuelta al estancamiento del PIB, luego de cuatro años de modesto crecimiento positivo.
En el plano político y social, el ambiente se resintió por la percepción de que el Gobierno y la MINUSTAH –que se limitaba a cumplir su mandato, no relacionado con los problemas del subdesarrollo humano- estaban preocupados más que nada en la estabilidad política y el orden público, en detrimento de necesidades no menos perentorios como eran el alivio de la pobreza, la creación de empleo y la dotación de servicios básicos a la población.
A principios de abril de 2008, turbas de ciudadanos enfurecidos por el desmedido encarecimiento de los alimentos de primera necesidad, en particular el arroz, y que se declaraban hambrientos iniciaron en la población sureña de Les Cayes una algarada que no tardó en propagarse a Puerto Príncipe. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, reconoció que la crisis alimentaria era una seria amenaza para la seguridad y la democracia en Haití.
El 9 de ese mes, grupos de exaltados intentaron asaltar el Palacio Nacional, sede de la Presidencia, al grito de la dimisión de Préval, quien, en un discurso dramático, exigió el final de los saqueos y prometió que presionaría a los importadores de alimentos para que rebajaran los precios, aunque advirtió que la caja del Estado no podía prescindir de las tasas sobre los alimentos. Poco después de esta alocución, la enardecida muchedumbre que acosaba el edificio fue dispersada con balas de goma y gases lacrimógenos por efectivos brasileños de la MINUSTAH, pero en otras partes de la ciudad, miles de personas la emprendieron con tiendas de comestibles, supermercados y almacenes.
A rebufo de estos disturbios, que se cobraron al menos cinco muertos, prosperó en el Senado una moción de censura contra el primer ministro, acusado por la Cámara alta de falta de nervio en la gestión de los problemas nacionales. Alexis cayó el 12 de abril, apenas unas horas después de anunciar Préval que había alcanzado con los importadores de arroz un acuerdo para bajar el precio del saco de arroz un 15,7%, al cambio, desde los 32 euros hasta los 27 euros. De esos 5 euros de menos, 2 los dejarían de cobrar los importadores y 3 serían subvencionados por el Gobierno con cargo a la ayuda internacional.
A continuación, el presidente revivió el choque con la Asamblea que tantos quebraderos de cabeza le había causado en su primer mandato. Su primer candidato para sustituir a Alexis, Ericq Pierre, designado el 27 de abril, fue ratificado por el Senado el 7 de mayo, pero concitó el rechazo de la Cámara de Diputados cinco días más tarde. El 25 de mayo Préval nombró a su asesor presidencial Robert Manuel, quien se estrelló también en la Cámara el 12 de junio. El 23 de junio Préval presentó un tercer candidato, Michèle Pierre-Louis, responsable de una ONG local y no adscrita a ningún partido, quien sí consiguió ser aprobada por los diputados el 17 de julio y por los senadores el 31 del mismo mes.
En funciones desde el 5 de septiembre de 2008, el Gobierno reformista de Pierre-Louis se apuntó los éxitos de las cancelaciones por el FMI y el Banco Mundial del 80% de la deuda externa haitiana, es decir, unos 1.200 millones de dólares, y por Estados Unidos del 100% de la deuda bilateral. Pero el 30 de octubre de 2009 el Senado, con el concurso del propio partido de presidente, resolvió destituir a la primera ministra sobre la base de una poco convincente denuncia de irregularidades en el manejo de un fondo de ayuda a los damnificados por los huracanes, y entre quejas de que su política para aliviar la pobreza no estaba siendo eficaz. Inmediatamente, Préval designó como sustituto a Jean-Max Bellerive, un tecnócrata del Lespwa perito en programas de desarrollo. Bellerive, séptimo primer ministro en una década, obtuvo una rápida ratificación parlamentaria y comenzó a gobernar el 11 de noviembre bajo la consigna del continuismo. El 14 de diciembre Haití se adhirió al Acuerdo de Asociación Económica CARIFORUM-Unión Europea sobre liberalización comercial, inversiones y desarrollo.
Desde diciembre de 2009 René Préval está casado en terceras nupcias con Elisabeth Débrosse Delatour, una asesora de su gabinete económico y la viuda de Leslie Delatour, antiguo gobernador del Banco de la República de Haití, ex ministro de Economía y Finanzas e, igualmente, asesor presidencial durante el primer mandato de Préval, el cual falleció de un cáncer en 2001. En divorcio terminaron los dos primeros matrimonios del presidente, los contraídos con Solange Lafontant, la madre de sus dos hijas, y, posteriormente, con Guerda Benoït.
5. El seísmo de 2010 y el colapso de Haití
(Cobertura informativa hasta 1/1/2010)