Péter Medgyessy
Primer ministro (2002-2004)
Aunque nacido en Budapest, su familia es originaria de Transilvania, extensa región anexada a Rumanía tras la Primera Guerra Mundial y cuya parte septentrional recuperó Hungría entre 1940 y 1945 a instancias del III Reich alemán. Licenciado en 1966 y luego doctor en Economía por la Universidad Corvinus de Budapest (entones llamada Universidad Karl Marx de Ciencias Económicas), tras obtener el primer título emprendió una carrera profesional en el Ministerio de Finanzas del Gobierno comunista húngaro que iba a prolongarse 24 años. Ejerció como funcionario sucesivamente en los departamentos de Economía, Precios y Finanzas Internacionales antes de convertirse en director del Departamento de Presupuestos y más tarde, en 1982, en viceministro. En junio de 1987 fue nombrado titular del Ministerio en el nuevo Gobierno reformista de Károly Grósz, asumiendo los cometidos de transformar los sistemas bancario y fiscal con criterios de racionalidad liberal.
Cuando en noviembre de 1988 Grósz, desde mayo de ese año primer secretario del Partido Socialista Obrero Húngaro (MSzMP) en sustitución del anciano János Kádár, delegó la jefatura del Gobierno en Miklós Németh, cerebro de las políticas de rigor monetario y de transición a la economía de mercado, Medgyessy pasó a asistir a este último como viceprimer ministro responsable de Asuntos Económicos. En el año y medio siguiente, Medgyessy continuó ejecutando las reformas graduales de mercado, aplicando el programa de austeridad preceptuado por el FMI para la obtención de nuevos créditos y estimulando la inversión del capital privado extranjero en la modernización del obsoleto sector secundario.
Entre tanto, se sucedieron mudanzas decisivas en los terrenos político y diplomático. Partiendo de febrero de 1989, el MSzMP liquidó su monopolio del poder, abandonó los dogmas marxistas y adoptó el ideario socialdemócrata con el nombre de Partido Socialista Húngaro (MSzP), y en los meses siguientes siguió poniendo los cimientos del sistema parlamentario propio de las democracias occidentales. Cuando en octubre de 1989 el viejo MSzMP dio paso al MSzP, Medgyessy no se dio de alta en la nueva formación.
En las elecciones libres del 25 de marzo y el 8 de abril de 1990 se impuso el conservador Foro Democrático Húngaro (MDF), y el 3 de mayo siguiente, con la toma de posesión del Gobierno de József Antall, Medgyessy cesó en el Ejecutivo para desenvolverse en el sector financiero privado, convirtiéndose en el director general de la filial húngara del grupo bancario francés Paribas. Con el regreso al Gobierno en julio de 1994 de los ex comunistas liderados por Gyula Horn, antiguo colega en el Gobierno de Németh desde la cartera de Exteriores, Medgyessy pasó a encabezar el gabinete de asesores económicos del primer ministro y desde septiembre del mismo año ostentó la presidencia de una entidad del Estado, el Banco Húngaro de Inversión y Desarrollo. El 26 de febrero de 1996 Horn le recuperó para el Ejecutivo nombrándole ministro de Finanzas en sustitución de Lajos Bokros.
En el bienio siguiente, Medgyessy mantuvo el riguroso programa de estabilización que arrojó resultados altamente positivos en el terreno macroeconómico, consiguiendo descensos sustanciales en el déficit público y muy especialmente en la inflación, que cayó del 29% al 14%, al tiempo que una tasa de crecimiento anual del PIB en torno al 4% y la disminución del desempleo por debajo del 8%. En añadidura, elaboró un plan de reforma radical del sistema de pensiones, grato a la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económicos (OCDE, en la que Hungría ingresó el 29 de marzo de 1996) y el Banco Mundial, consistente en la participación del sector privado en la gestión de los servicios, aunque las disonancias con el Ministerio de Bienestar Social retrasaron dos años la elaboración del proyecto de ley definitivo y su tramitación parlamentaria.
De nuevo, el relevo en el poder de los socialistas, el 6 de julio de 1998, a través de elecciones, ahora por la derechista Alianza de Jóvenes Demócratas-Partido Cívico Húngaro (Fidesz-MPP) de Viktor Orbán, puso paréntesis a la experiencia gubernamental de Medgyessy. Retomó su carrera de alto ejecutivo y consultor, y se desempeñó como presidente de la corporación financiera húngara Inter-Európa Bank, vicepresidente de la aseguradora Atlasz, presidente de la Asociación Económica Húngara (MKT), miembro del Consejo del Foro Económico Mundial de Davos y miembro del Instituto Internacional de Finanzas Públicas (IIPF) de Saarbrücken, actividades corporativas que le convirtieron en millonario. También, impartió clases en el Colegio de Finanzas y Contabilidad de Budapest.
De cara a las elecciones generales de 2002, el MSzP lanzó un proceso interno de designación del candidato a encabezar el Gobierno. En la lista de posibles se barajaron las opciones de Medgyessy, el presidente del partido, László Kovács, el ex primer ministro Németh y el jefe del grupo parlamentario socialista, Sándor Nagy, si bien sólo los dos primeros concretaron la aspiración. El 16 de mayo de 2001 Kovács retiró su candidatura, de manera que el 9 de junio los 483 delegados del VIII Congreso del MSzP proclamaron por unanimidad a Medgyessy, que el 30 de septiembre renunció a la presidencia del Inter-Európa Bank y que retuvo su condición de independiente, no solicitando el carnet de miembro del MSzP.
El ex ministro comunista explicó que representaba la “tendencia de centro” y que un gobierno suyo iba a poner el acento en las políticas activas de crecimiento y creación de empleo, la estabilidad monetaria, la moderación de los gastos corrientes, la reducción del intervencionismo económico del Estado y la promoción del diálogo social. En particular, propuso rebajar el impuesto sobre la renta y la cotización social a los trabajadores con menos ingresos, elevar los sueldos de los funcionarios y el salario mínimo de los jóvenes recién licenciados, eliminar el fraude en la concesión de subsidios agrícolas y –aunque no se sabía muy bien cómo podría cuadrarse esta pretensión de austeridad con las citadas políticas sociales- recortar los déficits presupuestario y, englobando al anterior, de las administraciones públicas.
La holgura de estos déficits -en el caso del presupuestario, superior al 4% del PIB y muy rampante- era el aspecto más preocupante de una coyuntura económica benigna en líneas generales, así como materia de advertencia de la Comisión Europea en las últimas evaluaciones del grado de preparación de Hungría para el ingreso en la Unión Europea (UE) en la primera ola de ampliaciones a Europa central y oriental, incorporación que, salvo un desaguisado de última hora, debía producirse en el primer semestre de 2004. El Ejecutivo de Budapest quería acceder a toda costa a la Unión Económica y Monetaria antes de cumplirse un lustro desde el ingreso en la UE, pero antes tenía que controlar más la inflación y sanear las finanzas públicas para que el balance contable de las administraciones del Estado no excediera el tope de déficit del 3% del PIB. Otra exigencia financiera del Pacto de Estabilidad y Crecimiento vigente para la eurozona, la no superación del 60% del PIB por el monto de las deudas del Estado, se cumplía ahora mismo.
En el problemático capítulo de la protección de las nacionalidades y las minorías étnicas, Medgyessy aseguró que mantendría la llamada Ley del Estatus, aprobada a instancias del Gobierno de Orbán, que otorgaba derechos propios de los ciudadanos húngaros a los 2,5 millones de húngaros étnicos residentes en los países vecinos –Rumanía, Eslovaquia y Serbia, fundamentalmente, cuyos gobiernos reaccionaron con enfado ante lo que les parecía una intrusión extraterritorial en un ámbito de su soberanía-, y que impulsaría fórmulas para integrar a la población gitana o roma –el 4%- y terminar con las prácticas discriminatorias, otra reclamación fundamental de la Comisión Europea.
Contradiciendo las encuestas de opinión, en los comicios del 7 y el 21 de abril de 2002 el MSzP y su aliado, aún no oficial pero de hecho, la Alianza de Demócratas Libres (SzDSz, liberales), obtuvieron 198 diputados entre los dos y frustraron las expectativas de mayoría absoluta de la lista conjunta de la Fidesz-MPP y el MDF, que ganó 188 actas. Para el partido de Kovács fueron los mejores resultados de su historia, con una ganancia de 10 puntos de voto (el 42,1%) en el cómputo de las listas partidistas elegidas por el sistema proporcional y 44 escaños (178) con respecto a 1998. Medgyessy, aunque seguía sin ser militante del MSzP, ganó su primer mandato electivo, dentro de la llamada lista nacional. Resultó providencial que la SzDSz de Gábor Kuncze se salvara de la quema de los partidos minoritarios y rebasara el listón del 5% exigido para obtener representación. La participación fue también la más alta en los 12 años de democracia, el 70,5% en la primera votación y el 71,3% en la segunda.
El veredicto de las urnas en Hungría fue acogido con satisfacción en las capitales de la UE y la OTAN por el fracaso del populismo ultranacionalista que encarnaba el Partido Húngaro de la Justicia y la Vida (MIEP) de István Csurka, y, en los casos de Berlín o Londres, con más razón por el éxito de Medgyessy. Las simpatías ideológicas más conspicuas se trazaron con el laborista británico Tony Blair, a quien Medgyessy visitó en Londres el 16 de mayo, al día siguiente de ser designado primer ministro por el presidente de la República, Ferenc Mádl.
El 26 de mayo, el MSzP y la SzDSz ultimaron el acuerdo de coalición, repitiendo por tanto la fórmula de Gobierno que sostuvo a Horn en 1994-1998, y un día después Medgyessy fue investido por la Asamblea Nacional con 197 votos a favor, 178 en contra y una abstención. En el Gabinete, Kovács se reservó el Ministerio de Asuntos Exteriores, lo que convertía al presidente socialista en una suerte de coprimer ministro en la política exterior y en las trascendentales negociaciones con la UE. Medgyessy puso a un hombre de su círculo financiero, Csaba László, colega en la dirección de la banca privada húngara, al frente del Ministerio de Finanzas.
Como les sucedió a sus colegas Leszek Miller y Vladimír Spidla en las vecinas Polonia y Chequia (y, a la sazón, líderes de partidos socialdemócratas los dos), la gestión de Medgyessy estuvo dominada por la agenda europea y su mandato padeció el desgaste prematuro que provocaron las incertidumbres sobre los pros y los contras del ingreso en la UE. De igual manera, el primer ministro húngaro se resintió de las disputas internas del partido del Gobierno, aunque en su caso concurría la debilidad congénita que entrañaba no formar parte del MSzP.
Este menoscabo de su autoridad política le hizo a Medgyessy especialmente vulnerable a las presiones de las distintas facciones del MSzP y de la dirección de la SzDSz para que tomara una u otra decisión gubernamental, debiendo lanzarle Kovács más de un capote protector. Cuando, en el ecuador de la legislatura, el antiguo ejecutivo bancario se puso a librar una batalla personal para zafarse de las intromisiones de ambos partidos en su capacidad de decisión, perdió el envite y tuvo que marcharse. Además, Medgyessy hubo de lidiar desde el primer día con una oposición muy dura por parte de la Fidesz-MPP de Orbán (llamada Asociación Cívica Húngara, Fidesz-MPSz, desde mayo de 2003), que no dudó en investigar y sacar a relucir algunos viejos trapos suyos susceptibles de ser interpretados como sucios, con el único objetivo de tumbar al Gobierno y propiciar la convocatoria de elecciones anticipadas.
No había cumplido su primer mes en el cargo cuando Medgyessy se topó con la revelación por un periódico vinculado a la Fidesz de que a principios de la década de los sesenta, antes ser admitido en la Universidad, fue reclutado como agente de la policía política del régimen comunista y que estuvo a sueldo del Ministerio del Interior incluso cuando ya trabajaba en el Ministerio de Finanzas. A continuación, el medio publicó que el primer ministro había servido como oficial de la sección de inteligencia extranjera del Ministerio de Asuntos Exteriores entre 1977 y 1982.
Lejos de desmentir la especie, Medgyessy reconoció haber trabajado para la seguridad del Estado comunista el lustro anterior a su nombramiento como viceministro de Finanzas, pero recalcó que no había sido un informante, un delator de actividades internas, sino un contraespía al servicio de la apertura de Hungría al bloque occidental frente a la férula soviética, en asuntos relacionados con su trabajo en el Ministerio de Finanzas (en particular, evocó los esfuerzos del entonces primer secretario del MSzMP, János Kádár, de obtener el ingreso en el FMI, perspectiva imposible de aceptar por Moscú).
Aunque intentó recubrir esta actividad de un barniz patriótico e implícitamente, de manera poco creíble, la situó en una pugna soterrada con la mismísima KGB, Medgyessy no pudo evitar el descrédito de ser pillado en este paso en falso. Orbán y su partido explotaron de manera inmisericorde el tema y los socios demócratas del Gobierno se irritaron hasta el punto de amagar con romper la coalición con los socialistas. Para parar la avalancha de críticas, Medgyessy tuvo que leer por la televisión un mensaje institucional en el que pidió perdón al electorado por no haber sido informado de este capítulo escabroso de su currículum antes de los comicios.
Por otro lado, los deficitarios presupuestos generales del Estado acusaron espectacularmente la temprana aplicación de las promesas electorales en materia de salarios, que buscaban reducir el diferencial con los países de la UE; así, en 2002, el desajuste entre los ingresos y los gastos del Gobierno alcanzó el 9,5%, un crecimiento de más del 100% en solo un año, obligando a Medgyessy y su equipo a moderar sus previsiones de recorte del déficit y a frenar sus iniciativas de elevar el nivel de vida de la población con intervención del Estado.
En marzo de 2003 Medgyessy lanzó una ronda de negociaciones interconfederales en aras de un “pacto social” a medio plazo entre Gobierno, trabajadores y patronos. En particular, se pedía a los sindicatos que aceptaran la desvinculación de las alzas salariales del ritmo de crecimiento para que el Ejecutivo dispusiera de más recursos en la lucha contra el déficit y pudiera mantenerse a raya la inflación. Toda vez que los representantes de los asalariados dijeron que no, el Gobierno se lanzó a aplicar medidas de estabilización con carácter unilateral, con una devaluación del forint (para corregir la balanza comercial) que fue aceptada por el Banco Nacional, la congelación de las partidas de gastos extraordinarios, recortes de subsidios a las hipotecas y la producción agrícola, alzas de las tarifas de varios servicios públicos, supresión de personal en la función pública y, en una decisión sensible que suponía meter en el congelador un capítulo señero del programa del Gobierno, la suspensión del proyecto de rebaja fiscal para los rendimientos de trabajo.
El primer balance de resultados de esta batería de medidas no fue todo lo alentador que sus responsables hubiesen querido: 2003 iba a cerrar con el déficit presupuestario reducido al 5,7% del PIB, pero el retroceso estaba lejos de las previsiones del Gobierno; además, el déficit de las administraciones públicas aumentó al 6,1%. El PIB, eso sí, registró un crecimiento del 2,9% y el índice de precios retrocedió al 4,7%, aunque la subida de las tarifas públicas en el último tramo del año garantizaba un fuerte repunte inflacionario en 2004. En cuanto al desempleo, osciló en torno al 6%, con una ligera tendencia a la baja.
Los deseos de Medgyessy de complacer internacionalmente se apreciaron en la enmienda restrictiva, aprobada por el Parlamento en junio de 2003, de la polémica Ley del Estatus (supresión de la referencia a la “nación húngara unificada” en su preámbulo y recorte de algunas prestaciones públicas para los magiares no ciudadanos húngaros, aunque el alcance extraterritorial no se tocó), seguida de un acuerdo ad hoc firmado en septiembre en Bucarest con el primer ministro rumano, Adrian Nastase, en la aplicación de medidas integradoras de la minoría gitana y, esta vez mirando al aliado del otro lado del océano, en el respaldo a la campaña militar de Estados Unidos en Irak.
La postura de Medgyessy ante esta crisis se escenificó en dos actos: previamente a la invasión, en enero de 2003, sumando su firma a la declaración de apoyo a Washington surgida como una iniciativa de los primeros ministros del Reino Unido, Italia y España, y suscrita también por los gobernantes de Portugal, Dinamarca, Chequia, Polonia y Eslovaquia; y con posterioridad a la caída de Saddam Hussein y la instalación de un régimen de ocupación militar, despachando al país árabe un pequeño contingente de tropas (300 soldados) en misión humanitaria y con un mandato temporal limitado. Con todo, Medgyessy hizo notar su falta de beligerancia a la hora de persuadir a la opinión pública de la necesidad de secundar a Estados Unidos en esta acción de guerra preventiva que no gozó del aval del Consejo de Seguridad de la ONU, así como su preocupación por agotar las vías diplomáticas para evitar la conflagración.
El resultado abrumadoramente afirmativo del referéndum del 12 de abril de 2003 sobre el ingreso en la UE, con un 83,8% de síes (aunque la participación fue muy baja, el 45,6%), despejó el camino para la firma del Tratado de Adhesión el 16 de abril en Atenas, en una ceremonia a la que asistieron, además de Medgyessy, Kovács y Mádl, los ex primeros ministros Horn y Orbán, y el ex presidente (1990-2000) Árpád Göncz. Exultante, Medgyessy afirmó en la capital griega que “un largo, injusto y triste siglo de división europea llega hoy su fin”, añadiendo que, por lo que a él respectaba, “empiezo a contar el siglo XXI desde este momento”.
El 1 de mayo de 2004 Hungría, a la vez que otros nueve países del continente, se convertía en miembro de la UE, pero las elecciones al Parlamento Europeo celebradas poco después, el 13 de junio, bañaron de agua fría las fanfarrias europeístas del oficialismo: con una participación paupérrima del 38,5%, el partido de Orbán sacó el 47,4% de los votos y superó en nada menos que 13 puntos al MSzP. Si se agregaban los sufragios obtenidos por la SzDSz, el 7,7%, la Fidesz-MPSz seguía conservando una clara primacía.
El varapalo en las urnas fue un voto de castigo a Medgyessy y su Gabinete, que estaban sacrificando parte del programa social pregonado en 2002 a fuer del reajuste liberal, e intensificó las serias divergencias que ya venían produciéndose en el MSzP. En septiembre anterior, un grupo de diputados y cargos orgánicos pertenecientes al ala izquierdista del partido había exigido al primer ministro que cesara a dos hombres de su equipo, los titulares de Finanzas, Csaba László, y de Infancia, Juventud y Deportes, Ferenc Gyurcsány, tratándose éste de otro miembro de la élite financiera y empresarial, aunque con el carnet de miembro del MSzP e integrante de su ejecutiva. Sus detractores socialistas acusaban a László de ineptitud en la elaboración del presupuesto y a Gyurcsány de tener un déficit moral para el desempeño de su puesto por ser sospechoso de haber recibido del Estado un trato de privilegio en las adjudicaciones de contratas en su etapa de directivo de corporación.
En aquella ocasión, Medgyessy fue arropado por Kovács y desoyó la demanda del sector crítico. A continuación, fue el propio Gyurcsány quien se distanció de Medgyessy, insistiendo en la necesidad de un cambio de rumbo en la acción del Gobierno e insinuando su ambición del puesto de primer ministro. La Fidesz-MPSz aprovechó el momento de debilidad de Medgyessy para involucrarle en el escándalo de corrupción que afectaba a la sociedad corredora de bolsa Kereskedelmi és Hitelbank (K&H), en cuyo seno una auditoría de la Autoridad Supervisora Financiera (PSZAF) había descubierto una serie de desvíos a cuentas particulares de fondos públicos asignados a diversas compañías estatales.
Por si fuera poco, los socios de la SzDSz hicieron presión para que no se cancelara el plan de rebaja del impuesto sobre la renta. Para preservar las previsiones de déficit, el Gobierno tuvo que ordenar un tijeretazo extra en los gastos corrientes, una subida de las cotizaciones a la seguridad social y el fin de las desgravaciones fiscales de los fondos privados de pensiones. En febrero de 2004, tras conocerse el dato insatisfactorio del déficit fiscal de 2003, Medgyessy se resignó a prescindir de Csaba László y luego, en el debate parlamentario sobre el estado de la nación, reconoció haber cometido errores de gestión, como consecuencia de una “sobreestimación del poder de nuestra economía”.
En marzo, sus propuestas de someter a referéndum un proyecto de reforma constitucional para reducir el número de diputados e introducir la elección presidencial directa, y de que todos los partidos que se presentaran a las elecciones europeas concurrieran en una lista única, toparon con tamaño desdén que Medgyessy ya no supo qué hacer para recuperar la iniciativa política.
En estas desapacibles circunstancias, los resultados de los comicios europeos del 13 de junio activaron la cuenta atrás de una crisis de Gobierno que ya se venía mascando. Dos días después de la votación, Kovács anunció que renunciaba a presentarse a la reelección al frente del MSzP en el próximo congreso del partido, previsto para octubre. El mutis del líder socialista dejaba a Medgyessy desguarnecido frente a sus críticos internos y externos. El 1 de agosto, la dimisión de Gyurcsány con las alegaciones de que el primer ministro ya no confiaba en él y de que el Ejecutivo debía acometer “cambios radicales”, puso a Medgyessy contra las cuerdas. Haciendo entender que había captado la intención de Gyurcsány, que no sería otra que minar su posición hasta descabalgarle de un puesto que ambicionaba para sí, Medgyessy se negó a aceptar la renuncia del ministro y en su lugar destituyó en la portavocía del Gabinete a uno de sus aliados, Zoltán Gal.
La crisis definitiva se declaró el 18 de agosto, cuando Medgyessy, en una incomprensible maniobra que no hizo sino acelerar su caída, cesó a tres ministros, entre ellos el responsable de Economía, István Csillag, un importante dirigente de la SzDSz, supuestamente por estar llevando sus departamentos con ineficacia. El partido que presidía Gábor Kuncze protestó enérgicamente y llamó a entablar conversaciones con el MSzP para resolver la “crisis de confianza” en el primer ministro. Medgyessy emplazó a Kuncze a que le expresara su respaldo, pero el jefe liberal no cedió.
Viendo que la coalición se iba a pique, la dirección socialista intervino con rapidez: el 19 de agosto, el MSzP, en aras de la “estabilidad” del Ejecutivo, retiró el mandato a Medgyessy y designó a Péter Kiss, jefe de la Oficina del Primer Ministro y ex titular de Trabajo, para sucederle. Sin embargo, la postulación de Kiss, un representante de la línea socialdemócrata tradicional, debía ser sometida a votación en una conferencia extraordinaria del partido y ahí le tocó vérselas con el ideológicamente borroso Gyurcsány, que tomó al vuelo la oportunidad que se le brindaba. El 25 de agosto, al tiempo que un desolado Medgyessy presentaba la dimisión formal, los cuadros socialistas votaron las candidaturas a primer ministro y Gyurcsány, a pesar de que no partía como favorito, se impuso a Kiss con una mayoría contundente. Determinante en este desenlace fue la medio advertencia lanzada por la SzDSz de que quería reeditar el Gobierno sólo con Gyurcsány, a quien veía como más cercano a sus postulados liberales.
El 26 de agosto, el presidente Mádl anunció que, de acuerdo con la Constitución, Medgyessy debía permanecer en su puesto con un rango de atribuciones recortado hasta el 26 de septiembre, mientras durase la formación del nuevo Gobierno. No obstante, al día siguiente, Gyurcsány ya empezó a ejercer de primer ministro en funciones. Las negociaciones entre los socialistas y los demócratas libres fructificaron, tal que el 29 de septiembre Gyurcsány fue investido por la Asamblea Nacional, tras lo cual sustituyó de iure a Medgyessy.
(Cobertura informativa hasta 1/6/2005)