Paul Martin

Su padre y tocayo, Paul Joseph James Martin (1903-1992), perteneciente a una familia francófona asentada en Ontario, fue un destacado dirigente del ala izquierda del Partido Liberal (LP), el cual sirvió 39 años como legislador en la Cámara de los Comunes y en el Senado del Parlamento Federal, y desempeñó dos recordadas labores ministeriales en cuatro gobiernos de su partido: Salud y Bienestar, entre 1946 y 1957, con la que instituyó el sistema de protección social de la posguerra, y Asuntos Exteriores, entre 1963 y 1968. En cuanto a su madre, Eleanor Nell Adams, era una anglófona de ascendiente escocés. El muchacho, que cuanto contaba con ocho años estuvo a punto de morir de una poliomielitis, heredó, por tanto, las señas culturales de las dos comunidades lingüísticas de Canadá, si bien se educó y creció en un entorno angloparlante.

Dado que sus padres no querían que perdiese el conocimiento del francés, lo ingresaron en un colegio de enseñanza media de Ottawa que impartía las clases exclusivamente en aquel idioma, la École Garneau. Recibió la educación secundaria en una casa de estudios bilingüe de la capital federal, la Escuela anexa a la Universidad de Ottawa, y posteriormente, en 1961, se diplomó en Historia y Filosofía por el St. Michael College de la Universidad de Toronto. Con esta instrucción, terminó hablando el francés con la misma fluidez que el inglés. Al concluir los estudios destinó varios meses a emplearse en duros trabajos de cuello azul con talante aventurero, como marinero en buques mercantes en singladuras en el océano Ártico, el Atlántico norte y el río MacKenzie, y obrero sin especializar en los campos petrolíferos de Alberta.

Siguiendo los pasos de su ilustre progenitor, en 1964 se sacó el título de jurista en la Osgoode Hall Law School perteneciente a la Universidad de York en Toronto y en 1966 se inscribió en el colegio de abogados de la provincia. Aunque activo militante del LP desde la juventud, el primer tramo de su carrera profesional no se desarrolló ni en el derecho ni en la política, siendo el suyo un caso de salto tardío al ámbito en el que su padre lo había sido todo excepto jefe del partido y primer ministro, aunque ganas no le faltaron. Radicado en Montreal, Martin se dedicó durante un cuarto de siglo al mundo empresarial, primero como vicepresidente de la firma Consolidated-Bathurst y algo después como alto ejecutivo de la Power Corporation of Canada (PCC), un poderoso conglomerado industrial cuyo propietario, el magnate quebequés Paul Desmarais, era amigo de la familia.

En noviembre de 1973, después de tres años de membresía en su junta directiva, Martin asumió la presidencia de la Canada Steamship Lines Inc. (CSL), una naviera que movía un elevado tonelaje anual de mercancías en las aguas de los Grandes Lagos y en el océano Atlántico, y que era subsidiaria de la PCC. La compañía tenía su propio astillero (Canadian Shipbuilding and Engineering Ltd.), y con Martin al timón expandió sus negocios al tráfico rodado de camiones (Kingsway Transports Ltd.) y el transporte de pasajeros por autobús (Voyageur Enterprises Ltd.).

En agosto de 1981 la PCC vendió la CSL a Martin y a una firma asociada con intereses en el transporte marítimo y la explotación petrolera, la Federal Commerce and Navigation Ltd. (Fednav), por 195 millones de dólares (estadounidenses), convirtiendo al futuro primer ministro en un empresario de moda. Con todo, su perfil político no dejó de crecer en todo este tiempo. Desde finales de los años setenta, en la última etapa del Gobierno liberal de Pierre Elliott Trudeau y cuando el efímero gabinete del Partido Conservador Progresista (PC) encabezado por Joe Clark, Martin multiplicó sus opiniones públicas sobre las políticas fiscal o energética del gobierno de turno, la gestión del Fondo Federal de Pensiones o la necesidad de crear una flota mercante con bandera nacional (a pesar de que él, como los demás armadores del país, fletaban sus barcos con pabellones de conveniencia por resultar más baratos), entre otras cuestiones de índole económica.

En particular, Martin sostuvo una porfía con el Departamento Federal de Finanzas y con el primer ministro de su propio partido, Trudeau, por negarse a conceder a su compañía descuentos tributarios y facilidades a las inversiones de capital, quejándose de que las obligaciones impositivas del Gobierno privaban a la CSL de una mayor competitividad y limitaban sus posibilidades de expansión en el mercado del transporte marítimo. Años más tarde, sus detractores preferirían indagar en las inversiones de la compañía en paraísos fiscales.

Ingresado con un puesto de director en la Oficina Nacional del partido, órgano que representa a los distritos electorales liberales al nivel federal, Martin fue el encargado de presidir la Convención que el 16 de junio de 1984 eligió a John Napier Turner para sustituir al frente de la formación a Trudeau, primer ministro desde 1968 (salvo el período 1979-1980, precedido por unas elecciones generales ganadas por el PC y terminado con nuevas elecciones, anticipadas a causa de una moción de censura parlamentaria perdida por Clark) y líder del partido sin interrupción en todo el período. En los cuatro años siguientes, el empresario multiplicó su activismo partidista e hizo proselitismo a favor de Turner, quien no llegó al cuarto mes como primer ministro porque en las elecciones parlamentarias del 4 de septiembre de 1984 el LP sufrió un duro varapalo (el 28% de los votos y 40 diputados, un descenso de nada menos que 16 puntos porcentuales y 107 escaños, que convirtió en nada la mayoría absoluta obtenida en 1980). Los conservadores, de la mano de Brian Mulroney, retornaron al Ejecutivo federal.

Ya aquel 1984 se especuló con que Martin pudiera aspirar al liderazgo del LP, y en 1986 la prensa volvió adjudicarle la tentación de retar a Turner en la reelección partidaria interna, pero en agosto de 1987 el interesado anunció que su intención no era otra que ganar el mandato de legislador en la Cámara de los Comunes y adquirir experiencia parlamentaria antes de optar a puestos de liderazgo partidista. Entre tanto, sus fortunas empresariales se resintieron por la decisión del Gobierno de Mulroney de suprimir los subsidios a la industria naval; confrontado con las pérdidas, en septiembre de 1986 el astillero que la CSL tenía en Collingwood, Ontario, echó el cierre y dejó a 800 trabajadores en la calle. Por aquel entonces Martin fungía también de vicepresidente del Consejo académico de la Universidad Concordia, director del Consejo Canadiense del Comercio Nativo (CCNT) y miembro del Centro de Investigación y Acción sobre Relaciones Raciales (CRARR).

El 21 de noviembre de 1988, después de asegurar que había desligado convenientemente sus intereses empresariales privados de su nueva condición de candidato a representante público en campaña política –a pesar de que en abril se había convertido en el único socio capitalista de la CSL al adquirir su parte al otro socio, el presidente de Fednav Ltd., Lawrence Pathy-, Martin ganó el escaño en los Comunes por la circunscripción LaSalle-Émard de Montreal, en unas elecciones en las que el LP experimentó una recuperación insuficiente (83 escaños y el 32% del voto) y hubo de resignarse a pasar otra legislatura en la oposición. El de Martin fue uno de los 12 escaños que el LP consiguió arrancar en Quebec, siendo los 63 restantes para el PC (entonces los nacionalistas quebequeses no tenían por costumbre participar en elecciones al Parlamento federal). La entrada de Martin en la política profesional se produjo cuando contaba con sus buenos 50 años y su octogenario padre ya llevaba un tiempo jubilado.

El discurso político de Martin en aquella época se inscribía en el planteamiento liberal en boga, en la línea del nacionalismo proteccionista, de fustigar la decisión de Mulroney de establecer un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos (en vigor el 1 de enero de 1989), no dudando en agitar el espantajo de una adquisición masiva de empresas canadienses por los capitalistas del poderoso vecino del sur. Martin se definía como un librecambista por naturaleza, pero ponía como límite a los proceso de desarme arancelario la “soberanía nacional” de Canadá. Acusado de contradecirse en no pocas ocasiones por propios y extraños, Martin planteaba un discurso calificado de “izquierdista” en todo lo referente a la política social y la conservación del welfare state y el medio ambiente canadienses, pero su insistencia en los recortes fiscales, en lo que prevalecía su faceta de empresario, le adjudicó la etiqueta de “conservador fiscal”. A su modo de verlo, política social y política económica eran dos disciplinas que podían confluir armónicamente en una estrategia como la de la creación del pleno empleo.

Hasta aquí, Martin discrepaba parcialmente de la tradición trudeauista. Pero donde se distanciaba ampliamente de ella era en su concepto de la ordenación jurídico-política del territorio nacional. Para Trudeau y sus numerosos seguidores en el LP, Canadá debía verse como un país fuerte e integrado, cuya diversidad cultural y lingüística, así lo entendían, estaba ya suficientemente reconocida y salvaguardada por el vigente modelo de federalismo constitucional. Desde abril de 1982 regía una nueva Acta Constitucional que había reemplazado al viejo instrumento legal de 1867, llamado en origen la British North America Act, que alumbró la plena autonomía y la independencia de hecho de Canadá con el rango de dominio del Imperio Británico.

Mulroney y los conservadores estaban resueltos a conseguir que Quebec acatara el Acta Constitucional y desistiera de una vez para siempre de sus pretensiones soberanistas o independentistas, pero, a diferencia del Gobierno Trudeau, aceptaban ceder en un amplio elenco de reivindicaciones clásicas de la provincia, expuestas por el nacionalista Partido Quebequés (PQ) de René Levesque, Pierre-Marc Johnson y Jacques Parizeau, aunque también, en buena medida, asumidas por el Partido Liberal de Quebec (PLQ), cuyo líder, Robert Bourassa, presidía el Gobierno desde 1985, cuando el PQ perdió las elecciones provinciales y fue desalojado del poder que había adquirido por primera vez en 1976. El LP y el PLQ compartían electorado, aunque se trataba de formaciones completamente independientes, e incluso arrastraban una rica tradición de desencuentros; el primero era la oferta del liberalismo quebequés en las elecciones federales, mientras que el segundo lo era en las provinciales, no concurriendo nunca a la vez.

Las exigencias de los nacionalistas se sintetizaban en la obtención por Quebec del “estatus especial”, esto es, unas prerrogativas asimétricas con respecto a los demás entes federados en los terrenos competencial, normativo e institucional, y el reconocimiento de su hecho cultural diferencial, la llamada “sociedad distinta”. Todo ello se recogió en el Acuerdo de Lago Meech, firmado por Mulroney y los diez jefes de los ejecutivos provinciales el 3 de junio de 1987, que debía ser ratificado por todos los parlamentos de Canadá antes de adquirir vigencia. En el apasionado debate político que generó el Acuerdo de Lago Meech, Martin y Turner salieron a apoyar la decisión de firmar tomada por su colega Bourassa, en tanto que los trudeauistas se pusieron absolutamente en contra de un nuevo marco de relaciones entre Quebec y el resto de Canadá que les parecía la caja de Pandora de las reclamaciones particularistas, con el consiguiente riesgo de estallido de la federación.

En mayo de 1989 Turner anunció su intención de dimitir como líder del LP y el liberalismo canadiense entró en una etapa de interinidad hasta la elección del sucesor. Para la Convención del 23 de junio de 1990, celebrada en Calgary, Alberta, contaba como favorito Jean Chrétien, un abogado francófono quebequés de la vieja guardia trudeauista que tenía una extensa experiencia ministerial en el Ejecutivo federal desde mediados de los años sesenta, a las órdenes de Pearson, Trudeau y Turner. Su postura de rechazo al Acuerdo de Lago Meech era conocida, aunque no la expresaba con vehemencia. A Chrétien le salieron cinco contrincantes, entre ellos, Martin, quien lanzó su aspiración tras un lustro de preparativos. Ahora bien, incapaz de deshacerse de su imagen de empresario un tanto outsider, los delegados convencionales, alentados por el aparato del partido controlado por los enemigos del Acuerdo de Lago Meech, dieron la espalda a Martin y eligieron a Chrétien con 1.500 votos de diferencia. La interna del LP se vio galvanizada por la noticia del fracaso final de Lago Meech, ya que precisamente aquel día, el 23 de junio, vencía el plazo de tres años para que todos los parlamentos provinciales lo ratificaran: los legislativos de Terranova-Labrador y Manitoba rehusaron hacerlo.

Decepcionado con el resultado electoral, Martin acusó a su adversario de no mojarse en la polémica de Lago Meech y de haber mantenido durante la campaña una actitud ambigua al respecto para no enajenarse en bloque el voto de los convencionales liberales que sí apoyaban el acuerdo, sobre todo los quebequeses. Nada más proclamarse líder del LP, Chrétien arremetió contra un pacto federal que ya era papel mojado. En cuanto a Martin, su popularidad que Quebec ganó muchos enteros.

En el trienio siguiente, Martin destinó lo esencial de su tiempo a sus negocios, con el ojo siempre atento a la expansión en los mercados exteriores de la CSL, consolidada como la mayor compañía privada de transportes de Canadá y una de las mayores del mundo en el ramo naval. Moderó sus diferencias públicas con Chrétien y abonó el camino para su entrada en el Gobierno federal con acceso a las más importantes palancas de poder. La ocasión la sirvieron en bandeja las elecciones federales del 25 de octubre de 1993, en cuya preparación Martin jugó un papel de primer orden como copresidente del Comité de la Plataforma Nacional del LP y coautor del manifiesto Creating Opportunity: The Liberal Plan for Canada, más conocido como el Libro Rojo. En las votaciones, después de dos derrotas consecutivas, el partido se apuntó la victoria con 177 de los 295 escaños y el 41,6 % de los sufragios. El 4 de noviembre Chrétien se convirtió en primer ministro y otorgó a Martin un ministerio que le venía al dedillo, el de Finanzas.

Martin se planteó el objetivo fundamental de reducir del déficit y la deuda públicos, que estaban ya por las tasas del 7% y el 88% del PIB, respectivamente, lo que inevitablemente conllevaría recortes en las partidas sociales y menoscabos en el welfare state. La lentitud en la recuperación económica, la pertinaz austeridad impuesta por el Ministerio de Finanzas y el estancamiento del desempleo en tasas superiores al 9% de la población activa pasaron factura electoral al LP, que en los comicios generales del 2 de junio de 1997 experimentó un caída al 38% de los sufragios y los 155 escaños en la nueva Cámara de los Comunes aumentada a los 301 miembros.

El 11 de junio Martin fue confirmado en el segundo Gobierno Chrétien, que fue el de los resultados. A la consolidación del superávit comercial y el crecimiento del PIB, se les sumaron una sensible caída del paro y, sobre todo, la rápida recuperación de la tesorería federal. Así, ya el primer año, 1997, el saldo de las administraciones públicas cerró sin déficit por primera vez desde 1973, permitiendo al Gobierno elaborar unos presupuestos de 1998 equilibrados. El logro se atribuyó personalmente a Martin, quien se puso de acuerdo con Chrétien para emplear el superávit equivalente al 1,6% del PIB, unos 11.000 millones de dólares (de Estados Unidos), en liquidar deuda pública, financiar descuentos fiscales y reponer la cobertura de determinados programas de desarrollo económico y social. La verdad fue que el Canadá social pagó un precio considerable por el tapado de los agujeros contables: el servicio público perdió decenas de miles de puestos laborales, el seguro del paro fue abaratado, se eliminaron subsidios federales y las transferencias a las administraciones provinciales y territoriales en los capítulos sanitario y educativo sufrieron grandes recortes.

En 1999 el panorama macroeconómico tomó un cariz más bonancible todavía con un crecimiento del 4,2%, una inflación domeñada por debajo del 2%, un superávit financiero rozando el 3% del PIB y un desempleo disminuido al 6,8%, el índice más bajo en el último cuarto de siglo. El relanzamiento de la actividad económica y las nuevas facilidades fiscales se tradujeron en un aumento de las rentas familiares, en un país que en 1998 ostentaba el primer puesto mundial en el ránking de desarrollo humano confeccionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Había satisfacción con la gestión económica del Gobierno, y en las elecciones legislativas del 27 de noviembre de 2000 el partido en el poder incrementó su mayoría a los 172 diputados con el 40,9% de los votos, dejando muy atrás a sus principales contrincantes: el centroizquierdista Bloque Quebequés (BQ) de Gilles Duceppe y la derechista Alianza Canadiense (CA, ex Partido Reformista) de Stockwell Day.

Ya antes de su tercera cita con las urnas como líder liberal, Chrétien hubo de escuchar demandas de entrega del testigo a Martin por los partidarios del ministro de Finanzas, quien, con paciencia resignada, continuó tejiendo una red de apoyos entre las bases de militantes y el grupo parlamentario del LP. Para 2001 su gente ya controlaba esos dos ámbitos, pero en el Gobierno la mayoría de los ministros estaba con Chrétien, quien no quería oír hablar de carreras por su sucesión. Sin proclamar oficialmente su ambición, de sobra por todos conocida, Martin empleó a sus colaboradores para que le hicieran el trabajo de zapa y se generara un ambiente propicio para una despedida elegante de Chrétien antes de terminar la legislatura, cuyo período máximo es de cinco años (a la sazón, pocas veces agotados en el sistema parlamentario canadiense).

Desde 1993 la rivalidad entre Martin y Chrétien se había mantenido soterrada o edulcorada con las buenas maneras y la lealtad institucional; el primero había apoyado al segundo en sus porfías con los nacionalistas quebequeses, que en 1994 recuperaron el Gobierno provincial de la mano de Parizeau (sustituido en 1996 por Lucien Bouchard, el fundador del BQ, y éste a su vez en 2001 por Bernard Landry), y el primer ministro había depositado en su subalterno plena confianza para el éxito del programa de extinción del déficit público. Pero la deceleración económica, los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos y la súbita agudización de las problemáticas relacionadas con la seguridad y la lucha antiterrorista abundaron en una atmósfera política revuelta que espoleó las hostilidades entre las dos personalidades fuertes del Ejecutivo federal.

De las filtraciones a la prensa por oficiales del Gobierno y el partido que trabajaban con uno u otro, se colegía que entre Martin y Chrétien existían diferencias de política económica (siempre, más conservadora la del ministro de Finanzas) y en torno a determinadas propuestas de ordenación municipal. Pero lo más importante era que chocaban dos estilos de gestión pública: el táctico y maniobrero Chrétien, quien se sentía cómodo despachando asuntos en el día a día tratando de hacer las cosas bien sin meterse en problemas, y el más estratega y propulsor Martin, partidario de formular grandes líneas de acción a largo plazo y cuyos entusiastas seguidores le adjudicaban de un día para otro la posesión de un “gran idea” o una “visión” sobre Canadá.

Los seguidores de Martin redoblaron sus presiones a Chrétien en mayo de 2002, cuando el gabinete fue estremecido por unos escándalos que pusieron sobre el tapete las prácticas del tráfico de influencias, el favoritismo y el cohecho en lo más alto del Ejecutivo, y que afectaron y costaron el cargo al ministro de Obras Públicas y Servicios Don Boudria, al fiscal general del Estado Lawrence MacAulay y al ministro de Defensa Art Eggleton. Sobre el propio primer ministro recayeron exigencias de dimisión desde la oposición parlamentaria. El 2 de junio de 2002, Chrétien, después de advertir que despediría a cualquier miembro del gabinete que suscitara un debate público sobre su sucesión y destinara “demasiado tiempo a recaudar fondos” para financiar campañas personales, cortó por lo sano cesando abruptamente a Martin y sustituyéndole por otro dirigente del ala moderada del LP, John Manley, quien conservó los puestos de viceprimer ministro y responsable de Infraestructuras. Martin se tomó con filosofía su relevo (Chrétien, de hecho, le hacía un favor, ya que ahora podría concentrarse en sus ambiciones políticas), afirmó que continuaba como miembro de los Comunes y poco después confirmó que seguía activo en la carrera, por de pronto oficiosa, para la sucesión de Chrétien, en la que ahora tenía como rival esclarecido a Manley.

Los operadores financieros y el empresariado acogieron con disgusto la salida de Martin, enormemente respetado por haber liquidado el déficit federal y podado la deuda aun recortando los impuestos, iniciado la época de los presupuestos equilibrados y mantenido el superávit, si bien en el último trienio éste había menguado tanto que corría peligro de evaporarse por completo, además de que el desequilibrio fiscal era únicamente favorable al Gobierno federal, mientras que a las provincias y los territorios les acuciaba en mayor o menor medida el fantasma del déficit. Dicho sea de paso que en ese momento la coyuntura económica era bonancible, con el mantenimiento de una tasa de crecimiento anual que fluctuaba en torno al 3% (2002 terminó registrando el 3,4%, con diferencia el mejor resultado del G-7 ese año, y para 2003 se esperaba un índice inferior en algunas décimas). El tirón del consumo interno, favorecido por los altos salarios y los beneficios empresariales, estaba compensando el descenso en las ventas a Estados Unidos por la reducción de la demanda y la constante apreciación del dólar canadiense con respecto a su homónimo del sur, a fuer de una política monetaria del Banco de Canadá consistente en la progresiva subida de los tipos de interés para contener los repuntes inflacionistas.

El súbito despido del popular Martin concitó contra Chrétien una avalancha de protestas desde las bases, cuadros orgánicos y el grupo parlamentario del LP. Diputados y oficiales liberales reclamaron al primer ministro explicaciones por la destitución que un servidor público que había mostrado sobradamente su valía, y el interpelado explicó que la decisión había sido adoptada después de haber tomado nota de la preocupación transmitida por el gobernador del Banco de Canadá, David Dodge, en el sentido de que el Gobierno debería resolver el "problema" (la situación de Martin) antes de la apertura de los mercados financieros asiáticos y del previsto anuncio por la entidad de una nueva subida de los tipos. En los medios de comunicación se apuntó que Chrétien, haciendo gala de un estilo marrullero, había intentado desviar responsabilidades implicando a Dodge en su polémica decisión, a pesar de que las relaciones entre el gobernador y el ministro siempre habían sido fluidas y que Martin, de hecho, había sido el inspirador de las subidas de los tipos a partir de abril de 2002 para fortalecer al dólar canadiense, que en 2001 había acumulado una importante depreciación con respecto al dólar estadounidense.

El 21 de agosto de 2002, Chrétien, agobiado por las presiones de dentro y de fuera del partido, anunció que renunciaba al cuarto mandato electoral, en principio a inaugurar en 2005, y que dimitiría al frente del Gobierno en febrero de 2004. Martin, complacido con este anuncio que daba el banderazo de salida para la elección interna del liberalismo y que a él le dejaba un holgado margen de tiempo, nada menos que 18 meses, para realizar una cómoda campaña proselitista e informativa sin las alforjas de la responsabilidad gubernamental, no tuvo inconveniente en cubrir de elogios al Chrétien, a quien llamó “primer ministro sobresaliente” y “hombre valiente”. El 6 de marzo de 2003 anunció de manera oficial su aspiración al liderazgo del LP.

Aupado en los sondeos de valoración de líderes a la condición de político más popular del país con un amplio margen y después de que Manley (el 22 de julio) arrojara la toalla, Martin ganó el 92% de los delegados convencionales en el proceso de comicios preliminares celebrados del 19 al 21 de septiembre de 2003 y en los que votaron los miembros de las asociaciones del LP de todo el país (el censo electoral era de 530.000 personas, pero sólo acudió a las urnas la cuarta parte). En estas condiciones, el resultado de la Convención Liberal transcurrida en Toronto del 12 al 15 de noviembre estaba cantado, y el penúltimo día del evento Martin fue elegido líder del partido prácticamente por aclamación, ya que recolectó los votos de los 3.455 delegados excepción hecha de dos centenares que fueron para su único contrincante, Sheila Copps, ministra de Herencia Cultural en el Gobierno federal y exponente de la disminuida ala izquierda del partido, que ya había disputado la interna de 1990, quedando tercera en aquella ocasión.

En un gesto de reconciliación y unidad, un eufórico Martin se fundió en sendos abrazos con Chrétien y Copps. El traspaso de poderes en el Gobierno se adelantó al 12 de diciembre por decisión de Chrétien. Junto con el flamante primer ministro juraron los miembros de su gabinete, en el que continuaron 16 de los 38 ministros de Chrétien, entre ellos el titular de Exteriores, Bill Graham. Anne McLellan sustituyó a Manley en la oficina del viceprimer ministro.

Político con una imagen mediática positiva que suele funcionar en las urnas (espontaneidad, locuacidad, dinamismo y profusión de sonrisas, que compensan su todavía insuficiente pericia en el arte de dar discursos –fundamental en el sistema parlamentario canadiense-, más su atribuido corte intelectual y, por supuesto, el tan traído y llevado bagaje ministerial), católico practicante, casado y con tres hijos, el vigésimoprimero primer ministro de Canadá hereda una situación interior satisfactoria, con la economía en crecimiento, las finanzas federales saneadas y sin conflictividad social. Además, en el horizonte no se le barruntan nubarrones relacionados con Quebec, donde los nacionalistas, ya se trate del BQ o del PQ, no han hecho más que perder votos desde el fracasado referéndum soberanista de 1995. Más aún, en las últimas elecciones provinciales, las del 14 de abril de 2003, el PLQ de Jean Charest (líder del PC en 1993-1998, un dato que muestra a las claras el funcionamiento completamente aparte de los partidos liberales en la federación y en la provincia francófona) volvió al poder después de nueve años en la oposición, lo que cancela indefinidamente cualquier órdago separatista a las autoridades de Ottawa.

Aunque en Quebec no vinculan a Martin con el federalismo centralizador bien identificado en Chrétien, el primer ministro no muestra ninguna intención de alterar el actual statu quo -la provincia sigue sin ratificar el Acta Constitucional de 1982, aunque no se descarta que el Gobierno de Charest pueda adoptar ese paso incondicionalmente- si para ello tiene que resurgir el debate sobre el “estatus especial” y la “sociedad distinta”. Lo que sí persigue, según ha declarado, es optimizar el diálogo con las instituciones de Quebec y el resto de los entes federados.

Martin se ha trazado tres grandes “objetivos nacionales”: fortalecer el crecimiento económico y crear empleo convenientemente remunerado; reconstruir los programas de atención social, haciendo hincapié en la corrección de tres fenómenos en auge, las listas de espera en los hospitales públicos, la mendicidad urbana y la pobreza entre los pueblos aborígenes, que preocupan mucho a la ciudadanía y que son la consecuencia de una década de prelaciones macroeconómicas; y, promover el alto perfil de Canadá en la escena internacional, lo que pasa por restablecer el nivel de relaciones con Estados Unidos (quien, sin ir más lejos, compra el 88% de las exportaciones canadienses a la vez que vende el 63% de sus importaciones), desmejoradas por la negativa de Chrétien a respaldar la campaña militar de la Administración de George W. Bush en Irak.

Es seguro que Martin convocará elecciones anticipadas en algún momento de 2004, probablemente antes del verano, para dotarse de una nueva mayoría que le apuntale en el Gobierno hasta el final de la década. De haberse convertido en primer ministro unos meses antes y, presumiblemente, de haber adelantado una fecha electoral que bien hubiera podido corresponder a finales de 2003, aquel objetivo habría estado poco menos que garantizado, ya que la oposición derechista con ínfulas de brindar la alternativa de gobierno en Ottawa, los aliancistas de Stephen Harper y los conservadores de Peter MacKay, se encontraba fragmentada y regionalizada.

Sin embargo, el 8 de diciembre fue registrado con carácter provisional el Partido Conservador de Canadá (CPC) a partir de la fusión de la CA y el PC, que por fin se han puesto de acuerdo en un proyecto unitario que aspira a restablecer el antiguo bipartidismo federal. Ahora bien, está por ver el rendimiento electoral de esta nueva fuerza, todavía no terminada de gestar y en la que no han querido reengancharse notorios dirigentes de las dos formaciones ahora suspendidas que se opusieron a la iniciativa por diversos motivos. Los observadores conjeturan con que en la campaña electoral en ciernes, Martin aprovechará para abundar en su pragmatismo proteico y con sentido de la oportunidad, invadiendo parcialmente el discurso de la derecha por la prioridad que otorga a la combinación de las políticas fiscal y monetaria (sin llegar a la ortodoxia), y lanzando guiños a los sectores progresistas de su partido en los aspectos que atañen al erosionado welfare state, con el propósito de ocupar todo el centro y sus aledaños.

Él mismo ha rechazado que se le endilguen etiquetas de conservador o izquierdista (esta última, harto dudosa), afirmando que lo que busca son las políticas más apropiadas para unos tiempos que cambian rápido por los avances tecnológicos y la globalización. Por otro lado, pese al anuncio hecho en marzo de 2003 de que cedía todas sus titularidades en el grupo empresarial CSL a sus tres hijos, permanecen algunas dudas sobre la completa y precisa separación por Martin de los intereses privados y las responsabilidades públicas, ya que al proceso le ha faltado transparencia.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada en 1/2004. El ejercicio de Paul Martin como primer ministro de Canadá concluyó el 6/2/2006. Su sucesor en la jefatura del Gobierno fue el conservador Stephen Harper. El 19/3/2006 cesó asimismo en el liderazgo del Partido Liberal).