Olaf Scholz

(Documento publicado originalmente el 19/3/2018 y actualizado el 21/9/2021. Véase nota de actualización hasta el 11/12/2021).

De manera inesperada, Olaf Scholz, vicepresidente del SPD y hasta entonces primer burgomaestre de Hamburgo, y no Martin Schulz, pasó ser la segunda figura del cuarto Gobierno de Angela Merkel, inaugurado en marzo de 2018, donde tomó los puestos de vicecanciller federal y ministro de Finanzas. Hombre con enfoques social liberales y fama de cerebral, Scholz era en ese momento uno de los dirigentes más pragmáticos o centristas de su partido. En otras palabras, un socialdemócrata abierto a la fórmula, desagradable para sus colegas del ala izquierda, de la gran coalición con la CDU/CSU, que desde 2005 tenía al SPD relegado a la condición de socio minoritario. Como ministro de Trabajo con el canciller Gerhard Schröder (1998-2005), Scholz fue un paladín de la Agenda 2010 para la reforma del estado del bienestar y el marco laboral. Luego, como regidor de la ciudad-estado de Hamburgo, concertó tratos que permitieron la conservación de empleos en empresas en crisis.

Los comicios de septiembre de 2017 al Bundestag depararon a los socialdemócratas sus peores resultados (caída al 20,5% de los votos y los 153 escaños, la mitad de la fuerza disfrutada en los tiempos de Schröder) en la historia de la RFA. Transcurridos dos meses desde el estropicio electoral y ante el fracaso de la alternativa coalición Jamaica (democristianos, liberales y verdes), su presidente y cabeza de cartel, Schulz, alentado por Scholz, accedió a negociar la tercera gran coalición, segunda consecutiva, de la era Merkel, pese a que durante la campaña y en la resaca electoral subsiguiente Schulz había asegurado que el lugar de su grupo era ahora la oposición. Su plan-retractación, por el que abandonaría la jefatura orgánica del Partido pero sería su capitán en el nuevo Gobierno, fue duramente criticada de puertas adentro, incluso por el vicecanciller y ministro de Exteriores saliente, Sigmar Gabriel. Al final, la Asamblea del SPD dio luz verde a seguir siendo los socios imprescindibles de Merkel y con una cuota ministerial privilegiada, aunque con Scholz al timón.

El acuerdo de Gobierno suscrito por el SDP, la CDU y la CSU para los próximos cuatro años contemplaba incrementos en ciertas partidas sociales, pero estrictamente ajustados al criterio ortodoxo de que solo se podía gastar lo que se tenía. La sintonía entre Merkel y Scholz, dos conservadores fiscales, parecía asegurada desde el momento en que el nuevo titular de Finanzas era posiblemente el socialdemócrata más modulado a las tesis rigurosas de su predecesor democristiano en el cargo, Wolfgang Schäuble, cuyo famoso fetiche del Cero negro (schwarze Null), es decir, los presupuestos equilibrados sin déficit estructural, era ya un principio cardinal de la política económica germana, reglamentado por la misma Ley Fundamental con el nombre de Freno de la deuda (Schuldenbremse). Con un superávit camino del 2% del PIB, los socialdemócratas creían que existía un buen margen fiscal.

En abril de 2018, tras dos meses de liderazgo en funciones, Scholz entregó las riendas del partido a Andrea Nahles, jefa de la bancada del Bundestag y ex ministra de Trabajo. Luego, Nahles encajó el desastre de las europeas de mayo de 2019, cuando un fundido SPD, con menos del 16% de los sufragios, sufrió la humillación de ser rebasado por Los Verdes y descender a la tercera posición. Scholz, en el último año volcado en la negociación con Merkel de la revisión a la baja de la normativa del asilo y el multimillonario plan de transición climática, se postuló para liderar un partido sumido en crisis aguda, formando candidatura dual con Klara Geywitz. El envite partidario del vicecanciller, contra pronóstico, acabó en fracaso estrepitoso: en el balotaje interno de noviembre, los representantes del statu quo sucumbieron frente a los rupturistas Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken, defensores del regreso a las esencias y preferidos por una militancia fuertemente virada a la izquierda. La presidencia bicéfala, sin precedentes en la posguerra, fue ratificada en diciembre por el Congreso Federal (Bundesparteitag) de Berlín.

A continuación, Scholz hubo de hacer de apagafuegos con Walter-Borjans y Esken, primero disuadiéndoles de su idea de poner fin a la Große Koalition y a renglón seguido enfriando su exigencia de que Merkel se plegara a una política fiscal más expansiva. Scholz pasó página a 2019 arrastrando una paradoja que ningún otro vicecanciller de la RFA había tenido que experimentar: ser el hombre fuerte de su colectividad en el Gobierno de coalición y a la vez estar marginado de la ejecutiva del partido y repudiado por sus bases. Al igual que Martin Schulz y Sigmar Gabriel, dos líderes de la última década, Scholz, presentado habitualmente como un político solvente pero aburrido y sin carisma, no aparecía en la galería de 33 "grandes de la socialdemocracia" alemana de los últimos 150 años que el SPD publicaba en su página web.

La nueva dirección del SPD, empero no era sorda al hecho de que Scholz se tratara con mucha diferencia del miembro del partido que mejores notas sacaba en la demoscopia nacional sobre valoración de líderes. Así, el 10 de agosto de 2020, en una coyuntura pertinazmente pésima para los socialdemócratas, incapaces de remontar vuelo en las elecciones de los Länder o de obtener réditos de la crisis de liderazgo que sacudía a la CDU, la Ejecutiva (Parteivorstand) del SPD nominó a Scholz candidato a canciller en las elecciones federales del otoño de 2021. La iniciativa contrastó con la indefinición instalada en la Unión de democristianos y socialcristianos, que desde el paso atrás en febrero de 2020 de Annegret Kramp-Karrenbauer ignoraba quién sería su cabeza de lista. Scholz pasaba por un momento personal dulce, erigido en ejecutor del masivo paquete de alivio fiscal a empresarios, autónomos y asalariados para hacer frente al coronavirus.

La histórica batería de estímulos públicos, cuantificada en 130.000 millones de euros y descrita como un potente bazooka por el ministro, entrañaba aparcar temporalmente la disciplina presupuestaria por causa mayor, para paliar el severo impacto económico de la pandemia. El boquete en la recaudación de los ingresos y el disparo del gasto se tradujeron en un déficit federal que el Ministerio de Finanzas cuantificó en más del 4% del PIB para el conjunto de 2020 (el año anterior, las cuentas habían arrojado un superávit del 1,5%). La contracción económica, del 4,6%, se situó por debajo del promedio de la UE, en un país cuyas fábricas no pararon en ningún momento. Scholz anunció asimismo que el 90% de la cuota asignada a Alemania, 28.600 millones de euros, del fondo de recuperación europeo Next Generation EU fuera para proyectos de protección climática y digitalización, cuando la Comisión Europea establecía el requisito sumado del 58%.

En mayo de 2021 la candidatura de Scholz fue ratificada con el voto favorable del 96% de los delegados asistentes al Bundesparteitag extraordinario de Berlín. En su manifiesto electoral, el SPD, tomando nota del pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre la insuficiencia del primer plan climático diseñado por el Gobierno Federal, ofrecía una serie de medidas y metas que iban más allá de las presentadas por la CDU/CSU y se acercaban  en ambición climática a las de Los Verdes. Si bien rubricaban los planes federales de apagar las últimas centrales térmicas de carbón en 2038 y de poner fin a las emisiones de gases de efecto invernadero no asimilables por la naturaleza en 2045, los socialdemócratas querían adelantar a 2040 el consumo del 100% de la electricidad a partir de fuentes de energía renovables.

Otros compromisos en este pilar se referían a la economía circular, la limitación de la velocidad en las autopistas, la inversión en ferrocarriles y la movilidad urbana, apostando fuerte por la conducción eléctrica y de hidrógeno. La transformación irreversible de las redes de energía, transportes y comunicaciones era presentada como una necesidad de fondo para justificar una plataforma fiscalmente expansiva. Sin entrar apenas en detalles, Scholz y los socialdemócratas hablaban de bajar los impuestos "a la mayoría", a saber, las "rentas medias y bajas". La reforma fiscal implicaría que "el 5% más rico" contribuiría a financiar las inversiones del Estado con un recargo de tres puntos porcentuales en su impuesto sobre la renta.

El SPD prometía igualmente universalizar el sistema de cotizaciones al seguro de salud público (obligando a hacer una aportación mínima al Estado a los cubiertos exclusivamente por un seguro privado), elevar el salario base de los 10 a los 12 euros la hora, construir 400.000 viviendas nuevas al año (la cuarta parte de protección social) y una "moratoria" en la subida del precio de los alquileres (salvo la obligada por la inflación). Punto señalado, por cuanto tocaba directamente el legado de Schröder del que Scholz era coautor, el SPD quería reformar en profundidad el esquema Hartz IV de prestaciones por desempleo. El plan de Gobierno llevaba por título Por respeto a tu futuro.

A mediados de agosto, el pinchazo de Los Verdes, quienes habían llegado a superar a la CDU/CSU en las proyecciones de voto, dio lugar a un fuerte ascenso del SPD, que por primera vez desde las elecciones de 2017 se metió en la horquilla del 20%-25%. En cuestión de días, los socialdemócratas, tras la sangría sufrida en, salvo una, todas las elecciones nacionales celebradas desde 2015 (23, entre federales, europeas y estatales), saltaron en las encuestas de la tercera a la primera posición. Scholz, con respuestas para todo y dando una imagen de experiencia y seguridad, salió con una aureola de ganador de los tres debates televisados hasta el 19 de septiembre y en los que se midió con el democristiano Armin Laschet y la verde Annalena Baerbock.

Indagado sobre sus preferencias de cara a la ineludible coalición de Gobierno en Berlín, Scholz no cerró las puertas a repetir la gran coalición, pero expresó su preferencia por una alianza que incluyera a Los Verdes, señalando implícitamente a los liberales del FDP para completar la fórmula. Aunque tampoco descartó del todo la fórmula con Los Verdes y Die Linke. El problema principal de la extrema izquierda era su antiatlantismo, postura que el SPD consideraba "innegociable". De todas maneras, el SPD y Die Linke ya tenían una amplia experiencia de gobiernos de coalición en los Länder, algunos con inclusión de Los Verdes, como los actuales ejecutivos de Turingia, Berlín y Bremen. Los medios comentaron la "resurrección" del SPD gracias al tardío efecto Scholz, pero el aspirante a canciller en las votaciones del 26 de septiembre cargó con el lastre de la investigación judicial de los escándalos financieros de Wirecard y CumEx, ocurridos bajo la supervisión de Scholz como ministro de Finanzas.

(Texto actualizado hasta 21/9/2021)

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Nota de actualización hasta el 11/12/2021:

Los resultados de las elecciones del 26 de septiembre de 2021 al Bundestag coronaron la potente remontada del SPD justo en el arranque de la campaña oficial. Los socialdemócratas, por primera vez en 19 años, fueron la fuerza con más votos y escaños, victoria numérica que sin embargo no les alejaba sustancialmente de la CDU/CSU, castigada por las urnas, y que solo mejoraba el histórico batacazo de 2017: el 25,7% de los votos sacado ahora meramente igualaba el deslucido registro de 2013. La cuota de 206 escaños sobre 736 obtenida por el partido de Scholz, posible canciller in péctore, abría un escenario complejo por cuanto, salvo que se reeditara la muy gastada fórmula de la gran coalición roji-negra, un Ejecutivo de mayoría iba a requerir la participación de al menos tres socios. Los árbitros de la política alemana pasaban a ser por tanto los verdes y los liberales (amarillos), bisagras de dos posibles coaliciones cromáticas: la semáforo (SPD-FDP-Verdes) y la Jamaica (CDU/CSU-Verdes-FDP). Dos tricolores alternativos, el Alemania (CDU/CSU-SPD-FDP) y el Kenya (CDU/CSU-SPD-Verdes), no parecían estar sobre la mesa. Ninguna de estas coaliciones tripartitas había gobernando nunca la RFA.

Pocos días después de los comicios quedó claro que los democristianos, embargados por una sensación de fracaso e incluso de debacle, no estaban en situación de vertebrar una hipotética coalición con liberales y verdes. Armin Laschet se resignó pronto. En cambio, Scholz, el 7 de octubre, abrió con los colíderes verdes Robert Habeck y Annalena Baerbock y con el líder liberal Christian Lindner unas conversaciones que solo requirieron ocho días para alumbrar un acuerdo preliminar: habría coalición semáforo, y descansaría en una confortable mayoría absoluta de 416 escaños del Bundestag. Las negociaciones se desarrollaron sin contratiempos, aunque acuciadas por la COVID-19, hasta finales de noviembre.

El 8 de diciembre de 2021, luego de ratificar las asambleas de cada partido el acuerdo de coalición (el SPD lo hizo el 4 de diciembre con un 98,8% de votos favorables), el Bundestag, por 395 votos contra 303, aprobó la investidura del Gobierno Scholz, con Habeck de vicecanciller y ministro de Economía y Protección del Clima, Baerbock de titular de Exteriores y Lindner de responsable de Finanzas. Dos mujeres del SPD, Nancy Faeser y Christine Lambrecht, recibieron los puestos de Interior y Defensa, respectivamente. Descontando Scholz, el SPD obtuvo siete de los 16 puestos del Gabinete. Dos días después, Scholz, continuando con la tradición, se desplazó a París, donde se reunió con el presidente Macron, para su primera visita internacional. Por otro lado, el 11 de diciembre el SPD renovó parcialmente su cúpula eligiendo a Lars Klingbeil su copresidente junto con la reelegida Saskia Esken y a Kevin Kühnert secretario general en lugar de Klingbeil.

En su documento programático, publicado el 24 de noviembre y titulado Atrévete a seguir avanzando: Alianza por la Libertad, la Justicia y la Sostenibilidad, el SPÖ, Los Verdes y el FDP acordaban: no subir los impuestos y "garantizar las inversiones necesarias en el marco del freno constitucional de la deuda"; no recortar tampoco las pensiones ni retrasar la edad de jubilación; aumentar el salario mínimo un 25%; adelantar de 2038 a 2030 el cierre de las centrales térmicas de carbón y alcanzar la meta, ya pactada a nivel federal, de la neutralidad carbónica en 2045; hasta entonces, expandir drásticamente la generación de energía de fuentes renovables y construir centrales eléctricas de gas como tecnología puente, todo en el marco de una nueva "economía social-ecológica de mercado"; flexibilizar los requisitos para la obtención de la ciudadanía por los inmigrantes; bajar a los 16 años la edad para el derecho al voto; legalizar el consumo recreativo del cannabis; acometer la modernización del Bundeswehr, pero sin asumir el compromiso, reclamado por la OTAN y Estados Unidos, de gastar al menos el 2% del PIB en la defensa; y en la política exterior, buscar una mayor "soberanía estratégica" para la UE, impulsando reformas encaminadas a alcanzar "el desarrollo de un Estado europeo federal", e, implícitamente, plantear una postura más asertiva frente a China y Rusia.

Por lo demás, el Gobierno Scholz mantiene la obligatoriedad de los pases COVID G2 y G3 para acceder al puesto de trabajo, trenes, comercios no esenciales, hoteles, espacios culturales, eventos deportivos y locales de ocio, y el semiconfinamiento de facto de los no vacunados, casi el 30% de la población. Las medidas, junto con la previsión de la vacunación obligatoria a partir de febrero, fueron anunciadas por Merkel el 2 de diciembre tras reunirse con Scholz y los presidentes de los Länder; en ese momento, Alemania sufría la galopada de su cuarta ola nacional del coronavirus, con diferencia la más nefasta en términos de propagación, llegando a superar el país los 70.000 positivos diarios entre finales de noviembre e inicios de diciembre.

Para más información, pueden consultarse las biografías CIDOB de Armin Laschet (CDU), Annalena Baerbock (Die Grünen), Robert Habeck (Die Grünen) y Boris Pistorius (SPD), así como el anexo «Biografías de los principales líderes políticos de la República Federal de Alemania» correspondiente al Anuario Internacional CIDOB 2020).&nbsp
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Aunque nacido en Osnabrück, en la parte occidental de Baja Sajonia, Olaf Scholz se crió y educó en la gran urbe portuaria de Hamburgo. Allí tenían su hogar sus padres, un matrimonio de clase media que se ganaba la vida en el ramo del comercio textil. Fue en la Universidad de la ciudad hanseática donde obtuvo la graduación en Derecho que le facultó para ejercer de abogado laboralista. En 1985 empezó a trabajar como socio en un bufete de letrados, pero su compromiso militante, iniciado en la adolescencia, con el Partido Socialdemócrata (SPD) no tardó en absorber sus actividades.

Siguiendo la secuencia clásica de los futuros dirigentes del SPD, Scholz escribió el primer capítulo de su carrera política con los Jóvenes Socialistas (Jusos), la radical y contestataria ala juvenil del Partido, que no dudaba en abroncar las decisiones de la cúpula socialdemócrata a la mínima que se apartaran de la pureza izquierdista. A lo largo de la década de los ochenta, años de travesía en el desierto para el SPD, liderado por Willy Brandt y Hans-Jochen Vogel y situado en la oposición parlamentaria a los gobiernos del todopoderoso canciller democristiano Helmut Kohl, Scholz, que por entonces lucía una abundante cabellera pelirroja rizada, fue vicepresidente federal de los Jusos y de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas. Paralelamente, se vinculó a los ambientes de los sindicatos y las cooperativas de consumidores.

Hombre fuerte del SPD en Hamburgo
En 1994 el abogado se convirtió en presidente del SPD en el distrito hamburgués de Altona y cuatro años después, en las elecciones federales (27 de septiembre de 1998) que, bajo la dirección de Gerhard Schröder, permitieron a los socialdemócratas regresar al Gobierno en coalición con Los Verdes de Joschka Fischer, se hizo con su primer mandato de diputado en el Bundestag. Su ascenso en el SPD de Hamburgo llegó a la cima en 2000 al asumir el liderazgo partidario estatal en reemplazo de Jörg Kuhbier. Sin embargo, el puesto más importante en la ciudad-estado, el de primer alcalde, lo ostentaba otra persona, Ortwin Runde.

El 30 de mayo de 2001 Scholz abandonó el Bundestag para ser ministro del Interior en el Gobierno Runde. El cargo le duró muy poco, pues el 31 de octubre del mismo año el SPD hamburgués, pese a volver a ganar las elecciones al Bürgerschaft de la ciudad-estado, fue desalojado del poder por una polémica coalición conservadora formada por la CDU de Ole von Beust, los liberales del FDP y el partido populista Offensive. Este contratiempo abrió un paréntesis en la dedicación a la política local de Hamburgo por Scholz, que a cambio entró en la Presidencia del SPD federal y menos de un año después, el 20 de octubre de 2002, recibió la Secretaría General en sustitución de Franz Müntefering. En añadidura, retornó al Bundestag, como diputado por Hamburgo-Altona de nuevo, de resultas de las elecciones federales del 22 de septiembre, que permitieron a Schröder reeditar su Gabinete roji-verde.

Su paso por la alta política nacional en Berlín no le resultó grato a Scholz. Recibió muchas críticas por su defensa intransigente de las políticas del Gobierno federal en el marco de la Agenda 2010 de Schröder, en particular las leyes Hartz de reforma laboral, y en 2003, en un incidente aparte, fue tildado de "traidor a la prensa libre" por el periódico ecologista Die tageszeitung, luego de conceder al medio una entrevista para a renglón seguido exigir cambios en su contenido antes de su publicación.

El golpe de gracia a la continuidad de Scholz en la plana mayor del SPD lo dieron las elecciones del 29 de febrero de 2004 al Bürgerschaft de Hamburgo, saldadas con una derrota histórica de los socialdemócratas, la primera en casi medio siglo, a manos de la CDU, que por lo tanto siguió gobernando la ciudad y esta vez con mayoría absoluta. Aprovechando el anuncio anterior por Schröder de que quería dejar de presidir el Partido para concentrarse en las tareas del Gobierno, Scholz, considerado uno de sus más fieles lugartenientes, comunicó su doble renuncia a la presidencia del SPD de Hamburgo y a la Secretaría General del SPD nacional. El 21 de marzo siguiente, en un Congreso extraordinario, el SPD eligió como nuevo presidente a Müntefering y a Klaus Uwe Benneter nuevo secretario general.

Tras las elecciones federales de septiembre de 2005, que produjeron un virtual empate entre el SPD y el binomio CDU/CSU liderado por Angela Merkel, Scholz fue uno de los diputados socialdemócratas que más tesón pusieron en la forja de un Gobierno de gran coalición, el primero que conocía Alemania desde 1969, un escenario sumamente desagradable para muchos militantes del SPD, en particular los del ala izquierda. El primer Gobierno Merkel, con los socialdemócratas Müntefering de vicecanciller y Frank-Walter Steinmeier de ministro de Exteriores (en tanto que la Presidencia del Partido quedó en manos de Matthias Platzeck), echó a andar el 22 de noviembre de 2005, pero en él no recibió ningún puesto Scholz, que permaneció en el Bundestag, en el equipo conductor de su grupo parlamentario.

No fue hasta el 21 de noviembre de 2007 que Scholz se estrenó en las tareas del Gobierno Federal al suplir a Müntefering, quien se marchaba del Ejecutivo para cuidar a su esposa, enferma de cáncer, en la posición de ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Su gestión en este departamento se vio percutida a partir de 2008 por la Gran Recesión y sus secuelas, que en Alemania tuvieron un impacto menos dañino que en otros países de la UE gracias a las reformas estructurales acometidas por los gobiernos de Schröder y a la robustez de las finanzas federales.

El ministerio de Scholz tocó a su fin como resultado de las elecciones federales del 27 de septiembre de 2009. El SPD, llevando a Steinmeier de candidato a la Cancillería y con Müntefering, por segunda vez, en la Presidencia orgánica, sufrió un auténtico descalabro, cayendo a su nivel más bajo desde tiempos de la República de Weimar y dejando a Merkel vía libre para gobernar con los liberales de Guido Westerwelle.

La expiración de sus compromisos gubernamentales en Berlín el 27 de octubre de 2009 permitió a Scholz retomar el mando del SPD en Hamburgo, con el reto de descabalgar al alcalde von Beust en los comicios locales que tocaban dos años después. Sin embargo, mantuvo un lugar destacado en la política federal como vicepresidente del grupo parlamentario en el Bundestag, supeditado al liderazgo de Steinmeier, y, desde el 13 de noviembre, como uno de los cuatro vicepresidentes del SPD, a la par que Klaus Wowereit, Hannelore Kraft y Manuela Schwesig. Los cuatro fueron elegidos por el Congreso del Partido en Dresde, que supuso las elecciones también de Sigmar Gabriel, ministro saliente del Medio Ambiente, para presidir la formación y de Andrea Nahles para la Secretaría General.

El liderazgo de Scholz en Hamburgo fue el revulsivo que el SPD estaba esperando para reconquistar la plaza perdida en 2001 tras 44 años consecutivos de gobierno estatal. En las votaciones al Bürgerschaft del 20 de febrero de 2011 los socialdemócratas se recuperaron hasta el 48% de los votos y los 62 escaños, el nivel sobresaliente disfrutado en los mejores años del alcalde Henning Voscherau (1988-1997), de manera que el 7 de marzo siguiente Scholz, una vez despedido del Bundestag, fue investido por el Bürgerschaft primer alcalde (Erster Bürgermeister) de la Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo. En esta legislatura Scholz gobernó Hamburgo sin socios, pero en las elecciones estatales del 15 de febrero de 2015 el SPD perdió cuatro escaños y por ende la mayoría absoluta. Justo dos meses después, Scholz ganó la investidura que le permitió servir un segundo ejercicio coaligado con Los Verdes de Katharina Fegebank.

Scholz, burgomaestre de la segunda megápolis más grande de Alemania, desde diciembre de 2013 de manera simultánea al segundo Gobierno Merkel de gran coalición (con Gabriel de vicecanciller y ministro de Economía, y Steinmeier de nuevo en Exteriores, y a cuyo nacimiento, como el de 2005, contribuyó en gran medida), se distinguió como un cuidadoso gestor de las capacidades fiscales de la ciudad-estado. Destinó importantes partidas del presupuesto municipal a las ayudas a las familias con hijos y a la adquisición de vivienda, pero vigilando en todo momento que no se generasen déficit y deuda. El alcalde mantenía unas buenas relaciones con el ministro federal de Finanzas de la CDU, Wolfgang Schäuble, al poderoso vigilante de la disciplina fiscal en Alemania y más allá. La sintonía en materia económica alumbró la redacción conjunta en 2014 de un documento de trabajo que proponía destinar los ingresos del llamado recargo de solidaridad ( Solidaritätszuschlag) en los impuestos sobre la renta y de sociedades a financiar el pago de los intereses de los bonos de deuda emitidos por los estados federados.

No faltaron, empero, las decepciones y las críticas. En 2015 Scholz se volcó en la candidatura de Hamburgo para acoger los Juegos Olímpicos de 2024, magna cita deportiva que también pretendían París, Roma, Budapest y Los Ángeles, y para que la ciudad alemana diseñó un presupuesto de 7.400 millones de euros. El envite tenía el respaldo de la mayoría de los partidos presentes en el Bürgerschaft (todos, salvo Die Linke). En cambio, muchos conciudadanos pensaban que Hamburgo no estaba en situación de tirar la casa por la ventana y que los beneficios de una empresa organizativa de esta magnitud no iban a compensar los esfuerzos y los gastos. Así que el 29 de noviembre de 2015, a través de un referéndum local, el 51,6% de los hamburgueses se pronunció en contra de la apuesta olímpica, que Scholz no tuvo más remedio que cancelar.

El referéndum sobre la candidatura para ser la sede las Olimpíadas de Verano no estuvo concebido como un plebiscito sobre la actuación del alcalde. Pero las demandas de dimisión sí le llovieron a Scholz a raíz de la XII Cumbre del G20, celebrada en Hamburgo el 7 y el 8 de julio de 2017. La cita de estadistas quedó ensombrecida por los violentos disturbios provocados por grupos anticapitalistas, que rompieron lunas, atacaron edificios y coches, y levantaron hogueras con mobiliario urbano, antes de ser sofocados por la Policía germana. Al alcalde se le echó en cara que hubiera infravalorado los riesgos para la seguridad en las calles de Hamburgo, devenidas estampas de un campo de batalla. La cercanía de la elecciones federales del otoño, que desviaron la atención del público, ayudó a mitigar el tremendo chaparrón de críticas sufrido por Scholz. El alcalde se deshizo en disculpas por los estragos infligidos a las propiedades públicas y privadas en el centro de la ciudad, y aseguró que si los violentos hubieran causado una víctima mortal, él habría dimitido de manera automática.

Socio de Merkel en el tercer Gobierno de gran coalición
El SPD se presentó a las elecciones federales del 24 de septiembre de 2017 bajo el liderazgo reforzado del ex presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz, a la vez jefe del Partido y candidato a canciller (una concentración de funciones que no se veía desde tiempos de Schröder, en 2002), y enarbolando los estandartes de la "justicia social" y el "refuerzo de Europa". Sin embargo, el programa electoral del SPD, reacio a los contenidos radicales de izquierda, no se diferenciaba en gran medida del de la CDU/CSU, su socio mayor de la gran coalición. Una experiencia de gobierno, por cierto, que estaba causándoles mucho desgaste a los socialdemócratas, por lo que aspiraban a ponerle término.

Saltaba a la vista que en numerosos temas clave (déficit cero, impuesto sobre la renta, pensiones, inmigración, Islam, Europa, relaciones internacionales) los programas del SPD y la CSU/CSU, con más consensos tácitos de los que a sus líderes les gustaría reconocer, convergían en mayor o menor grado. Las únicas divergencias claras se referían al subsidio del paro, el impuesto sobre los capitales, los gastos de defensa y la legislación sobre el asilo, que los socialdemócratas querían, respectivamente, incrementar, reforzar, congelar y mantener "intacta".

Los sondeos vaticinaban un varapalo sin precedentes para el SPD y aún se quedaron cortos. Con el 20,5% de los sufragios y 153 escaños, los de Schulz, Gabriel y Scholz se desplomaron a la cota más pobre desde, nada menos, 1932 (el año de las elecciones que llevaron a Hitler y el Partido Nazi al poder), y su único consuelo fue que a la CDU/CSU le fue incluso peor, pues retrocedió casi nueve puntos de voto, claro que a descontar del sobresaliente 41,5% sacado en 2013. Los de Merkel pasaron así de los 311 a los 246 diputados, una escuálida mayoría simple. La campanada la dio el partido de la extrema derecha antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD), encaramada de golpe y porrazo al tercer puesto en el Bundestag con 94 escaños.

Los líderes del SPD se tiraron los trastos a la cabeza nada más conocer el desastre electoral. Scholz, encarnación de ala más moderada, "pragmática", del SPD, fustigó sin medias tintas la estrategia electoral desarrollada por Schulz y apeló a realizar reformas profundas en el Partido. El vicepresidente, realista, no ocultaba su simpatía por una reedición de la gran coalición, pues la aritmética parlamentaria daba poco margen para fórmulas alternativas mínimamente viables. Sin embargo, Schulz reiteró que el único "papel nuevo" que los socialdemócratas podían jugar en la legislatura entrante estaba en la oposición. En cuanto a Merkel, el 18 de octubre empezó a negociar una complicada coalición jamaica con el FDP de Christian Lindner y Los Verdes de Katrin Göring-Eckardt; de materializarse, esta alianza de Gobierno, inédita a nivel federal, descansaría en una mayoría de 393 diputados, 38 por encima de la mayoría absoluta. La suma de CDU/CSU y SPD, en cambio, daba 399 escaños, 105 menos que hasta ahora pero de todas maneras una mayoría muy robusta.

Las discusiones de democristianos, socialcristianos, liberales y verdes, de manera nada sorprendente, terminaron naufragando en el plazo de un mes dadas las diferencias irreconciliables en varios capítulos sensibles, como la inmigración y la energía. Entonces, el presidente de la República, Steinmeier, instó a Schulz y al resto de líderes reticentes del SPD a que cambiaran de actitud y, por el bien de Alemania, para ahorrarle unas nuevas elecciones, consideraran negociar la repetición de la gran coalición con la CDU/CSU, que ya había dejado claro que bajo ningún concepto gobernaría en minoría. Desde la cúpula del SPD, Scholz presionó asimismo en esa dirección.

El 24 de noviembre Schulz, en un giro discursivo de 180 grados, comunicó que el SPD estaba dispuesto a arreglar el embrollo poselectoral con los democristianos, pero condicionó el arranque de unas discusiones oficiales al visto bueno del Parteitag o Asamblea del Partido. El 6 de diciembre el debate interno concluyó en una primera fase con la aprobación de las conversaciones preliminares con Merkel por la mayoría de los 600 asambleístas, aunque los Jusos siguieron oponiéndose con vehemencia. El 12 de enero de 2018 Schulz y Merkel anunciaron un principio de acuerdo que era la base para unas negociaciones formales en torno a un documento programático y el reparto de puestos en el próximo Ejecutivo. El 21 de enero otra conferencia extraordinaria de los socialdemócratas, no sin serias discrepancias y dudas, respaldó el acuerdo básico firmado y autorizó el comienzo de las negociaciones propiamente dichas en el plazo de cinco días. Scholz fue uno de los principales interlocutores en la mesa abierta con Merkel y con el líder de la CSU, el ministro-presidente de Baviera Horst Seehofer.

El 7 de febrero, por fin, la CDU, la CSU y el SPD anunciaron un acuerdo global de coalición. El plan de Gobierno, un documento de 177 páginas titulado Un nuevo comienzo para Europa, una nueva dinámica para Alemania y mayor cohesión para nuestro país, se trazaba la meta del pleno empleo, estipulaba la no subida de los impuestos salvo a las grandes empresas y las multinacionales, y se comprometía a aumentar el gasto público en la educación, la vivienda social y las ayudas a las familias con hijos, pero sin arriesgar la regla de los presupuestos federales equilibrados, mejor con superávit. Socialdemócratas, democristianos y socialcristianos acordaron asimismo poner un tope anual a la llegada de refugiados solicitantes de asilo (de entre 180.000 y 220.000 al año) e incorporando el derecho a la reagrupación familiar, aumentar el gasto en defensa (sin explicitar la proporción del 2% del PIB reclamada por la OTAN), contribuir más al presupuesto de la UE, trabajar en favor de la integración de la Eurozona y ejecutar nuevos programas para la protección del clima y la transición energética.

En cuanto a las respectivas cuotas de poder en el próximo Gobierno, el SPD se aseguró seis de los 15 ministerios. Entre ellos, además de la Vicecancillería Federal, dos de postín: Exteriores, que sería para Schulz, y Finanzas, para el que se perfilaba Scholz. Merkel recibió reproches desde su propia formación por ceder a los socialdemócratas estas dos carteras de peso, en particular la segunda, que se encontraba en manos de la CDU desde 2009: Schäuble, ahora presidente del Bundestag, la había llevado hasta el 24 de octubre y en estos momentos Peter Altmaier, el titular de Economía, fungía de ministro de Finanzas en funciones.

El acuerdo suscrito por Schulz, Merkel y Seehofer otorgaba al SPD una parte del Gobierno Federal desproporcionada en relación a su menguado peso parlamentario, pero este logro táctico no disipó, antes al contrario, el resentimiento concitado en las filas socialdemócratas por Schulz, quien asegurado hasta la saciedad que no se repetiría la gran coalición y que él en particular no gobernaría con Merkel. El plan de Schulz era desprenderse de la Presidencia del Partido, con la expectativa de que la misma recayera en breve en Andrea Nahles, ministra de Trabajo y Asuntos Sociales en el tercer Gabinete Merkel y ahora jefa de bancada en el Bundestag, mientras él se erigía en el hombre fuerte del SPD en el Merkel IV como vicecanciller y ministro de Exteriores.

Varias personalidades del partido indicaron que sería preferible que Gabriel siguiera llevando ambas oficinas. El propio Gabriel se revolvió contra el plan de Schulz, acusándole de faltar a su palabra, dando a entender que este le había prometido que él seguiría al frente de la diplomacia germana. En marzo de 2017 Gabriel había cedido su puesto como presidente del Partido a Schulz y había renunciado también a contender contra Merkel en las elecciones de septiembre. Todo, a cambio de ser ministro de Exteriores en lugar de Steinmeier, presidente electo de la República. Ante este panorama, Schulz, el 9 de febrero de 2018, renunció a ser el próximo ministro de Exteriores y a ocupar cualquier otro puesto en el Gobierno en ciernes. Cuatro días después, tal como había adelantado, Schulz abandonó el liderazgo del SPD. Entonces, Scholz tomó la Presidencia orgánica en funciones, hasta que un Congreso, previsto para abril, eligiera al nuevo líder, presumiblemente Nahles.

El último examen previo a la constitución del cuarto Gobierno Merkel, tercero de gran coalición, la aprobación por las bases del SPD, unos 460.000 militantes, fue superado el 4 de marzo con un 66% de votos afirmativos efectuados por correo. El 13 de marzo Merkel, Seehofer y Scholz estamparon sus rúbricas al acuerdo de coalición y al día siguiente la canciller fue investida para un cuarto mandato por el Bundestag. En la misma jornada prestaron juramento los miembros del Gobierno. Finalmente, Scholz se quedó como el vicecanciller federal y ministro de Finanzas, mientras que la cartera de Exteriores fue para su colega Heiko Maas. En Hamburgo, la oficina del primer alcalde fue ocupada en funciones por la teniente de alcalde, Katharina Fegebank, a la espera de su asunción por el socialdemócrata Peter Tschentscher.

Olaf Scholz está casado desde 1998 con Britta Ernst, también política del SPD, con una carrera de cargos representativos en los estados de Hamburgo, Schleswig-Holstein y Brandeburgo, de cuyo Gobierno regional es ministra de Educación, Juventud y Deportes desde 2017. El matrimonio no ha tenido hijos. En 2017 Scholz publicó el ensayo Hoffnungsland: Eine neue deutsche Wirklichkeit, donde aboga por una "política pragmática que sopese cuidadosamente las oportunidades y los riesgos" de entraña la inmigración a gran escala, y por que Alemania siga siendo una "sociedad abierta, liberal y secular" para quienes vienen de fuera. El político ha sido miembro de los consejos directivos, juntas supervisoras y task forces de varios organismos públicos, corporaciones privadas, sindicatos y entes académicos, entre los que se citan el canal de televisión ZDF, el think tank Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP) y la Policy Network de Londres.

(Cobertura informativa hasta 15/3/2018)