Nikos Christodoulidis

Las elecciones presidenciales chipriotas de febrero de 2023 han presentado la peculiaridad de enfrentar en el balotaje a dos candidatos, Nikos Christodoulidis y Andreas Mavroyiannis, que técnicamente son independientes al no estar afiliados a ningún partido y ofrecer un bagaje de profesionales de la diplomacia. Sin embargo, ambos concurrieron con el respaldo de distintas fuerzas parlamentarias. El perfil político está más acentuado en el caso del ganador, Christodoulidis, quien se puso en cabeza en la primera vuelta del 5 de febrero con el 32% de los votos y selló su victoria siete días después rozando el 52%.

El 28 de de febrero de 2023 Nikos Christodoulidis, anterior ministro de Exteriores, tomará posesión como el octavo presidente de la República de Chipe y asumirá un complicado expediente de alcance internacional: reanudar las negociaciones formales con las autoridades del Chipre Turco, tras varios intentos baldíos en lo transcurrido del siglo, de cara a una hipotética reunificación de la isla, partida a todos los efectos desde 1974. La llamada Línea Verde, la zona de separación desmilitarizada y administrada por la ONU, atraviesa Nicosia. En esta sensible cuestión, Christodoulidis se muestra escéptico con la fórmula de la federación bizonal y bicomunal tal como fue concebida en las últimas rondas de diálogo, rotas en 2017. Por otro lado, hasta la invasión de Ucrania, el responsable diplomático estaba considerado una de las autoridades chipriotas más favorables a la cooperación con Rusia en todos los planos, incluido el militar.


(Texto actualizado hasta 16 febrero 2023)

El registro de Christodoulidis resulta en cierta medida paradójico. Así, presentó su postulación apoyado por tres partidos de la oposición, DIKO (centro), DIPA (liberal) y EDEK (socialdemócrata), pese a tratarse del ministro de Exteriores del actual Gobierno hasta su renuncia al puesto en enero de 2022, mientras que la oficialista Unión Democrática (DISY, centro-derecha), el partido del presidente saliente Nikos Anastasiadis y el suyo propio hasta que fue expulsado del mismo el 5 de enero del presente año, contendió con su líder de candidato, Averof Neofytou, quien quedó tercero con el 26,1% de los votos.

La DISY constituye el primer bloque de la Cámara de Representantes, seguido en escaños por el AKEL (comunista), el cual se decantó por Mavroyiannis, y desde 2016 ha gobernado en solitario y en franca minoría. Ahora bien, este déficit parlamentario, agudizado en los comicios de 2021, tiene una importancia relativa porque Chipre es una república plenamente presidencialista y el jefe del Estado, que lo es a la vez del Gobierno, opera con independencia del Legislativo y nombra el Gabinete a su entera discreción. De todas maneras, Neofytou ya ha adelantado que su formación no participará en el próximo Ejecutivo de Christodoulidis, cuya candidatura ha dividido el voto conservador. Esta negativa, de sostenerse, imposibilitaría el objetivo expresado por Christodoulidis, bastante utópico, de forjar un Gobierno de concentración nacional, con ministros de todas las fuerzas parlamentarias.

"Tengo el conocimiento, las relaciones internacionales y la experiencia para liderar nuestro país", expone en su web electoral el ahora presidente electo de Chipre, padre de familia con cuatro hijas y de 49 años de edad, por lo que se trata del primer jefe de Estado grecochipriota nacido después de la independencia nacional, a partir de la colonia británica, en 1960. El relevo generacional es considerable, pues los dos presidentes que le han precedido, Anastasiadis (2013-2023) y el ya fallecido Dimitris Christofias (2008-2013, del AKEL), son 27 años más viejos.

Christodoulidis es un diplomático de carrera con un esmerado currículum académico (estudios de Ciencia Política, Economía e Historias Griega y Bizantina) forjado en las universidades de la Ciudad de Nueva York, Nueva York, Malta y Atenas, centro este último del que se trajo el doctorado. En 1999, todavía veinteañero, entró en la plantilla del Ministerio de Exteriores —fue allí donde conoció a su esposa, Philippa Karsera, colega del servicio diplomático— y en la década larga siguiente desempeñó entre otros los cargos de director de la Oficina Ministerial en Nicosia, jefe de misión adjunto en la Embajada en Atenas, cónsul general en el Reino Unido y representante de prensa de la presidencia de turno chipriota del Consejo de la UE. Este cometido en Bruselas tuvo lugar en el segundo semestre de 2012, ocho años después de producirse el ingreso de Chipre en la UE.

Para entonces, Christodoulidis, en virtud también de una serie de publicaciones académicas y actividades docentes en la Universidad de Chipre, ya estaba considerado un experto en el llamado Problema de Chipre, su génesis histórica, su evolución y los diversos planes y propuestas para solucionarlo.

El viejo conflicto no es más que la división cultural y política del país, institucionalizada a partir de los violentos sucesos de 1974. Entonces tuvo lugar el fallido golpe de Estado de los ultranacionalistas grecochipriotas favorables a la anexión por Grecia (Enosis), seguido de la invasión y ocupación militar por Turquía del tercio septentrional de la isla, más tarde proclamado independiente por los turcochipriotas en 1983 con el nombre de República Turca del Norte de Chipre (RTNC), solo reconocida por Ankara. Hoy en día, la opción extremista de la Enosis, que sería automático casus belli para Turquía y que en Grecia goza de muy escaso predicamento, es sostenida en Chipre por el partido de extrema derecha Frente Nacional Popular (ELAM); su líder, Christos Christou, quedó cuarto en las presidenciales con el 6% de los votos.

A pesar de que en la campaña electoral Anastasiadis, por disciplina partidista, hubo de pedir el voto para Averof Neofytou, sucesor en 2013 en el mando de la DISY, su afinidad es manifiesta por Christodoulidis, con quien ha cumplido una década de sólidos lazos políticos y enfoques compartidos. Así, no sorprendió que de cara a la segunda vuelta, el mandatario saliente se apresurara a respaldar a su ex ministro de Exteriores frente a Andreas Mavroyiannis. A diferencia del eliminado Neofytou, quien se mantuvo neutral.

Tras llegar a la Presidencia en 2013, Anastasiadis nombró a Christodoulidis director de su Oficina Diplomática, función a la que se sumó la de portavoz del Gobierno en 2014. Esto último tuvo lugar poco después de retirarse el DIKO del Gabinete de coalición, lo que dejó a este en minoría al año de constituirse. En las elecciones presidenciales de enero y febrero de 2018 Anastasiadis fue reelegido y el primero de marzo siguiente Christodoulidis tomó de Ioannis Kasoulidis la cartera de Asuntos Exteriores en el nuevo Gobierno monocolor de la DISY, un Gabinete de franca minoría.

En sus cuatro años como ministro de Exteriores de Chipre, Christodoulidis destacó por la profundización de la cooperación con Israel en el terreno energético, creándose una entente triangular con Grecia. Las negociaciones desembocaron en la firma en Atenas en enero de 2020 por el presidente Anastasiadis, el primer ministro Kyriakos Mitsotakis y el primer ministro Binyamin Netanyahu del acta de construcción del Gasoducto del Mediterráneo Oriental (EastMed), una tubería submarina para abastecer a Europa con el gas de los yacimientos offshore israelíes, que alcanzaría el continente a través de Chipre, Malta y la interconexión Grecia-Italia.

Este consorcio internacional vino a tensionar aún más la disputa bilateral con Turquía —que no reconoce al Gobierno grecochipriota de Nicosia, para el resto del mundo la única autoridad soberana de la totalidad de la isla— sobre la delimitación de las respectivas Zonas Económicas Exclusivas en las aguas del Mediterráneo, cuya riqueza en hidrocarburos la multinacional ExxonMobil estaba explorando con la intromisión de buques turcos. Obviamente, el pésimo momento de las relaciones turco-grecochipriotas y, en paralelo, las relaciones greco-turcas solo podía afectar negativamente al enrocado Problema de Chipre.

En 2021 Christodoulidis y Anastasiadis tacharon de "violación" de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU la demanda por el presidente Erdogan de que se reconociera a la RTNC como una entidad estatal independiente como condición previa para desbloquear las negociaciones. En ausencia de las mismas, desde 2018 sí se produjeron al menos varios encuentros entre Anastasiadis y sus homólogos de la RTNC, Mustafa Akinci y Ersin Tatar, con los auspicios de la ONU.

Cuando Christodoulidis llegó al Ministerio de Exteriores en marzo de 2018, el diálogo sobre la reunificación llevaba meses empantanado. La última tanda de discusiones había naufragado en Suiza en 2017; entonces, la parte grecochipriota se quejó de que Turquía, celosa de mantener un ascendiente determinante sobre las decisiones de la RTNC, obstaculizaba cualquier acuerdo entre chipriotas con su exigencia de retención del derecho a mantener tropas (unos 30.000 soldados) allí, así como de intervenir unilateralmente en la isla si su seguridad es amenazada. Desde luego, Christodoulidis se adhería al principio de la reunificación de Chipre, consenso nacional básico compartido por todos los partidos grecochipriotas, aunque su planteamiento de partida era la firmeza frente a las "provocaciones" de Turquía.

Christodoulidis, poniendo énfasis en los mensajes de "unidad", "consenso" y "nueva era" en la política de Chipre, y proyectándose como un estadista moderado que rehúye la confrontación y los sectarismos, ha sido poco preciso en relación con esta y otras cuestiones de no menor calado, como la inflación (tasa del 6,8% en enero de 2023), la disciplina fiscal, la gestión de la inmigración y la lucha contra la corrupción. Él sostiene que quiere volver a la mesa de negociaciones con los turcochipriotas, pero no retomándolas en el punto donde quedaron interrumpidas en 2017, sino sobre la base de un nuevo marco.

El candidato derrotado Andreas Mavroyiannis, quien fuera el negociador jefe con los turcochipriotas en las conversaciones celebradas bajo la primera Administración de Anastasiadis, achaca a Christodoulidis una parte de responsabilidad por la situación de bloqueo y la ausencia de compromisos. No por casualidad, el principal apoyo parlamentario del nuevo presidente procede del DIKO, partido que cuando ocupó la Presidencia con Tassos Papadopoulos (padre del actual jefe de la agrupación, Nikolas Papadopoulos) en el período 2003-2008 propugnó y consiguió el no de los grecochipriotas en el referéndum de 2004 sobre el plan de reunificación diseñado por la ONU, que habría hecho de Chipre una débil federación bizonal y bicomunal.

Otro capítulo criticado de los cuatro años de Christodoulidis como ministro de Exteriores en su identificación con el polémico programa de pasaportes dorados, que otorgaba la ciudadanía chipriota, y por ende la europea, a los solicitantes extranjeros que adquirieran propiedades inmobiliarias por valor de dos millones de euros, o bien la residencia permanente a quienes invirtieran 300.000 euros al menos. En 2020 la UE obligó a Nicosia a cancelar este esquema al comprobarse que facilitaba el lavado de activos y blanqueaba las actividades de presuntos delincuentes económicos, notablemente una serie de oligarcas rusos. Una investigación parlamentaria concluyó que la mitad de esos pasaportes se habían otorgado ilegalmente.

Christodoulidis ha pasado de puntillas sobre las importantísimas implicaciones para Chipre de las sanciones de la UE a Rusia, apoyadas vocalmente por él, Mavroyiannis y Neofytou. La invasión de Ucrania forzó a Chipre, país no miembro de la OTAN, a dejar en suspenso su memorándum de cooperación militar con Moscú, que permitía a la Armada rusa realizar atraques de buques en determinados puertos de la isla mediterránea. Las sanciones financieras de los 27 han dado también la puntilla al modelo económico consistente en brindar a las fortunas privadas rusas un paraíso bancario en territorio de la UE.

En plena campaña electoral, algunos medios pusieron de relieve el acuerdo bilateral de cooperación en "operaciones humanitarias en caso de situaciones de manejo de crisis" firmado en Moscú por Christodoulidis y su homólogo Serguéi Lavrov en octubre de 2021, cuatro meses antes de la agresión a Ucrania, a la par que el Marco Estratégico de Cooperación ruso-chipriota para el bienio 2022-2024. Aunque ahora Chipre figura en la lista de "naciones hostiles" publicada por el Kremlin, el citado acuerdo, que permanece sin ratificar y es a todos los efecto letra muerta, facultaba a las Fuerzas Armadas rusas para hacer uso de instalaciones navales y aéreas, y desembarcar tropas en las mismas, con el pretexto de operaciones humanitarias.

(Cobertura informativa hasta 16/2/2023)