Nicole Fontaine

En 1962 se licenció en Derecho y en 1964 se diplomó por el Instituto de Estudios Políticos de París. En 1969, ya iniciada la práctica profesional como abogada en la capital francesa, obtuvo el doctorado en Derecho Publico. Entró como consejera jurídica en la Secretaría General de la Enseñanza Católica, oficina de la que fue titular entre 1972 y 1981 y delegada general hasta 1984. Fontaine, que ganó fama de mujer enérgica, coordinó las relaciones entre los poderes públicos y la educación privada en manos de las congregaciones religiosas, con cuyas autoridades estableció una estrecha relación de confianza. En su condición de miembro del Consejo Superior de Educación Nacional entre 1975 y 1981, Fontaine defendió los intereses de la Iglesia Católica frente a los proyectos educativos del Partido Socialista, a los que se opuso también desde la calle y las manifestaciones.

En 1980 entró en el Consejo Económico y Social y en 1984 obtuvo escaño en el Parlamento Europeo en las listas de la Unión por la Democracia Francesa (UDF). La UDF nació en febrero de 1978 como una confederación de partidos para apoyar al presidente Valéry Giscard d'Estaing, y uno de los cuales era el Centro de Demócratas Sociales (CDS), en cuya fundación en mayo de 1976 Fontaine tomó parte y del que luego fue vicepresidenta. Este partido recogía a su vez la herencia del desaparecido Movimiento de Republicanos Populares (MRP), una de las fuerzas mayoritaria en la IV República, con el que en su juventud Fontaine simpatizó por su perfil democristiano y su europeísmo radical.

Como eurodiputada del Grupo del Partido Popular Europeo (PPE), Fontaine se mostró activa en las cuestiones genéricamente encuadradas en la Europa de los Ciudadanos, como la libre circulación de personas, los proyectos de formación de estudiantes y la convalidación de títulos académicos. Renovado su escaño en 1989, resultó elegida vicepresidenta del Parlamento y pasó a formar parte de la Delegación mixta Parlamento Europeo-Parlamentos Nacionales. A comienzos de 1994, meses antes de ser reelegida para un tercer mandato, el PPE la designó miembro del Comité de Conciliación, instituido por el Tratado de la Unión Europea (TUE) de 1992 como parte del procedimiento de codecisión del Parlamento, cuya misión era dirimir las diferencias con el Consejo de la Unión a la hora de adoptar una posición común y de alcanzar un texto de consenso. Luego de apoyar a Jacques Chirac en las presidenciales francesas de 1995 su nombre sonaba para ministra, pero el nuevo primer ministro Alain Juppé no la incluyó en su Gobierno.

En julio de 1994 Fontaine se convirtió en vicepresidenta primera del Parlamento y el 20 de julio de 1999, recién renovado su escaño como número dos de la lista encabezada por el presidente de la UDF, François Bayrou, y previo acuerdo del PPE (que puso así fin a su alianza en vigor desde 1989 con el Grupo Socialista para alternarse en la Presidencia de la Cámara) y el Grupo del Partido Europeo, Liberal, Democrático y Reformista (ELDR), fue elegida presidenta de la cámara con 306 votos, frente a los 200 obtenidos por el ex presidente portugués y diputado socialista Mário Soares y los 49 de la verde finlandesa Heidi Hautala. Fontaine sustituyó al demócrata cristiano español José María Gil-Robles, con el que ya compitió por el puesto en 1997. La promoción de Fontaine coincidió con el cambio de nombre del PPE, que añadió la denominación Democrátas Europeos (PPE-DE) al incluir a un grupo de partidos conservadores (a la cabeza de los cuales estaba el Partido Conservdor británico) de matiz euroescéptico.

La anterior mujer en desempeñar esta función, en 1979-1982, fue Simone Veil, quien en 1984 era precisamente la cabeza de lista para las europeas de la UDF, en cuyos consejos directivos, por cierto, su sucesora continúa estando presente. Fontaine, que prometió ejercer un control estrecho sobre la Comisión (el censurado Ejecutivo de Jacques Santer había salido con críticas sin precedentes al descontrol financiero, e incluso encajó denuncias de corrupción), aunque con preferencia por las fórmulas de conciliación, recibió mandato hasta enero de 2002, fecha en que según el pacto PPE-ELDR tomaría posesión del puesto el liberal irlandés Pat Cox.

Cabeza de una institución que, pese a la ampliación del procedimiento de codecisión introducida por el TUE de 1997, carece de poder político real y tiene una capacidad normativa limitada -atribuciones que se concentran o monopolizan el Consejo y la Comisión-, Fontaine se destacó en estos dos años y medio por su activa promoción de la eurocámara como el único órgano investido de legitimación directa de los ciudadanos de los estados miembros y, haciendo más transparentes los intrincados procesos decisorios y animando los debates en torno a cuestiones básicas que afectan a los ciudadanos, capaz de enjugar ese déficit democrático que suele achacarse a la arquitectura y las estrategias de la Unión.

Durante el mandato de Fontaine el Parlamento tomó parte, a través de sus 16 representantes en una convención ad hoc, en la elaboración de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, embrión de una hipotética Constitución Europea, que fue aprobada por el Consejo Europeo de Biarritz, en octubre de 2000, y firmada y proclamada por el Consejo Europeo de Niza, en diciembre siguiente.

La presidenta, partidaria de construir una "Europa política que no se conforme con ser un club económico", quedó decepcionada por la decisión final de los mandatarios, con el presidente de su propio país, Chirac, a la cabeza, de no dotar a la Carta de fuerza jurídica vinculante, como es el caso de la Convención Europea de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales vigente para los países del Consejo de Europa desde 1953 (cuya observancia realiza el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, sito en Estrasburgo), mediante su incorporación en el TUE, y de relegarla de momento a un ámbito de mera declaración, aunque Fontaine dejó claro que el documento iba a servir "de referencia" para todos los actos del Parlamento relacionados directa o indirectamente con los ciudadanos de la Unión.

Fontaine condenó las demostraciones de racismo de signo neonazi en los países de la UE y defendió sin ambages la imposición de sanciones políticas a Austria, en enero de 2000, por la entrada de la derecha xenófoba y nacionalista de Jörg Haider en el nuevo Gobierno federal, pero seguramente su posicionamiento más característico giró en torno al fenómeno terrorista. Así, en septiembre de 2000 el Parlamento rindió homenaje a las víctimas del terrorismo y aprobó una declaración escrita sobre la delicada situación política en el País Vasco que incluyó una condena a la organización extremista ETA y su entorno.

Con un lenguaje inusualmente contundente en un alto representante europeo, en aquella ocasión Fontaine afirmó que el terrorismo constituye "la negación misma de la democracia" y que su objetivo no es otro que el de "matar la libertad". De paso, la presidenta apoyó a los familiares de las víctimas "y a todos los demócratas españoles, en particular del País Vasco español, que, a pesar del clima de terror, continúan creyendo en el diálogo político, en los valores fundamentales de las sociedades civilizadas y en la victoria final de la democracia". Tal pronunciamiento resultó muy grato al Gobierno español de José María Aznar, cuyo conservador Partido Popular (PP) es socio de la UDF francesa en el PPE y que viene sosteniendo una línea dura frente al terrorismo de ETA, descartando cualquier conversación en tanto la banda no termine definitivamente sus atentados y exacciones.

Por otro lado, la iniciativa antiterrorista presentada por un grupo de diputados españoles, socialistas y populares, y admitida por Fontaine, suscitó malestar en los diputados nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, a quienes, invocando el espíritu de la Cámara, habría gustado un mención de la necesidad de impulsar vías de diálogo para terminar con la violencia con origen en el País Vasco, la cual, en su análisis, se inscribe en un conflicto político más amplio de tipo nacional. En reconocimiento a su labor institucional contra el terrorismo, días después de cesar como presidenta del Parlamento Aznar distinguió a Fontaine con la medalla del PP.

Conforme a lo establecido, el 15 de enero de 2002 Fontaine cesó en sus funciones con la investidura de Pat Cox y retornó a su escaño de diputada de base del PPE-DE. Mujer de personalidad destacada, alejada del perfil de oficial europeo anodino, Fontaine ha dejado una positiva impresión, tanto entre sus colegas parlamentarios como en los demás altos funcionarios de la UE y en los gobiernos de los estados miembros, por haber sabido relanzar la imagen del Parlamento Europeo ante los ciudadanos de la Unión, quienes, cosa inusual, tendieron a personalizar la institución en su presidente de turno, y divulgarlo en el terreno internacional.

En el ámbito más interno de las relaciones de trabajo, Fontaine ha recibido elogios desde diversos grupos ideológicos, incluidos los comunistas y los verdes, por su capacidad para exponer con rigor sus opiniones nunca ambiguas sobre la construcción europea y dirigir los debates parlamentarios con imparcialidad y sin dogmatismos, aunque no han faltado críticas a algunas salidas verbales, tan contrastadas con su presencia física, tildadas de excesivamente enérgicas, incluso de autoritarias. En opinión de algunos observadores, esta respetabilidad a sus capacidades convierten a Fontaine en ministra potencial de un futuro gobierno de su país.

(Cobertura informativa hasta 1/5/2002)