Nicolás Maduro Moros
Presidente de la República (2013-); en disputa (2019-2023, 2024-)
(Nota: esta biografía fue publicada el 3/4/2013. Véase al final del documento una síntesis de actualización hasta el 25/9/2024).
La muerte de Hugo Chávez el 5 de marzo de 2013 convirtió en presidente "encargado", o en funciones, de Venezuela a Nicolás Maduro, su heredero designado de 50 años. Antiguo chófer de autobús y dirigente sindical del Metro de Caracas sin estudios superiores pero adoctrinado en el marxismo ortodoxo y el castrismo, Maduro fue un precoz militante de la extrema izquierda que luego se unió con entusiasmo al movimiento bolivariano, llegando a convertirse en uno de los principales jerarcas de la V República y, sobre todo, en un colaborador fidelísimo y de la máxima confianza de Chávez. Desplegando un estilo entre doctrinario y afable, desde 2005 fue sucesivamente presidente de la Asamblea Nacional, ministro de Relaciones Exteriores y, a partir de octubre de 2012, vicepresidente ejecutivo de la República.
La figura de Maduro cobró relieve en los 19 meses transcurridos entre la detección del cáncer a Chávez, al que visitó reiteradamente en el hospital en La Habana, y su ungimiento como sucesor ("ustedes elijan a Maduro"), por si se planteaba una "falta absoluta", en diciembre de 2012, en vísperas del regreso a Cuba de su mentor para librar una batalla postrera contra la enfermedad.
En las semanas que siguieron, Maduro, autocalificado "hijo" de Chávez, al que juró lealtad "hasta más allá de esta vida", fue el portavoz de los sombríos partes médicos y por último el responsable de comunicar, compungido, a la nación el fallecimiento del comandante que le había confiado la conducción de la Revolución Bolivariana. El 8 de marzo, tras encabezar los grandiosos funerales de Estado, Maduro prestó juramento como presidente encargado con el aval del Tribunal Supremo de Justicia, que zanjó a favor del oficialismo la controversia interpretativa de la Constitución sobre la validez de su asunción institucional y su candidatura presidencial.
Los observadores retratan al nuevo hombre fuerte de Venezuela como el principal exponente del ala civil del chavismo, donde adquieren un peso creciente los sectores militares, amén de un hombre muy unido a Cuba. A tenor de su hacer diplomático como canciller, cabría adjudicarle posiciones menos radicales y más dialogantes en el seno del partido hegemónico, el Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Sin embargo, sus discursos más recientes, incidiendo en el culto hagiográfico a su llorado predecesor y prodigando las expresiones desabridas y pintorescas, apuntan más bien a una continuidad estricta.
Al carecer del carisma de Chávez, para los adictos una personalidad histórica irreemplazable, Maduro alimenta las cábalas sobre si su estilo de gobernar será menos generador de confrontación, en un país que sigue polarizado en lo político, sacudido por la violencia delictiva y malparado económicamente por la inflación y el desabastecimiento, o si alentará una estructura de poder descentralizada, no caudillista, que reduzca los rasgos personalistas y favorezca un liderazgo colectivo. El venezolano es un régimen que, no obstante su legitimidad en las urnas, presenta características marcadamente populistas y autoritarias.
Todas estas especulaciones dan algo por supuesto: que en las elecciones del 14 de abril Maduro batirá a su potente adversario de la oposición unida, Henrique Capriles, ya derrotado por Chávez en 2012 con once puntos de ventaja. La diferencia que Maduro le saque ahora a Capriles —el oficialismo exhorta a superar los 10 millones de votos, cuando Chávez acopió 8,2— dará la medida de su capacidad para llenar el inmenso hueco dejado por Chávez y para preservar su abundante legado en las esferas social e internacional. Por de pronto, el PSUV y sus aliados de la izquierda, reunidos en el Gran Polo Patriótico, cierran filas tras Maduro, prestos a demostrar que el chavismo sin Chávez no sólo es factible sino irreversible.
(Texto actualizado hasta 3/4/2013).
Un conductor de autobús con alforjas revolucionarias
De acuerdo con su biografía oficial, Nicolás Maduro creció en El Valle, parroquia oriental de su Caracas natal, y recibió la educación secundaria en el liceo José Ávalos. Muchacho de carácter alegre, tocó en una banda de rock amateur y desde muy temprano militó en la Liga Socialista, una agrupación de ideario marxista-leninista-maoísta que operaba como la fachada legal de la Organización de Revolucionarios; esta, a su vez, tenía su origen en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), uno de los grupos subversivos que practicaron la lucha armada contra el Estado venezolano en los años sesenta, durante la primera década del sistema político democrático nacido del Pacto de Punto Fijo de 1958.
Un perfil del estadista publicado por el diario mexicano La Jornada y que ha sido reproducido —dándole por tanto un carácter semioficial— por la cadena pública Venezolana de Televisión (VTV), aporta información sobre el contexto familiar de Maduro y sus raíces políticas. Así, su padre, Nicolás Maduro sénior, militaba en una facción disidente del ala izquierda de Acción Democrática (AD), el partido socialdemócrata fundado por Rómulo Betancourt y que en su dos primeros turnos de gobierno tras la caída de la dictadura perezjimenista, en 1959-1969, combatió enérgicamente a las desviaciones extremistas adecas que, como el MIR, habían roto con Betancourt al hilo de su enfrentamiento ideológico con Fidel Castro.
De la mano de sus padres, que le llevaron a asambleas y mítines, el niño Maduro asistió a la génesis del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), formación socialista escindida de AD en 1967 con el impulso de Luis Beltrán Prieto Figueroa y Jesús Ángel Paz Galárraga. Sin embargo, el muchacho encontraba moderados los planteamientos de sus progenitores, y las ideas procastristas, que voceaba en la escuela con las consiguientes sanciones académicas, y revolucionarias, ejercitadas en grupos juveniles de barriada, se impusieron con la mayor precocidad. Las fuentes discrepan sobre si Maduro llegó a obtener el título de bachiller en el liceo.
Las semblanzas oficiales y periodísticas suelen mencionar el espíritu autodidacta de Maduro, que a falta de instrucción universitaria se preocupó por su formación intelectual y política leyendo literatura marxista. Dichas fuentes no aportan información concreta sobre sus andanzas en la Liga Socialista, organización muy pequeña pero bien implantada en la Universidad Central de Venezuela (UCV), a su vez escenario habitual de algaradas estudiantiles y de acciones violentas clandestinas, de tipo guerrilla urbana, cometidas por grupúsculos de la extrema izquierda.
En esta época, los años ochenta del siglo XX, las formaciones legales más a la izquierda, el MEP, el MIR, el Partido Comunista (PCV), el Movimiento al Socialismo (MAS) y la propia Liga, se oponían radicalmente al turnismo hegemónico en el poder de AD y su rival socialcristiano, el COPEI, y sostuvieron las alternativas presidenciales de los candidatos José Vicente Rangel, Teodoro Petkoff y Edmundo Chirinos.
A principios de 1991 Maduro, tras superar unas pruebas de acceso, entró a trabajar en el Metro de Caracas como chófer de su servicio de autobuses metropolitanos, Metrobús. En esta compañía pública de transportes, el futuro dirigente político se involucró en las luchas gremiales y hacia 1993 organizó el Sindicato de los Trabajadores del Metro de Caracas (SITRAMECA), a cuyo frente se mantuvo en los años siguientes, siendo vocero del comité de empresa en las negociaciones con la patronal. De antes de su primer encuentro con Hugo Chávez Frías tras el fallido golpe de Estado perpetrado en 1992 por el entonces teniente coronel contra el presidente adeco Carlos Andrés Pérez, nada más se divulgó sobre las actividades de Maduro en todos los años que ocupó los más altos cargos de la República Bolivariana salvo el de presidente.
Sin embargo, en 2013, a raíz de la sucesión institucional por la muerte de Chávez el 5 de marzo, algunos medios digitales latinoamericanos de limitada difusión y, en ciertos casos, de orientaciones antichavista y anticastrista, difundieron unos datos novedosos que, de ser ciertos, ilustraban la profundidad de la implicación del joven Maduro de la década de los ochenta en las luchas de la extrema izquierda latinoamericana y sus estrechos vínculos con Cuba.
Así, el colombiano Diario de Huila, en su edición del 19 de marzo, revelaba que Maduro había vivido en La Habana entre 1986 y 1987, como alumno de la Escuela Superior Ñico López, dedicada a la formación de cuadros del Partido Comunista de Cuba (PCC) y a la instrucción también de futuros dirigentes políticos de agrupaciones ideológicamente afines toda América del Sur, América Central, el Caribe y África. Maduro, según parece recomendado por la Liga Socialista de Venezuela, causó una excelente impresión a sus compañeros de clase e hizo amistades internacionales por su agradable personalidad y su espíritu solidario.
Más tajantes son las declaraciones hechas al blog Universo Increíble, mantenido por el periodista y productor televisivo cubano Óscar Suárez, que las publicó en dos partes el 16 y el 18 de marzo, por un ex analista de inteligencia del Departamento América, antiguo aparato del Comité Central del PCC, que se hace conocer con el alias de Hernando.
Según el entrevistado, que dice haberle conocido cuando estuvo capacitándose en la Escuela del partido en La Habana a finales de los ochenta, Maduro fue captado por el Departamento América para desempeñarse como un "subversivo profesional" en Venezuela y se ganó la confianza de las más altas instancias del régimen cubano años antes de que Chávez se diera a conocer. Hernando llega a describir a Maduro como un "alumno aventajado de Raúl Castro", quien siempre habría "confiado más en él" que en el propio Chávez, por todo lo cual Maduro se ganó el "respeto" de la extrema izquierda venezolana y del movimiento bolivariano ya en sus etapas más tempranas.
Encuentro con Chávez e ingreso en el Gobierno bolivariano
Tras el fracaso de la sublevación de febrero de 1992, Maduro, desde la clandestinidad, se adhirió al Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), fundado por Chávez en los cuarteles. Ayudó a tender puentes entre los militares bolivarianos y la izquierda civil que simpatizaba con su programa de regeneración nacional, y se unió a quienes reclamaban la excarcelación de Chávez y los demás oficiales responsables de aquella rebelión así como la los implicados en la asonada del mes de noviembre, igualmente aplastada por el Gobierno de Pérez.
Maduro y Chávez se conocieron en persona el 16 de diciembre de 1993, cuando el primero pudo visitarle en su celda de la prisión de Yare como integrante de una comitiva de delegados sindicales autorizada para el régimen de visitas del recluso. El episodio del encuentro fue confirmado, e ilustrado con multitud de detalles, por el propio Maduro en una entrevista emitida por Venevisión el 13 de marzo de 2013.
En el intenso compromiso de Maduro con la causa bolivariana tuvo mucho que ver su compañera sentimental, Cilia Flores, una abogada de izquierda (nueve años mayor que él) que formaba parte del equipo de defensores jurídicos de Chávez y sus compañeros golpistas, los cuales finalmente recobraron la libertad sin cargos en 1994 gracias a que el entonces presidente de la República, el conservador Rafael Caldera Rodríguez, consciente de la creciente popularidad del militar, decidió sobreseer el caso para rebajar la tensión social.
Una vez libre, Chávez, agradecido, incluyó a Maduro en la Dirección Nacional del MBR-200 y en 1997 el todavía operario del Metro de Caracas figuró entre los organizadores del partido político concebido por el ex militar para acudir a las elecciones generales de 1998, el Movimiento V República (MVR). Aquellas votaciones históricas catapultaron triunfalmente a Chávez a la Presidencia de la República el 6 de diciembre y convirtieron a Maduro, a punto de cumplir los 36 años, en diputado de la Cámara baja del Congreso de la República el 8 de noviembre.
Al constituirse el hemiciclo en enero de 1999, Maduro fue elegido por los suyos jefe del grupo parlamentario del MVR, que con 49 escaños sobre 189 era la segunda fuerza política por detrás de AD. A los pocos meses trasladó su actividad legisladora a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), elegida en las urnas el 25 de julio con una mayoría arrasadora para el Polo Patriótico capitaneado por el MVR y cuya misión era elaborar la Carta Magna con la que Chávez pensaba inaugurar la V República de Venezuela, cuyos principios serían la Revolución Bolivariana y el Socialismo del Siglo XXI. En la ANC, Maduro se desempeñó como presidente de la Comisión de Participación Ciudadana.
El 30 de julio de 2000, al tiempo que Chávez ganaba su primera reelección presidencial con un mandato de seis años, Maduro, en representación del Distrito Capital, fue uno de los 91 candidatos del MVR que se llevaron el escaño en la nueva Asamblea Nacional de 165 miembros, el Parlamento unicameral instituido por la nueva Constitución bolivariana. A lo largo de la legislatura, de cinco años, coordinó a los colegas de bancada, asumió el mando del Bloque del Cambio, el grupo de diputados del Polo Patriótico, y presidió la Comisión Permanente de Desarrollo Social Integral así como la Comisión Mixta que estudiaba las Iniciativas Legislativas para el Fomento del Empleo.
Fuera de la Asamblea, Maduro reverdeció su perfil de líder sindicalista como organizador y coordinador nacional de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores (FBT), ideada por Chávez para contrarrestar el peso que en la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) tenían los sectores ligados a AD, los cuales eran hostiles al programa económico del Gobierno, en particular la drástica reforma del emporio estatal de la industria petrolera, PDVSA. La iniciativa, sin embargo, distó de producir los resultados apetecidos.
Así, en las elecciones del 25 de octubre de 2001 a los órganos de dirección de la CTV, la plancha formada por el FBT y sus aliados no obtuvieron ningún puesto en el Comité Ejecutivo. Además, el aspirante apadrinado por los partidarios del Gobierno, Aristóbulo Istúriz Almeida, líder del partido Patria Para Todos (PPT, integrado en el Polo Patriótico), para el puesto de presidente de la central sindical fue contundentemente derrotado por el adeco Carlos Ortega Carvajal, candidato del arco de fuerzas no oficialistas. Tras conocer los resultados, Maduro denunció fraude y reclamó la anulación de los comicios sindicales.
Pese a este fiasco, Maduro gozaba de la confianza de Chávez, quien le tenía reservados algunos de los puestos de mayor responsabilidad en la institucionalidad republicana. El 5 de enero de 2005, en sustitución de Francisco José Ameliach Orta, el bigotudo y fornido parlamentario chavista fue investido presidente de la Asamblea Nacional, cargo que retuvo tras arrancar la legislatura salida de las elecciones del 4 de diciembre de 2005, las cuales fueron ganadas hasta el último escaño por el oficialismo gracias al boicot en masa de la oposición.
Ministro de Exteriores, la enfermedad de Chávez y vicepresidente de la República
El siguiente jalón en la carrera ascendente de Maduro fue plantado el 8 de agosto de 2006, fecha en que Chávez le nombró ministro del Poder Popular para Relaciones Exteriores. La designación para uno de los cargos de peso en el Gobierno no dejó de suscitar críticas, en el sentido de que el promocionado, a priori, no podía dar la talla como canciller al carecer de formación universitaria y de experiencia en los asuntos internacionales. Al tomarle el relevo al abogado Alí Rodríguez Araque, quien se recuperaba de una dolencia cardíaca, Maduro causó baja como presidente y miembro de la Asamblea Nacional. El nuevo titular de la Asamblea fue su propia esposa, Cilia Flores, diputada desde 2000 por el Distrito Capital y madre de su hijo de 15 años, de nombre Nicolás Ernesto.
Flores iba a presidir la institución legislativa hasta enero de 2011 y luego, por un año más, iba a ser la jefa de bancada y la vicepresidenta primera del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, la gran formación oficialista surgida de la fusión en 2007 del MVR y una serie de agrupaciones menores de la izquierda); en febrero de 2012 la mujer del canciller iba a abandonar sus funciones partidistas al convertirse en procuradora general de la República.
Dicho sea de paso, en su sólida relación sentimental, la pareja Maduro-Flores, más allá del compromiso político con la revolución bolivariana, compartía también una fe en los beneficios espirituales de ciertas creencias y prácticas religiosas de carácter popular, tanto autóctonas como exóticas. Así, en 2005 los dos viajaron a Puttaparthi, India para conocer al místico, gurú y supuesto taumaturgo y divinidad encarnada Sathya Sai Baba, figura religiosa con gran predicamento en la católica Venezuela. Aquella fue la primera de una serie de visitas de Maduro para recibir de primera mano las enseñanzas del famoso santón, fallecido en 2011.
En sus seis años y medio al frente de la diplomacia venezolana, registro imbatido por ningún canciller desde 1936, Maduro fue un discreto, laborioso y leal instrumento de las operaciones y campañas internacionales conducidas por Chávez, omnipresente también en este terreno, las cuales perseguían las integraciones latinoamericana y sudamericana, y la construcción de un mundo multipolar, todo a espaldas de Estados Unidos y los organismos multilaterales del Norte desarrollado.
Cómodo en su función diplomática de puertas adentro mientras su hiperactivo jefe copaba todo el protagonismo como estratega, hacedor y propagandista de las grandes decisiones, Maduro defendió las posiciones de la República Bolivariana en la ONU y la OEA, trabajó para extender el ALBA y su red cooperativa de consorcios interestatales de signo petrolero, preparó las cumbres caraqueñas que echaron a andar la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en 2007 y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011, y estuvo detrás de "alianzas antiimperialistas" tan polémicas como la establecida con Irán.
En los capítulos bilaterales del continente destacaron las especialísimas relaciones estratégicas con Cuba, que siendo Maduro un hombre muy del agrado de La Habana no podían más que ahondarse. En las tormentosas relaciones con Colombia, que experimentaron picos de excepcional tensión entre 2008 y 2010, la actitud del canciller fue valorada por algunos observadores como pragmática y favorable a la reconciliación y la normalización que se abrieron camino tras la llegada al poder en Bogotá del presidente Juan Manuel Santos.
La trayectoria política de Maduro y la historia de Venezuela entraron en una nueva fase en junio de 2011 con el diagnóstico a Chávez de una dolencia cancerígena que requería tratamiento urgente en Cuba. Maduro fue el encargado de anunciar, el 10 de junio desde La Habana, el "procedimiento quirúrgico correctivo" a que había sido sometido horas atrás el jefe del Estado a raíz de detectársele un "absceso pélvico" que, como hubo de reconocerse días después, resultó ser un tumor maligno. Para Chávez, fue el comienzo de un calvario de operaciones de cirugía y agresivos tratamientos de quimio y radioterapia que, pese a los sucesivos partes optimistas del canciller y del propio paciente, no consiguieron atajar la metástasis y erradicar el cáncer.
La incapacidad intermitente de Chávez en estos meses de inquietante ir y venir entre Caracas y La Habana se tradujo en una proyección mediática de su canciller, que sustituyó al presidente en eventos como la XXI Cumbre Iberoamericana y la V Cumbre de la UNASUR, ambas en Asunción en octubre de 2011, la VI Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias en abril de 2012, y la XLIII Cumbre del Mercosur, en Mendoza en junio siguiente. Esta última cita tuvo gran trascendencia para Venezuela porque supuso, de resultas de la suspensión de membresía a Paraguay, la aprobación del ingreso como quinto estado miembro del país caribeño, bloqueada desde hacía años por las largas del Congreso paraguayo.
En julio de 2012 Chávez, al cabo de tres intervenciones quirúrgicas, cuatro sesiones de quimioterapia y seis rondas de radioterapia, aseguró estar "totalmente libre" del cáncer y confirmó su nueva candidatura reeleccionista, para el sexenio 2013-2019, en las votaciones presidenciales del 7 de octubre, las cuales terminó ganando con once puntos de ventaja (el 55,1% contra el 44,3%) sobre su rival de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el centrista Henrique Capriles Radonski. Durante la campaña electoral pudo verse a Maduro conducir un par de veces el camión desde el que Chávez saludaba a la militancia con besos, sonrisas y gestos de victoria.
La triunfal reválida presidencial, tercera consecutiva desde 2000, certificó la imbatibilidad en las urnas de Chávez, pero no disolvió la inquietud que se había apoderado de sus seguidores. Aunque, de creer las versiones oficiales, la vida del líder bolivariano ya no corría peligro, pocos le creían capaz de completar su segundo mandato de seis años. A la incertidumbre sobre el verdadero estado de salud del presidente se le sumó la constatación de que Capriles, pese a su derrota, era un candidato unitario de la oposición con un liderazgo personal, un programa alternativo y un equipo proselitista concebidos para durar y no disiparse a las primeras de cambio, como les había sucedido a sus predecesores en estas lides.
En estas circunstancias, la ausencia en el campo oficialista de un heredero señalado agudizaba las dudas sobre el futuro que le aguardaba a la Revolución Bolivariana el día que faltara su fundador, caudillo y líder absoluto, cuya personalidad excepcionalmente carismática era irreemplazable. Hasta ahora, Chávez, que a sus 58 años aspiraba, en virtud de la reforma constitucional aprobada en el referéndum de 2009, a la reelección indefinida en el Palacio de Miraflores, no había hecho ninguna indicación de que tuviera un delfín o favorito para sucederle llegado el momento; es más, había procurado que sus principales lugartenientes no sobresalieran demasiado y se había encargado de que rotaran de puesto sin permanecer mucho tiempo en ninguno, aunque en esta dinámica el fiel Maduro, el único ministro que no se había separado de su lado las tres veces que había sido operado en La Habana, ya asomaba como una excepción.
Sutilmente, Chávez activó el escenario sucesorio el 10 de octubre de 2012, tres días después de ganar la reelección. En esa jornada, tras recibir de la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, la credencial que lo proclamaba presidente para el período 2013-2019 y comprometerse a "consumirme gustosamente al servicio del pueblo sufriente para tener patria", el estadista comunicó el nombramiento de Maduro como vicepresidente ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela.
A modo de presentación informal del que era su octavo vicepresidente desde 2000, Chávez resaltó que Maduro había sido "un gran servidor público en distintos frentes de batalla" y con ironía laudatoria dijo de él: "Mira dónde va Nicolás, el autobusero. Nicolás era chófer de autobús en el metro, y cómo se han burlado de él, la burguesía se burla". El mandatario también tuvo palabras de elogio para el hasta ahora vicepresidente, Elías José Jaua Milano, quien se separaba del cargo para aspirar a la gobernación del estado Miranda. Por el momento, Maduro conservaba el Ministerio de Relaciones Exteriores, una concentración de atribuciones que sugería que su jefe y mentor se disponía a ungirle como heredero político.
El 23 de noviembre Maduro cumplió 50 años en mitad de una nueva oleada de rumores sobre el estado de salud de Chávez, que llevaba varios días sin aparecer en público. El vicepresidente se saltó la XXII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Cádiz los días 16 y 17 (en representación de Venezuela estuvo el vicecanciller para Europa, Temir Porras Ponceleón), pero no faltó a la VI Cumbre de la UNASUR, en Lima el último día del mes. Entre medio, el 28 de noviembre, Chávez retornó a Cuba para iniciar un "tratamiento especial" consistente en "varias sesiones de oxigenación hiperbárica y fisioterapia".
En la madrugada del 7 de diciembre Chávez, con aspecto saludable y animoso, estuvo de vuelta en Caracas. Tras él, en la pista del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetia, inmediatamente después de las hijas del comandante, apareció bajando las escalerillas del avión Maduro con semblante sonriente. En la jornada siguiente, desde su despacho en Miraflores, con un tono más serio, flanqueado por Maduro a su izquierda y por Diosdado Cabello Rondón, el presidente de la Asamblea Nacional, a su derecha, Chávez transmitió un trascendental mensaje a la nación.
Primero, reveló que le habían hallado nuevas células malignas en la revisión exhaustiva realizada en Cuba, recurrencia del cáncer que precisaba su regreso a La Habana en las próximas horas para ser intervenido sin dilación, en la que sería su cuarta operación quirúrgica desde 2011, por lo que solicitaba a la Asamblea autorización para ausentarse de nuevo.
Ante esta tesitura, el presidente, por primera vez, evocó el escenario de una incapacidad irreversible y señaló a su vicepresidente para suplirla: "Si, como dice la Constitución, se presentara alguna circunstancia sobrevenida que a mí me inhabilite para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar los pocos días que quedan [del mandato 2007-2013], y, sobre todo, para asumir el nuevo período para el cual fui electo, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir como manda la Constitución el período, sino que mi opinión firme, plena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón".
La elección de la persona estaba justificada, ya que Maduro: "Es un revolucionario a carta cabal, un hombre de una gran experiencia a pesar de su juventud (…), de una gran capacidad para el trabajo, para la conducción de grupos, para manejar las situaciones más difíciles" (…) Es uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad para continuar, si es que yo no pudiera, con su mano firme, con su mirada, con su corazón de hombre del pueblo, con su don de gentes, con su inteligencia, con el reconocimiento internacional que se ha ganado, con su liderazgo, al frente de la Presidencia de la República, dirigiendo junto al pueblo siempre y subordinando a los intereses del pueblo los destinos de esta patria".
Con estas solemnes palabras, Chávez designaba a Maduro, quien escuchó la alocución de su superior con gesto grave, como el encargado de ejercer la Presidencia en caso de falta absoluta por su parte antes o después del 10 de enero de 2013, día en que arrancaba el mandato de seis años otorgado por las elecciones de octubre, y como el candidato a sucederle si tuvieran que celebrarse elecciones presidenciales en el plazo de 30 días. Era su lectura del artículo 233 de la Carta Magna, que establecía el mecanismo sucesorio del presidente en los casos de muerte, renuncia, abandono del cargo, destitución por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, revocatoria popular del mandato o incapacidad permanente física o mental.
Ahora bien, el mismo artículo, en su segundo párrafo, precisaba que en caso de falta absoluta del presidente en calidad de electo o reelecto, antes de tomar posesión, las funciones de la jefatura del Estado recaían interinamente en el presidente de la Asamblea Nacional, concurrentemente, Cabello. El marco jurídico generaba ambigüedad y el chavismo abrazó la primera interpretación de la ley, conforme al tercer párrafo, claramente para ahorrarle a Maduro la previsión contenida en el artículo 229, que prohibía a un vicepresidente ejecutivo en ejercicio postularse al puesto de presidente de la República.
La del 8 de diciembre de 2012 fue la última aparición pública de Chávez, cuya dolencia entraba en una fase terminal. En las semanas siguientes, las restricciones informativas y los sombríos comunicados oficiales sobre el "duro" postoperatorio y las "complicaciones" que estaban surgiendo, facilitados alternativamente por Maduro y por el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Emilio Villegas Poljak, alimentaron una guerra de rumores y mensajes cruzados con círculos de la oposición y medios foráneos que mantuvo a la población en vilo. La ausencia del presidente exacerbó de paso el culto a su personalidad.
El 10 de diciembre, con motivo de la inauguración de un teleférico en Caracas, y horas después de aterrizar Chávez en La Habana para someterse a la cuarta operación, Maduro, en un discurso arrebatado y emocionado con asomo de lágrimas, declaró lealtad a Chávez "hasta más allá de esta vida" y pidió la oración de un padrenuestro "por su salud y una larga vida, para que siga mandando aquí en la patria". Tres días después, el vicepresidente aseguraba que en Venezuela se avecinaban "escenarios complejos y difíciles que sólo pueden ser enfrentados con la unidad del pueblo". El 29 de diciembre Maduro se trasladó a La Habana para estar con el paciente, quien continuaba en estado "delicado".
El 10 de enero de 2013, sin sorpresas, Chávez, que seguía sin dar señales físicas de vida, no pudo jurar su cargo ante la Asamblea Nacional, tal como estipulaba la Constitución, para el período ejecutivo 2013-2019, aunque Maduro y Cabello ya habían convenido en que podría hacerlo ante el Tribunal Supremo de Justicia posteriormente: su mandato sexenal se iniciaba de todas maneras y sin descargo de funciones.
Las instituciones del Estado lo tenían claro: la Asamblea Nacional autorizó a Chávez a tomarse "todo el tiempo que necesite" para atender su enfermedad en Cuba y regresar a casa cuando "la causa sobrevenida haya desaparecido", mientras que el Tribunal Supremo, en respuesta a la controversia suscitada por Capriles, que invocaba el artículo 234 de la Constitución para reclamar la declaración de la "falta temporal" del presidente, avaló la continuidad en sus funciones del Gobierno aunque Chávez no prestase juramento.
El día en que Chávez debía asumir su nuevo mandato, Maduro comandó en el centro de Caracas un multitudinario acto de adhesión al líder ausente y de exaltación revolucionaria al que asistieron la plana mayor del chavismo y dignatarios regionales como los presidentes amigos de Bolivia, Evo Morales, Uruguay, José Mujica, y Nicaragua, Daniel Ortega. Vistiendo su habitual chándal, exudando autoridad política y desplegando una oratoria contundente con inflexiones de voz que recordaban vivamente al estilo de Chávez, el vicepresidente realizó con los presentes un "juramento colectivo" con el fin de hacer realidad el programa de gobierno para el período 2013-2019, empleando las siguientes palabras:
"Juro frente a esta Constitución de la República Bolivariana de Venezuela absoluta lealtad a los valores de la patria, absoluta lealtad al liderazgo del comandante Hugo Chávez. Juro que defenderé esta Constitución, nuestra democracia popular, nuestra independencia y el derecho a construir el socialismo en nuestra patria. Juro que me comprometo a llevar adelante el Programa de la Patria en cada barrio, en cada fábrica, en cada escuela, en cada esquina, en cada plaza, en cada familia. Juro por la Constitución Bolivariana que defenderé la presidencia del comandante Chávez en la calle, con la razón, con la verdad, y con la fuerza y la inteligencia de un pueblo que se ha liberado del yugo de la burguesía".
Y: "Aquí en Caracas, hoy 10 de enero, le decimos al comandante Chávez, comandante, recupérese, que este pueblo ha jurado y va a cumplir lealtad absoluta. Aquí nos vemos ¡Qué viva Chávez! ¡Qué vivan los pueblos del mundo! ¡Qué viva la revolución bolivariana! ¡Hasta la victoria para siempre! ¡Independencia y patria socialista! ¡Adelante compatriotas!" Las decenas de miles de congregados repitieron al unísono cada frase pronunciada por Maduro, mini ejemplar de la Constitución en ristre, en acatamiento del juramento, y antes y después del momento álgido corearon consignas como "¡Yo soy Chávez!" y "¡Con Hugo y Maduro, el pueblo está seguro!".
Antes de terminar enero, Maduro realizó otros dos desplazamientos a La Habana para estar con el enfermo y la familia. Entre viaje y viaje, el 15 de enero, el vicepresidente anunció ante la Asamblea Nacional que Chávez había designado a Elías Jaua nuevo ministro de Relaciones Exteriores. Del 26 al 28 de enero el ya nuevo hombre fuerte de Venezuela representó a su país en la II Cumbre de la CELAC y la I Cumbre CELAC-Unión Europea, ambas en Santiago de Chile.
(Cobertura informativa hasta 1/2/2013).
Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 3/4/2013. Nicolás Maduro, presidente encargado de Venezuela desde el 8/3/2013 a raíz de la muerte de Hugo Chávez y candidato del oficialista Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB), ganó con el 50,6% de los votos las elecciones del 14/4/2013, con lo que obtuvo mandato para completar el sexenio presidencial 2013-2019; este ejercicio constitucional de seis años arrancó el 19/4/2013. El candidato electoral de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles, desconoció su derrota con el 49,1% de los votos y alegó fraude. En las elecciones parlamentarias del 6/12/2015 el GPPSB y su principal integrante, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, presidido por Maduro), fueron derrotados por la MUD, que consiguió una mayoría de dos tercios.
Tras perder el control de la Asamblea Nacional, Maduro lanzó un proceso constituyente que fue censurado por la oposición (inclusive con la celebración el 16/7/2017 de una consulta nacional o plebiscito) y que desembocó en las elecciones del 30/7/2017 a una Asamblea Nacional Constituyente. Boicoteadas por la oposición en pleno y desconocidas por buena parte de la comunidad internacional, las elecciones supusieron la obtención por el GPPSB de la totalidad de los 545 escaños en juego; la participación quedó establecida en el 41,5%. El 18/8 siguiente, la Asamblea Nacional Constituyente, una vez instalada, se arrogó las competencias legislativas de la Asamblea Nacional. Desde ese momento, operaron en Venezuela dos parlamentos mutuamente excluyentes.
En las elecciones presidenciales del 20/5/2018, parcialmente boicoteadas por la oposición y con un nivel de abstención del 53,9%, el Consejo Nacional Electoral (CNE) atribuyó la victoria Maduro, declarado presidente reelecto con el 67,8% de los votos; su único contrincante opositor, Henri Falcón, denunció fraude. Cuatro días después, Maduro, cuya legitimidad no era reconocida por una serie de gobiernos extranjeros ni por la OEA, juró ante la Asamblea Nacional Constituyente como presidente constitucional para el período 2019-2015, el cual fue inaugurado formalmente el 10/1/2019.
El 23/1/2019 los partidos de la MUD invistieron presidente "encargado" de la República Bolivariana de Venezuela a Juan Guaidó Márquez, miembro del partido Voluntad Popular y recién elegido presidente de la Asamblea Nacional. La presidencia en funciones de Guaidó, paralela y en disputa con el Ejecutivo de Maduro, obtuvo reconocimiento de más de 50 Estados miembros de la ONU, así como de la OEA y de la UE, si bien esta última retiró el reconocimiento el 6/1/2021.
El GPPSB recobró el control de la Asamblea Nacional con los comicios del 6/12/2020, boicoteados por el grueso de la oposición. El CEN cifró la participación en el 30,2% y adjudicó al bloque oficialista 256 de los 277 asambleístas con el 69,3% de los votos. El 18/12/2020 quedó disuelta la Asamblea Nacional Constituyente sin haber discutido ni aprobado la nueva Constitución, el cometido que en teoría había asumido al formarse en 2017.
El 5/1/2021 arrancó sus sesiones la nueva Asamblea Nacional (V Legislatura) controlada por el Gobierno. El 30/12/2022 los diputados de la Asamblea rival de la oposición (IV Legislatura), la elegida en 2015, aprobaron poner fin al llamado "Gobierno Interino" y con él "Presidencia encargada" de Guaidó, que siguió siendo presidente de la Asamblea Nacional de la IV Legislatura hasta el 5/1/2023. La desaparición del Ejecutivo de Guaidó dejó a Maduro como presidente único de Venezuela.
El 28/7/2024 tuvieron lugar elecciones presidenciales, a las que Maduro volvió a presentarse acogiéndose a la reforma de 2009 de la Constitución de 1999, facultativa de la reelección presidencial indefinida. Las elecciones acontecieron en un clima político muy endurecido por la acentuación del autoritarismo y la corrupción institucionales, las restricciones a la libertad informativa, la persecución y las amenazas a figuras de la oposición, y las violaciones generalizadas de derechos humanos (arrestos arbitrarios, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, represión policial de manifestantes con resultado de muertes), todo lo cual era monitorizado por la Fiscalía de la Corte Penal Internacional por si pudiera dar pie a una imputación de crímenes de lesa humanidad contra el Gobierno, objeto ya de sanciones internacionales de Estados Unidos, Canadá, la UE y los países del Grupo de Lima.
En cuanto al contexto económico, este no era tan calamitoso como el que caracterizó el período 2014-2021, cuando el PIB venezolano, críticamente dependiente de la coyuntura petrolera, se redujo un 75%, si bien persistía el impacto de ese colapso en los índices del desarrollo humano, donde el país sudamericano había caído en picado, y en el fenómeno de la emigración al extranjero, de proporciones masivas y con un trasfondo tanto socioeconómico como político.
Según CNE, Maduro fue reelegido presidente para el período 2025-2031 con el 51,9% de los votos, mientras que el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD, sucesora de la MUD), Edmundo González Urrutia, sustituto de las inhabilitadas María Corina Machado y Corina Yonis, habría recibido el 43,2%. La PUD, tras denunciar que el proceso electoral no había sido ni libre ni justo, aseguró que González era el vencedor con el 67,1%, porcentaje más acorde con los sondeos preelectorales, y exigió la publicación de las actas del escrutinio. El CNE cifró la participación en el 60%.
Diversos países dieron verosimilitud a las denuncias de fraude, señalaron el cúmulo de irregularidades y retrasos inexplicables en la transmisión de los datos por el CNE, y reclamaron al Gobierno venezolano que se publicaran las actas de escrutinio. Una primera ola de protestas callejeras fue reprimidas por la Policía con el resultado provisional 17 manifestantes opositores muertos y 11 desaparecidos, según la oposición. El 22/8 el Tribunal Supremo de Justicia convalidó los resultados del CNE dando el triunfo a Maduro.
Edmundo González, exiliado bajo amenazas en España, obtuvo el reconocimiento como ganador electoral o presidente electo de Venezuela por varios países americanos (Estados Unidos, Argentina, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay), y por el Parlamento Europeo. Maduro fue reconocido como presidente reelecto entre otros por China, Rusia, Irán, Turquía, Irak, Arabia Saudí, Siria, Argelia, Qatar, Vietnam, Nigeria, Serbia, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Honduras. En la región americana, los gobiernos de Brasil, México, Colombia y Chile no hicieron público ningún reconocimiento e instaron a Maduro y a González a que se sentaran a negociar para reconducir la grave crisis política.
Más información:
- Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela
- Web personal de Nicolás Maduro
- Nicolás Maduro en X
- Nicolás Maduro en Facebook
- Nicolás Maduro en YouTube
- Nicolás Maduro en Instagram
- Nicolás Maduro en TikTok
- Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
- Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP)