Mohammed Ould Cheikh Abdallahi

Los dos años de transición mauritana a la democracia, conducidos por la junta militar que en 2005 derrocó al presidente Maaouya Ould Taya, concluyeron exitosamente el 19 de abril de 2007 con la asunción presidencial de Mohammed Ould Cheikh Abdallahi, vencedor indiscutido en las elecciones presidenciales celebradas a dos vueltas en marzo anterior, las cuales han convertido a Mauritania, otrora refugio de la dictadura, en una especie de oasis democrático en el contexto árabe-musulmán y en un ejemplo también para las demás repúblicas africanas. Tecnócrata independiente y antiguo ministro de Economía, Abdallahi asegura aspirar a gobernar guiado por el consenso y a administrar con tino los ingresos procedentes de la explotación de los recursos naturales –hierro, petróleo, pesquerías- con que cuenta este país árido, escasamente poblado y de muy bajo desarrollo humano.

(Nota de edición: este texto fue publicado originalmente el 22/4/2007. El presidente Mohammed Ould Cheikh Abdallahi fue derrocado el 6/8/2008 en el golpe de Estado encabezado por el coronel Mohammed Ould Abdelaziz. El 23/11/2020 falleció por causas naturales en Nouakchott a los 81/82 años de edad.)

1. Una trayectoria ministerial truncada por las férulas militares
2. Candidato independiente en las elecciones presidenciales de 2007


1. Una trayectoria ministerial truncada por las férulas militares

Nativo del sur del país, de una comarca no lejos de río Senegal y de la frontera con el país homónimo, y miembro de la mayoritaria etnia árabe-bereber (maure), su familia gozaba de un estatus social alto y se había destacado en los terrenos de la religión islámica y la enseñanza. El muchacho comenzó la educación secundaria en Rosso y luego estudió ciencias exactas, matemáticas, física y química, en la Escuela Normal Superior William Ponty de Dakar, un centro afamado al haber pasado por sus aulas muchos futuros dirigentes independentistas del África francesa, algunos de los cuales se convirtieron más tarde en los primeros presidentes de sus respectivos países.

Terminada la instrucción en la capital senegalesa, marchó a la antigua metrópoli colonial para cursar un Diploma en Estudios Avanzados (DEA) de Economía en centros de París y Grenoble. Una vez obtenido el título, en 1968, regresó a Mauritania y se integró en la alta administración del joven Estado, tan necesitado de cuadros técnicos como desesperadamente pobre. Su primer e importante cometido fue dirigir el II Plan de Desarrollo Económico y Social lanzado por el Gobierno que dirigía el presidente desde la independencia en 1960, Moktar Ould Daddah, líder del Partido del Pueblo Mauritano (PPM), la única fuerza política legal.

En 1971 Daddah le reclutó para el Ejecutivo y en los siete años siguientes Abdallahi desempeñó varios cometidos ministeriales, siendo el más destacado el de Economía Nacional. Como responsable de esta oficina participó en la adopción de tres grandes decisiones del régimen del PPM como fueron la nacionalización de la minería –sector estratégico que focalizaba las esperanzas del desarrollo-, la introducción de una moneda nacional, la ouguiya, y la ruptura del esquema de supeditación económica a Francia en favor de un nacionalismo orientado al mundo árabe y abierto a la cooperación con los países comunistas. Esta etapa en la vida del futuro presidente tocó a su fin con el golpe de Estado militar perpetrado en julio de 1978 por el teniente coronel Moustafa Ould Salek, quien entre otras disposiciones metió en prisión a Daddah y Abdallahi.

En 1979 Abdallahi fue liberado por la junta militar y en los años siguientes intentó enderezar su carrera profesional como economista. En 1982 el Fondo Kuwaití para el Desarrollo Económico Árabe (KFAED) contrató sus servicios como asesor y en consecuencia se instaló en el emirato del Golfo, donde vivió hasta 1985. En 1986, el nuevo presidente de la junta militar, subido al poder en el golpe de Estado de diciembre de 1984, coronel Maaouya Ould Taya, le invitó a reincorporarse al Gobierno nacional para ayudarle a aplicar sus planes desarrollistas. Tras algún titubeo, Abdallahi aceptó retornar a Nouakchott y hacerse cargo del Ministerio de Hidráulica. Más tarde asumió la cartera de Pesca, con la misión de modernizar un sector poco explotado y potencialmente muy productivo.

La segunda etapa ministerial del economista duró tres años: en septiembre de 1987 Taya le destituyó como parte de una remodelación gubernamental que precedió en un mes a la desarticulación de un complot golpista de oficiales de etnia negro-africana. La caída en desgracia de Abdallahi no tuvo, sin embargo, nada que ver con esta trama conspirativa de naturaleza castrense, siendo su trasfondo un turbio asunto de corrupción. Acusado de implicarse en la venta ilegal de licencias de pesca en los ricos caladeros de la costa atlántica, imputación que no casaba con una reputación personal hasta entonces intachable, Abdallahi acabó siendo encarcelado junto con otros funcionarios despedidos del Gobierno. Como la vez anterior, la segunda experiencia carcelaria del ex ministro fue breve. Al poco tiempo quedó puesto en libertad y exonerado de todo cargo, tras lo cual recuperó el antiguo vínculo profesional con el KFAED. En septiembre de 1989 esta corporación financiera del Estado kuwaití le destinó a Níger en calidad de asesor adjunto a los ministerios de Planificación Económica y Finanzas del Gobierno de este país saheliano.

En los 14 años siguientes, el economista, casado y padre de tres hijos y una hija, continuó de seguido en Niamey, ejerciendo su profesión, en la que se distinguió como un oficial muy influyente y apreciado por los gobernantes nigerinos por sus buenos oficios a la hora de canalizar las inversiones y los proyectos de cooperación kuwaitíes, y manteniéndose al margen de la política mauritana. En todo este tiempo, el régimen de Taya fue moviéndose por unos cauces decididamente dictatoriales y represivos, situación que no alteró la sustitución en 1992 del gobierno militar por otro civil y pretendidamente legitimado por unas elecciones pseudodemócraticas. Se ha sugerido que el presidente barajó el nombramiento de Abdallahi, al que seguía estimando por su competencia profesional, para el puesto de primer ministro tras la restauración pluralista de aquel año, pero el cargo recayó en el ministro de Finanzas, Mohammed Ould Boubakar.

Hasta 2003 Abdallahi no se decidió a regresar a su país. Fue el año en que Taya se adjudicó en las urnas un tercer mandato sexenal entre redobladas acusaciones de fraude y afrontaba el auge de un movimiento de rechazo a sus políticas del que eran partícipes, cada uno por su lado, los partidos de la hostigada oposición democrática, sectores islamistas airados con el viraje proestadounidense y proisraelí de la diplomacia mauritana y elementos nacionalistas de las Fuerzas Armadas que contemplaban con creciente disgusto ese mismo volantazo en la política exterior, las sucesivas campañas represivas contra los ámbitos religiosos y la perpetuación de un entorno de inseguridad y marasmo, tomando estos últimos el camino de la subversión y el golpismo.


2. Candidato independiente en las elecciones presidenciales de 2007

Abdallahi no saltó por el momento a la arena política, aunque sí se mostró preocupado por la crisis política que atenazaba a Mauritania y comenzó a hacerse notar en las primeras filas de la sociedad civil. Medios periodísticos reseñan que asistió a la ceremonia de proclamación de la candidatura para las votaciones presidenciales de noviembre de Ahmed Ould Daddah, hermano del padre de la independencia y anterior jefe de la ilegalizada Unión de Fuerzas Democráticas-Nueva Era (UFD-NE), que terminó en un lejano tercer puesto tras Taya y el ex presidente militar (1980-1984) Mohammed Khouna Ould Haidalla. Después de las elecciones, Abdallahi no volvió a ser visto en el ambiente del líder opositor, dando pie a los observadores para suponer que su participación en el acto proselitista había respondido más a la amistad que le unía con la familia Daddah que a una afinidad ideológica. Posteriormente fue, junto con un grupo de activistas sociales y políticos, promotor de una iniciativa para facilitar el diálogo entre el poder y la oposición, pero la intransigencia de Taya abortó el proyecto.

Con el derrocamiento de Taya, el 3 de agosto de 2005, en un golpe de Estado encabezado por el coronel Ely Ould Mohammed Vall, director general de la Seguridad Nacional desde hacía dos décadas, Mauritania vio abrirse la puerta a un cambio político en profundidad y Abdallahi pasó a intensificar sus actividades públicas. Por de pronto, participó en varias sesiones de las rondas de reuniones consultivas organizadas por la junta de gobierno, el Consejo Militar para la Justicia y la Democracia (CMJD), con los representantes de los partidos y la sociedad civil para obtener de ellos su apoyo y contribución a un programa de transición a la democracia de dos años de duración cuyos hitos fundamentales eran una reforma constitucional sancionada en referéndum, unas elecciones legislativas a dos vueltas y, por último, unas elecciones presidenciales libres y sin exclusiones. Vall garantizó que ningún miembro del CMJD se presentaría a los comicios y que la junta entregaría el poder al vencedor de las presidenciales.

La primera consulta tuvo lugar el 25 de junio de 2006 y su resultado abrumadoramente positivo determinó la limitación de los mandatos presidenciales a dos consecutivos de cinco años así como la prohibición para un presidente en ejercicio de cualquier iniciativa de reforma constitucional tendente a prolongar su permanencia en el poder. Además, cuando terminaran sus mandatos, los presidentes no podrían seguir siendo jefes de partido, si fuera el caso. A los pocos días, el 4 de julio, después de comentar confidencialmente sus intenciones en círculos políticos, empresariales religiosos y tribales, y ante un aforo reunido en el Palacio de Congresos de Nouakchott, Abdallahi anunció su postulación como candidato independiente a las elecciones presidenciales de 2007.

Su perfil de hombre templado, con acentos intelectuales y piadosos, su opción política desideologizada y un programa que incidía en la forja de un consenso nacional en torno a un abanico de reformas clave para sacar al país de su atraso económico y luchar eficazmente contra las omnipresentes pobreza y corrupción reportaron a Abdallahi el público respaldo de bloque Al Mithaq (La Convención), una constelación de 18 agrupaciones políticas de signo moderado, algunas de base tribal y religiosa, y calificadas a sí mismas de independientes, aunque entre sus animadores abundaban antiguos partidarios de Taya y miembros del partido por él fundado, el Republicano Democrático y Social (PRDS), que ahora se afanaba en distanciarse de los abusos del régimen derrocado y había cambiado su nombre por el de Partido Republicano por la Democracia y la Renovación (PRDR). Rápidamente cundió la sensación de que Abdallahi gozaba de las preferencias de Vall y la junta militar, y así lo denunció en una carta dirigida a la Unión Africana la Coalición de Fuerzas por el Cambio Democrático (CFCD), sombrilla que cobijaba entre otros al Reagrupamiento de Fuerzas Democráticas (RFD) de Daddah, pero el interesado negó en redondo tal patrocinio encubierto.

La competición de las presidenciales arrancó después de elegir los mauritanos, el 19 de noviembre y el 3 de diciembre de 2006, a los 95 diputados de la Asamblea Nacional, en unos comicios sin parangón por su limpieza y pluralismo, y que fueron ganados por el bloque Al Mithaq con 41 escaños. Los partidos islamistas, proscritos por ley –paradójicamente, en un país que se proclama República Islámica y cuya Constitución preceptúa que el Islam sea "la religión del pueblo y el Estado"-, no pudieron concurrir, pero sí los candidatos islamistas a título de independientes, casi todos los cuales se cobijaron en las listas, precisamente, de Al Mithaq.

Abdallahi libró una campaña electoral tranquila, muy correcta con sus adversarios y centrada en la divulgación de sus propuestas y promesas. En realidad, todos los candidatos omitieron los tonos beligerantes y sostuvieron un compromiso tácito con el fair play al que ayudó el hecho de una coincidencia general de planteamientos. Uno de los temas estrella de la campaña, y absoluta novedad en este tipo de procesos, fue la constatación de la pervivencia, a pesar de las varias prohibiciones expresas promulgadas desde la independencia, de prácticas esclavistas en el sur del país. Este oprobioso anacronismo ponía de manifiesto, en realidad, el aspecto más crudo de un esquema social estratificado claramente racista y sectario, por el que la mayoría árabe-bereber, y en particular la élite de los llamados moros blancos o beydanes, que siempre ha detentado las palancas del poder político y económico, mantiene preterida a la minoría negra perteneciente a las etnias toucouleur, fulbe, soninké, wolof y bambara, por citar las cinco más importantes, presentes por igual en las dos riberas del río Senegal.

Todos los aspirantes presidenciales incorporaron a sus discursos con mayor o menor énfasis la promesa de erradicar esta vergonzosa situación, apropiándose de una denuncia que hasta entonces sólo había pregonado Messaud Ould Boulkheir, líder de la Alianza Popular Progresista (APP, integrada en la CFCD) y miembro destacado de los haratines o moros negros, descendientes de los antiguos negros africanos esclavizados por los beydanes y arabizados. En el caso de Abdallahi, el compromiso antiesclavista pasaba por una actuación drástica y definitiva ya en los primeros meses del mandato, a través de una "legislación especial" que penalizaría severamente al infractor.

La incapacidad de los partidos de la CFCD para consensuar un candidato único para enfrentarse al que consideraban el favorito de la clase política gobernante antes del golpe de Estado magnificó las posibilidades de Abdallahi, cuyo punto débil radicaba no tanto en su absoluta inexperiencia en estas lides como en lo poco que la mayoría de los electores sabían de él. En la votación del 11 de marzo de 2007, desarrollada en unas condiciones de libertad y limpieza que fueron avaladas por los organismos internacionales, y siendo la participación del 70,2%, el ex ministro se puso en cabeza con el 24,8% de los votos y junto con él pasó a disputar la segunda vuelta Ahmed Ould Daddah, que obtuvo el 20,7%.

En la estacada quedaron 18 aspirantes, siendo los más adelantados el ex gobernador del Banco Central Zeine Ould Zeidane (15,3%), el ya citado Messaud Ould Boulkheir (9,8%), Ibrahima Moktar Sarr (7,9%) y Saleh Ould Hanenna, un antiguo mayor condenado a cadena perpetua por haberse rebelado contra Taya en 2003 antes de ser amnistiado por Vall y de probar fortuna en la política partidista (el 7,6%). Dos políticos de peso, el ex presidente Haidalla y Mohammed Ould Maouloud, jefe de la Unión de Fuerzas por el Progreso (UFP) y como Daddah, Boulkheir y Hnanna un animador de la CFCD, tuvieron que conformarse con unos pocos miles de votos. El escrutinio se realizó con rapidez y antes de transcurrir 24 horas desde el cierre de las urnas el Ministerio del Interior dio parte de los resultados oficiales y definitivos.

El tono sosegado, casi cordial, que había caracterizado la campaña de la primera vuelta señoreó también en la segunda. Abdallahi insistió en su idea de que Mauritania debía inaugurar una era política basada en el consenso nacional y sostuvo con Daddah dos debates televisados en los que se habló de luchar contra la corrupción, de promover la armonía racial y de distribuir con justicia social los beneficios que estaba reportando la explotación, comenzada hacía tan sólo un año y con un volumen de producción previsto de 75.000 barriles de crudo diarios durante diez años (aunque ahora mismo no se producían más que 18.000), de los yacimientos de petróleo offshore perforados de punta a punta de la costa del Atlántico por un consorcio de compañías occidentales.

Esta riqueza natural submarina, unida a la minería del hierro y a los caladeros pesqueros, debía azuzar el despegue económico y humano de un país deficitario prácticamente en todo. Por de pronto, el inicio de la actividad petrolífera ya estaba teniendo un impacto fulminante en el producto nacional, que en 2006 registró un crecimiento rayano en el 20%. Además, el mandatario que tomara las riendas de la junta militar iba a encontrar un panorama financiero más clemente, luego de que en junio del año anterior el FMI accediera a cancelar la deuda externa mauritana con arreglo a la Iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados (PPAE/HIPC).

Para la segunda vuelta del 25 de marzo Abdallahi se aseguró los respaldos de Zeidane y Boulkheir, mientras que Sarr, Hnanna y Maouloud se decantaron por Daddah. Finalmente, se impuso el economista independiente con el 52,8% de los votos. El veterano político progresista encajó su tercera derrota en unas presidenciales con deportividad, transmitiendo sus felicitaciones al ganador y –algo raras veces visto en el contexto político africano, y desde luego nunca antes en Mauritania- omitiendo cualquier denuncia o queja por unas hipotéticas irregularidades que no fueron detectadas por nadie.

El 19 de abril de 2007 Abdallahi, a los 69 años, tomaba posesión de la Presidencia de la República en el Palacio de Congresos de Nouakchott, en presencia de siete jefes de Estado africanos y del coronel Vall, al que agradeció que hubiera mantenido su palabra de devolver el poder a un gobierno civil y democrático. El flamante mandatario, de hecho el primero con legitimidad intachablemente democrática desde la independencia, se felicitó porque la transición ahora rematada constituyera un "modelo indiscutido de conclusión pacífica de una era monolítica y de entrada decidida en una moderna democracia", e instó a desterrar "los comportamientos autocráticos y el ejercicio en solitario del poder".

Al día siguiente, nombró a Zeidane primer ministro con la misión de aplicar medidas de austeridad que paliaran el déficit presupuestario, recrecido a causa de unos ingresos petroleros menores de los barajados debido a problemas técnicos en la extracción del crudo. El 27 de abril, abundando en el espíritu de concordia política imperante, Boulkheir fue investido presidente de la Asamblea Nacional, movimiento que fue interpretado en términos muy positivos para las reivindicaciones del estrato social de los haratines y como una buena señal en relación con la promesa de los nuevos dirigentes del país de suprimir los vestigios de esclavitud.


(Cobertura informativa hasta 1/5/2007)