Marina Silva

Marina Silva, la que fuera carismática ministra de Medio Ambiente en la primera Administración de Lula da Silva, ha recuperado su antiguo puesto en el nuevo Gobierno Federal instalado el 1 de enero de 2023 y con Lula de vuelta en la Presidencia. Dejando atrás anteriores desavenencias, Lula ha decidido recurrir otra vez a Silva para aplicar la parte ambientalista de su programa, uno de los ejes de su promesa general de "reconstruir Brasil", mediante el combate en firme contra las quemas ilegales y la deforestación que vienen asolando la selva amazónica.

Silva, procedente de los estratos más bajos de la sociedad, es una veterana activista que ha dedicado buena parte de sus 64 años de vida a la lucha, llena de ingratitudes y librada en distintos frentes —sindical, legislativo, gubernamental—, para preservar la selva virgen brasileña, lo que le granjeó un amplio reconocimiento doméstico e internacional, pero también muchos enemigos. Inconformista nata y políticamente inquieta, en 2008 dio portazo al primer Gobierno de Lula al considerar que en su seno ella no podía conciliar la urgente protección de la Amazonía y los imperativos del avance económico y humano de Brasil.

Silva rompió con el Partido de los Trabajadores y en la década que siguió compitió contra su anterior formación en tres elecciones presidenciales consecutivas. Su visión de un desarrollo "socio-ambiental" sostenible, que combinara ecologismo, prosperidad económica e inclusión social, y su oferta tercerista, que hablaba de ética en política y una evolución en el concepto del bienestar de los brasileños, tuvo una acogida fluctuante en las urnas. En las votaciones de 2010 causó sensación al quedar tercera como candidata del Partido Verde, en 2014 repitió el registro y lo mejoró tras las siglas del Partido Socialista Brasileño, y en 2018, el año del huracán derechista de Jair Bolsonaro, se hundió hasta la octava posición llevando como vehículo un partido propio, la Red Sostenibilidad (REDE). Sus contrincantes del petismo fueron en las dos primeras tentativas Dilma Rousseff, una dirigente con la que nunca se entendió, y en la tercera Fernando Haddad, hoy colega en el Gabinete de Lula como responsable de Hacienda.

En sus campañas electorales, la plataforma progresista de Silva vio relativizada, hasta generar embarazosas contradicciones, su orientación a la izquierda en dos terrenos: el de la gran economía, donde el compromiso con la responsabilidad fiscal, la libre flotación cambiaria y la defensa de la independencia del Banco Central la acercaban al centro liberal; y, sobre todo, el de las cuestiones sociales con fuertes implicaciones morales tales como el aborto y, antes de su legalización en 2013, el matrimonio igualitario, áreas en las que prevalecía en ella el conservadurismo religioso de su fe evangélica pentecostal. Ahora, la cálida reconciliación en 2022, tras 14 años de ruptura y alejamiento, entre Silva y Lula se cimenta en un diagnóstico compartido: Brasil debe revertir de inmediato la desprotección de la naturaleza cara al cuatrienio de Bolsonaro, imponer el desmatamento zero en sus estresados biomas y encarrilar el modelo de desarrollo sostenible con una agenda climática ceñida a los Acuerdos de París y los compromisos de las COP.


(Texto actualizado hasta 1 enero 2023)

1. Primer activismo sindical y político con el PT de Acre
2. Senadora y ministra de Lula: el dilema medioambiental
3. Fichaje por los Verdes y destacada candidatura presidencial en 2010
4. Nueva postulación a Planalto como suplente del socialista Eduardo Campos
5. Liza triangular con Dilma Rousseff y Aécio Neves en 2014
6. Fracaso en las presidenciales de 2018 con la REDE
7. Apoyo a Lula en 2022 y retorno al Ministerio de Medio Ambiente en 2023


1. Primer activismo sindical y político con el PT de Acre

Hija de una pareja de seringueiros o recolectores de caucho sometida a jornadas laborales intensivas en las remotas explotaciones silvícolas del estado amazónico de Acre, en la infancia pudo salvarse de la desnutrición, la malaria y el analfabetismo gracias a las atenciones médicas y educativas que recibió en la capital regional, Rio Branco. La pobreza extrema, las enfermedades y el trabajo agotador en los cauchales, al que Marina hubo de incorporarse con tan solo 10 años para ayudar a pagar las deudas familiares, acabaron con las vidas de tres de los 11 hermanos y de la madre, Maria Augusta, de la que Marina quedó huérfana a los 15. La prole se crió en un palafito de madera levantado en la plantación de Bagaço y durante unos años malvivió en Manaus y en Santa Maria do Pará, lugares en los que los padres intentaron sin éxito conseguir unas condiciones laborales más dignas.

En Rio Branco Marina fue acogida por el Obispado y la congregación católica de las Siervas de María Reparadoras, los cuales le curaron una pertinaz hepatitis complicada con malaria y leishmaniasis, y, matriculándola en el Movimiento Brasileño de Alfabetización (Mobral), posibilitaron que aprendiera a leer y a escribir una vez cumplidos los 16. Años después, ya en edad adulta, el consumo de agua contaminada con metales pesados en la plantación cauchera donde había transcurrido su infancia iba a pasarle factura a Marina, aquejada de unas dolencias recurrentes que requirieron tratamientos específicos.

Tras abrirse paso en el mundo laboral, donde empezó trabajando de empleada doméstica, y hacerse con algún dinero, en 1981 Silva consiguió ingresar en la Universidad Federal de Acre (UFAC), donde se formó en Historia. En 1984, con 26 años, se sacó la diplomatura y comenzó a dar clases de Historia en una escuela de enseñanza media. Más tarde, cursó un posgrado de Teoría Psicoanalítica en la Universidad de Brasilia y otro de Psicopedagogía en la Universidad Católica de Brasilia.

Ya antes de iniciar los estudios universitarios en los años postreros de la dictadura militar, Silva tomó contacto con los movimientos sociales del agro brasileño, los religiosos vinculados a la Teología de la Liberación y las Comunidades Eclesiales de Base. Estando en la UFAC, la joven se familiarizó con la literatura de izquierdas, recibió adiestramiento como activista rural y, sobre todo, conoció al sindicalista cauchero y líder ambientalista Chico Mendes, un paisano de Acre que se había convertido en el símbolo de la lucha contra las talas indiscriminadas que, con la complicidad de las autoridades políticas, perpetraban en la Amazonía los propietarios ganaderos y las empresas madereras.

En 1984 Mendes, Silva y otros activistas pusieron en marcha la sección en Acre de la Central Única de Trabajadores (CUT), de la que fueron primeros coordinador y vicecoordinadora, respectivamente, con un plantel de reivindicaciones campesinas y conservacionistas. La CUT acreana se proponía armonizar la protección de la selva y la inclusión social de los jornaleros del campo, negando que tales retos fueran incompatibles.

El intenso compromiso de Marina con las causas de la naturaleza y el campesinado pobre contribuyó a malograr su matrimonio con Raimundo Gomes da Souza, un funcionario público nada interesado en las luchas sociales y proclive a la bebida con el que se había casado en 1980, poco después de dejar el Convento de las Siervas de María en Rio Branco. La pareja había concebido dos hijos, Shalon y Danilo. En 1986, tras separarse de su primer esposo, Silva contrajo segundas nupcias con el perito agrícola Fábio Vaz de Lima, antiguo compañero de estudios en la UFAC que compartía sus inquietudes sociales y sus ideas de izquierdas. Vaz de Lima, un hombre discreto apartado de los focos a lo largo de la carrera política de su mujer, dio a Marina dos hijas, Moara y Mayara.

Atraída también por la lucha puramente política, Silva se vinculó al Partido Revolucionario Comunista (PRC), que se movía en la clandestinidad, y en 1985 pasó a militar en el Partido de los Trabajadores (PT), fuerza legal de ideario socialista conducida por el dirigente obrero de São Paulo Luiz Inácio Lula da Silva. Silva ayudó en las labores de implantación del PT en Acre y en noviembre de 1986 disputó su primer cargo representativo de elección popular, un escaño de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional, el cual vio escapársele de las manos al no alcanzar el partido el mínimo porcentaje exigido en el estado. Hasta este momento siguió siendo la vicecoordinadora de la CUT. Dos años después, el 15 de noviembre de 1988, Silva resultó elegida concejala (vareadora) de la Prefectura de Rio Branco, donde pasó a ser la única representante de la izquierda y adquirió notoriedad como una enérgica detractora de las prebendas y los beneficios económicos de que gozaban los cargos municipales. Al mes de ser elegida, su compañero de luchas sindicales, Chico Mendes, cayó asesinado a manos de unos sicarios contratados por hacendados que le abatieron a tiros en su casa de Xapuri.


2. Senadora y ministra de Lula: el dilema medioambiental

En las elecciones generales del 3 de octubre de 1990 Marina Silva ganó el escaño en la Asamblea Legislativa de Acre con el mayor número de votos en el estado. Concluida la legislatura estatal de cuatro años, que para el PT federal fue de oposición a la Administración del presidente conservador Fernando Collor de Mello y de participación en el Gobierno de unidad nacional de Itamar Franco, la representante acreana saltó al Congreso Nacional como senadora, mandato federal de ocho años que obtuvo en los comicios del 3 de octubre de 1994 con el 31,2% de los votos y que empezó a ejercer el 1 de febrero de 1995.

Con 36 años, Silva se trataba de la más joven miembro del Senado Federal brasileño, desde donde se volcó en la elaboración y debate de los proyectos legislativos relacionados con la preservación de la selva virgen. Su trayectoria especializada en los problemas de la ecología la situó en 1995 al frente de la Secretaría Nacional de Medio Ambiente y Desarrollo del PT. En las elecciones generales del 6 de octubre de 2002 la senadora, con el 32,3% de los votos, fue reelegida para un segundo período de ocho años a la vez que Lula, al cuarto intento, ganaba la Presidencia de la República y conducía al PT al Palacio de Planalto, del que fue desalojado el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del presidente Fernando Henrique Cardoso. Al constituirse el primer Ejecutivo petista el 1 de enero de 2003, Marina, tal como se esperaba, fue nombrada ministra de Medio Ambiente, puesto gubernamental que requirió su licencia en el Senado.

La misión de Silva era definir y ejecutar una política ecológica integral que conciliara la salvaguardia de la selva amazónica, cuyo expolio por las empresas madereras continuaba a toda velocidad, y la reforma agraria prometida por el PT al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST), que reclamaba al Gobierno la entrega a los campesinos sin propiedades de fincas mantenidas incultas por los terratenientes así como los medios para cultivarlas. En la campaña electoral, Lula se había referido a una "inclusión social con justicia ambiental" que hacía bandera también de la observancia escrupulosa por Brasil de los principales acuerdos multilaterales en materia de protección del medio ambiente. Estos eran las convenciones de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el Protocolo de Kyoto de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y sobre Biodiversidad. Ambos instrumentos habían visto la luz precisamente en Brasil, cuando la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992.

Ahora bien, pronto salieron a relucir las diferencias de sensibilidad entre Silva, cuyos planteamientos "socio-ambientales" hacían hincapié en el preciso equilibrio entre ecología y desarrollo económico sostenible, y Lula y sus principales colaboradores en el Gobierno y la cúpula del partido, fogueados sobre todo en las luchas obreras de los núcleos urbanos, quienes tenían más presentes los intereses gremiales, a veces contrapuestos, de los diversos colectivos laborales y empresariales.

Más aún, Lula, el ministro de Agricultura João Roberto Rodrigues y su grupo de expertos apostaban decididamente por el agrocomercio de soja y vacuno, las plantaciones de colza transgénica y las cosechas de caña de azúcar para la producción masiva de etanol, biocombustible alternativo a la gasolina. Estas operaciones, a las que el presidente confería una relevancia estratégica para el desarrollo nacional y la matriz exportadora de Brasil, requerían la transformación agropecuaria de más y más terrenos silvestres, destinados a los monocultivos intensivos con procedimientos agresivos que buscaban obtener crecimientos rápidos, cosechas más copiosas y, por supuesto, maximizar beneficios. Silva admitía con reservas el empujón a los biocombustibles, pero no ocultaba la aprensión que le producían los cultivos modificados genéticamente, a los que Ley de Bioseguridad de 2005 dio barra libre, y el abuso de los agroquímicos por sus repercusiones ecológicas y sanitarias. En estas preocupaciones, seguramente pesaba también su amarga experiencia personal con las aguas contaminadas en su Acre natal.

Otro frente de fricción entre el núcleo presidencial de Planalto y el Ministerio de Medio Ambiente fue el programa de construcción de nuevas centrales hidroeléctricas y térmicas para paliar el déficit en la generación de electricidad, que mantenía sin servicio a millones de personas. Estas grandes obras de ingeniería, lógicamente, entrañaban más actividad humana en las áreas naturales y una presión adicional a los ecosistemas. Las directrices económicas y energéticas, justificadas en aras del bienestar de los ciudadanos y el crecimiento económico, tenían un complicado acomodo con las necesidades conservacionistas del gran manto de la pluvisilva, las vastas cuencas fluviales y la biodiversidad que acogían.

Aún peor, a pesar de las vedas de explotación maderera, la conversión de más de 20 millones de hectáreas en áreas de protección ambiental y en parques nacionales, y la introducción de una legislación muy exigente, duras sanciones penales inclusive, para impedir la explotación ilegal del campo, actuaciones como las talas, las quemas y las rozas indiscriminadas en áreas que teóricamente eran patrimonio público seguían a la orden del día. A lo largo de 2004 y 2005, la ministra, urgida por los movimientos conservacionistas y los partidos ecologistas, pidió paciencia para que pudieran apreciarse los resultados del Plan de Acción para la Prevención y Control de la Deforestación de la Amazonía.

El rosario de premios internacionales recibidos por Silva en reconocimiento de sus esfuerzos ambientalistas era un estímulo que apenas compensaba las ingratitudes de su función en el Gobierno. El Ministerio de Medio Ambiente parecía no gozar de un aprecio especial de Lula, quien exponía una visión más comercial del "desarrollo económico sostenible" de Brasil. De hecho, Silva arrastraba enfrentamientos casi a diario con colegas del Gabinete. En particular con la poderosa y enérgica jefa de la Casa Civil de la Presidencia, Dilma Rousseff, mal avenida con ella desde su anterior función de ministra de Minas y Energía. Aunque la titular de Medio Ambiente gozaba de buena prensa internacional, el Gobierno brasileño fue instado por la comunidad científica, las ONG y portavoces de la ONU y la Unión Europea a que invirtiera un mayor esfuerzo en proteger la biomasa amazónica, el gran pulmón del planeta, cuyo retroceso solo podía empeorar el calentamiento global por el exceso de dióxido de carbono atmosférico.

Tras varios amagos de dimisión, Silva renovó en su puesto al constituirse la segunda Administración Lula el 1 de enero de 2007. Aunque la batería de medidas del Gobierno para frenar la deforestación estaba empezando a dar frutos (según el Ministerio, el ritmo destructivo había caído un 59% en el último trienio al pasar la superficie desarbolada de los 27.429 km² en 2003-2004 a los 11.224 km² en 2006-2007, tiempo en el cual habían sido disueltas más de un millar de empresas por violar la ley y condenados a prisión cientos de infractores), la frustración volvió a apoderarse de la ministra al comprobar cómo la influencia en el Gabinete de los grupos de presión económicos, a veces con la connivencia de los gobernadores de sus estados, distorsionaba su labor diaria, dañaba su comunicación con los responsables de otros departamentos y bloqueaba la aplicación de algunas directivas importantes, empezando por las de creación de áreas protegidas, campaña esta última que quedó prácticamente paralizada.

Por otro lado, las resistencias del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales (IBAMA), dependiente del Ministerio, a conceder licencias de cumplimiento medioambiental a unos grandes proyectos hidroeléctricos en el estado de Rondônia, vecino de Acre y especialmente castigado por la deforestación, fueron tachadas desde medios empresariales de sabotaje al desarrollo económico del país. Las implicaciones en la Amazonía del ambicioso Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC), que incluía la apertura de corredores para el transporte terrestre y fluvial de miles de kilómetros de longitud, inquietaban profundamente a la ministra, de paso disconforme también con el plan de construir un tercer reactor de agua presurizada para la generación de electricidad, el Angra 3, en la Central Nuclear Almirante Álvaro Alberto de Angra dos Reis, en Río de Janeiro. Silva se quejó de que estaba recibiendo presiones de los gobernadores de Mato Grosso, Blairo Maggi, y Rondônia, Ivo Cassol, para que se flexibilizaran las medidas de protección selvática.

La gota que colmó el vaso del aguante de Silva fue la decisión por Lula el 8 de mayo de 2008 de encomendar la coordinación del Plan Amazonía Sostenible (PAS), que definía cinco prioridades estratégicas para el desarrollo equilibrado de toda la región, no a ella, sino al ministro al frente de la Secretaría de Asuntos Estratégicos, Roberto Mangabeira Unger, un reputado jurista y teórico social que no pasaba por ser precisamente un abanderado del ecologismo. Cinco días después de conocer la decisión sobre el PAS, Silva, sintiéndose ninguneada, presentó a Lula una carta de dimisión irrevocable en la que daba cuenta de las "dificultades" con que topaba su agenda medioambiental, aludiendo implícitamente a las resistencias planteadas por sectores del Ejecutivo, las demás instituciones del Estado y el mundo empresarial.

El presidente, que cubrió la baja con Carlos Minc, no encajó nada bien el sonoro portazo de Silva, tachado de "espectáculo", aunque la dimisionaria no quiso personalizar sus reproches en él. Lula era perfectamente consciente del daño que la renuncia de su ministra de Medio Ambiente causaba a la imagen internacional del Gobierno brasileño.


3. Fichaje por los Verdes y destacada candidatura presidencial en 2010

Marina Silva siguió en la brecha política desde su asiento en el Senado, donde adoptó una postura oposicionista frente a varias disposiciones del Ejecutivo. Fue particularmente beligerante con la nueva normativa reguladora de la tenencia y explotación de fincas rústicas, que a su entender iba a amparar la ocupación ilegal de tierras forestales por terratenientes y ganaderos. En estas circunstancias, la ruptura con el PT, tras más de dos décadas de militancia, parecía inevitable. El 19 de agosto de 2009 Silva anunció el final de su larga fidelidad petista y el 30 del mismo mes escenificó su alta, aceptando la insistente oferta que se le hacía, en el Partido Verde (PV), pequeña formación ecologista fundada en 1986 y con un discretísimo recorrido electoral. Solo en las legislativas de 2006 los verdes brasileños se habían hecho notar al obtener el 3,6% de los votos, cuota que les dio derecho a 13 diputados, la mayoría en representación de São Paulo y Minas Gerais.

La participación del PV en las elecciones presidenciales no pasaba de testimonial. En las de 1989 el partido presentó como candidato a Fernando Babeira, quien tan solo recogió el 0,2% de los votos. Cinco años después, los verdes respaldaron a Lula frente al a la postre triunfador Fernando Cardoso y en 1998 volvieron a intentarlo por su cuenta con Alfredo Sirkis, quien hubo de conformarse con el 0,3% de los sufragios. En las elecciones de 2002 y 2006 el PV ni presentó candidato a la Presidencia ni apoyó a ningún otro, aunque la ganancia de escaños en los últimos comicios a la Cámara de Diputados se tradujo en su integración en el Consejo Político para la asesoría presidencial de Lula y en un afianzamiento del respaldo parlamentario prestado al PT durante su primer período de Gobierno en 2003-2007.

Más allá de su compromiso con el medio ambiente, el desarrollo sostenible, el pacifismo, las fórmulas de democracia directa y la adopción de reformas sociales como el matrimonio homosexual, el aborto libre y la legalización de la marihuana, los verdes brasileños rehusaban ser etiquetados dentro del espectro tradicional de derecha a izquierda. Precisamente, uno de los fundadores del PV era Carlos Minc, el sustituto de Silva en el Ministerio de Medio Ambiente, elección que dejó a las claras la comprensión por Lula del mal lugar en que había quedado su Gobierno por la renuncia de Silva. Por ejemplo, Greenpeace aseguró que el adiós de la ministra demostraba que el presidente brasileño había "decidido abandonar la Amazonía".

La idea del PV era hacer de Silva, a sus ojos un fichaje de auténtico lujo, su candidata para las elecciones presidenciales de octubre de 2010, irrumpiendo en un escenario bastante abierto donde por el momento se situaba en cabeza el aspirante oficioso del PSDB en la oposición, José Serra, el gobernador de São Paulo. El cambio de colores de la ex ministra de Medio Ambiente no dejó de impresionar a los petistas, cuya postulante todavía no oficial, Dilma Rousseff, seguía a la zaga de Serra, aunque el impulso personal de Lula, quien la quería como sucesora institucional en Brasilia, ya la estaba haciendo ascender con brío. Si bien su cuota en los sondeos no superaba el 5% en estos momentos, Silva era con mucho una política más conocida a nivel internacional que Rousseff. En el primer partido del Gobierno se temía que Silva, puesto que despertaba amplias simpatías en el ala izquierda del PT y en las comunidades de base, terminara frenando las fuertes expectativas alcistas de la ministra de la Casa Civil.

El 16 de mayo de 2010 Silva asumió su candidatura por el PV en un acto donde criticó la "pérdida" por el PT de su "capacidad para conectar con las utopías del siglo XXI" y diagnosticó el sufrimiento por Brasil de una "crisis social" y una "crisis ambiental de consecuencias dramáticas", aunque también alabó las políticas sociales de Lula y las reformas económicas acometidas por su predecesor, el socialdemócrata Cardoso. Evocando los casos del demócrata Barack Obama en Estados Unidos y del candidato verde a presidente de Colombia, Antanas Mockus, Silva hizo un llamamiento a "reinventar la manera de caminar en la política, ser intolerantes con la corrupción, hacer una gestión pública basada en la transparencia y en la competencia, y desarrollar políticas ciudadanas basadas en principios y valores".

El 10 de junio de 2010, en su Convención Nacional celebrada en Brasilia, el PV lanzó la candidatura de Silva, quien afirmó su disposición a convertirse en la primera mujer, y negra (mulata, en realidad) para más señas, en presidir Brasil. La meta era virtualmente irrealizable, más al concurrir el PV en solitario, sin coalición, pero estaba por ver si su plataforma de tercera vía sería capaz de afectar al desarrollo de la primera vuelta y, eventualmente, determinar el resultado de la segunda y definitiva. En ese momento, su cuota en las encuestas de intención de voto oscilaba en torno al 9%, un porcentaje modesto que era cuatro veces menor que el de los empatados Rousseff y Serra.

En su programa electoral, la candidata verde, secundada por el rico empresario Guilherme Leal como aspirante a la Vicepresidencia, hizo un empleo profuso de Internet para difundir sus ideas sobre el desarrollo sostenible a la vez que difundió una imagen fresca y amable, buscando atraer a los votantes jóvenes y descontentos. Marina defendía una "tercera generación de bienestar social" con participación del sector privado, insistía en la necesidad de invertir en educación, apostaba por la creación de empleos verdes mediante el incentivo fiscal de los negocios respetuosos con el medio ambiente y hacía una defensa matizada de los biocombustibles (etanol y biodiésel), que le parecían una alternativa energética viable y útil para combatir el efecto invernadero provocado por los combustibles fósiles, pero siempre que no acarrearan la tala de bosques y la reducción de las tierras dedicadas a la producción agroalimentaria. Ella seguía comprometida con el socio-ambientalismo, lo que equivalía a decir que "la Amazonía no es un santuario inviolable".

Durante la campaña no dejaron de ser objeto de escrutinio los planteamientos morales de la candidata verde, conocida también por su profunda religiosidad y su recorrido no uniforme en materia de fe, los cuales abrían un paréntesis nítidamente conservador en un corpus de propuestas en todo lo demás progresista y orientado a la izquierda. El caso era que en 1997 Silva había dejado las católicas Comunidades Eclesiales de Base y, en medio de una grave postración de salud a raíz de los daños neurológicos provocados por la contaminación con mercurio en su etapa infantil, abrazado el protestantismo evangélico pentecostal, tan imbuido de celo misionero y ultraconservador en cuestiones de moralidad cristiana y de género. La conversión religiosa cuando esperaba un "milagro" para no morir de su enfermedad preludió su adhesión a las Assembleias de Deus, la mayor iglesia evangélica en Brasil.

Resultaba que Marina era miembro entusiasta de una organización religiosa que expresaba su rechazo más enérgico, por ser pecaminosos y "abominables a los ojos de Dios", al aborto en cualquier supuesto, la homosexualidad, la despenalización de la marihuana o el uso de células madre embrionarias en la investigación terapéutica, pero al mismo tiempo militaba en un partido político con una postura oficial antitética, por liberal, en todas esas materias. Ella, en conciencia, asumía los preceptos religiosos y morales de su iglesia, así que estaba obligada a manifestase personalmente en contra del aborto, el matrimonio de personas del mismo sexo y la legalización de las drogas blandas. Sin embargo, para salir del paso de las acusaciones por sectores progresistas de incurrir en contradicción flagrante con el programa permisivo de su propio partido, la candidata propuso someter a "plebiscito" esos polémicos puntos.

Sobre este particular, el socialdemócrata Serra propugnaba legislar algún tipo de unión legal para las personas del mismo sexo al tiempo que se declaraba pro-vida y por lo tanto contrario a aumentar los supuestos de despenalización del aborto (en Brasil solo autorizado en los casos de violación o de grave riesgo para la vida de la madre), mientras que Rousseff, temerosa del castigo de los electores católicos y evangélicos, se retractó de sus posturas iniciales y terminó rechazando tanto la liberalización del aborto como el matrimonio gay.

Silva experimentó un avance moderado aunque constante a lo largo de la campaña. Al cierre de la misma, sus perspectivas de voto, según los últimos sondeos, tenían un techo del 16%, luego las posibilidades de que pasara a la previsible segunda vuelta eran virtualmente nulas. Al final, la pretendiente verde superó con creces los mejores pronósticos y el 3 de octubre de 2010 obtuvo un muy meritorio 19,3% de los sufragios en las urnas nacionales. Llamó poderosamente la atención que fuera la más votada en ciudades de la importancia de Belo Horizonte y Vitória, amén de la mismísima capital, Brasilia, donde sacó un espectacular 41%. Después de todo, el controvertido factor religioso no deparó ningún perjuicio a Silva y sí un auténtico botín de papeletas y pulsaciones electrónicas. La prensa nacional llegó a hablar de "ola verde". Rousseff, con el 46,9%, y Serra, con el 32,6%, seguían adelante.

Los cerca de 20 millones de votos cosechados por Marina, quien dijo sentirse "victoriosa" con estos resultados, convertían a la ex ministra en una suerte de árbitro de la contienda electoral del 31 de octubre: su público respaldo a uno u otro contendientes bien podía decantar el resultado final. Así que de inmediato tanto Rousseff como Serra se pusieron a cortejarla. Silva, sin embargo, no quiso respaldar a ninguno de los dos y el PV optó por dar libertad de voto a sus afiliados y simpatizantes. La postura de neutralidad de los verdes, adoptada con el voto de casi todos los delegados asistentes a una convención interna el 17 de octubre, obligó a Rousseff y Serra a atacarse mutuamente con un duro cruce de recriminaciones.

Al final, la batalla fue ganada por la petista, proclamada presidenta electa con el 56% de los votos. Por otro lado, el factor Marina, pese a su brillante rendimiento en las presidenciales, no fue el revulsivo que el PV había esperado para mejorar su posición legislativa. Así, en las elecciones a la Cámara de Diputados los verdes sólo aumentaron su representación en dos actas, quedándose con 15 escaños, mientras que en el Senado Federal su casillero siguió a cero.


4. Nueva postulación a Planalto como suplente del socialista Eduardo Campos

El 1 de febrero de 2011, un mes después de constituirse el Gobierno Rousseff —sin participación del PV—, Silva se quedó fuera de las instituciones federales al expirar su segundo mandato de ocho años como senadora por Acre. Paradójicamente, la veterana ambientalista se encontraba en la cima de su nombradía internacional y al cabo de unas semanas su cuenta en Twitter, con 418.000 seguidores, mereció el Shorty Awards, galardón de carácter virtual considerado por algunos medios como "el Óscar de las redes sociales", en la categoría de políticos. Esta distinción en Twitter se añadía a premios internacionales de más enjundia, y con dotación económica en algunos casos, como el Champions of the Earth, concedido en 2007 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), el Duke of Edinburgh's Award de la ONG World Wildlife Fund for Nature (WWF) en 2008, el Eco & Peace Global Award, entregado ese mismo año por la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Cultura de Paz (ECO 2008) que tuvo lugar en Brasilia, o el Sofieprisen noruego en 2009.

El 29 de junio de 2011 Silva volvió a ser noticia al informar el periódico Correio do Brasil que la política se disponía a abandonar el PV, donde no llevaba ni dos años militando, y barajaba poner en marcha su propio movimiento político. El 7 de julio siguiente la interesada confirmó e hizo oficial su baja en el PV en un acto público celebrado en São Paulo bajo la divisa de Encontro por uma nova política. En un emocionado discurso, la oradora habló de "mantener la coherencia y seguir al frente", y aseguró que había pasado "la hora de ser pragmáticos" y que era "la hora de ser soñadores". Sus intenciones eran propiciar "una nueva forma de hacer política, transparente, con espíritu republicano", capaz de "promover la ciudadanía y los valores de la diversidad". "Diálogo entre diferencias" y aspiración a un nuevo modelo donde "la economía y la preservación de los recursos humanos se integren a favor del desarrollo" eran otros de los valores motrices de una nueva iniciativa social y política que por el momento no se sustanció.

En abril de 2012, mientras demoraba sus siguientes pasos políticos, Silva fortaleció sus vínculos religiosos al ser ordenada pastora de su iglesia en la Convención de las Assembleias de Deus en el Distrito Federal (CEADDIF), liderada por el pastor Sostenes Apolos. La posibilidad de que las mujeres fueran consagradas ministras de las Assembleias de Deus había sido aprobada en octubre del año anterior por la Asamblea General Ordinaria de la CEADDIF de Brasilia. En los dos últimos años, la condición de Silva en la organización eclesiástica de las Assembleias de Deus había sido la de misionera. Silva retrasó la concreción de su nuevo proyecto político hasta el 16 de febrero de 2013, día en que anunció su intención de crear una plataforma socio-ambientalista denominada Red Sostenibilidad (REDE). Horizontal, abierta y eminentemente ciudadana, la REDE no iba a ser "ni de derechas ni de izquierdas", explicaba su promotora, quien dejó abierta la puerta a ser candidata de nuevo en las elecciones presidenciales de 2014.

Las renovadas ambiciones presidenciales de Marina fueron tomando cuerpo en los meses siguientes, pero el 3 de octubre de 2013 la política encajó un fuerte revés cuando el Tribunal Superior Electoral (TSE) rechazó registrar la REDE en la nómina de partidos al no haber reunido el número mínimo de firmas exigidas para su legalización. Según el TSE, Marina y sus compañeros habían recabado 442.000 firmas válidas, cuando precisaban 492.000. 95.000 rúbricas de electores presentadas como respaldo al nuevo partido fueron invalidadas por el TSE, según Silva sin criterio justificado.

Urgida por un plazo legal que expiraba en horas, Silva, a fin de cuentas una de las figuras mejor valoradas y con más legitimidad del panorama político brasileño, no se detuvo a analizar la decisión del TSE en términos de un posible torpedeo desde las instituciones a un proyecto personal que podría haber hecho mucho daño a las aspiraciones continuistas del Gobierno Rousseff y el PT. Así, según un sondeo realizado en agosto por el instituto demoscópico Datafolha, la ex senadora se posicionaba en segundo lugar en la carrera de la presidenciales con un 26% de intención de voto, diez puntos por detrás de la presidenta Rousseff, pero muy por delante del candidato in péctore del PSDB, el senador Aécio Neves, de tendencia liberal, y del líder socialista y gobernador pernambucano Eduardo Campos.

Con el fin de poder disputar las elecciones de 2014, si no con un partido propio sí al menos subida a uno dirigido por otros, Silva corrió a darse de alta, el 5 de octubre de 2013, en una formación de izquierda moderada con mucha solera, el Partido Socialista Brasileño (PSB) de Eduardo Campos, un político tradicional y con excelente reputación que, un poco como ella aunque con un repertorio de propuestas diferente, soñaba con abrir una tercera vía progresista haciendo cuña entre el PT y el PSDB. El PSB había formado parte de la coalición de partidos que respaldaba al Gobierno Rousseff hasta hacía unas semanas, cuando se retiró sosegadamente para gozar de autonomía de cara a las próximas elecciones generales.

Ahora bien, para Marina, afiliarse al PSB implicaba que no podría candidatear a la Presidencia de la República, pues en su partido de acogida esa empresa ya estaba, a falta de una proclamación oficial, asignada al que era su jefe indiscutible. De todas maneras, Campos y sus camaradas recibieron con los brazos abiertos a la ex ministra de Medio Ambiente y al pelotón de incondicionales que la secundaba, pues de seguro iban a insuflarles oxígeno proselitista y mejorar su situación en los sondeos, donde andaban bastante flojos. La prensa brasileña se mostró sorprendida por la opción escogida por Silva, a la que creían más interesada en el Partido Popular Socialista (PPS) o el Partido Ecologista Nacional (PEN), máxime si le ponían en bandeja la candidatura presidencial. La renuncia por Marina a ser abanderada beneficiaba extraordinariamente a la presidenta Rousseff, quien se libraba así del único competidor capaz de hacerla sombra.

Silva, mientras disparaba fuego graneado contra Rousseff con críticas contundentes a su manejo de la economía, estableció con Campos una "alianza programática" que tuvo su consagración el 14 de abril de 2014 con el lanzamiento de la fórmula electoral del PSB: él sería el candidato a presidente y ella le acompañaría como candidata a vicepresidenta. La alianza PSB-REDE, presentada como una alternativa tercerista para un país que estaba "cansado de la polarización" PT-PSDB, ganó las adhesiones de otras organizaciones políticas de izquierda, como el PPS de Roberto Freire y el Partido Patria Libre (PPL) de Sérgio Rubens, aunque también captó el interés de los partidos centristas Republicano Progresista (PRP), de Ovasco Resende, y Humanista de la Solidaridad (PHS), de Eduardo Rodrigues.

La chapa electoral Campos-Silva fue oficializada por el PSB en su Convención Nacional del 14 de junio en Bahía y a continuación en su Congreso Nacional Extraordinario del día 28 en Brasilia, acto este último que precedió en 24 horas al XIII Congreso Nacional de la agrupación fundada inicialmente en 1947, disuelta por la dictadura militar en 1965 y restablecida con el retorno de la democracia en 1985. En estos momentos, la intención de voto para el PSB en las presidenciales rondaba el 10%, aunque habían llegado al 13% a principios de mes. La relación de fuerzas en los sondeos (Rousseff primera con un techo provisional del 38%, Neves segundo y Campos tercero) parecía bastante estabilizada, pero el 13 de agosto de 2014, faltando 53 días para las votaciones del 5 de octubre, la campaña electoral, justo en vísperas de su arranque oficial, se vio conmocionada por la muerte del candidato socialista en un accidente de aviación en Santos, São Paulo.

Cuando se dirigía con miembros de su equipo a un acto político programado en el municipio paulista de Guarujá, la avioneta Cessna que transportaba al candidato se estrelló sobre una zona de viviendas de Santos, sobrevolada por el piloto en sus maniobras para tomar tierra en la base local de la Fuerza Aérea, luego de haber abortado un primer intento de aterrizaje a causa del mal tiempo. El siniestro costó la vida a los siete ocupantes del aparato, que perecieron en el acto.

Silva, cuyo temor a los desplazamientos aéreos era confeso, también tenía compromisos políticos en São Paulo ese mismo día, pero casi a última hora había optado por tomar un vuelo comercial. No hacer el trayecto en la avioneta de Campos desde Río de Janeiro, donde los dos habían estado reunidos hasta la noche de la víspera del accidente, salvó con seguridad su vida. Para ella, esto no podía ser más que una nueva manifestación de la "providencia divina", que ya la había salvado cuando estuvo gravemente enferma en 1997. La declaración, realizada en plena conmoción por la tragedia, no dejó de acentuar el perfil religioso de la por el momento candidata a vicepresidenta de Brasil.

El 16 de agosto, en la víspera del multitudinario funeral de Campos en Recife, donde el infortunado dirigente fue despedido con vivas muestras de compunción por Silva, la plana mayor de la política nacional y miles de ciudadanos, el nuevo presidente del PSB, Roberto Amaral, informó que el partido estaba listo para traspasar la candidatura presidencial a la ex ministra. La suplencia la hizo oficial cuatro días después una reunión en la sede partidaria en Brasilia. Completaba la nueva fórmula socialista Beto Alburquerque, diputado federal por Rio Grande do Sul que ya iba por su cuarta legislatura. El 22 de agosto, al filo de plazo legal, el TSE registró la chapa del PSB.

Arropada por la coalición Unidos pelo Brasil, donde el PSB se daba la mano con el PPS, el PPL, el PRP, el PHS y el Partido Social Liberal (PSL) de Luciano Caldas Bivar, y esgrimiendo el eslogan Não vamos desistir do Brasil, que era una frase acuñada por Eduardo Campos poco antes de morir, Silva defendió un programa estructurado en seis ejes, el Plano de ação para mudar o Brasil, que, de manera similar al de 2010 con el PV, presentaba una especie de síntesis de desarrollo integral, ambientalismo, estabilidad económica e inclusión social, aunque esta vez poniendo un mayor acento en las reformas políticas y administrativas del Estado y en un "nuevo federalismo", de manera que la sostenibilidad se aplicara "de dentro hacia fuera".

El primer eje del plan de acción proclamaba la necesidad de un Estado de democracia de alta intensidad, pues la "crisis de representación actual" ponía obstáculos decisivos a la "participación", la "gestión competente" y la "gobernanza pautada por la transparencia". El segundo eje, Economía para el desarrollo sostenible, diagnosticaba una "pérdida de competitividad y dinamismo" de la economía brasileña pese a su reciente "pujanza" en términos de crecimiento bruto (del 3% en 2013, tasa que mejoraba la de 2012, aunque desde principios de año la tendencia positiva se había evaporado y ahora mismo Brasil ya estaba técnicamente en recesión, al ser negativas las tasas intertrimestrales del primer semestre de 2014), al "enorme potencial de una sociedad creativa y emprendedora", y pese también a la "gran disponibilidad de recursos naturales".

Todas estas ventajas de partida se veían "dilapidadas" por la "maraña burocrática" y la "ausencia de políticas que incentiven su uso sostenible", establecían Silva y los socialistas. Aquí entraban en juego políticas y acciones tan diversas como el control de la inflación, la libre cotización del real, sin intervenciones revalorizadoras, en el mercado de divisas, la independencia del Banco Central, la reforma tributaria (con simplificación de los tramos impositivos y una bajada de la presión fiscal a las empresas), la desconcentración de la riqueza en la sociedad con medidas distributivas, más inversiones en infraestructuras de transportes, el impulso a las energías limpias y renovables, o una reforma agraria.

Los restantes ejes programáticos exponían las propuestas para avanzar en la educación, el I+D+i, la salud, los servicios sociales, el saneamiento urbano, la protección de los derechos ciudadanos y humanos, y, en su más amplia concepción, la calidad de vida de los brasileños. Entre las campañas concretas figuraban la transformación del programa Bolsa Família, uno de los florones de los gobiernos del PT, en una política pública de Estado, un "pacto por la vida" para ir reduciendo los guetos de pobreza, un sistema con coordinación federal de gestión y reciclado de residuos sólidos, y un "plan nacional de reducción de homicidios".

La web de campaña exponía además "40 razones para votar a Marina". Algunas de estas razones se referían al programa de la candidata, pero la mayoría aludían a sus rasgos personales. Así, Silva era "reconocida internacionalmente", era "intolerante con la corrupción" y estaba "libre de escándalos". No "atacar adversarios" ni "camuflar defectos" eran otras de las muchas virtudes de la aspirante presidencial, quien además "conoce la selva", "conoce la pobreza", "valora la educación" y, por si alguien lo había olvidado, "es mujer". Marina presentaba "una nueva forma de gobernar", pero esto no era óbice para que se declarara "sucesora" de Cardoso y Lula, y reconociera las "conquistas" de los gobiernos del PT, que eran la "estabilidad económica y la inclusión social". "No es una opositora que rechaza todo, ni una continuadora que lo ve todo positivo. Ella es una sucesora", rezaba la propaganda electoral de la lista 40 del PSB.

Como cuando su primera tentativa presidencial de cuatro años atrás, Silva pasó de puntillas por los espinosos debates sociales que tenían implicaciones religiosas y morales, dando con ello una imagen de imprecisión e inconsistencia. No queriendo transmitir una sensación de conservadora en este terreno, la postulante comenzó declarándose partidaria de "apoyar propuestas en defensa del casamiento civil igualitario" y de "eliminar obstáculos a la adopción de niños por parte de parejas homoafectivas". Así constaba en el plan de gobierno dado a conocer por ella el 29 de agosto en un acto de lanzamiento en São Paulo. Pero 24 horas después, el equipo de campaña enviaba un comunicado para hacer unas correcciones al texto, cuya nueva versión, dentro del eje Ciudadanía e identidades, omitía la palabra casamiento y defendía únicamente "los derechos oriundos de la unión civil entre personas del mismo sexo", es decir, en la línea de lo manifestado por José Serra en las elecciones de 2010.

Junto con la retirada del apoyo directo a las bodas de personas del mismo sexo, el plan de acción revisado, en su apartado "para asegurar derechos y combatir la discriminación" de los colectivos LGBT, modificó también el punto sobre las adopciones por parejas homoafectivas; ahora, hablaba de "dar el mismo trato a las parejas adoptivas, con todas las exigencias y mismos cuidados para las dos modalidades de unión, homo o heterosexual". Además de descafeinar sus propuestas para las personas del mismo sexo, Silva reiteró su rechazo al aborto, de manera que, de llegar al Gobierno, no tocaría un ápice la actual legislación restrictiva.


5. Liza triangular con Dilma Rousseff y Aécio Neves en 2014

La mudanza en la candidatura presidencial del PSB tuvo un efecto fulminante en las encuestas. En el primer sondeo publicado por Datafolha a los pocos días de la tragedia aérea de Santos y a renglón seguido del anuncio por el PSB de que Silva sería la sucesora de Campos, la ex senadora obtenía una expectativa de voto del 21%, aupándose a una situación de empate técnico con Neves y con opciones por tanto de disputar una hipotética segunda vuelta con Rousseff. La progresión de la opositora fue espectacular y antes de terminar agosto Silva ya había elevado su empate técnico, del 34%, a la pugna directamente con la mandataria en ejercicio. Es más, en las simulaciones del segundo turno, midiéndose únicamente con la petista, la socialista aparecía como la rotunda ganadora.

Relegando al tercero en discordia, el socialdemócrata Neves, al papel de comparsa sin posibilidades aparentes pese a la innegable sustancia de su programa, Silva y Rousseff convirtieron la campaña de las presidenciales del 5 de octubre de 2014 en un duelo particular entre dos mujeres, a ninguna de las cuales le faltaba carácter y combatividad. Ganara quien ganara las elecciones, una mujer seguiría mandando en Planalto, auguraban los sondeos. La socialista, que prometía no aspirar a la reelección en 2018 si ganaba ahora, se mostró acometedora en el primer debate televisado de los candidatos, el 26 de agosto. En este primer cara a cara con Rousseff, Silva puso a su adversaria a la defensiva con sus críticas al balance social y económico del Ejecutivo, cuyos desaciertos y carencias explicaban las vastas protestas populares desarrollada desde 2013. En el segundo debate, el 1 de septiembre, Rousseff pasó al contraataque, reclamando a la opositora que explicara de dónde iba a sacar "todo el dinero" que necesitaba para cumplir sus promesas.

A la conclusión del segundo debate, un nuevo muestreo de Datafolha indicó que Silva y Rousseff seguían empatadas en torno al 34-35% de intención de voto, aunque con un ligero repunte en favor de la segunda. Sin embargo, preguntados por un enfrentamiento exclusivo en la presumible segunda vuelta, los encuestados seguían dando una clara ventaja, de siete puntos, a Silva, quien se impondría con el 48% de los votos.

Daba la sensación de que Silva, proyectando integridad y autoridad moral, había conseguido erigirse en la esperanza de los millones de brasileños que hasta la conclusión de los Mundiales de Fútbol en julio de este 2014 habían tomado las calles para reclamar servicios públicos de calidad, viviendas dignas, no más abusos policiales y unas reformas de segunda generación que tocaran el sistema político. Pero a mediados de septiembre, el ascenso meteórico de la candidata socialista se paró en seco y su discreta actuación en los tres últimos debates televisados le pasó factura en las semanas postreras de la campaña, en paralelo al formidable despegue del socialdemócrata Neves. En pocos días, Silva, perseguida por las contradicciones de su programa en el capítulo social, vio evaporarse sus posibilidades con la misma rapidez con que habían surgido.

Al final, en la ronda del 5 de octubre de 2014 Silva, con un lustroso (dos puntos más que en 2010) pero, dadas las elevadas expectativas, muy decepcionante 21,3% de los votos (mas de 22 millones de papeletas en términos absolutos), quedó eliminada para el paso a un balotaje que el 26 de octubre libraron Rousseff y Neves, con victoria final para la primera. El fiasco de las elecciones fue mayor para Silva porque ella, a remolque del pronunciamiento de su partido, llamó a votar en la segunda vuelta por Neves. El respaldo incluyó la adhesión del PSB al proyecto del PSDB Juntos por la democracia, la inclusión social y el desarrollo sostenible, manifiesto que según la ex senadora asumía "compromisos socio-ambientales" y un plan para la reforma política, tal como ella había predicado durante la campaña.


6. Fracaso en las presidenciales de 2018 con la REDE

Silva se esforzó en hacer una lectura positiva de las elecciones presidenciales de 2014, en las que ella, aseguraba, "perdió ganando", mientras que Rousseff "ganó perdiendo". La posterior secuencia de los acontecimientos pareció dar alguna credibilidad a este análisis sin autocrítica. Así, el macroescándalo de corrupción Lava Jato, que arrolló al PT y a otros partidos con solera, la caída de la economía en una aguda recesión, la nueva ola de protestas ciudadanas y el movimiento de hostilidad en el Congreso contra la presidenta, objeto de un proceso de impeachment que mereció el apoyo de la líder ambientalista y que terminó apartándola del cargo en agosto de 2016, dibujaron un panorama aparentemente favorable a quienes, como Silva, sostenían la tesis de que Brasil solo podía salir del atolladero en virtud de una "nueva política".

El registro por fin de la REDE, con Gabriela Barbosa y Bazileu Margarido de co-portavoces, por el TSE el 22 de septiembre de 2015 fue la señal que confirmó la voluntad de Silva de volver a presentarse para presidenta en las elecciones de 2018, esta vez llevando como vehículo su propia formación. A lo largo del traumático, en lo político y en lo económico, 2016, Silva anduvo disputándole a Lula, y en ocasiones a las figuras del PSDB (Neves, Serra, Geraldo Alckmin), una primacía en los sondeos que terminó arrebatando con autoridad el veterano líder petista, no obstante —o precisamente a causa de ello— su procesamiento por presunta corrupción en el tormentoso contexto de Lava Jato. En los últimos meses de 2017, con Lula peleando en los tribunales para eludir la pena de prisión y el país desnortado por la gestión desacreditada del presidente conservador Michel Temer, la jefa de la REDE vio diluirse su empuje a medida que subía la nueva opción anti-sistema de Jair Bolsonaro, capitán retirado del Ejército una plataforma populista de extrema derecha que prometía liquidar el legado de gobierno del PT y "hacer grande" a Brasil.

El 4 de agosto de 2018 Silva, luego de desprenderse de la co-portavocía de la REDE que en 2016 había reasumido en compañía de Zé Gustavo, anunció su tercera candidatura presidencial en el marco de la convención del PV, el que fuera su partido entre 2009 y 2011. Su compañero de fórmula era el ex diputado paulista verde Eduardo Jorge. En el programa conjunto de la REDE y el PV, de nombre Unidos para transformar o Brasil, Silva retomaba los temas de su habitual repertorio, a la vez que reiteraba su doble tributo a los ex presidentes Cardoso y Lula por su labor histórica, el primero al estabilizar la economía y el segundo al sacar a millones de la pobreza. Como en 2014, ella se declaraba firmemente partidaria de abolir la posibilidad de la reelección presidencial directa.

Sin embargo, su afirmación de que el pueblo brasileño tenía que "rechazar la polarización entre petistas y tucanos (el PSDB)" era una narrativa obsoleta que intentaba ignorar a Bolsonaro, el fenómeno del momento. Las encuestas, más desde que Lula, ya reo y encarcelado, vio imposibilitada judicialmente su candidatura y el PT hubo de nominar a un sustituto que ni de lejos tenía su carisma, Fernando Haddad, mostraban sin lugar a dudas que solo la opción de la derecha más radical, Bolsonaro, encarnaba a los ojos de los electores el cambio, la ruptura con un estado de cosas juzgado nefasto, y no cualquier aspirante moderado de todo el arco comprendido entre el centro-derecha y el centro-izquierda.

En este ambiente de alta tensión política, ideológica y social, las posibilidades de Silva, cada vez más desdibujada e incapaz de competir con los grandes en recursos económicos para costear el esfuerzo proselitista, flaquearon y en los últimos días de la campaña su candidatura colapsó por completo. Así, el 7 de octubre de 2022 la representante de la REDE y el PV no sacó más que un simbólico 1% de los votos, poco más de un millón de papeletas, y se vio confinada a la octava posición. Sin sorpresas, de cara al balotaje del 28 de octubre la ambientalista anunció su "voto crítico" para Haddad, al que Bolsonaro, ya impetuoso en la primera vuelta, terminó de noquear.

Silva no las tenía todas consigo con respecto a Haddad porque su partido, el PT seguía sin "asumir los graves daños causados por su práctica política depredadora, sustentada en la falta de ética y en la corrupción destapada por Lava Jato". Ahora bien, ella, por "conciencia cristiana" y en nombre de la "democracia y los derechos sociales", de ninguna manera podía permanecer pasiva ante la posible victoria de un candidato, Bolsonaro, que predicaba la "extinción de los derechos de los indios, la discriminación de las minorías, la represión de los movimientos, la degradación aún mayor de las mujeres, los negros y los pobres, y el fin de la base legal y las estructuras de protección ambiental". En las legislativas, el PV perdió la mitad de sus ocho diputados, mientras que la REDE se estrenó con un diputado y cinco senadores. El notable debut de su agrupación en la Cámara alta del Congreso fue el único consuelo que le quedó a Silva tras las elecciones generales de 2018.


7. Apoyo a Lula en 2022 y retorno al Ministerio de Medio Ambiente en 2023

Tras la excarcelación y las completas exoneración y rehabilitación de Lula en 2021, Silva se resistió a asumir, al menos de cara al público, que en las elecciones de octubre de 2022 su candidato fuera el presidente del que había sido ministra durante cinco años y que aparecía como la única persona capaz de doblegar en las urnas a Bolsonaro, aspirante a la reelección. En marzo de 2022, cuando la formación tenía de co-portavoces a Heloísa Helena y Wesley Diógenes, la REDE cerró un acuerdo de federación con el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), fuerza de izquierda encabezada por Juliano Medeiros que disponía de una decena de diputados y que en las presidenciales de 2018 había presentado un candidato propio, Guilherme Boulos. Silva se presentaba a los comicios para un escaño de diputada federal por São Paulo.

El espaldarazo de Silva a Lula se demoró hasta el 11 de septiembre de 2022, faltando menos de un mes para las votaciones. Al día siguiente, ambos comparecieron en un acto para los medios en São Paulo con el que escenificaron su reconciliación personal e hicieron oficial la entrada de la federación PSOL-REDE en la alianza lulista Brasil da Esperança, conformada también por el PT, el PSB de Geraldo Alckmin (candidato a vicepresidente), el PV, el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), Solidaridad, Avante, Agir y el Partido Republicano de Orden Social (PROS).

Según Silva, que inició su alocución con los acostumbrados agradecimientos a Dios, el "reencuentro político y programático" con el PT obedecía a la urgencia que había de unirse contra "la amenaza de las amenazas, una amenaza a nuestra democracia con la erosión del tejido social". "Estamos ante una situación que es democracia o barbarie, democracia o aniquilación de los pueblos indígenas, democracia o aniquilación de los negros que mueren en nuestra periferia, democracia o destrucción de la Amazonía", siguió advirtiendo la opositora en alusión implícita a Bolsonaro.

Silva entregó a Lula un documento de 27 propuestas enfocadas en la protección del medio ambiente y contenidas en su manifiesto particular como candidata a diputada por São Paulo, denominado genéricamente Compromiso de rescate de la agenda socio-ambiental brasileña perdida y que apuntaba a la meta de la neutralidad carbónica de la economía nacional en 2050.

La REDE invitaba al PT a incorporar a su programa puntos como la creación de una Autoridad Nacional de Seguridad Climática, responsable que sería de fijar metas y verificar la implementación de acciones para reducir las emisiones de efecto invernadero, un Plan Nacional de Infraestructuras para el Desarrollo Sostenible, un Sistema Nacional de Trazabilidad de la Producción Agropecuaria, sendos programas nacionales de Seguridad Hídrica y de I+D en Silvicultura de Especies Autóctonas, y sendas políticas nacionales de Bioeconomía y de Residuos Sólidos. Igualmente, tocaba el cumplimiento por Brasil de los estándares internacionales sobre agroquímicos, o suministrar Internet de banda ancha y energía renovable a las comunidades campesinas. La política de desarrollo sostenible, parte también del plan del PT, debía incluir la "deforestación neta cero" (desmatamento líquido zero) para 2030, la tolerancia también cero con la minería irregular y el llamado "crédito verde", un incentivo fiscal para las empresas cumplidoras de las normas ambientales.

El 2 de octubre de 2022 Silva salió elegida diputada federal por São Paulo, mientras Lula, en las presidenciales, le ganaba provisionalmente a Bolsonaro. PSOL-REDE sumó 14 escaños en la Cámara baja. En la segunda vuelta del 30 de octubre, Lula se proclamó presidente y el 29 de diciembre, a tres días de su investidura, el mandatario electo anunció que Marina Silva, que en noviembre había asistido con él a la COP 27 de Sharm El Sheikh, sería su ministra de Medio Ambiente para el período 2023-2027.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2023)