Marek Belka

El décimo jefe de Gobierno de Polonia desde el final del régimen comunista en 1989 es una personalidad de perfil esencialmente económico y tecnocrático que siempre ha relegado el activismo político a un segundo plano, no figurando en su haber, en el momento de su designación como primer ministro, ningún mandato electoral popular ni puestos directivos en estructuras partidistas. Durante 20 años y hasta 1990, Marek Belka se dedicó en exclusiva a la actividad académica en la disciplina de Ciencias Económicas a uno y a otro lado del pupitre, permaneciendo, en apariencia, al margen de las convulsiones políticas que sacudieron el país eslavo en este período. En 1973, obtenida la licenciatura por la Facultad de Economía y Sociología de la Universidad de su Lódz natal, fue admitido como asistente en la misma cátedra de Economía de la que en 1994 llegaría a ser el titular antes de alcanzar, en 1978, el doctorado. Hasta 1986 completó con becas su formación en Estados Unidos, en las universidades de Columbia y Chicago, y a su vuelta ejerció la docencia en su alma máter y en el Instituto de Ciencias Económicas de la Academia Polaca de Ciencias, en Varsovia.

En 1990 asistió a un curso en la prestigiosa London School of Economics (LSE) de Londres y a su término fue contratado para prestar asesoría técnica por el Banco Mundial y el Gobierno polaco. En los seis años siguientes, no obstante los frecuentes cambios de Gobierno, Belka trabajó para el Ministerio de Finanzas, el Ministerio de Transformación de la Propiedad, que tenía a su cargo el programa de privatizaciones, y la Oficina Central de Planificación, y desde 1993 simultaneó estas labores de consultoría con la dirección del Instituto de Ciencias Económicas de la Academia. La autoría de una docena de ensayos y un centenar largo de artículos sobre cuestiones macroeconómicas, teoría monetaria y políticas deflacionarias cimentó su crédito como experto. Todo este bagaje le convirtió en políglota, con dominio de los idiomas inglés, el francés y el alemán.

Belka recibió el nombramiento de vicepresidente del Consejo de Estrategia Socio-Económica del Ejecutivo en 1994, ostentando la jefatura del gabinete de coalición de izquierda salido de las elecciones generales de septiembre del año anterior el líder del Partido Campesino (PSL), Waldemar Pawlak, si bien el peso de los ministerios recaía en la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD), amplia coalición formada en 1991 por una treintena de partidos y organizaciones arracimados en torno a la Social Democracia de la República de Polonia (SdRP), que era la exitosa reconversión en 1990 del Partido Obrero Unificado Polaco (PZPR), el antiguo partido comunista con monopolio del poder.

Los servicios prestados por Belka al Ejecutivo polaco llamaron la atención de Aleksander Kwasniewski, presidente del SdRP y candidato en las elecciones presidenciales de noviembre de 1995. A principios de 1996, tras ganar la jefatura del Estado, Kwasniewski reclutó como su principal asesor económico a Belka, que ya por entonces tenía el carnet de militante de la SdRP. Como miembro de la Cancillería de la Presidencia, el economista participó en las reuniones de la Oficina de Seguridad Nacional y en la comisión interconfederal sobre el empleo, que sentaba en una misma mesa al Gobierno, a los sindicatos y la patronal. El 4 de febrero de 1997, el entonces primer ministro de la SLD, Wlodzimierz Cimoszewicz, le nombró viceprimer ministro y ministro de Finanzas, y, por ende, le sacó del anonimato de cara a la opinión pública, ante la que se mostró como un monetarista ortodoxo y un firme partidario del ingreso de Polonia en la Unión Europea (UE) y la OTAN, ya que la doble apuesta traía implícito un enorme esfuerzo de modernización estructural y de adaptación a los parámetros euro-atlánticos que de paso estimularía la economía de mercado.

En los tres trimestres escasos que fungió de ministro, Belka aplicó una política de austeridad que refrenó a ojos vista la escalada de los precios, consecuencia negativa del vigoroso crecimiento, al colocar la inflación más cerca del 10% que del 20% en que se encontraba cuando recibió la cartera. Las elecciones al Sejm (la Cámara baja del Parlamento) del 21 de septiembre de 1997 pasaron factura a los ex comunistas por cuatro años de ajustes aplicados con pulso liberal y dieron la victoria a la alianza conservadora Acción Electoral de Solidaridad (AWS). El 17 de octubre Cimoszewicz presentó la dimisión con efecto inmediato y Belka, en tanto que segunda personal del gabinete, asumió la jefatura del mismo en funciones hasta la toma de posesión del nuevo equipo dirigente.

Con la inauguración del primer ministro Jerzy Buzek el 31 de octubre, el catedrático cesó en sus funciones gubernamentales, pero esto no significó el final de sus servicios en el Ejecutivo, ya que Kwasniewski le trajo inmediatamente de vuelta a su plantilla de asesores. En el cuatrienio siguiente, Belka también prestó su consultoría perita a un antiguo cliente, el Banco Mundial, y a la oficina del Primer Ministro de Albania, cuyos titulares en este período fueron tres colegas de filiación socialista, Fatos Nano, Pandeli Majko e Ilir Meta.

De nuevo, un cambio de tornas electoral redefinió la situación de Belka en el Ejecutivo polaco: el 23 de septiembre de 2001, la SLD, que ya se había unificado y transformado en un partido propiamente dicho, conquistó la mayoría simple a la vez que la AWS, diezmada por las disputas internas y las defecciones, y desgastada por los escándalos de corrupción en el Consejo de Ministros y por las huelgas sindicales en protesta por el paro masivo que estaba generando la reconversión industrial, se hundió hasta el punto de no obtener ningún escaño y quedarse fuera del Sejm. El 19 de octubre se constituyó el nuevo Gobierno presidido por Leszek Miller, antiguo dirigente del PZPR, luego secretario general de la SdRP y desde 1997 presidente de la SLD, con el PSL y la izquierdista Unión del Trabajo (UP) como necesarios socios de coalición en aras de la mayoría absoluta.

Miller y Kwasniewski no albergaron dudas de que Belka era la persona ideal para retomar las riendas del crucial Ministerio de Finanzas en un momento de alarma económica, con la producción desacelerándose (el año iba a registrar una tasa de crecimiento del PIB de solo el 1,1%, tres puntos menos que en los doce meses anteriores), el desempleo elevado al 18% (las previsiones más agoreras apuntaban a un 20% en 2002) y el déficit público fuera de control, y transmitir un mensaje de confianza a los mercados, teniendo muy presente, además, que se aproximaba la fecha -todavía por confirmar y precisar por Bruselas, aunque se daba por hecho que el evento tendría lugar en 2004-, del ingreso en la UE, con las negociaciones sobre el particular realizándose a marchas forzadas y topando con fuertes imponderables en varios capítulos.

Miller y Belka prometieron una gestión "eficiente" y "sin titubeos", y, sin soslayar la impopularidad que la iniciativa a buen seguro encerraba, presentaron un plan de estabilización financiera cuya primera etapa iba a consistir en la elaboración de unos presupuestos restrictivos para 2002 con un déficit de 40.000 millones de zlotys (9.800 millones de dólares), esto es, el 5% del PIB, y un gasto máximo de 183.000 millones. También pretendían meter las tijeras al presupuesto de 2001 hasta obtener un ahorro de 8.500 millones de zlotys. Belka, que también ostentaba el cargo de viceprimer ministro, advirtió que ningún ministerio se iba a librar de los recortes, si bien las áreas de sanidad, educación y justicia los sufrirían en menor medida, que los salarios de los trabajadores públicos quedaban congelados desde ya, y que si el Estado no obtenía los ingresos necesarios por la vía fiscal, en el próximo ejercicio presupuestario las podas en el gasto tendrían que ser incluso mayores.

El flamante Gobierno anunció también una batería de medidas monetarias y fiscales, con una bajada de los tipos de interés, el aumento de la carga tributaria sobre las rentas de capital y la elevación de los tipos generales de retención, siendo su complicada pretensión estimular el crecimiento y la competitividad de la economía polaca, devolver los altos niveles de inversión productiva extranjera registrados en la década anterior y frenar los movimientos especulativos no generadores de riqueza, a la vez que apostaba decididamente por resolver los apuros presupuestarios a costa de los contribuyentes.

La SLD convenció de la perentoriedad de estos presupuestos al PSL, indeseado compañero de coalición con el que había tenido grandes trifulcas cuando la experiencia gubernamental de 1993-1996 debido la defensa corporativa que este partido hacía de los intereses del hipertrofiado agro polaco, fundamentalmente la continuación de los subsidios, la protección clientelista del Estado y las restricciones legales a la libre compraventa de la tierra; de hecho, ahora, el presidente de la formación, Jaroslaw Kalinowski, era viceprimer ministro y titular de Agricultura.

Sin embargo, al cabo de unos meses empezaron a surgir diferencias entre Belka y Miller a propósito de la política presupuestaria, que debía ser revisada continuamente por la ingobernabilidad del déficit, malamente financiado con las emisiones de deuda pública y las ganancias de las privatizaciones. El ministro de Finanzas era partidario de apretar más el cinturón imponiendo la disciplina del déficit máximo de los 40.000 millones de zlotys e intentando rebajar ese umbral. Cuando llegó el momento de elaborar los presupuestos generales de 2003, Miller, mostrando implícitamente su orientación más propiamente socialdemócrata, impuso la postura menos restrictiva y el Consejo de Ministros aprobó un balance financiero con un déficit de 43.000 millones, lo que acarreó la renuncia de Belka el 2 de julio de 2002. El dimisionario pintó una situación poco halagüeña de la economía nacional y de la manera más gráfica explicó que había tomado la decisión de marcharse porque estaba "quemado".

Los observadores locales apuntaron que las desavenencias entre Belka y Miller no eran meramente por una cuestión de cifras, sino que se inscribían en la pugna soterrada que venían librado el primer ministro y el presidente de la República, no obstante ser del mismo partido, por las respectivas cotas de poder en el sistema político polaco, que la Constitución de 1997 había asentado como de tipo mixto, semipresidencialista y parlamentario, lo que hacía necesario un juego de equilibrios permanente entre las dos oficinas titulares del poder ejecutivo.

Desde hacía años, Belka era visto como un hombre del círculo de Kwasniewski y, como él, un defensor de las políticas liberales y de los sacrificios que hiciesen falta para cumplir los exámenes del ingreso en la UE y asegurar la viabilidad del comercio polaco en el mercado comunitario, caracterizado por su alta competitividad y sus exigencias técnicas de todo tipo. Por enésima vez, Belka se dedicó a una de las labores profesionales que mejor se le daban, la de asesorar en cuestiones financieras, en este caso a requerimiento del gigante de la banca J. P. Morgan Chase para el área de Europa central y oriental.

En situación de disponibilidad, el 3 de junio de 2003 Belka fue nombrado por mutuo acuerdo de Kwasniewski y la administración de George W. Bush jefe del llamado Consejo de Coordinación Internacional (CIC) de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA), el órgano rector de la administración civil provisional extranjera en el Irak ocupado tras la invasión anglo-estadounidense de marzo, en el cual Polonia y otros países obtuvieron una presencia en reconocimiento a su respaldo diplomático y militar a la controvertida Operación Libertad Irakí, si bien Estados Unidos se reservó la posición hegemónica.

Belka se instaló en Bagdad asegurando que su trabajo era administrativo, fundamentalmente la supervisión de las relaciones entre la próxima institución irakí interina y no soberana, el Consejo de Gobierno, y la ONU y las ONG, así como de las ayudas económicas internacionales para la asistencia humanitaria a Irak, y que el hecho de que también fuera miembro del comité de selección de los proyectos de reconstrucción no significaba que estuviera allí para presionar en favor de un trato de privilegio para las compañías polacas, ahora que había llegado el momento de repartirse el pastel de la reconstrucción y de pujar por las sustanciosas contratas que Washington, por lo demás, empezaba a adjudicar a dedo e invariablemente barriendo para las compañías privadas de casa.

El 22 de agosto de 2003, 12 días antes de constituirse en cinco provincias irakíes la División Multinacional Centro-Sur (MND-CS) bajo mando de Polonia, que había decidido participar en la ocupación de Irak con 2.400 soldados, el administrador en jefe de Estados Unidos, Paul Bremer, nombró a Belka director de Política Económica de la CPA con el cometido de tutelar el restablecimiento del comercio y el sistema bancario y también la reestructuración de las compañías irakíes en virtud del marco normativo decretado el 19 de septiembre por Bremer, el cual imponía en Irak el capitalismo de mercado sin cortapisas de ningún tipo (un laissez faire, laissez passer absolutamente radical que no existía ni en Estados Unidos, y en Polonia mucho menos) y sentaba las bases de la desestatalización total de sectores productivos enteros, a excepción del petróleo, la banca y los seguros, donde la cuota de propiedad privada extranjera y de repatriación de los beneficios de capital no podría ser del 100%.

Belka quedó confirmado, por tanto, como la máxima autoridad polaca en la estructura civil de la ocupación y hasta la asunción del nuevo puesto el 1 de noviembre siguió encargándose del CIC. Así, a finales de octubre participó en Madrid en la Conferencia internacional de donantes que recaudó para la reconstrucción de Irak alrededor de 33.000 millones de dólares, 25.000 de ellos en créditos e inclusive los 20.000 aportados previamente por Estados Unidos.

En todo este tiempo en que Belka estuvo fuera del Gobierno y de su país, el primer ministro Miller se las arregló para alimentar fuertes polémicas internas y externas. Por de pronto, en las negociaciones con la UE Miller pugnó encarnizadamente para que Polonia gozara de plenitud de derechos financieros, de las mismas condiciones de accesibilidad a los fondos comunitarios que los actuales estados miembros y de idéntica cota de poder institucional que España, dada la similar población de los dos países, asegurando la condición del Polonia como país medio-grande de la UE. En octubre de 2002 Miller no tuvo otro remedio que asumir la decisión del Consejo de Bruselas de conceder las ayudas directas de la Política Agrícola Común (PAC) a los nuevos estados miembros de manera gradual hasta 2013, fecha en que tendría lugar la plena integración en esta política común, a la vez que el presupuesto comunitario de dichos fondos estructurales quedaba congelado.

La progresividad de la PAC, la no pertenencia por el momento a la Unión Económica y Monetaria (UEM) -luego, durante un largo tiempo, el que requiriese la convergencia financiera, monetaria e inflacionaria, Polonia seguiría empleando como divisa nacional el zloty en lugar del euro- y la participación en todos los aspectos del Mercado Interior Único a excepción de la libre circulación de personas sin necesidad del pasaporte o la cédula nacional de identidad, el llamado espacio de Schengen -la plena participación en el Convenio de Schengen quedaba relegada hasta 2006 o 2007, cuando Polonia terminase de armonizar su política migratoria con la Comunidad para el control de las fronteras exteriores con Ucrania, Bielarús y el enclave ruso de Kaliningrado-, iban a ser tres características restrictivas de los primeros años de la pertenencia de Polonia (y de los demás países de la región) a la UE, de acuerdo con un esquema de geometría variable.

En diciembre de 2002, en el Consejo de Copenhague, el primer ministro protagonizó la que fue calificada por la prensa de "rebelión polaca" dentro de la porfía general de los países del centro y el este de Europa candidatos al ingreso en torno a las cuantías netas de fondos y subvenciones que iban a recibir en los dos primeros años de membresía. En la capital danesa, Polonia obtuvo casi todo lo que exigía al garantizarle Alemania el cobro de unos 20.000 millones de euros netos, cantidad que suponía el 49% de los dineros acordados para los diez nuevos socios.

Pero justo un año después, en el bronco Consejo de Bruselas, Miller se aferró con intransigencia al sistema de voto ponderado para la toma de decisiones por mayoría cualificada en el Consejo de la UE tal como había sido definido por el Tratado de Niza (aprobado por el Consejo Europeo en diciembre de 2000, firmado por el Consejo de Ministros en febrero de 2001 y en vigor desde el 1 de febrero de 2003), el cual otorgaba a Polonia 27 votos, los mismos que a España y sólo dos menos que Alemania, a pesar de duplicar con creces la población germana a la polaca, luego cabía hablar de una cuota de poder institucional absolutamente privilegiada para el país eslavo. El sistema de voto de Niza comenzaría a aplicarse el 1 de noviembre de 2004 y tendría una duración de cinco años.

Ahora, en diciembre de 2003, en Bruselas, Miller se negó a considerar alternativas a Niza sobre la base del nuevo sistema de la doble mayoría, de países y de población, contenido en el borrador de la Constitución Europea, haciendo fracasar la cumbre e impidiendo la aprobación por el Consejo del texto finiquitado por la Convención Europea y luego asumido por la Conferencia Intergubernamental como documento maestro de trabajo.

Entre tanto, el Gobierno de Varsovia se resentía por las disensiones internas. El 1 de marzo de 2003 Miller anunció la ruptura de la coalición con el PSL después de que los diputados campesinos votaran en el Sejm contra la aplicación de una tasa especial al transporte rodado, quedando el Gobierno en minoría parlamentaria. Al cabo de un año, el 25 de marzo de 2004, clausurando el período de respiro que abrieron en junio la masiva victoria del sí en el referéndum nacional sobre el ingreso en la UE y la obtención de la confianza parlamentaria en una moción, una veintena de diputados de la SLD críticos con las políticas liberales del Gobierno y capitaneados por el presidente del Sejm, Marek Borowski, se declararon en rebeldía y anunciaron la formación para el día siguiente de un partido propio de impronta izquierdista, la Social Democracia de Polonia (SdPl), nombre que retrotraía al sucesor del extinto partido comunista lanzado 14 años atrás.

Miller, que 20 días antes había entregado la presidencia de la SLD a un dirigente de su confianza, Krzysztof Janik, y que llevaba meses encajando escándalos de corrupción protagonizados por miembros del Gobierno y el grupo parlamentario, y desayunándose con unos sondeos de popularidad francamente negativos, anunció su dimisión irrevocable como primer ministro el mismo 26 de marzo, recién llegado del Consejo Europeo de Bruselas, donde había tenido que ser flexible para negociar un acuerdo sobre la Constitución Europea debido a que el cambio de guardia en España (la sustitución del conservador José María Aznar, aliado providencial en la defensa del sistema de voto de Niza, por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero) había dejado a Polonia en una situación de aislamiento insostenible frente al resto de países. Miller informó que su cese iba a ser efectivo el 2 de mayo, un día después de producirse el ingreso de Polonia en la UE.

Kwasniewski se dispuso a disipar la seria incertidumbre política abierta por la partida de Miller compartiendo el criterio de la SLD de que no era el momento de dar por agotada la legislatura y de convocar elecciones anticipadas. Los medios barajaron las candidaturas de Belka y, con menos posibilidades, de dos antiguos primeros ministros ex comunistas, Józef Oleksy (1995-1996), actualmente vicepresidente de la SLD y viceprimer ministro y ministro del Interior, y Cimoszewicz, ahora ministro de Exteriores. Los dos se identificaban con las sensibilidades socialdemócratas, ya no unánimes, de la SLD y por ende suponían, bien la continuidad de la visión económica de Miller, bien un giro hacia la izquierda, en especial si el elegido era Oleksy, quien había instigado las presiones de la cúpula del partido para que aquel se fuera del Gobierno.

La confirmación parlamentaria de uno o de otro podía darse por hecha, ya que se trataban de personajes que no concitaban rechazo entre los diputados de la SdPl y el PSL, justo lo contrario que Belka, visto con desdén en el arco izquierdista por su liberalismo económico y su papel señero en la ocupación de Irak. Oleksy era el favorito entre los diputados de la SLD, mientras que Cimoszewicz contaba con el respaldo de Janik.

Kwasniewski, sin embargo, dio prelación a la afinidad ideológica sobre la gobernabilidad con unas razonables perspectivas de éxito al primer intento y el 29 de marzo se pronunció por Belka, quien seguía en Bagdad. El primer ministro designado, a quien el presidente se refirió como un "hombre de servicio público" y como un "patriota que prefiere actuar en lugar de hablar", se declaró optimista sobre sus posibilidades de formar un gobierno que tampoco tenía porqué ser "de supervivencia", con fecha de caducidad, hasta unas elecciones anticipadas que la oposición quería que se celebraran tras las vacaciones de verano, y reclamó un año entero de "contrato", luego sugería la aceptación del adelanto electoral a unos pocos meses antes de la expiración natural de la legislatura.

Belka explicó que las tareas prioritarias de un gabinete suyo serían combatir el desaforado desempleo, con un 19% de inscritos en las listas del paro –la tasa más elevada de la UE y la OCDE-, elevar las rentas familiares y el nivel de cobertura sanitaria, mantener muy alta la guardia en la prevención de las amenazas del terrorismo integrista islámico y hacer un uso cuidadoso de los fondos estructurales, ahora que se había abierto el grifo comunitario. Asimismo, expresó su determinación de acometer los ajustes necesarios en las finanzas públicas para reducir el déficit, actualmente en torno al 6% del PIB, y avanzar hacia la meta del ingreso en la UEM en un plazo de cinco años, lo cual es tanto un derecho como un deber para los nuevos estados miembros y que exigirá someterse de manera irrevocable a la disciplina del descubierto máximo del 3% del PIB en el balance de las administraciones públicas.

El 2 de mayo tuvo lugar la mudanza acordada y Belka se convirtió en primer ministro, además de reservarse la presidencia de la Oficina del Comité de Integración Europea (UKIE). Cuatro pesos pesados del gabinete saliente, los titulares de Exteriores (Cimoszewicz), Defensa (Jerzy Szmajdzinski), Economía y Trabajo (Jerzy Hausner) y Finanzas (Andrzej Raczko), fueron confirmados en sus puestos, en tanto que Ryszard Kalisz sustituyó en Interior a Oleksy, quien, un poco como parte de una transacción interna en las alturas de la SLD, fue elegido presidente del Sejm en lugar del disidente Borowski. Nada más asumir, Belka prometió que las tropas polacas continuarían en Irak después de la transferencia de la soberanía, prevista para el 30 de junio, por la CPA al futuro Gobierno Interino, y que hasta "completar con éxito" su misión no serían repatriadas.

Este anuncio contrarió a la UP (su nueva líder, Izabela Jaruga-Nowacka, sustituía a Marek Pol en el puesto de viceprimer ministro que le correspondía en el Gobierno), ya que el pequeño partido laborista había ligado la ratificación parlamentaria de Belka a la presentación por éste de un plan de retirada del contingente militar, demanda que estaba ganando ímpetu entre los partidos y la opinión pública polacos después de la decisión del nuevo Gobierno socialista español de evacuar a sus 1.300 hombres de las provincias de Najaf y Qadisiyah. La SdPl de Borowski, por su parte, estaba lista para sumar sus votos a favor de Belka siempre y cuando recibiera un compromiso de adelanto de las elecciones generales a octubre del año en curso como muy tarde. De acuerdo con la Constitución, al tercer intento fallido de validar al primer ministro en el Sejm, el presidente de la República debía llamar a elecciones anticipadas.

El primer intento de Belka de obtener la confianza parlamentaria, el 14 de mayo, fracasó al no obtener la preceptiva mayoría de la mitad más uno: de los 460 diputados del Sejm, 188 votaron a favor y 262 en contra. En un clima de creciente hostilidad contra la SLD por la continuación y agravamiento, con nuevas revelaciones, de los escándalos de corrupción que salpicaban a cargos electos y oficiales del Ejecutivo pertenecientes al partido, Kwasniewski insistió en nominarle de nuevo el 11 de junio con el argumento de que Polonia necesitaba "un buen Gobierno que resuelva los problemas del país de un modo efectivo". La segunda votación quedó fijada para el 24 de junio y en el ínterin, Belka, que con un toque de ironía atisbó más dificultades para su confirmación parlamentaria que en el trabajo de asistir en la reconstrucción de Irak ("allí, al menos, sabía quién estaba en cada lado de la barricada", afirmó), gobernó como si su futuro no pendiera de un hilo, aunque con un talante diferente del de Miller.

Así pudo observarse en el trascendental Consejo Europeo de Bruselas del 17 y el 18 de junio, en el cual los 25 gobiernos dieron su aprobación al texto final de la Constitución Europea, que finalmente fijó el sistema de la doble mayoría para las votaciones en las reuniones del Consejo a partir de 2009. En la capital belga, Belka y el español Zapatero se coordinaron para aceptar la fórmula de un 55% de estados y un 65% de la población de la UE con una minoría de bloqueo de cuatro estados; los porcentajes originales tal como los había dejado la Convención Europea eran el 50 el 60, respectivamente. El Gobierno de Varsovia también dio su brazo a torcer en un punto en absoluto baladí para la muy católica Polonia, cual era la mención en el texto constitucional de las raíces cristianas de Europa: finalmente, no se harían menciones religiosas en la futura Carta Magna de la UE.

El posibilismo mostrado por Belka en el Consejo Europeo de Bruselas, que en parte fue fruto de la debilidad de los polacos en este momento de marejada política y de explosión del euroescepticismo en casa, y en parte correspondía a la voluntad constructiva del primer ministro, fue valorado por los pujantes y envalentonados partidos de la oposición conservadora, que hacían gala de un discurso fieramente patriótico, chovinista, antieuropeo y clerical, como una vergonzante claudicación ante los poderes de la UE (mayormente, el eje franco-alemán) y como una traición a los intereses nacionales, siendo la percepción generalizada en los ambientes radicales de derechas tanto urbanos como campesinos que Bruselas, Berlín, París y Londres dispensaban un trato discriminatorio a Varsovia, como si los polacos fueran unos socios comunitarios de segunda categoría.

Precisamente, el 13 de junio tuvieron lugar en Polonia las primeras elecciones al Parlamento Europeo y los resultados no pudieron ser más descorazonadores para los responsables en el poder: con una participación misérrima, el 20,4%, que provocó la ira de Kwasniewski, la SLD y su aliada laborista no fueron capaces de capturar más que el 9,3% de los sufragios y cinco eurodiputados.

Los partidos del Ejecutivo fueron vapuleados por la Plataforma Ciudadana (PO, un partido, no obstante verter fuertes críticas contra el Gobierno, de perfil liberal, reformista y moderado) de Donald Tusk con el 24,1%, la ultracatólica Liga de las Familias Polacas (LPR) de Roman Giertych con el 15,9%, el partido derechista Ley y Justicia (PiS), centrado en la denuncia de la corrupción, de los hermanos gemelos Jaroslaw y Lech Kaczynski con el 12,7%, y la liga campesina Autodefensa de la República Polaca (Samoobrona) de Andrzej Lepper, tribuno populista e impulsor del tradicionalismo agrario polaco con un potente contenido anarquista y muchas veces tildado de xenófobo, con el 10,8%.

Complicadas negociaciones entre bambalinas centradas en un principio de garantía de emprender a principios de 2005 la retirada escalonada de las tropas de Irak, más el convencimiento de muchos diputados proeuropeos y reformistas de que volver a votar contra Belka abriría las puertas a elecciones anticipadas en agosto y pondría en bandeja la victoria de las fuerzas "oscurantistas", hicieron realidad lo que algunos comentaristas de prensa ya estaban calificando de "misión imposible": el 24 de junio, Belka ganó la confianza parlamentaria con una mayoría insospechadamente amplia de 236 votos frente a 215 en contra y una abstención. El respaldo provino de la SLD, la UP, la SdPl –que miró sobretodo su propia supervivencia a corto plazo, ya que sus miembros temían la liza con los candidatos derechistas en sus circunscripciones electorales- y el Grupo Parlamentario Federativo (FKP), animado por el ex ministro de Agricultura del PSL Roman Jagielinski, así como de 16 diputados no afiliados.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente en 7/2004. El segundo ejercicio de Marek Belka como primer ministro de Polonia concluyó el 31/10/2005. Su sucesor en la jefatura del Gobierno fue Kazimierz Marcinkiewicz. Posteriormente, Belka ocupó el cargo de presidente del Banco Nacional de Polonia en 2010-2016 y desde 2019 es miembro del Parlamento Europeo).