Maithripala Sirisena

La elección, el 8 de enero de 2015, de Maithripala Sirisena como presidente de Sri Lanka ha significado un hito en la restitución de los estándares democráticos de esta república insular asiática, tras un lustro de retrocesos bajo el mandatario saliente, Mahinda Rajapakse. Perteneciente a la mayoría cingalesa budista pero no a las élites tradicionales de Colombo, Sirisena fue durante muchos años diputado, ministro y secretario general del Partido de la Libertad de Sri Lanka (SLNP, socialdemócrata), así como lugarteniente de Rajapakse, pero en noviembre de 2014 rompió abruptamente con el oficialismo y anunció su candidatura rival en las elecciones presidenciales, blandiendo un programa de rechazo explícito al autoritarismo y la venalidad del "régimen dictatorial" vigente. Con el respaldo de los principales partidos de la oposición cingalesa, de la mayor agrupación de la minoría tamil y de parte de un SLNP fracturado, Sirisena arrebató la victoria a Rajapakse, cuando dos meses atrás todo el mundo daba por segura su elección para un tercer mandato.

En los cuatro meses que lleva en el poder, Sirisena, que encabeza un inédito Gobierno de gran coalición donde el primer ministro es el líder del conservador Partido Nacional Unido (EJP, el viejo adversario del SLNP fundado por la familia Bandaranaike), Ranil Wickremasinghe (ya ocupante del puesto en otras dos ocasiones), ha revocado la polémica enmienda constitucional de su antecesor, quien abolió el tope de los dos mandatos presidenciales y acaparó poder ejecutivo, ha puesto en marcha acciones contra la corrupción y en favor de la independencia judicial, ha ampliado la libertad de información y ha multiplicado los gestos de reconciliación nacional, pendientes desde el final de la guerra civil, cuando el Ejército aniquiló la subversión separatista de los tigres tamiles pero de paso cometió masivas violaciones de los Derechos Humanos contra paisanos hindúes. La resonante victoria militar de 2009 fue, precisamente, el éxito político que condujo a Rajapakse a la deriva antidemocrática que finalmente le ha costado el cargo. Por otro lado, Sirisena ha activado una nueva política exterior que busca mejorar la imagen internacional de Sri Lanka por su negativa a aceptar la investigación por la ONU de los crímenes de guerra, así como recobrar las relaciones excepcionales con India, menoscabadas por Rajapakse con su acercamiento a China.

(Texto actualizado hasta mayo 2015)

1. Más de cuatro décadas de servicios políticos en las filas del Partido de la Libertad de Sri Lanka
2. Ruptura con Rajapakse y victorioso desafío en las elecciones presidenciales de 2014

1. Más de cuatro décadas de servicios políticos en las filas del Partido de la Libertad de Sri Lanka

Aunque nativo de la Western Province, la provincia sureña densamente poblada, al pertenecer a ella la capital, Colombo, y que desde siempre ha sido el corazón político y económico del país insular, Maithripala Sirisena creció y se educó en la North Central Province, en el seno de una familia de campesinos propietarios de las tierras que cultivaban. El muchacho asistió a la escuela en Polonnaruwa, la antigua sede de los reyes cingaleses y famosa por sus grandes esculturas de Buda, y luego se matriculó en la Escuela de Agricultura de Kundasale, cerca de Kandy. Aunque aplicado en sus estudios, Sirisena se involucró desde muy joven en las luchas políticas de la extrema izquierda cingalesa, que entre los años sesenta y setenta del siglo XX pusieron en jaque a la joven democracia de Ceylán, independizada del Reino Unido en 1948 con el estatus de dominio del Imperio británico y transformada en la República de Sri Lanka en 1972.

El mozalbete se adhirió primero al Partido Comunista de Ceylán, de tendencia maoísta, y al parecer tuvo trato personal con su líder, Nagalingam Shanmugathasan, pero en 1967, siendo aún un adolescente, se pasó a las filas del Partido de la Libertad de Sri Lanka (SLNP), la formación socialista de Sirimavo Bandaranaike, entonces en la oposición al Gobierno conservador de Dudley Senanayake, de cuya sección juvenil en Polonnaruwa fue elegido secretario. El estudiante de Agricultura debió mantener un ideario radical y contestatario, a tenor del episodio de su detención por la Policía en 1971 en el curso de la represión que siguió al brutal aplastamiento de la insurrección armada del Frente de Liberación Popular (JVP), organización de cingaleses marxistas que acusaba a Bandaranaike, en esos momentos primera ministra del país por segunda vez, de practicar una política falsamente socialista y que planteaba un discurso revolucionario sin sectarismos étnicos o religiosos, contrario a la marginación que la mayoría cingalesa budista imponía a la minoría tamil hindú asentada en el norte del país.

Sirisena estuvo encarcelado durante año y medio acusado de haber tomado parte en la revuelta del JVP, cargo que las biografías oficiales del político se apresuran a negar. A su liberación, el joven se reconcilió con sus mandos en el partido del oficialismo y se introdujo en la Organización Juvenil del SLFP a nivel nacional, dirigida por el hijo de la primera ministra, Anura Bandaranaike. En 1973 recibió el diploma de la Escuela de Agricultura, tras lo cual comenzó a trabajar como funcionario de compras en una cooperativa y posteriormente fue reclutado como alguacil rural. Hasta el final de la década subió varios peldaños en los cuadros burocráticos provinciales del SLFP y tuvo nuevos encontronazos con las fuerzas del orden, esta vez por manifestarse en contra del Gobierno del Partido Nacional Unido (EJP), que en las elecciones de 1977 desalojó de poder a su archirrival socialista. A su regreso de la URSS en 1980 con un diploma en Ciencias Políticas cursado en la Academia Máximo Gorki de Moscú, Sirisena afianzó su militancia en el SLNP como tesorero y presidente de la Organización Juvenil, ascenso que en 1982 le dio asiento en el Comité Central de la agrupación.

La carrera política, hasta entonces más bien de bajo vuelo, de Sirisena, dio un salto en 1989 con su elección como miembro del Parlamento en representación de Polonnaruwa. Cinco años después, en agosto de 1994, fue reelegido en los comicios que devolvieron al Gobierno, tras pasarse 17 años en la oposición, al SLNP de la familia Bandaranaike, cabeza de la coalición izquierdista Alianza del Pueblo. La hija de la anciana estadista, Chandrika Kumaratunga, fue investida primera ministra y para su Gobierno contó con Sirisena, nombrado viceministro de Irrigación. Antes de terminar el año, Kumaratunga fue elegida presidenta de la República y para sucederla en el Gobierno designó a su propia madre, Sirimavo.

En 1997 Kumaratunga promovió a Sirisena a la condición de miembro del Gabinete como ministro para el Desarrollo de la cuenca del río Mahaweli y de Asuntos Parlamentarios; de paso, el agrónomo fue hecho secretario general adjunto del SLNP. En agosto de 2000, a raíz de la dimisión, debido a su avanzada edad y los achaques de salud, de Bandaranaike -la tres veces primera ministra iba a fallecer meses después-, su hija Chandrika, reelegida en la Presidencia en 1999, asumió de manera oficial la jefatura de la formación al tiempo que Sirisena contendió por la Secretaría General, pero fue derrotado por S. B. Dissanayake. Como compensación, Kumaratunga le escogió como uno de los vicepresidentes orgánicos.

En octubre siguiente el diputado renovó su escaño y siguió con sus funciones en el Gabinete que ahora tenía como primer ministro a Ratnasiri Wickremanayake. Justo un año después, la defección de Dissanayake, ido al EJP, dejó el terreno libre a Sirisena para ser el nuevo secretario general del partido del oficialismo, lo cual dejó de ser al cabo de dos meses, en diciembre de 2001, a raíz de la victoria en las elecciones anticipadas del EJP de Ranil Wickremasinghe. Hasta el final de la legislatura, Sirisena fungió de diputado opositor. En las votaciones de abril de 2004 el SLNP, al frente de la nueva Alianza por la Libertad del Pueblo Unido (EJNS), negociada personalmente por Sirisena con el JVP (la antigua formación marxista, hace mucho transformada en un partido nacionalista cingalés muy hostil a las aspiraciones soberanistas de los tamiles), conquistó la mayoría absoluta y el nuevo primer ministro nombrado por Kumaratunga, Mahinda Rajapakse, trajo a Sirisena de vuelta al Gabinete con competencias reforzadas en materia de desarrollo hidrográfico y regional. Además, el diputado fue aupado a la condición de líder de la Cámara, en nombre del Ejecutivo, en el Parlamento, donde acababa de ser reelegido por cuarta vez consecutiva.

En noviembre de 2005 Rajapakse sucedió a Kumaratunga en la Presidencia de la República y Sirisena fue confirmado en el Gabinete, otra vez conducido por Wickremanayake, con la titularidad de dos carteras, las de Agricultura, Irrigación y Desarrollo de Mahaweli, y Medio Ambiente y Recursos Naturales. En 2007 todas estas competencias se refundieron en el nuevo Ministerio de Desarrollo Agrícola y Servicios Agrarios. Siendo ministro de Agricultura, Sirisena ejerció varias veces de ministro de Defensa en funciones, sustituyendo a causa de diversos compromisos al propio Rajapakse (quien como presidente de la República era también el ministro de Defensa), en la fase final de la sangrienta guerra civil que desde 1983, mediado el fallido período de alto el fuego y negociaciones de paz de 2001-2006, venía enfrentando al Ejército nacional y a la organización armada Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE), la cual, con brutales métodos de lucha guerrillera y terrorista, perseguía crear un Estado tamil independiente en el norte y el este de Sri Lanka.

La campaña militar concluyó en mayo de 2009 con la derrota total de los tigres tamiles, hasta hacía no mucho una fuerza de combate poderosa y temible, capaz, en el pasado, de hacer claudicar a las autoridades de Colombo a fuerza de ataques devastadores. Los rebeldes fueron progresivamente arrinconados y, al final, físicamente aniquilados, incluidos todos los miembros de su cúpula con el líder supremo a la cabeza, Velupillai Prabhakaran, por un Ejército sediento de revancha tras años de encajar quebrantos y humillaciones. La conquista por las tropas srilankesas de las últimas bolsas de resistencia subversiva en el extremo norte de la isla y la completa destrucción de los LTTE fue un éxito político descomunal del presidente Rajapakse y el Gobierno del SLNP, aunque tamaña victoria militar se vio acompañada de un reguero de acusaciones, sostenidas por sectores políticos tamiles no extremistas, de masivos crímenes de guerra y violaciones de Derechos Humanos contra paisanos tamiles.

Antes del sorprendente desenlace bélico de 2009, Sirisena, como tantísimos políticos de todos los partidos cingaleses, estuvo en el punto de mira terrorista de los LTTE, que intentaron asesinarlo en varias ocasiones, cinco en total según él. El atentado más grave contra su persona tuvo lugar en octubre de 2008, cuando un suicida cargado de explosivos se inmoló al paso del convoy que transportaba al ministro en Colombo. Sirisena salió ileso, pero una persona de su séquito resultó muerta y varias más heridas.


2. Ruptura con Rajapakse y victorioso desafío en las elecciones presidenciales de 2014

Como era de esperar, Rajapakse se apresuró a rentabilizar en las urnas la victoria militar sobre los LTTE y para ello no dudó en anticipar en un año el final de su primer mandato sexenal. En enero de 2010 el presidente, con la popularidad reforzada, se impuso cómodamente a su adversario de la oposición, que agrupaba al EJP, el JVP y el Nuevo Frente Democrático (NPP). Se trataba del ex mariscal del Ejército Sarath Fonseka, quien sin embargo también podía reclamar una gran cuota de mérito en la derrota de los separatistas. El antiguo jefe militar impugnó el veredicto de las urnas y el oficialismo respondió con su arresto, encarcelamiento y condena por unos cargos de corrupción. Luego, en abril, tuvieron lugar las elecciones parlamentarias, que proporcionaron a la EJNS y el SLNP una espectacular mayoría rayana en los dos tercios (144 escaños de 225), sin parangón desde la década de los setenta. Disanayaka Jayaratne tomó el relevo a Ratnasiri Wickremanayake y en el nuevo Gabinete, Sirisena, diputado por sexta vez, estrenó el puesto de ministro de Sanidad.

En septiembre de 2010 a Rajapakse no le costó mucho ganarse la voluntad de los diputados -según la oposición, comprándolos con sobornos- que le hacían falta para sacar adelante en el Parlamento una muy polémica Decimoctava Enmienda constitucional que abolía el límite de los dos mandatos presidenciales y de paso incrementaba los poderes ejecutivos del jefe del Estado. Indiferente al griterío de la oposición, que le acusaba de estar firmando el acta de defunción de la democracia srilankesa, Rajapakse arrancó su segundo mandato constitucional en noviembre, con la firme intención de postularse a un tercero, se suponía que en 2016.

Mientras a Rajapakse se le acumulaban las denuncias de autoritarismo y de erosionar el imperio de la ley al hacer oídos sordos a las exigencias del Consejo y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos de que se investigaran los casos de crímenes de guerra y atrocidades cometidas contra civiles tamiles en los últimos años de la guerra civil, Sirisena fue adquiriendo una visibilidad positiva por los resultados tangibles de su gestión de la Sanidad nacional. Esta percepción ciudadana terminó de forjar una reputación de servidor público competente, trabajador y, rasgo particularmente valorado, honrado a carta cabal. También, se sabía que era un budista piadoso de hábitos abstinentes, contrario al alcohol y el tabaco.

Durante bastante tiempo, aproximadamente desde 2006, menudearon las informaciones de que el ministro y secretario general del partido del Gobierno no estaba de acuerdo con varias de las decisiones de Rajapakse. Los rumores de divergencias aumentaron tras la censurada maniobra constitucional del presidente, pero el divorcio entre los dos hombres no terminaba de concretarse. Sirisena seguía fiel al oficialismo, del que era uno de sus máximos dirigentes. El 21 de noviembre de 2014, al día siguiente de emitir Rajapakse el decreto para el adelanto, casi dos años antes de la fecha regular, de las elecciones presidenciales a enero de 2015 y con él de candidato, Sirisena liquidó su silencio con un anuncio espectacular: rompía con el Ejecutivo y, desde la oposición, se postulaba a encabezarlo para poner fin al "régimen dictatorial" de Rajapakse, tildado de paso de corrupto, nepotista y violador del Estado de derecho. Sri Lanka había caído en manos de "una familia", era su diagnóstico. Su candidatura a la jefatura del Estado sería por cuenta de la oposición en bloque, es decir, el EJP, el JVP y el NPP. Ahora bien, y esto no dejaba de ser paradójico, él seguía considerándose miembro del SLNP.

El súbito y demoledor pronunciamiento de Sirisena, tanto más impactante porque el protagonista tenía una imagen de hombre apacible y no ambicioso, cayó como una bomba justo en el arranque de la campaña electoral y parece que cogió por sorpresa como el que más a Rajapakse, quien ya se veía reelegido por otros seis años y que ahora se tropezó con un adversario que podía hacerle mucho daño. Aunque fue inmediatamente fulminado por su superior como ministro y secretario general del SLNP, Sirisena ganó adhesiones en tromba, como las de la ex presidenta Kumaratunga y varios miembros del Gobierno y diputados del SLNP.

La avalancha desatada por Sirisena puso en evidencia el alto grado de hartazgo y crispación que los manejos personalistas de Rajapakse y su clan de hermanos y favoritos habían generado en el SLNP, tensiones internas que se liberaron de golpe porque el paso adelante dado por Sirisena funcionó como una válvula de escape. Más aún, Sirisena se aseguró los votos de muchos srilankeses de franjas sociales que desde siempre se habían sentido menospreciadas por las élites cingalesas budistas y con más intensidad ahora que Rajapakse era presidente: los musulmanes, los cristianos y, por supuesto, los tamiles hindúes. A finales de diciembre, fue el principal partido tamil, la Alianza Nacional (TNA) de Rajavarothayam Sampanthan, el que salió a respaldar la aspiración de Sirisena.

Sin perder un segundo, y ya en el mismo anuncio de su postulación presidencial, Sirisena se puso a desgranar sus propuestas electorales: la supresión de la "presidencia ejecutiva" y la derogación de la Decimoctava Enmienda en los 100 primeros días de Gobierno, el cual, por cierto, tendría como primer ministro al líder del EJP, Wickremasinghe, luego se volvería al rango no abusivo de atribuciones presidenciales anterior a la reforma constitucional de 2010; otro proyecto legal para sustituir el sistema electoral proporcional de listas abiertas por otro de escrutinio mayoritario uninominal; tras la nueva enmienda a la Constitución, la convocatoria de elecciones legislativas; la creación de comisiones independientes de supervisión del funcionamiento de la judicatura y otras instituciones del Estado; el refuerzo de la capacidad fiscalizadora de la Comisión Anticorrupción; y la rehabilitación de figuras políticas perseguidas por el actual Gobierno, como Sarath Fonseka.

En el delicado expediente de los Derechos Humanos violados masivamente en la zona tamil al final de la guerra civil (las denuncias presentadas cuantificaban en hasta 40.000 el número de civiles muertos durante la ofensiva postrera contra los LTTE), el opositor no se apartó de la tesis de Rajapakse de que, por una cuestión de soberanía nacional, Sri Lanka no podía permitir investigaciones internacionales sobre el terreno, y menos aceptar la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto el país no había ratificado. Sin embargo, Colombo pondría en marcha un papel nacional independiente que llegaría hasta el fondo en el esclarecimiento de esta trágica cuestión. Como se trataba de ganarse el favor también de los sectores rurales, más humildes y menos instruidos de la comunidad cingalesa a los que toda esta batería de reformas políticas podía decirles poco, Sirisena no dudó en poner sobre la mesa una serie de promesas de sabor populista.

Así, en su manifiesto, titulado Un Maithri compasivo, gobernabilidad para un país estable, el candidato se comprometía a condonar la mitad de las deudas de los campesinos, a bajar los impuestos sobre los combustibles, a subir los sueldos de los funcionarios, y a gastar en la sanidad pública hasta un 3% del PIB y en la educación hasta un 6%, es decir, mucho más que en la actualidad. El 19 de diciembre de 2014 Sirisena lanzó oficialmente su campaña presidencial, en la que competía como el candidato del NPP.

Las votaciones tuvieron lugar el 8 de enero de 2015, al cabo de una campaña que, siguiendo con los estándares srilankeses, fue rica en episodios de violencia, intimidación, propaganda abusiva, compra de votos y otras violaciones del código electoral. Sin embargo, la jornada electoral en sí no fue conflictiva y el escrutinio discurrió con ejemplar rapidez, tal que en la jornada siguiente el Departamento de Elecciones de Sri Lanka ya pudo dar cuenta de los resultados finales, que no ofrecían lugar a dudas: Sirisena era el ganador con el 51,3% de los sufragios, frente al 47,6% sacado por Rajapakse. Otros 17 candidatos se repartieron las migajas electorales y la participación quedó fijada en el 81,5%, el nivel más alto desde la introducción de la elección presidencial directa en 1982.

Para sorpresa de muchos, Rajapakse adoptó unas formas de fair play y no perdió un minuto en reconocer su derrota y felicitar al ganador. Todo en el mismo día, el 9 de enero, Sirisena prestó juramento presidencial ante un juez del Tribunal Supremo y no ante el magistrado jefe de la corte, Mohan Peiris, considerado por la oposición un jurista parcial dócil a Rajapakse. Acto seguido, el ya jefe del Estado nombró primer ministro y ministro de Planificación y Economía al líder conservador del EJP, Wickremasinghe. En el nuevo Gabinete, con mayoría de ministros del SLNP y el EJP, Sirisena se reservó las carteras de Defensa y de Desarrollo del Mahaweli y Medio Ambiente.

En su discurso de toma de posesión, pronunciado en la Plaza de la Independencia de Colombo, Sirisena, séptimo presidente desde la proclamación republicana de 1972, aseguró que se conformaba con gobernar un único período constitucional de seis años y que iba a poner todo su empeño en "preservar la democracia, el imperio de la ley y una justicia independiente con el apoyo de una nueva cultura política", así como "poner los cimientos para un Gobierno libre de corrupción, fraude, nepotismo y felonía". El 10 de enero el estreno presidencial de Sirisena fue un tanto turbado por unas declaraciones hechas a los medios por dos colaboradores del nuevo mandatario. Estos aseguraron que Rajapakse y su hermano Gotabhaya, el secretario de Defensa, habían intentado perpetrar un autogolpe de Estado en la misma jornada electoral al percatarse de su fracaso en las urnas. Según los denunciantes, los Rajapakse presionaron al comandante en jefe del Ejército, al inspector general de la Policía y al fiscal general de la República para que desplegaran tropas, anularan las elecciones y declararan el estado de emergencia, pero dichos altos oficiales rehusaron. Los portavoces del ex presidente, el Ejército y la Policía negaron en redondo tal alegación y la tacharon de absurda.

Otro frente de confusión lo dibujaba la situación creada en el SLNP, donde un sector seguía considerando líder de la colectividad a Rajapakse y otro a Sirisena. En la práctica, el partido de ideología socialdemócrata se había dividido en dos bloques rivales. Sin embargo, el nuevo Ejecutivo parecía tener asegurada la mayoría parlamentaria que proporcionaba la suma de los diputados del EJP, el NPP, el JVP, el Congreso Musulmán de Sri Lanka (SLMC) y los partidarios de Sirisena en la bancada de la EJNS.

Tal como había prometido, el flamante presidente se lanzó a aplicar el programa de medidas contundentes contenido en un plazo de 100 días, mientras multiplicaba las llamadas a la reconciliación, los gestos hacia los tamiles y las apelaciones a la formación de un Gobierno de unidad nacional por encina de las diferencias partidistas. Sin embargo, las dos formaciones cuya inclusión habría hecho del Gabinete Wickremasinghe un verdadero equipo de concentración, el JVP y el TNA, es decir, los cingaleses radicales y los tamiles, rehusaron aceptar puestos. El 28 de abril el Parlamento, por 215 votos contra uno, aprobó la Decimonovena Enmienda a la Constitución de 1978, que anulaba la Decimoctava Enmienda de 2010 (los mandatos presidenciales volvían a estar limitados a dos y de paso eran recortados en un año, pasando a ser quinquenales) y establecía un Consejo Constitucional con la atribución de nombrar una serie de comisiones independientes del Estado. En otras palabras, Sirisena devolvió al Legislativo y al nuevo Consejo Constitucional los poderes extra que Rajapakse se había concedido.

En febrero, conforme también con lo anticipado en su discurso de investidura, sobre que pensaba "desarrollar una nueva política exterior que mantenga relaciones amistosas con todos los países para el mejoramiento de la nación srilankesa", Sirisena escogió la India de Narendra Modi como el primer destino de una agenda viajera por Asia y Europa. El programa de visitas al extranjero pretendía reequilibrar las relaciones exteriores de Sri Lanka, orientadas por Rajapakse a los tratos preferenciales con China de índole comercial e inversor, a costa de la relación privilegiada con Nueva Delhi, que iba más allá de los intereses meramente económicos.

El presidente de Sri Lanka está casado con Jayanthi Pushpa Kumari y es padre de tres hijos, dos mujeres y un varón. Su hermano menor, Priyantha Sirisena, murió el 28 de marzo de 2015, cuando el dirigente se encontraba en China de visita oficial, tras resultar fatalmente herido en una agresión personal con un hacha. La Policía, que detuvo al atacante, enmarcó el crimen en una "disputa privada".

(Cobertura informativa hasta 1/5/2015)