Magdalena Andersson

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 30/11/2021. El ejercicio de Magdalena Andersson como primera ministra de Suecia concluyó el 18/10/2022 al constituirse el nuevo Gobierno de coalición de centro-derecha encabezado por Ulf Kristersson, de resultas de las elecciones del 11/9/2022).

La llegada en noviembre de 2021 de la primera mujer, la socialdemócrata Magdalena Andersson, a la jefatura del Gobierno de Suecia ha seguido un vericueto insólitamente accidentado. La hasta ahora ministra de Finanzas, con fama de cautelosa fiscal y de pragmática, sucedió el día 4 a Stefan Löfven, primer ministro desde 2014, como líder del Partido Socialdemócrata (SAP), formación que solo dispone de una endeble mayoría simple en el Riksdag y que desde la década de los noventa está sumida en un lento declive electoral. El 10 de noviembre Löfven, plasmando lo anunciado el 22 de agosto, presentó su dimisión institucional y en la jornada siguiente el presidente de la Cámara, Andreas Norlén, nominó a Andersson para encabezar un nuevo Gobierno que, como el saliente, sería de coalición ampliamente minoritaria con el Partido Verde (MP). La base parlamentaria del Gabinete Andersson consistiría únicamente en 117 diputados sobre 349, aunque dispondría del soporte pasivo, sin compromisos formales de apoyo activo, de los partidos de Centro (C) y de la Izquierda (V), con unos enfoques bastante disímiles entre sí.

El 24 de noviembre Andersson fue elegida primera ministra por los 100 diputados de su grupo, los 16 verdes y un independiente. A pesar de la minoría aritmética, su investidura fue válida en virtud del principio del parlamentarismo negativo, por el que la gobernabilidad no se condiciona a que el oficialismo en el poder disponga de mayoría propia, ni siquiera relativa, sino a que no tenga en contra una mayoría absoluta que impida su actividad, gracias a que opera el abstencionismo, a modo de apoyo tácito, de otras fuerzas. Era lo que sucedía ahora con las abstenciones de centristas e izquierdistas, con 31 y 27 diputados respectivamente. Los Moderados (M), los Demócratas de Suecia (SD), los Cristianodemócratas (KD) y los Liberales (L), es decir, la derecha y el centro-derecha, sumaron 174 votos en contra, insuficientes (por uno solo) para bloquear la investidura de la socialdemócrata.

A continuación, estalló la crisis, chocante aunque no del todo inesperada: el pleno del Riksdag desestimó el proyecto de ley de los Presupuestos de 2022 firmado por el SAP y el MP, y aceptado por el V (143 votos en total), y en cambio aprobó con mayoría simple la propuesta alternativa de los M, los SD y los KD (154 votos). Al abstenerse en esta votación crucial, centristas y liberales (51 escaños) hicieron posible el éxito opositor. El C en particular expresó así su malestar por las concesiones presupuestarias de Andersson al V, que condicionaba su tolerancia a la investidura a una revalorización de determinadas pensiones. Entonces, los verdes, alegando que no podían sentarse en el Gobierno con un presupuesto que aflojaba la lucha contra el cambio climático, anunciaron la abrogación de su acuerdo con el SAP. Al punto, Andersson presentaba su dimisión, tan solo siete horas después de ser investida.

Sin embargo, la líder socialdemócrata se reafirmó en su intención de encabezar el próximo Gobierno, aunque este no consistiera más que en su partido. Verdes, izquierdistas y centristas mostraron su disposición a permitir una segunda investidura con sus abstenciones. Löfven seguía siendo primer ministro en funciones. Así las cosas, al día siguiente, 25 de noviembre, Andersson recibió de Norlén su renominación como primera ministra y el 29 de noviembre obtuvo del Riksdag su segunda confirmación con un resultado impensable en otros sistemas: nada más que 101 votos favorables, frente a 173 votos negativos y 75 abstenciones. El 30 de noviembre Andersson, por fin, presentó su Gabinete al rey Carlos XVI Gustavo y empezó a gobernar.


En su programa, la nueva primera ministra contempla como prioridades la acción climática, la transición energética, la reducción del rol del sector privado en la sanidad, la educación y el cuidado a la tercera edad, y la creación de empleo, en un país con una coyuntura económica y financiera bastante más desahogada que en la mayoría de socios de la UE pero donde el paro, rozando el 9%, supera sin embargo el promedio europeo. También, habla de atajar la ola delictiva del crimen organizado y el pandillismo que se ensaña con los suburbios de las grandes ciudades. "La violencia grave es un veneno que amenaza a toda nuestra comunidad", advierte Andersson cuando hace recuento de los 290 tiroteos y los 42 homicidios registrados en los últimos años, y anuncia el endurecimiento de las penas y el refuerzo de las acciones policial y judicial.

Sobre la inmigración, cuestión candente desde que en 2015 Suecia concediera el asilo a 163.000 refugiados de Oriente Medio, Andersson viene exhibiendo un tono más imperativo que Löfven, a la luz de sus apelaciones a los dos millones largos de foráneos expatriados en Suecia para que se integren en la sociedad de acogida, acepten la "igualdad de género", aprendan el idioma local y asuman que las ayudas que reciben del Estado les obligan a formarse y trabajar. Por otro lado, expresa su preocupación por la "segregación" y el hacinamiento habitacional a los que se ven impelidos los inmigrantes africanos y asiáticos.

Ahora, Andersson, además de pilotar un Ejecutivo congénitamente débil expuesto a la posición de fuerza en el Riksdag del bloque conservador derechista, tendrá que apañárselas con unos presupuestos de 2022 con un límite de gasto de 1,137 billones de coronas frente a los 1,138 billones contemplados en el derrotado plan del Gobierno, y una expectativa de ingresos de 1,189 billones, 1.500 millones menos que los estimados por los socialdemócratas; el techo de endeudamiento, en cambio, aumenta en 400 millones de coronas. Son unas cuentas remozadas que inciden en el recorte de impuestos a las rentas de los trabajadores y los combustibles, destinan más recursos al Ministerio del Interior y podan la propuesta del centro-izquierda de más subsidios sociales.

En favor del Gobierno Andersson juega el hecho de que Suecia, tras sufrir entre finales de 2020 y la primavera de 2021 las aciagas consecuencias sanitarias de su estrategia laxa, solo abandonada en noviembre de 2020, de contención del coronavirus sin confinamientos, cierres y otras medidas drásticas mientras confiaba en una inmunidad de grupo que no se produjo, es el único país europeo que, por el momento, se está librando de la presente ola pandémica. Sus cifras de incidencia son las mas bajas del continente, a pesar de que su tasa de vacunación completa, el 69% de la población, solo supera levemente la media de la UE. El Gobierno ya ha ofrecido la tercera dosis de refuerzo a todas las personas entre 18 y 65 años.

Magdalena Andersson, de 54 años, casada y con dos hijos, realizó el bachillerato en Ciencias Sociales en la Katedralskolan de su Uppsala natal y luego se capacitó como economista en la Escuela de Economía de Estocolmo (HHS), donde adquirió la licenciatura en 1992. A continuación, estudió tres cursos de doctorado, aunque no llegó a defender la tesis ni a obtener el título. Adicionalmente, tomó clases en el Instituto de Estudios Avanzados de Viena (IHS) y en la Universidad de Harvard. Militante del Partido Socialdemócrata de los Trabajadores de Suecia (Sveriges socialdemokratiska arbetareparti, SAP, o simplemente Socialdemokraterna, Socialdemócratas) desde los 18 años, la joven pasó a desarrollar sus primeras actividades profesionales directamente en los ambientes políticos de alto relieve institucional. Así, en 1996 fue reclutada como asesora por la Oficina del Primer Ministro cuando este pasó a ser Göran Persson, sucesor del dimitido Ingvar Carlsson en los liderazgos del Ejecutivo y del SAP. En 1998 Persson la nombró directora de Planificación, función que Andersson desempeñó durante seis años. Más tarde, en 2004, la economista estrenó el cargo de secretaria de Estado en el Ministerio de Finanzas.

Mano derecha de Stefan Löfven
A raíz de formarse en octubre de 2006 el nuevo Gobierno de Fredrik Reinfeldt, líder de los Moderados (Moderaterna, M) y cabeza de una coalición centroderechista con centristas (Centerpartiet, C), cristianodemócratas (Kristdemokraterna, KD) y liberales (Liberalerna, L), Andersson abandonó el servicio civil y recuperó la condición de asesora política, esta vez en el grupo parlamentario socialdemócrata y el equipo de Mona Sahlin, la nueva líder del SAP desde 2007. Su militancia socialdemócrata no fue óbice para que en 2009 el Gobierno Reinfeldt la promoviera a subdirectora general de la Agencia Tributaria Sueca (Skatteverket). En 2012 Andersson renunció a esta función estatal para fungir de portavoz económica del SAP, ahora liderado por Stefan Löfven. Tras las elecciones generales de septiembre de 2014, ganadas por el SAP -como todas las celebradas desde 1917- con una muy floja mayoría de 113 escaños, Löfven se las arregló para ser investido primer ministro al frente de una coalición minoritaria con el Partido Medioambiental Verde (Miljöpartiet de gröna, MP) que podía contar con cierto respaldo parlamentario del Partido de la Izquierda (Vänsterpartiet, V).

Andersson, elegida para el Riksdag en representación del Condado de Estocolmo, tomó el 3 de octubre de 2014 la cartera de Finanzas. La economista iba a conducir este ministerio en los siete años siguientes, en el seno de los tres gobiernos articulados por Löfven. Se trató del período más convulso en la historia del parlamentarismo sueco desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un septenio trufado de reveses legislativos y movimientos políticos hostiles de los que Löfven consiguió salir airoso in extremis, en condiciones de máxima precariedad.

El primer accidente parlamentario le sobrevino al Gobierno de Löfven y Andersson ya a las primeras de cambio, en diciembre de 2014, cuando los cuatro partidos de la Alianza del centro-derecha, reforzados con la adhesión de la derecha nacionalista, los Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna, SD), bloquearon su propuesta de los Presupuestos de 2015. El primer ministro anunció su intención de acudir a elecciones anticipadas, un escenario muy raro en Suecia, pero la crisis quedó zanjada en los últimos días del año al suscribir la Alianza opositora y el bipartito en el poder un pacto de compromiso para no obstaculizar los presupuestos elaborados por el Ejecutivo. En octubre de 2015, sin embargo, el llamado Acuerdo de Diciembre naufragó al retirarse del mismo los cristianodemócratas.

Tras las elecciones generales del 9 de septiembre 2018, que dejaron al SAP en su cota más baja, inferior al 30%, desde nada menos que 1908, y robustecieron la tercera posición de los SD, Suecia tuvo serias dificultades para articular un Ejecutivo viable. Solo el 21 de enero de 2019, tras varios intentos fallidos y diversos contratiempos (aprobación de una moción de censura contra el Gabinete saliente, fracaso formativo del líder moderado Ulf Kristersson, primera tentativa frustrada de Löfven, desistimiento en su turno de la líder centrista Annie Lööf, rechazo por el Riksdag de la segunda propuesta de Löfven), pudo constituirse el nuevo Gobierno, otra vez encabezado por Löfven, con Andersson en Finanzas, de coalición con el MP y de franca minoría, incluso a pesar de obtener el SAP el respaldo parlamentario adicional del Centerpartiet y los Liberalerna. El Vänsterpartiet se consideraba en la oposición, si bien prometió a Löfven no apoyar ninguna moción de censura siempre que las políticas del Gobierno no se escoraran a la derecha.

Transcurridos dos años, se planteó un escenario que era una de las "líneas rojas" puestas por los izquierdistas: el proyecto de reforma de la ley de alquileres. Como consecuencia, el 21 de junio de 2021 el Gobierno Löfven 2 cayó en una moción de censura iniciada por los SD y a la que se sumaron moderados, cristianodemócratas e izquierdistas; hecho decisivo, centristas y liberales cancelaron su compromiso de apoyo externo a Löfven y optaron por abstenerse. Se trataba de la primera vez en la historia del parlamentarismo sueco que un primer ministro era tumbado por una moción de censura. El 28 de junio Löfven presentó la dimisión y al día siguiente el presidente del Riksdag, el moderado Andreas Norlén, encargó al líder de la oposición y jefe de su propio partido, Ulf Kristersson, la formación de un Gobierno alternativo. El 1 de julio el moderado Kristersson se apresuró a notificar su incapacidad y devolvió su mandato. Entonces, Norlén trasladó el encargo al mismo Löfven, quien sí reunió los apoyos necesarios. El 7 de julio el líder socialdemócrata fue investido por el Riksdag con el voto abstencionista de izquierdistas, centristas y liberales, y el 9 de julio alineó su tercer Gobierno, nuevamente de coalición minoritaria con los verdes y que de hecho presentaba la misma composición que el anterior.

En todo este tiempo, Andersson fue un puntal para el atribulado Löfven, y se mostró al público como una dirigente de partido y una responsable gubernamental sólida y solvente. Con un estilo parco y austero, la ministra socialdemócrata de Finanzas no tardó en asociar su nombre a una gestión meticulosa de la hacienda pública, que procuraba conciliar, por un lado, los compromisos de gasto social para sostener el célebre modelo sueco del estado del bienestar (välfärdsstaten) y, por otra parte, la búsqueda de la eliminación del déficit fiscal y la obtención de superavits. Pese a no formar parte Suecia de la Eurozona (con lo que Estocolmo mantenía un pleno control soberano sobre su política monetaria), el escandinavo fue asociado al grupo de países "frugales" de la UE junto con Holanda, Dinamarca y Austria, cuyos gobiernos, no obstante presentar diferente adscripción ideológica compartían una marcada querencia por la moderación del gasto público y la estabilidad financiera.

La reluctancia de los Cuatro Frugales a unos presupuestos expansivos de la UE, a la emisión de deuda europea "mutualizada" o a la concesión de ayudas nacionales directas sin un paquete de condiciones riguroso quedó patente en 2020 durante las discusiones sobre los instrumentos y la dotación de Next Generation EU (NGEU), el macrofondo de recuperación post-COVID diseñado por la Comisión Europea y finalmente aprobado, con un ligero recorte a la baja precisamente por presiones de este grupo informal de estados miembros, por el Consejo Europeo.

Andersson, que el 17 de diciembre de 2020 fue elegida, con un mandato de tres años a partir del 18 de enero de 2021, como la primera mujer presidenta del Comité Monetario y Financiero del FMI, heredó del Gobierno Reinfeldt un balance de cuentas comparativamente desahogado aunque mejorable. A finales de 2014 Suecia presentaba un déficit público del 1,5% del PIB y un nivel de deuda pública equivalente al 45%. Un lustro después, el país nórdico, tras anotar un crecimiento económico anual medio del 2,6%, exhibía un superávit fiscal del 0,6% y una deuda disminuida al 34,9%, todo en más que sobrado cumplimiento de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE y conforme también con los más exigentes compromisos del Pacto Fiscal Europeo de 2013. El balance positivo de las administraciones públicas había llegado incluso al 1,4% en 2017.

Luego, la COVID-19 tuvo en Suecia, gracias a que el Gobierno Löfven se propuso (con unas consecuencias sanitarias decididamente negativas, dejando en evidencia lo insuficiente de la confianza de las autoridades en la "responsabilidad social" de los ciudadanos) combatir la pandemia sin confinamientos, limitaciones de movimientos, cierres comerciales o ceses de actividad, un impacto económico bastante menos severo que en el resto de Europa. El año terminó con una recesión moderada del -2,8% (la Gran Recesión de 2009 fue aquí mayor) y un déficit público de idéntico valor negativo (peor únicamente que el -0,2% de Dinamarca): ambas cifras estuvieron entre las más moderadas de la UE.