Luis Almagro Lemes

El diplomático de carrera uruguayo Luis Almagro, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores en los cinco años de presidencia de José Mujica, fue elegido el 18 de marzo de 2015 secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), puesto que asume el 26 de mayo en sucesión del chileno José Miguel Insulza. El ahora senador del izquierdista Frente Amplio trae una reputación de servidor comprometido con las fórmulas de diálogo, consenso, cooperación e integración regional por encima de los alineamientos ideológicos. Así se vio durante su etapa de canciller, en la que fue instrumental para la reconciliación con Argentina tras la crisis de las papeleras, mantuvo una línea diplomática inusualmente equilibrada, simultaneando las relaciones de gran cordialidad con el bloque bolivariano y Estados Unidos, y contribuyó, siempre en sintonía con el pragmatismo de Mujica, a darle a la pequeña Uruguay una visibilidad sobresaliente en el mundo. Almagro llega al timón de la OEA dispuesto a revitalizar una organización deslustrada en los últimos años por su ineficacia para ayudar a resolver una secuencia de crisis políticas en varios estados miembros (Honduras, Paraguay, Venezuela) y por la pérdida de protagonismo continental frente al dinamismo de las nuevas palestras regionales, como la CELAC y la UNASUR.

Para recobrar la "credibilidad" del veterano y más genuino organismo panamericano, Almagro propone una batería de iniciativas concretas en torno a los "objetivos estratégicos" de la democracia, los Derechos Humanos, el desarrollo integral y la seguridad multidimensional, en los que la OEA está obligada a obtener "resultados tangibles" y ser "eficiente". Estas actuaciones, que requerirán reformas internas y la readecuación prioritaria del limitado presupuesto disponible, incluyen sistemas y fondos para la seguridad ciudadana, la prevención de conflictos sociales, la prevención y gestión de desastres naturales en el Caribe y Centroamérica, y la cualificación educativa, entre otros ámbitos que plantean desafíos. Estimulado por el histórico deshielo diplomático entre Cuba y Estados Unidos, el nuevo secretario general confía en el retorno oficial de La Habana a la OEA y a la vez destaca que la membresía de Estados Unidos brinda a la organización una "configuración única" para el diálogo directo entre la América Latina emergente y la superpotencia norteña. La "convergencia" con los mecanismos de la CELAC y la UNASUR, que no han de verse como "competidores", figura también entre sus metas.

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 13/5/2015. Luis Almagro fue reelegido secretario general de la OEA por la Asamblea General de la organización el 20/3/2020. Su segundo mandato de cinco años se inició el 26/5/2020).

1. Funcionario diplomático y canciller de la Administración Mujica
2. Un secretario general para relanzar la OEA

1. Funcionario diplomático y canciller de la Administración Mujica

Nacido en un entorno rural en el departamento de Paysandú, en la zona norte de Uruguay, no lejos de la frontera fluvial con Argentina, tras egresar con el título de abogado de la Universidad de la República, en 1987, se decantó por la carrera de funcionario diplomático e inició un curso de formación en el Instituto Artigas del Servicio Exterior (IASE), la Academia Diplomática de la República Oriental del Uruguay. En 1988, con su especialización académica sin concluir, el joven recibió su primer cometido oficial como representante del Ministerio de Relaciones Exteriores ante la Comisión Nacional de Uruguay para la UNESCO. En 1989 fue puesto al frente del Comité de Cooperación Internacional de la Junta Nacional de Prevención del Tráfico Ilícito y Uso Abusivo de Drogas, nuevo organismo creado por el Gobierno colorado de Julio María Sanguinetti en 1988, y dos años después obtuvo su primer destino diplomático en el extranjero, en la plantilla de la Embajada uruguaya en Irán, desde donde integró la delegación nacional uruguaya en la Conferencia Ministerial del Movimiento de los No Alineados, celebrada en Teherán en noviembre de 1991. Posteriormente, fungió de primer secretario y encargado de negocios de la Embajada.

Almagro permaneció en Teherán hasta 1996, fecha en que retornó a Montevideo para desempeñar diversas funciones en la Secretaría y la Dirección General para Asuntos políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores, como la coordinación nacional del Grupo de Valdivia (asociación de seis países del hemisferio sur fundada en 1995 para tratar cuestiones relativas al cambio climático y los trastornos medioambientales) y las delegaciones del Ministerio en la Comisión de Impactos Globales, la Comisión Técnica Asesora para la Protección del Medio Ambiente (COTAMA) y la Conferencia de Kyoto sobre el Cambio Climático de 1997.

En el terreno exclusivamente político, Almagro traía una militancia en el Partido Nacional (PN) o Blanco, sentado en el Ejecutivo entre 1990 y 1995 con el presidente Luis Alberto Lacalle, y concretamente, de manera sucesiva, en sus sectores Divisa Blanca, Movimiento Nacional de Rocha y Propuesta Nacional, siendo esta última la corriente interna del nacionalismo fundada por el entonces (1995-1998) canciller de la República, miembro de la segunda Administración Sanguinetti, Álvaro Ramos. Almagro siempre se había movido en la tendencia centro-izquierdista del PN, crítica con el giro neoliberal en economía emprendido por el presidente Lacalle. Desde esta filiación, el funcionario diplomático, en 1999, resolvió que sus ideas políticas encontraban un mejor acomodo en el Movimiento de Participación Popular (MPP), polo de izquierda radical animado por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) de José Mujica y que a su vez formaba parte de la gran coalición Frente Amplio-Encuentro Progresista (FA-EP), en la oposición a la hegemonía bipartidista que desde la restauración democrática de 1985 ejercían el Partido Colorado (PC) y el PN.

Mientras que como militante político asesoraba al MPP en cuestiones de índole internacional, como funcionario del cuerpo diplomático Almagro siguió desarrollando su carrera sin ascensos significativos, aunque tachonada de misiones en el extranjero, donde además de su español nativo se desenvolvía en los idiomas inglés y francés. Desde 1998 y por un lustro estuvo adscrito a la Embajada de Uruguay en Alemania, tiempo en el cual representó a su país en eventos multilaterales en los ámbitos de los instrumentos de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, el desarrollo sostenible o los contaminantes orgánicos persistentes. Asimismo, en 1998 fue representante de la República Oriental ante la sede de la UNESCO en París.

En 2005, cuando fungía de subdirector general adjunto para Asuntos Económicos, Almagro abrió un paréntesis de dos años en el Ministerio de Relaciones Exteriores para pasar a ejercer en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). En mayo de ese año el nuevo titular del Ministerio, José Mujica, uno de los principales socios frenteamplistas con que contaba el presidente socialista Tabaré Vázquez, nombró a su colega subalterno en las filas del MPP director de la Unidad de Asuntos Internacionales del MGAP, luego la persona responsable de asesorarle en todo lo relacionado con la dimensión exterior de un sector productivo básico de la economía uruguaya, al ser el pilar de las exportaciones nacionales. En esta etapa de sus servicios al Estado, Almagro estuvo enfrascado en las cuestiones comerciales que atañían a los productos agroindustriales uruguayos. Fueron interminables las discusiones técnicas en el seno del MERCOSUR, unión aduanera regional ya veterana pero de la que Uruguay no terminaba de obtener los beneficios esperados por la acumulación de distorsiones arancelarias y otras actuaciones nacionales unilaterales. En cambio, causó sensación la penetración en los mercados asiáticos, donde las exportaciones cárnicas uruguayas hallaron una excelente salida, en buena medida gracias a los rigurosos controles de calidad y salubridad.

En tanto que diplomático, Almagro siguió llevando una apretada agenda de misiones internacionales, ahora fundamentalmente con motivo de las reuniones ministeriales celebradas en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Además, empezó a cultivar una faceta académica e intelectual como autor de trabajos de análisis y memoria en las áreas de su competencia gubernamental y como miembro del Centro Artiguista para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CADESYC), un think tank en la órbita del Frente Amplio.

El primer nombramiento de embajador no le llegó a Almagro hasta comienzos de 2007, a la edad de 43 años y a punto de hacer dos décadas de servicios diplomáticos. El retraso quedó compensado por la importancia de la plaza asignada, que fue Beijing. Ahora mismo, China estaba convirtiéndose en un cliente estratégico de bienes de exportación como la soja, la carne de vacuno y los lácteos, hasta el punto de que, de seguir así el ritmo del aprovisionamiento, las ventas agropecuarias al gigante asiático podrían superar a las destinadas a Brasil en unos pocos años. Almagro era de la opinión de que Uruguay debía profundizar sus intercambios con China, pero, dada la enorme asimetría cuantitativa de los respectivos mercados, descartó un tratado de libre comercio. Montevideo tampoco tenía un TLC con Estados Unidos, ni planeaba adoptarlo.

En su cuarto año de labor consular en el lejano Oriente, Almagro recibió una invitación institucional que aceptó sin pestañear: ser el ministro de Relaciones Exteriores de la nueva Administración de José Mujica, su anterior jefe en el MGAP, ganador por el oficialismo frenteamplista de las elecciones presidenciales de noviembre de 2009. El primero de marzo de 2010 el diplomático sanducero estrenó el importante despacho gubernamental dejado libre por Pedro Vaz Ramela, titular del mismo desde agosto del año anterior, con la tarea prioritaria de encauzar las relaciones con Argentina. Las mismas se habían deteriorado hasta niveles críticos en el quinquenio precedente a causa del conflicto por la planta de celulosa de Fray Bentos, activada en 2007 en la orilla derecha del río Uruguay y que para Buenos Aires encerraba un alto riesgo de contaminación fluvial y ambiental, extremo que Montevideo negaba en redondo.

Menos de dos meses después de la transferencia del mando en Montevideo, el pronunciamiento del Tribunal Internacional de Justicia sobre la presunta violación uruguaya del Estatuto binacional del Río Uruguay (este era el punto pendiente de dirimir de la demanda presentada por Argentina en 2006, habiendo sido el primero, el relativo al presunto peligro contaminante de la papelera, ganado por Uruguay) vino a zanjar el acerbo diferendo bilateral al dar satisfacción parcial a las dos partes. La sentencia salomónica del Tribunal de La Haya facilitó el trabajo normalizador de Almagro y de su homólogo argentino, el canciller Héctor Timerman, si bien fueron los mismos presidentes, Mujica y Cristina Fernández de Kirchner, quienes se apresuraron a pasar página en público a la insólita trifulca entre países vecinos y hermanos. El punto y final de la "guerra de las papeleras" fue escrito por Almagro y Timerman en noviembre de 2010 en Montevideo en virtud del acuerdo técnico para el establecimiento de controles conjuntos de impacto ambiental sobre la planta de Fray Bentos.

En el terreno multilateral, el canciller uruguayo preparó la celebración en Montevideo de tres cumbres de presidentes del MERCOSUR, la VIII Extraordinaria, en octubre de 2010, la XLII Ordinaria, en diciembre de 2011, y la XLV Ordinaria, en julio de 2013. En la tercera de las citas, los mandatarios acordaron llamar a consultas a los embajadores en España, Francia, Italia y Portugal para dejar patente su enfado por la desviación del avión que transportaba al boliviano Evo Morales ante la sospecha, transmitida por Estados Unidos a los europeos pero infundada, de que a bordo iba escondido el prófugo de la CIA Bill Snowden. Más allá de este punto de acuerdo en una situación extraordinaria que nada tenía que ver con el funcionamiento de la organización, las discordias políticas y proteccionistas seguían minando la efectividad del MERCOSUR como bloque comercial con metas de integración subregional.

Siempre en sintonía con la visión internacional pragmática de Mujica, quien, pese a sus simpatías ideológicas de izquierdas y a ciertas expresiones de complicidad con el eje Caracas-La Paz-Quito, no se alineó con el bloque bolivariano (el referente regional para Montevideo, pese a una serie de divergencias comerciales en el marco del MERCOSUR, era el socialismo del Partido de los Trabajadores de Brasil, no el socialismo chavista de Venezuela), Almagro fue instrumental para la consecución del alto grado de cordialidad que caracterizó las relaciones con los Estados Unidos de Barack Obama. Así, en la recta final del segundo lustro de Gobierno del Frente Amplio, en diciembre de 2014, Uruguay, al cabo de un proceso negociador conducido por Almagro, acogió con el estatus de refugiados a seis prisioneros liberados del centro de detención de Guantánamo y que según la Cancillería no habían estado involucrados en actividades terroristas. Por otro lado, la pequeña y remota Uruguay, en una loable muestra de solidaridad internacional y en colaboración con la ACNUR, recibió en octubre de 2014 un primer grupo de 43 refugiados de la guerra civil de Siria.

En los conflictos de Oriente Próximo, las opiniones de la colectividad de la que Almagro era miembro, el MPP, no tenían porqué coincidir con los lineamientos de la Cancillería. Una de estas disonancias afloró en noviembre de 2012, cuando el partido, convertido en el más potente del Frente Amplio, emitió un comunicado donde acusaba a Israel de practicar una "política de exterminio" contra los palestinos que vivían en la Franja de Gaza. Almagro expresó sus reservas por el tono de la valoración del MPP, que suscitó vivo malestar en el embajador israelí, y reiteró que Uruguay, dentro de su compromiso indeclinable con la causa de los Derechos Humanos en todo el mundo, apostaba firmemente por la paz en Palestina.


2. Un secretario general para relanzar la OEA

Almagro se presentó candidato a senador por el Frente Amplio en las elecciones generales del 26 de octubre de 2014. El ministro saliente obtuvo su primer mandato político de representación popular a la vez que en las presidenciales Tabaré Vázquez pasaba a disputar la segunda vuelta con su contrincante del PN, Luis Alberto Lacalle Pou, a quien finalmente batió el 30 de noviembre. El 1 de marzo de 2015 Mujica entregó la banda presidencial al mismo compañero del que la había tomado cinco años atrás y dos días después Almagro prestaba juramento como senador de la República. Su puesto en el Gobierno pasó a Rodolfo Nin Novoa, quien fuera vicepresidente de la República durante la primera Administración Vázquez.

El ya ex canciller quedó, pues, listo para someter su candidatura a la elección del nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en sucesión del socialista chileno José Miguel Insulza. La postulación del uruguayo, impulsada por Mujica, llevaba más de medio año sobre la mesa, desde que la misión nacional en la OEA se encargara de filtrarla a los medios en junio de 2014, si bien la presentación formal de la misma no la hizo el interesado hasta el 18 de febrero, a pocos días del cambio de roles institucionales en casa.

Ya en la primera ocasión, círculos diplomáticos y académicos destacaron las grandes posibilidades que Almagro tenía de ser seleccionado, dado el carácter "equilibrado", "articulador del diálogo" y "generador de consensos", por encima de enfrentamientos geopolíticos y alineamientos regionales, de la reciente política exterior uruguaya, que había proporcionado una alta visibilidad, y en excelentes términos, a la República Oriental en el mundo. Este crédito había animado a la Cancillería a hacer campaña para la membresía uruguaya del Consejo de Seguridad de la ONU, por segunda vez en su historia, en el período 2016-2017, asiento no permanente que fue efectivamente adjudicado estos días, el 3 de febrero. Como solía suceder en estos casos, el plácet de Estados Unidos resultaba imprescindible, y el aspirante uruguayo lo tuvo de manera tácita, aunque a fecha del 18 de febrero Washington todavía no había pronunciado oficialmente su apoyo, a diferencia de otros 18 países. Almagro tuvo garantizada su elección por la Asamblea General de la organización, convocada con carácter extraordinario, en el momento en que se vio que no iba a tener rivales.

Esta medio certeza duraba ya bastantes semanas, una vez apeados del envite el ex vicepresidente guatemalteco Eduardo Stein, en octubre de 2014, y el jurista peruano Diego García-Sayán, el anterior presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en enero de 2015. Ahora bien, el reglamento interno de la OEA no ponía plazos a la presentación de candidaturas, y en teoría un contrincante sorpresa podría emerger a última hora, cosa que en febrero de 2015 resultaba harto improbable y que ciertamente no sucedió. Así las cosas, el 18 de marzo de 2015, en el 49º Período Extraordinario de Sesiones de la Asamblea General de la OEA, el ex canciller se convirtió en el sucesor de Insulza con el apoyo virtualmente unánime de los estados miembros: 33 votaron a favor y solo uno, Guyana, se abstuvo. La asunción del cargo iba a tener lugar el 26 de mayo, al expirar el segundo de los dos mandatos quinquenales del titular chileno. Almagro expuso su programa para la OEA en su discurso de presentación de la candidatura en el Consejo Permanente de la organización, el 18 de febrero en Washington DC.

Imbuido de espíritu reformista y dinamizador, el todavía jefe de la diplomacia uruguaya explicó a los miembros del Consejo que su prioridad era enfocar el -maltrecho- presupuesto de la OEA hacia "resultados tangibles" en los "cuatro pilares" de la OEA, a saber, la democracia, los Derechos Humanos, el desarrollo integral y la seguridad multidimensional. Todos los esfuerzos financieros debían encaminarse a la atención de estos "objetivos estratégicos", pues se trataba de "darle a la OEA una credibilidad que hoy todos reclaman". Sobre la democracia, el ponente, evocando implícitamente las crisis institucionales de Honduras en 2009 y de Paraguay en 2012 (los "golpes parlamentarios" contra los presidentes legítimos Manuel Zelaya y Fernando Lugo, que la OEA había sido incapaz de revertir), estimó que la organización debía "dotarse de herramientas que le permitan tener un conocimiento anticipado de eventuales crisis para actuar en forma coordinada con los Estados, en base en el diálogo, para evitar desenlaces antidemocráticos".

En el ámbito de los Derechos Humanos, su propuesta era crear un "Sistema Interamericano de Prevención de Conflictos Sociales". En relación con el desarrollo, habló de lanzar tres iniciativas concretas, un "Fondo de contingencia para desastres naturales" con especial énfasis para Centroamérica y el Caribe, un "Fondo de Interconectividad para el Caribe" para subsanar carencias estructurales en tecnologías de la información y telecomunicaciones, y una iniciativa interamericana sobre el cambio climático. Finalmente, en materia de seguridad multidimensional, Almagro propuso una "Iniciativa regional para fortalecer la seguridad ciudadana en el continente", con la participación de organismos multilaterales y globales, el sector privado y la sociedad civil. El objeto último de esta batería de medidas era hacer de la OEA, la más antigua y genuina organización panamericana, un actor "ágil y eficiente" en la respuesta a los retos a que hacía frente el continente, donde los estados miembros fueran capaces de "construir, paso a paso, una agenda común basada en soluciones para el desarrollo y la seguridad hemisférica", pero sin perder la perspectiva "global", como corresponde al mundo del siglo XXI.

Esta meta pasaba también por conseguir el "reingreso efectivo" de Cuba en la OEA, seis años después de la decisión adoptada por la Asamblea General de revocar la suspensión de la membresía cubana de 1962. Desde entonces, La Habana había rehusado participar de nuevo en la organización, pero ahora el deshielo diplomático con Washington (el histórico anuncio de la "normalización de relaciones" hecho por Obama y Raúl Castro en diciembre de 2014) creaba un "contexto favorable" para el deseado retorno de los cubanos. Almagro siguió con los guiños a Estados Unidos al afirmar que, si bien nadie discutía el dinamismo y los logros integracionistas -de los que él había sido activo coadyuvante- de nuevas organizaciones de ancha base regional como la CELAC y la UNASUR, el caso era que la vieja OEA seguía disponiendo del "mejor y más fuerte entramado jurídico", y, he aquí su gran valor diferencial, ofrecía la "posibilidad de diálogo con la primera potencia del mundo", que no pertenecía a dichos foros. "América ha estado dividida, es hora de reparar las heridas del pasado y de construir una América unida y para todos", sentenció Almagro, quien añadió que, en aras de la "renovación saludable" de la organización, no buscaría la renovación en 2020 en caso de ser elegido para un primer mandato.

Justo un mes después, en su discurso de aceptación del cargo en Washington, Almagro reiteró el diagnóstico de que América había estado "dividida por mucho tiempo, demasiado tiempo", y subrayó sus intenciones revitalizadoras con estas palabras: "En mí, encontraran un incansable luchador por la unidad americana, más preocupado en buscar soluciones prácticas duraderas a los problemas de nuestra región que por la retórica y la estridencia en las declaraciones guiadas por una u otra ideología. Soy un convencido de que el tiempo de una OEA discursiva, burocrática, alejada de las preocupaciones de los pueblos americanos, anclada en los paradigmas del pasado, está definitivamente dando paso a una OEA del Siglo XXI (...) No me interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación".

El décimo secretario general de la OEA desde su fundación en 1948, el segundo de nacionalidad uruguaya desde el registro de su compatriota José Antonio Mora Otero 1956-1968, está casado en segundas nupcias con la diplomática sudafricana Marianne Birkholtz, embajadora de su país en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a la que conoció en una de sus múltiples citas internacionales. Previamente, Almagro estuvo casado con una funcionaria de la Cancillería uruguaya, vínculo conyugal que acabó en divorcio. Entre lo dos matrimonios, Almagro ha tenido siete hijos, tres chicas y cuatro chicos, el más joven de los cuales, Benjamín, nació en 2014.

(Cobertura informativa hasta 13/5/2015)