Levy Mwanawasa

En agosto de 2008 fallecía a los 59 años, víctima de un derrame cerebral, el presidente de Zambia desde 2002, tercero desde la independencia y segundo del partido Movimiento por la Democracia Multipartidista (MMD). Aupado al poder en unas elecciones que recibieron consistentes denuncias de fraude pero reelegido sin sombra de ilegitimidad en 2006, Levy Mwanawasa gobernó este país africano muy castigado por la pobreza y el desempleo con una reputación de probidad, modestia y sensibilidad social, manifiestas en sus prudentes reformas macroeconómicas y sus medidas anticorrupción, obtuvo la reducción de la deuda externa y legó una economía en crecimiento basada en la minería del cobre. En casa cortó amarras con su corrupto predecesor, Frederick Chiluba, y de puertas a fuera fue un elocuente defensor de la democracia en la vecina Zimbabwe.

1. Vicepresidente de la República discrepante con el oficialismo
2. Contestado sucesor de Chiluba en 2002
3. Un presidente comprometido con la democracia y el desarrollo
4. Enfermedad y fallecimiento en 2008


1. Vicepresidente de la República discrepante con el oficialismo

Perteneciente al pequeño grupo étnico lenje y segundo de diez hermanos, recibió la educación primaria en varios centros de la populosa provincia minera de Copperbelt y la secundaria en la Escuela Chiwala de Ndola, en los tiempos en que Zambia era el protectorado británico de Rhodesia del Norte. En 1970 se matriculó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Zambia (Unza), en Lusaka, y tres años después dejó la carrera con el título de Bachelor of Laws.

En unos años en que el país, dirigido autocráticamente por Kenneth Kaunda, lideraba la causa antiimperialista en esta parte del continente, Mwanawasa estuvo activo en el movimiento estudiantil, organizando manifestaciones en apoyo a los movimientos de liberación nacional contra los regímenes blancos de Angola, Namibia, Sudáfrica, Zimbabwe y Mozambique, y negociando, como vicepresidente de la Unión de Estudiantes de la Universidad de Zambia (UNZASU), con las autoridades la realización por los alumnos de una prestación cívico-militar.

Tras graduarse en la Unza trabajó en diversas firmas legales privadas, a partir de 1975 en Ndola, luego de completar su formación en el Instituto de Pasantes de Lusaka. En 1978 abrió su propio despacho de abogados, Mwanawasa & Co., comenzando una trayectoria jurídica que en los 14 años siguientes le proporcionó reconocimiento y prestigio. Entre 1982 y 1983 sirvió como vicepresidente de la Asociación de Derecho zambiana y en 1985 Kaunda le nombró fiscal general de la República. Sin embargo, su negativa a convertirse en un funcionario acomodaticio al partido único en el poder y de corte socialista, el Unido de la Independencia Nacional (UNIP), hizo que no durara mucho en ese puesto, así que en 1986 retornó a su bufete en Lusaka.

En 1989 Mwanawasa alcanzó notoriedad nacional como abogado del teniente general Christon Tembo, antiguo comandante del Ejército zambiano antes de ser arrestado bajo la acusación de conspirar para derrocar al Gobierno. Mwanawasa llevó con eficiencia la defensa de Tembo y los demás acusados, que se exponían a ser condenados a la pena capital, hasta que en 1990 Kaunda decretó su perdón como parte del programa de liberalización política que iba a desembocar en la legalización del multipartidismo y en la celebración de elecciones libres.

Su labor le fue reconocida a Mwanawasa en la antigua metrópoli, siendo admitido como fiscal apoderado en el Tribunal Supremo de Inglaterra y Gales, así como en el frente doméstico de la oposición política al régimen del UNIP. Frederick Chiluba, el contestatario presidente del Congreso de Sindicatos Zambianos (ZCTU), le llamó para hacerse cargo de los asuntos legales del Comité Interino del partido que acababa de fundar, el Movimiento por la Democracia Multipartidista (MMD), una alianza de variado espectro que reunía a gremialistas, hombres de negocios, jefes de iglesias cristianas, universitarios y otros representantes de la sociedad civil.

En marzo de 1991 Chiluba fue elegido presidente del MMD y Mwanawasa vicepresidente, desplazando a figuras de mayor caché político como Baldwin Nkumbula y su antiguo cliente y defendido, el general Tembo. Mwanawasa se convirtió en el hombre de máxima confianza del corto de altura pero pugnaz dirigente sindical, que le escogió también para secundarle en las históricas elecciones presidenciales del 31 de octubre de 1991. Chiluba arrolló a Kaunda y el 2 de noviembre tomó posesión de la Presidencia mientras Mwanawasa, también electo diputado de la Asamblea Nacional por la circunscripción de Chifubu, en Ndola, lo hacía de la Vicepresidencia. Meses después, en marzo de 1992, el flamante estadista concluyó sus actividades en la abogacía.

Hombre de carácter templado y modos reposados, rasgos que para muchos eran los propios de un defensor de causas éticas pero bisoño en las lides políticas, Mwanawasa sufrió el 8 de diciembre de 1991 un accidente de tráfico en el que se mató un acompañante y que a él le produjo muy graves heridas, teniendo que ser internado durante tres meses en un hospital de la ciudad sudafricana de Johannesburgo. Lo extraño del suceso suscitó conjeturas sobre un siniestro provocado con móvil político, y de hecho el Gobierno abrió una investigación oficial, aunque nada pudo demostrarse. El caso fue que al dirigente, tras ser dado de alta, le quedaron ciertas secuelas físicas, y su salud nunca se restableció plenamente.

En julio de 1994 Mwanawasa dimitió como vicepresidente de la República alegando incompatibilidad entre su gestión y la atmósfera de corrupción y abuso de poder que alimentaban funcionarios teóricamente a sus órdenes y altos miembros de la Administración y el Gobierno. En particular, se quejó de que su integridad había sido "puesta en duda" por las murmuraciones del ministro sin cartera y secretario nacional de organización del partido, Michael Sata.

Esta renuncia por principios constituyó un baldón para Chiluba, confrontado con dificultades económicas, la oposición muy agresiva del UNIP y múltiples denuncias de corrupción y autoritarismo, pero para su protagonista se tradujo en la cimentación de su imagen pública de servidor íntegro. Mwanawasa continuó fungiendo como el número dos del MMD y en 1996, durante la III Convención Nacional del partido, retó infructuosamente el liderazgo de Chiluba, que el 18 de noviembre de aquel año iba a ser reelegido en la jefatura de la nación por otros cinco años.


2. Contestado sucesor de Chiluba en 2002

Tras este fracaso, Mwanawasa se retiró de la política nacional. Seguramente, habría acabado sus días dedicado a la profesión de abogado y a la administración de sus tres granjas agrícolas de no haberse suscitado en 2000 una acerba controversia nacional por la intención de Chiluba de reformar la Constitución para poder optar a un tercer mandato. Ante la viva oposición encontrada, inclusive en su propio partido, Chiluba abandonó la idea en mayo de 2001, desatando la carrera por la sucesión entre los notables del MMD.

Christon Tembo, vicepresidente de la República desde 1997 y últimamente el capitán de la revuelta interna del partido contra el proyecto reeleccionista, era uno de los aspirantes más conspicuos, pero Chiluba, en una jugada inesperada y concebida para mejorar la imagen del partido y mantenerlo en el poder, se volvió a su antiguo colaborador, animándole a que entrara en la lid.

El parabién de Chiluba bastó para que el 23 de agosto de 2001 el Comité Ejecutivo Nacional del MMD proclamara a Mwanawasa candidato presidencial del oficialismo. En las urnas iba a tener como contrincantes, entre otros, al empresario Anderson Mazoka, del Partido Unido para el Desarrollo Nacional (UPND), a Tembo, que ya había roto con su antigua formación y fundado el Foro para la Democracia y el Desarrollo (FDD), al ex ministro Sata, otro aspirante frustrado a la nominación por el MMD que había tomado idénticos pasos con su Frente Patriótico (PF), y a Tilyenji Kaunda, hijo del padre de la independencia y candidato del UNIP.

La precampaña de las elecciones generales del 27 de diciembre de 2001 discurrió entre escándalos, siendo el más explosivo el asesinato del ex asesor presidencial Paul Tembo, ahora miembro del FDD y que se disponía a aportar pruebas concluyentes a un tribunal que investigaba las denuncias de corrupción y abuso de poder en el seno del Gobierno.

A diferencia de Chiluba, Mwanawasa no era considerado una bestia negra por la oposición porque no manejaba las palancas de un poder con tics autoritarios y porque era ajeno a los episodios escabrosos que habían manchado la reputación del Ejecutivo en la última media década; su perfil honesto y sin jactancias lo hacía inatacable en ese aspecto. Así que optaron por presentarlo como un hombre débil, susceptible de dejarse manipular por Chiluba -que no manifestaba la intención de cederle la presidencia del MMD- y, según sugerían sus ocasionales lapsus verbales y lentitud de reflejos -al parecer, secuelas del accidente de tráfico de 1991-, inadecuado para un puesto de tanta responsabilidad como el que pretendía. Con sarcasmo, le apodaron El Vegetal y, en un remoquete muy sonado, Berza (Cabbage).

Por lo que respectaba a su programa, Mwanawasa se comprometió a proseguir las políticas liberales y de modernización de la economía conducidas por los gobiernos de Chiluba, con los objetivos de: asegurar el crecimiento sostenido (en 2000 el PIB había avanzado un 4%, al cabo de una década lastrada por el estancamiento); mantener la estabilidad monetaria y seguir disminuyendo el índice de inflación (en torno al 20% anual entonces); incentivar la creación de empleo por cuenta del sector privado, al que confirmó en su papel central de proveedor de bienes y servicios; negociar con los acreedores el reescalonamiento e incluso la cancelación de la abultada deuda externa, y aliviar la pobreza, que se abatía sobre más del 70% de la población en un país que figuraba entre los menos desarrollados del planeta y que había visto disminuir su renta media por habitante.

Mwanawasa llegó a las urnas sin garantías de victoria, y nada más cerrarse aquellas y anunciarse los primeros resultados favorables al oficialismo, estallaron las acusaciones de pucherazo y los disturbios. Mwanawasa, sin aguardar la publicación de los resultados finales, se apresuró a proclamarse presidente electo, gesto habitual en la política regional pero que no casaba con su particular carácter y que muchos vieron como un intento de remover la consideración general de hombre indeciso y maleable. En mitad de la crispación, los monitores de la Unión Europea notificaron la detección de "irregularidades muy serias" en la conducción de los comicios y recomendaron recuentos parciales en las circunscripciones afectadas.

El 1 de enero de 2002 la Corte Suprema desestimó las demandas opositoras de nuevos escrutinios y certificó la victoria del candidato del poder, que según la Comisión Electoral había recibido el 28,7% de los votos, seguido muy de cerca, con el 26,7%, por Mazoka, al que algunos observadores no dudaron en señalar como el verdadero ganador de los comicios. Otros nueve rivales se repartieron los votos restantes. Se trataba de un volumen de apoyos bastante mediocre, más teniendo en cuenta la abstención y las imputaciones de fraude, pero Mwanawasa no necesitaba más para asumir la jefatura del Estado toda vez que la normativa electoral del país excluía la segunda vuelta.

En cuanto a las elecciones a la Asamblea Nacional, el MMD sólo conservó 69 de los 127 escaños (sobre 159) ganados un lustro atrás, cinco menos de los sumados por el UPND, el UNIP y el FDD. Estas exiguas mayorías auguraban al oficialismo serios problemas de gobernabilidad, viéndose abocado a la componenda, a menos que estuviera dispuesto a librar una reyerta permanente con una oposición que se sentía estafada.

El 2 de enero de 2002 un Mwanawasa mermado de legitimidad inauguró su mandato quinquenal con la exigencia a la oposición de que pusiera término a los desórdenes públicos. De paso, se hizo cargo, hasta el mes de julio, cuando Zambia pasaría el testigo a Sudáfrica, de la presidencia de turno anual de la Organización para la Unidad Africana (OUA), la última, ya que en aquella fecha iba a iniciar su andadura su sucesora, la Unión Africana. En el Gabinete que presentó el 7 de enero, Mwanawasa se incluyó a sí mismo como ministro de Defensa, al tiempo que advirtió de que no toleraría las prácticas corruptas en los ministerios.


3. Un presidente comprometido con la democracia y el desarrollo

Mwanawasa debutó en la jefatura del estado zambiano acuciado por la necesidad de demostrar su valía como estadista, de político solvente que tenía su propio programa para enfrentar los graves problemas del país y que era independiente de su protector hasta ahora, Chiluba.

La prueba de fuego del compromiso asumido por Mwanawasa en la lucha contra la corrupción fue, precisamente, su postura en relación con Chiluba, al que la justicia imputó el desvío de grandes cantidades de dinero público para beneficio propio y de sus parientes y allegados. En julio de 2002, en una decisión que levantó ampollas en el MMD, donde el ex presidente tenía numerosos leales, Mwanawasa promovió el levantamiento de la inmunidad parlamentaria de Chiluba y luego le acusó en persona de haber malversado fondos del Estado a gran escala.

Arrestado en febrero de 2003 y llevado a juicio en diciembre del mismo año por 169 cargos de corrupción, Chiluba fue instado repetidamente por su sucesor a que confesara sus culpas y devolviera los dineros ilegalmente apropiados –al cambio, 43 millones de dólares, según la fiscalía- como condiciones para recibir el perdón presidencial. Esta oferta fue mal recibida por la opinión pública y provocó la furia de la oposición, que acusó al presidente de emplear un doble rasero en su proclamada cruzada anticorrupción. De paso, fue despreciada por el procesado, quien pasó a considerar a Mwanawasa un enemigo personal. Otra lectura crítica proponía que Mwanawasa actuaba interesadamente en provecho propio, señalando como presuntos corruptos a políticos que resultaban ser detractores o rivales dentro del oficialismo, con la intención de dejarlos fuera de juego.

Al margen de las controversias relacionadas con Chiluba, Mwanawasa tuvo varios encontronazos políticos serios, tanto con la oposición como con sus conmilitones. A finales de mayo de 2003, alegando que no estaban aplicando a sus departamentos las medidas anticorrupción acordadas por el Consejo de Ministros, destituyó al vicepresidente, Enoch Kavindele, y al ministro de Finanzas, Emmanuel Kasonde. Días después, el primero, como represalia, se declaró presidente del MMD en lugar del jefe del Estado, pero el aparato del partido abortó el movimiento.

El sustituto de Kavindele en la Vicepresidencia, Nevers Mumba, antiguo telepredicador evangélico y candidato testimonial en las elecciones presidenciales de 2001 por cuenta de la Coalición Nacional de Ciudadanos (NCC, micropartido opositor cuyas filas había abandonado en vísperas de su nombramiento para ingresar en el MMD), fue a su vez cesado de manera fulminante en octubre de 2004 por "insubordinación", por haber dicho que la República Democrática del Congo daba cobijo a individuos que conspiraban contra el Gobierno zambiano, lo que había ocasionado un incidente diplomático con ese país. Luego, Mumba acusó a Mwanawasa de ser él mismo un corrupto; expulsado del MMD, puso en marcha una agrupación propia, el Partido de la Reforma.

La oposición, reorganizada y vigorizada con la creación por el UPND, el UNIP y el FDD de la Alianza Democrática Unida (UDA), el auge del PF, dirigido con fogosidad populista por Michael Sata, y la irrupción del Partido de la Unidad por la Democracia y el Desarrollo (PUDD) del reverendo Dan Pule, visto por el oficialismo como un ardid del entorno de Chiluba para detraer apoyos del MMD al Ejecutivo, tuvo como principal caballo de batalla la impugnación de las elecciones de 2001 en la Corte Suprema, envite que terminó en fracaso en febrero de 2005 al emitir la Corte un veredicto contrario

La declaración por el alto tribunal de la validez de los comicios enardeció en la oposición unos ánimos que ya estaban encrespados desde el anuncio por Mwanawasa a finales de 2004 de la suspensión del proceso constituyente –un borrador de Carta Magna ya estaba siendo elaborado por una comisión estatal- porque, sencillamente, no había dinero para convocar un referéndum y organizar una Conferencia Nacional. Uno de los cambios a introducir era la doble vuelta en la elección presidencial, requerida si el candidato más votado no superare el listón del 51%

Las manifestaciones callejeras de corte político se solaparon a las movilizaciones y huelgas de los sindicatos, disgustados con la extrema parquedad de los salarios y la supresión de miles de empleos como resultado de unas privatizaciones que de todos modos, a juicio de actores económicos y proveedores de fondos foráneos, no avanzaban al ritmo deseado.

En abril de 2006 Mwanawasa, que tenía hipertensión, sufrió una trombosis cerebral leve que le obligó a recortar su agenda de trabajo durante unas semanas; superada la semi-convalecencia, el presidente zanjó los rumores sobre su estado de salud confirmando su intención de optar al segundo mandato constitucional en unas elecciones presidenciales que fueron adelantadas al 28 de septiembre.

El mandatario ganó su apuesta con el 43% de los votos frente al frentepopulista Sata, que obtuvo el 29,4%, y el candidato unitario del tripartito de la UDA, el empresario Hakainde Hichilema (sustituto de Mazoka, fallecido en mayo), destinatario del 25,3%. En las legislativas, el MMD ascendió a los 74 escaños. A diferencia de 2001, la observación internacional de los comicios emitió certificaciones positivas, lo que no disuadió a Sata de denunciar un "fraude masivo" y de lanzar una campaña de algaradas.

El 3 de octubre Mwanawasa, entre llamamientos a la unidad, comenzaba su segundo y definitivo mandato de cinco años, con caducidad en 2011, y seis días después presentaba el nuevo Gabinete, donde Rupiah Banda ocupaba el lugar de Lupando Mwape y se convertía en el cuarto vicepresidente en un lustro. La promoción de este veterano miembro del UNIP, el antiguo partido único y ahora en la oposición, fue, a juicio de los observadores, un premio a los electores de las circunscripciones orientales, que por primera vez habían votado significativamente al MMD.

El incontestable triunfo electoral de Mwanawasa en 2006 reflejó el reconocimiento por la mayoría de la población a sus esfuerzos en el terreno socioeconómico, pese a la parquedad de los resultados tangibles para el ciudadano de a pie y a la implacabilidad de una naturaleza adversa, que castigó la base de partida, la pobreza y el subdesarrollo, sobre la que había que edificar y progresar.

El presidente no rehuía los diagnósticos crudos. En mayo de 2002, en un emocional discurso televisado, declaró que Zambia afrontaba una crisis alimentaria de proporciones desastrosas por la caída en picado de la cosecha de maíz, arruinada por la sequía, que sólo daba para alimentar a seis de los diez millones de habitantes. So pena de declararse una hambruna, el Gobierno tendría que importar el cereal necesario, para lo que reclamaba una ayuda internacional urgente. En cuanto a la cabaña ganadera, la sequía y las enfermedades habían acabado ya con cuatro quintas partes de las reses.

La ayuda empezó a llegar, pero en octubre de 2002 el Gobierno informó que no aceptaría ningún cargamento de maíz genéticamente modificado. En enero de 2005 el presidente, en un gesto pocas veces visto en la política africana (y más allá de África), compareció para pedir disculpas por no haber conseguido reducir sensiblemente los niveles de pobreza, que golpeaba a casi el 75% de la población. "Es uno de mis fracasos", afirmó con pesar.

El paro, magnificado por la liberalización y la privatización del sector minero, podía incluirse también en el capítulo de deberes: sólo el 20% de la fuerza laboral se empleaba en la economía formal. Más avances se estaban registrando en la lucha contra la epidemia del HIV/sida, al retroceder la tasa de prevalencia más de un punto desde el 15,6% que marcaba en 2001, según cifras facilitadas por el Gobierno en mayo de 2008. En noviembre de 2005, la prolongación de la sequía empujó al dirigente a proclamar el desastre nacional y a pedir el socorro alimentario internacional por segunda vez.

El caso fue que sus políticas anticorrupción, su sincero interés en la buena gobernanza y sus reformas económicas liberales acompañadas de inversión social convirtieron a Mwanawasa en uno de los estadistas africanos más elogiados y mejor atendidos por los gobiernos y organismos financieros del Norte rico. Las gratificaciones se manifestaron especialmente en el terreno de la deuda externa, 7.200 millones de dólares de los que 500 fueron condonados en 2005 por el FMI y el Banco Mundial en el marco de su Iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados (PPAE/HIPC).

Este alivio financiero, todo un éxito político, tanto más porque cumplía uno de los objetivos formulados en la campaña electoral de 2001, permitió a Zambia encarar con más optimismo su desarrollo económico, justo ahora en que los altos precios internacionales del cobre, primer producto de exportación con diferencia y últimamente explotado con la participación -bien que controvertida- de mucho capital chino, estaban apuntalando el PIB con tasas de crecimiento anuales por encima del 5%. Además, la inflación cayó al 10% y la cosecha de 2006, excepcionalmente buena tras el regreso de las lluvias –que luego provocaron inundaciones, dando al traste con las expectativas cosecheras de 2007-, permitió cubrir toda la demanda interna de maíz de aquel año. Los mayores ingresos mineros y la afluencia de ayudas al desarrollo e inversiones privadas revalorizaron la moneda nacional, el kwacha, hasta el punto de perjudicar las exportaciones menos competitivas.

Pero donde el dirigente zambiano más hizo notar su contrapunto fue en la actitud decididamente crítica con el régimen del presidente Robert Mugabe en la vecina Zimbabwe, quien para perpetuarse en el poder desató una brutal campaña de persecuciones de opositores, asaltos expropiatorios a granjas de propietarios blancos y falsificaciones electorales, todo lo cual destruyó virtualmente la legalidad democrática y de paso la economía zimbabwa, amén de ser un factor de desestabilización de toda África austral y sudoriental.

Mwanawasa, que a diferencia de otros mandatarios regionales no se sentía vinculado a Mugabe ni en lo histórico ni en lo personal (él no había participado en las luchas de emancipación anticoloniales, para empezar porque pertenecía a una generación más joven, ni había hecho carrera en el antiguo partido único, luego no funcionaba aquí el tópico de la lealtad revolucionaria), fue uno de los primeros socios de la Comunidad de Desarrollo de África del Sur (SADC) que llamó la atención sobre los abusos represivos y las violaciones electorales del anciano autócrata zimbabwo.

En marzo de 2007, en el curso de un viaje a Namibia, comparó a Zimbabwe con "un Titanic que se hunde cuyos pasajeros están saltando por la borda para salvar sus vidas", y declaró fracasada la "diplomacia tranquila" desplegada por el presidente de Sudáfrica y mediador oficial de la organización, Thabo Mbeki, muy criticado dentro y fuera de su país por su negativa a condenar los desmanes de Mugabe. Al entender de Mwanawasa, tal enfoque no estaba ayudando "a arreglar el caos político y el derrumbe económico" en el país vecino.

En abril de 2008 el zambiano, en calidad de presidente de turno de la organización, convocó a los 14 presidentes de la SADC a una cumbre de emergencia en Lusaka para intentar convencer a Mugabe, quien se saltó la cita, de que desbloqueara la publicación de los resultados de la elecciones presidenciales celebradas en marzo y que en apariencia había ganado su contrincante de la oposición, Morgan Tsvangirai. Luego Mugabe admitió su derrota, pero sólo provisional, ya que Tsvangirai, según el escrutinio del régimen, no había alcanzado la mitad de los votos y debía disputar con él una segunda vuelta, fijada para el 27 de junio.

Cuando Tsvangirai renunció a presentarse porque no existía ninguna garantía democrática y porque sus seguidores estaban siendo asesinados con total impunidad, hechos que fueron acreditados y condenados por la ONU, la Unión Africana –parcial y tibiamente-, la Unión Europea y Estados Unidos, y Mugabe no tuvo ambages en acudir a las urnas en solitario para consumar su mascarada electoral, Mwanawasa manifestó su disgusto y preocupación reclamando el aplazamiento de los comicios "para evitar una catástrofe en la región", llamando a la movilización de los africanos "para salvar" Zimbabwe, y juzgando "escandaloso" y "embarazoso" el silencio oficial de su propia organización.

Los presidentes de Botswana, Ian Khama, y de Tanzania, Jakaya Kikwete, deslizaron también críticas al curso de los acontecimientos en Zimbabwe, pero su par zambiano fue el más explícito.


4. Enfermedad y fallecimiento en 2008

El 29 de junio de 2008, siete días después de su sonado pronunciamiento sobre la crisis zimbabwa, Mwanawasa se hallaba en la ciudad egipcia de Sharm El Sheikh para participar en la XI Asamblea o cumbre ordinaria de la Unión Africana cuando le sobrevino un segundo accidente cardiocerebral, un derrame esta vez, mucho más grave que el de 2006. Llegada la noticia a Lusaka, el vicepresidente Banda, de acuerdo con las previsiones constitucionales, asumió las funciones del jefe de Estado mientras durase su incapacidad. Los médicos egipcios pudieron detener la hemorragia y el 1 de julio el presidente, en estado semicomatoso, fue trasladado en avión a Francia para ser ingresado en el parisino Hospital Militar de Percy.

El 3 de julio varios medios de comunicación internacionales difundieron la noticia de que Mwanawasa había fallecido. La especie partió de una emisora de radio sudafricana y tuvo la credibilidad suficiente como para llevar a Mbeki a pedir desde Pretoria un minuto de silencio en la memoria de su colega zambiano. Se trataba de una falsa alarma y el mentís llegó rápidamente. En las tres semanas siguientes, el Gobierno zambiano reiteró que el presidente se hallaba en "condición estable" y el 24 de julio, luego de practicársele una intervención quirúrgica, aseguró que experimentaba una "franca mejoría".

El 18 de agosto, sin embargo, se informó que las condiciones del paciente habían empeorado de súbito. Al día siguiente, el vicepresidente Banda, con "inmenso pesar y profunda tristeza", notificó a la nación en un mensaje televisado el fallecimiento del jefe del Estado y declaró un duelo nacional de siete días. En este momento, de acuerdo con la Constitución, comenzó un plazo de 90 días para convocar elecciones presidenciales, de las que había de salir el sucesor del occiso. Hasta entonces, Banda continuaba ejerciendo las funciones presidenciales.

La desaparición del presidente zambiano, a los 59 años de edad, provocó numerosas reacciones de consternación en el ámbito internacional. "Campeón de la democracia" y "gran pérdida para el continente africano" fueron algunas de las elegías que expresaron dirigentes occidentales como George Bush, Nicolas Sarkozy y Gordon Brown.

Las expresiones de pesar fueron unánimes en África, sin faltar Mugabe, quien se declaró "profundamente conmocionado" por la muerte de su "hermano y colega", y, por supuesto, Tsvangirai, quien dijo haber perdido a un "buen amigo y camarada". En casa, se sumaron al coro de lamentos el octogenario ex presidente Kaunda y, un poco inesperadamente, Michael Sata, el más vehemente adversario de Mwanawasa, quien calificó su óbito de "desastre nacional". Los funerales de Estado tuvieron lugar en Lusaka el 3 de septiembre con la asistencia de una decena de mandatarios africanos, Mugabe incluido.

El tercer presidente de Zambia fue, como sus predecesores en el cargo y demás paisanos de esta nación africana mayoritariamente cristiana, una persona de profundas creencias religiosas. En 1977 fue bautizado en la Iglesia Unida de Zambia (UCZ), organización que reúne a una treintena de congregaciones protestantes, pero después de su segundo matrimonio se hizo adepto de los Testigos de Jehová; su viuda y madre de cuatro de sus seis hijos (los dos mayores, Miriam y Patrick, los tuvo con la primera cónyuge antes de divorciarse), Maureen, abogada de profesión, fue un miembro bautizado de la secta hasta que en diciembre de 2001 ésta le excomulgó en relación con el desarrollo de actividades políticas por la pareja. Su esposo, posteriormente, abandonó a los Testigos de Jehová y en marzo de 2005 recibió en Lusaka el bautismo por inmersión por misioneros de la Convención Baptista Sureña (SBC).

(Cobertura informativa hasta 1/9/2008)