Kumba Ialá

Nacido en una familia campesina del grupo étnico balante, el más numeroso del país, desde la más temprana edad se fogueó en la política como militante del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), fuerza que el 24 de septiembre de 1973 declaró unilateralmente la independencia de la República de Guinea Bissau (en el continente, no así en el archipiélago atlántico de Cabo Verde, donde no había conflicto militar y que tuvo una evolución política diferente) y que el 10 de septiembre del año siguiente, culminando diez años de lucha guerrillera de liberación nacional, vio reconocida aquella por la metrópoli colonial, Portugal.

El flamante Estado guineano proporcionó a Ialá una educación elitista en casa y en el extranjero. Estudió Teología en la Universidad Católica de Lisboa, Filosofía en la Universidad Clásica de Lisboa y Derecho en la Facultad de Bissau, obteniendo la licenciatura en las dos últimas carreras. Durante su estancia en Portugal, jugó en el club de fútbol Louletano, de la ciudad de Loulé. Concluida su formación, se dedicó a la docencia en su especialidad de Filosofía.

El PAIGC, convertido en el partido único bajo las presidencias de Luís de Almeida Cabral y, tras el golpe de Estado militar de noviembre de 1980, de João Bernardo Nino Vieira, le reclutó para labores formativas de los cuadros del régimen. Intelectual y políglota (además del portugués y el criollo, dominaba el español, el francés y el inglés, amén de conocer el latín, el griego y el hebreo como fruto de su experiencia universitaria), Ialá tuvo también a su cargo algunas misiones oficiales, como ser el cabeza de la delegación del PAIGC en los actos de conmemoración en Moscú en 1987 del septuagésimo aniversario de la Revolución soviética.

En 1990 una serie de pronunciamientos en favor de la instauración del pluralismo político le acarrearon la expulsión del partido del que había sido miembro durante 27 años. Y aunque en enero de 1991 el PAIGC aceptó poner fin a su monopolio del poder y arrancar un proceso de institucionalización con multipartidismo, Ialá ya no modificó su posición de opositor y de duro crítico al régimen izquierdista de Vieira. Primeramente, el 20 de marzo de 1991, fue cofundador junto con Rafael Barbosa, un histórico de la lucha por la independencia, del Frente Democrático Social (FDS), pero su carácter pugnaz y ambicioso le indispuso bien pronto con el jefe de esta agrupación. Así, el 14 de enero de 1992 Ialá fundó el Partido de Renovación Social (PRS), una formación de declarado progresismo social y modos populistas que registró una sólida implantación en la capital, la región de Cacheu y, en general, entre los balantes.

Aupado a la condición de más carismático líder de la oposición por su oratoria mordaz y ocurrente, su jovialidad desinhibida y el pintoresco gorro de lana rojo que acostumbraba a llevar, Ialá concurrió el 3 de julio de 1994 a las primeras elecciones libres desde la independencia, con un programa que incidía en la urgente necesidad de poner en orden el desbarajuste económico, del cual culpó directamente a Vieira. En este punto, él se definía como un nacionalista contrario a los programas de ajuste estructural que los gobiernos del PAIGC venían aplicando en consonancia con lo exhortado por los interlocutores financieros internacionales.

Con el 21,8% de los sufragios, Ialá obligó a Vieira, que todavía conservaba popularidad y respetabilidad por su papel histórico en la lucha anticolonial no obstante sus excesos autoritarios y su gestión económica inconsistente, a disputar una segunda vuelta que se celebró el 6 de agosto y en la que el titular reeleccionista le batió por cuatro puntos de diferencia, con el 52%. En los comicios a la Asamblea Nacional Popular, el PRS obtuvo unos resultados más discretos, el 10,3% del voto y 12 escaños sobre 100, habiéndose de conformar con la tercera posición tras el PAIGC, que cosechó una sólida mayoría absoluta, y el Partido de la Resistencia de Guinea Bissau/Movimiento Bafatá (RGB-MB) de Domingos Fernandes Gomes, el tercer aspirante presidencial más votado.

Ialá se mantuvo al margen y fue un testigo a la postre beneficiado de las graves turbulencias políticas que comenzaron el 7 de junio de 1998 con el intento de golpe de Estado del general Ansumane Mané, destituido por Vieira unos meses atrás como jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Guineanas (FAG) bajo la acusación de estar involucrado en el tráfico de armas a favor de los secesionistas de Casamance, región fronteriza de Senegal. El exiguo Ejército nacional se dividió en dos y la situación degeneró en una guerra civil entre los facciosos de Mané y los afectos a Vieira, quien de momento pudo resistir el embate gracias a las tropas enviadas en su apoyo por Senegal y Guinea.

Luego de unos cuantos intentos fracasados, en noviembre y diciembre se sentaron las bases de un alto el fuego efectivo y un Gobierno de unidad nacional merced a sendos acuerdos en Nigeria y Togo, cuya monitorización recayó en una fuerza de paz de 1.500 soldados adscritos al ECOMOG de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), de la que el país es miembro. Pero en enero de 1999 las luchas se reanudaron y el 7 de mayo acontecieron la rendición de los soldados progubernamentales y la captura de todo el poder por Mané, quien estableció una Junta Militar mientras Vieira, políticamente acabado, tomaba el camino del exilio en Portugal. Ialá y sus diputados habían contribuido al descrédito de Vieira figurando entre los promotores de una investigación parlamentaria que en el mes de abril halló al presidente responsable de los suministros clandestinos de armas a Casamance, precisamente la imputación endilgada al general Mané, reclamando por ello su procesamiento

Mané emprendió un proceso de rápida normalización institucional y el 14 de mayo el cedió paso a un presidente en funciones en la persona de Malam Bacai Sanhá, titular de la Asamblea Popular y miembro del PAIGC, y al Gobierno de transición encabezado por el independiente Francisco José Fadul. El proceso debía culminar con la asunción de los candidatos electos en las elecciones generales programadas para el 28 de noviembre, para las que Ialá y el PRS se presentaban como los grandes favoritos.

En efecto, en las presidenciales, Ialá se adelantó en la primera vuelta sobre el postulante del PAIGC, el propio Sanhá, con el 38,8% de los sufragios, y en la segunda vuelta del 16 de enero de 2000 le ganó con un arrollador 72%; entre una y otra ronda, Ialá tuvo que ser hospitalizado en Portugal con un diagnóstico de agotamiento físico, al parecer provocado por el vigor derrochado en la campaña. El éxito fue más moderado en las legislativas y el PRS recibió 38 escaños, luego iba a necesitar de alianzas para gobernar.

El 17 de febrero de 2000 el antiguo profesor de Filosofía tomó posesión de su mandato de cinco años al frente de esta pequeña nación de 1.200.000 habitantes, galvanizando las esperanzas de una población baqueteada por penurias de toda laya. Guinea Bissau figuraba entre la decena de países con los registros de desarrollo humanos más bajos del mundo, y su economía, ya de por sí raquítica, basada en unas esforzadas exportaciones de productos agrícolas y pesqueros, acababa de salir de una brutal contracción a causa de la guerra civil. Había penuria de alimentos y los servicios públicos más elementales experimentaban tantas averías y cortes que virtualmente dejaron de funcionar.

Cuadro social y económico calamitoso al margen, la presidencia de Ialá empezó con dificultades emanadas de los rescoldos candentes de la reciente contienda armada. El mandatario, que el 11 de mayo de 2000 se desprendió de la jefatura orgánica del PRS, se cuidó de tener apaciguados a los uniformados potencialmente descontentadizos y otorgó puestos ministeriales a miembros de la jerarquía castrense. No así Mané, que rechazó un puesto de asesor en el nuevo Consejo de Estado, órgano de deliberación y consejo a la Presidencia concebido para desempeñar el rol político de la Junta Militar de 1999-2000.

El general había garantizado a Ialá el día de su proclamación como presidente electo que en lo sucesivo los militares iban a "permanecer en sus barracones y no meterse en política", pero después de la toma de posesión fue deslizándose hacia el campo de la rebeldía. La crisis fue incubándose y estalló el 20 de noviembre de 2000 cuando Mané desafió abiertamente a Ialá declarando revocadas unas promociones militares del presidente, anunciando la remoción del jefe del Estado Mayor, general Veríssimo Correia Seabra (a pesar de haber sido ambos estrechos compañeros de andanzas conspirativas), y restituyéndose a sí mismo en su antiguo puesto.

Esta vez el recalcitrante general, popular entre el pueblo llano, no aunó adhesiones en las FAG y sus partidarios armados fueron sofocados por tropas leales a Ialá en Bissau, provocando una estampida de desplazados capitalinos que temían la reproducción de los combates de la guerra civil de 1998-1999, cuyo balance se estimaba en 2.000 muertos. Dado a la fuga, Mané se rindió el 24 de noviembre, pero seis días después saltó la noticia de que había muerto en un tiroteo librado con las tropas del Gobierno ese día, aunque había indicios para suponer que el general había sido sumariamente ejecutado, quizá incluso el mismo día de su captura.

La muerte de Mané no trajo la tranquilidad. Ialá encaró un número creciente de manifestaciones de descontento por la inercia de la situación socioeconómica y, más grave aún, de acusaciones de construir su esfera de poder con criterios de tribalismo y amiguismo, de despilfarrar los fondos del Estado con gastos suntuarios y de entrometerse en ámbitos institucionales ajenos a su jurisdicción. Los funcionarios públicos exigieron a viva voz que se les pagaran las nóminas atrasadas y los enseñantes reclamaron subidas salariales. Por su parte, tribunos malinkes musulmanes denunciaron que su populosa comunidad era marginada y hostilizada por las autoridades.

Para diferir estas tensiones contestatarias, Ialá, por un lado, endureció las medidas de control policial contra activistas sociales y periodistas, lo que fue motivo de preocupación y de denuncia por diversas ONG de Derechos Humanos, y por otra parte, intentó repartir las responsabilidades del Gobierno, enfangado en un cúmulo de problemas, si bien no emprendió un verdadero diálogo nacional.

El enero de 2001 el RGB-MB se retiró del Gobierno en desacuerdo con una remodelación ministerial y el 21 de marzo siguiente el presidente destituyó al primer ministro de su partido, Caetano N’Tchama, y le reemplazó por Faustino Imbali, personalidad apartidista aunque no apolítica, ya que había participado en las elecciones presidenciales de 1999 por cuenta del RGB-MB y ahora se le consideraba próximo al PRS. El 30 de marzo Imbali alineó un gabinete con puestos para, además del PRS, el RGB-MB, el PAIGC, el Foro Cívico Guineano-Social Democracia (FCG-SD), el Partido de la Convergencia Democrática (PCD) y el Partido Social Demócrata (PSD), pero ello no apaciguó los ánimos en la Asamblea, donde los diputados de los mismos partidos opositores que tenían camaradas en el nuevo Gobierno se pusieron a impugnar éste y de paso a demandar la dimisión de Ialá.

El 24 de octubre de 2001 56 de los 90 diputados presentes (esto es, todos excepto los del PRS) aprobaron una moción no de confianza contra Ialá sobre la base de un reguero de acusaciones: destitución arbitraria (19 de septiembre) de tres magistrados del Tribunal Supremo, entre ellos el presidente de la corte, lo que podría constituir una violación constitucional; amenazas de despidos masivos a funcionarios por "corruptos"; y, amenazas a parlamentarios opositores con meterles en prisión si persistían en su actitud obstruccionista.

A las presiones domésticas se fueron añadiendo las foráneas, ya que los donantes del FMI y el Banco Mundial urgieron a la estabilización de la situación política y un drástico recorte en las FAG, a todas luces hipertrofiadas (8.000 hombres). Éstos eran dos prerrequisitos para financiar la reconstrucción del país, y su incumplimiento detuvo en seco las buenas perspectivas abiertas en 2000 con el retorno de la ayuda al desarrollo y las facilidades crediticias del exterior.

El 9 de diciembre Ialá destituyó a Imbali por "falta de transparencia en el manejo de sus asuntos" y por "abuso de la confianza" que había depositado en él, y nombró a Alamara Ntchia Nhassé, un miembro de su partido que venía sirviendo de ministro del Interior. Precisamente, Nhassé, días antes, el 3 de diciembre, había anunciado la desarticulación de una intentona golpista cometida en la víspera y la detención de varios altos oficiales del Ejército en conexión con la misma, llegando a involucrar al entorno del ex presidente Vieira; la oposición negó categóricamente que se hubiese producido levantamiento alguno. Nhassé no llegó al año de ejercicio y el 17 de noviembre de 2002, entre imputaciones de corrupción, Ialá lo reemplazó por Mário Pires, también del PRS, horas después de disolver la Asamblea y de convocar elecciones legislativas anticipadas para el 20 de abril de 2003.

La porfía entre Ialá y la oposición escaló tensiones a medida que el mandatario, en una maniobra fatalmente desacreditadora, fue postergando la fecha de los comicios, primero al 6 de julio y últimamente al 12 de octubre, aduciendo falta de fondos y dificultades organizativas. Acusado por sus detractores de estar, al amparo de la provisionalidad del poder ejecutivo previamente a unas elecciones de las que se esperaba todo menos que fueran libres y limpias, pergeñando "un golpe de Estado institucional a través de la disolución de la Asamblea, el control de los poderes judiciales, los arrestos arbitrarios y el hostigamiento a los medios de comunicación", Ialá se enrocó en el centro de una situación insostenible.

El 23 de abril de 2003 el presidente engrosó su larga lista de fulminantes destituciones ministeriales en la persona del titular de Defensa, Marcelino Lopes Cabral, quien permaneció detenido durante un mes sin acusación formal. En agosto, Ialá se despachó a gusto contra la oposición, a la que tachó de "neocolonialista" y de estar al "servicio del antiguo patrón", a la vez que arremetió contra el Gobierno de Lisboa, insinuando injerencias desestabilizadoras. Entre tanto, la economía se desplomaba: 2002 registró una recesión del 4,2% del PIB, si bien es cierto que en un país socialmente quebrado como es Guinea Bissau la población no nota ninguna diferencia entre un balance macroeconómico positivo o negativo.

La crisis nacional tuvo el 14 de septiembre de 2003 un desenlace que, no por considerarse inevitable o ser motivo de alivio para la gran mayoría de la población y los actores sociales, dejó de ser un flagrante quebranto del orden constitucional y un varapalo al sistema democrático guineano, ciertamente devaluado y en la picota, pero funcional: invocando la salvaguardia del "poder constitucional" frente a las "continuas arbitrariedades" de Ialá, el ya citado general Correia Seabra, jefe del Estado Mayor y un veterano en estas lides (respaldó el golpe que tumbó a Cabral en 1980 y fue uno de los líderes del motín contra Vieira en 1998, amén de, posiblemente, el cerebro de la triunfante asonada de 1999), declaró disueltos los órganos del Estado y se erigió al frente del mismo como jefe de un denominando Comité Militar para la Reposición del Orden Constitucional y Democrático y como autoproclamado presidente de la República con carácter interino, hasta la celebración de las elecciones.

El general, que compareció rodeado de jefes militares próximos al difunto Mané, anunció también el próximo nombramiento de un gobierno de transición dirigido por un civil "con credibilidad" y enteramente formado por civiles, nombrados con el concurso de los partidos políticos y representantes sociales. Víctima de un golpe absolutamente limpio e incruento, Ialá, fue arrestado y confinado en unos barracones militares de la capital junto con el primer ministro Pires, quien hacía poco había esgrimido el espectro de una "guerra civil" en Guinea Bissau en el caso de que el PRS perdiera las elecciones.

En una entrevista concedida a una televisión portuguesa, Correia acusó al mandatario depuesto de haber abusado de su poder, arrestado arbitrariamente a oponentes políticos y preparado un fraude en las próximas elecciones. Se hizo notar el tono condescendiente de los comunicados internacionales de la condena al golpe, ya que tanto el Gobierno portugués, como la Unión Africana (no obstante sus solemnes declaraciones de que los golpes de Estado ya no eran tolerados en el continente), la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) y la ONU no exigieron la restitución inmediata de Ialá, sino de la "legalidad constitucional".

A diferencia de lo sucedido dos meses antes en otra ex colonia lusa, São Tomé y Príncipe, donde el presidente legítimo, Fradique de Menezes, fue víctima de una usurpación militar que las presiones internacionales, con amenazas de bloqueo económico, hicieron fracasar al cabo de una semana, la remoción del mandatario guineano se antojó definitiva desde el primer momento. Así las cosas, el 17 de septiembre Ialá se avino a firmar un documento por el que formalmente entregaba el poder a la Junta de Correia. La dimisión se efectuó en su residencia de Bissau y con los ministros de Exteriores de seis países de la CEDEAO como testigos.

Mientras se pensaba el ofrecimiento de Correia de marcharse al extranjero o quedarse en el país, a voluntad, el ya ex mandatario emitió un comunicado, previo visto bueno de Correia, en el que emplazó a la población y a la comunidad internacional a respaldar "sin reservas" el futuro Gobierno transitorio de unidad nacional y hacía votos por la celebración de elecciones generales "en un plazo razonable". También dijo reconocer "la extrema gravedad de la situación actual" y la necesidad de alcanzar una "solución pacífica y fraternal de los problemas nacionales", agradeciendo de paso a las FAG el haber evitado "el baño de sangre", si bien les urgía a "retornar a sus cuarteles".

(Cobertura informativa hasta 1/10/2003)