Kofi Annan
Secretario general de la ONU (1997-2007)
(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 9/7/2001. Kofi Annan concluyó su segundo ejercicio de cinco años como secretario general de la ONU el 1/1/2007, momento en que tomó posesión del cargo Ban Ki Moon. El 18/8/2018 Kofi Annan falleció a la edad de 80 años). |
Tercero de los cinco hijos, incluida una hermana gemela, Efua (fallecida en 1991), de un acomodado hombre de negocios de etnia fante, recibió una esmerada educación en la Universidad de Ciencia y Tecnología de su Kumasi natal, el Macalester College de Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos, el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza -para cursar un posgrado en Economía- y el prestigioso Instituto Tecnológico de Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, centro que en 1971 le concedió la beca Alfred Sloan y por el que obtuvo un máster en Ciencias de Gestión.
Entre 1962 y 1974 desempeñó diversos puestos en la Comisión Económica de Naciones Unidas para África en Addis Abeba, en la sede central de la ONU en Nueva York y en las oficinas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra. En 1974 fue jefe de Personal Civil de la Fuerza de Emergencia de Naciones Unidas para la separación de los contendientes de la guerra árabe-israelí de 1973 (UNEF), con base en El Cairo.
En 1974 volvió a su país para asumir la dirección de la Compañía de Desarrollo Turístico de Ghana, simultáneamente con su participación en la Junta de Ordenación turística. En 1976 regresó al funcionariado de la ONU como vicejefe, y luego jefe, de los Servicios de Personal de la oficina en Ginebra (donde conoció a su segunda esposa, Nane, una artista y abogada de nacionalidad sueca y sobrina política del célebre diplomático Raoul Wallenberg) del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), cargo que ocupó hasta 1980.
Ese año se puso al frente de los Servicios de Personal de Naciones Unidas en la sede de Nueva York y en 1983 se convirtió en director adjunto del Servicio de Administración y en director de Presupuesto. En 1986 el entonces secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, le nombró su adjunto para la Administración de Recursos Humanos y en 1990 entró como supervisor (con rango de subsecretario general) en la Oficina del Programa de Planificación, Presupuesto y Finanzas.
A raíz de la invasión de Kuwait por Irak en agosto de 1990, Pérez de Cuéllar envió a Annan a Bagdad a fin de determinar qué podía hacerse para rebajar la crisis y facilitar la repatriación de los más de 900 funcionarios internacionales. Durante su estancia Annan negoció con el Gobierno de Saddam Hussein la liberación de los rehenes occidentales y atrajo la atención de la comunidad internacional sobre la situación del medio millón de trabajadores asiáticos que habían quedado atrapados en Kuwait e Irak.
Posteriormente encabezó el equipo de la ONU que negoció con Irak (sometido a un embargo total por el Consejo de Seguridad después de la devolución forzada de Kuwait para asegurar el cumplimiento de las resoluciones impuestas) la autorización de vender una determinada cuota de petróleo para la adquisición de ayuda humanitaria.
En 1992 ingresó en el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz, que un año después pasó a dirigir en calidad de subsecretario general y desde el 1 de marzo de 1993 como secretario general adjunto, a las órdenes de Boutros Boutros-Ghali. El 1 de noviembre de 1995 sucedió interinamente al japonés Yasushi Akashi como enviado especial del secretario general a la antigua Yugoslavia y representante ante la OTAN.
Tras asistir a la firma de los acuerdos de paz de Dayton, que pusieron fin a la guerra en Bosnia-Herzegovina (12 de noviembre), y al arranque de la misión de la OTAN para la Implementación de la Paz (20 de diciembre), Annan resignó de su función el 27 de febrero de 1996. Días después retornó al puesto de secretario general adjunto.
Aparte las labores detalladas, en estos años Annan participó también en los trabajos de la Junta de Nombramientos y Ascensos, del Grupo de Funcionarios Superiores (en ambos casos en calidad de Presidente), de la Junta de Gestión Administrativa y de Finanzas, del Grupo de Trabajo del Secretario General sobre Operaciones de Mantenimiento de la Paz y de la Caja Común de Pensiones de Personal.
En noviembre de 1996 Estados Unidos vetó la reelección en la Secretaría General del egipcio Boutros-Ghali, un responsable que no contaba con sus simpatías por su perfil francófilo y africanista. La candidatura del anglófono Annan (la importancia idiomática en este caso se refería a aspectos de afinidad cultural y geopolítica, ya que Annan habla igualmente el francés y varios idiomas africanos) contó entonces con el plácet del Gobierno de Bill Clinton, que exigía una amplia reforma de la organización, con el recorte de gastos y la eliminación de trabajos burocráticos, una compleja tarea para la que el ghanés, con su experiencia en la gestión financiera, parecía el hombre más apropiado.
Vencida la resistencia de Francia, que hubiera deseado un secretario francófono, el 13 de diciembre de 1996, por la resolución 1.090 (1996), el Consejo de Seguridad propuso la nominación de Annan a la Asamblea General. El 17 de diciembre ésta la aceptó por aclamación y el 1 de enero de 1997 Annan inauguró su mandato, por un período inicial de cinco años.
De acuerdo con la Carta de la ONU, las funciones del secretario general incluyen el nombramiento del personal de la administración, la presentación de un informe anual sobre la actividad de su organización y la puesta en conocimiento del Consejo de Seguridad de cualquier asunto que pueda alterar la paz y la seguridad internacionales. Ya el 16 de julio, para satisfacción de la Casa Blanca, Annan presentó un informe que contemplaba reducciones de plantilla y de costes administrativos, lo que se interpretó como la puesta en marcha de la anunciada reforma de la organización.
La ONU que heredaba Annan, aparte de sus graves dificultades económicas (debidas fundamentalmente a la morosidad de varios países relevantes, empezando por Estados Unidos -que debía 1.700 millones de dólares-, a la hora de pagar sus cuotas), se hallaba en una crisis de autoridad por sus sucesivos fracasos en el cumplimiento de la función que establece el primer artículo de la Carta fundacional de 1945: el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Mientras la reforma interna seguía su curso, en el período de transición que se abría Annan optó por conferir un nuevo dinamismo a la figura del secretario general, tanto en el terreno de las iniciativas multilaterales que suelen gestarse en la Asamblea General, como en el de la gestión individual. Así, su nombre está estrechamente vinculado a la puesta en marcha, en 1998, de la Corte Penal Internacional (CPI), instancia que el secretario general saludó como un "baluarte contra el mal".
Estudiado por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios, inaugurada en Roma el 15 de junio con la participación de 130 gobiernos, 17 organizaciones intergubernamentales, 14 agencias y fondos especializados de la ONU, así como 124 ONG, el Estatuto de la CPI fue aprobado el 17 de julio con 120 votos (de países) a favor, 7 en contra y 21 abstenciones. Aunque el documento final no recogía todas las atribuciones defendidas por Annan por las reticencias u oposiciones frontales de los países miembros del Consejo de Seguridad (en especial, Estados Unidos, que obtuvo una aceptación parcial de sus exigencias), los estados más partidarios y las ONG lo consideraron razonablemente positivo y un logro de indudable significado histórico, si bien manifiestamente mejorable en su grado de independencia del Consejo de Seguridad y en el alcance de su jurisdicción.
El borrador final del Estatuto, ultimado el 17 de julio, estableció que la CPI, con sede en La Haya, podrá juzgar con carácter extraterritorial a los autores de cuatro categorías de crímenes: genocidio, agresión, crímenes de guerra, y crímenes de lesa humanidad. La Corte dispondrá de un fiscal independiente capaz de iniciar investigaciones por propia iniciativa. Su intervención será automática para países que ratifiquen el Tratado, debiendo solicitar en los demás casos la autorización del país de la víctima o del país del que procede el presunto agresor.
En el capítulo de las gestiones personales, Annan, hombre de presencia distinguida y maneras suaves, ha protagonizado diversas mediaciones entre partes en conflicto que han consolidado su imagen prestigiosa, si bien, fuera del ánimo bienintencionado y moralizador, el alcance y los resultados de estas iniciativas han sido muy desiguales.
El 23 de febrero de 1998 obtuvo del Gobierno irakí en Bagdad un compromiso para la inspección de las instalaciones presidenciales por la misión de la ONU creada en 1991, a fin de comprobar si guardaban armas de destrucción masiva prohibidas a Irak por el Consejo de Seguridad, si bien la posterior negativa del régimen de Saddam Hussein a colaborar en las inspecciones llevó en diciembre a Estados Unidos y el Reino Unido a bombardear posiciones irakíes como represalia.
La confirmación en enero de 1999 por medios de Estados Unidos de que el equipo inspector, encabezado por el estadounidense Richard Butler, había transferido al Pentágono información confidencial de la ONU que luego fue empleada para los ataques de diciembre, provocó una conmoción en la sede de Nueva York y empañó la credibilidad del secretario general, que ya había sido amonestado por el Departamento de Estado de Estados Unidos por su supuesta condescendencia con el régimen irakí.
En junio del mismo año Annan logró que las autoridades militares de Nigeria aceptaran la excarcelación del líder de la oposición civil, Moshood Abiola, con el que pudo entrevistarse, si bien el 7 de julio, cuando parecía inminente su liberación, éste falleció por causas naturales. Poco después, en agosto, propuso una cumbre internacional contra el terrorismo tras los atentados de Kenya y Tanzania y se implicó en los contactos entre Portugal e Indonesia sobre la concesión de una autonomía a Timor Oriental.
En la 55ª sesión de la Asamblea General de septiembre de 2000, denominada la Cumbre del Milenio por reunir, los días 6 y 7, a numerosos jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo, Annan, haciendo gala de su visión globalista, advirtió que la organización se jugaba su credibilidad en las operaciones de mantenimiento de la paz, las cuales, en su conjunto, arrojaban entonces un balance de luces y de sombra. Durante la Cumbre, los 15 miembros del Consejo de Seguridad (los cinco permanentes y los diez no permanentes) aprobaron una declaración general de buenas intenciones, en la que reconocían que estas operaciones con cascos azules deberían tener un mandato más claro, sus tropas una mejor preparación militar y su dotación económica más amplitud.
En este apartado, se hacía notar que en Bosnia y Kosovo la OTAN había asumido la responsabilidad pacificadora principal y la ONU labores de menor riesgo (de tipo policial), actuando la primera como un delegado regional de la segunda, aunque esta delegación era más bien funcional y resignada, impuesta por unas potencias occidentales que se sentían incómodas con los corsés burocráticos de la ONU, y no comprometía la plena autoridad de la Alianza Atlántica. Más aún, ésta inició sus ataques contra objetivos serbios en marzo de 1999 sin la autorización del Consejo de Seguridad, donde Rusia y China, hostiles a toda intervención por muy humanitaria que sus impulsores dijeran que fuera, se reservaban ejercer el derecho al veto.
Annan heredó el esfuerzo de pacificación de la ONU en Angola, con inquietantes perspectivas en 1997 y que terminó en un fracaso total en febrero de 1999 con la evacuación de la Misión de Observadores (MONUA) ante la reanudación de la guerra civil. Annan también se hizo cargo del extremadamente lento y farragoso proceso para la celebración en el Sáhara Occidental de un referéndum que, reiteradamente pospuesto, deberá decidir la autodeterminación saharaui o la soberanía marroquí del territorio.
Fruto de la incapacidad de la organización que representa para determinar el censo de votantes saharauis y conducir una consulta pendiente desde 1992, el 21 de diciembre de 1998 Annan propuso dividir en dos el territorio, solución salomónica que no satisfizo ni al ni al Frente Polisario ni al Gobierno marroquí. La posterior preferencia de su representante especial, James Baker, por una salida que obviase la consulta en las urnas, se interpretó como favorable a las tesis marroquíes.
A lo largo de 1999 el Consejo de Seguridad aprobó las misiones de cascos azules para Timor Oriental (UNTAET), Sierra Leona (UNAMSIL) y República Democrática del Congo (MONUC), la cual, sin embargo, a finales de 2000 seguía como una simple misión de observadores ante el incumplimiento por las partes de los acuerdos de alto el fuego y la perpetuación de la dinámica bélica, que hacían, en opinión del Consejo de Seguridad, inviable el despliegue de cascos azules.
Al cabo de una década de desastres humanitarios en Bosnia, Somalia, Rwanda, Kosovo o Timor, en el verano de 1999 el secretario general defendió en su informe ante la Asamblea General el derecho de injerencia humanitaria como un principio a consagrar en la Carta de la organización. Recuperando una idea de Boutros-Ghali, Annan planteó la creación de unas unidades de intervención inmediata, más profesionales y mejor armadas que los cascos azules convencionales, que los ejércitos de los estados miembros deberían poner a disposición del Consejo de Seguridad en caso de necesidad.
La propuesta, que formalmente contaba con el visto bueno de los países occidentales, apareció como la tercera gran tarea de la ONU, a sumar a la reforma funcional y financiera y la reforma del Consejo de Seguridad, verdadero poder ejecutivo de la ONU en el que países como Japón y Alemania aspiran a tener un asiento permanente y donde el derecho a veto por parte de los cinco grandes es cuestionado ampliamente en la Asamblea General. En aquella ocasión reapareció una vieja polémica sobre el papel jugado por Annan, en tanto que adjunto de Boutros-Ghali para Operaciones de Mantenimiento de la Paz, en los meses anteriores al genocidio de Rwanda en abril de 1994.
Al parecer, ya en enero de aquel año Annan habría sido informado por el comandante de la Misión de Asistencia (UNAMIR, integrada por más de 5.000 cascos azules) de la existencia de un plan elaborado por extremistas hutus para exterminar a la minoría tutsi, cuya ejecución era inminente. Según estas fuentes, Annan, en vez de informar al Consejo de Seguridad, ordenó al comandante, el general canadiense Romeo Dallaire, que no hiciera nada aparte de dar parte del asunto al Gobierno del presidente (hutu) Juvénal Habyarimana.
Annan medió en octubre de 2000 entre palestinos e israelíes para intentar parar la segunda intifada, iniciada en Jerusalén el 29 de septiembre e inmediatamente extendida a la Autoridad Nacional Palestina y al resto de la Cisjordania ocupada. Aunque estos esfuerzos, como otros de altos dirigentes mundiales, resultaron baldíos, sirvieron al menos para limar el desabrimiento máximo de Israel hacia la ONU, que históricamente ha condenado al Estado judío con un sinfín de resoluciones y declaraciones (y esta vez, ante la violencia indiscriminada contra los palestinos, no fue, naturalmente, una excepción).
El sutil Annan pareció no irritar a los dirigentes israelíes tanto como Boutros-Ghali, tachado de propalestino. Así, el diplomático ghanés apareció el 17 de octubre en la foto final de la cumbre de líderes en Sharm el-Sheikh (Egipto), convocada a toda prisa por las partes implicadas en el proceso de paz en la región.
A lo largo de 2001 Annan centró su prioridad personal en la lucha contra el SIDA, arrastrando a los órganos principales de la ONU, además de los organismos subsidiarios, a una discusión política para elaborar un plan global de combate a una pandemia que había afectado ya a 36 millones de personas en todo el mundo, 25 de ellas en África. Entre las metas fijadas, Annan se propuso levantar un fondo internacional de lucha contra la enfermedad de 17.000 millones de dólares anuales, un esfuerzo para el que apeló a los gobiernos, pero también, y en especial, al sector privado, grupos activistas y las ONG.
El amplio consenso sobre la labor desarrollada por Annan posibilitó que el 27 de junio de 2001 los 15 miembros del Consejo de Seguridad aprobaran unánimemente su reelección por otro quinquenio a partir del 1 de enero de 2002, para el que él mismo había anunciado su postulación en marzo. En el caso de Estados Unidos la satisfacción no podía ser mayor con el secretario general, ya que había tomado en consideración sus demandas financieras: en 2000 la Asamblea General dio su aprobación al recorte de la cuota aportada por la superpotencia.
Siguiendo el procedimiento y sin sorpresas, el 29 de junio los 189 miembros de la Asamblea General -donde precisamente el día 27 había concluido una sesión especial monográfica de tres días sobre el SIDA- hicieron suya la propuesta del Consejo de Seguridad por aclamación. No surgió ningún candidato para retar al extremadamente popular y respetado secretario general.
Además de sus funciones oficiales, Annan participa desde antiguo en actividades relacionadas con la educación, el desarrollo y el bienestar. En la actualidad pertenece a las juntas asesoras del Macalester College de Saint Paul y del Institute for the Future de Menlo Park (California). Fue durante años presidente de la Junta Directiva de la Escuela Internacional de las Naciones Unidas en Nueva York, y de 1981 a 1983 formó parte de la Junta de Gobernadores del Instituto de Estudios Internacional de Ginebra.
En 1994 el Macalester College concedió a su ex alumno el Trustee Distinguished Award y en 1996 el Cedar Crest College de Allentown (Pennsylvania) le confirió el título honorífico de doctor en Servicio Público. En 1998 Corea del Sur le distinguió con el Premio Seúl de la Paz, por su contribución a la superación de tensiones en la península coreana.
(Cobertura informativa hasta 9/7/2001)