Jovenel Moïse

16 meses de marasmo poselectoral y provisionalidad en el Ejecutivo tocaron a su fin en Haití el 7 de febrero de 2017 con la asunción de la Presidencia de la República por el empresario bananero Jovenel Moïse, ganador de las elecciones del 20 de noviembre de 2016. El candidato del Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK), la formación liberal afín al ex presidente (2011-2016) Michel Martelly, se impuso en la primera vuelta a su adversario del centro-izquierda Jude Célestin, en una votación varias veces retrasada y que fue la repetición de las inconclusas elecciones presidenciales de octubre de 2015; entonces, la victoria de Moïse sobre Célestin con menos del 50% de los votos desató las denuncias de fraude de los aspirantes de la oposición, generándose una crisis política que hizo necesario investir a un jefe de Estado interino en la persona del cabeza del Senado, Jocelerme Privert

Haciendo gala de un estilo dinámico y optimista, y presentándose como un "líder perspicaz y visionario", Moïse ofrece su experiencia como promotor de proyectos y negocios en las áreas energética y agroindustrial para revertir el declive de la exigua economía nacional, rodeado además de déficit fiscal, deuda pública al alza y una inflación de dos dígitos, con inversiones ambiciosas en la agricultura ecológica orientada a la exportación, el turismo verde y otras actividades sostenibles que según él son grandes generadoras de empleo y riqueza. Un horizonte para la esperanza en el vulnerable Haití, pobre de solemnidad, dependiente de las ayudas del exterior y eternamente golpeado por las turbulencias políticas de los hombres y los desmanes de la naturaleza, el último de los cuales, el paso del huracán Matthew en octubre, dejó un balance desolador, otro más, de muerte y destrucción.

A fin de que el país caribeño goce de un respiro al menos en el ámbito político-institucional, Moïse ha elevado un llamamiento al Parlamento, donde su partido está en minoría, para que el Ejecutivo y el Legislativo suscriban un consenso operativo en aras de la gobernabilidad, sin la cual Haití difícilmente podrá salir adelante. Tras recobrar la normalidad puramente constitucional, Haití, una democracia disfuncional, necesita imperiosamente un largo período de estabilidad política que se sobreponga a las crónicas parálisis institucionales. Sin embargo, dos sombras acechan ya al nuevo mandatario, por lo que a él más concierne: por de pronto, una merma de legitimidad a causa de la mínima participación electoral, pues solo acudió a las urnas el 18% de los censados (lo que significa que de más de 6 millones de electores, solo 600.000 votaron por él); y además, unas investigaciones prejudiciales como sospechoso de lavar dinero.


(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 9/2/2017. El 7/7/2021 el presidente Moïse fue asesinado a tiros en su residencia de Puerto Príncipe por un comando de mercenarios extranjeros. El magnicidio sucedió en medio de una situación nacional crítica por la fractura política abierta entre Gobierno y oposición, y el agravamiento de las penurias sociales y económicas).

1. Un emprendedor del medio rural haitiano
2. Candidato gubernamental y vencedor en las accidentadas elecciones presidenciales de 2015 y 2017

1. Un emprendedor del medio rural haitiano

De acuerdo con su biografía oficial, el 58º presidente de Haití nació en 1968 en el seno de una familia de clase media del atrasado departamento de Nord-Est, asomado a la costa norte caribeña y lindero con la República Dominicana. Su padre se ganaba al vida como agricultor y mecánico, y su madre era tendera y hacía labores de costura. En 1974 la familia se mudó a Puerto Príncipe. Allí, el joven Moïse terminó los estudios elementales y cursó la secundaria en el Lycée Toussaint Louverture y el Centre Culturel du Collège Canado Haïtien, una institución de enseñanza regida por los Hermanos Corazonistas. Posteriormente asistió a clases de Ciencias de la Educación en la Universidad Quisqueya, pero no llegó a titularse porque su verdadero objetivo era hacerse rápidamente empresario.

En 1996, nada más casarse con una compañera de estudios, Martine Marie Etienne Joseph, Moïse dejó Puerto Príncipe y se instaló con su esposa en Port-de-Paix, ciudad costera del norte, donde abrió su primer negocio, un establecimiento de venta de artículos para vehículos llamado JOMAR Auto Parts. Poco después adquirió una plantación bananera en el departamento de Nord-Ouest y más tarde, en 2001, invirtió en la provisión de recursos hídricos en la región. Su gestión de una planta de distribución de agua potable le familiarizó con las problemáticas del desarrollo de las comunidades locales y en 2004 le abrió las puertas de la Cámara de Comercio e Industria de Nord-Ouest (CCINO), para cuya presidencia resultó elegido. Esta posición fue a su vez fue la antesala de su nombramiento para el cargo de secretario general de la Cámara de Comercio e Industria de Haití (CCIH); como tal, Moïse empezó a tejer una red de contactos con figuras prominentes de la economía y la política del país.

La actividad emprendedora privada de Moïse fue prosperando en paralelo a la accidentada, y no pocas veces violenta y caótica, singladura de la democracia haitiana, una de las más frágiles del hemisferio occidental y que además acontecía en un entorno social y económico de lo más precario. En 2008, durante la segunda presidencia de René Préval, Moïse y otros socios capitalistas pusieron en marcha un proyecto tecnológico muy innovador, la Compagnie Haïtienne d'Energie, S.A. (COMPHENER S.A.), concebida para suministrar electricidad generada por energías renovables. Su objetivo, sumamente audaz, y a la vez oportuno, considerando las crónicas penurias y carencias de Haití, era distribuir energía a una decena de comunas de Nord-Ouest a partir de una red rural de paneles fotovoltaicos y aerogeneradores. Al parecer, el catastrófico terremoto de 2010 vino a malograr esta iniciativa, pero la calamidad natural, que, además de segar muchas decenas de miles de vidas, destrozó multitud de infraestructuras básicas, hizo retroceder el PIB y agudizó la dependencia nacional de las ayudas del exterior, no disuadió a Moïse se seguir adelante con sus aventuras empresariales positivas para el desarrollo y creadoras de empleo.

En 2012, ocupando ya la Presidencia de la República el ex cantante Michel Martelly, Moïse redirigió sus intereses al sector agropecuario de su patria chica, la población de Trou-du-Nord y el departamento de Nord-Est. Fue allí donde, en 2014, fundó la compañía AGITRANS, S.A., enfocada en la exportación de bananas y configurada como una joint venture con el Estado, que la financió con un crédito de seis millones de dólares, e impulsó el proyecto agrícola NOURRIBIO, considerado la primera Zona Franca Agrícola de Haití y uno de los proyectos generadores de tejido productivo más ambiciosos en la historia del país.


2. Candidato gubernamental y vencedor en las accidentadas elecciones presidenciales de 2015 y 2017

Su paternidad del proyecto NOURRIBIO, presentado por el Gobierno como modélico para las necesidades del agro de Haití, un sector muy castigado por las inclemencias climatológicas y la erosión del suelo, y a causa de ello (además de por la escasez de terrenos provechosos en una orografía abrupta y la falta de inversiones en infraestructuras modernas), en buena medida, solo capaz de producir cosechas de subsistencia, puso a Moïse en contacto directo con ministros y otros altos funcionarios del equipo de Martelly. La relación personal entre el empresario y el presidente no tardó en surgir. La vinculación de Moïse al bando político de Martelly, al que la Constitución no permitía presentarse al segundo mandato quinquenal consecutivo, se sustanció de manera espectacular en 2015 con su presentación como el candidato para las elecciones presidenciales de octubre de ese año por el oficialista Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK), formación de orientación liberal-conservadora constituida en 2012 para dar soporte político a Martelly, quien en 2011 se había presentado a las elecciones subido en la plataforma Repons Peyizan.

Martelly, blanco de crecientes críticas por la sensación de falta de dinamismo de su Gobierno en una coyuntura preocupante de descenso del crecimiento del PIB (del 4,2% en 2013 se había pasado al 2,8% en 2014, mientras que la tasa de 2015 apenas iba a superar el 1%), elogió efusivamente a su heredero reclutado en el sector privado, al que definió como un "agente de la producción nacional", poseedor de la "visión de un Haití transformado". El candidato del Gobierno recordó su florido currículum de empresario innovador e hizo hincapié en el compromiso con las actividades económicas que proporcionaran empleo y auténtica riqueza para la población, en el país con uno de los niveles de pobreza más elevados del mundo, parangonable a los de los países menos desarrollados de África. Como motor de la economía, Moïse, orgulloso de que le llamaran Neg Bannan Nan (en el idioma créole, El Hombre de las Bananas), identificó una agricultura ecológica y sostenible orientada a la exportación de productos de calidad. También, se planteó el reto de convertir a Haití en un destino atractivo para el turismo verde.

Las elecciones presidenciales iban a celebrarse el 25 de octubre de 2015, con una eventual segunda vuelta el 27 de diciembre, y para ellas el Consejo Electoral Provisional (CEP) aprobó una lista final de candidatos en la que había nada menos que 56 nombres, si bien los aspirantes iniciales llegaron a ser 70. De todos ellos, solo dos parecían contar con posibilidades de victoria: Moïse por el PHTK y Jude Célestin de la opositora Liga Alternativa por el Progreso y la Emancipación Haitiana (LAPEH), de centro-izquierda. Célestin ya había competido, infructuosamente, en la caótica elección presidencial de noviembre de 2010 en representación de Inite (Unidad), la formación del presidente saliente, Préval.

Entonces, el CEP adjudicó a Célestin el segundo puesto provisional por detrás de Mirlande Manigat, del Reagrupamiento de Demócratas Nacionales Progresistas, RDNP), a la que Célestin teóricamente iba a enfrentarse por tanto en el balotaje de enero de 2011. Pero los partidarios del tercero en discordia descalificado para disputar la segunda vuelta, Michel Martelly, prorrumpieron en unas furiosas denuncias de fraude que fueron corroboradas por la OEA, viéndose obligado el CEP a arrebatar el segundo puesto a Célestin para dárselo a Martelly, quien finalmente, en marzo de 2011, se llevó la Presidencia frente a Manigat con el 67% de los votos.

Las presidenciales de 2010-2011 prolongaron la secuencia de procesos electorales turbulentos en Haití desde la instalación democrática de Jean-Bertrand Aristide en 1991, pero las votaciones del 25 de octubre de 2015, presidenciales, municipales y legislativas parciales, iban a batir otro récord de conflictividad y confusión. Aunque la jornada electoral propiamente dicha transcurrió sin incidentes dignos de reseñar, luego, una vez cerradas las urnas, multitud de observadores locales y representantes de la oposición alegaron fraudes generalizados en favor de Moïse.

En noviembre, el avance de los resultados del escrutinio por el CEP que situaban a Moïse en cabeza con el 32,8% de los votos echó a las calles de Puerto Príncipe a los airados seguidores del candidato opositor más adelantado, Célestin. Este no reconoció el 25,3% de los sufragios que le otorgaba el CEP y que provisionalmente le facultaban para librar con Moïse la segunda vuelta del 27 de diciembre. La protesta ganó ímpetu al incorporarse a la misma la Plataforma Pitit Desalin (PPD) y la Fanmi Lavalas del ex presidente Aristide, cuyos candidatos, Jean-Charles Moïse y Maryse Narcisse, habían quedado apartados de la contienda al adjudicarles el CEP el tercer y el cuarto lugar respectivamente. Célestin se erigió en el líder del llamado Grupo de los Ocho, en tanto que Jovenel Moïse insistía en la veracidad de los resultados de la primera vuelta, pero sin el tono incendiario de su oponente.

El 21 de diciembre, visto el panorama, el CEP anunció que posponía sine díe la segunda vuelta presidencial prevista para seis días después, y con ella la segunda vuelta de las legislativas en 22 circunscripciones de la Cámara de Diputados (la primera vuelta para todo el hemiciclo había tenido lugar el 9 de agosto). Según el organismo, la convocatoria de la segunda vuelta se haría a la luz de las conclusiones de la comisión especial de cinco miembros creada por decreto por el presidente Martelly para evaluar el proceso electoral puesto en la picota.

El primer día de 2016 Martelly tomó la voz de nuevo para poner fecha al balotaje presidencial: el nombre de su sucesor se dirimiría el 17 de enero. Cinco jornadas después, el mandatario saliente, siguiendo la recomendación del CEP, se corregía a sí mismo al decretar que la nueva cita con las urnas fuera el 24 de enero. Esta sucesión de movimientos no aplacó al Grupo de los Ocho. El 22 de enero, ante el riesgo de que Haití se sumergiera en la violencia, el CEP, en su enésima contramarcha, comunicó otra vez la postergación sin fecha de la segunda vuelta "por razones de seguridad". Prudentemente, Moïse se acomodó en un perfil bajo, como de observador de la crisis, a la espera de acontecimientos.

Llegada la situación a este punto, la perspectiva de la creación de un peligroso vacío de poder a partir del 7 de febrero de 2016, día en que expiraba el mandato de Martelly al frente del Ejecutivo, obligó a los principales responsables institucionales a negociar con urgencia una solución política provisional para la crisis. Los máximos interlocutores fueron el propio Martelly, el nuevo presidente de la Cámara de Diputados, Cholzer Chancy, de la Comisión de Parlamentarios Progresistas (CPP), y el también nuevo presidente del Senado, Jocelerme Privert, miembro de Inite.

Las conversaciones Martelly-Privert-Chancy, de las que tanto Moïse como Célestin fueron excluidos, desembocaron en un pacto in extremis para la instalación de un Gobierno de transición y la elección parlamentaria de un presidente provisional de la República con un mandato de cuatro meses: Moïse y Célestin librarían su duelo democrático pendiente el 24 de abril y, si no surgían complicaciones ulteriores, el nuevo presidente constitucional de Haití tomaría posesión el 14 de mayo. Por de pronto, Célestin no estaba nada satisfecho con este punto y aparte puesto a la crisis, y retomó su amenaza de boicotear el balotaje.

A las pocas horas de este acuerdo, el 7 de febrero, Martelly se despidió de la Presidencia y sus funciones como jefe del Estado recayeron en el primer ministro, Evans Paul, cuya dimisión anunciada cinco días atrás quedó en suspenso. La persona escogida para presidente provisional de la República durante la interinidad de 120 días fue Privert, que el 14 de febrero fue investido por la Cámara de Diputados y el Senado reunidos en sesión conjunta como Asamblea Nacional. El 25 de febrero Privert, de acuerdo con sus prerrogativas, nombró primer ministro del Gobierno de transición al politólogo y economista independiente Fritz Jean. La designación de Jean, seleccionado por el presidente de una lista de seis candidatos, concitó el rechazo de Moïse y el PHTK, que acusaron a Privert de violar el acuerdo del 6 de febrero.

Parecía que la gran trifulca poselectoral tomaba un cauce resolutivo, pero la provisionalidad institucional se prolongó durante todo un año. La fecha del 24 de abril para el balotaje empezó a ponerse en duda a las primeras de cambio y el CEP no tardó en considerarla inviable al igual que Privert, quien era de la opinión de que por el momento no se reunían condiciones de estabilidad política como para poder hablar de un proceso electoral creíble.

El 30 de mayo la Comisión Independiente de Evaluación y Verificación Electoral (CIEVE) publicó un informe en el que, a la luz de los "fraudes", las "negligencias" y las "irregularidades" detectados en la primera vuelta de octubre, recomendaba anular dicha elección por "defectuosa" y repetir el proceso bajo un sistema que corrigiera todos los fallos de carácter técnico. El 6 de junio el CEP asumió esta valoración, haciendo borrón y cuenta nueva y convocando la repetición electoral para el 9 de octubre; si entonces ningún candidato llegara a superar el 50% de los votos, habría una segunda vuelta el 8 de enero de 2017. Ocho días más tarde expiró el mandato institucional de Privert, pero puesto que el Parlamento se mostró incapaz de definir las nuevas condiciones legales del período interino el presidente provisional siguió en sus funciones.

El 4 de octubre Haití se preparaba para las elecciones presidenciales largamente pospuestas cuando el país sufrió el azote brutal del huracán Matthew, que arrasó muchas áreas pobladas, causando entre 600 y 1.600 muertos, y daños materiales por valor de casi 2.000 millones de dólares. Ante la magnitud del desastre, el CEP, el 5 de octubre, decidió suspender, esta vez por imperativo de las fuerzas de la naturaleza, la elección presidencial, así como la segunda vuelta (en las 22 circunscripciones que seguían sin adjudicarse) de los comicios a la Cámara baja y la primera vuelta de los comicios al tercio pendiente del Senado. La nueva fecha para las tres consultas pasó a ser el 20 de noviembre, data que, por fin, tras tantos contratiempos, fue la definitiva.

Moïse y Célestin volvieron a verse las caras en una liza presidencial que esta vez fue disputada por 27 candidatos en total, si bien solo unos pocos realizaron una campaña apreciable. Las encuestas sonreían rotundamente al abanderado del PHTK, que al parecer tenía a su alcance ser proclamado presidente en la primera vuelta. Y así fue: el 28 de noviembre el CEP puso en su casillero el 55,7% de los votos, mientras que Célestin rozó el 20%. Jean-Charles Moïse, por la PPD, fue tercero con el 11% y Maryse Narcisse, de la aristidiana Fanmi Lavalas, cuarta con el 9%. Como dato desolador y muy ilustrativo del grado de hastío de la población, más pendiente de la subsistencia cotidiana que de los mensajes de los políticos, por la disfuncionalidad de la democracia haitiana, solo depositaron su voto el 18,1% de los electores, 10 puntos menos que en la tentativa de octubre de 2015. En otras palabras, que por Moïse solo votaron 595.000 personas (frente a las 508.000 de 2015, cuando la equivalencia porcentual fue el 32,8%), en un país con algo más de 6 millones de adultos censados para ejercer este derecho y sobre una población total de 11 millones de personas.

En sus primeras declaraciones como mandatario electo, Moïse llamó a construir un consenso básico entre el Ejecutivo y el Parlamento, donde el PHTK estrenaba una legislatura en situación de modesta mayoría simple (solo tenía 31 de los 116 diputados de la atomizada Cámara), porque sin ese pacto de gobernabilidad Haití difícilmente iba a poder enfrentar siquiera su montaña de problemas, el más acuciante de los cuales ahora mismo era la emergencia causada en el sudoeste por el huracán Matthew. El 3 de enero de 2017 el CEP declaró a Moïse ganador oficial de las elecciones. Horas antes del pronunciamiento del organismo, el Tribunal Electoral de Haití rechazó que en las presidenciales se hubiera producido un fraude masivo, como habían afirmado algunos de los candidatos perdedores, aunque admitió la existencia de irregularidades. El 29 de enero el alambicado ciclo electoral haitiano llegó a su fin con la celebración de la segunda vuelta de la elección de la tercera parte del Senado y de 5.500 autoridades distritales y comunales.

El 7 de febrero Moïse, a los 48 años, prestó juramento de su cargo con un mandato de un lustro. En su discurso de investidura, el nuevo jefe del Estado elevó un llamamiento a la unidad nacional acompañado de la promesa de devolver la estabilidad política, como pilares del desarrollo económico. "Bajo mi Administración, nunca, jamás, la justicia y las instituciones haitianas serán instrumentalizadas con fines de persecución política", añadió. Pero como flamante presidente de Haití, Moïse ya arrastraba una sombra personal: el conocimiento de que la Unidad Central de Información Financiera (UCREF), un organismo parajudicial creado en 2004 para investigar y documentar acusaciones de corrupción y lavado de dinero, le había indagado entre 2013 y 2016 en relación con una serie de manejos financieros sospechosos. Tras concluir sus pesquisas, de las que podía colegirse un posible caso de blanqueo de capitales, la UCREF había enviado un dossier administrativo a un juez de instrucción, el cual a su vez había remitido el informe al Comisario (Fiscal) del Gobierno.

(Cobertura informativa hasta 9/2/2017)