Joseph Estrada

Octavo de diez hijos, su credencial de escolar pendenciero le abocó a diversos conflictos académicos. Luego de asistir a la escuela de la Universidad del Ateneo de Manila, regentada por los jesuitas, abandonó en el tercer año de carrera sus estudios de Ingeniería civil en el Instituto Mapua de Tecnología y comenzó a vagabundear en bandas de delincuentes juveniles. Su consternado padre, ingeniero municipal de Manila, le prohibió portar en lo sucesivo el apellido familiar, Ejercito, y el joven adoptó entonces el de Estrada, que tomó al azar de una guía telefónica. Luego de alternar trabajos como conductor de ambulancias, a finales de los años cincuenta consiguió intervenir como extra en algunas películas. En la década siguiente se convirtió en uno de los más populares y premiados actores de Filipinas, participando en más de un centenar de películas de la serie B y frecuentando los personajes de héroe defensor de los desfavorecidos. Tras proseguir su carrera en el medio como productor de filmes de aventuras, con extraordinario éxito de público, acumuló un patrimonio suficientemente desahogado tal que le animó a meterse en política.

Simpatizante del dictador Ferdinand Marcos (1965-1986), durante 17 años, de 1969 a 1986, fue alcalde de San Juan, la populosa barriada de Manila en la que había pasado su infancia, y en 1987 resultó elegido para el Senado. En los cinco años siguientes bregó en la cámara alta contra la renovación del alquiler de las bases militares de Estados Unidos y promovió legislación para el desarrollo rural y la protección de las comunidades indígenas. De la mano del Partido de las Masas Filipinas (PMP), el 30 de junio de 1992 saltó a la Vicepresidencia de la República tras resultar vencedora su candidatura en las elecciones del 11 de mayo anterior. El cargo de vicepresidente, de escaso relieve, puso a Estrada al frente de la Comisión Anti-Crimen creada por el presidente Fidel Ramos, elegido en voto aparte en la misma jornada.

Su fama de bebedor, jugador, mujeriego (tiene siete hijos reconocidos de dos matrimonios, siendo su última esposa una doctora en psiquiatría) y amigo de hampones, le granjeó la antipatía de la influyente Iglesia Católica, cuyo máximo representante, el cardenal Jaime Sin, censuró su “conducta inmoral". Aunque bautizado en esta fe, Estrada decía reducir su práctica religiosa a los oficios de Navidad. Animado por su popularidad, se presentó candidato a las presidenciales del 11 de mayo de 1998, teniendo como máximo oponente a Jose de Venecia, de Poder Popular-Unión Nacional de Cristiano Demócratas (Lakas-NUCD), el partido de Ramos.

Tan pronto como Estrada entró en la carrera electoral con el sostén de la coalición Lucha de las Masas Patrióticas Filipinas (LAMMP, conformada por el PMP y otros tres partidos importantes), un poderoso frente de detractores constituyó un lobby para oponérsele. Ramos postuló públicamente a de Venecia, la Iglesia advirtió contra la llegada a la jefatura del Estado de un "mal modelo moral, intelectual y físico" para la juventud, y los círculos financieros y empresariales se declararon desolados ante un presidenciable que confesaba, al igual que las "debilidades" arriba citadas (las cuáles, no obstante, aseguró haber superado) sus escasos conocimientos económicos. Para los universitarios, su baja preparación intelectual le descalificaba para tan alta responsabilidad.

Durante su campaña Estrada lanzó mensajes tranquilizadores; aseguró que continuaría las reformas modernizadoras de la economía emprendidas por Ramos y que para ello contaba con un competente equipo de asesores, de hecho un grupo heterogéneo de banqueros conservadores, antiguos hombres de confianza de Marcos y académicos izquierdistas. Siempre en cabeza en las encuestas, supo conectar con el filipino de a pie, severamente golpeado por las exigencias de la racionalización económica (extinción de subsidios, despidos de las empresas públicas), y explotar la verdadera idolatría de la que era objeto en los barrios pobres, donde Erap (su alias cinematográfico, sacado de Pare, o compadre, al revés) Estrada representaba al desclasado nacido en los suburbios que desafiaba a las elites tradicionales. A sus esperanzados votantes les prometió reducir las diferencias entre ricos y pobres, promover la seguridad laboral, hacer asequible y ampliar la oferta alimentaria para todos, ocuparse de la agricultura y combatir la corrupción administrativa. Adicionalmente, prometió aplastar la delincuencia rampante en el plazo de seis meses, para lo cual reimplantaría la pena de muerte.

El día de las elecciones no hubo sorpresas y Estrada ganó holgadamente con el 46,4% de los votos, obteniendo su más inmediato seguidor, de Venecia, sólo el 17,1%. En las legislativas el LMP se hizo con 110 de los 260 escaños de la Cámara de Representantes. El 30 de junio de 1998 Estrada prestó juramento como decimotercer presidente de Filipinas, con mandato hasta 2004. Fue el primero desde 1944 que pronunció el discurso inaugural en pilipino (tagalo) y no en inglés, el otro idioma oficial y que Estrada apenas conocía, no teniendo, por contra, dificultad para expresarse en español. Asumió también el Ministerio del Interior y Colectividades Locales, si bien en abril de 1999 se desprendería de él.

Su debut internacional llegó pronto, como anfitrión de la cumbre ministerial de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) celebrada en Manila el 24 y 25 de julio. En esta ocasión, Estrada defendió un mercado común asiático a ejemplo del europeo, ampliado a China, Japón y Corea del Sur y con capacidad para influir como una única voz en la reforma del sistema financiero internacional, juzgada como necesaria desde la agudísima crisis que asoló la región desde 1997. Antes de acabar el año, el mandatario asistió a la VI Cumbre de jefes de Estado y Gobierno de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en Kuala Lumpur (17 y 18 de noviembre), y a la VI de la ASEAN, en Hanoi (15 y 16 de diciembre). Manila acogió el 27 de noviembre de 1999 la III Cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno de la ASEAN y las tesis integracionistas de Estrada y otros dirigentes tuvieron concreción con un compromiso para una unión aduanera y una moneda común.

A lo largo de 1999, las dificultades económicas, coletazo de la crisis financiera regional, condujeron al cierre de empresas y al aumento del desempleo, si bien Estrada presentó como logros la positiva evolución de la inflación (la tasa del 9,7% en 1998 se redujo en tres puntos 12 meses después), la producción (se pasó de una recesión del -0,5% a un crecimiento del 3,2%), la deuda externa (recortada en más de 2.000 millones de dólares) y la balanza comercial, que pasó a ser excedentaria.

No obstante, a comienzos de 2000 la ola de secuestros, extorsiones y atentados mortales cometidos por bandas de delincuentes y los separatistas musulmanes en el sur del archipiélago puso a Estrada contra las cuerdas. Particularmente lesivo para la imagen de su Gobierno fue el secuestro, el 23 de abril, por el grupo separatista musulmán Abu Sayyaf (“Padres de la Espada”) en la isla de Jolo de varias decenas de turistas occidentales, alemanes en su mayoría, y malayos. Los secuestradores reclamaron la puesta en libertad de tres terroristas islamistas detenidos en Estados Unidos, mientras otras guerrillas hasta entonces comprometidas con los acuerdos de paz, como el Frente Moro de Liberación Islámica, anunciaron el retorno a la lucha armada acusando al Gobierno de romper sus compromisos. Las fallidas operaciones de rescate del Ejército filipino fueron tachadas de imprudentes dentro y fuera del país por dificultar las labores de mediación para la liberación de los rehenes.

Además, se sumaron a las acusaciones de ineptitud gestora, a los escándalos financieros y al estupor que produjo la filtración de que el presidente prolongaba sus reuniones en el Palacio de Malacañang con francachelas privadas hasta altas horas de la noche (el mordazmente conocido como "gabinete de medianoche"), todo lo cual erosionó mucho su popularidad. La implicación exterior -fundamentalmente de Libia, que accedió a pagar rescates- permitió que en agosto los captores dejaran marchar a varios rehenes, pero aún retuvieron a 22, entre ellos a un estadounidense y dos franceses. Irritado por las presiones extranjeras y los desplantes y la jactancia publicitaria de Abu Sayyaf, el 16 de septiembre Estrada lanzó al Ejército contra Jolo en un intento de acabar definitivamente con una situación sumamente dañina para la imagen de su gobierno.

Cuando la crisis de los rehenes se apaciguó, a Estrada le sobrevino un apuro más formidable que, a la postre, terminaría por expulsarle del poder. El 9 de octubre el gobernador provincial Luis Singson, antiguo amigo suyo, le acusó de llevarse al bolsillo más de ocho millones de dólares en sobornos procedentes de los sindicatos del juego, más otros cuatro apropiados de los impuestos del tabaco. La imputación, la primera directamente contra su persona tras varios meses de denuncias en la prensa de un incremento desmesurado de la corrupción desde 1998, fue negada por Estrada, que trató de parar el feo asunto anunciando un plan para privatizar la empresa estatal de casinos implicada en el presunto cohecho.

En las semanas siguientes se prolongó un tenso tira y afloja entre Estrada y sus acusadores, que fueron creciendo en número y categoría, hasta plantearse una grave crisis institucional. El 18 de octubre diputados de la oposición presentaron en la Cámara de Representantes una moción para iniciar un proceso de impeachment -sin precedentes en Asia- y el 8 de noviembre Estada reconoció que cuatro millones de dólares fueron depositados con propósito de soborno en la cuenta de una organización caritativa controlada por la Presidencia, pero precisó que el dinero se hallaba intacto en la misma.

El 13 de noviembre comenzó el proceso de destitución en la Cámara de Representantes por las imputaciones de soborno, corrupción, traición de la confianza del pueblo y violación de la Constitución. Sin votarse la lógica moción (que habría salido adelante con sólo un tercio de votos favorables), los diputados optaron por trasladar sin demora el asunto al Senado, que fue, el 7 de diciembre, donde se inició el juicio político propiamente dicho. Por ley, la destitución presidencial por cualquiera de los cargos enumerados requería el voto de dos tercios de la cámara alta, esto es, de 16 de sus 24 miembros. Estrada defendió su inocencia ante los senadores-fiscales que tuvieron la audacia de acusarle de dirigir el país "como el jefe de una banda de mafiosos", se declaró "no culpable" de los cargos y prometió que a la primera demostración de una conducta corrupta suya dimitiría, pero que de ninguna manera se plegaría a las presiones fuera del procedimiento constitucional.

Los testigos de la acusación dieron detalles de lo que parecía constituir una red de sobornos mantenida por el entorno presidencial en pago a la protección dispensada a las mafias y sindicatos del juego. Las fuertes evidencias contra Estrada avivaron las manifestaciones en las calles contra su permanencia en el poder. La tensión se disparó cuando el 30 de diciembre cinco bombas estallaron en Manila y mataron a 22 personas, atentados de los que el Gobierno responsabilizó a los rebeldes musulmanes y la oposición cargó a la cuenta del presidente, supuestamente para distraer la atención del público y entorpecer su juicio político.

El 16 de enero de 2001, por 11 votos contra 10, el Senado decidió no investigar unas cuentas bancarias que la acusación consideraba decisivas para demostrar el delito de enriquecimiento, lo que fue interpretado por la calle como una virtual absolución de Estrada. Dos días después la balanza se desniveló en contra del presidente al anunciar varios comandantes militares, incluido el jefe de las Fuerzas Armadas, que no obedecerían sus órdenes, tomando cuerpo la perspectiva de un golpe de Estado o una división del Ejército como la sucedida en 1986, cuando el sector encabezado por Ramos se sumó a la movilización cívica contra el fraude electoral cometido por Marcos.

Llegado este punto, Estrada se había quedado prácticamente sólo contra el frente formado por la oposición, los ex presidentes Ramos y Cory Aquino, numerosos desertores de su partido y el Gobierno, la influyente Iglesia Católica, los mandos policiales y militares y los altos círculos financieros y empresariales (más el rechazo, apenas disimulado, del Gobierno de Estados Unidos), pero se resistía a abandonar. El 19 de enero habló de convocar elecciones anticipadas y ordenó a sus abogados la publicación de sus cuentas bancarias, la medida desestimada por el Senado tres días atrás.

El bloqueo terminó el 20 de enero cuando el Tribunal Supremo, tomando nota de la cascada de dimisiones ministeriales, declaró la Presidencia vacante y facultó el nombramiento de un titular. De inmediato prestó juramento la vicepresidenta Gloria Macapagal-Arroyo, que desde que dimitiera el 12 de octubre como secretaria de bienestar social del Gobierno venía encabezando las demandas de dimisión. Nada más abandonar el poder, personas privadas le acusaron de atesorar hasta 300 millones de dólares, desviados de las arcas del Estado, repartidos en una quincena de cuentas bancarias bajo nombres falsos, dando argumento a la oficina del Ombudsman para abrir una investigación el 22 de enero. Estrada solicitó el amparo del Tribunal Supremo al considerar que su destitución había sido ilegal (sólo reconocía a Arroyo como "presidenta en funciones") y que por tanto conservaba la inmunidad frente a toda imputación, pero el 2 de marzo esta instancia certificó la legitimidad del Gobierno Arroyo. Estada quedó así expuesto a ser procesado por los tribunales de justicia ordinarios sobre los presuntos delitos económicos imputados por el Congreso.

Completando el apartado biográfico, Estrada ha sido presidente fundador de la Fundación para el Bienestar de los Trabajadores del Cine (Mowelfund), miembro del consejo de la Academia Filipina del Cine, asesor de la Asociación de Productores Cinematográficos Filipinos (PMPPA) y presidente de la Fundación que lleva su nombre, entre otros organismos.

(Cobertura informativa hasta 20/3/2001)