José Serra

El principal candidato opositor en las elecciones presidenciales brasileñas de 2010 es un economista del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, centro-izquierda) con una dilatada experiencia legislativa y ejecutiva: fue diputado, senador y ministro federal en los gobiernos (1995-2002) de su correligionario F. H. Cardoso, y más recientemente (2005-2010) prefecto capitalino y gobernador estatal de São Paulo. Tras su infructuoso intento en 2002 frente al ahora mandatario saliente, Lula da Silva, José Serra, que se define a sí mismo como ideológicamente "moderado" y reconoce logros al Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT, socialista), vio desvanecerse la primacía de que disfrutó en los sondeos durante casi tres años. Su potente bagaje, que al principio compensó el limitado tirón popular fuera de su bastión paulista, y el apoyo brindado por siete partidos llegaron a las urnas superados por los activos de la aspirante del oficialismo, Dilma Rousseff, a la que impulsaba decisivamente su mentor, Lula. El 3 de octubre Serra consiguió forzar la disputa de una segunda vuelta, pero el 31 de octubre fue definitivamente derrotado.

(Texto actualizado hasta octubre 2012)

1. Un economista en el exilio
2. Primera etapa en las políticas paulista y federal con el PMDB y el PSDB
3. Ministro de la Administración Cardoso y duelo presidencial con Lula en 2002
4. Éxitos en la política municipal y estatal de São Paulo
5. La campaña frente a la petista Rousseff en 2010: largo desfallecimiento y estéril repunte final


1. Un economista en el exilio

Único retoño de una humilde pareja de inmigrantes italianos afincada en São Paulo, el modesto estatus económico alcanzado por el padre en el negocio de la fruta, donde trabajó como tendero y empleado fabril, fue lo suficientemente desahogado como para que el hijo completara sus estudios secundarios y pudiera aspirar al ingreso en la universidad sin tener que trabajar. En 1960, tras superar el curso de preparatoria, el joven se matriculó en la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo (Poli-USP), donde empezó a formarse como ingeniero civil. En la USP, Serra se implicó en el movimiento estudiantil de orientación social cristiana. Vinculado a la Juventud Universitaria Católica (JUC), en 1962 participó en la creación en Belo Horizonte del movimiento político Acción Popular (AP), que entabló unas buenas relaciones con el presidente izquierdista de la época, João Goulart. Como candidato de AP y con el apoyo de los militantes comunistas, en 1963 ganó la elección al puesto de presidente de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), una posición influyente que le permitió codearse con los miembros del Gobierno del Partido Trabalhista (PTB).

Cuando se declaró el golpe de Estado militar en 1964, Serra, pese a sus recientes posicionamientos críticos con Goulart, acudió a unirse al amago de resistencia de los partidarios del Gobierno en Río de Janeiro, pero el triunfo del pronunciamiento le obligó a pasar a la clandestinidad. Refugiado durante unos meses en la Embajada de Bolivia, consiguió abandonar Brasil y recaló brevemente en el país andino antes de establecerse en Francia. En 1965 regresó secretamente con la intención de ayudar en la reorganización de la AP, pero ante el acoso de la policía política de la dictadura, que le tenía en su lista negra, optó por expatriarse de nuevo.

Serra se afincó en Chile, primer país de acogida en un exilio que iba a prolongarse trece años. Sin dejar de participar en acciones de denuncia de la dictadura de su país junto con otros exiliados brasileños, retomó su preparación superior en la Escuela Latinoamericana para Graduados en Economía de la Universidad de Chile (Escolatina). En 1968 se tituló y fue contratado para la plantilla docente de esa casa de estudios. Al año siguiente se puso a dar clases de Econometría en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), centro perteneciente a la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). En 1967 contrajo matrimonio en Santiago con la chilena Sylvia Mónica Allende Ledezma, bailarina integrante del Ballet Nacional Chileno y estudiante de Psicología, con la que tuvo dos hijos, Verônica, nacida en 1969, y Luciano, en 1973.

En septiembre de 1973, al poco de ser padre por segunda vez, Serra se encontró con el golpe de Estado militar que liquidó el Gobierno socialista de Salvador Allende, al que había prestado asesoría profesional. Apresado y trasladado por los soldados al Estadio Nacional de Santiago como otros miles de represaliados políticos en las primeras horas del golpe, fue sin embargo liberado y consiguió hallar refugio en la Embajada de Italia. Tras unos meses de angustiosa espera, obtuvo el salvoconducto que le permitió, acompañado de su familia, ponerse a salvo en Estados Unidos. En la nación norteamericana el economista relanzó su carrera académica, obteniendo el doctorado en la neoyorquina Universidad de Cornell en 1976 y luego dando clases como visiting professor en el Institute for Advanced Study de Princeton, Nueva Jersey.


2. Primera etapa en las políticas paulista y federal con el PMDB y el PSDB

En 1978, aun a riesgo de ser reprimido por el Gobierno militar y antes de que este emitiera una amnistía para los perseguidos políticos, Serra, a los 36 años, decidió normalizar su vida familiar y profesional en Brasil, confiado en la relativa tolerancia aperturista advertida en la distençao del general-presidente del momento, Ernesto Geisel. Una vez en su ciudad natal, São Paulo, contrató como profesor de Economía por la Universidad de Campinas (UNICAMP) y escribió artículos periodísticos para la Folha de São Paulo.

Serra también empezó a dar sus primeros pasos en la política representativa. Introducido en el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el partido centrista que funcionaba como la única fuerza legal de la oposición autorizada a competir con la oficialista Alianza Renovadora Nacional (ARENA, derecha promilitar) en las elecciones legislativas, se postuló a un escaño de diputado federal en los comicios de noviembre de 1978, pero su candidatura fue impugnada por las autoridades con la alegación de que sus derechos políticos seguían suspendidos. A cambio, el economista asistió a la campaña a senador de Fernando Henrique Cardoso, un reputado sociólogo con el que pasó a compartir empresa política. En enero de 1980, tras ser declarado extinto el MDB –al igual que ARENA- para facilitar la renovación del sistema de partidos dentro del proceso de transición democrática abierto por el Gobierno del general João Baptista Figueiredo, el ala progresista de la vieja formación puso en marcha el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), en el que Serra y Cardoso prolongaron militancia.

En 1982, trabajando como investigador para el Centro Brasileño de Análisis y Planificación (CEBRAP), Serra supervisó la elaboración del programa del candidato del PMDB a la gobernación de São Paulo, André Franco Montoro. En los comicios de noviembre los pemedebistas se impusieron en São Paulo y en marzo de 1983 Montoro formó un Gobierno en el que sentó a su colaborador como secretario de Economía y Planificación, con la misión de aplicar una cura de austeridad para reducir el elevado endeudamiento del estado. En diciembre de 1984 Serra se tomó una baja en el Gobierno estatal para integrar el equipo económico del candidato presidencial del PMDB, Tancredo Neves, quien ganó las elecciones indirectas de enero de 1985 pero que quedó incapacitado para la toma de posesión, poco antes de fallecer, debiendo ser suplido por su compañero de fórmula y vicepresidente electo, José Sarney.

Tras estos acontecimientos, que pusieron un luctuoso colofón al restablecimiento de la democracia en Brasil, el político paulista volvió a su Secretaría estatal. A lo largo de la presidencia de Sarney, Serra, quien defendió la oportunidad del Plan Cruzado, una drástica reestructuración monetaria lanzada por el Ejecutivo en 1986 para contener la crisis inflacionaria que estrangulaba el bolsillo de los ciudadanos, fue varias veces barajado como ministro federal de Hacienda, pero esta promoción no llegó a materializarse. Con todo, él estaba decidido a hacerse un hueco en la política federal, así que en febrero de 1986 renunció definitivamente a su cargo estatal para presentarse a diputado en la Cámara de Brasilia. En las elecciones del 15 de noviembre se hizo con el escaño, lo que le convirtió en parlamentario legislador y de paso constituyente, como uno de los redactores de la Carta Magna promulgada en octubre de 1988.

El 25 de junio de 1988, Serra, Cardoso, Franco Montoro, Mário Covas, Tasso Jereissati y otros destacados representantes del ala izquierda del PMDB, culminando un período de desencuentros con el presidente de la formación, Ulysses Guimarães, a la sazón presidente de la Cámara de Diputados, y con Sarney por la gestión de la crisis económica, presentaron el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que recibió la adhesión inmediata de 48 congresistas. El PSDB se configuró como una fuerza política animada por intelectuales formados en el pensamiento marxista y por empresarios, sobre todo del área metropolitana de São Paulo, favorables a una economía de mercado socialmente orientada y, por tanto, alternativa al modelo puramente liberal aplicado por el Gobierno Sarney con resultados muy poco convincentes.

El primer envite electoral de Serra con el PSDB, que hasta agosto de 1989 no obtuvo su registro formal como partido, fue decepcionante: candidato a prefecto (alcalde) de São Paulo en las municipales del 15 de noviembre de 1988, quedó cuarto tras sus contrincantes del Partido los Trabajadores (PT, socialista), el PMDB y el Partido Democrático Social (derecha). Dos años después, en las legislativas federales del 3 de octubre de 1990, vino el consuelo al ser reelegido diputado por São Paulo con un abultado margen de votos, mientras que el partido quedaba en quinto lugar con 37 puestos en la Cámara baja. En mayo de 1991 el entonces presidente de la derecha liberal, Fernando Collor de Mello, propuso a Serra ser su ministro de Hacienda en sustitución de su prima Zélia Cardoso de Mello, pero el político tucano declinó la oferta. Ese mismo año, abandonó la presidencia de la Comisión Ejecutiva del PSDB, coincidiendo con el recambio de Franco Montoro por Jereissati en la presidencia orgánica.


3. Ministro de la Administración Cardoso y duelo presidencial con Lula en 2002

En los comicios generales del 3 de octubre de 1994 Serra ganó el acta de senador por São Paulo con 6,5 millones de votos, un registro sin precedentes en la historia electoral de la Cámara alta del Congreso, al tiempo que Cardoso se imponía al petista Luiz Inácio Lula da Silva en la contienda por la Presidencia de la República. Al constituir Cardoso su Gobierno el primer día de 1995, Serra, tras pasarse una década etiquetado de ministro federal en potencia, estrenó por fin esta condición como titular de la cartera de Planificación y Ordenamiento. Uno de sus principales cometidos fue el planeamiento del programa desarrollista Brasil en Acción, con el que Cardoso esperaba reducir las enormes desigualdades sociales y regionales. En el año largo que fungió de ministro, Serra adquirió un crédito de conservador en materia fiscal y de paladín de la reestructuración liberal del parque industrial.

El 30 de abril de 1996, a cuatro meses del lanzamiento oficial de Brasil en Acción, Serra se descolgó del Ejecutivo para preparar su candidatura a prefecto de São Paulo. Esta segunda tentativa, disputada el 3 de octubre del segundo año de la Administración Cardoso, apenas corrió mejor suerte que la de 1988 y el socialdemócrata quedó tercero tras la socialista Luiza Erundina (PT) y el derechista Celso Pitta (Partido Progresista Brasileño, PPB). El 31 de marzo de 1998, tras año y medio de labor política limitada al mandato en el Senado, donde presidió la Comisión de Asuntos Económicos, Serra se reincorporó al Gobierno federal como ministro de Salud en lugar de Carlos Albuquerque.

En sus cuatro años de ejercicio, confirmado en enero de 1999 al tomar posesión el segundo Gobierno Cardoso, Serra captó la atención del público con sus exitosas campañas de lucha contra el sida y las enfermedades responsables de la mortalidad infantil. Los puntales de estas actuaciones fueron la regulación de los fármacos antirretrovirales genéricos fabricados en Brasil y distribuidos a precios abaratados, y la conexa Ley de Patentes. El nuevo marco legal de los medicamentos de uso más común, que quebró un monopolio de hecho, se impuso tras ganar el Gobierno una dura batalla con las multinacionales farmacéuticas de Estados Unidos en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por otro lado, la prohibición de la publicidad del tabaco y la obligación de incluir mensajes alertando sobre su carácter nocivo en las cajas de cigarrillos le granjeó a Serra la hostilidad también de la industria tabacalera.

Convertido en una de las personalidades más respetadas y mejor valoradas del oficialismo, Serra concretó una ambición presidencial que fue decisivamente estimulada por Cardoso, quien en noviembre de 2001 le postuló abiertamente para la sucesión, a dirimir en las urnas nacionales dentro de once meses. En enero de 2002 el PSDB, no sin algunas peloteras entre las diversas facciones integrantes, proclamó la candidatura presidencial de Serra y el 21 de febrero siguiente el aspirante se despidió del Gobierno y retomó el escaño de senador para preparar su campaña electoral. Elemento fundamental de la misma fue la forja de una Gran Alianza con el PMDB, a la que se sumaron sectores mayoritarios de los derechistas PPB y Partido del Frente Liberal (PFL). Significativamente, estos cuatro partidos, implicados en mayor o menor grado en el soporte parlamentario del Gobierno Cardoso, reunían las dos terceras partes del Congreso Nacional. Como compañera de fórmula para el puesto de vicepresidente, Serra escogió a la congresista pemedebista Rita Camata

Las expectativas de Serra, que tenía como principal y más formidable adversario a Lula da Silva, el cual no estaba dispuesto a encajar una cuarta derrota en estas lides, se vieron perjudicadas desde el primer momento por la percepción general de que el país, pese a la relativa estabilización económica, dificultosamente propiciada por el Plan Real de 1994 y la liberación del tipo de cambio en 1999, seguía afrontando un futuro incierto por la servidumbre de la gigantesca deuda pública, interna y externa. A lo largo del verano y al comenzar el otoño, la devaluación del real, el repunte de los precios, la deceleración productiva y las calificaciones al alza del riesgo-país pusieron aún más cuesta arriba la campaña de Serra, quien no consiguió convencer de que era él, y no Lula, el mejor garante de la continuidad y el refuerzo de los programas federales de asistencia y desarrollo, en un país que seguía ofreciendo unos preocupantes niveles de pobreza, desempleo, violencia y exclusión social.

Tampoco surtió efecto su estrategia de explotar el miedo de las clases medias a un candidato opositor, Lula, cuya plataforma era nítidamente izquierdista. El senador tucano presentó al antiguo obrero metalúrgico como un populista radical que bien podía poner en fuga a los inversores, abocar al país a la suspensión de pagos y desencadenar una crisis general del sistema financiero por falta de liquidez bancaria. El catastrofismo admonitorio del pretendiente del Gobierno se sintetizaba en su eslogan Conmigo, Brasil no será como Argentina.

Unánimemente considerado un servidor público capacitado y eficiente, Serra, articulado en sus mensajes y de ademanes sofisticados, no podía, empero, ni soñar con igualar el carisma a pie de calle de Lula, quien suplía su inexperiencia en el manejo de la cosa pública y su formación académica elemental con una personalidad irresistible para muchos millones de brasileños pobres y con estrecheces que confiaban en sus promesas de rescate social. Por si fuera poco, a Serra le estalló un escándalo por la denuncia de una presunta donación ilegal a su campaña senatorial de 1994 por parte del ex director del Banco de Brasil Ricardo Sérgio de Oliveira. Como resultado de todos estos hándicaps, Serra, con el 23,2% de los votos, fue ampliamente superado por Lula en la primera vuelta del 6 de octubre y, con el 38,7%, definitivamente batido en la segunda vuelta del día 27.


4. Éxitos en la política municipal y estatal de São Paulo

Con tres derrotas y tres victorias, el palmarés electoral de Serra presentaba un balance discreto, máxime al registrarse los reveses en las campañas libradas entre personas, en las votaciones a presidente y a prefecto, y no entre partidos. Esta suerte dispar empezó a cambiar en 2004, cuando el ya sexagenario economista encontró en la política regional paulista un baluarte inexpugnable. Marchado del Senado el 1 de febrero de 2003 por conclusión de su mandato de ocho años y aupado a la presidencia del PSDB el 21 de noviembre siguiente por decisión de la VII Convención Nacional, Serra lanzó su candidatura, por tercera vez desde 1988, a prefecto de la que era, con 10 millones de habitantes, la principal urbe del país.

Apoyado por el PFL de Jorge Bornhausen y el Partido Popular Socialista (PPS, socialdemócrata) de Roberto Freire, Serra desbancó en la ronda del 3 de octubre de 2004 al progresista Paulo Maluf, antiguo prefecto, y en la vuelta resolutiva del 31 de octubre arrebató el puesto a la titular del PT, Marta Suplicy, con el 56% de los votos. La victoria de Serra en la capital paulista vino a completar el predominio del PSDB en este importante estado, ya que su correligionario Geraldo Alckmin era el gobernador desde 2001. El 1 de enero de 2005 inauguró su mandato de cuatro años, que no quiso hacer compatible con la jefatura orgánica del PSDB; el nuevo presidente tucano fue Eduardo de Azeredo, quien poco después traspasó el testigo a Tasso Jereissati.

Apenas transcurrido un año, el 31 de marzo de 2006, Serra cedió la prefectura a su adjunto municipal, Gilberto Kassab, para competir por un puesto de mayor relieve, el de gobernador estatal, desocupado en la víspera por Alckmin, una vez proclamado candidato presidencial del PSDB. En realidad, el prefecto había deseado esa postulación para sí, y de hecho gozaba de la confianza de la cúpula del partido, pero el gobernador saliente era el preferido de los cuadros medios y la militancia tucanos en el conjunto de la federación. Serra cedió y aceptó conformarse con la candidatura a la gobernación del estado, apuesta que contó con el respaldo del PFL, el PTB y el PPS.

El 1 de octubre de 2006, mientras Alckmin forzaba el paso a la segunda vuelta presidencial del 29 de octubre –cuando iba a ser derrotado por Lula-, Serra arrolló a su antagonista del PT, Aloizio Mercadante, con el 57,9% de los votos, sacándole una ventaja de 26 puntos. El tercero en discordia, el pemedebista Orestes Quércia, quedó tercero con un testimonial 4,6%. El 1 de enero de 2007 Serra tomó posesión de su despacho del Palacio de los Bandeirantes, ocupado desde la renuncia de Alckmin por Cláudio Lembo, del PFL.

El mandato de gobernador paulista, en el que volvió a hacer gala de un manejo prudente y equilibrado de los ingresos, los gastos y las inversiones públicas, apuntaló a Serra como un influyente político de dimensión nacional. Es más, se convirtió en el presidenciable más consistente del país, a tenor de las encuestas. El estrellato opositor del tucano, que en apariencia compensaba su limitado carisma con una imagen de solidez gestora e intelectual, se vio favorecido por la paradójica situación que vivía el PT: Lula gozaba de unos niveles de popularidad prácticamente apoteósicos, pero la Constitución le impedía optar al tercer mandato en 2010, mientras que en su partido, buena parte de los pesos pesados que habrían podido aspirar a sucederle se hallaban fuera de juego por su implicación en escándalos de corrupción.

Hasta finales de 2008, a instancias del propio Lula, no empezó a perfilarse en el oficialismo la opción sucesoria de la ministra jefe de la Casa Civil de la Presidencia, Dilma Rousseff, una servidora pública eficiente y respetada, pero poco conocida por el gran público, neófita en las batallas electorales y sin gancho proselitista. Aunque se guardaba por el momento de poner las cartas sobre la mesa para no distorsionar su gobernación en São Paulo, Serra comprobaba complacido, mes tras mes, cómo señoreaba las preferencias presidenciales en los sucesivos sondeos demoscópicos. Durante la mayor parte de 2008, todo 2009 e incluso el primer cuatrimestre de 2010, el socialdemócrata fue el favorito del público nacional con un nivel de apoyos que oscilaba entre el 35% y el 40%.

Los conmilitones del PSDB no plantearon trabas a su nominación; es más, en el partido, actualmente presidido por el pernambucano Sérgio Guerra, cundió cierto nerviosismo por la demora de la confirmación de que iba a presentarse. El 17 de diciembre de 2009, el otro precandidato oficioso, Aécio Neves, nieto de Tancredo Neves, ex presidente de la Cámara de Diputados y gobernador de Minas Gerais desde 2003, renunció a enfrentársele en una elección primaria. El 10 de abril de 2010, ocho días después de renunciar a la gobernación estatal en favor del vicegobernador, Alberto Goldman, el paulista hizo oficial en Brasilia su precandidatura con el soporte de los Demócratas (DEM, ex PFL) y el PPS, más el aval personal del ex presidente Cardoso. Posteriormente se adhirieron a la plataforma el PTB, el izquierdista Partido de Movilización Nacional (PMN), el Partido Laborista de Brasil (PTdoB) y el Partido Humanista de la Solidaridad (PHS). El pequeño Partido Social Cristiano (PSC) al principio expresó su apoyo a Serra, pero luego se decantó por Rousseff.

El 12 de junio el candidato leyó el discurso de aceptación en la Convención Nacional del PSDB, celebrada en Salvador de Bahía, y el 30 de dicho mes presentó a Indio da Costa, diputado federal carioca de 39 años y miembro de los DEM, como su acompañante para vicepresidente.


5. La campaña frente a la petista Rousseff en 2010: largo desfallecimiento y estéril repunte final

Ya en mayo de 2010, Rousseff, arropada y publicitada de una manera aparentemente decisiva por Lula, arrebató el primer puesto en los sondeos. En los meses siguientes, Serra siguió perdiendo el fuelle hasta el punto de ver peligrar la disputa de una segunda vuelta: en agosto, su adversaria del Gobierno se instaló por encima de la barrera del 50%. Acuciado por tan abultada brecha, el tucano comenzó a lanzar andanadas contra el PT, el Gobierno y el entorno de Lula, a los que acusó de juego sucio y de abuso electoralista de la maquinaria de la administración pública por ellos controlada.

Serra prefirió no personalizar sus ataques en el archipopular Lula (aunque valoró negativamente ciertos aspectos de su política exterior, como los tratos condescendientes con Irán); es más, basó su campaña en el reconocimiento de su obra de gobierno, de la que, en una arriesgada estrategia que, por lo que se veía, estaba resultando contraproducente, se proclamaba legítimo legatario y verdadero continuador. El opositor estaba de acuerdo en que había que perseverar en las políticas de la gran economía al alimón con los programas públicos de rescate de la pobreza, inserción social y desarrollos educativo y sanitario. En particular, se comprometió a mantener el exitoso programa Bolsa Familia, lanzado por Lula para alcanzar los objetivos de su estrategia Hambre Cero.

En la recta final de la campaña, el pequeño bache en que cayó Rousseff, afectada sin duda por las últimas noticias sobre actos de corrupción en el Ejecutivo y las destemplanzas verbales de su mentor, Lula -que en su celo electoralista se dedicó a atacar con virulencia a opositores y periodistas, dando una imagen de soberbia y autoritarismo-, volvió a poner sobre el tapete el escenario de la segunda vuelta, haciendo revivir las esperanzas de la alicaída campaña de Serra. Al veterano político paulista se le vaticinaba por doquier el final de sus 32 años de carrera política a menos que fuera capaz de esquivar una humillante derrota en la primera vuelta.

Es lo que sucedió. El 3 de octubre, Serra, con un inesperado 32,6% de los votos, un nivel de apoyo que las encuestas le habían negado desde agosto, mereció la segunda oportunidad del 31 de octubre para medirse con una Rousseff que sólo obtuvo el 46,9%. La derrota por ella era, dentro de su provisionalidad, contundente, aunque el socialdemócrata se mostró encantado con el resultado: "Estoy muy feliz, mi felicidad ahora es inmensa, pero no estoy sorprendido porque sabía la fuerza que el pueblo iba a darme", dijo Serra en sus primeras palabras de agradecimiento tras conocer los resultados. A continuación, la plataforma del PSDB se puso a requebrar a la tercera candidata más votada y gran sorpresa de la jornada, Marina Silva, antigua ministra petista de Medio Ambiente y postulante del Partido Verde (PV), cuyos casi 20 millones de votos la convertían en el árbitro electoral que, respaldado a uno u otro, podría decantar el resultado del duelo Serra-Rousseff.

(Cobertura informativa hasta 5/10/2010)