Jimmie Åkesson
Presidente de los Demócratas de Suecia (SD)
Pese a no subir su partido tanto como se esperaba y repetir en la tercera posición tras unos socialdemócratas y moderados en horas bajas, Jimmie Åkesson, líder de los Demócratas de Suecia (SD), exponentes de la derecha nacionalista antiinmigración, es sin lugar a dudas el triunfador en las elecciones generales celebradas en el país escandinavo el 9 de septiembre de 2018, a las que sigue un panorama complicado para formar gobierno. Hacedor de un crecimiento electoral sostenido desde que en 2005, con solo 26 años, se hiciera con las riendas de la formación (el 2,9% en 2006, el 5,7% y la entrada en el Riksdag en 2010, el 12,9% en 2014, el 17,6% ahora), Åkesson ha compaginado en todos estos años dos posturas notables: por un lado, la defensa de tesis fuertemente euroescépticas y favorables a una "política migratoria seria" con la consecución de "fronteras seguras", el desincentivo de las peticiones de asilo y la prestación a los refugiados de "ayuda real" en sus países de origen; y, a la vez, la proyección de una imagen pulida con formas moderadas, ilustrada con una estética un tanto naif y, sobre todo, con la purga periódica de militantes de tendencia ultraderechista, una especie de desnazificación sui géneris de un partido surgido de los ambientes del supremacismo racial nórdico.
Esta segunda estrategia viene persiguiendo la meta de borrar los estigmas de los SD, persistentemente repudiados por las demás fuerzas políticas, ganar respetabilidad y obtener la confianza de quienes, como ahora los cuatro partidos de la Alianza del centro-derecha, podrían requerir su apoyo parlamentario para gobernar. En este sentido, Åkesson, envuelto de una aureola algo victimista de político injustamente repudiado que ha tenido que vencer problemas de estrés y depresión, quiere que los SD dejen de ser la excepción en la vecindad escandinava, donde los partidos equivalentes de Dinamarca (DF), Noruega (FrP) y Finlandia (PS) ya se libraron del cordón sanitario de las fuerzas mayoritarias y son aptos como socios parlamentarios e incluso gubernamentales.
A Åkesson le gustaría sentarse en el Ejecutivo, al igual que sus colegas noruegos y finlandeses, pero ahora mismo se conformaría con reproducir el rol de Kristian Thulesen Dahl, el líder del Partido Popular Danés, cuyos escaños sostienen el Gabinete liberal-conservador de Copenhague. Sin embargo, Åkesson sigue reclamando un referéndum sobre la pertenencia de Suecia a la UE, hipotético Swexit que sería la respuesta a unas negociaciones insatisfactorias entre Estocolmo y Bruselas. La entrada masiva de migrantes y refugiados cuando la crisis europea de 2015, más el aumento de la criminalidad común y los episodios de violencia en las ciudades, dos fenómenos que según los derechistas están vinculados, han favorecido el relato de Åkesson sobre una Suecia abocada al declive socioeconómico y a la "pérdida de la identidad nacional" por el "fracaso" de las políticas de integración y multiculturalidad. Él se define como un "nacionalista moderado" y un "conservador social" que desea frenar el crecimiento de la población en origen extranjera y concentrar los recursos del estado del bienestar en los suecos autóctonos.
(Texto actualizado hasta septiembre 2018)
Hijo de un pequeño empresario y de una cuidadora de ancianos, nació en un pueblo del condado de Skåne, en el extremo sur de Suecia, pero creció en el condado vecino de Blekinge. Tras terminar la escuela se puso a estudiar en la Universidad de Lund, donde durante siete años, hasta 2005, asistió a clases de Filosofía, Ciencias Políticas, Derecho, Economía y otras materias. Se trató de una formación irregular por créditos que no dio lugar a ninguna titulación. En esta época el joven se ganaba la vida como diseñador de páginas web, haciéndose profesional autónomo y montando con varios colegas una microempresa de contenidos de Internet, BMJ Aktiv.
La llamada de la política surgió muy pronto en la vida de Åkesson. En 1998, a los 19 años y recién ingresado en la Universidad, resultó elegido concejal en el Ayuntamiento de Sölvesborg, el municipio donde residía. En su adolescencia había estado en las juventudes del partido Moderado, la fuerza liberal conservadora de centro-derecha que entre 1991 y 1994, con Carl Bildt de primer ministro, estuvo al frente del Gobierno, pero la apuesta de los moderados por el ingreso del país en la Unión Europea le había decepcionado. Desde 1995 el vehículo partidario de Åkesson eran los Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna, SD), una formación extraparlamentaria surgida en 1988 y situada en la extrema derecha que hundía sus raíces en el pequeño movimiento fascista existente en la Suecia de los años de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Åkesson inició su militancia política en los SD, estos, bajo el liderazgo de Mikael Jansson, nuevo presidente de la organización en lugar de Anders Klarström, empezaban a dejar atrás su iconografía y mensajes en torno a un supremacismo racial nórdico de reminiscencias filonazis y ricos en alusiones al germanismo vikingo (esta estética, por cierto, era característica de Ultima Thule, famosa banda nacional de rock por la que Åkesson, teclista ocasional en actuaciones musicales del género, era auténtico devoto), y buscaban ofrecerse al electorado como un partido ciertamente nacionalista pero no extremista, sin sectarismos étnicos ni apelaciones racistas. Deseaban salir de la marginalidad y proyectar seriedad, y para ello tomaron como modelos el Frente Nacional francés y, posteriormente, el Partido Popular Danés.
Entre 1997 y 1998 Åkesson, cuyo ideario era intensamente euroescéptico, ayudó a reorganizar la Juventud Demócrata de Suecia (Sverigedemokratisk Ungdom, SDU), liga juvenil de los SD cuya primera versión había terminado disolviéndose por la constante presencia de elementos neonazis en sus filas. Como vicepresidente y más tarde, desde junio de 2000, presidente de la SDU, Åkesson ayudó a Jansson en la tarea, por cierto que bastante ardua, de depurar el partido de elementos radicales de ultraderecha y a la vez enriquecerlo con fichajes de tránsfugas de los, así llamados aquí, "partidos burgueses", como el Moderado y el de Centro; ambos eran adversarios tradicionales del Partido Socialdemócrata (SAP), ahora mismo en el Gobierno con el primer ministro Göran Persson.
Åkesson fue ganando prominencia en los SD como organizador y corredactor de los manifiestos electorales del partido. En los cuatro comicios generales celebrados entre 1988 y 1998 los SD no fueron capaces de acercarse siquiera al 1% de los votos. En las votaciones de 2002 casi cuadruplicaron su nivel de apoyos y registraron el 1,4% (en términos absolutos, 76.000 votos), pero siguieron siendo una opción extraparlamentaria y testimonial, con una capacidad mínima de influir en el debate político nacional. Este estado de cosas dañó el liderazgo de Jansson, que fue obligado a someterse a una votación interna. Åkesson lanzó su candidatura alternativa al liderazgo y el 7 de mayo de 2005 desbancó a Jansson de la presidencia con el respaldo de dos tercios de la ejecutiva.
Åkesson prosiguió la línea de Jansson de edulcorar la imagen del partido y a principios de 2006 dispuso el cambio de logotipo identificativo: la antorcha con la bandera sueca llameante —un diseño clonado del que por entonces exhibía el Frente Nacional del Reino Unido, una formación abiertamente neofascista— dio paso a un motivo completamente diferente, una amable y tranquilizadora representación de la anémona hepática, delicada flor azul común en los bosques suecos.
Por otro lado, al hilo de la polvareda internacional levantada por las caricaturas de Mahoma que el periódico danés Jyllands-Posten había publicado en 2005, Åkesson, para subrayar su solidaridad con Dinamarca y su defensa de la libertad de expresión sin interferencias religiosas, autorizó a los jóvenes de la SDU publicar su propia ilustración del Profeta, una pretendidamente no ofensiva para los musulmanes. La iniciativa fue inmediatamente afeada por las autoridades, que obligaron al proveedor de servicios de Internet de los SD a cancelar las webs con las páginas con la caricatura alojadas en sus servidores, lo que a su vez dio pie a acusaciones, y no solo de los SD, contra el Gobierno de extralimitarse en sus funciones y de practicar una censura encubierta, y además provocó una denuncia por presunto discurso de odio. Ante la situación creada, en febrero de 2006, Åkesson dio marcha atrás en la idea de que el órgano de prensa del partido, SD-Kuriren, publicase unas nuevas tiras humorísticas de Mahoma como una cuestión de principios.
La nueva jefatura de Åkesson, un jovencísimo líder de 26 años, confirió un notable, aunque no espectacular, empuje a las opciones electorales del partido. En las elecciones al Riksdag del 17 de septiembre de 2006 los SD multiplicaron sus votos por dos, pero esto no fue suficiente para adquirir representación. El sistema electoral exigía mínimos del 4% de los sufragios a nivel nacional o del 12% en una circunscripción para adjudicar escaños. Los SD siguieron en un remoto octavo lugar en el orden de preferencia del electorado, posición que arrastraban desde los comicios de 1998. Como venía sucediendo desde hacía décadas, las elecciones fueron ganadas con mayoría simple por el SAP, aunque esta vez sin opciones para gobernar, de manera que el Ejecutivo pasó a manos de la Alianza de las cuatro formaciones del centro-derecha, moderados, centristas, liberalpopulares y cristianodemócratas, bajo la batuta del líder de los primeros, Fredrik Reinfeldt.
Un ascenso electoral sostenido en medio de polémicas
Las cosas empezaron animarse de cara a las elecciones del 19 de septiembre de 2010. Åkesson defendió un programa inequívoco centrado en una política de asilo más rigurosa y la restricción drástica de los derechos de los inmigrantes, empezando por el de la reunificación familiar. No podía faltar la invocación de la ley y el orden, con el endurecimiento de las penas, el castigo de los crímenes más graves con la cadena perpetua y la expulsión inmediata de los ciudadanos extranjeros que delinquieran. A este repertorio tradicional de los partidos de la derecha nacionalista, Åkesson, para ensanchar su franja electoral, añadió la defensa del estado del bienestar, poniendo énfasis en los beneficios sociales de las familias con hijos, los pensionistas y los jubilados. Muy activo en prensa y televisión, el líder derechista podía verter opiniones polémicas a sabiendas de que iban a traer mucha cola y a granjearle fuertes acusaciones, como que el crecimiento de la población de religión musulmana constituía "la mayor amenaza extranjera contra Suecia desde la Segunda Guerra Mundial".
Los partidos de la Alianza en el Gobierno, por no hablar de las izquierdas, algunos de cuyos seguidores del ala radical se movilizaron en las calles para reventar e impedir actos de campaña de la formación opositora, descartaron cualquier entendimiento con los SD en caso de necesitar respaldo parlamentario para gobernar después de las elecciones. Estas se saldaron positivamente para la agrupación derechista, que avanzó hasta el 5,7% de los votos y, por primera vez, entró en el Riksdag con 20 diputados, a la cabeza de los cuales, representando al condado de Jönköping, figuraba Åkesson.
Ahora, los SD eran el sexto partido de Suecia, por detrás de socialdemócratas, moderados, verdes, liberalpopulares y centristas, pero por delante del Partido de la Izquierda y los cristianodemócratas. Se trataba, con todo, de un peso específico considerablemente menor del que en la vecindad escandinava ya gozaban las fuerzas afines de Dinamarca (Partido Popular Danés, DF, de Pia Kjærsgaard), Noruega (Partido del Progreso, FrP, de Siv Jensen) y Finlandia (los Verdaderos Finlandeses, PS, de Timo Soini).
Åkesson aspiraba a seguir los pasos de su admirada Kjærsgaard en Dinamarca, donde el DF, a cambio de un endurecimiento de la legislación danesa sobre asilo, residencia y ciudadanía, venía dando un decisivo soporte legislativo a los gobiernos liberal-conservadores desde 2001. En Suecia, esta vez, la Alianza cuatripartita había perdido la mayoría absoluta y en teoría podría requerir la asistencia de los derechistas. Sin embargo, tal escenario resultaba impensable aquí: los SD eran, y nada sugería que ello fuera a cambiar en los próximos años, un partido sometido a hermético aislamiento. Reinfeldt optó por seguir gobernando en minoría y no quiso entrar con Åkesson en unos tratos que pudieran comprometerle.
Ninguneado en el Riksdag a pesar de su veintena de escaños, Åkesson, que en 2013 estrenó la paternidad con su pareja formal desde 2011 (Louise Erixon, una asistente parlamentaria del partido), destinó buena parte de su primera legislatura a apagar los fuegos que, una y otra vez, prendían en su colectividad. Los incidentes venían a ser siempre los mismos: la divulgación de comentarios de tintes racistas y xenófobos sobre los inmigrantes de origen africano o asiático por parte de cargos orgánicos, concejales y diputados. Algunos de los señalados eran oficiales de primer rango, como el portavoz del partido Erik Almqvist, el jefe de la sección de Estocolmo Christoffer Dulny y los miembros del Riksdag Lars Isovaara, Kent Ekeroth y Jonas Åkerlund; este último, además, fungía de vicepresidente de los SD.
Åkesson buscó zanjar estas salidas de tono, que contrariaban su consigna de "tolerancia cero" con las expresiones de racismo y saboteaban su estrategia de habilitación a los ojos de la Alianza, con dimisiones forzadas y amonestaciones en público. El líder aseguraba que los SD aceptaban el principio de la sociedad multiétnica, pero no así las políticas de multiculturalidad, según ellos condenadas al fracaso. El argumento central era que la generosa Suecia tenía que cerrar las puertas a la inmigración y restringir el asilo de los refugiados de conflictos bélicos de todo el mundo porque la integración social de la población de origen extranjero, sin medidas de asimilación, no funcionaba, y porque además endosaba una onerosa carga económica a los suecos autóctonos.
Los escándalos y las controversias se sucedían, pero el caso era que la fuerza electoral de los SD, entregados al relato victimista de un partido acosado y saboteado por doquier, seguía aumentando. En las europeas del 25 de mayo de 2014 fueron quintos con el 9,7% de los votos y dos eurodiputados. Se trató de su debut en el Parlamento de Bruselas, donde optaron por sentarse en Europa de la Libertad y la Democracia Directa, el grupo euroescéptico organizado por el UKIP del británico Nigel Farage y el italiano Movimiento Cinco Estrellas, y no en Europa de las Naciones y las Libertades, el grupo del que formaban parte el Frente Nacional francés de Marine Le Pen, el Partido por Libertad holandés de Geert Wilders, la Liga Norte italiana de Matteo Salvini y el Partido de la Libertad de Austria de Heinz-Christian Strache.
A continuación, en las generales del 14 de septiembre, los de Åkesson treparon de golpe hasta la tercera posición con el 12,9% de los sufragios y 49 escaños. El formidable ascenso de los SD, de hecho los únicos triunfadores en una jornada que deparó varapalos (sobre todo para el partido Moderado del primer ministro Reinfeldt) o resultados decepcionantes para el resto de formaciones, puso definitivamente a Åkesson en órbita. Entre tanto, los socialdemócratas, de la mano de Stefan Löfven, regresaban sin alharacas al Gobierno en coalición minoritaria con los Verdes.
Sin embargo, ciertas circunstancias privadas no del todo esclarecidas llevaron a Åkesson, en una decisión inesperada y completamente inusual, a apartarse temporalmente de la vorágine política. El 17 de octubre de 2014 el dirigente opositor anunció que solicitaba una baja laboral de duración indefinida por "enfermedad"; la dolencia no era somática, sino más bien un agotamiento de tipo nervioso. Se habló de estrés político, más cuando continuaban los ecos de la polémica suscitada semanas atrás sobre una supuesta ludopatía de Åkesson, quien según la cadena pública Sveriges Radio (SR) se había gastado la friolera de 500.000 coronas, unos 53.000 euros al cambio, en casinos de Internet solo en los últimos meses.
Algunos comentaristas dijeron entonces que Åkesson, a la luz de esta información, avalada por SR con datos confidenciales de los movimientos de la cuenta bancaria del político, presentaba el perfil de un adicto al juego y llegaron a sugerir que necesitaba terapia; pero además, sus ingresos netos como político no alcanzaban a sumar medio millón de coronas en el tiempo en que esa cantidad había sido gastada. SR hizo pública la información en vísperas de las elecciones y Åkesson, sin llegar a desmentirla, la presentó entonces como una "especie de intento de asesinato" de su persona política.
Mattias Karlsson, el jefe del grupo parlamentario, asumió las funciones de líder partidario con carácter interino y su primera decisión de calado fue unirse a los partidos de la Alianza para tumbar el plan presupuestario del Gobierno Löfven, fracaso legislativo de los socialdemócratas, luego subsanado, que estuvo a punto de forzar la convocatoria de elecciones anticipadas. El 27 de marzo de 2015 Åkesson reapareció ante los medios para comunicar su retorno a la actividad política. En efecto, había estado en tratamiento psicológico y tomaba medicación, que no especificó; se suponía que eran antidepresivos.
El examen de las generales de 2018 bajo el debate migratorio
La entrada en Suecia, país con menos de 10 millones de ciudadanos nacionales, durante la crisis europea de 2015 de más de 160.000 migrantes, refugiados y demandantes de asilo a los que luego no les afectaron las órdenes de expulsión forzosa o las repatriaciones voluntarias, y que por tanto, provisionalmente, pudieron quedarse, puso a prueba la capacidad de absorción de la rica nación escandinava y caldeó el debate doméstico sobre las cuestiones de la integración efectiva de los foráneos, la convivencia multicultural y lo que significaba ser sueco.
Por supuesto, Åkesson halló en esta compleja situación munición perfecta para redoblar sus mensajes de freno en seco a la inmigración y, de entrada, ahorrarles a los paisanos los costes económicos que acarreaba la atención social de unos recién llegados con una mínima capacidad de insertarse en el mercado del trabajo, al menos a corto o medio plazo, debido a su desconocimiento del idioma, su bajo nivel educativo y su también escasa cualificación laboral. Para Åkesson, la política de puertas abiertas a migrantes y refugiados, la mayoría de los cuales eran musulmanes, arriscaba seriamente la identidad nacional y la cohesión social. Además, estaba el preocupante aumento de la inseguridad ciudadana y los ataques violentos en grandes ciudades, una ola de criminalidad común que muchos suecos relacionaban directamente con la afluencia masiva de personas originarias de países de Oriente Próximo y África.
De manera llamativa y en paralelo, Åkesson continuó haciendo frente a los lenguaraces de entre los SD, al parecer un partido insanablemente propenso a los comentarios hostiles y las gracietas de mal gusto a costa de la raza de determinados colectivos. Los tufillos antisemita y homófobo afloraban también con alarmante frecuencia. Entre 2015 y 2017 la dirección ejecutó otra andanada de expulsiones de militantes con actitudes extremistas y filofascistas. Se hablaba tanto de contagio del lenguaje y la estética de los grupúsculos del supremacismo nórdico como de infiltración desde estos mismos sectores claramente pronazis. La propia organización juvenil de la que Åkesson había sido jefe, la SDU, por lo que se veía un nido de radicales de ultraderecha, en un eco de los sucesos de 1998, acabó siendo declarada nula por los SD, que en octubre de 2015 activaron una sección juvenil más dócil llamada Jóvenes Suecos SDU.
Åkesson, que hablaba de "limpiar" los SD de aquellos que no representaban sus ideales, insistía en que el grupo no estaba en la extrema derecha, al contrario, se ubicaba en el "centro", y que su ideario era nacionalista moderado y conservador social. El 3 de julio de 2018 los dos eurodiputados del partido, Peter Lundgren y Kristina Winberg, abandonaron el grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa y se pasaron a los Conservadores y Reformistas Europeos, el grupo de partidos euroescépticos suaves como el DF y los PS en la región escandinava y, de manera destacada, los gobernantes Partido Conservador del Reino Unido y Ley y Justicia (PiS) de Polonia.
Los SD depositaron grandes esperanzas en las elecciones generales del 9 de septiembre de 2018, donde esperaban tener un actuación estelar, haciéndoles a los Moderados un sorpasso en versión sueca y pisándole los talones al SAP, el partido más votado en todas las elecciones generales celebradas desde el remoto 1917. La meta era, como mínimo, convertirse en un partido imprescindible para la gobernabilidad del país, una fuerza con la que las demás formaciones, específicamente las de la Alianza, tuvieran que contar, levantando por tanto el cordón sanitario aplicado desde la entrada en el Riksdag en 2010.
El programa electoral destacaba cuatro nociones, en realidad variaciones de un mismo tema. Los SD querían una Suecia con una "política migratoria seria", provista de "fronteras seguras para dejar fuera el crimen organizado, el tráfico de personas y el terrorismo". "Nosotros damos la bienvenida a quienes contribuyen a la sociedad, a quienes se someten a nuestras leyes y respetan nuestras prácticas. Por contra, los que vengan aquí para aprovecharse de nuestros sistemas [de protección social], cometer crímenes o dañar a nuestros ciudadanos, no pueden ser bienvenidos. Queremos dejar de recibir demandantes de asilo en Suecia y a cambio conseguir ayuda real para los refugiados. Queremos hacer posible que más inmigrantes regresen a sus países de origen", rezaba el sucinto manifiesto publicado por el partido en su página web en versión inglesa.
Siguiendo con esta línea de prioridad de lo nacional y lo autóctono, los SD incidían en la necesidad de un "estado del bienestar digno de tal nombre", es decir, "para todos los ciudadanos suecos". También, eran menester un "país unido" y una "sociedad segura" basados en el principio de que "los derechos están conectados con las obligaciones" ("primero cumples con tu obligación y luego demandas tu derecho") y donde no hubiera "espacio para el islamismo o cualquier otro extremismo", al tratarse Suecia de "una tierra de democracia e igualdad".
(Cobertura informativa hasta 9/9/2018)